¿Pensaron que había muerto?

¡Oh no! Aquí sigo de parranda xD

He tenido mucho tiempo que desaparecí, pero entre el trabajo y la universidad no he tenido tiempo de volver a escribir, sin embargo, hace unas semanas comencé un nuevo proyecto.

Lo estoy escribiendo como original de libro. Pero aquí lo publico basado en Naruto. Aunque la mayoría del tiempo los personajes salgan de su personalidad real.

Los dejo con esa nueva historia y sin más, espero que les guste.

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LA DANZA DE LAS MARIPOSAS

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Capítulo 1

Estaba claro que su padre lo quería casado y con hijos, no obstante le exigió una mujer que estuviese a la altura de su linaje. Algo difícil de complacer.

En los últimos años, su madre le presentaba ninfas, sabiendo el excesivo gusto femenino que él poseía, pero ninguna le había encantado a su padre. Todas poseían esa potencia hormonal que acabaría con el Olimpo. Necesitaba una diosa que superara el carácter de Atenas y la belleza de Afrodita, el encanto de Psique y la pasión de Artemisa. Pero ninguna Diosa poseía tal poder de atracción, tenían más o menos qué dar sin estar por encima de la otra.

Naruto se maldijo mentalmente. Las dudas inundaron su cabeza tumbándolo en la cama, sabía que no podía casarse y si lo hacía se atormentaría, no tenía caso llevar un anillo dorado al dedo y pavonearse delante de sus comarcas, cuando él solo quería follar, beber y divertirse.

- ¡Que me jodan! – exclamó enojado.

¿Donde conseguiría esa mujer que llenase su boca de rosas y su pecho de miel? Sabía que estaba lejos de ser el marido perfecto, no podía quedarse callado más de dos minutos, le asqueaba el olor a sándalo y le molestaba la habladuría de las mujeres. ¿Cómo podía escucharlas si lo fastidiaban? Nunca se quedaba con más de lo que encontraba. ¡Y eso era! No tenía que casarse, tan solo mostrarse enamorado y felizmente comprometido con una joven tan apasionada como él, su padre le felicitaría y lo dejaría en paz mientras él se divertía y quizá en unos meses, cuando se aburriese, la echaría.

Pero la tarea no era tan fácil como su cabeza la dibujaba, el problema más grande sería encontrar a esa mujer que lo ayudaría a cumplir su fechoría.

Saltó de la cama cogiendo su chaqueta de cuero negra mientras se colocaba los zapatos negros, tenía que recoger a su hermana en el trabajo hace más de media hora, sabía que a su cabeza le quedaba poco tiempo de belleza. Abrió la puerta del convertible naranja oscuro y entró en él, deslizó la llave por la cerradura mientras miraba el frente, el motor rugió y entonces avanzó.

Las calles de Chicago estaban vacías, era cuestión de horas para que el tráfico las inundara con pitos y gritos. Se estacionó delicadamente un poco más adelante de la puerta de la cafetería. Hace un año que su hermana administraba el lugar; su madre le había dicho que no tenía que trabajar, pero ella insistió. Si vivía en un mundo de humanos, trabajaría como tal; algo que le pareció patético a Naruto que se había dedicado conseguir las cosas de la manera más fácil.

Se sentó en una mesa alejada de la barra, observó el reloj mientras respiraba con tranquilidad. Hoy no sería el día en que perdería la cabeza.

- Llegaste temprano. – Naruto giró el cuerpo a un lado.

- Mi hermana merece puntualidad.

- ¿Ahora debo creérmelo?

- Cómo lo desees.

- Eres realmente despreciable.

- Y tú toda una hermosura.

- Tonto.

Ino se fue riendo. No llevaba la mejor relación con su hermano, pero los pocos momentos de felicidad con él eran los más aceptables en su vida. Su padre se quejaba de los errores que ella cometía y su madre la elogiaba tanto que empezaba a sentir náuseas, solo Naruto era capaz de poner un equilibrio entre las dos cosas, haciéndola reír o enojar.

- Hoy me iré temprano, mi hermano ha venido por mí.

- Ya era hora.

- ¿A qué te refieres? – se rió entre dientes mirando a su amiga.

- Por lo que me has contado, el chico es todo un bruto.

- Pensé que no te darías cuenta. – soltó una carcajada.

- Difícil no hacerlo. Podría escribir un libro contigo.

- Llámame cuando tengas la idea principal.

- Lo haré.

