DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

Espero que lo disfruten.


Cómo recuperar algo que se creía perdido

...

Capítulo 20: Deponiendo las armas

...

La kunoichi apuñó la gasa con la que antes había aseado la herida de Sasuke y se secó las lágrimas con la mano libre. Sin embargo, otras tomaron su lugar enseguida, de modo que no sirvió de nada. Aspiró una bocanada de aire y, esta vez sin ningún decoro, lloró.

Sasuke Uchiha la observó por el rabillo del ojo al tiempo que internamente renegaba de esa habilidad natural que tenía para lastimarla. Sabía que él no era bueno para ella. Estaba al tanto de todos los aspectos nocivos de su amor, pero, ni aún así, se sentía capaz de renunciar a Sakura. No podía hacerlo. Ella seguía siendo lo único que le quedaba. Sin ella no tendría más razones para seguir adelante, para querer rehacer su vida.

―Sakura ―murmuró, alelado, muerto de pavor―. Me gustaría tanto tener las palabras correctas para pedirte perdón por todo el daño que te he hecho.

La pelirrosa se convulsionó en su sitio durante un rato. Gimoteó sonoramente antes de decir:

―No es necesario; yo te perdoné hace mucho, Sasuke. Lo que aún no logro es confiar en ti.

―Haces bien en no hacerlo ―la respaldó, sin mostrarse sorprendido por sus palabras―. Los Uchiha no somos de fiar.

Sakura río algo consternada.

―Sería genial que por un momento te olvidaras de tu apellido… ―Se deshizo de la gaza sucia para tomar una nueva. Sasuke se acercó a su señal y volvió a sentarse en la camilla―. Que dejaras atrás todo ese reconcomio y altivez que conlleva el ser un Uchiha; que volvieras a ser tú: llanamente, Sasuke.

―Es curioso que digas eso.

―Sé que es una estupidez, pero…

Sasuke sostuvo sus manos y le levantó el mentón para que lo mirara. Ambos trepidaron por el roce.

―No, no lo es. De hecho, solo contigo me he sentido así, Sakura. Tal vez tuvimos el noviazgo más corto de la historia, pero tenemos una relación de años.

―No es una relación cuando el amor es unilateral ―apostilló ella con melancolía.

―No es unilateral cuando la otra persona calla lo que siente ―rebatió, dispuesto a dar la pelea.

Sakura palideció, rendida.

¿Por qué Sasuke sabía qué y cómo decir las cosas para dejarla a su merced? ¡No era justo! Nunca abría la boca, pero cuando se dignaba a hacerlo todo lo que decía tenía un poder supremo sobre ella.

―¿Vas a irte, Sakura? ―preguntó sin poder esconder más su preocupación ―. ¿Volverás a Suna?

―No lo sé ―admitió la mujer; era la primera vez que pensaba en ello.

Sasuke la miró, intentando descifrarla. Apenas caía en la cuenta, pero a leguas se notaba que Sakura había cambiado mucho en este año; sin embargo, lo que llamó más su atención era esa mirada: vacía y lúgubre, como solía ser la de él.

―No lo hagas ―dijo con una inflexión queda; demasiado parecida a una súplica―. No te vayas por mi culpa. Te juro que dejaré de comportarme como un idiota.

Sakura enarcó una ceja con suspicacia, retomando sus quehaceres.

―¿En serio? ―Su voz denotaba la incredulidad de su rostro―. Es algo difícil de creer si tomamos en cuenta todo lo que has hecho.

Ella ensartó la aguja y se quedó mirando el pecho desnudo de Sasuke. Enseguida empezó con las primeras puntadas. El pelinegro arrugó el rictus cuando la aguja entró en contacto con la piel herida; quedándose quieto, replicó:

―Ya se me pasará. Solo prométeme que no te irás con Gaara. La sola idea me vuelve loco.

Otra vez, Sakura se detuvo. Lo miró a la cara y enojada, escupió:

―¿Sabes que pienso a veces? ―En su tono se percibía el conflicto por cual emoción debía predominar: dolor o rabia―. Que tú no me amas, Sasuke. Tú solo no soportas la idea de que yo pueda amar a otro.

―¿Y lo amas? ¿Amas a Gaara?

―Créeme que nada me daría más gusto.

―Esa no es una respuesta.

―Pues es la única que tendrás. ―Diciendo esto se volteó en busca de la salida del cubículo―. Creo que lo mejor es que otra persona te atienda.

