Disclaimer: Twilight pertenece a Stephenie Meyer. Esta historia es de samekraemer, yo sólo traduzco con su autorización.

.

Vuelve a Casa

Capítulo uno

—Vamos, Edward. Levanta tu pierna; no la arrastres. Tres minutos más —insistió Emmett. Él era el fisioterapeuta de Edward, y Edward lo odiaba tanto como me odiaba a mí la mayoría de los días. Edward era un paciente horrible… Él era un hombre y un doctor. La combinación lo hacía un monstruo en un buen día.

—Púdrete tú y ella también —espetó a Emmett mientras caminaba lentamente por la cinta. Rodé mis ojos, empujando a un lado el dolor desgarrador. No era nada bueno, de hecho, y era una de las cosas más amables que me había dicho desde que cuido de él después de su accidente.

Traté que sus comentarios no me afecten porque sabía que cada día era una prueba de su paciencia. Él tenía que reaprender a hacer muchas cosas, y no sería capaz de practicar la medicina de nuevo debido a la lesión cerebral que había sufrido en Nochebuena hace seis meses atrás.

Él estaba corriendo a casa porque era tarde para una celebración familiar, y fue chocado por un conductor ebrio que se pasó la luz roja. Estuvo en coma por tres semanas porque los doctores lo mantenían así para que su cerebro curara. Tuvo tres costillas rotas en la parte izquierda por la bolsa de aire y también un pulmón colapsado, pero la lesión más seria fue el traumatismo de cráneo.

Fue sometido a una cirugía para insertar un monitor Bolt para monitorear la presión intracraneal. Tuvo suerte que no tuvieron que hacer una craneotomía para extraer un pedazo de su cráneo así su cerebro tenía espacio para expandirse. Los médicos fueron capaces de regular la inflamación con medicamentos, pero al principio, era completamente horrible.

Después que volvió en sí, un nuevo e inesperado problema fue diagnosticado, Edward no recordaba nada de lo que había pasado durante el año anterior a su accidente. No había forma de saber si alguna vez recordaría el tiempo perdido, y eso le frustraba.

Ni bien los médicos supieron de esto, llamaron a toda la familia, explicaron las consecuencias, mencionaron que esperar de Edward, y cómo manejar la situación como una familia. Era extremadamente difícil y frustrante para todos los involucrados, pero lo peor era la confusión y cambio de personalidad de Edward.

—De acuerdo, creo que estamos bien por hoy. ¿Has estado haciendo tu terapia sin mí? Has recuperado casi el ochenta porciento del uso de tu mano derecha, pero no puedo evitar creer que te acercas más al cien porciento si sigues así —elogió Emmett mientras que le daba a Edward su bastón. Había habido una parálisis en el lado derecho, pero no había daño en los nervios o músculos, por lo que los médicos eran optimistas en que él recuperaría el uso completo con una terapia intensiva.

Sus padres habían remodelado la biblioteca en su casa para hacer un gimnasio y así poder tener sesiones diarias sin tener que ir a la oficina del terapista. También habían abandonado sus oficinas al lado de la biblioteca para proporcionar a Edward con habitaciones privadas cercas del gym. Él no estaba agradecido por ninguno de los sacrificios que su familia hacía por él, y supongo que no podía culparle. No podía garantizar que no estaría amargo en su posición.

—Sr. Cullen, ¿le gustaría…? —comencé mientras me acercaba a donde se encontraba en la cinta de correr, secando el sudor de su rostro con una toalla que Emmett le dio.

—Sra. Swan, a menos que vaya a lavar mi polla y darme un final feliz, puedo bañarme solo. McCarty, te veré mañana. Después de bañarme y practicar mis ejercicios de escritura, quiero algo de comer, perra mandona —dijo hacia mí mientras salía lentamente del gimnasio.

Sentí las lágrimas en mis ojos ante sus palabras. No fue porque las haya dicho, porque él tiene muchos lindos nombres para mí desde que fue dado de alta del hospital y comencé a cuidarlo. Lo más doloroso era que no siempre había sido así.

Después que cerró la puerta, Emmett caminó hacia mí y me abrazó mientras sollozaba por tercera vez en el día. En realidad era un buen día porque el día anterior fue su cumpleaños y él me había prohibido estar en la casa. Le había gritado a su madre que era su maldito cumpleaños y que debería pasarlo como quisiera. Ninguno de sus planes incluía tener a mi "culo huesudo" alrededor.

—Shh. No sé cómo lo haces. No entiendo por qué Carlisle y Esme no le dicen… —comenzó Emmett con su disco rayado.

Me aparté.

—Tú sabes por qué. Estoy de acuerdo con ellos, Emmett. Él tiene que darse cuenta solo, si es posible —le recordé.

—¿Y si no lo hace? —preguntó Emmett.

—No puedo quedarme con eso. Tengo que rezar que recuerde las cosas por su cuenta o que su opinión sobre mí cambie una vez que llegue a conocerme —respondí.

