¡Hola a todos! Aquí os traigo una nueva historia, la primera de Naruto y de una pareja no muy convencional que digamos: Un GaaSaku. Tendrá retazos de varias parejas, (como puede verse ya en el 1er cap.) pero quedáis avisados de que pienso que será una historia bastante dura, con poco espacio para el humor, así que absténganse de lanzarme piedras por mi posible crueldad XD. Iré más despacio con las actualizaciones ahora que tengo dos historias en curso, pero no podía aguantarme y ésta ya la tenía en mente desde hacía muuuucho tiempo, pero no encontraba el modo de plasmarla. Finalmente, aquí tengo el primer capítulo. Muchas gracias por los reviews que me encantaría recibir, ¡no sean malos! Yo ya lo soy suficiente, muajajaja.

Aviso: la historia se sitúa una bonita mañana de nueva primavera en la que Sasuke nunca se ha ido de Konoha (aish), por lo que los acontecimientos referidos a Akatsuki, Orochimaru y la Cuarta Guerra nunca han tenido lugar.

Disclaimer: Todos los personajes de Naruto y compañía le pertenecen a Masashi Kishimoto-sensei.

Sin más dilación...¡a leer! Un cordial saludo.


La Rosa del Desierto

por Lyldane

Capítulo I: El mejor regalo de todos

Esa mañana, la corredera abierta de par en par permitía que la brillante luz del día inundara la habitación, haciendo relucir la madera de los muebles. Tras ella, una pareja de gorriones se apoyó sobre la barandilla de la terraza, observando el ir y venir de gente en la calle. Las aves escuchaban con curiosidad el bullicio del mercado como si fueran capaces de comprenderlo, para luego intercambiar unos cuantos trinos entre ellas, como si de una conversación entre vecinos se tratase. En cuanto se acercó chasqueando los dedos para llamar su atención, los pájaros salieron volando asustados y ella retomó su tarea, soltando un suspiro de falsa resignación.

Falsa, porque en esos momentos no había nada en el mundo que fuera capaz de quebrar su felicidad.

La imagen del espejo en el que se reflejaba le devolvió a una chica sentada sobre la cama ya hecha, de piel clara, brillantes ojos jade y cabello de un inusual color rosa. Las hebras se revolvían juguetonas a causa de la corriente que entraba a través de su gran ventanal, pero ella desatendía el hecho y continuaba con su labor de peinarlo con esmero hasta dejarlo refulgente como el satén.

Porque aquel era un día especial. 28 de marzo, ella, Sakura Haruno, cumplía dieciocho años. Y no podría haber recibido mejor regalo del que estaba a punto de presenciar.

Ésa mañana del 28 de marzo, y tras varios meses de ausencia, Sasuke y Naruto volvían a Konoha.

Sólo de pensar en sus dos compañeros, contempló en su reflejo cómo su perpetua sonrisa se ensanchaba hasta casi dar miedo. Soltó una risa cuando recordó el suceso por el cual había obtenido la información, seis días atrás…

¿Qué?

La cara del capitán Yamato se descompuso en cuanto advirtió el brillo en los ojos de Sakura, y cómo poco a poco iba alzando las comisuras de los labios. Miró a la chica con ojos exorbitados mientras sacudía la cabeza con insistencia. No debería de haber dicho eso.

¿Qué?repitió la interjección de la chica, haciéndose el ignorante.

¿Vuelven?Juntó las manos sobre el pecho—. ¿Naruto y Sasuke regresarán la semana que viene?

¡No!Abrió exageradamente los ojos y ejecutó su escalofriante rostro, ya famoso en toda la aldea por conseguir derrotar de puro pavor a varios maleantes con su simple imagen tras los arbustos. Habló en voz muy grave y profunda—. Tú… No deberías hacer esa clase de preguntas confidenciales… Las consecuencias podrían ser terribles y…

Las palabras del ANBU se cortaron en cuanto Sakura lo agarró de las solapas del chaleco verde y comenzó a zarandearlo bruscamente mientras gritaba de júbilo. Yamato perdió su apariencia, dando paso a una abrumada y dolorida.