―No te vayas ―pidió, interceptándola por el brazo―. Ya deja de huir de mí.

―No me dejas alternativa ―dijo con la mirada llorosa, casi desfalleciendo.

―¿Qué fue lo que te pasó? ―inquirió de pronto; guiado solo por la intuición―. Dices que ya me perdonaste, pero tienes la mirada triste, como si algo horrible te hubiese pasado.

Sakura se limpió las lágrimas con rudeza.

―Estás desvariando.

―Tengo experiencia en acontecimientos horribles, ¿Lo recuerdas? ―La tomó del rostro y empezó a acariciarle las mejillas con las yemas de sus dedos; como acostumbraba a hacerlo antes―. ¿Qué te pasó, Sakura?

―No hagas eso ―rogó ella al tiempo que su delgada fisonomía se contorsionaba, intentando contener un sollozo.

―¿Qué cosa?

―Preguntarme. Porque eso significa que tendré que pensar en ello; si recuerdo lo que pasó voy a llorar, y temo que si empiezo, no podré detenerme.

―¿Qué pasó? ―interrogó, molesto, confundido, aterrado.

―Lo perdí, Sasuke ―musitó en susurro doloroso―. Te juro que yo no quería, pero pasó. No logré mantenerlo con vida.

―¿De qué rayos estás hablando, Sakura?

―De nuestro hijo ―confesó, liberándose.

Sasuke enmudeció.

Su cerebro trató de asimilar las palabras de Sakura, pero seguía sin estar seguro de haber captado correctamente el mensaje. Cuando buscó la confirmación en su expresión, la encontró hecha un mar de lágrimas. No necesitó más que eso para entender que, efectivamente, ella se había marchado de Konoha embarazada, pero que por alguna razón no había podido tenerlo.

―Nuestro hijo ―repitió él al tiempo que algo en su interior parecía romperse―. ¿Se murió?

Entre sollozos, Sakura atinó a asentir.

―Lo lamento tanto.

―No fue tu culpa, Sakura. ―El dolor de ella lo impacientó, porque era un peso agregado al suyo propio. Obedeciendo un impulso irrefrenable, la abrazó tan fuerte como pudo―. No fue tu culpa.

Otra vez imperó el silencio.

Cobijada en su pecho, Sakura se desahogó. Purgó parte de su pena mientras el corazón le latía con fuerza, como un eco del dolor de sus recuerdos. La única persona que sabía lo que le había pasado era Ino; gracias a ella, la pelirrosa no sucumbió a la desolación de su pérdida. Sin embargo, siempre temió lo que pasaría el día que Sasuke lo supiera. En el fondo, pensó que él la haría responsable de todo y esa era una carga que no podría soportar.

―Si alguien tiene la culpa soy yo.

―¿Por qué dices eso?

―Piénsalo ―salmodió, intentado impregnar de lógica sus deducciones―. Soy yo el que ha matado a mansalva y herido a tantas personas como le ha sido posible; tú entre ellas. Soy una mala persona ―lucubró.

―No vuelvas a decir una cosa como esa. Tú no eres una mala persona, Sasuke. Solo eres alguien a quien la vida lo ha tratado mal.

Sasuke se encogió de hombros y volvió a quedarse en silencio. Mientras tanto se le hizo imposible no pensar en todo por lo que Sakura había tenido que pasar sola. Le remordió la conciencia al rememorar que si ella se había marchado de la aldea era porque necesitaba alejarse de él. Exhaló con aspereza a la par que la cabeza se le anegaba de dudas: quería saber cómo había pasado, pero era obvio, dado el estado de la mujer, que esa todavía era una herida abierta. Este no era el momento para hablar de eso; tal vez nunca lo sería.

―Quiero saber por qué…

―No puedo… ―dijo ella, todavía entre hipos―. No vamos a tener esa conversación ahora.

Era muy poco lo que podía decir en relación a eso, pero cuando por fin se dispuso a hablar, una tercera persona los interrumpió:

―¡Sakura! ―exclamó Shizune, entrando al cubículo―. ¡Por fin te encuentro! ¡Sai ha despertado! ¿Sasuke? ―inquirió al advertir la presencia del muchacho―. ¿Qué haces aquí?

Sakura sacudió la cabeza para luego emitir un suspiro de auténtica congoja.

―Se lastimó en el entrenamiento ―informó ella cuando entendió que Sasuke no respondería―. ¿Podrías atenderlo mientras voy a ver a Sai?