- Hinata ¡espera! – se acercó a ella. – Llévale este té a Naruto.

- ¿Por qué no lo haces tú?

- Tengo que hablar con el jefe y esto hará que mi hermano tenga un poco más de paciencia. ¡Por favor!

- Necesito un aumento.

- Graciosa.

Hinata frunció la boca, jamás en su vida había bromeado con respecto al dinero, un aumento no solo le vendría bien a su bolsillo, sino que pagaría las deudas que su madre había adquirido en el hospital. Hace más de dos meses le habían detectado cáncer en estado terminal, lo menos que quería hacer era hospitalizarla, pero debía trabajar para poder comprar sus medicinas. Darle un poco más de vida.

- Ino te ha mandado este té. Dice que necesita hacer algo antes de irse. – Naruto no la miró. - ¿Te encuentras bien? – Hinata dobló más el cuerpo para mirarlo, pero él se tapó la cara mientras miraba a la ventana.

Hinata se enderezó ignorándolo y caminó a la mesa del frente. Naruto miró el té humeante, luego alzó la cabeza observando la hermosa sonrisa de Hinata. Había estado demente en no haberle dirigido la palabra, era la mujer que necesitaba para mandar al diablo todo tipo de compromiso. Su padre la adoraría y su madre le tejería rosas en un edredón dorado.

- ¡Disculpa! – levantó la mano llamando su atención. – Necesito azúcar.

Hinata arrugó el ceño, sabía que a ese té no le hacía falta azúcar. Era un simple té de hierbas con aroma de menta. Aún así fue hasta su mesa indicándole que en la superficie se hallaba una pequeña azucarera.

- Que tonto he sido al no darme cuenta. ¿Quieres sentarte?

- ¿Tengo cara de querer hacerlo?

- ¿Por qué eres tan amargada?

- Hace un rato te escondías de mí y ahora ¿quieres que me siente? Dime una cosa, supongo que esto no es solo para hablar sobre las leyes filosóficas.

- Y si quisiera hablar de eso ¿te sentarías? – Naruto sonrió de medio lado.

- Escucha una cosa, si realmente quisiera sentarme en tu misma mesa ¿crees que seguiría hablando contigo?

- No lo sé. ¿Por qué no me lo dices tú?

- No me interesa charlar con los hermanos de mis amigas.

- No quiero charlar contigo, solo proponerte un trato.

- Charla, trato, cordialidad. No me interesa.

- Soy el hombre que en tus sueños aparece vestido de azul montado a caballo. – Hinata frunció los labios molesta. – Pero que solo te pide que hagas un trato con él, no que te cases.

- Pareces el diablo.

- Él no es tan divertido como yo. Créeme.

- No te conozco, ¿por qué quieres hacer un trato conmigo?

- Naruto, hermano de Ino, un Dios. – Hinata soltó una carcajada.

- Claro, ahora yo debo creerme que eres hijo de Zeus.

- En realidad, es mi abuelo.

- ¡Ya deja de jugar!

- No estoy jugando. – la voz de Naruto sonaba más molesta y menos divertida que hace un rato. - ¿Podrías sentarte? ¡Me vuelves loco ahí parada!

- Estoy trabajando.

- Tu turno terminó hace diez minutos, Hinata.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Terminó esta plática.

Ino apareció envuelta en un abrigo de piel de tigre, con el cabello rubio suelto en bucles y unos grandes lentes negros. Observó a Hinata que no dejaba de mirar a Naruto, se notaba asustada y jugaba con la bandeja que sostenía en las manos.

- Hinata, ¿te sientes bien?

- Ya debo irme. – se dio la vuelta atemorizada. – Adiós Ino.

- Adiós. - Ino miró a Naruto con el ceño arrugado mientras le golpeba el hombro. - ¿Qué le has hecho?

- Solo la llamé por su nombre, no es para que me golpees.

- ¡Si lo es! – se quitó los lentes. – ¿Qué más le has dicho?

- Nada más. Ahora vámonos.

Ino supo inmediatamente que Naruto escondía algo muy grande. Sus instintos de mujer le decían que no debía meterse en sus asuntos, pero era Hinata con la que su hermano estaba dispuesto a jugar y eso no lo permitiría. Naruto dejó a Ino en la casa de otoño. Se excusó amablemente dándole un beso en la mejilla, dijo haberse olvidado de hacer unas compras, Ino no le creyó ni media palabra, pero aún así no le hizo más preguntas.

