1. Ausencia
Arnold
El sonido de mi teléfono celular recibiendo una llamada me toma por sorpresa, causando que al voltear súbitamente tropiece con el primer escalón y caiga cuan largo soy sobre la escalera que conduce a mi habitación. Sin reparar en este detalle, subo a los tropezones hasta colgarme de la manija de la puerta para abrirla y echarme sobre mi cama, en donde reposa el teléfono, que tomo rápidamente, solo para descubrir en la pantalla el decepcionante mensaje:
Usted tiene una llamada perdida.
Sin perder un solo instante, oprimo remarcar y coloco el aparato en mi oreja, aguardando. No han pasado ni dos segundos, de modo que tiene que contestarme.
-El teléfono celular que intenta contactar...
Cuelgo con un resoplido. Siempre igual. Ya van cuatro días de constante interferencia. ¿Cuándo se supone que van a repararlo? Me dispongo a escribir un mensaje: ¿Me llamaste? Presiono enviar y espero.
Espero por un buen par de minutos.
Frustrado, me incorporo en la cama. Antes de recibir esa llamada estaba a punto de bajar para hacer algo, pero ya he olvidado qué, de modo que simplemente me recuesto boca arriba y observo el cielo nocturno a través de los cristales del techo de mi habitación. Casi es invierno y varias nubes delgadas se deslizan lentamente sobre un cielo carente de brillo. ¿Por qué no contesta el mensaje? ¿No acaba de llamarme ella? Quizás no se envió correctamente. Es muy extraño: los primeros días recibía mensajes suyos a cada hora y casi no tenía tiempo de extrañarla... Es decir, extrañaba su presencia, sus golpes amistosos en el hombro, abrazarla, besarla... Y claro que a ella, pero era distinto, porque era como si aún estuviera conmigo, en cierta forma. Estas últimas semanas es como si se hubiera desvanecido por completo de mi vida. Entiendo muy bien que esté ocupada, pero no puedo evitar sentir esta especie de extrañeza. No debería, lo sé. Tal vez soy egoísta. Pero supongo que es normal, teniendo en cuenta cómo han ido las cosas últimamente...
Dejo escapar un suspiro, en tanto me doy vuelta para enterrar mi cabeza en la almohada. Mi alarma está puesta. Quizás deba dormir. Al fin y al cabo, si el teléfono suena, lo oiré. Noto que he dejado una luz encendida, pero no me levantaré para apagarla. Cierro los ojos, intentando no pensar en nada, pero, como siempre, solo me sale pensar en todo. En cómo es posible que tu vida cambie tanto en siete meses. En cómo es posible que casi todo sea igual y se sienta tan diferente. En cómo yo, el chico sensato, maduro, responsable, a quien todos siempre acuden en busca de consejos, me he quedado sin consejos que dar. Y, lo peor, en cómo todos parecen haber notado esto último.
Con estas y muchas otras ideas en la mente, comienzo a dormitar, hasta que el delgado camino que me conduce al sueño es abruptamente cortado por el sonido de mi celular. Me incorporo casi de un salto para atender rápidamente, tan somnoliento que ni siquiera me detengo a mirar la pantalla para saber quién me llama.
-¿Helga? -contesto.
-Hum, no... Es Gerald. ¿Qué te pasa, viejo? ¿Ya siquiera te molestas en leer la pantalla?
-Ah, lo siento, Gerald. -sonrío un poco, a pesar de saber que no puede verme, en tanto me paso una mano por la cara para despabilarme -Estaba dormido y no pensaba bien.
-¿Tan temprano? ¡Apenas son las nueve!
-Sí, lo sé, pero esperaba...
-¿Una llamada?
-Obviamente ya lo sabes. Y hablando de la hora, ¿no deberías estar en el trabajo?
-Debería, sí, pero Jeff cerró temprano y me envió a casa. Como sea, ¿quieres hacer algo?
Involuntariamente mis ojos se dirigen hacia mi escritorio, en donde yace mi computadora encendida.
-No lo sé, Gerald. Es que...
-Respuesta equivocada: voy para allá.
