Disclaimer: Los personajes son propiedad de Meyer, la historia es de mi imaginación.

Summary:

"Edward Cullen, el jugador de fútbol más exitoso tiene una vida bastante complicada con un revoltoso niño de cinco años. Lo que menos necesita ahora mismo es esa atractiva mujer que llegará a controlar su carrera y probablemente su corazón."


Tres semanas después…

Todo estaba marchando más que bien en Londres. El clima era el mismo, algunas veces incluso no dejaba de llover durante algunos días, pero eso no impedía que la familia que Edward había logrado formar con Bella y Niklaus no estuviera más que bien en casa y en una buena rutina.

Bella estaba con un vientre hinchado sobresaliendo de su camiseta de maternidad color durazno a pesar del día nublado afuera. Sus pies aún no se hinchaban como le habían avisado, y ese era el motivo por el cual aprovechaba a estar de pie la mayor parte del tiempo, cocinando al ritmo de la música.

Tener la casa para ella sola le hacía sentirte libre, a pesar de no poder salir al exterior por lo mismo de la llovizna. Sin embargo, eso no le impedía abrir los ventanales dejando que entrara el aire frío. Amaba ese clima. Dejando que el estofado estuviera listo y terminando ya con la ensalada, aminó con los pies desnudos hacia la sala de estar, mirando el gran ventanal desde el suelo hasta el techo. Probablemente iba a pescar alguna enfermedad, pero con las vitaminas bastarían. Se encontraba demasiado fresca y liviana a pesar de haber subido un kilo y medio. Se mantuvo recostada en el sofá de lectura con un libro de maternidad y una mano sobre su vientre.

Aun no sabían qué era, por supuesto. Después de llegar de California fueron con el médico, incluso habían llevado a Niklaus con ellos para que supiera lo que era Jude. Pero el pequeño, o la pequeña bebé no estaba cooperando para nada. Por supuesto que el médico dijo que era muy normal no saber el sexo del bebé si éste no se dejaba. Tal vez quería darle una sorpresa a la familia. Pero Edward no podría con la intriga, necesitaba saber lo que era su bebé. Así que una nueva cita estaba programada el día martes. En cuatro días.

El baby shower de Alice estaba a la vuelta de la esquina. La pequeña bebé crecía como loca. Y no dudaba Bella que su pequeño fuera así también. En un mes su vientre creció demasiado, lo suficiente como para no dejar que Edward se acurrucara a ella como acostumbraba. Y siempre se lo reclamaba, cada noche.

Todo había marchado bien desde que Niklaus había llegado de estar ese día entero con Chelsea. Al parecer en ese momento Chelsea nunca trató de hacer que Niklaus se sintiera mal. Y eso le sorprendió a Niklaus.

Flashback

¡Papi! ─exclamó el pequeño rubio cuando miró el auto deportivo de su padre detenerse justo detrás de la camioneta de donde él había bajado con Chelsea. Los brazos de Edward le acogieron completamente emocionado de tenerlo nuevamente con él─. Papi, me he divertido mucho hoy, ¿sabes por qué?

¿Por qué, enano? ─Edward le acarició la espalda y caminó donde estaba Chelsea, con la mochila de Niklaus y sus nuevas pertenencias. Un montón de juguetes más y una caja enorme de una nueva consola de videojuegos. Edward le dio una mirada significativa a Chelsea a lo que ésta sólo se encogió de hombros.

Porque mamá Chelsea me llevó a comer mucho helado pero también comí ensaladas. Fuimos a un parque acuático. ¡Y me lancé del tobogán más alto de todo el mundo! ─exclamó emocionado gesticulando con las manos.

¿Enserio? ─Edward miró a su hijo con una gran sonrisa y el pequeño se la devolvió con todo y hoyuelos.

Sí, y mami Chelsea se subió conmigo también, ¿verdad que sí, mamá? ─los ojos azules miraron su copia en femenino. Chelsea le sonrió y asintió con la cabeza, acomodando sus cabellos dorados─. Gritamos mucho.

Chelsea se acercó a ellos para poder acariciar la mejilla rojiza de Niklaus por el sol de todo el día.

En realidad, eres muy gritón. Más de lo que esperaba. Aunque siempre lo fuiste de pequeño ─dijo ella por primera vez sonriendo de lado mirando de reojo a Edward antes de apartarse─. Pero espero que hayas pasado un gran día conmigo.

