Capítulo 14

Las luces se apagaron dejando únicamente encendida la luz de emergencia. Una luz triste, de color naranja pálido que apenas iluminaba.

—Oh venga, no te pares —murmuró Lestrade pulsando de nuevo el segundo sótano —. No, venga. Ahora no —pidió golpeándolo.

Mycroft se apoyó contra una esquina y comenzó a respirar cada vez más rápido y de manera irregular. El sudor le caía por la frente y miraba espantado el cuadro que indicaba cada planta.

Lestrade no le prestó atención, aunque era evidente que estaba mucho más calmado que Mycroft. Llamó a la campana para emergencias, pero ni siquiera sonó. La luz se había ido, y dado las horas que eran no había prácticamente nadie en el edificio. Cogió su teléfono para ver si podía llamar o enviar un mensaje pero no tenía cobertura.

Mientras se metía el móvil en el bolsillo escuchó el sonido como de un líquido cayera al suelo. Fue cuando recordó que la respiración irregular y los pequeños gemidos de dolor no eran por culpa de la ventilación. Era Mycroft, que estaba aterrado, pálido como la cera y acababa de romper aguas.

—Oh Dios —murmuró Greg.

Mycroft tragó saliva y puso las manos sobre su vientre, encogiéndose ante una contracción.

—Sácame de aquí —pidió —. Sácame de aquí.

Greg se giró contra la puerta y la golpeó con los puños con furia.

—¿¡Hay alguien ahí!? —gritó cada vez que paraba de golpear la puerta —. ¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?

Pero nadie respondió. Mycroft gritó de dolor y se arrastró por la pared hasta que se sentó en el suelo. Lestrade tomó aire y se arrodilló a su lado.

—Mycroft, por favor, toma aire y suéltalo con calma. Cálmate.

—¡NO ME PIDAS QUE ME CALME! —exclamó el pelirrojo antes de encogerse de dolor de nuevo —. ¿Qué pasa? ¿Qué demonios pasa? —gritó asustado.

—Que estás de parto —dijo remangándose la camisa —. Eso es lo que pasa.

Mycroft le miró asustado y negó con la cabeza.

—No. No, no, no —murmuró —. No. Aún me quedan dos semanas y… No es posible. Sherlock me necesita y yo no puedo hacerlo aquí. Tú no eres médico yo… Tengo preclamsia necesito un médico y… AH —gritó.

Greg tomó aire y sacó su móvil de nuevo, usó el flash como linterna y lo agarró con sus rodillas para que enfocara a la entrepierna de Mycroft. Observó el líquido y suspiró.

—Mycroft, esto será rápido. Si ya has roto aguas y las contracciones son tan seguidas esto va a ser muy rápido. Pero tienes que poner de tu parte. Tu bebé quiere nacer y le da igual donde. Y tú le vas a ayudar, porque es lo que hacen los padres, ayudar a sus hijos. ¿De acuerdo? —murmuró.

—¿A cuántos partos has asistido tú? ¿Eh? —preguntó.

—A tres. Bueno técnicamente a dos porque en el primero me desmayé, pero por ser policía tuve que atender dos partos. Mycroft, confía en mí, soy tu mejor opción ahora mismo y Anderson tenía turno esta noche, estará al llegar. Por favor. El bebé no puede esperar —dijo observando como tenía otra contracción.

Mycroft lo miró dolorido antes de asentir. Le ayudó a deshacerse de sus pantalones y de la ropa interior. Luego apoyó sus hombros en la pared del ascensor y se abrió de piernas.

Greg echó su chaqueta sobre las piernas y tragó saliva.

—¿A cuántas clases de preparación al parto has ido? —preguntó mirándole nervioso.

—¿Pero tú eres gilipollas? —exclamó Mycroft.

—Un poco, según tu hermano —murmuró Lestrade bajando la vista para mirar entre las piernas del político —. Oh Dios —murmuró para sí.

—¿Qué pasa? ¿Qué? —exclamó.

Greg no respondió a la pregunta, puso cuatros dedos juntos y los acercó hasta la apertura, luego separó la mano.

