Notas del fic: Escrito para el Fluffy Fest 2013. El fic se divide en cuatro capítulos y un epílogo. La versión original (algo más corta y sin epílogo) está publicada en el Livejournal hd_latino, donde tiene lugar el festival. Esto que traigo aquí es una versión extendida (como en los DVD originales, ñe!).

Aclaratoria: Post-Hogwarts, Post-Guerra y EWE. Los chicos tienen 20 años, pues imagino que el juicio contra los Malfoy no fue demasiado sencillo y han pasado dos años desde la guerra.

Disclaimer:Los personajes y el background pertenecen a J.K. Rowling y sus suertudos socios. La historia es de mi completa autoría (mas no así la idea) y la utilizo sin fines de lucro, por el mero placer de incordiar a mi OTP.


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Si boda es lo que quieren...

por Maye Malfter

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Capítulo 1: …boda es lo que tendrán

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Draco estaba petrificado en su sitio, sus ojos y su boca abiertos en un rictus de horror. Aquello simplemente no podía estar pasándole.

El rubio miraba alternativamente a su padre, parado frente a él con gesto solemne, y a su enemigo de toda la vida, sentado en un sillón a la izquierda, cruzado de brazos y piernas y con cara de querer estar en cualquier otro lado.

—Draco, esto ya está decidido. El señor Potter ha tenido la amabilidad de pedir tu mano en matrimonio, y yo he aceptado.

—Pe-pero-

—La boda debe realizarse lo antes posible. No tenemos otra opción.

—Pe-

—Nosotros correremos con todos los gastos, por supuesto. Aunque debo advertirte que no podemos permitirnos ningún derroche de galeones.

—P-

—Tu madre está dispuesta a ayudarte con los preparativos, y según tengo entendido, también cuentas con el apoyo de los amigos de Potter.

—Yo no-

—El señor Potter accedió a dejar que te mudes con él a la antigua Casa Black luego de la ceremonia. Tan pronto lo decidas, ordenaré a uno de los elfos domésticos que te ayude a empacar tus cosas y llevarlas a Grimmauld Place.

— ¿Mudarme?

—Por supuesto, Draco ¿Acaso los novios no se mudan juntos luego de la boda?

—Pero… ¡Yo no quiero esta boda! —Estalló por fin el rubio, con las manos empuñadas y mirada desafiante hacia su progenitor ¿Casarse? ¿Mudarse? ¿Es que acaso el mundo se había vuelto loco?— No recuerdo haber firmado para esto. No recuerdo haber aceptado ¡Y mucho menos recuerdo haber accedido a mudarme con este idiota!

— ¡Hey! —exclamó el pelinegro, poniéndose de pie tras el insulto.

—Draco, no necesito recordarte la penosa situación en la que se encuentra nuestra familia ¿cierto? —Preguntó el patriarca, con una ceja levantada en un gesto sorprendentemente parecido al que solía hacer su hijo— El Wizengamot ha decidido que la única manera de descongelar nuestra cuenta de Gringotts es si el salvador del mundo mágico decidiera por algún motivo casarse con un miembro de nuestra familia. Pensaron que tomando esa descabellada medida no tendrían que devolvernos jamás nuestra fortuna, pero gracias a Salazar el señor Potter está completamente consciente de lo injusto de la situación y accedió a ayudarnos. El enlace debe ser completamente legal, y para que esto ocurra ambos deben actuar por un tiempo como marido y… bueno… marido —concluyó.

— ¿Y tiene que casarse conmigo? —Murmuró apenado señalando al moreno, que se había sentado nuevamente.

—Es la única manera de recuperar la fortuna familiar —respondió el mayor, impasible.

— ¿De verdad necesitamos todo ese dinero? —Preguntó, desesperado. Si de él dependiera, trabajaría en las cocinas de Hogwarts con tal de no casarse con el puto Harry Potter.

