.

.

Ruedas del Destino

.

.


Los minutos parecieron ser horas para los compañeros aún unidos.

Pero de un momento a otro Kenshi se endureció cuando sintió los murmullos de las personas, los aldeanos curiosos y hambrientos por información alrededor de ellos, su corazón exigió proteger a su ama, confortarla en su estado de inquietud y problemas, pero el lobo en él lloraba por la sangre de todos aquellos que pretendían observar su momento de privacidad y de unión.

—Transpórtanos a la casa —susurró en su oído inclinándose. Sakura por unos segundos no dijo nada aún atrapada en los brazos de Kenshi pero segundos después el hombre pudo sentir el chacra fluir bajo la piel de ella. Antes de ver el parpadeo y la brisa alzarse a su alrededor.

Tras de sí, dejaron una gran escena sobre lo que acababa de suceder.

.

.

.

— ¡Susume-sama, Susume-sama! —gritaron el grupo de cuatro cachorros corriendo hacia el gran lobo, los adultos se movían para evitar chocar con ellos y mientras se acercaban Hyogua se sentó curiosa—. ¡El chacra de Ken ha desaparecido! —gritó el negro azabache, Azuza, llegando de primero en la fila. Detrás de él los tres otros cachorros igual de acelerados por la corrida.

—Lo sabemos, —respondió Hyogua cuando notó cuánto se había alargado el silencio.

Azuza para su sorpresa fue el que negó con más dureza de nuevo.

—No así, su chacra, su presencia ha desaparecido no de la tierra, sino del clan —resaltó elevando la mirada acuosa.

Hyogua alzó ambas de sus orejas sorprendida mientras que los demás lobos del claro se miraron entre ellos la realización cayendo en cuenta.

—¿Azuza de casualidad eres un sensor? —preguntó curiosa.

El cachorro negruzco negó dos veces y elevó las patas inquieto.

—No importa- no sé, —admitió desesperándose—, lo que importa es que no lo siento Hyogua-sama, es como si hubiera desaparecido por completo y eso no ha pasado antes nunca, no desde mamá —gimoteó.

Yuki lanzó un aullido agudo en respuesta y Yuma dio ahora un paso adelante mientras con su cola acariciaba la cara apretada de su hermano mayor.

—Por favor Susume-sama, —pidió suavemente elevando sus ojos ante el gran lobo. Su mirada se cristalizó al instante. Sus patas abiertas para sostener el peso de la mirada de un lobo tan centenario como aquel. Inspiró antes de elevar la mirada—, qué ha pasado con Kenshi-san. Por favor. Yuki, Azuza, Ryoma y yo queremos saberlo —imploró.

—El guardián escogió con quién quedarse. —Elevó un poco su cabeza para acomodarla en dirección a los cachorros. Donde cada cachorro era del tamaño de uno de sus colmillos, les habló con la mayor suavidad que pudo lograr—. Volverán a verlo, —prometió parpadeando.

—¿Cuándo? —pregunto rápidamente Azuza.

El gran lobo le miró y su chacra hizo bajar los hocicos de los cuatro cachorros y de lo demás lobos.

—Cuando tengan la fuerza suficiente como para ser invocados por Sakura-sama.

Fue Ryoma, el más callado de todos ellos, el cual alzó suavemente la mirada y dejó que en el claro alzó su voz (—una voz ligeramente rota por el poco uso que le daba. Donde aunque gritó varios tuvieron que retener la respiración como para oírlo por completo. Donde el pequeño lobo que siempre susurraba exclamó) y llenó el silencio por completo.

—Como diga, Gran Lobo —prometió, con su tono lleno de firmeza, fuerza, conviccióny promesas. Y los demás cachorros se vieron entre ellos ligeramente impactados de la osadía de su hermano, antes de jurar lo mismo—. Si nos disculpa iremos con Yin y Yan a continuar entrenando.

—Volveremos a ver a Kendhi —prometió la pequeña cachorra antes que los cuatrillizos se marcharan.

.

.

.

Gaara parpadeó cuando por fin llegó a donde había oído explosiones peligrosas y gritos desgarradores provenir minutos antes, luego de haber estado una hora en el apartamento de Sakura se había aburrido de esperarla, pero llegando al área boscosa se desilusionó por completo al ver que había sido un mero accidente.

Sangre —resonó hambrienta y desilusionada su Madre,

Lo sé madre, —replicó Gaara en su mente viendo con atención a la chica de cabello morado quien parecía haber sido culpable de su desvío—, pronto, pronto nos bañaremos de nuevo en ella, —consoló a la criatura pero antes de poder desaparecer de nuevo la voz del Tanuki le detuvieron.

Ookami... —susurró y su mirada recayó en la chica que hacía grandes gestos con sus manos en su defensa frente a un ninja de Konoha.

Gaara afianzó sus sentidos en respuesta. Y cuando la chica desapareció corriendo gritando que tuvieran cuidado por donde pisaban- la siguió.

.

.

.