Volvió a soltar una carcajada cuando recordó que posteriormente lo había abrazado hasta levantarlo del suelo y con tanta fuerza que al capitán le había crujido peligrosamente la columna vertebral.

No recordaba cómo, pero se lo había encontrado una tarde de camino al hospital, habían comenzado a charlar, y en un momento determinado la conversación había desembocado en aquello. Y violando su principio de silencio, increíblemente, el capitán Yamato había hablado de más… otorgándole la alegría que la llenaba desde entonces.

"¡Gracias, gracias, gracias!"

— ¡Sakura, me marcho ya! —Le llegó la voz de su madre desde el piso inferior—. ¡No llegues tarde!

— ¡No! —respondió antes de oír el golpe de la puerta al cerrarse.

Llegar tarde. Soltó un suspiro. ¿Qué se creía? Mebuki Haruno ya conocía la situación. No, ese día no pensaba llegar tarde a la reunión con su antiguo equipo.

Bajó las escaleras y bufó al ver la cantidad de platos sucios en la encimera de la cocina. Sus padres la habían despertado lanzándose prácticamente sobre ella, felicitándola con brío por sus dieciocho años. Su padre Kizashi había estado a punto de echarse a llorar mientras ella les agradecía emocionada su precioso regalo: un kimono de rica seda blanca, con hermosas flores de cerezo bordadas en hilo rosa, mangas muy largas, y un obi de brillante tono violeta. No se lo había probado, pero sólo visualizándolo pensó que le quedaría encantador a cualquier mujer.

También le habían preparado un desayuno como para alimentar a una manada entera. Pero ella lo había devorado todo con gusto. Aun estaba creciendo, al fin y al cabo.

Ató su banda a la nuca y arregló los mechones sueltos. Desde que se había cortado el pelo en los exámenes a Chunin, que ahora le parecían a años luz, seguía manteniendo el pelo corto, hasta los hombros. Era mucho más cómodo, práctico y fácil de llevar.

Además, para ella se había convertido en una especie de símbolo. Un símbolo de esfuerzo, de valor, para recordarle que no debía flaquear nunca. Bueno, y quizás sí, también un poco como acto de reivindicación contra el Uchiha.

"Después de todo, a él le gustaban las chicas de pelo largo… ¿no?".

Decidió fregar los utensilios más tarde y salió a la calle, obligándose a caminar con tranquilidad en dirección a la entrada de la aldea. Ojeaba los puestos situados al otro lado de la calle, sin prestarles excesiva atención. Tenía la cabeza en otras cosas.

Sasuke… la verdad es que aquello era una tontería, todo eso del cabello. Porque a pesar de todo, Sakura seguía enamorada de él. Por Kami que lo había intentado, pero cada vez que veía su perfecto rostro, cada vez que él le dirigía alguna de sus escasas palabras, cada vez que se preocupaba por ella durante una misión… a Sakura se le encogía el corazón dolorosamente. Dolor, eso era lo que sentía… porque a pesar de los seis años que llevaban juntos, en el mismo equipo, Sasuke jamás se había interesado por ella.

El Uchiha seguía obcecado en su plan de venganza contra su hermano mayor. Cuando llegaban a los entrenamientos por las mañanas, Sasuke ya sudaba hacía horas. Y por las noches, era el último en abandonar el lugar. En eso se fundamentaba su vida: entrenar, entrenar y entrenar, buscando oponentes a su nivel. Cuando no era con Naruto o Kakashi, lo hacía con Neji, que ya era ANBU, o se pegaba él solo horas y horas en el bosque. Alguna vez había estado fisgoneando en sus entrenamientos con el Hyuga –espiar era una palabra un poco fea-, y debía admitir que tenían hasta un punto cómico. Se golpeaban salvajemente, y no intercambiaban ni una sola palabra, pero parecían entenderse, y poco a poco se había formado una relación que podría calificarse como amistosa, aunque les pesase a ambos. Sakura recordó que una vez lo había intentado con Lee, pero había acabado tan harto del muchacho que jamás le había vuelto a dirigir la palabra.

Y a cada año que pasaba, Sasuke se tornaba más oscuro, más cerrado, llegando al extremo en el que era prácticamente imposible entablar conversación porque todas sus respuestas se constituían de monosílabos. Sí, más que en el pasado.