—Draco, no seas ridículo —espetó Lucius—. Sin la fortuna familiar no seremos capaces de mantener los negocios. Muy pronto perderíamos la Mansión, y el estilo de vida que tanto te gusta.

—No me gusta tanto… —Musitó, desviando la mirada.

—Eres la esperanza de nuestra familia, Draco, y lo sabes. Debemos aprovechar esta oportunidad que nos ha dado el señor Potter, y hacer lo posible por que todo salga bien. Todos tenemos que hacer sacrificios en esta vida.

—Entiendo todo eso, Padre, pero ¿Es que acaso mi opinión no cuenta? —cuestionó el rubio, un poco más calmado. No quería perder los estribos. No frente a Potter, al menos.

—Por supuesto que cuenta, hijo —afirmó el hombre, acercándose a su hijo y posando una mano sobre su hombro— ¿Prefieres una boda de febrero o una de marzo?

Draco le miró, ofendido. Dio una última mirada de odio hacia Potter y salió como un hipogrifo desbocado hacia algún lugar de la casa. Se escucharon sonidos de bandejas cayendo y cosas rompiéndose, seguramente el rubio había ido descargando su frustración con cada cosa que se le atravesaba.

De regreso en el despacho de Lucius, Potter se incorporó y confrontó al hombre. Estaba tan en desacuerdo con esta boda como Draco, pero sabía que le debía mucho a Narcissa, y para ayudarla a ella tenía que ayudar a toda la familia. Cansado y con ganas de irse a su casa, el moreno habló.

— ¿Está seguro de que Draco aceptará? No parecía muy convencido —preguntó el pelinegro con cierto sarcasmo, pues decir que el rubio "no estaba convencido" era quedarse muy corto.

—Lo hará —confirmó el hombre, observándole. Era sorprendente como parecía ser al menos diez años mayor de lo que realmente era—. Draco tiene muy claras sus obligaciones con esta familia, y sabe que nuestro futuro está en sus manos.

— ¿Sabe usted que puedo pedir una audiencia con el Wizengamot e intentar apelar la decisión? —Mencionó Harry. Había estado pensando en opciones para ayudar a los Malfoy sin tener que casarse con su primogénito, y esta era la menos descabellada.

—Lo sé, Potter. Pero estoy seguro de que cualquier cosa que intentes para hacerlos cambiar de opinión sólo los pondrá sobre alerta, y seguramente no te harán mucho caso. Además, no sería prudente hacerles pensar que la boda entre mi hijo y tú está arreglada, podrían no devolvernos nuestra fortuna…

—Pero es una boda arreglada. Todos en el mundo mágico saben que Draco y yo no nos soportamos, y dudo que su hijo esté dispuesto a desmentir eso —apuntó Harry, tomando su abrigo para marcharse. Eran mediados de enero, y fuera seguía haciendo mucho frío para salir sin él.

—Preocúpate por cumplir la promesa que le hiciste a Narcissa, Potter. Ya me ocuparé yo de mi hijo —advirtió Lucius, guiándole hasta la puerta del despacho.

Harry le dio una última mirada y salió del lugar rumbo a la puerta principal. No conocía muy bien el camino, pero se las ingenió para salir hacia lo que parecía ser el vestíbulo. Estaba a punto de alcanzar la puerta cuando un sonido leve le detuvo, y -obedeciendo a su vena investigativa- procedió a inspeccionar el lugar. Estaba seguro de que provenía de detrás de una puerta a la izquierda, y al agudizar mas el oído descubrió que parecían ser quejidos, acompañados de pequeños golpes secos. El recuerdo fugaz de Dobby cruzó su mente, y Harry temió que fuese algún elfo doméstico autocastigándose. Quería irse cuanto antes, pero si se iba dejando un elfo doméstico en apuros, su consciencia -y su mejor amiga activista de los derechos de los elfos- no lo dejarían en paz por años.