―¡Pero tú y yo tenemos qué hablar! ―protestó Sasuke, irguiéndose sobre sus hombros.

Shizune le impidió ir tras Sakura.

―Todo a su tiempo ―ofertó la pelinegra.

Las pisadas de Sakura se esfumaron con el bisbiseo del viento que entró, vehemente, por la ventana.

...

―¡Sakura! ―llamó el rubio en el momento que la vio salir con andar resuelto de la Emergencias―. ¿Hablaste con Sasuke?

―¡Esta me la pagas, Naruto! ―amenazó con voz ronca y ojos que despedían coraje mientras empuñaba la mano derecha.

El muchacho efectuó una mueca de inocencia; ella bufó en respuesta y optó por seguir su camino, pero Naruto la hostigó.

―Tratar de que ustedes se arreglen es realmente estresante.

―Entonces deja de intentarlo ―rugió, desdeñando su queja al tiempo que subía el primer tramo de escaleras.

―No puedo ―resopló, apurado―. Ustedes son mis mejores amigos, pero a Sasuke hay que sacarle las palabras con tortura y tú; Sakura eres tan testaruda que no te das cuenta que todo lo que él hizo fue por ti.

―No me salgas con eso ahora.

―Fue tonto que intentara hacer como si nada hubiera pasado, pero estaba asustado. Me consta que quiso decírtelo; solo que no quería herirte.

Sakura se detuvo en unos de los rellanos y se volvió para gritarle:

―¡Dije que no quería hablar de eso!

―¿No te das cuenta que estaba dispuesto a que lo mataran para que no tuvieras que lidiar con la culpa de lo que pasó?

―Tú y yo sabemos que no lo hizo por eso. ―Agudizó la voz para ver si lograba que la entendiera―. Él no quería que yo recordara que había intentado matarme.

―Él no quería que dejaras de amarlo ―la corrigió Naruto―. Lo que burdamente traducido, significa que prefería morir antes que renunciar a ti.

Sakura lo miró en silencio.

Esa teoría que acababa de exponer Naruto era la misma que, secretamente, ella había decidido creer. La esperanza de que así hubiesen sucedido las cosas, era lo único que la mantuvo en pie luego de haberlo perdido todo. Sin embargo, si quería seguir preciándose de ser una persona cuerda, no podía continuar teniendo conversaciones de ese tipo y en esas circunstancias.

―Naruto, estoy consciente de tus buenas intenciones, pero Sai acaba de despertar y debo ir a ver como está.

―¡Reaccionó! ―celebró el rubio―. ¡Vayamos a verlo!

Consciente de que no podría deshacerse de él, Sakura reanudó el ascenso con un parlanchín Naruto a sus espaldas. Cuando entraron a la habitación, Sai estaba recostado en la cama reclinada.

―¡Hola! ―sonrió el ANBU, achicando los ojos―. ¿Dónde está Ino?

―También me da gusto verte ―querelló Naruto; cual niño melindroso―. ¿Ni siquiera piensas saludar a Sakura-chan? Ella solo regresó por ti.

―¿Sakura? ―Sai abrió los ojos como platos―. Pensé que había imaginado que la enfermera tenía el pelo rosa.

―¡Qué alegría que ya estés mejor? ―dijo ella, tomando la carpeta de metal que descansaba al pie de la cama―. ¿Todavía te sientes mareado?

―Un poco. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? ¿Ya te casaste?

Naruto negó con la cabeza.

―Apenas cuatro días ―contabilizó Sakura, medio confundida―. ¿Espera? ¿Vas a casarte?

Sai habló de nuevo:

―Pensabas pedir la mano de Hinata el día del ataque, ¿no es así?

La cabeza de Naruto se movió para asentir.

―¿Por qué no me lo habías dicho?

―No surgió el momento―replicó al mismo tiempo que se acercaba a Sai para esculcarlo―. Además, lo he aplazado hasta que terminen las ceremonias póstumas de Asuma-sensei.

―¡Auch! ―se quejó el pelinegro cuando Naruto le lastimó la herida.

―¡Naruto! ―lo increpó Sakura―. ¿Qué carajos crees que haces?

―Quería cerciorarme de que aún tuviera corazón. Por cierto, ¿dónde está la encimosa de Ino? Tenía entendido que no se despegaba de ti.

