Debería de darme verguenza el publicar este último capítulo después de tanto tiempo. Pero lo importante es que aquí está. Muchas, MUCHAS GRACIAS por haber estado apoyando la historia, por haber aguantado mis demoras y por mis horribles errores de ortografía. Gracias por leer esta historia y supongo que estaré algún tiempo retirada de las traducciones, y si vuelvo, no será con algo tan largo como este fic (aunque valió la pena). De nuevo, gracias por todo y aquí les dejo este hermoso capítulo (que en lo personal, es mi favorito).

Epílogo: La canción de este pueblo.

Hermione suspiró mientras otra ráfaga de viento entraba por las ventanas abiertas, causando que las páginas de su libro se cambiaran antes de que terminara siquiera de leerlas. Parecía que una tormenta estaba en camino, así que se puso de pie para cerrar las ventanas.

Cuando llegó a la pared se detuvo y miró hacia el océano. Cómo era de esperar, nubes oscuras estaban sobre el agua y podía escuchar a las olas golpear contra el acantilado. Hermione esperó que el horrible clima no alcanzara al resto de su familia, quienes se encontraban jugando Quidditch cerca de Saint Catchpole.

Otra ráfaga de viento corrió y Hermione inhaló el aire salado antes de finalmente cerrar la ventana. También cerró las demás ventanas de la habitación que se había convertido en su santuario; una combinación de estancia, biblioteca y una terraza de cristal.

Hermione regresó a su silla con las piernas debajo de ella, para continuar leyendo su libro.

La casa de Hake's Edge ya no tenía la misma apariencia que cuando ella y Harry vivieron con Draco durante la guerra. Aún tenía la estancia, el comedor y la cocina en el primer piso, y las dos habitaciones originales y los baños arriba, pero ahora tenía una tercera habitación y una sala de juegos en la segunda planta y la habitación en la que Hermione se encontraba en la planta de abajo.

Ella y Draco realmente nunca discutieron cuantos hijos querían, sólo que querían una familia. Después de que nació Steven, estuvieron de acuerdo en que querían otro, ambos no queriendo que su hijo fuera único. Steven tenía 3 años cuando nació Layla.

Hermione se sorprendió y se conmovió inmensamente ante la forma en que Draco convivía con Steven, pero eso no era nada comparado con la relación que tenía con su hija. Los dos habían formado un lazo instantáneo que con los años lo único que hizo fue crecer.

Hermione ocasionalmente sentía un poco de celos cuando los veía juntos, recostados con un libro o hablando suavemente frente a la chimenea, a veces deseando poder estar incluida en su mundo especial. Ella tenía una muy buena relación con Layla y Steven, pero no era lo mismo.

No podría haber sido más feliz, especialmente considerando la relación que Draco había tenido con su padre. No resentía la relación que él tenía con sus hijos, sólo se permitía unos momentos de auto–lástima cuando esos sentimientos la invadían. Había muchos años más por delante para ver a quien preferían más sus hijos.

En la tarde del cumpleaños número cuatro de Layla, Hermione y Draco regresaron a su casa de Hake's Edge, cansados pero también eufóricos. Los niños se quedarían en casa de los Potter, donde había sido la fiesta, con el resto de sus amigos, y tenían la casa sola para ellos. Habían comenzado a besarse apenas cerraron la puerta principal y no se detuvieron por dos horas. Cuando finalmente lo hicieron, relajados, energizados y completamente satisfechos, Hermione abrazaba fuertemente a Draco en el columpio del porche. Se balanceaba tan sutilmente que sospechaba que Draco lo había hechizado para que se moviera solo.

Había ocasiones en las que la realidad de sus vidas la golpeaba de lleno, haciendo que se aferrara a Draco como si lo fuera a perder de lo contrario. Todo por lo que habían pasado y todas las cosas que fácilmente pudieron haber salido mal… Intentaba no pensar en esas cosas, pero a veces no podía evitarlo.

Esa noche había sido completamente mágica, ambos enfocados en el otro, en sintonía con el otro, y Hermione se sintió en paz con el mundo en esos momentos en los que la felicidad pura se desvanecía hasta ser una serena compañía. Mientras estaban acostados abrazados, recuerdos de la noche en que Draco y Harry se fueron para encontrar a Lucius y Voldemort invadieron su mente. Era demasiado fácil pensar en cuanto hubiera cambiado su vida si las cosas hubieran salido diferente.

–Te amo. –murmuró Draco en su oreja.

Hermione se acercó lo más que pudo a él, deseando conservar ese momento para siempre.

–He estado pensando, –continuó Draco. –Amo a Steven y amo Layla. Y tú eres la mujer más maravillosa del mundo. –Se detuvo y tomó un respiro. –Quiero que tengamos otro bebé. Quiero hacer un bebé contigo.

Hermione miró hacia el frente, hacia la mesa con las sillas en las que seguido comían como familia. ¿Era posible que hubiera estado pensando en lo que cerca que estuvieron de no estar juntos como familia? Después de un momento, se giró para verlo a la cara, con el corazón lleno de emociones.

–¿Un bebé?

Draco sonrió.

–Amo nuestra familia, pero últimamente he pensado que no está… completa. Que hay más por venir. No sé si tenga sentido.

Hermione sonrió y acarició suavemente su brazo.

–Tiene perfecto sentido, Draco. Supongo que sé a lo que te refieres. ¿Pero estás seguro?

–Absolutamente. Si tú quieres, claro. No hemos hablado para nada de esto, lo sé, pero también me hace pensar que es una posibilidad. Después de Layla, no dijiste "no más niños"… ¿qué opinas? Está bien si no quieres pasar por todo eso de nuevo, sé lo que conlleva… bueno, al menos te he visto en dos ocasiones ya.

La respuesta era tan obvia como el hecho de que lo amaba. Le sonrió y le dio un suave beso en los labios.

–Yo digo que mejor vayamos comenzando.

Diez meses después, nació Emma Jane.

Sin embargo, durante el embarazo, se volvió claro que la casa ya no podía acomodar a la creciente familia. Las cosas ya estaban apretadas, con generalmente habitaciones pequeñas y poco espacio para que los niños jugaran adentro. Hablaron y debatieron los pros y contras de mudarse. Sólo había una ventaja: más espacio. Después de terminar la ridícula lista, Hermione rió y Draco la incineró.

El siguiente número de la discusión fue el número de habitaciones. El nuevo bebé podría compartir recámara con su hermana. Draco, sin embargo, creía que debía de tener su propia recámara. Tal vez tenía algo que ver con ser hijo único, pero quería que el bebé creciera en su propia habitación, donde podía tener su propio estilo y dejar que fluyera su creatividad.

–Además, –dijo una vez, durante el cuarto mes de gestación. –Podríamos usar el espacio extra. No sería un gran esfuerzo o terriblemente inconveniente para añadir en lo que ya tenemos. Yo mismo construí esta habitación, construí la casa de tus padres en la isla, creo que puedo añadir unas cuantas habitaciones más. Yo digo que una cuarta recámara, y esa habitación en la que has estado soñando, con tres paredes de ventanas.

Hermione suspiró.

–Una chimenea sería ideal. Al tiempo que los niños crezcan, la aparición en conjunto no será del todo buena.

No fue una decisión muy difícil. La casa y el lugar eran demasiado queridos para ellos, había demasiados recuerdos en ellos como para simplemente renunciar simplemente por una adición más a la familia. La construcción comenzó el siguiente mes y se terminó para el tiempo en el que Emma llegó a casa por primera vez.

A la estancia le fue retirada la pared sur y se agregó una puerta, así como una chimenea, lo que abría el espacio hacia la sala de lectura al otro lado. Como Hermione quería, las tres paredes exteriores fueron cubiertas con ventanas, con una puerta hacia el jardín que ella y Layla cuidaban. El jardín era algo que ambas amaban y les gustaba pasar tiempo ahí.

Cuando diseñaron la habitación, Hermione y Draco querían que el primer piso fuera más grande que el primero y que el cristal fuera puesto de cierta manera que la habitación estuviera llena de luz durante el día.