Colibrí besaba como si hubiera sido una persona privada de todo contacto físico por años. Tocaba con sus manos el pecho de Búho sin vergüenza, subía hasta sus hombros y descendía de nuevo por su espalda queriendo tocar todo a su paso. Con sus caderas se enganchó más al pecho del AMBU, y Búho, impactado, sólo podía seguirle el ritmo besándole con igual de deseo (—de amor, de cariño de lealtad de moches enteras presionando el pecho del otro para que las hemorragias no continuaran mientras esperaban por un médico y de acompañamientos en noches llenas de pesadillas donde los sueños eran más reales que la realidad y la soledad muy grande como para afrontarla).

—Te amo —pensó en algún momento, y después creyó haberlo dicho en voz alta por cómo los movimientos de su compañero se detuvieron por un segundo, antes de abrazarlo con fuerza negando frenéticamente. Asustado, con los ojos abiertos y abrazando la espada de Colibrí, Búho jadeó—. ¿Por qué estás asustado? ¿Por qué piensas que esto está mal? —Pude leer a la perfección el comportamiento de su Compañero. De su amado.

(¿Me sigue importando lo que haya allá abajo? Pensó en algún momento, y abrazándole con más fuerza supo que podía ser de ambos sexos allá abajo y aún seguiría amándole.)

Un toque resonó en su espalda.

No te merezco.

Búho inhaló y

—Cállate —dijo sin fuerzas.

Nunca he sido nada más que una máquina que no sabe vivir.

—Te juro que si sigues hablando...

No soy nadie.

—Lo eres para mí —gritó sin poder evitarlo.

Los tap continuaron rápidamente sin detenerse, y si entiendo como su corazón se desancle llegaba lentamente, Búho escuchó.

No me amarías si supieras todo lo que he ocultado de ti. Escribió con suavidad pero con velocidad. Búho tensó sus brazos sin poder evitarlo y la suave risa que Colibrí liberó en su oído le dolieron en el corazón.

—No quiero saberlo —le interrumpió cuando trataba de alejarse de él. Apretando su frente contra el pecho aun en armadura de Colibrí negó varias veces jadeando por la boca y sintió las manos de su compañero alejarse de él inseguras. Alzadas en alto a sus lados—. No quiero saber lo que me has ocultado tantos años. No quiero saber por qué casi nunca hablas, o por qué jamás te has quitado tu armadura frente a mí.

Colibrí inhaló bruscamente.

Búho habló sin risa: —, ¿creíste que luego de diez años no me daría cuenta? Pero no me importa Colibrí, y necesito que lo entiendas. No, me importa. Me importa eres tú. Tus manos que hablan más que tus labios. Tus comentarios rápidos y mente aguda. Tu humildad. Tu facilidad en ayudar a otro eso es lo que quiero.

Elevando la mirada se encontró con unos ojos oscuros a través de unos agujeros que goteaban cayendo las lágrimas por el borde de su máscara. Sonriendo levemente Búho lamió el borde de la misma y rio bajo su aliento cuando Colibrí murmuro muy suavemente a su oído.

"Asco."

.

.

.

.

—¿Cómo? —murmuró sakura contra la piel de su hombro aun abrazándolo.

Ambos ya estaban en su departamento, unidos en una masa amorfa en la cama de Sakura, con Kenshi entrelazando sus piernas con las de ella mientras que la chica mantenía sus manos alrededor de su cuello.

Kenshi le abrazó con más fuerza antes de hablar.

—Me di cuenta en la batalla con Mizaya que estuviste muy cerca de perder —admitió suavemente, su voz igual de profunda y ronca como siempre había sido pero ahora por la cercanía sin ese filo desconfiado que llevaba rodeado de extraños. Kenshi suspiró y el aire chocó en el oído de sakura—, nos confiamos. Tú de la falta de enemigos, yo de tu fuerza. Hubiera podido escalar a más y se pudo haber ganado más que sólo cicatrices y huesos rotos en esa batalla. Pudimos haber perdido más que sólo eso.

Antes de que terminara de haber ya estaba Sakura negando.

—No fue así, hubiéramos estado preparados.

—Sakura.

—No puedes culparte por las condiciones de la misión que nos hacen estar fuera de forma específicamente...

—Sakura

La chica crujió los dientes enterrando su cabeza (tratando de ocultarse del mundo) en el pecho de Kenshi—. No puedes culparte.

—Sakura —exclamó. Y la peli rosada saltó sorprendida en sus brazos. Kenshi en disculpa le dio un ligero apretón pero supo que necesitaban de esta conversación. Ambos.

—Soy tu guardián, —le recordó como si no fuera obvio. Como si no le debería la vida a esa chica, como si no fuera por el hecho de su existencia jamás habría visto a los cachorros dar su primer aullido a la luna. Como si no pudiera sentir el fuego correr por sus venas, o el aire remover su cabello, u oír el silbido del aire por las mañana por la existencia de la pequeña niña entre sus brazos.

—No hay excusas para lo que sucedió ese día, ni el Akatsuki, Misión o no, o el hecho de estar en la Hoja, nada debería estar nunca por encima de tu seguridad... Ahora, ni siquiera mi manada —admitió bajo, en un susurro casi inaudible.

Pero Sakura le oyó, y su mirada salió disparada a encontrarse con la de su compañero, abriendo los ojos en grande cuando sólo pudo encontrar sinceridad y un poco de tristeza en los orbes naranjas. Inhalando sintió a Ookami en su interior inexplicablemente callado.

