Disclaimer: Twilight y sus personajes pertenecen Stephenie Meyer y su Editorial. La historia que leerán a continuación me pertenece a mí.
CapítuloBeteadopor:Shades
Capítulo 1: ¡Siempre lo mismo con ellos!
Bella POV.
Según ellos, yo estaba en un alto nivel de depresión. Ósea si, puede que esté un poco deprimida, pero eso no era el fin de mi existencia, quiero decir, aún seguía teniendo gente a la que yo realmente apreciaba. Aparte eso de la depresión era depende la ocasión. Aun recordaba esa bendita fiesta a la que mis amigos me hicieron ir. Me había tomado hasta el agua de los floreros y para coronar esa noche me quise hacer la stripper bailando Pole Dance. ¡Oh sí que me la pase de lo más bien! Aunque eso significo un mes entero castigada.
La hija de puta de Jessica Stanley, había etiquetado una foto mía en Facebook, donde aparecía bailando tomada del caño y en brasier, menos mal que la parte de abajo no salió ya que esa noche me había quitado hasta la falda de jeans que había llevado. En fin, esa foto la vio mi hermano Jasper, y el muy buchón se enojó tanto conmigo, que mientras discutíamos mi madre escucho y… bueno ya sabrán luego. Un puto mes castigada.
La cosa es que mis padres estaban tan metidos en su mundo, que con solo cruzar unas palabras al día conmigo, y yo contestarles con monosílabos, ellos llegaron a la conclusión de que estaba pasando por una crisis depresiva.
Intentaron llevarme con un psicólogo, con el cual solo dure una jodida sesión, ya que al querer indagar en mi vida amorosa lo mande por un caño. Finalmente, eso trajo como consecuencia, una discusión con mis padres, en especial con mi madre. La señora René Swan.
Jamás pensé que mi propia madre me haría pasar por algo así. Se supone que ya soy grande y que éramos una familia un tanto liberal, cada uno con sus cosas. Ella junto a mi padre y mis hermanos llegaron a una nueva conclusión, de que en realidad lo que me hacía falta era paz y por eso habían decidido que tenía que asistir a un Retiro Espiritual. Si, así como suena. ¡Un jodido Retiro Espiritual!
Habíamos pasado semanas discutiendo y queriendo hacerles entender, que yo no necesitaba nada de esas cosas, que solo estaba cansada un poquito de todo, nada más. Mis hermanos trataron de ayudarme hasta que al final desistieron y de a poco comenzaron a darle la razón, solo porque me encontraron leyendo un libro que se titulaba Oscuro. Ósea ni siquiera sabían de qué mierda se trataba el libro, solo vieron que se llamaba Oscuro y dedujeron que lo mío en realidad era cosa seria. ¡Malditos tontos traidores!
Si ellos pensaban que con eso iban a ayudarme, realmente se equivocaban. ¡Qué demonios iba a hacer yo, entre monjas y un sacerdote! definitivamente mis padres se habían vuelto locos si pensaban que yo iba a asistir a un lugar como ese.
Y aquí nos encontrábamos. Todos. Mis hermanos ese par de traidores Emmett y Jasper, y por supuesto los cabecillas de todo esto, mi padre Charlie y mi madre, la jodida René Swan.
— Mamá ya te lo he dicho un sinfín de veces… ¡No voy a ir a ningún lugar de locos! —dije con voz cansada. Por dios, porque no lo entendía de una vez…
— Y yo ya te dije también un sinfín de veces, que no tienes opción, realmente te hará bien, reencontrarte con tu yo interior y eso… —Jesucristo, pero ahora se le daba por ser psicoanalista. Vaya joyita de madre me toco.
— Mamá… por favor deja ya tu intento fallido de querer hacerte la experta en trastornos adolescentes, porque realmente no te queda —me miro entrecerrando sus ojos y con su mandíbula apretada. Mis hermanos contuvieron las carcajadas y mamá los miro feo.
— Isabella, más respeto que soy tu madre, y si yo te digo que vas a ir, vas a ir; ¡OK! —lo último me lo dijo gritando. Que se joda.
— ¡NO! —grite, acaso no entendía que no quería ir. ¿Por qué me estaba obligando?
— ¡SÍ! —volvió a gritar. Trate de serenarme o yo terminaría ligándome una buena bofetada si llegaba a decir algo que no era debido.
— No… y es mi última palabra mamá —dije saliendo de la cocina chocándome con todos a mi paso, estaba realmente furiosa.