Bajó los vidrios del Lamborghini negro al visualizar la silueta que buscaba desde hace una hora. Ahí estaba Hinata sobre un pequeño puente con los codos sobre la barandilla verde mirando el ocaso.

- Parece que el destino nos ha hecho encontrarnos hoy.

Hinata pasó sus manos rápidamente por sus ojos y le habló con la voz ronca y gastada, como si el gran nudo en su garganta la dejase sin habla.

- ¿Qué haces aquí?

- Mejor dime ¿por qué estabas llorando? – Naruto puso toda su atención en ella.

- No tiene importancia.

- Ninguna mujer llora solo porque le gusten las lágrimas.

- Es mi madre. – la voz volvió a temblarle. – Ha estado enferma.

- Seguro mañana mejorará.

- No es así. – bajó la cabeza. – Tiene cáncer.

- Tontos humanos y sus enfermedades.

- ¡Deja ya de ser así!

- Así ¿cómo?

- ¡Así! – alzó las manos. – Como si fueses de otro mundo.

- Lo soy.

Naruto sonrió de medio lado.

- Haz un trato conmigo. ¡Vamos!

- ¿A qué te refieres?

- Los dos estamos necesitando algo que el otro posee. – Hinata arrugó el ceño. – Yo necesito tu ayuda y tú la mía.

- Explícate mejor, por favor.

- Puedo pagar todas las deudas del hospital donde está tu madre y tú te harás pasar por mi esposa.

- ¡Estás alucinando!

- Es fácil. Conocerás a mi familia, ellos te amarán, nos iremos a vivir a un lugar lejos y después volveremos divorciados. Así funcionan las cosas aquí en la tierra.

- ¿Estás escuchándote? No pretendas que me case contigo sin conocerte.

- Cariño mírame, no soy tan feo ¿o sí?

- La belleza no es el problema, sino las consecuencias que trae un matrimonio. ¿Por qué te quieres casar con alguien que no conoces?

- Te conozco. Eres Hinata, la amiga de Ino y mi futura esposa. No necesito conocerte más de lo que hoy sé.

Hinata arrugó el ceño y frunció los labios empezando a molestarse.

- Escucha, no necesitamos socializar. Esto será un negocio.

- ¿Qué pasará con mi madre?

- Ella estará bien hasta que muera. Pagaré todas tus deudas y sus medicamentos, incluso haré que la trasladen a una habitación de primera con los mejores equipos y médicos a tu disposición. ¡Lo que mi esposa desee!

- Ya cállate.

- No tienes que pensarlo mucho, solo acéptalo. No vas a encontrar otra propuesta como esta.

- Todos estos tratos tienen cápsulas rojas. En este caso ¿cuáles serían?

- No debes tener más contacto que el necesario con mi familia, no los tratarás con tanta amabilidad, no dejes que Perséfone toque tu cabello y no te rías de los chistes malos de Hades. Algo que se me olvida, no puedes contarle lo que pasa en nuestra intimidad a Shira.

- No puedo creer que sigas con lo de los Dioses, ¿acaso también hay demonios en tu familia?

- Solo uno. Pero fue desterrado a la oscuridad.

- No sé que es peor, si tu locura o el trato que me propones.

- Una vez que aceptes nada será una locura. Aprenderás las costumbres griegas y a vivir entre Dioses. – arrugó el ceño. – No escuches a las ninfas, estarán celosas de ti y eso podría llevarte a la muerte. – Meg soltó una carcajada.

- Entiendo.

- ¿Esto quiere decir que aceptas?

- Con una condición. – Caleb la miró atenta. – No habrá sexo.

Uno, dos, tres.

- ¡No puedes negármelo! – alzó las manos. - ¡Seré tu esposo!

- Es un negocio, no un placer. Así que te olvidas del sexo y yo me olvidaré de lo idiota que eres.

- Ahí vas de nuevo con tu amargura, ¡deberían darte una corona!

- Lo sé, lo mismo pienso yo. – sonrió al verlo perder la cordura.

- No lo puedo creer.

- También te amo, cariño. – rechinó los dientes divertida.

Hinata suspiró. Sabía que su vida ahora se complicaría más de lo que ya era, pero podía estar tranquila en que le daría a su madre lo que necesitara en el poco tiempo que le quedaba de vida. Sin embargo, Naruto miraba a Hinata y supo que con esa mujer, ese día sí había perdido la cabeza.