Steven estaba emocionado por tener una nueva habitación; la habitación del bebé estaría cerca de la de sus padres y Layla estaba emocionada por estar cerca de su hermana. Ambos disfrutaban pasar el rato en la sala de juegos, en la que Draco había puesto unas enormes almohadas para leer cómodamente (y en los que Steven disfrutaba empujar a su hermana).

La casa seguía teniendo ese mismo sentimiento íntimo que siempre había tenido, sólo que ahora era un poco más grande.

El sonido distante de un trueno sacó a Hermione de su libro y se sorprendió de ver lo oscura que se había puesto la habitación debido a la tormenta. Sacó su varita y estaba por prender las luces cuando la chimenea se prendió.

Llamas verdes prendieron brevemente y tres personas emergieron. Draco parecía intentar hablar con Steven, quien se alejó y corrió hacia su habitación, arriba. Layla se veía algo nerviosa y cuando notó a Hermione en la habitación, corrió hacia ella. Hermione la abrazó y vio que Draco fruncía el ceño profundamente.

–¿Draco? ¿Qué sucedió? Volvieron antes… ¿fue por el clima?

La miró y parecía como si apenas hubiera notado que ella estaba en la habitación. En su rostro había una expresión incomprensible y parecía estar buscando qué decir. Finalmente habló en un extraño y hueco tono de voz.

–Ha comenzado. –y salió de la habitación, dirigiéndose hacia el porche.

Hermione miró a Layla.

–¿Sabes qué pasó?

Ella sacudió la cabeza.

–Muy bien. ¿Por qué no vas a jugar a tu habitación? Si escuchas que Emma despierta de su siesta, ven y avísame, por favor. Iré a hablar con tu hermano.

–Okay, mami.

Hermione soltó a Layla y la siguió escaleras arriba. Cuando llegó a la puerta de Steven, tocó suavemente. No hubo respuesta, así que tocó de nuevo.

–¿Steven? Es mami. ¿Puedo entrar?

Después de un momento escuchó una suave respuesta y lentamente abrió la puerta. Steven estaba sentado dando la espalda hacia la pared, en su cama, abrazando sus piernas. Su rizado y rubio cabello caía desordenado en su rostro.

Hermione se acercó a la cama y se sentó frente a Steven.

–¿Estás bien, cariño? ¿Papi y tú tuvieron una discusión?

Steven sacudió la cabeza y no dijo nada.

–¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan triste?

La miró por unos momentos antes de hablar.

–¿Papi… papi es… una mala persona?

A Hermione se le hizo un nudo en el estómago y se le cortó la respiración. El comentario de Draco ahora tenía sentido: algo había pasado y Steven había escuchado sobre el pasado de Draco. Inmediatamente Hermione quiso correr hacia Draco y saber que había pasado para ayudarlo con lo que vendría después. Tendrían que decirle a Steven la verdad.

Sin embargo, era importante saber primero que había escuchado Steven exactamente, dado que no quería preocupar más a Steven.

–¿Qué es lo que tú crees? –le preguntó.

Steven se encogió de hombros y alejó la mirada.

–¿Qué escuchaste? –preguntó suavemente Hermione. –Está bien decirme, no te meterás en problemas.

Steven vaciló, pero finalmente miró a Hermione.

–Dijeron… que papá era un hombre malo, que él… había lastimado personas.

Una ola de enojo y lealtad recorrió a Hermione. Enojo ante cualquiera que se hubiera atrevido a hablar del pasado de Draco a su hijo y una fuerte determinación para defender a su esposo.

–Tu papá es un buen hombre, Steven. ¿Me crees?

Él asintió, lentamente.

–Lo es, es el mejor hombre que conozco.

Una leve chispa de esperanza pareció prender en los ojos de Steven.

–Le agrada a todo mundo, al tío Harry y la tía Ginny, incluso tío Ron. –la luz se apagó. –Pero… ellos no estaban ahí. Sólo papá y la Señora Luna.

–¿Quién dijo que tu papá lastimaba gente, Steven?

Se encogió de hombros de nuevo.

–No te voy a meter en problemas, cariño. ¿Es entre tú y yo, si? ¿Fue uno de tus amigos?

–No, fue el amigo de Zack, Corlin.

Zack era el hijo mayor de Luna y Ron y Corlin era el hijo de Blaise Zabini y su esposa. De alguna manera después de la guerra, Zabini logró convencer al Ministerio de que había sido obligado a servir a Voldemort. Draco, no queriendo condenarlo a una vida en prisión, no testificó en su contra y pronto fue liberado. Él y Hermione se habían mantenido alejados de la familia de Zabini, pero Zack conoció a Corlin en el Callejón Diagon y los dos se volvieron rápidamente amigos, a pesar de las protestas de Luna y Ron. Le permitieron a su hijo interactuar con Corlin sólo cuando alguno de ellos estuviera presente.

–Tu papá es un buen hombre. –repitió Hermione con firmeza. –Quiero que sepas eso. Tú lo conoces, Steven, tú juegas con él todos los días. Él te ama más que nada en el mundo.

Steven asintió.

–Yo también lo amo.

Lágrimas amenazaron con salir de los ojos de Hermione. Steven sabía lo que era lastimar y ser lastimado, y sólo esperaba que sus experiencias con su padre lo ayudaran a sobrellevar esto.

–Creo que deberías de hablar con él. –dijo Hermione.

Steven la miró sorprendido.

–¡No quiero que se enoje conmigo!

–¡Oh no, cariño! Él no estará enojado contigo, lo prometo. –Sólo consigo mismo, añadió mentalmente. –¿Voy por él?

–Okay. –respondió Steven suavemente.

Hermione dejó la habitación y se detuvo en la puerta para mirar de nuevo a Steven. Sus brazos seguían envolviendo fuertemente a sus piernas. Pensó que se veía perdido y asustado, pero determinado también.


Draco había ido directamente al porche después de dejar a Layla con Hermione. En realidad no sabía que debía de estar sintiendo exactamente, pero sentía una mezcla de enojo y pavor. Había querido aparecerse directamente en la casa de Zabini y golpearlo en la cara. ¡Cómo se atrevía a contarle semejante cosa a su hijo sobre Draco! ¿Qué tal de su propia participación en la guerra? Draco estaba seguro de que no le mencionó a su hijo como se declaró un ansioso voluntario para unirse a Voldemort, y él como había mostrado una clara tendencia hacia la violencia y la tortura.

Sin embargo, entre más tiempo pasaba, entre más tiempo Draco escuchaba la tormenta y el sonido de las olas, la ira disminuía y la tranquilidad comenzaba a dominar su corazón. Ahora tendría que hablar con Steven y decirle la verdad. Había estado pensando en esta conversación por años, preguntándose cuando sería el momento indicado, o si alguna vez habría un momento indicado. No estaba listo, no había pensado en ello. No tenía idea de cómo empezar, no tenía idea de que cómo abordar el tema. ¿Cómo le decías a tu hijo que eres una horrible persona?

Draco estaba vagamente consciente del sonido de la puerta del porche hizo al abrirse y cerrarse, y de los suaves pasos que se acercaron a él. Podía sentir su presencia de la misma forma en que sentía un cálido abrigo en invierno o como el agua fría tocando su piel en verano. Después de todo este tiempo, aún podía sentir cada que ella entraba en una habitación –ella era cómo el sol– o salía de una habitación. El ligero cambio en la presión, en ese leve cambio en la temperatura, seguramente eran cosas que sólo él sentía.

Al tiempo que se acercaba a él, se sentía de cierta forma renovado, aunque sabía que necesitaría algo más que su presencia para poder superar eso.

–¿Qué pasó? –preguntó, recargando los codos en el barandal frente a ella.

El enojo dentro de él comenzó a brotar de nuevo.

–Niño estúpido. –murmuró. –Maldito Zabini… quiero romperle su jodido cuello.

–Draco…

Draco suspiró.