¡Ja, ja! Estaban mal si pensaban que yo, iba ir a un convento.
Maldita sea mi mamá, mi papá, el par de idiotas de mis hermanos y el puto convento. Un poco más y me sacaban atada de pies y manos. Acá me encontraba, yendo por la autopista directo a ese lugar horrible. De nada me sirvieron los berrinches y las pataletas que me mande.
Ya me lo imaginaba yo, apostaba todo que era un lugar viejo y desgastado, sin vida, con muchachas que realmente les hacía falta eso, en cambio yo no servía para esos lugares. A mí me gustaba divertirme, estar riéndome todo el día, ir de acá para allá. Que esté pasando por una etapa media depre no quería decir que me internen en ese lugar tres meses. Dios… realmente no sabía cómo iba a hacer para aguantar tanto tiempo encerrada en ese lugar. Mi vida se había vuelto una jodida mierda. Ellos hasta le llegaron a echar la culpa a mis libros, pero lo que ellos no sabían es que gracias a esos libros, aprendí a valorarme como mujer y a saber esperar por el amor verdadero, sí lo sé, sonaba muy cursi, pero era verdad. Mi perspectiva respecto a mi virginidad había cambiado drásticamente luego de leer esos libros que según mi madre "no me enseñaban nada bueno". Ahora realmente pensaba que tanto una mujer como un hombre solo debían de estar con esa persona con la que se iban a casar o que estaban seguros que en un fututo contraerían matrimonio. Realmente ellos eran los que necesitaban unas buenas vacaciones en ese jodido convento.
Estuvimos más de dos horas en el auto viajando. Mi madre de vez en cuando me miraba por el espejo retrovisor, con cara de pocos amigos, aun podía escuchar los gritos que había pegado cuando me vio con la ropa con la que iba…
Estaba vestida con unos jeans azul oscuro cortados por encima de las rodillas y una blusita de tiritas color negra con un estampado en blanco en el centro, de unos colmillos, en los pies mis queridas Vans classic negras, esas que mi madre había amenazado con tirarlas por lo rotosas que estaban. Y por supuesto con mis infaltables Ray-Ban negros, los adoraba siempre me daban ese toque final que tanto me gustaba. Mi madre pego un grito diciéndome que como pensaba ir a un santuario de Dios vistiendo como una rockera de mala muerte. Quise mostrarle mi dedo grosero, pero me contuve porque estaba presente mi hermano Emmett y mi padre que me miraba con tristeza ¿Qué le pasaba? Sin decirle palabra alguna, con mi maleta acuesta y sin dejar que mi padre me ayudara, me subí al auto y espere dentro a que ellos se dignaran a irnos de una buena vez.
Me puse mis auriculares a todo lo que daba, escuchando King of Lion, sin prestar atención a lo que me preguntaban. Ellos habían decidido esto, así que ahora a llorar a la iglesia.
— Muy bien… llegamos —dijo mi padre soltando un suspiro. Y luego de estar viajando por más de tres horas. Ya tenía mi culo cuadrado, de tanto estar sentada. Suspire y me removí nerviosa en el asiento de atrás del carro de mi padre.
Baje unos milímetros mis lentes y literalmente quise que la tierra me tragara. El lugar era realmente asqueroso. Había monjas por doquier, curas por donde mires y una jauría de adolescentes de entre quince y veinte años.
Mi madre zorra vieja, intuyo que yo por nada del mundo me bajaría del auto así que con la velocidad de la luz saco mi maleta que estaba junto a mí sin que yo pudiera reaccionar rápido.
— Mamá que haces… ¡devuélvemela! —dije sin levantar demasiado la voz, pero no resulto ya que muchas de las chicas que estaban cerca voltearon a ver la escena. Oh mierda.
— ¡NO!… sal del auto primero —largue un gruñido y apreté mis dientes y puños. Ella no me podía hacer esto.
— ¡NO!… no voy a salir del auto, no quiero estar aquí, mamá por favor —mis ojos comenzaron a escocer.
— ¡No sea infantil y sal de ese maldito auto! —gritó sonrojándose y tapándose la boca con una mano, dándose cuenta del lugar en donde estaba. Miro a su alrededor y volvió a mirarme con su mirada entrecerrada; yo sabía muy bien lo que eso significaba, así que sin más salí del auto tan lento como si fuera que todo estaba pasando en cámara lenta. Mierda.
— Hija… puedes apurarte, las demás niñas ya han entrado solo faltas tú —cerré la puerta del auto con un fuerte portazo y mi padre rodo sus ojos suspirando.