—¿Llegue a conocerte? Diablos, Bella… —se quejó Emmett.

—Lo sé —suspiré, sintiéndome exhausta otra vez. La posibilidad que él nunca sintiera lo mismo por mí era demasiado como para imaginar, pero si, después de haber sanado físicamente, me quería fuera de su vida, tendré que cumplir sus deseos sin importar mi costo personal.

.

Acompañé a Emmett de salida y fui a la cocina para hacer la cena de Edward. Kate, la cocinera de los Cullen, se negaba a servir sus comidas, y no podía culparle. Después que fue dado de alta, él fue a la casa de sus padres para continuar con su recuperación. Siendo el horrible paciente que era, tiraba la comida en la cara si no era lo que él quería comer ese día. Él se encontraba en una dieta especial, y lo odiaba, así que después de la primera semana de volver a la cocina con comida en su ropa, ella amenazó con renunciar.

Por el momento, me estaba quedando con Esme y Carlisle, así que le dije a Kate que me encargaría que comiera y eso fue probablemente cuando su odio por mí creció de una pequeña llama a un rugiente infierno que he vivido en los últimamente.

—Bella, ¿cómo está él hoy? —preguntó Kate. Ella era una mujer encantadora. Se encontraba en sus cuarenta y tantos años y vivía en la propiedad pero no en la casa. Se había ofrecido mudarse a la casa principal así podía quedarme en la pequeña cabaña y tener un poco de privacidad por las primeras semanas, pero la rechacé. Después que Edward volvió a caminar y le quitaron el catéter, me mudé devuelta a casa porque él odiaba saber que me encontraba en la casa.

Llegaba a la casa de los Cullen cada día a las siete de la mañana, y no me iba hasta que Edward estuviera en su cama a las once de la noche. No importaba la hora que me iba porque no dormía cuando llegaba a casa, y nunca descansaba un día, cosa que enojaba a Carlisle, Esme, la hermana de Edward y mi propio padre. De hecho, fue por mi padre que conocí al Dr. Cullen en primer lugar.

—Su habilidad está mejorando cada día. Fue capaz de caminar tres millas en la cinta hoy, cosa por la que el Dr. Gerandy estará feliz cuando lo lleve para su chequeo. Solo he llorado tres veces hoy, cosa que es un bonús, y solo me llamó perra cuatro veces. Tal vez es un sigo de cambio —respondí con optimismo.

Kate puso una taza de té frente a mí en la mesa.

—Hija, ¿por qué no dejas que Carlisle y Esme contraten a una enfermera para que trate con él? Se les paga para soportar actitudes desagradables. No debería ser así entre ustedes —dijo Kate con una mano gentil en mi mejilla y mucha simpatía en sus ojos. Por supuesto, su amabilidad hizo que aparecieran lágrimas en mis ojos.

—Kate, sabes por qué lo hago. Él es…

—¡Maldita sea! ¿Voy a cenar o no? No aprecio que los criados chismeen sobre mí cuando no estoy. Cocina, creo que tienes un trabajo que hacer, y no es para mimar a la Srta. Swan. Ella es compensada muy generosamente, estoy seguro, para cuidar de mí, cosa que lo está haciendo para la mierda porque tengo hambre.

—Srta. Swan, si no quieres seguir trabajando para mis padres, ¿por qué no llevas tu culo perezoso fuera de su casa y encuentras a otro lisiado con una actitud amable? Me gustaría saber a qué Universidad fuiste para formarte porque, perra, apestas —espetó Edward desde la puerta de la cocina. No lo había escuchado acercarse, cosa que era bueno porque significaba que estaba ganando más control sobre sus movimientos.

—¡Edward Anthony! —escuché de la otra entrada de la cocina. Era Carlisle viniendo del garaje. Sabía que se iba a ir por la tangente y eso solo empeorará la situación. Lo detuve con mi mano y me puse frente a Edward.

—Sr. Cullen, solo me estoy preparando para llevarle la cena. ¿Por qué no se une a sus padres en el comedor? Creo que su hermana y su esposo están invitados a cenar, y Katie cocinó un asado, el cual es uno de tus favoritos —sugerí, tratando de mantener mi entereza.

—Oh, ¿así que ahora dictas mi entretenimiento también? Que suerte. Padre, ¿sabías que la Srta. Swan es mi directora social? ¿No hay ningún tonto por allí que quiera llevarte a una cita? Aunque, en base a tu apariencia, creo que debería ser ciego. ¿Alguna vez has escuchado de algo llamado maquillaje? —espetó Edward.

—Sr. Cullen, eso en innecesario. Estoy aquí para hacer mi trabajo —espeté. Afortunadamente, Carlisle y Kate dejaron la habitación para permitirme lidiar con él.

—¿Eres tan amarga porque te dejaron? ¿Cuántos años tienes, de todas formas? —siseó.