Pero ella todavía albergaba esperanzas. Porque cuando salían de misión y resultaba herida, él siempre le reprochaba su torpeza, y no podía evitar pensar que lo hacía debido a su preocupación. Entonces, olvidaba todas las palabras desagradables que solía dirigirle. ¿Era una tonta? Podía ser, pero se resignaba a perder aquello que había sido el centro de su vida desde que tenía uso de razón.

Ino habría asentido enérgicamente ante esa pregunta. Como el resto de féminas de toda la Aldea que conocían la situación, había desistido hacía años al pensamiento de tener realmente alguna clase de relación con el Uchiha. Pero la diferencia estaba en que ella, Sakura, pertenecía al Equipo 7, es decir, al mismo equipo. ¿No le proporcionaba aquello un vínculo más íntimo que el que pudiera tener con cualquier otra chica? Volvió a dibujar su sonrisa tras los pensamientos amargos. Pobre Ino, la tenía desesperada.

—Oi, Sakura. ¿Era hoy, no? Felicidades.

Alzó la vista, pero ya sabía de quién se trataba. Aquel saludo sólo era propio de cierta persona. Su sonrisa se amplió.

— ¡Kakashi-sensei!

Abrazó a su maestro con ímpetu, sin ganas de ocultar sus sentimientos. Llevaba casi cuatro meses sin verlo, tenía justificación. Así que no le importó que fuera acompañado por varios Jounin más, que ante el gesto y con una sonrisa pícara en los labios, murmuraron algunos comentarios inaudibles a oídos de Sakura.

Kakashi carraspeó y apartó suavemente a su alumna, deshaciendo el abrazo. Bajo la máscara, la chica percibió cierto sonrojo. Debían ser imaginaciones suyas.

— Gracias. ¿Cuándo habéis llegado?

—Hace apenas unos minutos. He recibido un aviso de reunión antes de llegar, así que me he adelantado—indicó señalando con el dedo pulgar hacia detrás, donde sus compañeros.

— ¿Reunión?

—Informe de misión, nada especial—la tranquilizó enseguida.

Sakura distinguió entre el grupo la mirada de Genma sobre ella y le hizo un gesto de saludo. Después, ensombreció el rostro un tanto antes de formular la siguiente pregunta.

— ¿Cómo ha ido todo?

—Mejor de lo que esperábamos—admitió—. Los métodos de Suna han cambiado. Algo, al menos.

Sakura asintió, seria. Estaba al tanto de la coyuntura que atravesaba Konoha con la Aldea Oculta de la Arena, desde hacía unos cuantos años. Grupos terroristas había aparecido como setas por todo el País del Viento, atacando contra el País del Fuego y el propio gobierno de Sunagakure. Todo desde aquel primer Examen a Chunin, lo único que trajo aquello fue desastre y desolación. Al fin y al cabo, tan sólo Shikamaru recibió el título de Chunin entonces…

— ¿Sakura? —Kakashi la llamó por segunda vez, ésta sacándola de sus pensamientos. Ella sacudió la cabeza—. Debemos irnos, tú deberías saber la primera cómo se pone Tsunade en estos casos…

Ella sonrió.

—En éstos y en cualquiera.

Kakashi le colocó una mano en el hombro antes de darle la espalda.

—Siento no tener tiempo, ¿te parece si esta noche cenamos todos en el Ichiraku? Así podremos celebrar tu cumpleaños como es debido—le guiñó el único ojo visible—. Hoy me siento lo suficientemente generoso como hasta para pagarle la ración a Naruto. Si consigues convencer a Sasuke…

— ¡Sí! —se inclinó, muy contenta. Aunque no estaba muy segura de que eso último lo consiguiera—. ¡Muchas gracias, Kakashi-sensei!

El jounin sonrió bajo la máscara. Se dejó llevar.

—Me alegro de verte, Sakura. Tal vez estos tiempecitos sin Sasuke y Naruto te vengan bien. Se te ve mucho mejor.

—Sí—corroboró Genma, mirándola de arriba abajo—. Mucho mucho mejor.