—¿Kenshi qué hiciste? —susurró, la realización de lo grave de la situación por fin llegándole.

El lobo—, no, el hombre en respuesta por fin se separó de ella permitiéndole sentarse en la cama y él hizo lo mismo en frente de ella, dejando sus palmas hacia arriba y viéndole a los ojos.

—En el Clan nunca pueden haber más de cuarenta y cuatro lobos en la manada —comenzó a explicar viéndola con atención.

Sakura asintió: —por los días que el gran lobo persiguió a la Luna hasta dejarle en su lugar, —respondió con rapidez. Ganándose una ligera sonrisa de su guardián.

—Pero hay veces que nacen más cachorros que los que la manada puede tener —admitió suavemente—. Lo común en esos casos es escoger a un cachorro de la camada, el más débil o enfermo de ellos no le damos leche de su madre si no de un animal común, por lo cual nunca desarrolla reservas de chacra, y sin las mismas, la inteligencia necesaria como para usarlas. Pero hay casos, contados casos, donde el cachorro crece sin chacra pero con conocimientos del mundo Sakura, aprenden a comunicarse como nosotros, pensar como nosotros, pero sin energía en ellos no pueden ser invocados y por consiguiente están atrapados en el Clan para siempre. Por eso Hyogua-sama creó una solución hace muchos años, —abrió y cerró las palmas inhalando. Sakura en silencio recordó cual era Hyogua, la pequeña lobezno parecida a un zorro que era la compañera del alpha, Susume. Quien dominaba era los conocimientos. De quien temía su sabiduría—. Permitió por medios de una mezcla de hierbas, y un ritual de ocho días, que la energía de lobo abandonara el cuerpo de los participantes, y que en cambio sólo dejara su inteligencia, emociones, y mentalidad. Y al final de todo eso creó un jutsu de trasformación permanente. Y así muchos de mi manada salen del Clan convertidos en humanos y listos para vivir en el mundo Sakura.

Por varios minutos y después de toda la explicación ninguno de los dos dijo nada.

—Ya no soy Kenshi —dijo, y Sakura se tragó un sollozo repentino—, me llamo ahora Kaeru Hito. Y juro por mi alma que siempre estaré para cuidarte y protegerte, y nunca dejaré que nada te pases ti y solo a ti; Haruno Sakura.

Y por varios segundos ninguno dijo anda al otro evaluándose en silencio, hasta que sakura inhaló.

Y explotó.

— ¡¿Cómo pudiste hacer tan irresponsable y sin pensar!? —gritó molesta.

Indignado Kenshi frunció el ceño y mostró ambos de sus colmillos en amenaza.

—¿Cómo que sin pensar? ¿Acaso me tomas por mi hermano que solo actúa?, yo sopesé mucho esta decisión.

—Acabas de decirme que sólo han intentado hacer ese ritual antes lobos sin chacra elemental en sus cuerpo, ¿acaso pensaste en lo que te haría a ti? ¿Al menos tenías idea de si iba a funcionar? —gritó moviendo los brazos en énfasis. Los dos segundos que Kenshi no respondió solo agravaron su ceño fruncido—, ¡Ni siquiera sabias si iba a funcionar! —le criticó—. Pudiste haberte matado, o peor pudiste haberte quitado toda oportunidad de realizar ninjutsu y ahora dime, de que me serviría un guardián civil, respóndeme.

—Uno: sí puedo realizar chacra. —Se defendió frunciendo el ceño pero dejando de mostrar uno de los colmillos ahora más inseguro—. Y segundo es mi cuerpo y son mis decisiones —finalizó.

Sakura alzó las manos y se salió de la cama.

—Increíble. Sencillamente increíble. Mi gran guardián de casi cien años es un tremendo idiota —murmuró para sí misma, a su espalda Kenshi le hizo señas de desesperación—, ¿Cómo fue que lograste que Susume te permitiera hacerlo? —preguntó ya rindiéndose.

Por varios segundos no escuchó nada a sus espaldas por lo cual dudosa Sakura se volteó, y sorprendida se encontró a su guardián viendo a su regazo con el ceño fruncido.

—¿Kenshi? —susurró.

—Digamos... digamos que me tenía guardado una considerable cantidad de lástima, Sakura. Digamos que la cobre y dejémoslo así, —finalizó negando.

—Si eso es lo que quieres, —asintió mordiéndose el alivio. Luego lo soltó y se volvió a sentar en la esquina de la cama—. ¿Historia?

—Destrucción de Omanekure. Escuché que aquí habían mucho de los nuestros y me decidí a buscar a la hija de unos amigos.

—¿Nombre?

—Kaeru Hito, no me mires así.

—Literal tu nombre se traduce a una persona, cómo esperas que no te mire —le vio con incredibilidad.

—Es una tradición que todos los que dejan el clan usen el apellido de Hito. Se considera una forma de crear un lazo entre todos ellos aunque se encuentren solos en el mundo de los humanos, —señaló brusco y viendo hacia otra parte.

Sakura suspiró.

—¿Sabes pelear? —preguntó ahora con sinceridad.

Y Kenshi viéndole de nuevo le contestó de igual forma.

