En el Reino del Sur de Italia todos los súbditos adoraban a su rey, el rey Julio, y no era por nada. Era un rey bueno, atento y que se preocupaba por su pueblo y la educación de este. Claro que era necesario tener campesinos que arasen sus tierras, pero también era importante que tuvieran un nivel mínimo de educación primaria, tanto hombres como mujeres. Escuchaba uno por uno a todos los que venían a palacio. Se preocupaba por el más insignificante de todos, no era de extrañar que cualquier error, por grande que fuera, fuese perdonado por el pueblo. Pero había un error, uno concretamente llamado Lovino del cual su pueblo ya estaba bastante harto. Había miles de quejas de su pueblo ante el príncipe.

-¡Ja! Por favor, quitadme a este horror de princesa de delante de mis narices… -rió cruel y despiadado príncipe – tiene el pelo blanco y los ojos rojos, ni en broma me casaría yo con ella…

La joven princesa prusiana se fue llorando desolada de la sala.

El consejero de cámara del príncipe hizo llamar a otra tanda de princesas que habían venido desde todos los continentes solo a conocer al joven.

El príncipe, que estaba de pésima manera sentado en su trono, tumbado, para ser exactos estaba degustando el mejor vino de estúpido Reino de Francia y una extraña comida que habían traído desde el lejano oriente que no sabía ni pronunciar. Aun nadie sabía cómo no se ahogaba así. Todas las jóvenes se pusieron en fila de una frente al joven príncipe que las observaba.

Las miró a todas con ojos inquisitivos, estudiándolas. Sonrió al principio de manera cariñosa, lo que hizo que todas, que estaban más nerviosas que un flan al principio se relajaran. Pero luego esa sonrisa se transformó en fría y ridícula. El príncipe se levanta de su, para él, cómodo trono a modo de diván y se acerco a todas, mirándolas una por una. Pasó, como si se tratase de un ejército, las miro una por una. Finalmente, se pronunció. Miro a su consejero:

-Consejero…

-Dígame, Alteza…. –dijo muy nervioso.

-¿Habríais pensado que habría hecho yo con una mujer con una nariz como la de esa princesa rusa? –al principio su tono era serio, pero acabo en una gran y sonada carcajada- no, si está muy bien pensado-continuó riéndose- ¡Así cuando la multitud me atosigue ella podría abrirme paso con esas napias…!

La princesa de cabellos plateados y hermosos ojos violetas huyó corriendo. Ella solo fue la primera de las doce princesas que habían entrado.

-Por favor… princesa de Gran Birmania… -continuaba el joven.

-Gran Bretaña… -Susurró su consejero corrigiendo un garrafal error para un príncipe que había tenido la más exquisita educación.

-Como sea… ¿Habéis visto que orugas tenéis por cejas?

La princesa, como todas las anteriores había huido llorando desconsolada.

-Su Alteza… creo que no deberíais decir esas cosas…

-¿Cómo que no? ¡Soy el príncipe y tengo derecho a opinar lo que quera de mis posibles prometidas!

-Yo no sé cómo haces hijo-interrumpió su padre, sentando en el trono principal-pero todas salen huyendo y llorando.

-Es que ninguna es digna de mi belleza…

-Pero con alguna tendrás que casarte…

Lovino en ese momento solo supo hacerle burla a su padre mientras se volvía, pese a las regañinas de este, a tumbar en el trono a beber, comer y jugar a cualquier juego de cartas o dardos. A eso dedicaba el joven el tiempo. Era extraño pensar que un rey tan dedicado y bueno como era su padre pudiera haber tenido un hijo tan idita y malcriado como Lovino, bueno, su padre en el fondo siempre se sintió culpable de alguna manera. Su reino era muy rico debido al comercio y la educación tanto primaria como secundaria de todos sus habitantes, posiblemente mimó demasiado a Lovino, mientras que su hermano menor Feliciano era feliz pintando y dibujando con los mínimos utensilios de pintura. En realidad, a ninguno de los hermanos les interesaba la política. Mientras el mayor solo se divertía, el menor estaba en su mundo de ilusión y color.

-Tengo a un último pretendiente para ti –dijo el rey.

-¿Un? dijo Lovino más que extraño.

-Sí. El Rey de España para ser concretos.

-¿Rey, dices?

Lovino no terminó de decir esto cuando el joven español fue anunciado, y entró en la sala. Claramente las mejillas del príncipe se tiñeron de rojo cuando le vio. Su piel bronceada con tan buen color irradiaba alud, sus cabellos castaños algo ondulados rebotan conforme se dirigía enérgicamente hasta quedar frente al trono. Sus ojos de verde esmeralda… oh, que ojos. Lovino se convirtió en su preso nada más verlos, reflejaban todo lo alegre pero responsable que parecía ese rey.