Se acercó lentamente, abrió la puerta sin hacer ruido y entró. Parecía ser un baño para invitados, muy iluminado y limpio, con espejos enormes y superficies de mármol rosa. Con la mirada, el moreno buscó la fuente del sonido, y de haber sabido lo que encontraría hubiese preferido mil veces conseguirse con un elfo dándose en la cabeza con una ducha de mano: De pie, con la frente pegada a la pared, las manos en puños golpeando el mármol y aparentemente sollozando de rabia estaba Draco Malfoy.

Harry no podía creer que esto estuviera pasándole, no de nuevo. Sintió las memorias de su sexto curso arremolinarse en su cerebro, y al recordar cómo terminó todo en esa ocasión decidió que lo mejor era largarse inmediatamente antes de ser descubierto. Dio un par de pasos hacia atrás y sintió sus pulmones vaciarse al tropezar torpemente con algo que él podría jurar que no estaba allí cuando entró sin ser invitado. Malfoy le miró, sobresaltado, y se secó rápidamente las comisuras de los ojos mientras adoptaba una pose desafiante.

— ¿Ahora te dedicas a espiar en los baños, Potter? Veo que las viejas costumbres no se olvidan.

—Malfoy, yo no quería-

— ¿Qué? ¿Meterte en el baño conmigo? —Cuestionó, entrecerrando los ojos— Lo siento, Potty, pero que mi padre te haya concedido mi mano en matrimonio no significa que entre tú y yo tenga que haber esa clase de intimidad. No eres mi tipo.

Las palabras de Malfoy se sintieron como un balde de agua fría para el moreno. No era como si esperara que Draco quisiera estar con él ni nada de eso, de hecho él tampoco quería esa boda. Pero allí estaba él, tratando de ayudar a los Malfoy, y a pesar de eso seguía recibiendo descalificaciones por parte del rubio ¿Acaso eso no le hacía merecedor de un poco de respeto? Malfoy siempre será Malfoy, se dijo, decidiendo que lo mejor era marcharse de allí lo antes posible.

—Tienes razón, Draco. Siento mucho haber entrado —el rubio le miró sorprendido. Seguramente no pensaba que Potter aceptaría su culpa—. Ya me tengo que ir.

Harry giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta, pero el llamado del rubio lo hizo detenerse.

—Potter.

—Dime, Malfoy —Draco se acercó a él, encarándole, y siseó cual serpiente que era.

—Lo que viste hoy, o lo que creas que viste, no debe salir de aquí ¿Entendido?

El moreno asintió, saliendo inmediatamente del baño, y de la casa. Cruzó a zancadas los terrenos de la Mansión y salió al campo, donde se apresuró en desaparecerse rumbo a Grimmauld Place. Debí haberle hecho caso a Ron cuando dijo que no accediera a esta locura, pensó.

...

¿Cómo se atreve a espiarme? ¿Es que acaso no sabe lo que significa la privacidad?, pensaba Draco, recostado boca abajo al filo de su cama, con un brazo completamente laxo rozando la verde alfombra y el otro flexionado bajo su mejilla.

Luego del encuentro con Potter, el rubio se había encerrado en su habitación sin salir ni siquiera a la hora de la cena. Constantemente se preguntaba cómo era que había terminado dentro de este embrollo, obligado a casarse con el cuatro ojos para evitar la ruina de la familia. Estaba consciente de la sentencia del Wizengamot, pero jamás pensó que Potter accediera a casarse con él.

—Maldito Potter y su complejo de héroe —musitó, cerrando los ojos con fuerza. Inmediatamente, alguien tocó a su puerta.

—He dicho que no quiero nada, Yinxy. No tengo deseos de comer —gritó hacia la puerta cerrada, mientras giraba su cuerpo hacia la ventana y se abrazaba a un cojín como si quisiera asfixiarlo. La puerta chirrió y Draco supo que no era su elfina la que había tocado.

—Draco…

—Buenas noches, Madre —saludó el chico, sin moverse. No le apetecía sentarse a charlar.

— ¿Puedo pasar?

—Si no vienes con Padre, sí.