—Bien. Aún no asoma la cabeza, pero es pronto —susurró apoyando las manos sobre sus rodillas —. Calma la respiración Mycroft, por favor.

Mycroft apretó los labios y agitó la cabeza. No era así como se lo había imaginado. Quería dar a luz, el solo con el médico, sin ningún conocido que luego pudiera avergonzarle y mostrar a su bebé cuando estuviera completamente recuperado.

—Mycroft… —susurró Lestrade moviéndose para quedar a su lado, le agarró una mano y la apretó —. Inspira, vamos —pidió haciendo caso de su propia acción.

Mycroft le miró fijamente y le hizo caso, inspiró el aire por la nariz hasta que no pudo más y luego lo soltó por la boca. Lestrade imitó con él los movimientos una y otra vez, y no se quejó cuando casi le aplasta la mano al tener otra contracción.

—Oye —murmuró Mycroft algo más calmado.

—Dime.

—¿Cómo supiste esto? No nos lo quisiste contar y… Creo que actué lo suficientemente bien para que nadie se diera cuenta…

Greg chasqueó la lengua divertido.

—Mycroft —susurró —. Soy policía y… Después de tantos años conoces a todo tipo de personas. Diferentes razas, diferentes orientaciones sexuales y por supuesto diferentes géneros. Aprendes a darte cuenta de los pequeños detalles y cuando te vi, lo supe inmediatamente.

—Ya, ¿pero cómo? —preguntó alarmado.

Greg se mordió el labio inferior, sin saber cómo explicarlo.

—Te contaré como se dio cuenta Anderson —empezó.

—Espera, ¿Anderson también lo sabe? —preguntó Mycroft alarmado.

—Claro que lo sabe, me preguntó a mí si su conclusión era cierta y le dije que no lo sabía pero que probablemente sí —murmuró Lestrade.

Mycroft tuvo otra fuerte contracción, esta vez más dolorosa y casi sintió que se partía en dos.

—¿Có… Cómo se dio cuenta?

—Tu hermano tiene la manía de que seamos muy observadores y… —empezó Greg moviéndose hasta que dar entre las piernas de Mycroft —. Se dio cuenta de que no tienes nuez —susurró.

Mycroft abrió los ojos sorprendido y luego gimió abatido. Aunque su desolación duró poco ya que otra sintió otra contracción que hizo sonreír a Greg.

—Ya está la cabeza —anunció, se inclinó hacia delante para dejar las piernas de Mycroft abiertas sujetándose con sus hombros, y colocó las manos justo debajo —. Bien. Ahora, cuando te venga la próxima contracción, empuja con todas tus fuerzas, ¿vale?

Mycroft asintió lentamente.

—Oye Greg, Greg —murmuró de pronto.

—Dime.

—Si algo me pasa…

—No te va a pasar nada, Mycroft.

—Si algo me pasa dile a John que le quiero, ¿vale? —pidió angustiado.

Greg sonrió.

—Se lo dirás tú mismo Mycroft, ahora no te preocupes. Empuja —pidió con cariño.

Mycroft asintió con dificultad mientras empujaba acompañado de una contracción. Greg dejó de prestarle atención y se fijó en donde estaban sus manos. Una cabeza, del tamaño de un plato pequeño estaba saliendo poco a poco.

—Joder… —murmuró Mycroft —. Esto duele…

Greg alzó las cejas aunque sonrió.

—Lo estás haciendo bien, Mycroft —sonrió —. Vamos, empuja de nuevo, con fuerza.

Mycroft empujó con toda la fuerza que pudo, sintiendo que iba a reventar de un momento a otro. Se juró así mismo no volver a parir, eso desde luego. Greg sin embargo, sonreía como un imbécil. La cabeza ya estaba fuera y la estaba sujetando con suavidad.

—Bien Mycroft, ahora tienen que salir los hombros, ¿vale? —le dijo sonriendo —. Empuja con fuerza, solo unos empujones más y saldrá.

—¿Me lo juras? —dijo Mycroft exhausto.

—Te lo juro.

En la siguiente contracción, empujó con fuerzas pero solo le dolía más. Cogió aire frustrado. Estaba cansado y lo único que quería era dormir. Dormir y que se encargaran otros.

