Aquí tengo listo todo, trate de subsanar los errores de tiempo, pero causa mayor me resulta imposible resolver más que el más obvio, de nuevo deseo agradecer a Sg91, por el apoyo de este relato


El sol lentamente salió por el horizonte, despertando a todos los ponis que en Equestria residían; con alegría, cada uno de ellos comenzaban sus faenas, siendo vigilados por unos bellos ojos lilas desde la torre del castillo.

-Hermana ¿estuviste despierta toda la noche? –inquirió Luna mientras se acercaba a Celestia.

Ésta se giró, mostrándole una tierna sonrisa algo somnolienta

–Ven, te llevare a la cama…

-No es necesario, hermanita, estoy bien. Pero dime ¿las chicas durmieron bien?

Luna asintió, alegrándola.

–Pero nuestra madre no se ha quitado la idea de casarlas con aristócratas.

-No es posible, déjame adivinar, ya lo hizo-supuso Celestia.

Luna asintió esbozando una mueca de resignación.

–No es posible…

-Hoy llegan los candidatos. Por cierto hermana ¿Qué es eso de que ya me casé con el hermano de la guardiana de la honestidad? –inquirió Luna deteniéndola en la puerta

-Perdóname hermana, pero tenía que intentar algo, no quería que te hiciera lo mismo que le hizo a…

Aun así, Celestia no pudo seguir recordándolo todo, estaba a punto de llorar cuando Luna la cubrió con su ala.

-Debí decir algo, tal vez…

-Hermana, ni aunque la hubieras amenazado, no detendrías lo que se sentenció.

Las dos se quedaron abrazadas por un momento hasta que Celestia se separó lentamente.

–Vamos, ya es hora de comer.

-Tienes razón.

Al mismo tiempo, en una casa de la bullosa ciudad de Canterlot, una pareja se despertaba abrazada entre sí; Cadance abrió los ojos mirando a los de su esposo que con suavidad la arropaba en las cobijas.

-Vamos mi amor, tenemos que levantarnos –murmuró Candace, levantándose ante la negativa de su marido que con suavidad la trataba de devolver de nuevo a la cama.

-Solo unos minutos más… –murmuró seductoramente, comenzando a besar el cuello de su amada –que te parece sí...

-No, recuerda que tenemos que tomar un tren.

El poni salió de la cama de mala gana.

–Además, la última vez que lo hicimos en tu cama, tus padres estaban.

-Sí, pero…

-¡A desayunar!–se escuchó desde el pasillo, a la vez que un unicornio abría la puerta con una sonrisa.

–El desayuno se va a enfriar.

Instantes después, los cuatro ya estaban frente a la mesa comiendo con placer.

-Y dime hija ¿a qué hora nos vamos?–inquirió Night Light mientras le acercaba un plato con ricos buñuelos recién hechos.

La alicornio echó un vistazo al reloj.

-Como a las 7 de la tarde.

-Entonces eso nos deja como 10 horas 32 minutos Para estar en la estación–respondió –en ese caso tengo tiempo de preparar refrigerios para el viaje.

-Oh, no se preocupe, el vagón-comedor nos proporcionará todo. Ah, casi lo olvido, mi amor, tengo un asunto urgente que atender, así que los veré luego en la estación de tren-anunció ella girándose hacia Shining Armor.

-Cadance, si quieres puedo acompañarte…

-Gracias, mi amor, pero esto es algo que tengo que hacer yo sola; además no quiero que cierta poni descubra donde estoy.

Y sin más, se dio la vuelta, alejándose dela casa.

-¡Flores, flores, lindas flores! –gritaba una poni que atendía su puesto.

Cadance se acercó, a lo que la poni se inclinó a atenderla.

-Me gustaría comprar unas flores.

La tendera, sin vacilar, le entregó un bello ramo, a lo que Candace le pagó, guardándolas en su alforja; más adelante entró en un pequeño portón y, sin que nadie la viera, usó un hechizo de invisibilidad sobre ella, para salir volando a baja altitud.

-Bien, mi niña–exclamó Celestia desde la torre, donde observaba a su sobrina con su telescopio.

–Como quisiera ir contigo…

En ese momento, un terrible grito resonó en la habitación y, bufando, se dio la vuelta para resolver el inconveniente de su madre.


Cadance no tardó mucho en llegar a las ruinas de la población, para seguir más adelante hacia la cabaña que alguna vez fuera de sus padres; aterrizó con lentitud, pero algo le llamó la atención al no sentir su hechizo de preservación.