-Mejor no. -dudo -Imagino que podré más tarde. Solo esperame unas cuantas horas, ¿de acuerdo? ¿Estás solo?
-No, Sid está aquí. Supongo que iremos por los demás, pero quería llamarte primero.
-Bien: iré con ustedes luego de...
-¡Oh, vamos, Arnold! ¿De verdad vas a quedarte ahí?
-Gerald, te prometo que estaré ahí más tarde. Pero ahora no.
Mi mejor amigo insiste un rato más hasta que finalmente me deja colgar. Inmediatamente miro el registro de llamadas para estar seguro de que no he perdido ninguna mientras hablaba con él, pero no es así. Tampoco tengo mensajes nuevos. Suspiro y nuevamente dejo caer mi cabeza sobre la almohada. No es que quiera salir tarde en la noche, pero sé que Gerald espera verme y no puedo decepcionarlo. Ambos estamos muy ocupados últimamente. No es fácil ver a tus amigos de la secundaria con la misma frecuencia luego de graduarse.
Como respondiendo a este pensamiento, mi celular vuelve a sonar, avisándome que he recibido un mensaje. Rápidamente me incorporo y tomo el aparato, para descubrir con alivio que se trata del remitente que yo esperaba. Abro el mensaje: Hola. Lo siento: estaba en la biblioteca y me quedé sin batería. Enciendo la computadora.
Me levanto de la cama de un salto y corro hacia la mía, en donde activo la cámara web. En menos de un minuto, frente a mí aparece el rostro de mi novia, que sonríe al ver el mío.
Ya hace cuatro meses que Helga partió para estudiar en Stanford, la universidad de los escritores, a cientos de kilómetros de mí, puesto que me quedé aquí en Hillwood, así como la mayoría de mis amigos. Mi mejor amigo Gerald partió a California, pero no consiguió pasar el primer semestre por muchos motivos y regresó aquí, de modo que estamos en la misma universidad, si bien no compartimos clases. Helga y yo llevamos juntos siete meses, desde la noche del baile de graduación, pero lo cierto es que, como ella tuvo que irse al iniciar el otoño, tan solo pudimos disfrutar de tres meses de verdadero noviazgo. Si bien eso fue un poco frustrante, lo cierto es que fueron tres meses fantásticos.
-Hola. -la saludo, luego de un momento de vernos con esa especie de alivio que parecemos experimentar al encontrarnos luego de demasiados días.
-Hola. -me contesta -Disculpa que llegara tarde, pero algún idiota acaparó el último ejemplar de Diarios de un escritor y lo necesitaba para el fin de semana, así que tuve que quedarme esperando a que terminara con él, pero resultó que se lo llevó también, con lo que tuve que bajar al sótano con una de las bibliotecarias para ver si encontrábamos otro. Quise llamarte para avisarte, pero no contestaste y luego, la batería...
-Sí, lo sé. Te volví a llamar. -sonrío -¿Conseguiste el libro?
-Ah, sí: está resuelto.
-Helga... -insisto, dirigiéndole una mirada de incredulidad.
-¿Qué? -disimula ella, pero ante una segunda mirada mía, resopla -¡Increíble! ¿Cómo es posible que seas capaz de leerme la mente ahora, luego de quince años sin darte cuenta de nada, cabeza de balón?
Yo me río. Me gusta que ella todavía me llame así de vez en cuando: siento que indica que siempre me quiso como ahora.
-Entonces no lo conseguiste.
-¡Pues claro que no! Se estaba tardando mucho, así que la dejé buscando sola y vine aquí.
-Sabes que yo puedo esperar.
-Pero yo no. -parece arrepentirse de haber dicho eso rápidamente, de modo que cambia de tema -Entonces... ¿cómo va todo por allá?
-Como la última vez. -contesto, no porque no quiera hablar, sino porque de verdad no hay mucho que contar sin ella aquí -¿Y por allá?
Me da la sensación de que ella se siente exactamente igual que yo con respecto a esa pregunta. Apoya su cabeza en una mano y se encoge de hombros.
-Ya sabes... -dice -Leyendo, rompiendo records, ignorando llamadas de Olga, aburriéndome...