–Estábamos sentados, tomando un descanso de nuestro juego y los niños estaban jugando cerca. Mientras platicábamos, escuchamos como el sonido cambió de alegre a molesto. Escuché la voz de Steven y Luna y yo fuimos a ver qué había pasado. Corlin, –¿el fastidioso hijo de Zabini?– estaba diciéndole a Steven… bueno, cosas sobre mí. Intenté intervenir, pero… Ya conoces a Steven, es muy sensible. Él me defendió de Corlin, pero en su corazón ya había comenzado a dudar. Corlin fue muy abrasivo y sonaba tan seguro, y Steven… bueno, no sabía que hacer o decir. Rápidamente tomé a Layla y nos fuimos sin despedirnos de Harry y Ginny.

–¿Qué fue lo que Corlin dijo?

–No escuché todo, pero le dijo a Steven que yo era un hombre malo, que me gustaba lastimar a la gente, que te había lastimado a ti. –se mordió el labio. Casi había visto rojo cuando escuchó eso y pensó que en ese momento, Corlin tenía razón en al menos una cosa. –Cómo si necesitara que alguien más –un maldito niño– me recordara mi pasado. ¡Cómo se atrevía a decirle a MI hijo que yo lastimaría a su madre! –Sabía que estaba gritando y no le importaba. No podía pensar en algo en los últimos… diez años que lo hubiera hecho enojar tanto.

–Draco, tranquilízate. –dijo Hermione, poniendo una mano en su brazo.

Draco tomó algunas bocanadas de aire y dejó caer los hombros.

–He pasado años pensando en esta conversación, sobre lo que diría, el cómo, el cuándo, por nueve años y medio, Hermione. Y un maldito niño bueno para nada lo arruina todo.

–Lo sé. –dijo Hermione suspirando. –Pero ya pasó y es momento de hablar con él. Tenía que ser antes de Hogwarts; tal vez… es algo bueno el que haya pasado ahora.

–¿Bueno? ¿Bueno que tenga solo unos minutos para pensar en la mejor forma de decirle la verdad, y que romperá el corazón de mi hijo de todas maneras? Tú lo conoces, Hermione… Él piensa que soy un buen padre. Él me ama. Decirle la verdad…

–Tienes que hacerlo, amor. –dijo Hermione, girándose para verlo.

–No viste la expresión en su rostro cuando no pude negar lo que Corlin había dicho. –respondió Draco, mirándola a los ojos brevemente.

Hermione acarició su espalda por unos momentos antes de hablar.

–Él te ama, Draco. Todo lo que tienes que hacer es hablar con él y decirle lo mucho que lo amas.

Steven lo amaba y él sabía eso en lo profundo de su corazón. Hermione lo amaba, sí, pero el amor de su hijo era diferente. No estaba basado en nada que haya hecho antes o algo que hubiera hecho, no realmente. No estaba basado en el hecho de que él haya cambiado, o de que haya ayudado a derrotar al Señor Tenebroso, o de que haya crecido para parecer un ser humano decente.

Steven lo amaba simplemente porque era su padre. Draco entendía ese sentimiento. Él había pasado toda su niñez amando a su padre, intentando hacer todo lo posible por agradarle, para hacerlo orgulloso. Y Lucius no había hecho nada para motivarlo, nada para apoyarlo, y sin embargo Draco lo amaba. La relación que tenía con Steven nunca dejaba de sorprenderlo: Steven lo había amado desde el momento en que entendió el concepto de los sentimientos, y Draco había sentido una tremenda responsabilidad de honrar ese amor, de tratar a su hijo con amor y respeto, no de dejarlo o decepcionarlo. Incluso aunque sabía desde el principio que tendría que hacer lo último.

Draco miró a Hermione.

–¿Estarás ahí?

–Por supuesto.

Draco tomó su mano y comenzó a caminar hacia la puerta, cuando se detuvo abruptamente, se giró y la envolvió en sus brazos.

–No tengo idea de que lo que estoy haciendo. –susurró en su oído, a través de su espeso y rizado cabello. –¿Qué tal si lo arruino? ¿Qué tal si me odia?

Hermione se separó suavemente y lo obligó a mirarla a los ojos.

–Escúchame, Draco Malfoy. Primero, él no te odiará. Él te ama, ¡te adora! Simplemente está confundido sobre lo que escuchó y necesita escuchar de ti la verdad.

–Pero la verdad…

–Es mala, sí. Pero es mejor, mucho mejor que mentirle. Él te ama, Draco. Sé honesto, y abierto, y él te perdonará. Segundo, tal vez lo estropees, pero lo que importa al final es que le digas la verdad. Si se enoja por un rato, al menos le habrás dicho todo.

Draco cerró los ojos fuertemente. Sabía que ella tenía razón, pero una parte de él estaba aterrorizada sobre lo que tenía que hacer.

–Te has estado preparando para este momento, sospecho, desde que supiste que estaba embarazada. Lo harás bien, Draco. –dijo insistente.

Él asintió pesadamente y juntos entraron a la casa y subieron las escaleras. Draco vaciló afuera de la puerta y miró una vez a Hermione en busca de seguridad. Ella apretó su mano y eso pareció ser suficiente.

Steven estaba sentado en la esquina de la cama, exactamente como lo había dejado Hermione. Tan pronto como Draco lo vio, tomó una gran bocanada de aire, se mantuvo erguido y caminó hacia la cama.

–Hola, campeón. –comenzó.

Steven lo miró entre los rizos de su frente.

–Hola, papá. –dijo tímidamente. Draco se sentó en la esquina opuesta de Steven y Hermione se sentó junto a su hijo.

–¿Steven, podrías decirme lo que Corlin te dijo? –preguntó Draco suavemente.

Steven miró a Hermione, quien asintió.

–Está bien, –dijo Hermione gentilmente. –Prometo que papá no se enojará contigo.

–No, claro que no. –dijo Draco.

Steven bajó la mirada hacia sus rodillas.

–Dijo que eras un hombre malo y que te gustaba lastimar a las personas.

–¿Eso fue todo? –preguntó Hermione.

Steven sacudió la cabeza.

–¿Qué más dijo, cariño?

Steven miró a su madre.

–Él… él dijo que papá solía… lastimarte. Y matar gente.

Draco cerró los ojos fuertemente.

–Steven, voy a decirte la verdad. ¿Podrías escucharme mientras hablo? ¿Podrías ser mi niño grande y confiar en todo lo que diga?

Él asintió solemnemente.

–Yo… no siempre he sido tu papá, sabes. Antes de que nacieras, sólo éramos tu mamá y yo. Antes de ella, yo estaba solo.

–¿Qué hay de tu mamá y tu papá? –preguntó Steven.

–Es… complicado. Tenía a mis padres, sí, pero no éramos amigos, como tú y yo.

–Oh.

–Cuando estaba solo, tomé algunas malas decisiones. ¿Recuerdas haber escuchado de un hombre muy malo que estaba antes de que nacieras?

Steven asintió.

–Tío Harry y Tío Ron hablan sobre él cuando piensan que estamos dormidos. Era el hombre más malo del mundo.

–Sí, lo era. Su nombre era Voldemort. –Después de todos, aún seguía siendo difícil para Draco el decir su nombre. Se detuvo y continuó. –Mi padre… mi padre trabajaba para él.

Steven parpadeó.

–¿Por qué?

–Porque tu abuelo no era un hombre bueno, Steven. Él quería lastimar a la gente, gente que no era como él. Él pensaba que era mejor que la mayoría. Voldemort lo dejó lastimar y matar. ¿Recuerdas lo que Harry dice? Voldemort quería gobernar el mundo y matar a todos los que no tuvieran magia.

Steven lo miró sorprendido.

–¿Matar a todos los muggles? ¿Por qué?

Draco sacudió la cabeza, sorprendido de cuán diferente había sido su infancia de la de su hijo. A la edad de nueve, Draco ya había creído todo el prejuicio que su padre le había inculcado.

–No tengo una respuesta para ti, hijo. En verdad no sé porque. Él… él no creía que las personas no–mágicas merecieran vivir. No sé porque.

–Suena horrible. Yo tengo amigos que son muggles, en la escuela.