—No, —admitió—, guardo los conocimientos básicos, pero este cuerpo es muy diferente del cual acostumbraba a llevar. Brazos y piernas muy largas pero centro de balanceo muy reducido, me llevo dos horas aprender a caminar, dudo que me tarde menos que una semana lanzar eso que llaman ustedes "kunai" y "shurikens".

—Tenemos compañía —dijo de repente Sakura, antes de haber soltado el bufido por el tono despectivo que había usado Kenshi, un instante antes de que su ventana se viese abierta de par en par.

A su espalda pudo oír el suave murmullo de Kenshi—, uh, Kaeru (Iba a costarle hacer el cambio) Quejándose sobre sus patéticos sentidos humanos ahora.

Lo ignoró.

Debería aprender a detectar chacra y ya. En cambio miró de frente a la intrusa del momento y parpadeó sobre el cuerpo de Kentomaru, y sintió una oleada de vergüenza en ella recordando por primera vez que había olvidado transportar con ellos al lobo también.

Perdón, —pensó por dentro.

Por fuera:—¿La puerta está muy sobre valorada para ti, Shija? —preguntó.

Mizaya desde el filo de la ventana bufó y dejó caer a Kentomaru al suelo (quien ágil mente giró su cuello tratando de morderle la mano mientras se guía ne el aire, pero fallando) y el lobo salió disparado a la cama donde Kenshi seguí echado. Se posicionó en frente de él y Sakura tuvo que tragarse una risa enorme cuando se dio cuenta que el lobo estaba en posición de defender era al hombre pero no a ella.

La molestia, odio, enojo y enfado de Kneshi emanaron como olas hacia la chica mientras que la preocupación, alegría, desconcierto de Kentomaru le hicieron realizar que temía por el estado de su hermano ahora que era un humano.

Lo cual, compresible, pensó sakura.

Mizaya en cambio escaneó con sus pálidos ojos toda la habitación, de esquina a esquina, pasando por las paredes blancas de nacimiento, la única repisa donde ropa en su mayoría negra se encontraba, la puerta semi abierta que daba dirección hacia una cocina-sala, y un baño.

Bufó.

Por dentro Sakura supo que se veía como la casa de un prófugo. No le admitiría, aunque, que esa siempre había sido su intención.

—¿Preparada para viajar pronto? —preguntó casualmente, como si no estuviera acuclillada en un espacio de 2x2 con las piernas obviamente privadas de sangre, y todos le vieran en recelo. Con su mano señaló al frente de ella—. Viniendo de ti no me sorprendería, —soltó venenosa, sus dientes se mostraron ligeramente a medida que hablaba—, siempre que puedes tomas tus cosas y te largas, ¿no es así? Odias dejar tu marca en cualquier sitio para poder huir cuando lo desees como la puta cobarde que eres. Años me tomaron encontrarte, y lo hice cuando había dejado de hacerlo.

Kenshi gruñó sin darse cuenta pero Sakura inhaló relajándose cuando Kentomaru hizo lo mismo confundiendo la fuente del ruido.

Cuidado —permitió que el poder de Ookami llegara a rozar la conciencia de Kenshi. Por el rabillo del ojo Sakura vio como segundos después inhalaba por la nariz y lo soltaba por la boca. Su aura liberó agradecimiento y reconocimiento en su dirección. Sakura se calmó.

— ¿Triste por tu primo, Shija? —preguntó lentamente buscando distraerla.

Pero para su sorpresa, la Shija le sorprendió.

—¿Triste...? —susurró.

Y su mirada (y sus pensamientos) se llenaron de lástima.

—Tienes razón, —negó suavemente moviendo su largo cabello de lado a lado. Partículas gruesas revolotearon a su alrededor también. Brillantes y amarillentas notó Kentomaru frunciendo la nariz—. Pero no por Shika-Baka. Si no por ti —admitió con suavidad—, por alguien quien ha vivido casi cinco años en un sitio, y-

Abrió los brazos en grande. Y por un segundo Sakura lo sintió. Sintió como ella no sólo se refería a una habitación desprovista de recuerdos si no a un día sin amigos; se refirió a un paseo libre de compañeros y a cumpleaños nunca celebrados, se refirió a una casa sin hogar.

Se refirió a un presente sin futuro.

—No tienes nada en ti para recordarlo. —La miró con gravedad, su mirada casi ciega de tantas explosiones que realizaba a diario pareciendo enterrarse en el alma de la Jinchuriki. Kentomaru gruñó más en respuesta pero ahora confundido y Kenshi se puso de pie al instante.

—Fuera —dijo el nuevo Hombre.

—¿Por decir la verdad? —preguntó divertida. Kenshi endureció más la expresión en respuesta.

—Por respirar, —soltó brusco—, ahora: fuera.

La maestra en explosivos por fin endureció la expresión también antes de dar dejar que su mano reposara en la parte externa de la ventana, justo al lado de la pared de ladrillo y pintura blanca.

—¿Tan importante es esa familia tuya? —preguntó. Y por Kami Sakura hubiera podido ignorarla mejor si no hubiera sido por la sinceridad-preocupación-duda que emanaba—. ¿Tanto como para dejar esto ir? ¿Más que la oportunidad de empezar todo de nuevo? —susurró, viéndole de lleno.