-¿Cómo van las cosas con tu compañera de cuarto?
-¿Tú qué crees? -me responde, en susurros de furia -Odio este sitio y la odio a ella. Solicité la maldita transferencia, pero dicen que tengo que esperar a que el semestre termine.
-Bueno, no falta mucho. -la consuelo. Helga se queja de la compañera de habitación que le tocó en el campus desde el primer día: Naomi pone música ruidosa a toda hora, fuma dentro de la alcoba y lleva a su novio a dormir con ella. Y como al parecer pertenece a la misma fraternidad que la estudiante que trabaja en la recepción de la residencia, es imposible para Helga denunciarla.
-Por suerte, ahora no está. Tienen una fiesta, como todos los viernes... y sábados, domingos, lunes, martes... -resopla -Créeme: tienes suerte de no vivir en un campus. Por cierto... ¿cómo va el fondo para San Lorenzo?
-Escaso. -sonrío -Pero si persisto, es posible que lo reúna todo para el próximo verano.
Ahora trabajo en la casa, ayudando a mis abuelos. Es decir, siempre lo he hecho, pero ahora tengo un horario, más quehaceres y un salario. Habría conseguido un trabajo afuera, pero ellos ya son muy mayores y necesitan mi ayuda. Insistieron en darme un verdadero pago desde que terminé la secundaria y me dispuse a empezar a ahorrar para ir a San Lorenzo a buscar a mis padres, proyecto que ahora mismo es mi principal meta.
-Solo recuerda avisarme con anticipación cuando estés listo, así podré comprar a tiempo mi boleto de avión. -me recuerda Helga.
-¿Aún insistes con venir?
-No voy a dejar que te metas en esa jungla solo. ¿Qué harás sin mí? Estarás completamente indefenso.
Lanzo un bufido.
-¡Sí, claro! Parece que olvidas que cada vez que estamos en problemas, eres tú la que se asusta primero.
-¡Oh, por favor! -me contesta - ¡Ya verás cuando estemos allá!
La contemplo un momento sin dejar de sonreír. Desde luego, hablar mediante la cámara no es lo mismo que tenerla aquí, ni siquiera se acerca a las memorables conversaciones que tuvimos durante el verano, en las que poco a poco fui enterándome de cosas que en más de una ocasión me dejaron estupefacto.
-¿Cómo va tu ensayo? -pregunto -¿Qué dijo tu profesora? ¿Lo publicará en el segmento universitario?
Helga se encoge de hombros, fingiengo que no le importa el asunto.
-Dice que está entre el mío y el de otro sujeto.
-Sin duda será el tuyo.
-Tampoco es tan bueno.
-¿Ah, no? -la miro enarcando las cejas -Tengo algo aquí que dice otra cosa.
Sin darle tiempo de protestar, abro uno de los cajones de mi escritorio y extraigo un pequeño cuaderno rosa, que le exhibo con suficiencia.
-¡Oh, Arnold! -exclama ella, sonrojándose imperceptiblementey enojándose para disimularlo -¡Ya guarda eso! ¡Debí habértelo quitado!
-¿Por qué? Es mío. -me defiendo.
-No lo es. Cayó en tus manos por error.
-Pero está escrito para mí. -remarco, triunfal.
-Tonto melenudo.
Vuelvo a reírme, en tanto ella se cruza de brazos. Nos quedamos en silencio un instante y vuelvo a mirarla igual que hace un momento.
-Te echo de menos. -confieso, inevitablemente.
Ella pone los ojos en blanco por un instante, pretendiendo seguir enojada, pero yo le sonrío y con esto consigo que desfrunza el ceño. Me sonríe un poco también. Cuando me mira así, no puedo creer que haya tardado quince años en darme cuenta de sus sentimientos por mí.
-También yo. -me dice, desviando un poco la mirada -En verdad... no sé adónde... mirar en clase.
-Sí, te entiendo. -concuerdo -Yo me siento raro sin que nadie me arroje bolas de papel.
-¿Nadie lo hace?
-No. ¿Puedes creerlo?