Niklaus sonrió mucho, mirando a su madre con los ojos muy abiertos.

La pasé muy bien mami. Gracias por robarme este día.

Una vez que Chelsea se despidió del pequeño rubio, Edward lo llevó con él en dirección a su auto, sentándolo en el asiento delantero con su cinturón de seguridad bien puesto. Sin más, se dirigió nuevamente a casa.

Papi, tengo una teoría ─comentó Niklaus mientras abría la guantera del auto y sacaba de ahí uno de los muchos dulces que su padre siempre tenía para él. Esta vez fueron gomas de cereza con un poco de picante. Las abrió y mordió una tirita.

¿Sobre qué es tu teoría, enano? ─intrigó Edward, ya no tan sorprendido por la manera de hablar de su hijo de seis años.

Creo que mami Chelsea ha venido por mí este día y ahora pasa más tiempo conmigo porque ya no soy bebé. ─masticó nuevamente la goma mirando por la ventanilla─. A mamá Chelsea no le gustan los bebés… en Legoland estaba un bebé llorando porque se había hecho popo, y mamá Chelsea arrugó la nariz. Yo arrugo la nariz cuando algo no me gusta. A ella no le gustan los bebés.

Era difícil de asimilar para Edward que su hijo dijera esa vez semejante teoría, sin embargo, estaba de más decir que probablemente eso era ciento. Pero no quería que el pequeño lo viera así.

Tal vez simplemente a mamá Chelsea no le gusta el olor a popo, Klaus, ¿no has pensado eso?

La cabeza dorada del pequeñito se sacudió de un lado a otro.

A mí tampoco me gusta. A nadie le gustan las popos. Pero, papi, mamá Chelsea no me quería cuando era bebé porque yo gritaba mucho y hacía muchas popos. Y ahora que ya no lloro y hago popos en el baño ya me quiere.

Suspirando, Edward bajó la mirada al pequeño que parecía muy ocupado en querer enrollar una titita de goma en su lengua, pero sus hermosos ojos azul casi celeste miraban a Edward expectante, como si esperaba a que su padre le dijera que tenía razón. Que había encontrado por fin el problema entre su madre y el pequeño.

Aquello le hizo sentirse mal porque Niklaus tenía razón. Chelsea no soportaba a los bebés. Ese había sido el problema con ella. Su temperamento no era tan bueno como para soportar un chillido o un berrinche.

Chelsea siempre te ha querido, enano.

Pero ahora me quiere más ─declaró Niklaus sin dejar de estar convencido de él mismo─. Ya me abraza, y me da muchos besos también. y le gusta dormir conmigo porque dice que soy como tú y que la abrazo mucho. A mí me gusta abrazar a las personas. ¿a ti también te gusta abrazar, papi?

Por supuesto que sí, enano.

¡Sabía que la respuesta era sí! ─dijo emocionado terminando de masticar su dulce─. ¡Porque tú siempre me abrazas, ¿cierto, papá?!

Sí, enano. Porque te quiero mucho.

Oye, papi, yo también te quiero mucho. ─Cuando el auto se detuvo Niklaus se calló un momento y volvió la mirada a su papá─. De hecho, te quiero mucho más que a mami, pero no le digas, ¿sí?

Sonriendo con diversión, Edward estiró la mano para desordenar los ya desordenados cabellos de su hijo.

No le diré, enano.

.

El sonido del teléfono de casa llamó la atención de Bella, apartando la mirada de las letras de color azul del subtítulo de su libro para embarazadas. Se estiró con un poco de dificultad y lo alcanzó, contestando de inmediato.

─ ¿Hola? ─contestó con voz casi desinteresada, volviendo la mirada al libro con imágenes. Todo era tan bonito en imágenes, pero los dolores de espalda no estaban reflejados ahí, mucho menos el dolor de los senos. Aquello le hizo hacer una mueca.

─Hola, nena. He estado llamando a tu teléfono móvil ─la voz de Edward se hizo sonar al otro lado de la línea y ella automáticamente sonrió, ladeando la cabeza un poco ante el recordatorio de su móvil.

─Ah, sí… está arriba. La batería se acabó. Lo siento, ¿qué sucede?

─Nada del otro mundo… sólo que Niklaus está detenido con la directora nuevamente… no es necesario que vayas tú. La práctica ha terminado antes.

Bella suspiró, pensando en qué otra cosa pudo haber hecho el pequeño busca pelitos. Era la segunda vez que le llamaban a dirección en esa semana.