—Mycroft, vamos. En la próxima empuja y estarán fuera.

El hombre del gobierno se incorporó un poco, apretó los puños y empujó con fuerza cuando llegó una contracción. Le llegó otra seguida y casi sin aire empujó igual de fuerte, luego lo que sintió fue un tremendo alivio mientras algo se escurría bajo sus piernas.

Cerró los ojos y tomó aire.

Lestrade cogió el abrigo de Mycroft que estaba en el suelo y envolvió al bebé rápidamente con él. Limpió la cara con una de las mangas con sumo cuidado. El bebé se movía en su regazo aturdido.

—¿Está bien? —preguntó Mycroft con un hilo de voz —. ¿Está bien? —preguntó.

A modo de respuesta el bebé comenzó a llorar histéricamente ante la sonrisa de Greg. Cuando Mycroft lo escuchó, suspiró profundamente y se desplomó. Por suerte, las luces del ascensor se encendieron y este terminó de bajar.

Greg tapó rápidamente las piernas de Mycroft y miró a la puerta. Anderson y el hombre de mantenimiento estaban allí, a cuadros.

—Traigo mi coche y vamos a un hospital —fue lo primero que dijo Anderson antes de salir corriendo de allí.

Mycroft despertó horas más tarde. Estaba tapado con una sábana y tenía un pijama de hospital. No abrió los ojos pero sabía que tenía la parte superior del pijama abierta y un peso ligero sobre su pecho.

Escuchaba voces a su alrededor. Gregory Lestrade se encontraba hablando con John Watson a su izquierda, luego escuchó una voz familiar.

—Le encanta dormir, no le culpes —dijo la voz de su hermano.

Se le notaba una voz cansada, pero estaba bien. Mycroft sonrió.

—Eh —dijo John —. Mycroft, ¿estás despierto? —susurró

El pelirrojo no respondió, solo movió la cabeza hacia un lado. Quería seguir dormido, recuperarse.

—Venga Mycroft —susurró John acariciando su rostro con la mano —. Sé que estás cansado, ¿pero no quieres conocer a nuestra hija? —preguntó.

Mycroft abrió los ojos casi al instante. John se encontraba muy cerca de él, con una mano sobre su cabeza. Le besó la frente antes de señalar con la cabeza a su pecho.

Mycroft rotó los ojos y sonrió.

El pequeño bebé estaba tumbado sobre su pecho, cubierto con una sábana de color blanca. Miraba a su lado derecho con su pequeña mano pegada en la barbilla, examinándolo todo.

—Es bueno que los recién nacidos pasen un tiempo con aquellos que le han traído al mundo. Para que no tengan ansiedad, para que se acostumbren.

Mycroft sonrió de medio lado, elevó una de las manos y la colocó sobre la espalda de la niña. Esta giró la cabeza lentamente y le miró. Tenía el ceño fruncido y parecía confundida. Tenía la cara completamente redonda, al igual que la nariz. No tenía nada de pelo, ni cejas, y las pocas pestañas que se veían eran de color rubio anaranjado.

La niña le miró un segundo más antes de volver a acomodarse y llevarse uno de los dedos a la boca. El corazón de Mycroft se aceleró alegre. Tenía una hija, y era la cosa más bonita del mundo.

Giró la cabeza para ver a su hermano. Tenía enganchado unos cuantos medicamentos líquidos y estaba más pálido de lo normal pero parecía estar bien. Greg estaba en el otro lado, pegado a la ventana.

—Antes de que preguntes cualquier cosa, pedí que os pusieran en la misma habitación pese a que no deberían. Tú deberías de estar en maternidad, no en nefrología.

Mycroft agitó la cabeza.

—¿Estás bien? —le preguntó a Sherlock.

El detective alzó el pulgar.

—Ya tengo una sobrina —le dijo animado.

—¿Y cómo la vas a llamar? —preguntó Mycroft con curiosidad.

—Abigail —respondió inmediatamente.

John le miró sorprendido.

—Vaya, es un nombre común —le dijo.

—¿Y qué esperabas? —preguntó Sherlock alzando una ceja.

Mycroft rió entre dientes.

—Me gusta mucho ese nombre, gracias Sherlock —dijo sonriendo.