Sakura le dio una colleja a Naruto y lo quitó de en medio para tomar su lugar al lado del convaleciente.

―¡Sakura-chan! ―lloriqueó, sobándose la nuca―. ¿Por qué me pegas?

Ella desatendió las quejas del rubio y procedió a dar las buenas nuevas a Sai:

―Hemos restablecido por completo tu red de chakra y gracias a Kami no hay daños permanentes en la caja torácica. El dolor en el pecho desaparecerá con los días; así que no te angusties. Lo que si no pudimos salvar fue tu sentido del humor. ―Esto último lo agregó con una sonrisa astuta, intentando distraerlo.

Sai no picó.

―Fueron tras ellos ¿verdad?

Ella asintió, cariacontecida.

―Se marcharon anoche.

―Deben ir a ayudarlos. Esos ninjas son muy peligrosos.

―¿Qué ocurre? ―Demandó saber Naruto, que como siempre estaba en el limbo.

―¡Prométanme que irán a ayudarlos!

―Tranquilízate ―pidió Sakura―. Lo haremos.

―Claro que sí ―la respaldó Naruto, que pese a no tener idea de que hablaban, jamás ha podido declinar un llamado de auxilio.

...

Sasuke cerró los ojos, abrumado, cuando avizoró a Suigetsu Hōzuki en el sendero. Venían de la misión de apoyo al Equipo Diez, que tuvo un desenlace exitoso: Naruto, haciendo uso de su mejorada técnica había logrado vencer a uno de los integrantes de Akatsuki, mientras que el Nara, valiéndose de su ingenio hizo lo propio con el otro. Sin embargo, Kakashi había decidido, en uno de sus arranques de genialidad, que sería bueno para ellos tomar el camino largo de regreso a Konoha. Se suponía que la idea de su sensei estaba lastrada de buena intención, pero, dado que Sakura no parecía muy proclive a hablar con él, este fulano viaje estaba resultando una verdadera molestia. Sus predicciones se cumplieron cuando al cabo de unas horas de camino se toparon con el susodicho.

―¿Qué hace él aquí? ―preguntó Sakura, aterrada. Cuando recuperó sus memorias, pudo recordar sin ningún problema que ese hombre de sonrisa afilada había intentado degollarla.

―Él está al servicio de Konoha ―le explicó Naruto, farfullando―. Fue encontrado inocente de los cargos de espionaje y conspiración; desde entonces trabaja para la aldea en misiones de infiltración.

―Hola ―saludó Suigetsu, bosquejando una mueca ladina, en el momento que se cruzaron en la vía―. No esperé encontrarte por aquí con tu antiguo equipo, Sasuke.

Sakura se tensó ante la familiaridad de su tono. Sasuke, en cambio, no hizo ni dijo nada.

―No me digas que viniste a visitar la tumba de Karin ―comentó, saltando del rostro del pelinegro al de Sakura.

Esta vez, Sasuke negó con la cabeza.

―Regresamos de una misión ―aclaró Kakashi, procurando que Suigetsu dejara de ver a Sakura.

―Ese chico no me gusta ―dijo Naruto entre dientes, dirigiéndose a la pelirrosa.

―Créeme que a mí tampoco. ―Se mostró de acuerdo ella al percatarse de cómo el referido tenía la vista fija en ella al tiempo que acariciaba su gran espada―. Es aterrador.

―Hiciste un buen trabajo con su nicho ―prosiguió el Hōzuki, olvidándose por un rato de la kunoichi de ojos verdes―. Pero no le vendría mal que llevaras flores de vez en cuando.

Sasuke arrugó la nariz y el ninja pez supo que la conversación había terminado.

―Bueno, tengo una misión que cumplir; así que los dejo. ―Empezó a caminar y no pudo evitar volver a ver a Sakura―. Ah, y Sasuke, las orquídeas eran sus favoritas.

―Gracias por la información ―replicó, sarcástico.

Enseguida, todos retomaron la marcha. No obstante, algo de lo dicho por Suigetsu había despertado curiosidad en Sakura. Si no hubiese pasado todo el trayecto evitando hablar con Sasuke, se lo preguntaría ahora mismo. Para su buena suerte, algo en su mente hizo conexión cuando el paraje empezó a resultarle familiar. No todo seguía igual, pero ella casi podía jurar que ya había estado ahí. Sakura se detuvo frente a un hito que indicaba los límites del territorio y observó con suprema concentración la senda que se iniciaba en el poste de piedra.