─De acuerdo… pero por favor, pide primero que te explique las cosas.

Bella supo que Edward estaba frotando su rostro con exasperación por el recordatorio, pero necesitaba recordarlo porque algunas veces no daba tiempo de explicar, aun cuando Niklaus lo había hecho sólo porque estaba aburrido.

─Lo intentaré.

Bella frunció el ceño ante ello.

─Edward… ¿será necesario que asista yo? ─El gruñido de Edward le hizo pensar que acataría lo que le dijo─. Así nunca entenderá, Edward. Deja que te explique y no alces la voz.

─ ¡Pero no entiende! ─exclamó él ahora enfadado─. Ya hemos hablado cientos de veces con él, nena. Ya no tiene acceso a algún aparato electrónico, ¿qué más podemos hacer? Definitivamente no entiende los castigos. Ya no es tan pequeño como para no entenderlo.

─Sólo te pido que hables con él y le preguntes porqué. Es lo único que te pido si no puedes manejar la situación.

Eso hizo que Edward detuviera un poco el auto. Por suerte no había tantos automóviles detrás de él.

─ ¿Manejar la situación? ¿Cómo crees que lo he manejado en los últimos años seis años?

Ignorando su mal humor, Bella alzó la mirada al gran ventanal que le daba una buena vista de su jardín trasero. Ella era ahora quien estaba de mal humor, pero no se lo haría saber por el móvil.

─ ¿Estás conduciendo? ─preguntó ella, centrada en su pregunta.

─ ¿Qué tiene que ver eso con el tema?

─Te estoy preguntando si estás conduciendo, Edward.

Vacilante, Edward respondió.

─Sí… Me dirijo al colegio de Niklaus.

─Será mejor que pongas la vista al frente, dejes de discutir conmigo y llegues ya al colegio. Hablaremos más tarde. Ya sabes lo que opino de conducir cuando no utilizas el dispositivo del auto.

─Bella…

─Conduce con cuidado, Edward ─cortó y terminó la llamada.

Sin duda su día no iba a ir muy bien a partir de ese momento.

.

Niklaus miró con recelo a Madame Katherine frente a él. La odiaba. El pequeño realmente sentía que la odiaba. Su rostro tan arrugado y feo. A Niklaus le parecía la mujer más fea del planeta. Era muy anciana. Niklaus pensó que debería estar jugando bingo como lo hacía su abuelita Lydia. Pero su abuelita Lydia era muy bonita. Bonita como su abuela Elizabeth.

─Así que, señorito Cullen, ¿puede decirme, por favor, por qué ha hecho eso? ¿Sabe la consecuencia de sus actos? ¿Recuerda el acuerdo que hicimos con sus padres? ─cuestionó Madame Katherine mirando severamente al niño.

Niklaus se veía tan pequeñito en ese enorme asiento. Pero él se sentía enorme. Él podía hacerse cargo de su castigo. Él no necesitaba que fueran sus papás, aunque sabía que su papá o mamá llegaría en cualquier momento.

─Porque este colegio me aburre ─contestó con enojo contenido─. Porque este colegio me aburre. Mucho. Y tú no sirves.

Conforme el pequeño hablaba, parecía que los ojos de Madame Katherine se le iban a salir de sus cuencas. No entendía cómo permitían que un niño tan pequeño faltara el respeto de esa forma. Quiso chillar de tal barbaridad.

─ ¡Señorito Cullen! ¡¿Cómo se atreve a hablarme de esa manera?! ¡Es una falta de respeto! ─exclamó la mujer, recargando las palmas de sus manos sobre su caro escritorio.

─ ¡No me importa! ─exclamó él con el entrecejo fruncido, inclinándose al frente mientras sus pies detenían su balanceo.

─ ¡Guarde silencio y no responda, señor!

En ese momento, la puerta de roble sonó tres veces, sabiendo la mujer mayor que era su secretaría. Aun enfadada y con el enojo contenido se arregló el traje de diseñador, carraspeando.

─Adelante.

Y al abrirse la puerta, dejó ver a la secretaría con las enormes gafas, y cabizbaja. A su lado se encontraba Edward, con una mirada seria y su porte de hombre maduro y bien preparado al tener un hijo revoltoso de seis años.

─ ¡Ah, señor Cullen! Finalmente llega a hacerse cargo... ─declaró Madame Katherine casi con hipocresía. Su intercambio de miradas no fue muy bueno.