La chunin se sonrojó y encogió involuntariamente, y recordó en seguida el abundante desayuno que se había consentido. ¿Por qué Genma era así? No había la confianza suficiente. Frunció el ceño ante la propuesta de Kakashi. No quería estar más tiempo sin sus chicos.

—Gracias—recobró su sonrisa—. Yo también me alegro de verte—se volvió hacia Genma—. De veros.

Este último le lanzó un beso al aire, y los jounin retomaron su camino. Por su parte, Sakura echó a correr hacia las puertas de Konoha. Así que habían llegado antes de lo previsto... Al final, su madre iba a tener razón, como de costumbre.

Llegaría tarde a su encuentro.

Alcanzó su destino en un par de minutos después, con la respiración un tanto agitada, pero sin llegar a jadear. Miró a izquierda y derecha, sin encontrar rastro alguno. Estaba completamente sola en el lugar. Divisó el puesto de vigilancia de Izumo y Kotetsu unos metros más adelante, y se acercó.

—Buenos días—saludó.

— ¡Ah, Sakura! —Respondió el de la venda sobre el puente de la nariz—. ¿Cómo va todo?

—Bien, gracias—fue al grano—. ¿Habéis visto a Naruto y Sasuke pasar por aquí?

Se miraron entre ellos.

— ¿Naruto y Sasuke? No de momento—informó Izumo—. Kakashi y el resto han llegado hace un rato, pero de ésos dos nada.

—De acuerdo—su semblante se entristeció un poco—. Muchas gracias de todos modos. Miraré a ver si encuen…

— ¡SAKURAAAAAAA!

Apenas tuvo tiempo de girarse cuando un cuerpo impactó contra el de ella con fuerza, tirándola al suelo unos metros más allá. El golpe sumado al peso que tenía encima, la hicieron perder el aire que guardaba en los pulmones.

—Na…—masculló—. Naruto…

El susodicho la apretaba en un mortífero abrazo, repitiendo su nombre.

— ¡Oh, Sakura, cuanto te echaba de menos, 'tebayyo!

— ¡Kotetsu! —escucharon a Izumo, señalando a su compañero con el dedo índice amenazador—. ¡Te dije que iba a mear y que vigilaras tú mientras! ¡¿Es que no eres capaz de permanecer atento unos segundos si quiera?!

Sakura, todavía en el suelo, se percató entonces de que el rubio había venido corriendo de dentro de la Aldea.

—Pero Izumo, —habló el jinchuriki— si hemos estado en el urinario de al lado. Incluso te he saludado.

La expresión de enfado del chunin se descompuso, transformándose en una de total desconcierto, y ganándose una mirada reprobatoria por parte de Kotetsu.

—Pe-pero…

Sakura ignoró la turbación de Izumo y se centró en su posición, considerando que ya era suficiente.

— ¡Naruto, aparta de una vez!

—Perdona—se rascó la nuca, ya de pie—. Pero es que estaba tan emocionado, que no he podido evitarlo. ¡No nos vemos desde diciembre!

—Lo sé, he estado contando los días—se levantó con pesadez y colocó las manos sobre las caderas. Frunció el ceño—. Y tú, por lo que veo, sigues igual de atolondrado.

Naruto utilizó unos cuantos segundos para observarla de arriba abajo. Soltó un silbido que acompañó con una risita propia de Jiraiya. A Sakura se le erizó la piel.

—Tú en cambio te ves mucho mejor, más rellena—puso cara seria—. Espero que ese nuevo peso no nos atrase con las misiones.

Con un grito de enfado Sakura asestó un potente golpe en la mandíbula al muchacho que lo lanzó con fuerza hacia atrás. Sintió como le ardía la cara. ¿Cómo podía ser tan desvergonzado?

— ¡NARUTO!

El cuerpo del susodicho fue apartado de la diana con la que iba a impactar involuntariamente con un simple movimiento de brazo. Naruto desvió su trayectoria e impactó contra el suelo provocando un socavón.

A pesar de los escombros y humo producidos, Sakura no se percató de esto último, ya que la imagen aparecida tras el cuerpo del rubio había capturado toda su atención como un potente imán. Notó cómo inconscientemente las arrugas de su frente fruncida se destensaban hasta desaparecer, como el brillo jade volvía a sus ojos y como su boca se curvaba en una sonrisa abierta que dejaba ver sus dientes como perlas. La expresión de Sakura habría conmovido a cualquiera.