–Lo sé, y así debería de ser. –dijo Hermione, alborotando el cabello de Steven. –Estamos muy orgullosos de ti. –Steven iba a una escuela donde la mayoría era muggle, pero también tenía algunos niños mágicos cuyos padres querían que experimentaran algo más que educación en casa. La escuela tenía algunas brujas y magos en el personal cuyo primer amor era la educación de los niños demasiado jóvenes para atender a Hogwarts.

–¿Por qué?

Hermione miró a Draco y él le dio una suave sonrisa. Su hijo no tenía idea de que había gente en el mundo que pensaba que no debía ser amigo de los muggles.

Draco tomó un gran respiro, listo para continuar con lo que había comenzado.

–Cómo te decía, mi padre trabajaba para él, pero después de algunos años, mi padre fue atrapado. Él hombre malo quería que yo trabajara para él. Amenazó con matar a mi madre si no lo hacía.

Steven miró a Hermione y Draco no pudo evitar preguntarse qué pasaba por su mente mientras lo hacía. Estaba pensando, tal vez, en lo mucho que amaba a su madre, y en lo que haría con tal de mantenerla a salvo.

–Yo… escogí hacer lo que él quería para mantener a mi madre a salvo. Todos los días, en lo único en que podía pensar era en mantenerla segura.

–¿Qué tenías que hacer? –preguntó Steven, en un susurro.

Draco lo miró a los ojos.

–Se suponía que… que debía de matar a alguien.

Steven pasó saliva.

–Por favor entiende, que aquellos eran tiempos difíciles. El mundo en el que vives ahora es seguro; para ti, para tu mamá, para todos. El nuestro… no lo era. No intento justificar lo que sucedió, Steven. –dijo Draco, mirando a Hermione, sintiéndose repentinamente perdido.

Hermione puso una mano sobre una de las de Steven.

–Tu papá estaba en una posición horrible. No quería ser la causa de la muerte de su madre, pero tampoco quería matar.

–¿No lo hiciste? –preguntó Steven, mirando a Draco.

–No, no lo hice. Pensé que al principio que podría hacerlo, pero conforme pasó el año, me di cuenta de que no podía.

–¿Entonces qué pasó?

Draco sacudió la cabeza.

–Una serie de eventos desafortunados. El hombre que se suponía debía de matar terminó muerto, aunque no por mi mano. Mi… maestro favorito tuvo que cargar con esa tarea. Me llevó de vuelta con el hombre malo. Él estaba muy enojado conmigo por haber fallado. Quería que siguiera trabajando para él, pero le había fallado. Me dio otra opción y yo tomé la equivocada, Steven. Estaba asustado. El hombre malo me dijo que tenía que matar a alguien más, o me mataría. Yo no quería morir.

Lágrimas comenzaron a formarse en los ojos de Draco y se sorprendió. Sólo había compartido estos detalles con Hermione, e incluso eso le había tomado años. Los sentimientos sobre lo que había hecho eran las cosas que le ocultó más tiempo, por miedo de al dejarlo salir verse obligado a lidiar con el asesinato de su amigo por su propia mano. Las semanas después de que le confesó eso a Hermione fueron de las peores desde el final de la guerra.

–Entonces yo… lo hice, maté al hombre que era mi mejor amigo y mentor. –Draco vaciló, sintiendo un nudo en la garganta y a su visión volverse borrosa. Cerró los ojos para aclarar su visión y sintió una mano arriba de la suya. Era pequeña y suave, y esperaba que fuera la de Hermione, pero cuando abrió los ojos, Steven estaba sentado justo frente a él, con una triste y pensativa mirada.

–No te pongas triste, papi. –dijo Steven, apretando su mano.

Draco le sonrió a su hijo y asintió.

–Gracias. –Miró a Hermione, para encontrarla mirándolos con lágrimas corriendo por sus mejillas. Asintió en su dirección y miró de nuevo a Steven. –¿Listo para continuar¡

Steven asintió y continuó cerca de su padre.

Draco tomó un gran respiro, no del todo seguro sobre si estaba seguro para continuar.

–Después de eso, trabajé para el hombre malo por… esencialmente dos años. Corlin tenía razón; yo lastimé gente, y… maté gente. –lo dijo rápidamente, como si esperaba que al decirlo rápido ayudara en algo. Steven lo miró sin expresión alguna por un momento mientras Draco contenía la respiración, esperando por su reacción.

–¿Por qué? –dijo suavemente.

–No sabía que más hacer. No quería morir, así que continué cumpliendo órdenes.

Casi imperceptiblemente, Steven se alejó de él y eso le rompió el corazón a Draco en miles de pedazos. ¿Cómo podía esperar que un niño entendiera por lo que Draco había pasado en los años en que el Señor Tenebroso gobernaba? ¿Cómo esperaba convencer a su hijo de que se arrepentía de qué lo había hecho y que ahora era una persona diferente?

–Tú… lastimaste gente. –dijo Steven, mirando la cama.

–Sí, lo hice. –Admitírselo a su hijo fue lo más doloroso que alguna vez tuvo que hacer.

–Y mataste gente.

–Pero ya no hago nada de eso. –dijo Draco.

Steven levantó la mirada y vio a su padre directamente a los ojos.

Tú siempre me dices que no lastime a los demás, que no les lance cosas, que no sea grosero, que sea gentil con los animales y con las personas. –dijo en tono acusatorio.

–Lo sé, Steven, y eso es lo correcto. Mi padre nunca me dijo esas cosas, nunca me dijo que fuera bueno.

–¡Lastimaste a mamá! –gritó Steven, alejándose de Draco. –¡Corlin me lo dijo! ¡Debe de ser verdad! ¡Todo lo demás lo ha sido!

–No. –dijo Draco tan firmemente, que Steven lo miró asustado. –Yo nunca lastimé a tu madre de esa manera. Jamás le he levantado una mano ni le he apuntado con mi varita.

–Pero él dijo…

–El hombre malo odiaba a la gente como tu madre porque ella tiene padres muggles. Él quería que toda la gente como ella muriera. Yo nunca… –no podía decir que jamás había lastimado a Hermione porque lo había hecho, pero ni físicamente.

–Cariño, Papá te está diciendo la verdad. –Hermione lo interrumpió, atrayendo la atención de los dos. –Tu papá y yo no éramos amigos en la escuela, y éramos groseros el uno con el otro, pero él jamás me lastimó. –Sonrió. –De hecho, yo lo golpeé una vez.

Steven la miró sorprendido.

–¿Por qué?

–Porque estaba siendo un completo idiota.

–¡Mamá!

–¡Pero lo era! –dijo, riendo a pesar de las lágrimas en sus ojos. –Perdona mi lenguaje. Pero se lo merecía. Cariño, ¿recuerdas las historias del tío Harry? ¿Sobre tu papá?

Lentamente, Steven asintió.

–Todas esas historias son verdad también. Tu papá trabajó con Harry para derrotar a Voldemort. Trabajó hasta el cansancio por años para poder ponerle un fin a todo el mal que había. Era un hombre muy diferente al que había conocido en la escuela.

Steven aún no parecía del todo convencido y Draco no sabía que más decir.

–¿Recuerdas cuando te caíste y te raspaste la rodilla? Papá cuidó de ti. Te levantó y te curó la herida, ¿recuerdas? –dijo Hermione, casi rogándole a Steven, con lágrimas en los ojos.

–Sí, lo recuerdo.

–Él sigue siendo tu papá. Él es el mismo hombre que te ayuda cuando te lastimas, que te carga cuando estás muy cansado para caminar, él que te lee historias antes de dormir…

–Steven, –Draco dijo suave pero seriamente. Su hijo lo miró, con sus brillantes ojos verdes. –Solía hacer cosas malas. Pero ya no lo hago. Ahora soy una buena persona. Tu mamá no me soportaría de lo contrario. Siento mucho que lo hayas escuchado de Corlin. Tenía planeado decírtelo, pero no sabía cuándo debería… Siento mucho que tu papá tenga un pasado tan horrible, uno del que no puedes estar orgulloso. He pasado cada minuto de tu vida intentando compensarlo. Espero que puedas perdonarme.

Steven miró a Draco por lo que parecieron horas.

–Tu tatuaje… –dijo finalmente, no apartando sus ojos de los de Draco.