-¡Es inaceptable!
-Lo sé.
Reímos, en tanto ella comienza a dibujar círculos invisibles con su índice sobre la mesa.
-Entonces... -murmura, como quien no quiere la cosa - ¿terminaste tu trabajo de Sociología 101?
-¡Ah, Helga! -suspiro, con cansancio, en tanto entierro mi cabeza en mis brazos -¿Otra vez hablaremos de esto?
-¿Cuál es tu problema? ¡Solo te pregunto por tu tarea!
-No, no lo haces. -aclaro -No me estás preguntando si terminé mi trabajo de Sociología 101, sino si terminé el trabajo que tengo que hacer con Lila. Y sí, ya lo entregamos el martes. -Mi respuesta claramente la alegra, pero yo niego con la cabeza -¿En verdad debemos volver sobre lo mismo? Lila y yo solo somos amigos... ella está feliz por nosotros, yo ya no... ¿No te dije todo esto el año pasado, antes incluso de que tú y yo...?
-¡Pues aún así! -insiste, cruzándose de brazos otra vez -No me gusta que trabajes con ella.
Lila también estudia en la Universidad de Hillwood, pues no quiso marcharse y dejar a su padre solo, además de que habría sido difícil para éste costearle los estudios en alguna otra universidad. Quiere ser veterinaria, pero ella y yo compartimos una clase de Sociología y hacemos juntos los informes, puesto que es mucho más agradable trabajar con alguien que ya conoces. Mi amistad con Lila ha sido hasta ahora el único motivo de pelea -o pseudo pelea- entre Helga y yo, si bien no hay absolutamente nada de lo que preocuparse, como innumerables veces le he repetido. Además, no es como si viera a Lila fuera de la universidad en absoluto.
-Bueno, el semestre ya casi termina. -comento, apoyando mi cabeza sobre mi mano -Aún así, me ofende tu falta de confianza.
-No es eso... -parece a punto de añadir algo más, pero se detiene y gira la cabeza al oír que la puerta de su habitación se abre, cosa que también yo escucho, al tiempo que varias voces contaminan la habitación -¡Oh, maldición!
-No le digas nada. -la detengo, antes de que se ponga de pie para echar a Naomi y a sus invitados de la habitación con toda la furia de la que es capaz, pues no quiero que se meta en problemas -No es necesario. Podemos continuar mañana.
-¿Estarás aquí?
-Por supuesto que sí. -le sonrío, intentando ocultar mi frustración por no haber podido hablar más. En realidad, siento como si tuviera un millón de cosas que decirle, pero es como si no quisiera hacerlo de este modo. Quiero que esté aquí. -Te veré entonces.
-Muy bien. -resopla, en voz baja -Y, Arnold... -antes de decirme algo, dirige los ojos hacia donde imagino que se encuentra Naomi con quien sea que haya venido con ella, posiblemente para asegurarse de que no la oigan -te amo.
Creo que le gusta mucho decírmelo, ahora que puede. Yo apoyo mi mentón sobre mis brazos recostados en la mesa.
-También yo. -contesto. Más de lo que nunca creí. Y en verdad quisiera que estuviera aquí. Pero no puedo decírselo, no quiero que piense que deseo hacerla venir, que deseo hacerla sentir culpable por estar lejos. Ella pertenece a ese lugar, yo lo sé y no quiero ser un impedimento.
Luego de apagar la computadora, recuerdo a Gerald. Se supone que debo encontrarme con él y los demás. La verdad es que estoy cansado, pero aún así tomo mi celular y me dispongo a enviarle un mensaje.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o -o-o-
Hola, lectores! Bueno, luego de cuatro años, de la NADA se me ocurrió escribir una breve continuación para el fanfic que escribí de chica sobre Arnold y Helga. Estoy de vacaciones, así que me dije "por qué no?". Llevo muuucho sin publicar ningún fanfic, así que me dieron ganas. Ni sé si lo voy a continuar, ni sé si durará mucho, hasta es probable que me quede solo en este capítulo XD. Supongo que depende de cuántos reviews reciba y de lo que ustedes piensen... ¿Les interesa?