Sakura apretó sus manos con fuerza.

—Yo nunca quise empezar de nuevo —respondió luego de un extenso silencio. La cola de Kentomaru dio dos vueltas en respuesta. Kenshi tuvo que morderse el interior de su boca para no soltar ninguna blasfemia.

—Oh, —susurró en cambio Mizaya. Y un viento ligero removió su cabello alejándolo de su rostro, donde la cicatriz grotesca y extensa cayó completa bajo la luz del sol, irregular como el día que se le había hecho. Irónico, viendo que no llegó a afectar nunca su vista, aunque Mizaya no hubiera deseado más que dejar de verse a sí misma en el espejo por tantos años después de la misma—. Yo hubiera deseado tener esa posibilidad el día que mataste a mi padre. Yo la hubiera tomado. Yo la hubiera apreciado. Pero te agradezco, ya le pedí a mi tía si puede dejarme una habitación libre en el conjunto y ayer tuve una cita en Extranjería para hacer una prueba por mis habilidades y comenzar como gennin en esta aldea. Quiero comenzar de nuevo. Me niego a seguir dejándole flores a una tumba olvidada. Me niego a seguir buscando venganza cuando no me va a traer felicidad al final —estresó con la fuerza de alguien que cerraba un capitulo a decisión propia.

Saltó.

—... Sakura.

—Sakura-sama —susurró Kentomaru volteándola a ver con preocupación. Su hermano fue quien se movió primero y dando tres grandes pasos llegó hasta la pequeña quien seguía sin decir nada viendo por donde Mizaya se había marchado.

.

.

.

—Hiciste llorar a mi amiga —susurró Gaara. Con su arena tenía sujetada a su aterrorizada Mizaya cabeza abajo, en el edificio de al frente desde su posición podía detallar el cuerpo de Sakura cubierta por un hombre de cabello rojo, uno que la sujetaba muy cerca y desde el frente.

Primero sangre, luego celos —susurré Madre en su oído al ver cómo se había detenido a detallar el hombre con exactitud.

Gaara asintió:—Discúlpame Madre, me distraje.

Por fuera dijo:—Nadie hace llorar a mi única amiga —juró, y apretó y sintió los músculos tensarse, apretó y pudo ver las lágrimas aparecer de una en una, apretó, y una explosión repentina separó un poco su barrera de arena, pero en un apretón más fuerte la tuvo de nuevo retenida. Y sintió los brazos de la ciega temblar bajo su arena y el demonio en el aulló de placer. Y apretó y apretó...

.

.

.

Sakura fue la primera de los tres en sentirlo.

También la única en reaccionar.

—¡No! —gritó. Elevó la mirada al instante y de un salto estaba entre Gaara y Mizaya, y en un segundo más tenía sus manos enterradas entre la mujer y la capsula de arena—. ¡Gaara déjala inmediatamente! —exigió. Y dejó que su chacra se internara en del Shukaku obligándole a dar un paso atrás sobre poder de la arena.

—¡Ingrata! —pudo oír a la perfección el aullido del Tanuki antes de desaparecer. Junto con la fuerza de la arena la cual cayó inmóvil, al igual que el cuerpo de Mizaya del cual Sakura sólo logró salvar su cara de no chocar contra el techo.

Jadeó.

(Y lloró por dentro.

Porque realizó en su afán de salvarlos a todos de lejos y jamás formar parte de sus vidas; que había dejado de lado a Naruto con su odio por parte de los civiles. Que había abandonado a Sasuke cuando comenzaba a pensar en venganza y muerte y menos en vida y perdón. Que había ignorado a kakashi cada vez que entrenando sus emociones se convertían en un remolino de tristeza y penuria y rozaban en el suicidio. Que ignoró a Mizaya cuando la misma trató de abrirse a ella. Que ignoró a Kentomaru cuando este trataba de llenar un vacío creado por su hermano cuando ella lo único que quería era a Kenshi.

A Neji en una zanja rodeado de sus propios fracasos.

A Shikamaru cuando más deseaba compañeros.

Que había dejado que el Shukaku consumiera a su mejor aliado. Jamás le dijo que esa no era su "Madre", jamás le importó comentárselo.

Que era la peor.

Y ahora entendía por qué Ookami había estado tan callado con ella por tanto tiempo.)

(—El destinado a proteger a su grupo encerrado en quien no quiere ayudar a nadie, ¿qué más irónico que eso? —el susurro de Inner resonó en lo más interno de su conciencia.)

—No puedes hacerlo —repitió con lentitud poniéndose de pie y encarando de frente al contenedor. La expresión de Gaara se mantuvo neutra, pero la arena saltó en un grito de inseguridad—. Ella no hizo nada más que decirme lo que pensaba. No puedes matarla por eso. No por hablar.

—He matado a muchos más por menos —señaló al instante. Con claras intenciones de ayudarla, de detener su pelea.

—Que puedas no quiere decir que debas Gaara, —trató de que entendiera, por dentro desesperándose de lo inútil que se sentía, ¿tan difícil era para él entenderlo, tan oculto?—. Es como robar la comida de alguien sólo porque la dejaron un segundo sin vigilancia.