Draco miró su brazo, la marca Tenebrosa se asomaba debajo de su la manga doblada de su camisa. Steven la tocó suavemente. Cuando antes lo hacía emocionado, ahora lo veía con temor de que le quemara o lo lastimara.

–¿Qué hay de ello? –dijo Draco, con la garganta seca.

–No es un tatuaje, ¿cierto?

–¿Qué te hace decir eso? –preguntó Hermione.

Steven la miró y luego a Draco.

–Corlin dijo… dijo que era una mala señal. Que la había visto antes.

Draco apretó los dientes y obligó a no dejar que saliera su enojo a flote. Claro que Corlin lo había visto antes: su padre tenía la misma marca en su brazo. Brevemente, Draco se preguntó si Blaise era como Lucius. Corlin ciertamente tenía características similares a las que Draco tenía a su edad: ambos básicamente bravucones, ricos, sangre pura, prejuiciosos…

Draco se subió el resto de la manga, revelando la Marca completa.

–Esta era la señal del hombre malo, hijo. Él podía comunicarse con nosotros a través de la Marca. También era la señal que sus seguidores ponían en el cielo después de que mataban.

–¿Tú también hiciste eso, verdad?

–Sí.

Steven miró a Hermione.

–Hijo, hay algunas otras cosas que me gustaría decirte. Yo no era feliz. Yo… era lo opuesto, en realidad. Era miserable. No disfrutaba lo que hacía, no me gustaba matar y lastimar gente. Como dije antes, no sabía que más hacer, así que continué haciéndolo. Me arrepiento de cada persona a la que maté, de cada inocente persona a la que lastimé. No era lo suficientemente fuerte como para enfrentarme al Señor Tenebroso en la única forma que sabía, que era desafiarlo. Me pudieron haber matado.

Se detuvo y tomó un respiro.

–Entonces conocí a los papás de tu mamá una noche, y ellos me ayudaron a ver que había una salida, que podía salir de la horrible situación en la que me encontraba y que aún tenía una oportunidad de tener una vida. Y no sólo eso, sino que me motivaron para trabajar en derrocarlo. Tomé su oportunidad y jamás miré atrás. Trabajé por años, como dijo tu madre, en un plan, y con su inteligencia y con la determinación de tu tío Harry, los tres pudimos terminarlo, aunque tu tío Harry fue quien finalmente mató al Señor Tenebroso.

Los tres se quedaron en silencio por unos momentos. Draco no se atrevía a mirar a Steven por miedo de que lo que podría encontrar en sus ojos.

La puerta de la habitación se abrió y Layla asomó la cabea.

–¿Mami? Emma está llorando.

Draco miró a Hermione, quien ya se estaba poniendo de pie de la cama. Miró a Draco y después a Steven.

–Enseguida voy, Layla.

Después de que la puerta se cerró, Draco habló.

–¿Te gustaría que te deje solo por un rato?

Steven consideró la pregunta y respondió.

–Sí, por favor.

Vacilante, como si al dejar la habitación fuera a terminar la relación con su hijo, Draco se levantó y se dirigió hacia la puerta. Cuando la abrió, encontró a Layla en el pasillo, como si lo estuviera esperando. Algo vino a la cabeza de Draco y asomó la cabeza por la puerta de Steven.

–Hey, Steven. –llamó. Su hijo lo miró. –Toma todo el tiempo que necesites, pero hazme un favor. No hables de esto con tu hermana.

Sin detenerse, Steven respondió.

–¿No vas a decirle?

–Sí lo haré, pero hasta que crezca un poco más. ¿Está bien?

–Okay, no le diré. –Steven alejó la mirada y Draco cerró la puerta, sintiendo pánico y desesperanza.

–¿Papi, jugarías conmigo? –Layla lo miraba expectante.

Suspiró, encontrando raramente divertido que mientras un hijo comenzaba a odiarlo, el otro quería jugar.

–Déjame ver cómo está tu mamá y después vamos a dar un paseo. ¿Cómo suena eso?

–Bien.

Draco caminó hacia la habitación de Emma, donde encontró a Hermione cambiándole el pañal.

–¿Cómo te fue? –le preguntó. –Saliste bastante rápido.

–Quería dejarlo un tiempo a solas. ¿Necesitas algo?

Hermione sacudió la cabeza.

–No, Emma está casi lista y después leeremos un libro.

–Layla y yo iremos a dar un paseo. Parece que después de todo no lloverá.


–Estoy orgullosa de ti, Draco.

Cerró el libro en el que no se había podido concentrar y lo puso en el buró. Hermione acaba de sentarse en la cama y estaba acomodándose entre las cobijas, algo que ella hacía cada noche y que nunca fallaba en hacerlo sonreír. Cuando ella lo miró, la sonrisa de Draco se había vuelto una mueca.

–¿Oh? ¿De qué parte? ¿Sobre fallarle a mi hijo en decirle la verdad antes de que la escuchara de alguien más? ¿O por haber logrado alejarlo completamente? –Su voz estaba llena de amargura y odio hacia sí mismo.

–Draco…

–No me miró ni una vez durante la cena y ha estado en su habitación encerrado desde entonces.

–Draco, no, –dijo Hermione duramente, sentándose en la cama. –¡No puedes hacerte esto! Has hecho lo mejor que podías…

–¡No! –dijo, frustrado y saliendo de la cama. Se dirigió a la ventana y cruzó los brazos. –Si le hubiera dicho todo ayer, las cosas hubieran sido diferentes. Serían diferentes ahora.

–No sabes eso. –respondió Hermione, abrazando sus piernas contra su pecho. –Steven podría haber reaccionado igual.

–¿Lo viste, Hermione? ¡Me odia! Quiere estar lo más alejado de mí que sea posible. Ni siquiera me mira.

–Está molesto, Draco. Dale tiempo. Tiene mucho que asimilar, tiene mucho que pensar.

Draco corrió una mano por su cabello.

–¡No sé qué pasará después! ¿Qué hago? ¿Debo de darle espacio? ¿Por cuánto? ¿Intento hablar de nuevo con él? ¿Qué digo? ¿Qué más puedo decir que no le he dicho ya?

–Tienes que esperar, amor. Dale tiempo para que venga a ti.

–¿Qué tal si no lo hace?

–Lo hará.

La miró intensamente a los ojos.

–¿Qué tal si no lo hace?

Hermione suspiró y se encogió de hombros.

–Tengo que creer que lo hará. Steven es un buen niño, y tú eres un buen padre. Es natural que te preocupes por esto por la relación que tuviste con tu padre. Nunca hubieras ido con él en caso de tener problemas, pero tú no eres Lucius y Steven no es tú. Tienes una hermosa relación con Steven. Confío en que ambos saldrán de esto.

Draco miró por la ventana y después de unos segundos la abrió e inhaló profundamente la esencia del mar. El viento voló entre su cabello y las estrellas eran como manchas de diamantes en el cielo. Le recordó aquella noche muchos años atrás, aquella noche en la que Hermione lo besó por primera vez. Una ola de tranquilidad lo recorrió ante el recuerdo. Antes de ese momento, jamás se había permitido la idea de que algo más con ella fuera posible, y ni en sus sueños más alocados hubiera imaginado compartir su vida con ella.

Sintió la presencia de Hermione una fracción de segundo antes de que ella lo envolviera con sus brazos. Draco la movió para que estuviera entre la ventana y él y así poder abrazarla fuertemente. Respiró la esencia de su cabello y casi rio: olía un poco a las zanahorias que Emma había tenido de cena.

–Nunca me dejaste decirte porque estaba orgullosa de ti. –dijo Hermione suavemente.

–Dime.

–Le dijiste a Steven que eres una buena persona. No recuerdo haberte escuchado decir eso antes.

Draco recargó su barbilla en la cabeza de Hermione.

–No lo había hecho.

–¿Ahora lo crees, no es así? –preguntó, mirándolo por encima de su hombro.

Draco no respondió de inmediato.

–Sí, la mayor parte. –dijo finalmente. –Claro, hoy no fui el ejemplo estelar. No había tenido un pensamiento violento en al menos trece años hasta que escuché lo que Corlin estaba diciendo y lo mucho que afectaba a Steven. Entonces quise arrancarle la lengua ir a su casa y golpear a Zabini.