A cualquiera, menos a Sasuke.

— ¡Sasuke-kun!

Toda previsión anterior de actuar de manera serena, tranquila y misteriosa quedó en eso, un pensamiento vano. Sakura trotó alegremente hasta la posición del moreno, actuando como siempre solía hacer en su presencia.

Como una completa idiota enamorada. Casi escuchó a su yo interno echárselo en cara, gritándole lo mucho que la avergonzaba que hiciera esa clase de cosas. Pero ella ya lo sabía.

Porque en efecto, era una idiota enamorada.

—Hm.

Aquello podía considerarse un saludo; a Sakura le faltaba dar botes de alegría. Durante esos cuatro meses, los escasos rasgos infantiles que poseía su rostro en el pasado habían desaparecido, creando un rostro todavía más duro y atractivo. Tenía el pelo algo más largo, pero mantenía el mismo corte. Estaba más alto, también más musculado, sin perder por supuesto aquella esbeltez y elegancia que lo definían al moverse. Estaba más maduro, más adulto.

Más perfecto.

— ¿Cómo ha ido todo?

—Bien.

— ¿Bien? —Repitió su compañero, recuperándose del golpe—. ¡Querrás decir de lujo! No podrían haber elegido mejores ninjas para la ocasión.

Naruto terminó dándose un toque de orgullo en el pecho, y Sakura puso los ojos en blanco, divertida, pero no del todo. A ella también le hubiera gustado ir, y en el fondo de su alma sentía un pequeño resquemor que las horas y horas en el hospital curando heridos no podían aliviar totalmente.

—Claro que sí, Naruto—dijo ella con sorna—. Todavía no sé cómo pudo salir bien, con los líos en los que te metes siempre.

— ¡Bah! Ha sido pan comido.

Sasuke no dijo nada, pero por la ínfima reacción que su rostro mostró Sakura supo en seguida que aquello no había sido tan fácil como Naruto señalaba. Ella misma no había podido aguantar la curiosidad de saber qué provocaba que sus compañeros tuvieran que estar ausentes durante tanto tiempo, y había terminado colándose en el despacho de la Hokage y ojeado los informes.

La misión estaba catalogada como B, por lo que inicialmente no había de qué preocuparse: Sasuke y Naruto tenían el nivel suficiente como para realizar una misión así sin sufrir siquiera arañazos. Consistía en la cooperación entre escuadrones shinobis de ambas aldeas para la localización y aniquilamiento de focos sublevados al gobierno de Sunagakure. Terroristas, asesinos, espías, mercenarios y el largo etcétera de calaña que componían las fuerzas revolucionarias que atacaban, violaban y saqueaba con vehemencia las escasas poblaciones leales a la administración que conformaban el País del Viento. El cuerpo ninja había evitado que llegasen a la Aldea, que cada vez recibía más refugiados de los pueblos cercanos que huían de la masacre que se daba lugar más allá de las murallas de Sunagakure.

Echaron a andar a paso tranquilo hacia el interior de la Aldea, mientras la cháchara incansable de Naruto rezumbaba en sus oídos como un murmullo lejano. Como de costumbre, Sakura volvía a internarse en sus pensamientos. Y pensó, avergonzada, que ellos tenían parte de la culpa de lo que le estaba ocurriendo al cada vez más empobrecido país vecino. Que quizás los sublevados tuvieran motivos de sobra para estar enfadados, pero no para hacerlo de aquella manera. Aquellos métodos estaban completamente injustificados.

— ¡Desde luego que no! —El grito de Naruto la bajó de las nubes—. ¿Tú qué crees, Sakura?

— ¿Eh?

Su compañero rubio impostó una cara de pura tristeza mientras la miraba con los ojos azules casi acuosos. Sakura soltó una risilla interna. No, definitivamente no había cambiado nada. Su cara de angelito borró todas sus oscuras cavilaciones.

— ¿No estabas escuchando lo que decía?