La sonrisa repentina de Gaara le hizo perder fuerzas.

—Eso se puede sin problemas —señaló.

—Pero no debemos Gaara. Es- piensa si tomar tu arena y crearas una cara tuya en la montaña de los Kages y te autoproclamaras líder de la aldea. No puedes, ellos están ahí por una razón; porque demostraron ser líderes adecuados para la aldea. Porque fueron apreciados. Porque sus acciones trajeron cambios- no guerras.

—¿Por qué la comparación? —preguntó segundos después curioso de nuevo.

Sakura abrió su boca.

Y la cerró de nuevo.

(—porque las primera familia en mi vida fueron líderes. Porque Pain-sama le había otorgado a los lobos. Porque le dio un propósito en la vida. Porque si decidían expulsarla, sería nadie.)

—Porque admiro el trabajo de los líderes —dijo suavemente—, y porque estamos solos Gaara, nosotros diez en todo el mundo porque debería importarme separarnos por peleas ridículas como esta. Porque como las demás aldeas nos tratan, nos miran.

—¿A parte de armas?

—Más que desechables —susurró desesperada. Y la arena creó un sonido silbante cuando se retrajo de golpe en la calabaza del Sabaku no. Mizaya jadeó de dolor; pero viva– Gaara desapareció en un parpadeo, y los dedos de sakura rozaron su pierna donde oculta por el pantalón, se hallaba su sello.

.

—Así que... Tú y el asesino serial son amigos —soltó des interesadamente mientras jugaba con la cuchara en su boca.

Sakura suspiró sosteniendo entre sus dos manos la taza de café fría. Desde la cocina al lado de la estufa y viendo todo con ojo de halcón Kenshi-, no Kaeru miraba todo ceñudo. A su lado sobre la repisa Kentomaru se hallaba sentado tratando de imitar a su hermano pero arruinándolo cada vez que movía la cola por compararse en su mente con Ken-nii.

—No es un asesino en serie —soltó con cansancio.

Vio a Mizaya la cual escondía raspones y moretones en su cuerpo bajo la ropa. Su cara se había salvado por la agarrada de Sakura pero la comprensión de Gaara había llegado al punto de dejar manchas oscuras en su pecho y muslos.

—Reconozco el olor de la sangre tan bien como el de la pólvora Kashin, —replicó, y siguió jugando con la cuchara aunque la avena frente a ella hacía mucho se había enfriado—, la nitroglicerina tiende a ser ligeramente picante, más mientras más chacra explosivo posea –más inestabilidad obtenga- más dulzón se vuelve. El pelirrojo apesta a esa sangre que sólo obtiene alguien que se ha bañado bajo ella. Y lo ha disfrutado—, Piénsalo como los fumadores, hasta cambiando de ropa el olor se mantiene. ¿En seis día son las peleas verdad?

Sakura tuvo que parpadear una vez para concentrarse, y otra más pera entender la pregunta.

—¿Cambiando el tema tan rápido? —preguntó.

Mizaya se encogió de hombros.

—Me conoces, siempre al grano con el muerto en la sala.

—Y seguimos con la comparación de muertos... —murmuró desde su lugar Kentomaru negando la cabeza.

—Deberíamos dejar las palabras y pasar a la hacerlas realidad entonces —dijo. Y el el pequeño lobo parpadeó dos veces antes de ver a su hermano en duda.

—¿Qué? —preguntó viendo la sonrisa de medio lado del hombre.

—Sí, —respondió desde su lugar ignorándolos Sakura. El Aura de Kaeru irradiaba satisfacción y lo poco que lograba entender por el débil lazo con Kentomaru era de confusión—, ¿vas a ir a apoyar a Shikamaru?

—Mi intención era llegar vestida sólo en bikini y teniendo en mis senos escrito Shika – Maru, ah —suspiró desganada mente apoyándose en una de sus palmas—. Creo que si hago eso ahora no apreciará verme en este estado —admitió con lástima.

Sakura chasqueó los labios y tomó un sorbo del café-

—Vestida tan promiscua: no. Te puedo prestar pantalones y camisas de verdad si consideras hacer lo contrario —dijo en voz ligera.

La boca de Mizaya hizo una mueca elevando parte de sus dientes.

—Te ves más horrible así, —le interrumpió Sakura—, detente.

—¡Para tu puta pretendida calma! —explotó de golpe.

Por varios segundos ningún sonido se oyó en el apartamento. Sakura chequeó que ningún AMBU estuviera cerca y encontró la firma de uno de ellos lejos como para no oírlos pero sí para verlas. Se preguntó lejana mente dónde estaría su otro compañero, y por alguna razón sintió que algo estaba mal.

Kaeru sin decir nada dio un paso a la derecha posicionándose justo en contra de la ventana.

—Siempre tan explosiva —comenzó a decir Sakura.

—Con orgullo llevo en mis sangres la pólvora que una vez ayudé a distribuir por las aldeas, —respondió con honestidad. Y de repente su mirada se suavizó como quien ve a un niño llorar por su madre, las cejas antes fruncidas dejaron de forzar la ira en su rostro y su boca hizo una mueca de tristeza pequeña—. Shika-Baka estaba preocupado por ti. Lo está, Kashin. Guarda con recelo esa carta que le escribiste y sigue corriendo por la aldea cada mañana como un loco. Tu amigo trató de matarme hoy, y tu apartamento pareciera el hogar de un recluso más que el de una niña.