―¡Sakura! ―gritaron los tres hombres al unísono cuando la kunoichi echó a correr siguiendo el rumbo de la trocha.

Sasuke fue el primero en alcanzarla. La encontró ensimismada, viendo un monumento adoquinado como si se le fuera la vida en ello. Sakura pasó la mano trémula sobre las orquídeas frescas y después sus dedos recorrieron la inscripción de la lápida: Karin Uzumaki.

―¿Tú lo hiciste? ―preguntó con la mirada mojada mientras admiraba la obra de Sasuke.

Lo vio encogerse de hombros por el rabillo del ojo.

―¿Por qué nunca me lo contaste?

―Porque no era de tu incumbencia ―replicó, cortante.

―Ese es tu problema: no dejas que la gente vea lo bueno en ti.

El Uchiha no respondió, así que ella insistió:

―¿Por qué lo haces, Sasuke?

―Porque cuando se ve lo bueno, es lo que esperan de ti y yo no planeo cumplir las expectativas de nadie.

―Eso está más que claro ―coincidió ella, consternada por su actitud―. Pero no te haría mal un poco de buena fama.

―No la necesito ―siseó―. Después de todo, vivo en un lugar donde hay más de mil shinobis entrenados para matarme.

Sakura se estremeció por la frialdad de sus palabras.

...

―No tienes que estar nerviosa ―dijo Ino con una sonrisa que espantó a Hinata―. Te dejaré tan hermosa que Naruto querrá casarse hoy mismo contigo.

―Ni se te ocurra ponerle eso ―intervino Sakura, arrebatándole el vestido fucsia que Ino pretendía que usara―. ¿Quieres que Hiashi Hyuga te acuse de proxeneta?

La rubia arqueó una ceja, rozando la frustración. Se sentó sobre la cama y echó una mirada distraída a la habitación de la heredera Hyuga: la decoración era frugal, pero exquisita.

―Se verá hermosa.

―Creo que mejor visto el azur ―dijo Hinata, saliendo del baño, demasiado ruborizada como para soportar otro cambio de look―. Fue un regalo de mi primo.

―Que de seguro escogió Tenten ―añadió Ino a manera de protesta mientras se cruzaba de brazos―; y los dos tienen mal gusto.

―A mí me parece lindo.

―Lo dicho. ―Ino se levantó y se delineó los labios en un tono que combinaba con su kimono rojo. Vio su reflejo en el espejo de la cómoda y asintió, complacida―. Nadie en esta aldea está en boga.

Hinata volvió a enrojecer cuando Tenten entró a su recámara.

―¿Lista? Ya casi están todos en el salón.

―Aún no decide que ponerse ―explicó Sakura al tiempo que se abrochaba los aretes de brillantes―. ¿Naruto ya llegó?

―Sí ―le confirmó Tenten―. También Sasuke.

Sakura se alisó el vestido lila; empezó a transpirar.

―Dudo que lo puedas seguir evadiendo. ―Ino se acercó al baño para ayudar a Hinata con su atuendo―. Han pasado casi dos semanas desde que volviste y ya no hay un lugar en Konoha en el que te puedas esconder.

―¡Yo no me estoy escondiendo!

―Qué bueno ―respondió Tenten con aire confidencial―. Porque ya preguntó por ti.

Sakura se limpió con un pañuelo el sudor que empezaba a resbalarle por el escote a la par que sentía como si las piernas le fallaran.

...

El salón estaba iluminado por dos grandes candelabros que guindaban del techo, confiriéndole a la estancia un aire desusado, pero esotérico. Las celosías estaban abiertas por lo que la brisa nocturna se colaba, meneando las cortinas al tiempo que hacía sonar los móviles de bambú que estaban izados en todas las esquinas de los ventanales. Los pocos invitados al compromiso se movían sigilosos, casi flotando, por el viejo piso de caoba mientras murmuraban, acongojados, sobre los sucesos de los últimos días y trataban de aventurar, sin ningún éxito, el destino que les aguardaba. Apostado en un rincón, ajeno a todo eso, estaba Sasuke Uchiha, empinado de su tercer vaso de licor.

―Se está tardando mucho, ¿no te parece? ―comentó Naruto, juntando las manos en un gesto de puro desasosiego―. ¿Crees que haya cambiado de opinión?

