Disclaimer: Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer.

OUTTAKES DE AMOR DE VERANO

ESTO ES EL PARAÍSO

¡Esto era el paraíso!

Jess, Ang y yo.

Recién graduadas de pre med con nuestras perfectas calificaciones, y diez días de vacaciones en el paraíso, antes de meternos de lleno en el mundo adulto, y hundirnos durante un lustro y más para ser médicos.

Cuando Lauren dijo que "había" que visitar Ibiza, no habíamos creído que tuviera razón, pero allí estábamos.

Las tres mayores mojigatas del curso, rodeadas de un grupo de italianos y alemanes musculosos, con sus bañadores ajustados que resaltaban sus "paquetes", bebiendo daikiris en la cubierta de un yate, en el Mar Mediterráneo.

Mis maravillosas vacaciones de dos años antes, con Jacob, en La Push, eran un recuerdo destinado al olvido.

Y sólo habían pasado cuatro días desde que habíamos desembarcado en el aeropuerto de Ibiza.

- Hola – saludó una voz sexy detrás de mí

Cuando me volteé, sentí que la sangre abandonaba mi cerebro para trasladarse a lugares más excitantes.

Frente a mí, el chico más sexy, caliente y atractivo que había siquiera imaginado jamás.

Alto, delgado pero con los músculos justos para ser envidiado por Brad Pitt. El cabello cobrizo, despeinado y los ojos verdes, profundos y expresivos que gritaban: sexo.

- Hola – respondí con un graznido de voz, mientras escuchaba las risitas tontas y ebrias de Jessica y Angela a mis espaldas.

- ¿Puedo invitarte una copa?

- Supongo que sí – acepté y le seguí rumbo al bar, ante las miradas risueñas y conspiradoras de mis amigas.

- ¿Qué bebes, preciosa? – me preguntó acodándose en la barra y estirando su mano para enredar en su dedo un mechón que se había escapado de mi coleta.

¿Qué bebo? ¿Qué sé yo? ¡No puedo pensar cuando haces eso!

Vamos, Bella, céntrate, me dije.

Primera premisa de Charlie Swan: No mezclar bebidas alcohólicas.

La borrachera puede acabar en coma etílico, y lo menos que uno quiere es vomitar en las preciosas zapatillas de un bombón.

Bueno, confieso que la última parte era la primera aseveración de Bella Swan.

- Un daikiri

Cuando el barman se dedicó a preparar nuestras bebidas, el bombón estiró su mano hacia mí.

- Edward

- Bella – respondí estrechando su mano, y juro que me estremecí con su apretón fuerte y decidido.

En poca palabras, Edward resultó ser el inglés más sexy desde… no me vienen a la cabeza más ingleses sexys aparte de Edward…

Por si fuera poco, era arquitecto y los arquitectos son sexys, desde siempre.

Y esa era la segunda aseveración de Bella Swan, después de la de no vomitar a un bombón.

Cuando me guió a la cubierta superior del yate, yo ya estaba dispuesta a seguirlo a la parte inferior, es decir, la de los camarotes, pero no lo sugirió y yo siempre había sido una cobarde.

Cuando estuvimos sentados en una tumbona, los dedos de Edward se deslizaron por mi cuello y mi clavícula y ya no pude razonar con coherencia.

- ¿Te alojas en Ibiza? – susurró bajando sus labios por mi cuello

- En "El Hotel Pacha" – jadeé en respuesta sin poder asegurar que fuera ese nuestro hotel.

- Tengo una pequeña cabaña alquilada en la isla de Formentera. ¿Te gustaría quedarte conmigo? – preguntó mordisqueando mi cuello a la vez que su mano acariciaba el costado de mi pecho, y ahí sí… al diablo con todo.

En un instante intenté recordar las premisas de Charlie.

No hablar con desconocidos, era una regla de la época del colegio, pero intuí que de alguna forma u otra debía haber mutado para convertirse en una regla para mi juventud.

Tal vez no manosearse entraría en la misma categoría, y supuse que alojarse con un chico al que acabas de conocer diez minutos antes, y que guarda una tubería bajo sus pantalones, la cual golpea contra tu trasero desde que te sentó en su regazo, debía estar incluida entre las prohibiciones de Charlie.

Sabía que podía meterme en un lío, y en uno de los grandes, pero, ¡qué diablos! Angela, la hija del reverendo Weber, se había acostado con el delicioso Dimitri, al día siguiente de haber llegado.