Tome la maleta de la mano de mi madre sin un deje de tranquilidad y educación y al mirarla a los ojos, estos brillaban con intensidad.
Ella había buscado esto, yo ya era adulta pero ella no me dejaba decidir por mí misma, así que ahora se aguantaba.
Desvié mi mirada por encima de sus hombros y a unos seis metros, un hombre vestido con un sencillo traje verde mate, estaba mirando toda la escena, eso me enfureció ¿Qué mierda se creía este?
— ¿Qué estas mirando? ¡Chismoso! —le grite por encima de los hombros de mi madre, ella volteó a ver a quien le gritaba y me tomo del brazo.
—No seas irrespetuosa, nosotros no te enséñanos esos modales… discúlpate —ohh esto no podía estar pasándome. Mi madre lo miro a mi padre como diciendo "apóyame en esto"
Sin dejar de mirar a mi madre, no me di cuenta en que momento aquel hombre se había acercado a nosotros.
¡Santa jodida mierda!
— Cariño no seas así, sabemos que estas molesta pero esa no es forma de hablarle a la gente, tu madre en esto tiene razón —decía mi padre mientras me palmeaba el hombro. Iba a contestarle pero aquel hombre me interrumpió, dejándome con la boca abierta, y los ojos como plato.
Ay era hermoso. Mis piernas comenzaron a temblar.
De donde había salido, era el ser más precioso que mis ojos pudieron apreciar. Sus ojos eran de un color verdes grisáceos, sus cejas pobladas pero bien formadas, hacían un complemento perfecto con su nariz esto hacía una simetría singular en su rostro. Sumándole perfección venia consigo su cabello castaño dorado muy corto y muy raro, con algunos mechones sobre su frente. Pero lo que todo complementaba y hacia resaltar la exquisitez en su rostro, eran sus labios… Dios eran inigualables, delicados ni muy finos, ni muy gruesos, simplemente dotados de hermosura.
Bueno ni hablar de su cuerpo; a simple vista estaba en forma y si no me equivocaba media cerca de 1.85.Y…
Un carraspeo me sobresalto, al parecer me había quedado admirando su belleza sin percatarme de que al lado mío estaban mis padres, y que según ellos estaba en un "recinto de Dios".
Volví a mirar a la preciosura de hombre que tenía en frente y vi que su ceño estaba levemente fruncido.
¡Que tonta soy! Me repetía en mi cabeza. De seguro él se había percatado de lo estúpida que era por haberme quedado mirándolo embobada. De seguro él era una persona ya con compromiso o de novio o casado… no sé por qué pero el pensar en que él estaba ocupado me hizo sentir rabia.
— No se preocupen señores, al retiro… han venido niñas peor de malcriadas que su hija —no dije nada. ¿Pero que decía este?
Me quede mirándolo fijo con una ira naciente a punto de estallar. ¿Quién diablos se creía, para decirme a mí, malcriada? Iba a contestarle, pero volvió a interrumpirme.
— Creo que ya deberías entrar —dijo mirándome— la misa para las niñas recién llegadas empezará en diez minutos —dijo en un tono despectivo y mirándome ceñudo.
— ¿Sabes qué? Primero que yo no soy ninguna niñita, tengo diecisiete años, y estoy pronta a cumplir dieciocho y segundo yo no pienso entrar a una iglesia —dije mirándolo con una sonrisa burlona. El resoplo tan despacio, que aun así lo sentí. En mi rostro.
— Disculpen… ustedes son el señores y la señora Swan…—dijo una monja, no sé en qué momento se había acercado, pero yo no me había dado cuenta.
— Sí, somos nosotros —dijo mi padre
— Bien, lo siento mucho, pero ya deben irse, la señorita debe ingresar a misa —dijo la monja mirándome a mí y luego a mis papas. Mi cuerpo se estremeció.
Yo no pude más y me encogí de hombros y agache mi cabeza.
— Váyanse —dije sin mirarlos.
— Hija, nosotros…—
— ¿Qué no estaban apurados por dejarme aquí?, pues bien ¡Lárguense! —tome mi maleta de las mano de mi padre y comencé a caminar directo a la dichosa iglesia.
— Es por ti nena, por ti… —escuche que dijo mi madre, mas no me di la vuelta, y seguí sin mirar atrás.
Estos iban a ser los tres meses más largos de mi vida, sin mis hermanos, sin mis amigos… ¡Dios sin Facebook!