Edward se acercó para tomarle de la mano en un corto estrechamiento y tomó asiento a un lado de Niklaus, ignorándolo en ese momento. Y Niklaus hizo lo mismo. Ni siquiera lo miró, porque era orgulloso y no se sentía mal de lo que estaba haciendo.

─Buenas tardes, Madame Katherine. Lamento el retraso.

─Parece que seguir las reglas no es de familia ─dijo la mujer mayor como que no quiere la cosa y tomó asiento en su enorme silla, acomodando su arrugado cuerpo encima. Carraspeó y le envió una mirada al niño. Le señaló con el dedo una vez y bajó la mano─. El señorito Cullen se ha estado saliendo de clases en estos últimos días, señor Cullen. Lo atrapamos la última vez en el gimnasio, y la señora Swan vino a responder por él. Pero esta vez fue al comedor inició una desastrosa "guerra de comida" durante el descanso ─parecía que había escupido la última frase, enojada por ello

Fue entonces cuando Edward se percató de la salsa de tomate en el costado izquierdo del rostro de su hijo y del desastre que era su uniforme. No había rastros de corbata y tampoco de un calcetín.

─Los daños a la institución son insignificantes. Señor Cullen, lo que nos preocupa es el comportamiento del joven Niklaus. Le pido que le dé un alto a todas estas actividades que perjudican a sus compañeros. Es inaudito que uno de mis alumnos tenga ese desorden. Su castigo será de tres días de suspensión sin contar el fin de semana.

Suspirando, Edward miró nuevamente a la mujer mayor asintiendo.

─Y supongo que no hay nada que pueda hacer por ello…

─En absoluto ─cortó Madame Katherine, utilizando ese frío tono de voz─. Ni toda la fama que usted tenga, señor Cullen, hará que cambie de opinión. Una llamada d atención más y Niklaus no estará más en ese colegio.

El pequeño rubio bufó rodando los ojos.

─Como si quisiera estudiar en esta tonta escuela ─dijo en voz alta, mirando fijamente a su padre─. Odio estar aquí.

Madame Katherine se puso de pie, llegando al borde de la situación.

─ ¡Suficiente! Señor Cullen, le pido que se retire con su hijo de mi oficina, ahora mismo.

Tomando la mochila de Niklaus con el escudo del colegio, se puso de pie y tomó de la mano al niño, que se resistía a su agarre.

─ ¡Yo no quiero estar más en esta escuela! ¡Le odio! ─exclamó con gruñidos retorciendo su brazo para que Edward le soltara, logrando que lo único que hiciera fuera apretar más su agarre.

─Que pase buena tarde, Madame Katherine ─despidió Edward antes de cerrar la puerta detrás de él.

Todo el recorrido del pasillo Niklaus se encontró tirando de su brazo para que su padre le soltara. El pequeño estaba enfadado y quería que le soltaran. Él sólo podía caminar al auto. No era un tonto.

Edward mandó al diablo las palabras de Bella y sobe hablar del tema. Abrió la puerta del auto y esperó a que Niklaus subiera cuando el niño lo hizo, el cobrizo cerró la puerta con firmeza. Estaba enfadado. Completamente enfadado por la actitud de Niklaus.

─Espero que estés contento por esto, Niklaus ─gruñó Edward con una de las manos apretadas en el volante─. Dos llamadas de atención en la semana. ¿Desde cuándo te ha hecho tan problemático?

─¡Desde que yo quiero! ──contestó Niklaus en un grito por haber escuchado a Edward alzar la voz también─. Odio ese colegio. No quiero ir más a ese colegio. Me alegro de haber tenido suspensión porque lo odio.

Soltando todo el aire de sus pulmones, Edward simplemente relajó los músculos de sus brazos y se dirigió a casa.

─Estás castigado. No insistas en cosas que no tendrás. Simplemente estás castigado, Niklaus.

El rubio se cruzó de brazos, golpeando la guantera con una patada.

─No me gusta estar castigado. No quiero estar castigado y no lo estaré.

─No eres tú quien manda aquí. Eres quien obedece y así será.

Niklaus dio otra patada a la guantera, haciendo que se abriera y dejara salir su contenido por el impulso.

