Disclaimer: Los personajes aquí utilizados no me pertenecen, son enteramente de Tadatoshi Fujimaki y sus ayudantes, patrocinadores, etc, etc... yo solo los tomo prestados un ratito cortito para escribir tonterías. Los personajes no han sufrido daño, trauma o lesión durante la realización de este relato y han sido devueltos a su respectivo propietario una vez finalizado el relato.

Segunda parte de Uno mas en el equipo, continuando la historia donde se había quedado. Las parejas se enfrentan a la maravillosa experiencia de ser padres. Unos bien, otros no tanto... pero la vida sigue y avanza sin esperar a nadie.

KagaKuro, MidoTaka, AoKise, Mura Aka... y alguna sopresa …

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Uno mas en la cancha.

Capítulo 01: Padres.

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Suelta la mochila en la entrada, y la camiseta sale por su cabeza para acabar en el suelo. Una zapatilla, la otra, un calcetín.

No mira donde caen las prendas, está demasiado cansado para que le importe.

Hoy ha grabado a ese grupito jugando. Lleva mirándoles casi un mes, y ha jugado con ellos unas cuantas veces, pero algo en su juego se le escapa, no sabe que, y eso le cabrea.

Está concentrado en la pantalla del portátil. Daiki es un jugador instintivo, nunca ha tenido que crear una estrategia para nada, por eso para él, estudiar el juego contrario es nuevo. El video termina y vuelve a ponerlo.

Una y otra vez, sigue sin entender que pasa con esos cinco.

Su móvil suena, haciendo que chasquee la lengua, molesto.

Mira la pantalla después de pausar el vídeo y se sorprende de que sea Midorima quien le llama.

– Lo siento tío, no se a quien llamar. – Su voz suena cansada, derrotada del todo. – A ti se te dan bien los niños.

– Claro, tranquilo. – Daiki se sienta mas cómodamente en el sofá, poniendo el manos libres para hablar con su ex-compañero. – ¿Qué pasa?.

– Es que ... no deja de llorar, ya no sabemos que hacer. – Aomine escucha el llanto de la niña claramente. – Ya la hemos llevado al médico y no tiene nada. Está limpia, acaba de comer... estoy sin ideas tío... hemos probado de todo, y nada funciona.

– Vale, escucha, tranquilizate, lo primero, ¿Ok?. – Daiki le da vueltas, normalmente suele ser algo de lo mas tonto. – La tienes en la cuna, ¿Boca arriba?. – Midorima asiente. – Si le tocas la tripa¿Encoge las piernas?.

– No, sigue llorando como siempre, pero no hace lo que dices.

– Dale la vuelta, ponla boca abajo. – Espera a que su compañero lo haga.

Desde el otro lado del teléfono puede escuchar que el llanto baja de intensidad hasta quedarse en un pequeñísimo gemido lastimero.

– No se lo que has hecho, pero si estuvieras aquí te daba un beso, lo juro. – La afirmación de Midorima le saca una sonrisa sincera.

– Lo mas seguro es que no le guste estar boca arriba, nada mas. – Escuchó a Takao de fondo, preguntando con cierto alivio si se había dormido. – Piensa que no puede decírtelo y la única manera que tiene de comunicarse es llorando, no lo hace para putearos ni nada... ¿Cuánto lleváis sin dormir?.

– No sé... una semana. – Shintarô bosteza sin terminar la frase.

– Intentar dormir cuando lo haga ella, turnaros, para que no estéis los dos agotados, y no la dejes dormir de día, o por la noche no os dejará pegar ojo.

– Gracias tio. – Otro bostezo. – Te debemos una, apúntala para cuando Kise lo suelte.

– De nada. Me alegra haberte ayudado, y dale un beso a tu chico de mi parte.

– A mi chico solo le beso yo. – Escuchó a Aomine soltar una risita traviesa de fondo. – Tu besa al tuyo.

– Vale gruñón, tira a dormir anda.

– Ok, gracias por todo, te llamo.

– De nada, hasta luego.

… Un par de horas después ...

El biberón vacío escurre de sus dedos, golpeando el el suelo en un ruido mudo, la mullida alfombra del cuarto del bebé amortigua la caída, y rueda, unos centímetros hasta detenerse.

Midorima escurre por la mecedora hasta el borde. Takao se ha dormido apoyado en la barandilla de la cuna, medio cuerpo sobre ella.

La niña duerme profundamente, tranquila. La última gota de leche escurre en su moflete hasta perderse en el cuello.

La lámpara infantil llena el cuarto de estrellitas y caballitos regordetes con alas. Una musiquita para los padres del todo irritante acompaña las imágenes, para la pequeña relajante.

Los dos están agotados. Apenas han dormido un par de horas los últimos diez días.