Definitivamente todo se había ido a la mierda, lo que esperaba era que por lo menos nos despidiéramos de manera cariñosa, pero todo se había ido por un caño.
A mi vista todo estaba como en una película en blanco y negro. Estaba parada frente a la dichosa iglesia. Mis ojos comenzaron a picar e inmediatamente gruesas lágrimas se desbordaron de mis ojos.
— Isabella…—me seque las lágrimas y voltee a ver quién me hablaba. Y si, este hombre definitivamente seria mi perdición en este lugar, aunque aún no sabía que hacia él aquí, ¿Será que es el jardinero, el cocinero o qué? Me preguntaba mentalmente. Se acercó con una media sonrisa que literalmente me dejo sin aire y hablo.
— Trata de sentarte en una de las primeras bancas de la iglesia —dijo sin antes mostrarme una sonrisa que le llego a sus ojos. Eso me dejo abrumada, que le pasaba, primero me veía feo y ahora me sonreía— ¡Hombres quien los entiende! —dije en voz media alta, antes de entrar al enorme edificio.
Estaba sentada en la segunda fila de asientos. De pronto comenzó a sonar una melodía que iba acorde con la vos de los niños del coro. Inmediatamente la gente se paró y yo desganada me pare bufando y rodando los ojos. Por mi costado vi pasar a los monaguillos seguidos del padre que daría la misa.
Literalmente mi boca se abrió en una perfecta "O" y mis ojos a su vez se abrieron como plato. Puta madre.
Dios esto no podía estar pasando, él… él padre era… era el hombre del traje verde.
Su sotana negra y pulcra que le llegaba hasta los pies, era la clara señal de que no podía ni debía poner mis ojos allí. ¡Maldición no podía apartar mis ojos de los suyos! Al situarse frente a las personas escaneo brevemente sobre las primeras filas hasta que pareció encontrarme, ya que al verme una leve sonrisa apareció en las comisuras de sus labios. Mis ojos parecían ser atraídos con una fuerza invisible hacia su cuerpo. Mi mirada escaneaba cada movimiento que él hacia sin perder rastro de ninguno. Con tanta seguridad hablaba sobre el bien y el mal, sobre el perdón, los pecados y las tentaciones, sin darse cuenta que él mismo era la tentación reencarnada.
En ocasiones su vista se posaba sobre la mía por escasos segundos para luego volver a bajarla con su ceño fruncido.
¿Qué estaba pensando? ¿Qué estaba haciendo? Yo no debía mirarlo de esa forma. No podía. Mierda. Mierda. ¡Mierda!
La misa pasó sin inconveniente alguno, duro lo que tenía que durar, a lo último nos dieron la bienvenida a todas las jóvenes y luego cada una se fue a sus lugares de descanso.
Por mi parte espere a que toda la gente se retirara y me acerque hasta donde estaba él… padre. Al verme me sonrió pero su sonrisa no era muy alegre sino más bien nerviosa, se acercó a donde yo estaba…
— Lo…lo siento, yo…perdón no sabía que usted era sacerdote, yo… —no me dejo terminar.
— Tranquila Isabella, no pasa nada, muchos se llevan una gran sorpresa cuando se enteran que dedico mi vida al sacerdocio… —se encogió de hombros
— Sí pero no creo que nadie le grite como le grite yo hoy… de verdad que si hubiese sabido yo que usted… —grandísima idiota. Sí, eso es lo que yo era.
—Pero bueno así se dieron las cosas… y por favor tutéame, no soy tan grande, solo tengo veinticinco años —por supuesto que sabía que no era ningún viejo, pero tampoco tan joven. ¡Que desperdicio!
— Oh…—fue lo único que pude decir, Dios ahora que lo veía más detenidamente, él era el mismísimo pecado hecho hombre, era jodidamente hermoso, era… ¡Con un demonio, que rayos estaba pensando! ¡Él es un sacerdote tonta Bella!… me decía mentalmente mientras reprimía mis pensamientos, y los ocultaba en el lugar más recóndito de mi cabeza. ¿Qué demonios? Esto no me podía pasar, aquí y mucho menos con él. Pero sentía que de nada me estaba sirviendo mi fuerza de voluntad.
— ¿Estás de acuerdo? —pregunto sacándome de mis pensamientos.
— Perdón, ¿en qué? —se rio de manera descarada y fruncí el ceño, ¿de qué se reía?
— En que sí mañana a primera hora me quieres ayudar a empezar con los preparativos que se van a llevar a cabo para la fiesta de bienvenida… —se me quedo mirando y levanto una ceja al notar mi reacción.