Sasuke achicó los ojos, pero en aras de evitarse los interrogatorios absurdos de Naruto, prefirió contestarle:

―Desde que tengo uso de razón, Hinata ha estado enamorada de ti, así que…

―Eso no asegura nada ―contradijo Shikamaru con desidia, apareciendo de pronto―. Ellas pueden amar en demasía y al minuto siguiente no parecer interesadas. Las mujeres son así de… ―Miró a Temari que estaba hablando con unos señores distinguidos de la aldea y completó―; complicadas.

Sintiéndose aludido, Sasuke lo fulminó con la mirada. Naruto, en cambio, abrió la boca con preocupación para inquirir:

―¿Dices que puede que se haya arrepentido?

―No. ―El Nara desenfundó las manos de sus bolsillos y prendió un cigarrillo con el encendedor que heredó de su maestro. Luego de darle un par de caladas, dijo―. Ella está enamorada de ti.

Sasuke supo, entonces, que toda esa perorata de Shikamaru no era más que una forma de regodearse con su mala suerte. Sakura no había querido darle la cara. Hace varios días que la buscaba para hablar con ella, pero la kunoichi, al parecer, había perfeccionado en Suna su técnica de evaporación, porque era sencillamente imposible dar con su paradero. La paciencia de Sasuke, sin embargo, estaba al tope; así que había resuelto que ese juego del gato y el ratón se acababa hoy. Ella tendría que explicarle cómo había sucedido todo y, lo más importante, tendría que decirle si todavía existía una esperanza para ellos; si podrían rescatar lo que, por sus erráticas gestiones, perdieron.

―Allí está ―sonrió Naruto con regocijo cuando Hinata hizo acto de presencia en el salón, escoltada por, el siempre elegante, Neji Hyuga―. Se ve hermosa.

―Sí ―musitó el pelinegro al percatarse de que Sakura venía tras ella.

Al instante siguiente, Hiashi Hyuga moduló un carraspeo y luego de exponer otra serie de ordenanzas más estrictas que las que rigieron su noviazgo, le concedió a Naruto la mano de su primogénita. El chirrido de las copas retumbó en el paraninfo cuando chocaron entre sí en un brindis emotivo.

La velada continuó con su toque ameno después de que Sasuke asiera a Sakura de la muñeca y tirara de ella hasta sacarla del salón. El entarimado del pasillo rugió feroz bajo sus pies.

―No voy a irme a ningún lado ―se quejó Sakura, soltándose del pelinegro y terminando de bajar las cortas escaleras.

―Permíteme dudarlo. ―Fue la cortante réplica de Sasuke―. Te has vuelto demasiado escurridiza.

―Ya estoy aquí, bueno.

Sasuke miró a ambos lados del patio para asegurarse de que no tenían compañía.

―No quiero comportarme como un loco, Sakura, pero no puedes decirme algo como eso y pretender que siga con mi vida como si nada.

―¿Qué se supone que debo hacer?

―Hablar conmigo; explicarme cómo sucedió; por qué sucedió.

Ella agachó la mirada.

―Del por qué, no tengo ni idea ―musitó, contrita―; y el cómo, sigue siendo muy...

―No quiero causarte más sufrimiento ―le aclaró él cuando ella se detuvo; su voz sonó neutra―. Solo quiero entender lo qué pasó.

Sakura alzó el rostro y pudo ver en el de Sasuke el mismo luto que desde hace mucho imperaba en el suyo. Ella había tenido dos razones de peso para no querer que él se enterara de todo: la primera estaba gobernada por el miedo; la segunda por el amor. Ella habría dado cualquier cosa por ahorrarle la pena de otra pérdida. El que Sasuke se enterará que encima de todas sus desgracias, su anhelo de ser padre había sido truncado, le parecía una rudeza innecesaria. Después de todo, solo ella conocía sus flaquezas; su temor a perder, siempre había sido su punto débil.

―No creo que sea algo que pueda explicarse. Son cosas que solo pasan.

Ambos se quedaron en silencio, eludiendo cualquier contacto visual. La afonía de la noche solo se veía interrumpida por el eco sereno del agua, que provenía de la fuente, al caer; y por el intempestivo cantar de los grillos.

―¿Por qué no regresaste cuando sucedió? ¿Por qué no me buscaste?

―Porque trataba de seguir con mi vida… ―Se frotó los brazos en busca de calor―; y a ti no puedo mentirte tan bien como a mí.

―¿Mentirme? ―En esta oportunidad sí buscó su mirada―. ¿Sobre qué habrías de mentirme?