─¡Que no—

─¡Ya basta! ─gritó Edward sin evitarlo y sin siquiera pensarlo. Era suerte que el semáforo estuviera en rojo, sino, un accidente hubiera ocurrido. Su mirada verde bajó al niño testarudo que tenía los brazos cruzados y miraba a su padre─. ¡¿Por qué no entiendes lo que te digo?! Ni siquiera eso tan simple puedes entenderlo, Niklaus. Ya me cansé de ir todas las semanas a dirección por tu mal comportamiento. Ya me cansé de todas tus rabietas. Necesito que pares con esto.

En respuesta, el niño volvió a patear el auto con fuerza, llegando a su objetivo, romper la guantera, dejando que cayera en el suelo del auto y volteó el rostro hacia la puerta. Sus ojos enormes y azules estaban inundados de lágrimas, pero no dejaría que su padre lo notara.

Edward no dijo nada más, condujo en silencio pero la tensión entre él y el pequeño podía sentirse perfectamente en el auto. Y finalmente al llegar a casa, Edward estacionó en el garaje para evitar que Niklaus se mojara. Detuvo el auto y el rubio de inmediato salió de ahí, sin cerrar la puerta. Se quitó los zapatos y caminó dentro de la casa con solo un calcetín puesto. De un manazo apartó las lágrimas de su rostro sin importarle haberse lastimado la nariz con sus uñas sucias y largas. Su mano se manchó de salsa de tomate pero lo ignoró. Caminó hasta llegar al cuarto de lavado y se encerró ahí, poniendo pestillo a la puerta. Al menos tendría compañía de Jake.

Ella se puso de pie sin haber notado la sombra de Niklaus pero sí escuchó perfectamente la puerta del cuarto de lavado. Suspiró al saber que Edward no hizo exactamente lo que ella le dijo. Justo cuando iba a dirigirse a donde estaba Niklaus, miró aparecer al cobrizo, lo que hizo que se detuviera.

─ ¿Qué sucedió esta vez? ─preguntó ella con un tono de voz neutro. Ni suave ni enojado, porque sabía que tanto Edward como Niklaus, eran difíciles de manejar.

─Inició una guerra de comida. Le gritó a la directora. Gritó que la odiaba y que no quiere estar en esa escuela porque la odia ─el cobrizo alzó las manos para frotar su rostro con exasperación─. Y está suspendido tres días. Volverá hasta el miércoles…

─Y no hablaste con él como te pedí ─declaró Bella con una mirada atenta a él.

─No tuve la oportunidad. Lo lamento.

─ ¿Le alzaste la voz?

Asintiendo Edward enfrentó su mirada sin arrepentirse por el momento.

─Tal vez me pasé esta vez. Nunca le había gritado así. Pero ya no sé qué hacer.

Bella le tomó el brazo velludo con su mano y frotó suavemente para después palmearle el costado de su cuerpo.

─Hablaré con él. ¿Puedes poner la mesa, por favor? He estado esperándoles para comer. Jude ha estado muy inquieto.

Edward dio media vuelta para dirigirse a la cocina y tomar todo lo necesario para colocar la mesa como ella le había ordenado. Bella le miró desaparecer por las puertas y caminó al cuarto de lavado, intentando mantener todo tipo de control porque, definitivamente, no quería ser alguien más que le gritara a Niklaus sin antes tener alguna respuesta de su parte, o tan siquiera el motivo por el cual se comportaba de esa forma.

Tocó tres veces la puerta donde sabía que Niklaus estaba encerrado y esperó alguna respuesta. Después de diez segundos de silencio, volvió a insistir con tres golpes y esperó.

Nada.

─Niklaus, hijo, ¿podemos hablar, por favor? ─se quedó callada mirando lo blanco de la puerta y siguió hablando segundos más tarde─. Necesito hablar, Niklaus. Sé que estás enojado pero debes dejarme entrar, ¿de acuerdo?

─No quiero hablar con nadie ─respondió el pequeño de seis años al otro lado de la puerta. Se le quedó mirando a Jake unos momentos─. Papá ya me ha gritado y no quiero que me grites también.

Bella suspiró, queriendo darle un manazo a Edward.

─No te voy a gritar, Niklaus. Déjame hablar contigo. Eso no te cuesta mucho.

─Sí, porque no quiero hablar contigo ─gruñó Niklaus enfadado nuevamente.

Bella supo que no iba hacerle cambiar de parecer en un rato.

─Al menos sal de ahí para que comas. Niklaus… si no sales ahora tendré que tomar otras medidas. Entiende, hijo.

