Y aquí el tan esperado epílogo.

Espero que me disculpen por la tardanza, no he tenido tiempo ni de sentarme en la computadora.

Pero hoy me propuse publicarlo esta pequeña hora que tengo libre.

Les debo un especial de lemon. ¡Prometido que se los traeré! Pero deben esperar un poco.

En estos dias mi vida esta mas agitada que de costumbre :(

Disfruten el epílogo y a esperar el especial :D

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Y de repente, no era ella.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

.

Epílogo

.

.

.

Tami suspiró al ver a toda su familia bailando en el centro del salón. Sus padres se lanzaban miradas divertidas, quizá había estado equivocada en que las cosas realmente iban mal. Se amaban apasionadamente, aunque la rutina les hacía la vida imposible. Después estaba Yuko lidiando con el corto vestido que Kumiko le había obligado a ponerse, bailando con un chico bastante guapo. Kumiko por su lado pasaba dejando sin aliento a varios invitados, como siempre era el centro de atención en el lugar.

Naruto se había llevado el susto más grande de su vida al saber que Hinata no llegaba, pensaba que lo dejaría plantado una vez más como lo hizo Kumiko, pero cuando se escucharon las trompetas entonando la marcha nupcial y todos se pusieron de pie, supo que estaba equivocado. Ahí venía Hinata con su vestido blanco, hermosa y con esa sonrisa que tanto amaba. Ahora estaban festejando la unión.

Tami siguió su recorrido, el salón perfectamente adornado con las cortinas de color champán, el techo adornado con globos blancos, las sillas doradas, las mesas llenas de comida. En ese momento deseó casarse, ser ella la que llevase el velo de novia y el vestido blanco, pero no podía soñar demasiado. Tendría que poner toda su cabeza en la medicina, al final su padre había aceptado su decisión con mucha alegría. Y ella estaba feliz.

— Disculpa. – una voz varonil la sacó de sus pensamientos. - ¿Te gustaría bailar?

Pestañeó tres veces. Conocía a ese hombre de algún lado, era bastante atractivo y con una sonrisa muy peculiar. Estaba segura de que podría sacarle suspiros a más de una mujer.

— ¿Nos conocemos de alguna parte?

— Me temo que no. – se rascó la cabeza confundido y Tami se rió. De verdad era muy atractivo.

— ¡Ya sé! Tú eres el que le llevó serenata a Hinata. – se paró bruscamente señalándolo. – Cantas horrible.

Kiba soltó una carcajada.

— Gracias. – alzó la mano apenado. – Tendré que practicar mejor para la próxima vez.

— Eso espero, mira que tener que volver a oírte así de desafinado. – negó con la cabeza. – Es mejor quedarse sorda antes que suceda. – volvió a soltar la carcajada.

— A ver si adivino, ¿eres la hermana de Naruto? – ella asintió. – Bueno, señorita. No seré bueno cantando, pero puedo asegurarte que en el baile soy muy diferente. ¿Te gustaría agarrar mi mano?

— No estaría mal probar de qué estas hecho, señor desafinado.

Kiba soltó otra carcajada mientras se la llevaba del brazo a la pista. Cada vez que miraba a Tami se daba cuenta de lo hermosa que era, y también de lo mucho que lo divertía. Quizá le pediría su número, lo único que lo frustraba sería enfrentarse al cabeza hueca de Naruto. Pero cuando veía sonreír a Tami, se daba cuenta que la cosa no era tan complicada como se lo imaginaba.

— ¿Ese qué está bailando con Tami no es Kiba? – Naruto apretó los labios.

— Sí, es él. – Hinata lo vio por encima del hombro. – Qué guapo se ve.

— Por su vida, lo mejor será que le quite las manos de encima a mi hermana.

— Naruto, Tami esta grande como para elegir con quien baila o no. Además, no creo que vaya a pasar algo más. – lo abrazó. – Vamos a disfrutar nuestra noche.

— Ese infeliz le está tocando la espalda.

— ¡Es un baile Naruto! No van a tener sexo.

— Juro que lo mataré. – apretó el puño por detrás de la cintura de Hinata.

— ¡Eres imposible!

Dejó de bailar y comenzó a caminar hasta el jardín.

— ¡Hinata! – salió tras ella. - ¡Espera!

Kumiko se acercó hasta su padre. Hiashi bebió un sorbo de champán para después sonreír.

— ¿Otra vez Naruto? – preguntó Kumiko tocándole la espalda.

— Otra vez. – le dio una copa a su hija.

— Brindemos. – las chocaron riéndose.

Naruto corrió hasta llegar a la par de Hinata. Le pasó un brazo por la cintura y la abrazó. Con el otro brazo le rodeó los hombros.

— Estás hermosa esta noche.

— Pensé que no lo habías notado. – endureció la voz.

— ¿Me perdonas? Es que no puedo tragar a Kiba.

— ¿Qué es lo que tanto odias de él?

Suspiró.

— Lo quisiste antes que a mí. – escondió su cara en el cuello

— No es verdad. – se volteó para abrazarlo. – Siempre te amé. Pero me vuelves loca cuando te comen los celos absurdos.

— Está bien. ¡Voy a cambiar!

Hinata sonrió divertida, había escuchado esa frase desde que decidieron casarse. Voy a cambiar. Ya parecía hasta el himno que Naruto cantaba todas las mañanas. Aún así lo amaba, y no trataba de negarlo ni de evitarlo. Lo amaba con toda su alma y ella sabía que él también la amaba.

— Por cierto, Hinata. Hay un pequeño problema con la casa. No nos podremos mudar pronto.

— ¿Por qué?

— Digamos que alguien… "accidentalmente" – dobló los dedos. – Dejó escapar a los conejos.

— ¿Conejos? – lo miró confundida. - ¿Qué conejos?

— Los que te compré, conejita.

Hinata abrió los ojos sorprendida, todavía seguía con ese estúpido apodo que odiaba y que odiaría siempre.

— ¡Naruto!

Corrió antes que lo alcanzara. En realidad no le había comprado conejos, pero necesitaba una excusa para quedarse una semana más en Tailandia, y qué mejor que cabrearla con el apodo que moriría en su boca hasta el último día. Hinata rodó por el césped ensuciándosele el vestido y Naruto soltó la carcajada.

— ¿No es muy pronto para dormir? ¡Aún no hemos tenido nuestra gran noche!

Golpeó el piso enojada mientras se levantaba e iba otra vez por él. Le llegó por detrás y se le montó en la espalda. Naruto dio cuatro vueltas a ver si se caía de nuevo, pero no pudo contra ella. Hinata estaba pesada con todo ese vestido y empezaba a asfixiarlo.

De pronto, cayó con ella al piso. Ambos soltaron una carcajada y Naruto se rodó para abrazarla.

— Está loca señora de Namikaze.

— Y usted, señor Namikaze, eres un gorila de lo peor.

— ¿Ahora si me darás un besito? – estiró los labios con los ojos cerrados.

Hinata se levantó corriendo.

— ¡Solo si me atrapas!

— ¡Otra vez no! – Naruto bufó molesto levantándose del césped.

Pero, ¿qué podía hacer? Amaba a esa mujer con cada fibra de su cuerpo, y correría hasta África solo por verla feliz. Se rieron cuando la atrapó y la besó. Ahora si estaba completamente seguro de algo…

Le compraría un conejo en navidad.