Había escuchado bien o estaban por hacer una fiesta, aquí, en un Retiro Espiritual… ¡Ja, y este era el tan serio lugar de Dios según mi madre! Si supiera.
— ¿Van a hacer una fiesta… aquí? —me sonrió y siguió caminando conmigo… a mi lado.
— Pues si… que esperabas, un lugar lleno de monjas y sacerdotes, rezando todo el santo día… claro que no, nosotros sabemos y conocemos bien las necesidades de los jóvenes, por lo tanto, sabemos que si los pusiéramos a rezar todo el día, al fin y al cabo no serviría de nada, porque se terminarían aburriendo y se terminarían escapando y no queremos eso —termino mirándome. Su mirada era penetrante e incluso transparente, incluso me arriesgaba a decir que cualquiera de sus sentimientos se podía ver atreves de sus ojos. Estos no engañaban. Eran puros. Como todo él. Maldita sea.
— Buena conclusión… entonces sip, cuente conmigo… —él simplemente asintió y seguimos caminando.
El llevaba mi maleta, según decía, no había olvidado como ser un caballero como su padre le había enseñado, algo que me pareció de lo más tierno y bueno otras cosas que no vienen al caso. Me acompaño hasta las barracas que estaban divididas en pabellones de cuatros chicas, mi pabellón se llamaba 4-A, y era el que estaba más cerca de donde se encontraba la casa de los sacerdotes, donde allí ellos dormían, que según me dijo solo dormían de a tres, en cada casa. Pero el más alejado de las otras barracas donde se hospedaban las demás chicas.
Al dejarme en la puerta de mi "habitación", me tendió mi equipaje y sin dejar de mirarlo a los ojos tome la maleta de sus manos, rosando sus dedos. Fue ese simple acto el que hizo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran, haciéndome temblar un poco. Estoy segura que él también debió notarlo, ya que inmediatamente evito mi mirada y agacho su cabeza, cual adolescente nervioso frente a su primera cita. Quise alargar más su presencia, pero no se me ocurría nada.
Aclaro su garganta y prosiguió hablando, no me había dado cuenta pero habíamos entrado en un silencio que ninguno de los dos quería romper hasta que él lo hizo…
— Uhmm bien… me retiro para que puedas descansar, acuérdate que el desayuno lo sirven a las ocho am. Y las actividades empiezan a las nueve y media am… —sin decir más se dio la vuelta y se fue.
— Padre… —le grite, él volteo y me miro esperando.
— ¿Cómo es su nombre? —necesitaba saber cuál era el nombre de semejante hom… ¡Concéntrate Bella!
— Edward… —me sonrió y se dio la vuelta. Me quede ahí parada en la puerta de la barraca como una estúpida, mirando por donde se había ido. Se perdió de vista y pude voltear para entrar en la que sería mi covacha en los próximos tres meses.
Bien ahora sabia como se llamaba el hombre que sería mi perdición durante estos meses… ¿Creen en el amor a primera vista? Pues yo sí, y era la mismísima mierda ese sentimiento. De algo estaba segura y era que estaba jodida, que digo jodida… ¡Bien jodida!
A quien quería mentir. Mirar al padre Edward era como mirar, tu vida viviendo en el paraíso. Eso me transmitía. ¡Él era tan perfecto, pero tan prohibido!
¿Cómo iba a hacer ahora, con él dándome vueltas todo el día? No podía. Que me partiera un rayo si no sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Pero de algo, me había servido la educación que los zorros de mis padres me habían dado. Algo fundamental me habían enseñado, y era a no ser hipócrita. No. No lo iba a desmentir y hacerme la carmelita descalza.
Me había fijado en el padre Edward no como una feligresa mira a un siervo de Dios. No, claro que no. Me había fijado en el padre Edward… como un hombre. Como un hermoso y prefecto hombre.
Y aunque eso me lleve al mismísimo infierno, de algo estaba segura, y era de que yo no le era para nada indiferente al… al Padre Edward.
Bueno aquí les traigo mi nuevo fic... para contarles un poquito de este nuevo proyecto, en realidad esto fue en un principio un original. algo que habia escrito para una amiga. con su permiso hize una adaptación y aquí esta, espero que les guste y me dejen sus comentarios escritos asi yo poder responderles cualquier duda que les surja.
Sin nada mas que decirles las dejo en el próximo capitulo.
Se las quiere
***Gis Cullen***