-No…

Inmediatamente se alarmó y corrió apresuradamente hacia las tumbas.

–Por favor, que no sea lo que pienso…

Giró abruptamente para contemplar las tumbas decoradas con un pequeño ramo de flores anaranjadas que nunca había visto.

– ¿Pero qué?

-¡¿Quién eres?!

La abrupta y desconocida voz la hizo voltear, viendo a un alicornio portando al lanza de obsidiana de su padre. Ambos se miraron con asombro y expectantes.

–Cadance…

-¿Cómo sabes mi nombre, quién eres?

El alicornio bajó la lanza, sin responder a la pregunta.

–Por favor, respóndeme–musitó ella, acercándose a él lentamente con lágrimas en sus ojos.

-Soy tu hermano–respondió el alicornio de pelaje azabache, y crin azulada.

Cadance, sin dar crédito a lo dicho, sintió un abrazo proveniente del otro poni.

–Nunca creí poder conocerte, pero sabía que habías venido ¿Quién más sería si no? Mamá te extrañaba tanto, a ti, a Luna, y a Celestia, a todos…

-Si eres mi hermano ¿Dónde estuviste cuando ellos…?

El alicornio suspiró pesadamente bajando la cabeza apenado, ante su hermana.

–Nunca me dijeron que tenía un hermano…

-Hace muchos inviernos me marché a recorrer el mundo. Cuando regresé encontré la tumba, cada día desde entonces vengo aquí, a pensar.

Con lágrimas en los ojos, alzó la mirada.

–No sabes lo mucho que hubiera deseado poder despedirme de ellos, tal vez pensaron que ya estaba muerto y por ello no te dijeron nada.

-Extrañas flores ¿Cómo se llaman?–inquirió Candace, recogiendo con su magia una de las flores.

Luego sacó las flores que compró y las colocó junto con las otras.

-Cempasúchil,

-Extraño nombre…

Con una sonrisa en sus labios, se acercó a su hermano.

–Entonces al menos podrías decirme tu nombre, hermano.

-Alejandro. Cadance, hay muchas cosas que desearía decirte. Pero ahora no es el momento.

Cadance estaba por hablar, extrañada, cuando Alejandro se giró abruptamente, mirándola a los ojos.

–Recuerdo cada momento en que mamá sufrió por su exilio.

-Yo no deseo imaginarlo, aun no puedo creer que después de todo mi abuela… ella… no tenía derecho de hacerle eso solo por enamorarse. Debiste escucharla, llamó a nuestro padre una bestia.

-Comprendo…. no sé qué tenía en la cabeza, mamá no tenía por qué sufrir.

Alejandro caminó al interior de la cabaña.

– ¿Quieres un café?

Los dos entraron a la cabaña, donde Alejandro ya tenía una tetera humeante y una taza; simplemente tomó otra y la lavó para colocarla frente a Cadance, la cual comenzó a contarle sobre su juventud, el descubrimiento de sus padres, su boda y todo lo demás.

–Que increíble vida llevaste…

-Sí, pero dime sobre ti.

-No tengo mucho que decir, además, ya es algo tarde. Pero mañana podremos continuar con esta plática–murmuró él, sonriendo tranquilamente, pero Cadance negó.

-No puedo, tengo que tomar un tren al imperio de… ¡espera, ven conmigo al imperio de Cristal! ahí podemos olvidarnos de ella hasta que decida irse…

-No… aún tengo cuentas que deseo arreglar con ella. Quiero que sepa lo que vivió, cada noche que lloró con dolor, cada día que recordaba el dolor de haberte perdido…

-¿Piensas ir y decírselo?

Alejandro asintió con decisión.

–Al menos déjame dejarles un recado a mis tías… las hablaré sobre ti, de seguro que te recibirán como un príncipe.

-Gracias Cadance, pero te pido que no intervengas en mis acciones. En serio te pido por lo más puro de tu ser que no intervendrás en nada de lo que haga.

-Pero…–quiso alegar ella, pero al ver la decisión en Alejandro tan solo asintió–te prometo que no intervendré.

Salieron de la casa para despedirse.

–Si de casualidad vas al imperio de Cristal, búscame–añadió la princesa.

Su hermano asintió encantado.

-Nos veremos, y espero que tu esposo tampoco intervenga en mis acciones. O tal vez esté más entretenido alejando a todo aquel que desee quitarle a su tesoro…. –supuso él, divertido.