—Hace mucho que dejé de ser una niña —replicó suavemente Sakura tragándose un salto cuando Mizaya rio de repente.

—No has sentido aun lo que es ser una mujer, niña, —recalcó—, no pretendas ser más, aún tienes algo de inocencia en ti, no busques que alguien te la robe sin elección propia.

Sakura detuvo su respirar por un segundo. Y vio el gran busto y cuerpo que poseía su pasado, su largo cabello pero su cara desfigurada. Su habilidad de matar con un chasquido, pero que no había estado ahí desde siempre.

E inspiró.

—Hay quienes no tenemos un futuro a libre elección...

—¡Eso no debería dejar de mirar a la muerte-!

Pero, —le interrumpió callándola al instante con la firmeza de su tono. Mizaya le vio impactada—, sí podemos ver cómo vivimos ese futuro, y cómo afectamos la vida de quienes forman parte del mismo —susurró. Y un ligero silencio calló sobre ellas por varios segundos. Hasta que sin fuerza, Mizaya dejó caer sus hombros y vio a Sakura entre sus pestañas.

—Así que: ¿vas a sacrificarte por los que amas? —concluyó minutos después como una mecha que había sido hacía mucho apagada.

El silencio fue respuesta necesaria.

—Bueno, —suspiró—, que mierda de vida.

—Amén.

—Espero que sepas que tengo planeado apostar mucho en ti, Florcita.

—No esperaba nada menos, ¿lleva condiciones?

—Nah, sólo que ganes de forma sorprendente. Lo cual, dudo que no hagas.

.

.

.

Colibrí siempre recordará ese día del Ataque del Kyubi.

Un niño le había alejado de la calle llena de fuego y de personas corriendo pidiendo por ayuda, por su hermano atrapado bajo los escombros de su hogar.

Y ahí se encontró a Yamada Touru.

—Gracias, —había llorado el pequeño abrazando el cuerpo de su hermano mientras los dejaba Colibrí en las puertas del atestado Hospital. El ninja asintió en respuesta, y continuó haciendo sus rondas.

.

Cinco, casi seis meses después mientras almorzaba recordó de repente al niño. Y quiso revisar por él y su hermano. Ya la aldea estaba casi reconstruida, quienes habían perdido todo comenzaban a salir adelante, quienes no tenían nada comenzaban a buscar por más.

—Ryo Touru, estado: muerto.

Viendo al secretario de la gaceta de información de personas registradas en la aldea el alma de Colibrí se fue a sus pies.

—¿Cómo? —preguntó al final teniendo que saberlo, ¿un arma perdida? ¿Escombros caídos? ¿Una misión que fue de mal en peor?

—Hmmm, déjame, aquí... Sí, fue uno de los casos de Rabia. —Explicó para más terror del AMBU—. Al parecer su hermano fue uno de los afectados con el chacra del Kyubi en grandes cantidades. Hace que entren en estado "frenético" y "fuera de control" sin razón obvia. Todos los civiles infectados murieron a la semana del ataque y de nuestros shinobis Yamada Touru y dos cosas más son los que aún siguen vivos. Mató a su hermano en uno de esos ataques hace un mes, mis pésame, ¿lo conocía?

Negando Colibrí dio un paso atrás, y luego otro.

—No, —susurró—, solo lo condené.

.

La intención de Colibrí al ir con el Hokage había sido la de pedir la destitución de Yamada Touru, de darle un castigo respectivo si la cura no podía ser hallada, de recluirlo a papel de civil, sensei. Mandar a un Hyuga a cerrar sus canales de chacra de ser posible.

—Hokage-sama le atenderá cuando se desocupe de su reunión —dijo la secretaria asintiendo antes de dejarle sentado en la habitación de espera para peticiones especiales.

Al lado de Colibrí, un hombre de barba corta, barbilla rectangular y con una pequeña cicatriz en su ceja derecha se hallaba esperando igual.

—Disculpa, disculpa, —dijo de repente el hombre minutos después, Colibrí le vio sin decir nada. Sabía que tenía aun la máscara de AMBU, pero no vio necesidad de retirársela—, es que no soporto los silencios incómodos. Me incomodan, por decir muchas palabras —rió con facilidad. Como quien acostumbra a sonreír mucho. Colibrí tuvo que admitir que su rostro era hermoso cuando sonreía. El hombre le miró—. ¿Vienes por placer o de visita? —preguntó.

El AMBU parpadeó.

El civil frunció de repente el ceño y su mano derecha subió hasta su cuello donde en puño se sacudió dos veces, luego señaló a su boca y elevó de nuevo la mano pero dejando solo dos dedos extendidos.

Sorprendido Colibrí abrió en grande los ojos.

(Disculpa, ¿hablas?)

No poseo dificultades de voz ni auditivas pero prefiero no hablar, hizo las señas lentamente y con exageración. El hombre rió al final.