La mujer dio un sonoro suspiro y Draco escuchó como la puerta se cerraba, mientras unos pasos resonaban en el piso de madera. Narcissa rodeó la cama y se sentó justo frente a su hijo, en una cómoda butaca blanca.

—Tu padre y yo te extrañamos en la cena —comentó, fingiendo quitarse una pelusa del vestido.

—Bueno, tendrán que acostumbrarse. Ya que voy a mudarme con Potter… —el solo pensamiento le hizo estremecer.

—Sabes que es la única manera de-

—Lo sé, Madre —atajó—. Sé que soy la esperanza de la familia. Si no me caso con Potter estaremos arruinados. Pero no por saberlo se hace menos frustrante.

Narcissa suspiró de nuevo, levantándose de su asiento para sentarse cerca de su hijo, este colocó la cabeza en su regazo y ella comenzó a acariciarle el cabello.

—Lo siento mucho, Draco. De verdad. Tu padre y yo estamos conscientes de lo difícil que ha de ser esto para ti, pero sabes que no hay otra forma.

Draco resopló, y la mujer continuó.

—Serán sólo unos meses, y luego serás libre para hacer lo que quieras. Sólo te pido que trates de llevártela bien con Potter por un tiempo. Una tregua, mientras todo esto se resuelve… ¿Crees que puedes hacer eso?

Draco dio otro resoplido, pero asintió.

—Bien. Mañana comenzaremos con los preparativos. Hay muchas cosas por hacer, y aún no tenemos una fecha.

— ¿Fecha?

—Claro, cariño. Sé que estás consternado por tener que casarte con Potter, pero ten en cuenta que puedes elegir la fecha y el motivo de la boda. Harry ha dejado claro que no quiere tener nada que ver con eso, y que podemos encargarnos de los detalles.

Y allí estaba, la motivación que Draco había estado esperando. Se sentó en la cama, aún abrazado al cojín.

— ¿Quieres decir que podré hacer la boda a mi manera? ¿Puedo… Puedo organizarlo todo?

—Por supuesto, hijo. Es tu boda, así sea arreglada. Puedes hacer absolutamente lo que quieras.

—Pero Padre dijo que no teníamos dinero para demasiados lujos.

—Lucius puede decir lo que le venga en gana, pero si tú quieres un hipogrifo rosa, él tendrá que pagar el hipogrifo rosa. Ya bastante difícil es que te estés casando con Potter en contra de tu voluntad como para comenzar a negarte cosas —afirmó la mujer.

Tras unos breves instantes, Narcissa se levantó para irse, besándole la coronilla.

—Buenas noches, Draco. Piensa qué quieres hacer con esta boda y mañana me lo cuentas. Descansa —y salió de la habitación, cerrando la puerta.

El rubio se lanzó hacia el armario cómo un bólido, rebuscando en los cajones hasta encontrar una bolsa de regalo muggle color rosa pastel y con miles de corazones dibujados, que le había sacado de sus casillas hacía un par de semanas. Vació el contenido sobre su cama y se sentó a inspeccionarlo, encontrándose con una revista muggle cuyo título rezaba "Cómo organizar una boda fabulosa" y un organizador de bodas con forro de peluche, en un tono fucsia extremadamente llamativo y con una pluma a juego.

El regalo había llegado vía lechuza desde la casa de Pansy Parkinson, quién al escuchar el veredicto del Wizengamot no pudo evitar hacerle esa broma pesada a su mejor amigo. Draco sonrió al recordar el vociferador explosivo que había enviado a la chica en respuesta. Tomó la revista y detalló la portada, leyendo "Día de San Valentín" como principal tópico. Hojeó hasta encontrar la página adecuada y sonrió maliciosamente al ver todas las cosas que allí ponían.

—Si boda es lo que quieren, boda es lo que tendrán —se dijo a sí mismo, mientras contemplaba las imágenes inanimadas—. Oh, sí. Una estupenda boda de San Valentín.