Ok, lo había hecho porque Jessica se estaba tirando a Nahuel y ella lo había visto primero, pero Jessica no se echaba un polvo desde que su novio Michael la había dejado por un chico de treinta y cinco, hacía ya más de medio año, así que nunca nos enfadaríamos con ella.

Pero si había algo claro, era que yo no podía perderme esa oportunidad de codearme con la realeza, aunque fuera por tirarme un ciudadano de un reino, el Reino Unido.

Supuse que sería una excusa muy pobre para mi padre, pero no tendría por qué saberlo nunca.

- Supongo que podría quedarme contigo un par de días – fueron las palabras que firmaron mi sentencia, y vaya si no acabaría sintiéndome orgullosa de mi decisión.

La cabaña que Edward tenía alquilada en Formentera, era pequeña pero acogedora. Toda la casa mantenía un estilo rústico, revestida de madera y con muebles de estilo colonial.

En un porche frente al mar había una hamaca enorme que resultó deliciosa para hacer el amor en ella.

Una habitación con una cama extra grande, y una tina rústica junto a un ventanal que miraba al mar.

Yo estaba de pie en la puerta de la habitación. Edward tras de mí soltó en el suelo la maleta que habíamos recogido de mi habitación del hotel de Ibiza.

- Tendremos que compartir habitación – susurró en mi oído.

No pude evitar estremecerme cuando sus labios se deslizaron por mi cuello, y por primera vez sentí miedo.

Era una locura, una locura imprudente que rezaba porque saliera bien.

Estaba sola en una isla perdida, con un chico que podría haber resultado un asesino en serie o un psicópata.

Lo único bueno era que Angela y Jessica estaban enteradas. No era que eso fuera una gran garantía, pero al menos si Edward me asesinaba alguien podría identificarlo.

Tal vez eso le reprimiera de hacerlo.

O tal vez le obligara a matar a mis amigas también.

- No tengas miedo – susurró acariciando mis brazos en un intento de calmarme

- Creo que esto es totalmente insensato y temerario – confesé en voz baja sintiéndome avergonzada.

- No haremos nada que no desees – aseguró – No te sientas obligada a nada. Si deseas que te lleve de regreso con tus amigas, sólo tienes que decirlo. El último ferry a Ibiza sale a las 10, así que no tienes que preocuparte.

- ¿No te importa que me vaya? – indagué con algo de desilusión

- Desde luego que me importa. Quiero que te quedes conmigo, pero si no estás segura, te devolveré con tus amigas, pero te invitaré a salir conmigo todos y cada uno de los días que estés aquí.

- Mi padre me mataría por esto, pero voy a quedarme – dije con rotundidad recostando mi espalda en su pecho.

- Pues no se lo diremos – sonrió a la vez que me rodeaba con sus brazos. – Ponte cómoda, yo prepararé algo para cenar – dijo empujándome suavemente hacia la habitación.

Después de darme una ducha en el pequeño baño que había junto a la habitación, me puse un bikini nuevo y un cómodo vestido de algodón.

Salí del baño peinando mi cabello y me topé con Edward que entraba a la habitación quitándose la camiseta a la vez que a mí me quitaba el hipo.

- Me daré una ducha rápida también – dijo pasando a mi lado con una sonrisa divertida – La cena está lista, sírvete algo para beber y en cinco minutos podemos comer.

- De acuerdo – acepté bajando la mirada sonrojada.

Nos sentamos a la mesa que estaba en la terraza delantera con la deliciosa vista del mar.

Edward había preparado una cena fría, gazpacho, esqueixada de bacallà y gambas cocidas.

Bebimos un vino blanco de la región, fresco y delicioso, mientras hablábamos sobre detalles divertidos de nuestras vidas.

Para cuando las últimas gotas del vino cayeron en nuestras copas, me sentía completamente cómoda y relajada y el sol ya sólo dejaba unos reflejos rosados en el cielo.

- ¿Un paseo por la playa? – ofreció extendiendo su mano hacia mí

- Me encantaría – acepté entrelazando mis dedos con los suyos y nos dirigimos a la orilla del mar azul.

Dimos un pequeño paseo con las suaves olas rompiendo contra nuestros pies desnudos.

Caminamos en silencio, pero en uno agradable.

En un momento, Edward se detuvo y me rodeó con sus brazos recostando mi espalda contra su pecho.

Bajó sus labios por mi cuello hasta mi hombro y recostó la cabeza en él.

