Esta historia es por y para Rillianne Duchannes y pertenece al foro Proyecto 1-8. Espero que te guste.

Digimon ni sus personajes me pertenecen.


Un paso más cerca.

Prologo~

Le costó mucho darse cuenta de que la amaba. Para él solo había sido una etapa, una más. Tonto iluso. Estaba enamorado, estaba hasta las metras de amor por ella. Solo hablaba de ella, solo escribía sobre ella, dormía pensando en ella y al despertar era ella quien le daba los buenos días. Su amor iba más allá. La amaba. La amaba. La amaba.

¿Qué otra cosa podía hacer?

Ella era lista, graciosa, inocente y a veces un poco caprichosa, era tenaz y decidida; una mujer con todas las letras, hermosa, muy hermosa. Dios, que si es hermosa. Sus ojos claros, su risa contagiosa, esas líneas que le aparecen cuando sonríe, las cuales, dan la sensación de que forman un paréntesis que encierran sus labios dentro de ellos. Ella era inigualable. Él un pobre tonto incapaz de darle todo los lujos que merecía, toda la atención que necesitaba. Tonto. Tonto. Tonto.

¿Qué le podía ofrecer?

Nada. Su vida se resumía en viajes por la carretera que duraban horas o días enteros; noches de fiestas: Clubes, bares, antros de mala muerte en donde le permitían hacerse escuchar de vez en cuando. Él y su banda buscaban el éxito, la fama, la mismísima gloria. Nada. Eso era lo que habían logrado y eso era lo que le podía ofrecer. Nada. Nada. Nada.

¿Valía la pena intentarlo?

No. Sí. No ¿Sí? ¡Diablos! ¿Por qué tenía que enamorarse de ella? Ella era como la princesa hermosa y deseada por todos, él era el mendigo que la veía entre la multitud. Un don nadie en comparación a los demás. Aunque la suerte le había sonreído. Sí, suerte. Era afortunado en haber llamado su atención, en lograr que se fijara en él: tan insípido, orgulloso, poco romántico y podía decirse que para nada caballeroso. Así lo describían. Era un Don Juan, un chico de una sola noche, rebelde y del mundo. Nunca dormía con la misma chica más de dos veces, nunca se enamoraba… Nunca. Nunca. Nunca. Hasta ahora. Estaba enamorado de Tachikawa, de esa castaña de ojos mieles. Había dejado de ser un hombre de calle, de chicas de una noche para ser un hombre de una sola mujer.

—Yamato, ¿te encuentras bien? —Preguntó ella.

Él tragó pesado, respiró hondo y cerró sus ojos. Llevó su mano hasta su boca, depositó el cigarrillo entre sus delgados labios y aspiró del humo el cual se coló por su garganta y pulmones. Tiritaba, sudaba. Así no era él.

—No es nada —Con los ojos cerrados, el cigarrillo lánguidamente pegado al labio inferior, y la luz del alba infundiendo calidez a un lado de su cara por el filtro rojo de las cortinas, tenía el don de que pareciera que posaba a perpetuidad para un fotógrafo— ¿Cuándo te irás?

Mimí Tachikawa se movió debajo de las sabanas y abrazó a su novio de hace cinco años.

—Al terminar la carrera —Respondió ella dejando rastros de besos en el hombro de él—. Solo serán un par de semanas.

Yamato abrió los ojos y la miró. Estaba luchando contra el sueño, como una niña que no quiere dormir temprano. Él movió su brazo y depositó el cigarro sobre un platillo que estaba en la mesa de noche, lo frotó en él hasta que este se apagó por completo. Apretó su cuerpo desnudo contra el de su novia, depositó un beso en la frente de la castaña y dejó que el sueño se apoderara de él.

¿Qué otra cosa podía hacer?

Amarla. Dejar de ser ese Don Juan y amarla. Porque la amaba.

¿Qué le podía ofrecer?

Su vida, su amor, todo de sí. Podía ser cursi, pero, lucharía por tenerla y no importaba nada.

¿Valía la pena intentarlo?

Sí, ella lo valía. Eso y más.

El sueño lo consumió y cayó en él por completo.

[*]

El tren silbaba y él la veía partir. Ella tenía su cabeza asomada por la ventanilla y mecía su mano de un lado a otro, se despedía. Solo serían un par de semanas, se decía Yamato. Corrió sin previo aviso. Él apresuró sus pasos hasta convertirlos en una carrera. No pensaba en nada o tal vez pensaba en todo. Se detuvo al final del camino y gritó:

—¡Mimí, te amo! ¡Cásate conmigo!

El tren se alejaba y ella dejaba de menear su mano. Su rostro se tornó incrédulo y, de pronto, ensanchó sus labios y respondió en un grito apenas audible para Matt: «¡Sí!»

Sonrió satisfecho. Valía la pena. Ella valía la pena.


Notas finales: Es solo una introducción, aun no se refleja a la pareja protagonista. Pero, si mal no recuerdo, Rillianne Duchannes, tú dijiste que debía suceder de apoco y así será.

Gracias por leer.