Shintarô acorta la distancia hasta la cuna y toma a Kazunari por la cintura. Bosteza, hasta el límite de su boca, pero consigue que la mamá se levante, haciendo un sobre esfuerzo titánico por mantener los ojos un poco abiertos.

Arrastrando los pies los dos llegan a la cama, a medio metro de la cuna.

Takao cae a peso muerto, boca abajo, sin mirar en que parte del colchón ni la postura.

Midorima cae a su lado, una mano en su espalda, con las gafas puestas y todo.

Se acomoda, tranquilamente, colocando a su esposo para que descanse cómodamente, aunque sea solo un rato..

Por fin, un poco de silencio. Calma, tranquilidad... paz..

El despertador suena... y luego la alarma de un móvil...y del otro teléfono...

Son las siete de la mañana, tienen que levantarse, ducharse, afeitarse. Desayunar, preparar el almuerzo para los dos, y solo con eso ya tienen trabajo de sobra... y mas teniendo en cuenta que han dormido exactamente veintidós segundos.

La nena ni se inmuta por el ruido. Ha pasado la noche entera llorando, a si que pasa el día durmiendo, agotada y tranquila. Haciendo que su abuelita o la persona que acude a cuidar de ella no tenga queja alguna.

Kazunari bosteza frente al espejo del baño. La barba raspa en su cara, y las ojeras marcan sus ojos con un semi círculo oscuro. Se refresca al tiempo que bosteza de nuevo. El timbre de la puerta suena, y escucha los pasos de su esposo acudir a abrir la puerta.

La mujer besa a su hijo, y le acaricia el rostro con la mano abierta.

Puede ver que está agotado, vencido... y Kazunari tampoco es que esté en mejores condiciones.

La abuela va directamente al cuarto del matrimonio, y se asoma a la cuna.

La pequeña, ajena a todo, duerme entre resuellos tranquilos, con sus peluches custodiando su sueño.

Les hace la cama y recoge el biberón del suelo.

– Está bien chicos, a la cama los dos. – agarró a Takao del brazo y le dirigió hasta las frías y limpias sábanas. Después hizo lo mismo con su hijo. – No podéis seguir así. No voy a consentirlo.

Acomodó a la niña en el carrito y llenó la bolsa con todo lo necesario para llevársela y que los chicos pudieran descansar, unas horas; lo necesitaban y se veía de lejos.

– Tenemos clase mamá. – Murmuró Midorima en mitad de un bostezo enorme.

– Hoy no, es sábado. – La mujer soltó una sonrisa al ver que Takao también bostezaba a juego con su hijo. – A dormir, los dos... no me obligéis a llevaros de la oreja...

– Mamá... pero … – Intentó tomar su móvil para ver la predicción del día, pero la mujer, adivinando sus intenciones, le giró y empujó en dirección al cuarto. – El horóscopo de hoy dice que te vayas a dormir, o tu madre te dará una azotaina. Esta niña tiene que aprender a dormir de noche, y vosotros dos tenéis que enseñarle eso. Ya sé que es muy mona y adorable, pero no podéis dejaros ganar por una carita mona. De día se vive, de noche se duerme... y si no podéis con ello, pedir ayuda, no es malo. Y ahora venga, la abuelita se ocupará de todo para que sus torpes padres duerman un poco.

Besó a los dos chicos y cerró la puerta tras ellos, dejando el cuarto a oscuras y en silencio.

Sentó a la niña con cuidado de que no se girara y salió a la calle, para que el sonido de la vida en la ciudad la despertara. En la calle la madre de Kazunari se bajaba del coche, y la saludó.

– Bueno, mañana de chicas. – Las dos se sonrieron. – Vamos de compras.

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Kise entró en su hogar haciendo el menor ruido posible. Siguió el rastro de ropa desde la entrada hasta la habitación donde Daiki dormía, bocabajo, con medio cuerpo fuera de la cama.

Llevaban dos meses en Estados Unidos, y Daiki apenas tenía tiempo ni de comer. Pasaba el día entrenando, con unos, otros, con cualquiera que quisiera jugar, y viendo partidos. Para cuando podía volver a casa, caía inconsciente hasta el día siguiente.

El rubio tampoco es que tuviera tiempo para quejarse.

Había empezado haciendo unos cuantos reportajes fotográficos y entrevistas.

Se dio cuenta a la semana de vivir allí, que se le acercaba mucha gente para preguntarle cosas sobre el embarazo, dietas, cuidados, cremas, ropa, ejercicios, médicos...

Empezó a recopilar información de la gente que conocía, que ya había tenido hijos, hizo un blog para juntar experiencias de todo el mundo y acabó siendo una especie de consultoría gigante donde acudían todos los embarazados del mundo por consejos.