-Cuidado hermano, no es celoso, pero sí muy sobreprotector.

-Debe de serlo, si algo te llegara a pasar… no sabría qué haría.

-¡Adiós!–exclamó Cadance una vez en el cielo, alejándose de la cabaña.

Alejandro le correspondió el saludo alzando su pata derecha.

-¡Cuídate!

Siguió saludando un poco más hasta que finalmente inquirió con voz queda.

-¿Cuánto llevas ahí?

De entre los arbustos, salió un hombre portando una armadura.

–Si piensas decirme algo, dilo ya.

-Me alegra de todo corazón que se haya reunido con su hermana, mi señor, pero las tropas están indecisas.

-Diles que al amanecer toda su impaciencia se terminará, pero recuérdales que los habitantes de Ponyville no serán dañados–añadió Alejandro.

-Mi rey, entonces mañana atacaremos–supuso el hombre, pero el alicornio negó, extrañándole.

-Atacaremos esta noche.

Con un movimiento de su casco indico que se marchara, para después arrodillarse ante las tumbas.

–Padres míos, os suplico que intercedan por mí ante el todopoderoso, que me de fuerzas para cumplir con sus designios.


-Perdón por el retraso, es que me entretuve–se excusó Cadance, llegando a la estación de tren algo agotada por lo apurado del vuelo.

-No te preocupes, mi amor.

-¿Y tus padres?

-Ellos querían esperarte, pero les insistí en que subieran.

Con una ademán acompañó y guio a Cadance al vagón.

–Y cuéntame ¿Cómo te fue?–inquirió su marido.

Con una sonrisa, Candace subió al vagón privado que poco después se movió por acción del tren.

Tras relatarles a todos lo sucedido y el descubrimiento de su hermano, los demás comenzaron a opinar.

-Pero ¿al menos sabes donde estuvo todos estos años?

-La verdad es que no pudo decirme nada, ya se me hacía tarde y el tren no espera a nadie, ni siquiera a la realeza…

Todos los presentes se rieron a más no poder.

-Si me disculpan, tengo que ir por algo de comer.

Night Light abrió la puerta, lo que alertó a una camarera que el instante se levantó, y se le acercó antes que pudiera dar un paso fuera del compartimento.

-¿Se le ofrece algo, señor?–inquirió con cortesía, poniendo nervioso al poni.

-Discúlpeme, pero me gustaría algo de comer–exclamó él con un ligero rubor en las mejillas al ver a tan linda yegua.

-¿Que desea comer?

Night Light, ruborizado, escondió un poco la cabeza detrás de la puerta.

-Quisiera un pastel de manzana con crema de chantillí y una taza de chocolate caliente.

Algo nervioso, vio como la camarera salía corriendo hacia el vagón-comedor.

–No creo poder acostumbrarme a esto…

Entró de nuevo, siendo recibido por una mirada no muy feliz de su mujer, mientras que su hijo y su yerna contenían la risa con sus pezuñas en la boca.

-Veo que te gustó el servicio–murmuró Twilight Velvet, frunciendo el ceño.

Su esposo se acomodó junto a ella un tanto cortado.

–Si piensas que estoy celosa, estás muy equivocado.

-Pero mi amor, no tienes por qué estar celosa, tu eres mi único amor…

-Papá ¿por qué no vamos a caminar un rato por el tren?–sugirió en ese momento su hijo.

Tanto Night Light como Shining Armor salieron del vagón privado, y apenas cerraron la puerta, las dos yeguas rieron con burla.

-Increíble, nunca pensé que Shining nos ayudaría sin saberlo.

Las dos con su magia bajaron unas maletas escondidas en el fondo de la repisa, abriéndolas lentamente.

–Hija, fue una buena idea tomar este viaje como una segunda luna de miel.

-Sí, ya me los imagino al vernos esta noche con esto…

En cada maleta había un traje de sirvienta con algunos accesorios algo fuertes, tales como sogas, cadenas, y un collar con correa.

–Claro que cada una en su respectiva habitación…

La pony asintió, para volver a reír pícaramente.


La confrontación ya está lista, solo falta la estrategia, oh pobre ponyville será la primera que caerá, lástima que tengan que sufrir inocentes por las tonterías de sus gobernantes, pero como se dice:

"en la guerra las primeras bajas son la justicia y el amor"