—No, Naruto—sonrió ésta—. Ya deberías saberlo. Si el noventa y nueve por ciento de las cosas que dices dejaran de ser las estupideces que son, quizás prestaría más atención a tus palabras.

Él abrió la boca de forma exagerada, dejándola en forma de O, mientras hacía un puchero.

— ¡Qué cruel eres, Sakura! ¡Te odio te odio te odio!

Pero antes de que echara a correr, ella lo agarró de la muñeca y pasó un brazo por los hombros, como si de un crío pequeño se tratase. Naruto no pudo hacer otra cosa que ejecutar una cara de tremendo desconcierto ante la cercanía de la pelirrosa, que normalmente siempre era la que lo apartaba de su cuerpo.

—Vamos, sabes que eso no es cierto—señaló. Fue su turno de fingir cara de tristeza—. Además, soy yo la que tiene motivos para odiarte. Naruto, ¿cómo has podido olvidarlo?

Naruto se quedó paralizado, con el rostro descompuesto. Se separó con rapidez de su compañera, como si quemase, y la miró con absoluta seriedad, el mismo rostro que tenía al enfrentarse a un enemigo muy poderoso.

Algo iba mal.

— ¿Olvidar el qué?

Sakura suspiró. No estaba triste, ni enfadada, desde primera hora de la mañana ya tenía claro que no iba a recibir felicitaciones por parte de sus dos compañeros. Naruto estaba siempre en la parra, y se había olvidado de todos sus cumpleaños hasta la fecha. Todos los años pasaba por el mismo espectáculo de lamentaciones y lloriqueos. Y Sasuke… bueno. Sasuke era Sasuke.

Así que cogió aire cansinamente para responder. Pero alguien se le adelantó.

—Hoy es 28 de marzo, Naruto.

Sakura abrió los ojos estupefacta, y muy lentamente, giró el rostro hacia el que había pronunciado dichas palabras. Sasuke se encontraba buscando desperfectos en su katana, con el rostro impertérrito y carente de emoción.

Sintió que se le paraba el corazón.

—28 de marzo…—repitió el jinchuriki, casi estirándose del cabello—. 28 de marzo, 28 de marzo…

Sasuke levantó la vista con las cejas alzadas, lanzado un suspiro de exasperación hacia su compañero.

—Hoy es el cumpleaños de Sakura.

Los instantes siguientes fueron una auténtica locura. Naruto soltó un grito al tiempo que levantaba del suelo a la chica entre sus brazos, mientras balbuceaba tantas disculpas y perdones que era prácticamente imposible entender lo que decía. Pero Sakura ya no oía, ni sentía ni veía nada más que no fuera la imagen de su compañero moreno, que miraba el cielo con gesto despreocupado. Su perfecto perfil se grabó a fuego en su memoria, encerrándolo con el propósito de nunca olvidar el momento.

Sabía que aquella era su forma de expresar las cosas. Sabía que no diría nada más.

Pero para ella, era suficiente.

Todavía entre los brazos de Naruto, encerró el rostro en su pecho para ocultar sus ojos vidriosos y las lágrimas que amenazan con salir. Estaba exultante de felicidad. Aquel iba a ser sin duda el mejor cumpleaños de todos.

En ese instante, creyó que nada en el mundo podría destrozar su alegría que ahora parecía infinita.

Más tarde, comprobaría lo mucho que aquellos pensamientos se alejarían de la realidad.


El sol descendía sobre la línea del horizonte, ocultándose entre las suaves dunas del desierto y mostrándose en forma de semiesfera naranja que anunciaba el final del día. Un largo, largo día.

Comenzó a soplar un viento frío y seco, como solía hacer todos los atardeceres, que meció la capa blanca del Kazekage con energía.

Tras cuarenta y dos horas y cincuenta y cuatro minutos encerrados en la sala del Consejo, no había tenido tiempo de quitársela. Había salido a paso ligero, y dirigido al sitio donde siempre iba a meditar, razonar, o simplemente a perderse entre sus pensamientos. A su lugar.

Desde aquella posición, podía observar más allá del cráter donde se asentaba la ciudad hundida, dándole la altura suficiente como para vigilar las llanuras del desierto. Entornó los ojos, como si de aquella manera fuera capaz de ver campamentos y combatientes escondidos, que afortunadamente ahora se encontraban a millas y millas de distante.