-Majestad – comenzó el joven rey haciendo una reverencia- he cruzado el mar para poder tomar la mano de vuestro hijo Lovino aun siendo un hombre.

El Rey no pudo ni espetar una palabra cuando su enfadado, airado y sonrojado hijo se levanto de su trono, como siempre, con sus aires de grandeza, arrogancia y superioridad. Para lamento de todo el Reino.

-¿Tu, mi esposo? – dijo con una de sus miradas frívolas- no me hagas reír. Eres un ser cuya belleza es grande, pero no podrás igualarme.

-Entonces… ¿no queréis voz casaros conmigo? –dijo el príncipe con un claro tono de tristeza pero manteniendo siempre la compostura.

-Habéis dado en el clavo, mi Señor-respondió el príncipe poniéndose frente a él- además, sabes voz que apestáis a huerta.

-Para que lo sepa, Alteza, este olor se debe a que me encanta pasear por los campos de mi tierra. Puede resultarle muy fresco y agradable a muchas princesas….

- ¿Y por qué no busca una princesa? Ah, claro, será por ese daño que hace a la vista vistiendo de tanto rojo- espetó el príncipe entre carcajadas-sois el Rey de los Tomates!

-Sabed que este es el color de mi Reino, Señor –dijo el Rey en un tono ya enfadado y cansado del arrogante joven.

-¡Con ese olor y esas ropas, parecéis un tomate!-dijo el príncipe tapándose la boca para esconder su gran carcajada.

-¡Lovino! –llamó su padre con un tono de enfado hasta entonces desconocido para su hijo- exijo que le pidas disculpas al Rey. Esa no es manera de comportarse, podrías iniciar hasta una guerra, por Dios.

-No, Majestad-dijo Antonio-me retiro. Príncipe Lovino-le miró- le deseo mucha suerte para encontrar una esposa.

Dicho esto, el joven Rey se retiró de la estancia.

-De veras, padre, no entiendo por qué me traes a esta gente.

-Era un rey… -dijo el rey Julio en un estado entre los nervios y la locura- ¡Maldita sea, Lovino! ¡Era un rey que te pide su mano y tu lo rechazas!

-Oh, por favor, padre… -dijo en su típico tono pasota de siempre- su belleza no se puede comparar a la mía y…

-¡Se acabo!- gritó el rey dando un golpe con su gran bastón en el suelo –!Ya estoy harto de tu estupidez y de tu arrogancia, eres un hijo maleducado y desagradecido, además de vago y un inmaduro!

Toda la sala prácticamente se quedo en un silencio que nunca antes ese alegre palacio había vivido.

-Como veo que es imposible encontrarte una pareja para que te decidas, declaro desde este mismo momento que el primer campesino que venga a pedirme tu mano, será tu pareja por el resto de tu vida.

-¿Qué? –Lovino se levantó corriendo de su asiento para ponerse de rodillas ante su padre. Un gesto inimaginable para un príncipe.

-Lo que oyes. –El rey se dirigió a sus ministros para que lo anunciaran a su pueblo. –Anunciadlo en un edicto en la plaza central.

-!Padre no! !Por favor!

El joven príncipe por más que suplicaba no fue escuchado por su padre.

Un par de días más tarde el joven príncipe fue llamado a la sala del trono. Creía que su padre ya se había olvidado de eso, pues algunos campesinos ya habían pasado por el palacio sin conseguir llevarse el "premio gordo" como así había bautizado el pueblo a su joven príncipe. Pero si ni su pueblo le aguataba o le quería soportar… ¿Quién se casaría con él o querría aguantarle?

Cuando Lovino entró en la sala solo pudo ver a su padre y… oh no. Un joven. Un campesino de pelo castaño, ojos como esmeraldas y una sonrisa que parecía esculpida en luz. Lovino sabía entonces lo que iba a suceder, inconscientemente, se agarro a todas sus prendas lujosas y sus joyas como si supiera que pronto se las obligarían a quitar.

Bueno, este es mi primer fic! Tengo algunos pensados, pero de momento haré este.

Me base un poco en el cuento de "El Rey pico de tordo" pero es que la personalidad de la princesa se este cuento me recuerda tanto a Lovi que no pude evitar hacer mi adaptación que será un poco diferente, no serviría de nada hacerla igual.

Maple-chan se retira!