―Sobre lo que siento ―vaciló.

Sasuke sintió como su corazón emprendía el galope. Quería saberlo; por supuesto que se moría por salir de la duda, pero a veces la incertidumbre brinda esperanzas que las convicciones tienden aniquilar en un santiamén. Ahí radicaba su predicamento; sin embargo…

―¿Lo dices porque aún sientes algo por mí?

Sakura movió la cabeza para negar.

Algo no; lo siento todo por ti. ―Rindiéndose a sus sentimientos, apostilló―. Podría hasta jurar que estoy condenada a amarte.

Esas simples palabras fungieron de paliativo instantáneo para toda su amargura. Era como si el tiempo, que se detuvo el día que Sakura se marchó, acabara de reanudar su ritmo; como si el aire ya dejara de escocerle la garganta con cada exhalación; como si su existencia cobrara un nuevo significado.

¡Así debía sentirse estar vivo!

―Eso es genial ―pronunció con evidente entusiasmo―. Porque yo no planeaba amanecer un día más sin ti.

Sakura se atolondró cuando las manos de Sasuke volaron a sus caderas, atrayéndola hacía él.

―Sa-ku-ra ―bisbisó él con esa forma tan particular de arrastrar la lengua cuando pronunciaba su nombre―. ¿Me dejas besarte?

La respuesta de la mujer, fue unir sus labios en un intenso y apasionado beso.

...

Los rumores se habían esparcido como la pólvora.

La Cuarta Guerra Mundial Shinobi era un hecho.

Tsunade carraspeó antes de dar el anuncio y Sakura supo por su semblante que esta guerra, como ninguna, auguraba nada bueno. Solo muerte y dolor: más cosas que lamentar.

Los escuadrones ya estaban decididos; no trabajaría con Sasuke ni con Naruto. Se separarían otra vez. Kakashi y Sai tampoco estarían cerca: sus nuevos compañeros eran prácticamente desconocidos, pero gracias al entrenamiento estándar, sabía que podría trabajar con ellos.

Naruto le sonrió al despedirse. Enseguida abrazó a Hinata para susurrarle algo al oído.

―Sakura ―la llamó la voz de Sasuke, tomándola de la mano―. Todo saldrá bien.

Asintió. Ella sabía que no existía felicidad posible sin su respectiva carga de dolor para compensarla. Este era el precio que debía pagar por la dicha brindada; tendría que dejarlo ir con la aterradora probabilidad de que nunca volvería a verlo y no podía llorar por eso. Lo había aprendido a las malas…

―Te amo ―repitió la pelirrosa; tal y como lo había hecho todos los días desde que regresó a su aldea.

―Sabes que yo también ―dijo él, aprisionado con más fuerza su mano―. Cuídate; no quiero... perderte...

El otra vez, quedó implícito.

―Ya debo irme ―le recordó, aspirando profundo para que su voz sonara estable―. Me están esperando.

―¡Sasuke! ―exclamó Kakashi sin emoción―. Te necesito aquí.

Despacio, con una palpable desgana, Sasuke dejó caer los brazos hasta soltarla.

Sakura marchó sin mirar atrás al mismo tiempo que se anudaba sobre la frente la banda con el símbolo de la Alianza Shinobi.

Había aprendido la lección: es imposible recuperar lo que se perdió, porque solo aquello que hemos perdido, es lo que nos pertenece.

*Fin*


Oh, no sé que decir; salvo que tengo el corazón arrugado y estoy muy emocionada... Este fic fue la primera idea que pude materializar como una historia y no saben lo feliz que estoy de verla terminada, aunque eso me cause la peor de las nostalgias. Aquí cometí errores, aprendí cosas nuevas y fui muy feliz con cada comentario que me dejaron. Sinceramente espero que les haya gustado; porque yo, amé escribirla y sobre todo, haber compartido esta experiencia con ustedes.

Antes de despedirme, quisiera darles las gracias infinitas a: andreanicolmv, DULCECITO31, DinamoGirl23, yourdeathangel91, sakusasu.14, Andy-n.n, Carla, sandy hyuga, SR y Crimela, por sus valiosas críticas.

A todos los que agregaron a favs y follow; a los que leyeron y no comentaron... En fin, a los que me soportaron hasta el final... ¡Muchas gracias!

Estaré editando los capítulos viejos para corregir vicios :D

¡Feliz existencia!