Estaban a salvo, por el momento. O eso era lo que quería hacer creer.

Consideró que aquél era un momento que requería de su espacio de reflexión.

— ¿Gaara?

Efectivamente, ahí estaba ella. La había oído llegar hacía rato. Ya sabía que iba a aparecer en cuanto vio su rostro durante la reunión. En cuanto ella escuchó su respuesta.

—Temari—hizo ver que la escuchaba—. ¿Qué quieres?

Ella se acercó intranquila, mirando la espalda de su hermano pequeño con fijeza. A pesar de ser su guardaespaldas y hermana, no estaba al tanto de los planes ideados por el Consejo, y la noticia la había dejado sumamente alarmada.

—Es…—la idea le parecía absurda—. ¿Realmente vas a hacerlo?

Él no se volvió para contestarle. Habló con su fría voz monocorde que helaba la sangre, que recordaba más a un autómata que a un ser humano. A veces Temari se preguntaba, efectivamente, cuanto de humano tendría su hermano.

Ya sabía que por completo no.

—Tengo que hacerlo—sentenció simplemente.

— ¡Pero es una idea descabellada! —soltó ella—. La Aldea Oculta de la Hoja no es un problema primordial ahora, las relaciones están mejorando. ¿Por qué tienes…?

—No se trata de Naruto o Shikamaru—la cortó sin miramientos—. Sino de otros como Danzo y el resto de consejeros tanto de la Hoja como de la Arena. Los Kages somos la imagen, pero no movemos tantos hilos como se cree.

La rubia se quedó callada durante unos instantes, pero no duró mucho. No podía creer lo que parecía avecinarse.

—Pero Gaara, podemos encontrar otras soluciones—se aventuró—. Estamos consiguiendo detener a los rebeldes con nuestro propio ejército, casi ya no necesitamos refuerzos. Y respecto a las arcas, podríamos solicitar una quita a Konoha…

—No—volvió a interrumpirla—. Se realizará el pago completo, ya hemos tratado esto con anterioridad.

—Pero la gente…

El muchacho terminó por volverse, clavando sus ojos turquesas sobre los oscuros de su hermana. Ella boqueó asustada, ante la imponente figura del chico recortado sobre el cielo anaranjado.

—La gente, Temari. Al aceptar el papel como Kazekage prometí proteger y cuidar a mi pueblo. Y míralos ahora, muriéndose de hambre. Es por ellos que acepto las condiciones establecidas en el Consejo. Es lo que se ha decidido tras horas de deliberación, y he dado mi palabra como líder supremo del País del Viento. Lo que necesitamos es una unión válida con Konoha, una unión que legalmente nos beneficie en los ámbitos militar y financiero que tanto nos hace falta. Que juguemos juntos al tira y afloja con los rebeldes no nos convierte en aliados.

Temari contempló al pelirrojo mientras éste hablaba, y comprendió en seguida que Gaara había tomado una decisión, y que nada podría hacerle cambiar de opinión al respecto. A sus dieciocho años, su hermano pensaba anclar su vida por la gente que lo temía y despreciaba por su sabida condición. Por la gente que conformaba su supuesto pueblo.

Se sintió como si fuera ella la hermana pequeña, como una niña que no quiere aceptar una situación difícil cuya solución tiene implícitas demasiadas cosas que perder. De repente, sintió una profunda admiración y respeto por su hermano pequeño, mucho más maduro y juicioso que ella.

Temari, en su situación, no sería capaz de hacer una cosa así.

—Lo harás—no fue una pregunta.

Tras varios segundos, el chico se volvió de nuevo hacia la ciudad, cuyas casas de adobe y arena reforzada iban fundiéndose con el terreno conforme la luz natural iba menguando. Las velas y lámparas comenzaban a ser encendidas.

—Lo haré. Por mi pueblo, haré cualquier cosa.

El sol desaparecía finalmente, dejando a Sunagakure con el frío y silencio de la noche del desierto.

Continuará...

PD: No os molestéis si no comprendéis bien la situación general, no la he definido precisa porque lo haré en próximos capítulos. Un saludo;)