Después de unos momentos de silencio la puerta se abrió, dejando ver a un pequeño rubio con su carita triste y llena de enojo al mismo tiempo. Su rostro estaba lleno de salsa de tomate y su uniforme era un desastre.

Mejor no pensar en cómo quitar esas manchas.

El niño se dirigió al comedor, donde estaba su padre terminando de acomodar cada uno de los platos sobre la mesa. Niklaus se subió el banquillo para lavarse las manos, alejando cualquier rastro de comida o suciedad en ella, tanto como pudo. Una vez que terminó, caminó a su asiento en el comedor y esperó por su comida.

La cena transcurrió peor de lo que Bella pudo imaginar. Cada vez que ella quería hablar con Niklaus el pequeño simplemente hacia chillar el metal del tenedor contra él la porcelana del plato donde estaba comiendo.

Edward no había dicho palabra alguna y lo que Bella pensó que pudo haber sido un momento muy agradable entre los tres había resultado lo contrario.

─Ya no quiero ir más a la escuela.

La mirada verde de Edward y café de Bella se colocó sobre el niño rubio frente a ambos. Fruncieron el entrecejo casi al mismo tiempo y se miraron entre ellos mismos, analizando la manera en la que Klaus había hablado. Estaba decidido de ello. Parecía que quería mantener su palabra. Sus manos se encontraban apretadas muy fuerte en los cubiertos.

─No me gusta esa escuela. Creí que ya lo sabían, y ustedes nunca me escuchan.

─Necesitas adaptarte, Niklaus ─dijo Bella con la voz suave, mirando a su hijo frente a él─. Es cuestión de que te adaptes a tus amigos.

─ ¡No quiero! ─exclamó el, malhumorado lanzando el cubierto contra la ensalada.

─ ¡Niklaus! ─le regañó Edward, mirándole ceñudo y claramente disgustado con el comportamiento del niño. Éste, por supuesto, le retó con la mirada a que le dijera algo más.

─No iré a la escuela porque no me gusta. Todo es aburrido y la maestra es aburrida. Incluso Cara es aburrida también.

Sin más para decir, y sin pedir permiso de levantarse de la mesa, Niklaus se bajó de un salto y caminó en dirección a las escaleras para subir a su habitación, dejando en el camino las prendas de sus ropas. Incluso de su ropa interior. Una vez que estuvo en la cama, comenzó a escribir.

Era más fácil escribir lo que pensaba y después simplemente se lo leía a su amigo el robot que estaba en una esquina de su habitación. Más tarde, abría el estómago del robot que era una especie de cajón y metía la carta ahí.

No escuchó más ruidos en la casa, sabía que tendría que acompañar a mamá a ver si Jude era niño o niña, pero él sólo deseó que Jude no naciera nunca porque entonces iría a la escuela, y la escuela era aburrida y los niños eran tontos y los profesores aún más.

Sin ganas de hacer algo y sin ropa, el pequeño se acurrucó en sus mantas y abrazó su larga almohada, sin saber que en esos momentos, su padre había elegido la mejor opción para él.


Después de tanto tiempo he podido traer capítulo... sé lo que quieren decir y lo que quieren hacer. Me quieren matar... Y el capítulo ha sido corto, lo sé, pero era eso o nada y decidí no volverlas a hacer esperar tanto. Decidí también que quiero terminar ya este fic. Por el bien mental de todos nosotros. Así que espero pronto tener los demás capítulos.

Díganme... ¿qué tal les pareció el capítulo? ¿La actitud de Niklaus y de Edward? Jamás habíamos visto esa relación así, ¿y Bella?

Gracias a: Cullen-21-gladys, Tata XOXO, conejoazul, megankvdw,D, Nadiia16, Tecupi, ValeWhitlockGrey, MarielaArgent, Fran Ktrin Black, aea7, Isabella Grey Day, jupy, veritob, , Manligrez, Yunie Herondale, PRISGPE, Nyx-88, freedom2604, WendyCuba, LissaPattinsonCullen, yESSYvl13, bEASTYLE, soles, dracullen, liduvina, Alicia C, alejandra1987, lizzie, Mad rosa, Dani Meneses, jbpattinson, alguien, lectora asidua, ginni cullenswan, Zafirocullen22, Genedan13, Annaniicolle, EmDreams Hunter, Yoliki, Roxii C, Lucy Cullen Swan, Danny Fer D'Rathbone, Acqua Cullen Potter, patymdn, shadooh17, pera l.t, marieisahale

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