—Entonces yo sí puedo hablar, excelente. No tienes que hacer señas tan lento tampoco, mi abuela que en paz descanse esa vieja, perdió la audición con la edad y en mi familia todos aprendimos el lenguaje de señas para hablar con ella. Le hacía feliz, no se sentía tan alejada en las conversaciones por ello.

¿Vivió una ida feliz? Preguntó con suavidad.

El civil asintió y sonrió.

—Sí, sé que lo hizo. —Admitió—. Ahora: responde a mi pregunta de antes.

.

Hablaron no una, sino dos horas enteras. Luego de media hora el civil se disculpó con Colibrí y por un segundo el AMBU se había quedado en el cuarto vacío repleto de silencio y de comentarios vánales sin quienes compartir.

Hasta que regresó.

—Aquí tienes.

Con dos cafés para cada uno, y una bolsa de dangos.

—No sabía de tus gustos así que pedí uno negro y otro con leche por las dudas. Yo prefiero con leche pero si te gusta más así dime y lo cambiamos al instante —sonrió de nuevo. Ligeramente acalorado del sol de la tarde en la calle.

(Si el corazón de Colibrí dio dos aleteos fuertes en su pecho pretendió ignorarlos por el momento.)

.

—AMBU-san ya es su turno, —apareció de repente la secretaria y Colibrí vio la hora del reloj y supo que habían pasado dos horas con veinte minutos hablando pero quería rogar por más, un poco más de tiempo por favor, más con él, con sus palabras.

El civil le dio un toque en el hombro.

—Ve, yo aún tengo que esperar por mi doctor que está en una reunión con el Jefe de Interrogación en este edificio. Y aunque llegue le pediré esperar así podemos seguir conversando —le calmó como si pudiera leer la mente de Colibrí sin problemas.

Y el ave en su interior danzó por los aires contenta.

—Hai, —dijo en voz alta apropósito. Y se retiró.

.

—Sí... Yamada Touru, una gran pena... —murmuró Hokage-sama frente a él.

—Hokage-sama con todo respeto —comenzó a decir Colibri.

—Alto, —dijo, y el AMBU se detuvo—, ¿qué pensaste del hombre en la sala de espera? —preguntó de repente. Y sin saber qué responder Colibri dijo la verdad, que era un gran hombre, que fue consiente con sus comodidades, que habló de su familia y amigos con cariño y admitió haber comprado un café extra para un indigente—. El que me describes es Yamada Touru, Colibrí.

Una respiración.

—Imposible —susurró, Peor el anciano sólo negó suavemente en respuesta.

—El chara demoníaco actúa de forma repentina y sin poder calcularse en su sistema. Ha tenido doce ataques desde el accidente, cada uno más alejado que el otro, pero Jiraiya me confirmó que el chacra continúa en su sistema y que nunca se irá, puede dormir por facetas, pero a la vez despertar de la nada. Hay una solución, aunque: un sello que creó que puede erradicar el alzamiento de rabia en la persona. Las desventajas es que sólo puede ser activado minutos antes del ataque. Y que no es preventivo, sólo curativo. Es un gran hombre, y un mejor shinobi, pero ya ha lastimado tres de sus compañeros que se ofrecieron a ser los responsables de sellarlo en el peor de los casos. Lo más triste es que él no es consciente nunca de lo que hace en su estado de frenesí. Para él es como desmayarse y despertar horas después.

—¿Qué pasará con él? —susurró minutos después Colibrí, Con la voz tan reseca como si hubiera gritado por horas. Pero las manos tan frías como si no se hubiera movido en un día.

Su Hokage le vio con calma inhalando de su siempre inseparable pipa.

—ROOT, —decretó. Silencio—, ahí siempre habrá quien este para vigilar lo. Su doctor está haciendo los papeleos necesarios en este momento para transferirlo.

—Lo va a matar —dijo sin saber que más decir.

Sarutobi parpadeó.

—Ya está muerto por dentro, Colibri, ya lo está.

.

Por una semana entera se encontraron todos los días para hablar tomando café, té, jugos, y saké.

Un domingo Yamada se despidió.

El lunes Colibrí lo encontró por ninguna parte.

.

Cuatro semanas después Colibrí despertó en medio de la noche llorando de culpa.

.

—¿Seguro?

—Sí.

.

—Te presento a tu nuevo compañero Búho, Colibrí.

La mirada tras los agujeros de la máscara con pinceladas en forma de plumaje alzado marrones se agrandaron. Colibrí asintió con suavidad, e hizo las señas, "espero que nos llevemos bien".

No pasaron ni dos pasos fuera de la oficina del Hokage cuando le había abrazado, aunque, y en su oído sollozó mil veces gracias temblando por las lágrimas que caían cual ríos de sus ojos.

.

Dos años después Yamada tuvo su treceavo ataque.

.

Colibrí estuvo una semana internado por un fémur roto. A los dos años por una perforación en el estómago. Y tres años después por una concusión severa.

.

Y aun así—, cada noche, pensaba que nunca dejaría de amarlo.

.

.

.

.

.

HOLAAAAAAA

Sigo viva :D

como están? Ya vamos por recta final y debo agregarles que me es cada vez más dificil decidir cuando cortar el largode los captiulos.

Tenemos batallas el siguiente cap!

Bye...