–¡Draco! –dijo Hermione, riendo.

–¡No estoy bromeando! Cuando me di cuenta de lo que estaba pensando casi me reí, pero fue la cosa menos divertida del mundo. Entonces la idea vino a mí de nuevo en la tarde. Claro que nunca lo haría… ¿Crees que al menos deba decirle algo a Zabini?

–Tuviste una reacción muy natural: el deseo de causar dolor a quien estaba lastimando a tu hijo. Supongo que tú solo tuviste una memoria más amplia de donde sacar imágenes e ideas. Yo, por ejemplo, simplemente le hubiera lanzando un hechizo al niño y le hubiera mandado un vociferador maldito a Zabini que lo hubiera dejado incapaz de seguir procreando.

Draco rio.

–Y no, no creo que debas decirle algo. ¿Qué podrías decirle? ¿No le digas a mi hijo la verdad? Eso es lo opuesto a lo que queremos en nuestra familia.

La sonrisa de Draco desapareció.

–Le diría que deje de envenenar a sus hijos con ideas horribles sobre las otras personas. No sólo sé lo que es de primera mano, no puedo imaginar porque Zabini tendría que decirle a su familia algo sobre mí o mi vida. Probablemente está enojado sobre… bueno, todo, incluso aunque se libró fácilmente.

–Tú tuviste mucha más atención positiva que él tuvo o tendrá por todo lo que tú hiciste al final de la guerra. Si está celoso, bueno, entonces no debió de haber sido mortífago.

–Aun así, –dijo Draco. –No sé si pueda dejarlo ir tan fácil.

–Tú puedes y lo harás. –respondió Hermione. –Eres un buen hombre, Draco. Mucho mejor que Zabini. No te rebajes a su nivel. No terminará bien.

Algo dentro de Draco surgió ante sus palabras y se sintió imposiblemente feliz e invencible, como si su confianza en él lo hiciera capaz de todo.

–No, no lo haría.

Hermione se giró en sus brazos y lo besó lenta y dulcemente. Le permitió sus dulces atenciones tanto como pudo y después profundo el beso hambriento, estrechándola contra él fuertemente y saboreando el sentir su cálido y suave cuerpo contra el suyo. Ella le respondió el fervor, sus manos moviéndose hacia los botones de su camisa.

Cuando Hermione comenzó a besar su cuello, Draco se acercó más a ella y le susurró:

–Dímelo de nuevo.

Hermione se detuvo y lo miró.

–Eres un buen hombre. El mejor que he conocido.

Draco la miró por algunos segundos, superado por los poderosos sentimientos de amor y adoración por su esposa, y entonces la cargó y recorrió la poca distancia que faltaba hacia la cama.


Dos días después Draco estaba en el Callejón Diagon después de su trabajo para comprar unas cosas en el Boticario. Hermione le había dado una lista de ingredientes que necesitaba para el proyecto que estaba investigando actualmente y era más fácil que él fuera por ellos que ella alistara a Emma e hiciera el viaje.

Estaba esperando en la fila no del todo paciente, esperando a que la persona frente a él en la fila se decidiera por llevar las Sanguijuelas australianas o las eslovacas. Pero por supuesto, también estaban por considerar las sanguijuelas brasileñas. Mientras esperaba, su frustración crecía. Si la señora se demoraba más, no alcanzaría el tren de las cuatro. En los días particularmente difíciles, Draco tomaba el tren de Londres hacia su casa el tiempo que fuera suficiente para que calmara sus nervios. Entonces se bajaba en la siguiente estación y se aparecía en casa.

Justo cuando el dueño de la tienda sacaba las sanguijuelas siberianas, Draco tuvo suficiente. Se paró en el mostrador junto a la mujer y dijo:

–Si va a hacer la poción Potenciadora, tome las brasileñas; si es la poción impotenciadora, use las australianas. Si no es así, entonces ahorre su dinero y compre las inglesas.

La mujer pareció bastante sorprendida de su comportamiento y después de mirar nerviosamente entre Draco y el hombre detrás del mostrador, apunto tímidamente a las australianas. Draco sonrió de lado y espero a que ella pagara rápidamente sus dos Galeones, 13 Sickles por las cosas y después salía de la tienda.

Draco depositó sus cosas en el mostrador y el dueño de la tienda comenzó a empacarlas.

–Vaya, vaya, vaya. Miren quien es. –dijo una voz sarcástica.

Draco se giró lentamente y se encontró cara a cara con el objeto de sus recientes pensamientos violentos.

–Zabini. –dijo fríamente, girándose de nuevo hacia el mostrador.

–No te visto en mucho tiempo. ¿Qué has hecho? –preguntó Zabini.

Draco no tenía ganas de hablar con su antiguo amigo y le envió al dueño de la tienda señales no verbales de que apreciaría si podía apresurar un poco más las cosas.

–No mucho. –dijo.

Zabini se movió para quedar exactamente detrás de Draco y habló de forma que el dueño de la tienda no escuchara.

–Escuché que nuestros chicos tuvieron un altercado el otro día. Me alegra saber que nadie está lastimado.

Draco no le creyó en ningún momento y entonces una idea bastante inquietante lo invadió. Estos años después de la Guerra, Zabini había demostrado ser la clase de hombre que haría cualquier cosa, buena o mala, para obtener atención del Mundo Mágico. Había pasado por dos divorcios bastante malos y públicos, había donado una gran cantidad de dinero a una obra de caridad de la post–guerra y después había alegado bancarrota seis meses después. Su esposa más reciente era una bruja muy hermosa con reputación de infidelidad y lo más probable es que Zabini estuviera esperando el momento indicado para terminar con ella. En todos sus antiguos divorcios, él había salido como la víctima.

La sangre de Draco hirvió ante la idea y le hizo una mueca.

–Estoy seguro que lo estás.

–Tal vez la siguiente vez. –respondió Zabini, cualquier falsa amabilidad fuera, sus ojos oscuros y peligrosos.

Era enteramente posible que Zabini que le haya dicho a su hijo sobre el pasado de Draco y le haya dado instrucciones específicas sobre molestar a Steven Malfoy siempre que tuviera la oportunidad, hasta el punto de que Steven se hartara y ocasionara una pelea. Zabini lo haría parecer, a los incontables reporteros, que Steven estaría siguiendo los pasos de su padre con una tendencia hacia la violencia. Entonces intentaría hacer que la reputación de Draco, en la que había trabajado tanto en restaurar desde el fin de la Guerra, se viera empañada, mostrando de una vez por todas que un mortífago sería siempre un mortífago.

–¿Te gustaría eso, no es así? –dijo Draco, girándose para verlo. –Una oportunidad de ver mi nombre por los suelos.

Zabini sonrió malvadamente.

–Es sólo una cuestión de tiempo, Malfoy. Todo mundo está conteniendo la respiración, esperando a que lo arruines. Lo admito, ha sido sorprendente que hayas durado todo este tiempo, pero la gente te conoce. Conocen a tu padre, de dónde vienes. Pronto lo superarás a él, más temprano que tarde.

Draco sabía que esa conversación no iba a ningún lado y rápidamente. Sabía que debía alejarse, tomar sus compras e irse. Mientras miraba la arrogante expresión de Zabini, recuerdos de Steven llenaron su mente: el rostro inocente de su hijo, sus brillantes ojos verdes y su cabello rubio y rizado… Nada era tan importante como para lastimar a su hijo.

–Son tres Galeones, cuatro Sickles y veinte trés knuts, señor Malfoy.

Draco se giró hacia el dueño de la tienda y sacó el cambio correcto. Rápidamente el hombre le dio sus cosas.

–Aléjate de mi hijo. –dijo Draco amenazadoramente a Zabini una vez que tomó sus cosas. –Y mantén la boca cerrada de tu hijo.

–Él puede decir lo que desee, Malfoy. –Zabini bajó la voz. –Sólo recuerda: te estoy observando, esperando a que lo arruines, y me aseguraré de que todo el mundo lo sepa.