Había establecido una red de experiencias y se habían unido un montón de profesionales, de todas las ramas implicadas. Aparte, Kise había creado una asociación en la que se unían los mejores profesionales para ayudar a aquellos chicos con menos recursos en la misma situación. Una red para ayudarles a encontrar vivienda, médicos, trabajo, ropa... cualquier cosa que les hiciera falta en todo el embarazo podía ser encontrado y resuelto, y había un grupo especializado en el después, con profesionales para las dudas que toda mamá primeriza puede tener, reuniones entre mamás antiguas para ayudar, profesores, pediatras...

Kise consiguió el patrocinio de grandes marcas y donaciones, de ropa, comida, material médico... Su idea era una criatura gigante llena de gente con buenas intenciones a la que agradecer... y su implicación en la causa era total.

Dibujó una sonrisita traviesa al mirar con hambre el cuerpo dormido de su novio.

Sabía que estaba cansado, nadie en su sano juicio podía aguantar ese ritmo sin caer rendido como Aomine lo hacía.

Se desvistió para ponerse algo mas cómodo para estar en casa y le subió las piernas al colchón, para que durmiera mas cómodamente.

En el comedor su portátil encendido, parado en un video de un partido callejero.

El contador de reproducciones le decía que lo había visto mas de cien veces, lo que seguro era importante para Daiki.

Kise pulso la reproducción y visionó el partidillo entero.

No parecía nada del otro mundo, la verdad.

Sintió la presencia del otro chico a su espalda, y su barbilla acomodándose con lentitud en la curva de su hombro.

– ¿Te he despertado?. – Aomine no respondió, en su lugar deslizó sus labios por la fina piel del cuello de su chico, acomodándose tras él de rodillas en el sofá.

– Si, pero no me importa. – Sus manos acariciaron por debajo de la camiseta las costillas y el hueso de la cadera en un roce sensual. – ¿Qué tal tu día?... Te he echado de menos... a los dos. – Sus dedos rebasaron la cinturilla del pantalón para vagar por el vientre y el límite del vello electrizante del rubio modelo.

– ¿Qué intentas descubrir?. – Señala el portátil intrigado.

– Estos tíos, que no entiendo como lo hacen. – Busca el momento justo y le muestra la jugada, en la que la pelota desparece por un costado de forma extraña, y los jugadores no parecen sorprendidos.

Kise se acomoda frente a la pantalla y mira con atención la jugada. Sus ojos no necesitan un segundo visionado para entender que ocurre.

Aomine, a su espalda, le abraza con ternura, viendo al mismo tiempo la jugada que ha visto cientos de veces a solas, y a él le parece siempre igual.

– ¿Quiéres que te lo diga o prefieres descubrirlo tu solo?. – Kise no quiere chulear, y tampoco quiere que Aomine se sienta mal.

– Amo tus ojos, tan especiales y hermosos... sabía que tu lo verías, por favor, dime como demonios lo hacen, te pagaré lo que haga falta... – Meloso, le acarició para sacarle la respuesta.

– Quiero un beso, y te lo digo. – Se giró, en el sitio, para quedar cara a cara.

Aomine se fue hacia atrás, acomodando al rubio sobre su pecho, tumbados en el sofá.

Tomó su rostro con las dos manos, besándole con calma, deleitándose en su suaves labios, en el aroma de su piel, tan embriagadora y adictiva.

– No me lo digas. – Deslizó las manos por sus costillas, para quitarle la camiseta al rubio y poder notar así su piel contra su pecho desnudo. – Ahora tengo otra cosa en mente... mas interesante que el basket...

– Mmm... ¿Qué será?. – Divertido se dejó hacer...

Luego se lo contaría, ahora tenía algo mucho mas importante que hacer... Disfrutar de su novio, al que había extrañado todo el día.

O-o-o-o-o-o-o

Aún hay personas en la cancha y sus alrededores. Los espectadores no se han ido, remolonean comentando las jugadas mas impresionantes y discrepan sobre temas sin valor alguno.

En el vestuario que ha utilizado el equipo del Seirin para el último partido de la liga, no queda ningún jugador, al menos a la vista.

La estancia permanece a oscuras, con alguno de los grifos goteando tras las duchas de los jugadores.

En el último receptáculo de duchas, Kagami sostiene a Kuroko contra la pared de baldosas. Sus grandes manos aferradas con dulzura al suave trasero, apretándole contra su cuerpo con cariño. Sus labios se rozan, acallando gemidos que luchan por salir de ellos, en los labios contrarios.

Calor, asfixiante, insoportable, les envuelve, por todas partes, sin poder evitarlo... sin querer evitarlo buscan de ese calor, de esa sensación de fuego por toda la piel.

Los dedos de Tetsuya se deslizan por su nuca, por el cabello que nace mas corto en esa zona, por el negro azabache que hay bajo el rojo fuego. Sigue el tacto por su nuca, la clavícula y el hombro, sobre la camiseta del uniforme.