- ¿Aún tienes ganas de volver con tus amigas? – murmuró

- Nunca he tenido ganas de volver con ellas – confesé también en voz muy baja – Es sólo que no me pareció muy prudente quedarme con alguien que acabo de conocer. Y te aseguro que aunque seguramente lo dudes, no soy el tipo de chica que hace estas cosas.

- No creo que lo seas. Tampoco yo lo soy, pero por alguna extraña razón me ha sido imposible resistirme a ti.

- También a mí.

Me giró en sus brazos y mirándome con las pupilas dilatadas acercó sus labios a los míos y me besó.

Su beso fue como un tsunami, arrasando todo dentro mío.

Lentamente descendimos sobre la arena.

Sus besos eran enloquecedores, mientras su mano ascendía por mi muslo, levantando en su recorrido la falda de mi vestido.

- No creo poder pasar la noche sin hacerte el amor – reconoció haciéndome estremecer.

¡Qué diablos! Yo dudaba poder pasar los siguientes veinte minutos sin arder por combustión espontánea, si Edward no se decidía a hacerlo.

- No quiero que lo hagas.

Sentí la sonrisa en sus labios pegados a mi clavícula.

Deslizó mi vestido hacia arriba por mi cuerpo y me lo quitó dejándome cubierta por un bikini negro espectacular que, gracias a todo lo sagrado, Rose me había obligado a comprar en mi última visita a casa.

- ¿Puedo? – me pidió con solemnidad con los dedos enredados en el nudo de mi sujetador.

Asentí sin poder decir las palabras, y se deshizo de la prenda.

- ¡Dios! – murmuró – Eres mucho más de lo que he estado imaginando las últimas siete horas.

Sonreí vanidosa y llevé mis manos al borde de su camiseta.

- ¿Puedo? – repetí sus palabras sonriendo

- Será un placer.

Edward se recostó sobre mí y me besó. Comenzó un beso tierno que poco a poco fue volviéndose más demandante y lleno de pasión.

Bajó sus labios hacia mis pechos y comenzó a lamerlos y succionarlos.

Sentí mi pezón erguirse dentro de su boca a la vez que su mano acariciaba y pellizcaba el otro pecho.

Repartía sus atenciones entre mis dos pechos mientras los gemidos se escapaban de mi boca.

Un tímido fuego comenzó a arder en mi vientre y rápidamente avivado se deslizó a mi sexo.

Las manos de Edward recorrían mi cuerpo, electrizándolo.

Mis manos se movían ansiosas por el suyo.

Se recostó entre mis piernas levantando una de ellas y acariciando mi muslo. Su erección se apretaba contra mí haciendo palpitar mi sexo y consumiéndome en el deseo.

Me quitó con destreza el bikini y bajó su boca a mi zona más íntima.

Lamía los labios antes de introducir la lengua entre mis pliegues húmedos e inflamados.

Introdujo un dedo y luego otro en mi vagina, y comenzó a bombear dentro mío con sus labios succionando el clítoris henchido. En sólo unos instantes el orgasmo más increíble que podía imaginar me devastó.

Llevé mis manos a sus cabellos y tiré de ellos para dejarle tumbado sobre mí.

Le besaba con impaciencia a la vez que tiraba de sus pantalones chinos. Edward se irguió y se desnudó para tumbarse sobre mí con su brillante y duro miembro golpeando la entrada de mi sexo.

- Házmelo… – rogué jadeante

- Ahora mismo, preciosa.

Lentamente me penetró hasta estar completamente dentro mío.

Muy despacio comenzó a mecerse entrando y saliendo de mi apretada cavidad. Me embistió haciéndome estremecer más y más, hasta que mis músculos comenzaron a ceñirse sobre él.

- Edward… – gemí

- Sí, preciosa, vamos – me urgió acometiéndome

- Edward… creo…

- Sí, nena, vamos, córrete para mí…

Levanté las piernas para rodear su cintura cuando finalmente alcancé el clímax y con un grito me arqueé pegándome a él.

El orgasmo de Edward le asaltó y se derramó en mi interior con un gruñido satisfecho.

Nos quedamos unos instantes tendidos en la arena buscando oxígeno para recuperarnos.

Si había algo de lo que podía estar segura, era que nunca me arrepentiría de haberle dicho que sí a su invitación.


Gracias a todos por leerme, y gracias por la aceptación del fic.

Espero que disfrutéis de este primer outtake.

Tal vez haya más, pero aún no lo sé.

Este es como regalo por haberme dejado más de 2000 reviews.