Se quedaron unos minutos en silencio, hasta que Lestrade se frotó las manos.

—Me voy chicos —dijo —. Anderson está abajo esperando noticias de Mycroft y Abigail.

—¿Por qué está esperando Anderson eso? —preguntó Mycroft confundido.

—Bueno, fue quien te trajo al hospital y al decirte que tenías preclamsia se preocupó un poco y me dijo que esperaría hasta que te despertaras. Así que voy a comentárselo y nos iremos.

—Vale… —murmuró Mycroft —. Oye Greg —dijo mientras este salía por la puerta.

El policía se detuvo y se giró para mirarle.

—Dime.

—Muchas Gracias por ayudarme. De verdad —le dijo con media sonrisa.

Greg también le sonrió y se pasó una mano por el pelo.

—No tienes por qué. Es mi deber como policía y como amigo —dijo sonriente —. Os veo mañana —dijo antes de salir por la puerta.

Mycroft le observó irse, luego se incorporó un poco moviendo la camilla y cogió a Abigail con ambas manos para elevarla y darle un beso en la sien.

—Abigail, ¿te gusta ese nombre? —preguntó tontamente.

—Mycroft, es un bebé no te va a responder —dijo Sherlock confundido.

—Oh vamos, cállate… —susurró John que se le caía la baba mirándola.

La niña ni se inmutó, solo miraba a Mycroft con ambas manos en la boca. Era larguirucha y delgada. Como un Holmes. El pañal que llevaba puesto parecía quedarle un poco grande y el ombligo lo tenía tapado. Se la volvió a poner sobre el pecho y la tapó con la manta.

—¿Ha comido? —preguntó.

—Sí —respondió John —. Hace una hora le di el biberón. Come demasiado, creo —dijo arrugando el entrecejo.

—¿Y está bien? —preguntó Mycroft.

—Perfectamente. Un buen peso, una buena altura. No tiene ningún problema de salud pese haber nacido con dos semanas de antelación, todo perfecto. Por cierto, una pregunta.

—Dime.

—Greg me contó lo que pasó, y es muy raro que te pusieras de parto tan rápido. ¿Tuviste contracciones antes de llegar a Scotland Yard? —preguntó.

—Sí. Desde que me envió ese mensaje. Tardé en llegar media hora porque había mucho tráfico cortado y estuve con contracciones todo el camino —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Y no se te ocurrió ir al hospital?

—Ni siquiera sabía que había pasado con Sherlock, no les presté atención hasta que nos quedamos encerrados en el ascensor.

—Pero Mycroft…

—Oh por Dios —dijo Sherlock y se tapó la cara con las manos —. Besaos ya y dejad de discutir, que lo estáis deseando.

John miró sorprendido a Sherlock antes de mirar de soslayo a Mycroft.

—Puedes hacerlo —le dijo este sonriendo —. Yo me dejo.

John se mordió el labio inferior antes de inclinarse sobre él y besarle con cuidado. Estuvieron unos minutos así, ejerciendo la presión suficiente sobre sus labios para hincharlos un poco.

—Vale, vale —dijo Sherlock agitando las manos —. Solo un beso, ¡no sigáis! Hay niños delante —dijo indignado.

—Tranquilo Sherlock, esperaremos a que te duermas —susurró Mycroft.

John rió entre dientes mientras Sherlock gruñía un insulto.

—Entonces, Abigail Holmes —susurró sentándose al lado de Mycroft.

—Abigail Holmes-Watson —corrigió este sonriendo.

FIN


Pues... Pues aquí... *Mira nerviosa a los lados porque no sabe que decir*

¡Esto es todo! Espero de corazón que os haya gustado mi historia, de verdad que lo espero.

Agradecer a tod s los comentarios que me habéis dejado, al principio estaba asustada por si debería o no subirla pero es agradable saber que hay gente a la que le ha gustado. ¡GRACIAS!

¡Cristina! Muchísimas Gracias por tu ayuda y por tu paciencia, y siento mucho no haber continuado otras cosas pero es que cuando la inspiración llama...

Con cariño,

Momo

PS: Sí, Abigail es por la de Hannibal.