Diez y Once enfrentados, rozándose en mitad de los besos, en las caricias nerviosas, y al mismo tiempo calmadas, dulces.

No pueden levantar la voz, aunque son conscientes de estar solos, pero el peligro a ser descubiertos está ahí, latente... y eso hace que el encuentro sea mucho mas excitante y placentero.

Sus caderas luchan contra las contrarias, el roce de los dos pantalones hace un ruido que se escucha sobre el sonido de sus respiraciones, de sus caricias, de la gota furtiva que resuena en la ducha de al lado, del murmullo de la gente que aún queda en las gradas y parte de la cancha.

Lo había prometido, darle un hermano a Kou en cuanto acabara la liga, aunque no se le pasó por la cabeza que sería inmediatamente después del pitido final.

Kuroko soltó una risita en mitad de un gemido. Su mente no daba para mas que para albergar en sus dedos el tacto de la piel contraria. Su esposo empezaba a acariciar de un modo errático por su trasero y sus muslos.

Estaba claro que el pelirrojo era el único de los dos que aún guardaba un poco de cordura entre los pensamientos lascivos que movían el resto de su cuerpo.

Había ideado un escenario mejor y mas romántico para concebir a su nuevo hijo que un polvo furtivo en las duchas de la cancha, con el peligro de ser sorprendidos en plena faena... aunque eso lo hiciera mucho mas excitante que un encuentro romántico, planificado hasta el último detalle.

Kuroko bajó la mano para tirar del borde de la camiseta de su esposo sin bajar de sus caderas, donde se mantenía suspendido gracias a la pared tras su espalda y las manos de Kagami en su trasero.

El tacto caliente de su piel, sudada por el partido reciente, la dureza de sus músculos, en tensión, era una dulce tortura.

Codicioso atrapó sus golosos labios, en un beso caliente. Si iban a hacerlo tenía que ser ya.

Kuroko bajó la mano que tironeaba del borde de la camiseta de su esposo un poco mas allá del límite de la goma del pantalón. Acariciando con cariño el bulto bajo la tela, el mismo que rozaba su trasero desde hacía un largo rato.

– T-taiga. – Susurró su nombre, en un tenue gemido, enredado en la suavidad de sus labios hinchados de besos.

Las grandes manos del pelirrojo siguieron masajeando con erótico tacto el trasero de su pequeño esposo, hasta que las manos de Kuroko, abrazadas con fuerza a su cuello, le anunciaron el tan ansiado final.

Se derramó dentro del pantalón del uniforme, y la ropa interior, apenas removida lo justo para hundir las manos bajo ella un par de veces durante las caricias previas.

Kagami sabía que ese era el momento idóneo para preparar a Kuroko para alojarle. Descolgó al peliceleste y le giró con cariño, para dejarle de cara a la pared. Se arrodilló a su espalda, descubriendo la pálida carne, sonrosada por las caricias recibidas y se internó con todo lo que tenía a su alcance. Sus dedos acariciaron con sumo cuidado, sus dientes mordieron con cariño, su lengua empapó en saliva todo lo necesario para evitarle a su esposo cualquier sufrimiento innecesario.

Cuando se alzó a su espalda, Kuroko descargaba a ráfagas por segunda vez el resultado de su deseo contenido.

Entró despacio, muy muy despacio, midiendo cada gemido, gesto, contracción con cautela, dispuesto a dar por terminado el encuentro si algo no le parecía bien.

No le gustaba hacerlo así, amaba ver el rostro de Kuroko cuando hacían el amor, poder besarle, acariciar su cara... pero las voces en el pasillo fuera del vestuario les indicaron que si iban a hacerlo, era el momento idóneo para darse prisa.

Embistió, con fuerza, pero siendo suave, llegó hasta el límite de sus caderas. Kuroko se tapó la boca con las dos manos, moviendo las caderas lujurioso para indicarle que siguiera, la velocidad que debía usar, y la profundidad a la que debía entrar.

La comunicación no verbal era una de sus especialidades, y no hizo falta ni una sola palabra.

Sus dedos, enredados en el vientre de Kuroko se movían con él, una y mil veces, hasta hacerles ver las estrellas tras los párpados cerrados.

Kagami le giró inmediatamente después de terminar, abrazándole con fuerza contra él, vistiéndole, pidiéndole mudamente que se diera prisa... esto solo era un pequeño aperitivo para lo que tenía en mente.

Pensaba hacerle el amor una vez mas, esa misma noche...

Y Kuroko estaba mas que complacido de que fuera así.

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Wiiii Holaaaaaaa againnnn

Retomamos la historia donde quedó la anterior... pero con mas cosas, intrigas, nuevas parejas ( si si, nuevas jajaja) y alguna duda que quedó sin resolver.

Gracias por leer y espero que os guste la continuación.

Besitos y mordiskitos

Shiga san