¡Aléjate, aléjate! La buena parte de su cerebro le gritaba, pero no fue lo suficientemente fuerte para superar al zumbido de sus orejas.

–¿De la misma forma en que tú te aseguras de que todo mundo sepa de cuantas veces te cogen? ¿Tienes a Rita Skeeter en la Red Floo? ¿Cómo logras que tus sórdidos amoríos se publiquen todas las veces; no puedes ser tan bueno en la cama… incluso Skeeter debe de tener estándares.

No sabía porque había dicho el nombre de Rita Skeeter, o el por qué siquiera había implicado algo; estaba demasiado enojado para pensar. Sin embargo, debió de haber golpeado un nervio, porque Zabini apretó los dientes antes de Draco supiera que había pasado, estaba en el piso de la tienda, mirando al techo, literalmente, viendo estrellas.

Entonces la cara de Zabini estuvo a centímetros de la suya y su nariz comenzó a doler profundamente. Sintió algo cálido recorrer su rostro y entonces supo que su nariz estaba sangrando. Se cabeza se sentía algo difusa y supuso que debió de haberse golpeado la cabeza cuando cayó y que tal vez tenía una contusión.

–Tú no sabes nada, Malfoy. –siseó Zabini. –Mantén a tu traidora, amante de muggles y arrogante boca cerrada. Si tu mestizo mocoso siquiera mira a mi hijo de mala manera, tu nombre será basura, justo como al sangre de tu esposa.

Escupió en la cara de Draco y después dejó la tienda antes de que siquiera pudiera responder.


–¿Y no lo golpeaste? –preguntó Hermione, recorriendo su varita sobre el rostro de Draco para asegurarse de que contusión estuviera completamente sanada.

–No. –dijo, sosteniendo un pedazo de tela contra su nariz, que aún sangraba.

Hermione se cruzó de brazos y lo miró severamente.

–Debiste de haber hecho algo para que te golpeara.

–¡Ya te dije! Sólo impliqué que él se acostaba con Skeeter, y se volvió loco. Reconozco que me acerqué bastante a la verdad, si no es que le atiné. –se estremeció. –Es asqueroso. Ella era bastante vieja cuando teníamos catorce. Tiene que ser… ¡cuarenta años más grande que él!

Hermione sacudió la cabeza, con una mueca de asco.

–Casi treinta, creo. Recuerdo que en nuestro cuarto año ella estaba en sus primeros cuarentas.

Inesperadamente, imágenes de un oscuro y misterioso Zabini rodando en una cama de sábanas de seda verde, con una pálida y rubia mujer, corrieron por la mente de Draco. La edad de Skeeter estaba exagerada y sacudió la cabeza para quitarse esas imágenes. Su mirada encontró a la de Hermione y de inmediato supo que ella había estado pensando lo mismo. Ambos rieron y Hermione se giró para concentrar su atención en su nariz.

–Creo que está rota. –dijo Draco.

Justo entonces escucharon a la chimenea volver a la vida y Steven salió de ella con su mochila en los hombros. Miró la varita de Hermione apuntando hacia la nariz de Draco, y la sangrienta tela en la tela del último. Los tres se miraron por unos segundos antes de que Steven corriera a su habitación escaleras arriba.

Draco gimió cuando escuchó a la puerta cerrarse.

–Fantástico. Justo lo que necesitaba que viera: prueba de mi comportamiento violento.

–Tal vez deberías de hablar con él. –dijo Hermione mientras silenciosamente curaba su nariz.

Sintió algo cálido esparcirse desde la punta de su nariz hacia el resto de su rostro y el ligero sacudido de los huesos acomodándose.

–Gracias, amor. –dijo, tocando su nariz. –Tal como nueva.

Se paró de la silla en la que había estado sentado y miró en dirección a las escaleras. No estaba seguro sobre si quería hablar ahora o no con Steven, o esperar a que eventualmente él viniera, cómo Hermione continuaba diciendo que haría. Después de unos momentos de consideración, Draco suspiró, le lanzó a Hermione una mirada resignada y se fue a la sala de lectura.

Layla salió del fuego y entonces Hermione escuchó lo que su hija había aprendido en la escuela ese día.


Al día siguiente Draco se quedó tarde en el trabajo y cuando regresó a casa estaba exhausto. Besó a Hermione en la frente mientras ella le ayudaba a Layla con su tarea y salió. Se paró en el porche unos minutos, aún con su túnica del trabajo, antes de dirigirse al césped frente al acantilado. Se quitó la pesada túnica y la dobló cuidadosamente y después se sentó en el césped y dobló las rodillas, envolviéndolas con sus brazos.

Entonces notó que estaba ensuciando sus pantalones buenos, pero no le importaba. El sol estaba bajo en el cielo sobre el agua y Draco cerró los ojos para respirar profundamente al ritmo de la tierra. El olor del mar, el sonido pulsante del agua, golpeando contra el acantilado era como si la tierra respirara. No había tomado el tren ese día, queriendo llegar a casa lo más pronto posible, así que estaba agradecido de que la naturaleza tuviera el mismo efecto de calmar sus nervios.

Steven aún no había hablado con Draco desde el día de la confesión. Tres días habían pasado y Draco estaba comenzando a desorientarse. Sus pensamientos estaban tan enfocados en su hijo, en preparar las respuestas a las preguntas que Steven tal vez podría hacer, que encontraba difícil el concentrarse en el trabajo. No podía leer, se distraía fácilmente, y tenía problemas para dormir.

Draco se aflojó la corbata y se desabrochó el primer botón de la camisa. Escuchó la puerta del porche abrirse y cerrarse y pensó que era Hermione, para pedirle que hiciera la cena. Esperó a que ella lo llamara pero en su lugar escuchó otra suave voz.

–Hola, papá.

Se giró para encontrar a su hijo en el último escalón del porche, mordiéndose el labio. El corazón de Draco comenzó a acelerarse furiosamente y una ola de aprensión lo recorrió.

–Hola, hijo.

–¿Puedo sentarme contigo?

–Claro. –respondió Draco, indicando el suelo junto a él.

Steven caminó hacia él y se sentó, doblando las piernas de la misma forma que Draco. Se sentaron en silencio unos minutos, la mente de Draco trabajando a toda marcha, preguntándose qué preguntaría su hijo o que diría, y con temor de que las cosas jamás volvieran a ser las mismas entre ellos. Recuerdos invadieron su mente sobre cosas que habían hecho juntos, paseos alrededor de la casa y siempre volviendo con una colección de hojas, o insectos, recuerdos de partidos de Quidditch en el jardín, de ellos leyendo en el porche. Más que nada, Draco esperaba que esas cosas continuaran.

–Fui a visitar a mi tío Harry hoy. –dijo Steven finalmente.

Draco lo miró sorprendido.

–¿Oh?

–Mamá me dejó faltar a la escuela.

Draco estaba tan sorprendido que no sabía cómo responder. Para Hermione, dejar que Steven perdiera un día de escuela era una cosa, pero dejarlo ir a la casa de los Potter en su lugar era otra.

–Le pregunté a mi tío Harry sobre ti. –continuó Steven.

–Oh.

–Me agrada mi tío Harry. Es divertido y me deja comer galletas antes de la comida.

–No le digas a tu madre. –respondió Draco. Pudo haber sido una prueba, para ver como reaccionaba Draco, dado que Hermione usualmente no los dejaba comer dulces antes de cada comida. Tal vez había sido una forma de Steven para ver como Draco reaccionaría ante el hecho de que fuera Harry quien le diera las galletas.

–¿Te agrada tío Harry?

–Sí. Es una muy buena persona y un buen amigo. Él fue la primera persona después de los padres de Hermione en darme una segunda oportunidad.

–Le pedí que me hablara de ti y su historia fue similar a la de mamá. Eras horrible en la escuela y después te uniste a los mortífagos.

Draco se estremeció al escuchar el título de los labios de su hijo, e inconscientemente se frotó el brazo.

–No escuchó mucho sobre ti, excepto en reportes de cosas que habías hecho. –continuó Steven. –No eran cosas buenas. Pero entonces tú te entregaste y le dijiste que querías trabajar con él para derrotar a Voldemort. Él aceptó y eventualmente se volvieron amigos, muy buenos amigos. ¿Cierto?

–Sí.

–Me contó de las muchas veces en que salvaste su vida, y en las que te hirieron para que él estuviera a salvo.

A pesar de sentir que vomitaría en cualquier minuto, sonrió.

–Tú mamá aprendió magia para poder curarnos y ella salvó mi vida algunas cuantas veces.

–Me dijo que jamás lastimaste a mamá. Excepto cuando la hiciste pensar que sus padres estaban muertos.

–Una cosa que tienes que saber es que no quería hacerle creer eso a tu mamá. Sabía que mi plan la afectaría, y lo acepté. Lo hice por mí, porque odiaba trabajar para Voldemort. Conforme pasaron los meses, y pasaba más tiempo con Harry y Hermione, yo… comencé amarla, y ella no pudo resistir mi devastador ingenio y mi buena apariencia.

Steven frunció el ceño.

–Pensé que ella te había besado primero. Tío Harry me lo dijo.

Draco rio.

–Sí, ella lo hizo. Ella tomó esa oportunidad conmigo y yo no creía merecerla, pero ella no estaba de acuerdo. –rio. –Ya sabes cómo es mamá cuando no estamos de acuerdo en algo. Merlín, amo a esa mujer.

Miró a Steven y vio que estaba sonriendo. Draco se sintió bien. La conversación iba bien, y Steven estaba siendo muy maduro, lo que no era del todo sorprendente dado que también era hijo de Hermione.

–Sé que tu vida no fue siempre buena. –dijo Steven suavemente, como si estuviera preocupado sobre cómo reaccionaría Draco.

–¿Qué quieres decir?

Steven se movió y cruzó las piernas, mirando el suelo.

–Antes tú y mamá ponían hechizos silenciadores en su habitación, cuando era pequeño. Tú tenías… sueños. Te escuchaba gritar cosas… como "No la lastimen" o "Déjalo ir" o… cosas peores. Siempre sonabas muy asustado; a veces incluso pensaba que había alguien en la casa.

–Pero entonces dejabas de gritar y después de unos minutos mamá venía a mi habitación y me revisaba. Usualmente pretendía estar dormido, pero una vez ella me atrapó despierto y me dijo que habías tenido un mal sueño.

Steven se detuvo.

–Mamá jamás sueña así.

Draco se sintió ligeramente paralizado, asombrado de la percepción de Steven.

–No. –dijo simplemente.

–¿Aún los tienes?

Draco suspiró.

–Sí, aunque no tan seguidos como solía tenerlos.

–¿Qué le pasó ayer a tu nariz? –preguntó Steven.

–Qué bueno que preguntaste. No quería que pensaras que andaba metiéndome en peleas.

–¿Te metiste en una pelea? –preguntó sorprendido.

–Algo así. Fue más que nada verbal, pero dije algo que al otro tipo no le gustó y me golpeó. No esperaba esa reacción, y ciertamente me hubiera gustado golpearlo. Supongo que fue algo bueno que me golpeara tan fuerte que no pudiera reaccionar.

–¿Te dolió?

–Sí, sí dolió, pero he tenido peor.

–¿Cuándo eras un mortífago?

Draco se estremeció de nuevo.

–Sí.

–¿Aún hay mortífagos?

Tomó algunos minutos para considerar la mejor forma de responder.

–Los mortífagos trabajaban para Voldemort y él está muerto. Sin embargo, aún hay gente que tiene las mismas ideas que Voldemort tenía. Aún hay gente que cree que los magos y brujas deberían tener sangre pura, que la gente como tu mamá no debería aprender magia.

–¿Tú eres un sangre pura?

–Sí.

–¿Yo lo soy?

–No, pero no importa. Lo que importa es que eres un buen mago y que no usas la magia para lastimar a las personas, que aceptas aquellos que son diferentes a ti. –Draco le sonrió a Steven. –No estoy preocupado en lo más mínimo sobre eso. Tú ya eres mucho mejor persona que lo que yo era a tu edad.

Steven frunció el ceño.

–Corlin dijo algo sobre sangre sucia. Que mi sangre era sucia.

Draco apretó los dientes y deseó una vez más el haber golpeado a Zabini.

–Hay un insulto que personas como los mortífagos les gusta usar para referirse a las personas como tu madre, para aquellos que tienen padres muggles. ¿Lo sabes?

–No.

–No quiero escucharte decirla, ¿me entiendes? Ni siquiera entre tus amigos, o como broma, o de ninguna forma. Prométemelo.

–Lo prometo, papá.

–El término correcto es "hijo de muggles", pero el insulto es "sangre sucia".

–¿Sangre sucia?

–Sí. No tienen sangre pura, así que la gente dice que es impura, sucia.

–¿Entonces Corlin dijo que era un sangre sucia?

–No exactamente… él se estaba refiriendo a mamá.

Ahora era el turno de Steven de volverse furioso.

–¿Insultó a mamá? Debí de haberlo golpeado.

Draco estaba parcialmente de acuerdo.

–Necesito que me prometas algo más, Steven, y esto es muy importante. Quiero que te mantengas alejado de Corlin Zabini. No te quiero cerca de él. Prométemelo.

–Okay.

–Nada de peleas, especialmente con él. Promételo.

–Lo prometo, papá.

–Gracias.

Se habían alejado del tema original y Draco no estaba seguro de querer regresar. Aunque necesitaba saber en que posición estaba con Steven.

–El cielo está muy bonito. –dijo Steven.

El sol estaba acercándose al horizonte y el cielo brillaba con tonalidades de rosa, morado, naranja y azul.

–Sí, lo está. –respondió.

–Papá, sobre todo. Perdón por haberte evitado estos días. Tenía mucho en que pensar.

–No tienes por qué disculparte. –dijo Draco. –Te dije que te tomarás todo el tiempo que fuera necesario.

–Tío Harry me ayudó a entender muchas cosas sobre tu pasado. Realmente no hablas mucho sobre tu familia. Realmente no entiendo todo, pero sé lo suficiente, y te conozco de toda mi vida. Creo que eres un buen papá.

Lágrimas comenzaron a formarse en los ojos de Draco.

–Gracias.

–Te amo, papá. Y… tú dijiste que esperabas que algún día te perdonara. Y ya lo hice.

Draco miró a Steven, quien lo miraba, y dejó de pelear contra las lágrimas. Se acercó y sacudió el cabello de Steven y después lo abrazó.

–Te amo, Steven. Siempre lo haré. Y mamá también te ama.

Steven asintió en sus brazos.

–Tu apellido… Malfoy… probablemente te causará problemas cuando entres a Hogwarts. Mucha gente no entiende lo que pasó y algunos creen que en verdad no he cambiado, después de todos estos años. Quiero que seas lo mejor que puedas ser. Y sé que nos harás… me harás… orgulloso.

–Está bien, papá.

Draco soltó a Steven y le sonrió.

–¿Me ayudas con la cena? –preguntó.

–Sí. ¿Me ayudarías con mi tarea después de cenar?

–Claro. Oh, ahí va el sol.

Draco se metió las manos en los bolsillos y se paró junto a Steven mientras el sol finalmente se ocultaba. Se quedaron observando unos minutos más el cómo la luz se extinguía.

–Bueno, deberíamos empezar la cena. –dijo Draco, finalmente. –Vamos. –Ambos se giraron hacia la casa. –¿Qué tenemos de tarea para hoy?

–Matemáticas. No lo entiendo.

Draco rio.

–No te culpo. ¿Jugarás fútbol el año entrante? Será el último, sabes.

–Sí, es divertido. Aunque no tanto como el Quidditch.

–Claro que no. –dijo Draco. –Aunque me gusta verte jugar. ¿Quieres ir al parque este fin de semana, para practicar?

–Sí.

Llegaron al porche y Draco abrió la puerta; cuando vio a Hermione, le sonrió, poniendo todo lo que sentía en esa sonrisa, esperando que hablara por él. Ella le sonrió de vuelta, iluminando la habitación, y supo que lo había entendido.