—Tengo veintisiete. No me dejaron. Perdí a mi esposo en un accidente, maldito arrogante —espeté. Tal vez no era un mejor día después de todo.

—Fue probablemente un suicidio si tenía que volver a casa a ti todos los días —afirmó sarcásticamente. No podía soportarlo más. Fui al armario, encontré mi bolso y me fui. Algunos días eran mejores que otros. Este no era uno de esos.

.

Me mantuve entera mientras conducía a casa. Metí la mano en mi blusa y saqué la cadena dónde colgaban las dos bandas de platino, y me aferré a ellas como si dependiera mi vida de ello. Tenía una rutina nocturna, pero parecía como si tendría que conformarme a realizarla cinco horas antes porque eran solo las seis de la tarde.

Estacioné en mi lugar y subí los dos tramos de escaleras hasta el vestíbulo del lujoso edificio de apartamentos donde residía. Dije residía porque no vivía… en ningún lugar. No había encontrado forma de vivir desde que mi vida se había hecho pedazos, pero no podía pensar en ello o perdería mi maldita cordura.

Crucé el vestíbulo, mirando alrededor y sonriendo por enésima vez desde que mudé el año anterior. No era un lugar al que alguna vez pensé vivir, pero cuando te enamoras locamente de alguien, haces muchas cosas que nunca imaginaste.

—Ah, estás en casa temprano —Jake, el encargado de recepción, saludó mientras colocaba un paquete en el escritorio.

—Hola, Jake. ¿Cómo estás en esta hermosa tarde de junio? —pregunté con voz cansada.

—Claramente, mejor que tú. ¿Cómo está el Sr. C? —preguntó. Él preguntaba todos los días, y usualmente, le respondía: "mejorando con el tiempo". Esta noche, solo sonreí porque tenía miedo que Edward nunca mejoraría y no podía decirlo en voz alta. Eso lo haría muy real.

—Oh, ¿mal día? —preguntó. El tipo tenía una actitud pacífica y la esposa e hija más dulce que jamás he conocido. Me encantaba cuando ellas venían a visitarlo antes de todo lo que pasó. Me encontraba con ellas cuando volvía del trabajo. Carlie, la esposa de Jake, era algo tímida, pero era fácil de ver que amaba a su esposo tanto como yo al mío. Su hija… ella era todo lo que solía esperar que mi hijo sea en ese entonces. Desafortunadamente, nunca lo sabría.

—Fue un día… ¿Cómo esta Nessa? —pregunté. Ella acababa de terminar su primer año de colegio, y yo siempre me entretenía por las historias que me contaba. Sabía que él trataba de distraerme y siempre lo aceptaba feliz. Solo mi doctor y yo sabíamos la profundidad de la pérdida que había sufrido. La única prueba que tenía de que alguna vez estuve embarazada era un sonograma de mi primera visita prenatal y una pequeña caja envuelta en papel de Navidad con un regalo para mi esposo para darle las buenas noticias. Por desgracia, sería una noticia que nunca daría.

—Ella está bien. Va a ir a un campamento de porristas, si puedes creer eso. ¿Necesita algo, Sra. C? —Era muy dulce por preguntar.

—Solo un baño caliente y una copa de vino. Me alegro de verte, Jake. Por favor, por enésima vez, llámame Bella —pedí. Me guiñó el ojo y me dio la caja.

Tomé el correo del buzón y subí al ascensor, insertando la llave en la cerradura para entrar al penthouse. Cuando las puertas se abrieron, caminé y abrí la puerta principal. Dejé caer las llaves en el recipiente junto a la puerta junto con mi bolso y la caja. Sabía lo que había allí sin abrir la maldita cosa. Era le regalo de cumpleaños de Edward… una rara primera edición de "El guardián en el centeno", el cual era su libro preferido. No sabía si dárselo a él provocaría alguna chispa o haría las cosas peor, así que la dejé en la mesa para considerarlo al día siguiente cuando vaya a lo de los Cullen.

Revisé la maquina de la cocina, escuchando la voz reconfortante de mi padre.

"Bells, soy yo, cariño. Solo chequeando. Voy a trabajar el turno de la tarde, así que si vas a casa antes de la medianoche, llámame. Estoy preocupado por ti. Te amo, cariño. Adiós."

Todos en mi vida, salvo una persona, estaban preocupados por mí. Diablos, yo me preocupaba por mí. No me había dado cuenta lo fuerte que era, pero supongo que hay algo que decir por "lo que no te mata, te hace más fuerte." Él no está muerto. Solo perdido. Tenía que seguir recordando eso, o me agacharía en una bola y moriría.

Fui a la habitación de invitados a la que me había movido y tomé mi pijama, yendo al baño principal para bañarme. Mientras miraba a la enorme jacuzzi a la derecha, recordé la última vez que estuve allí.

Bugsy, ven aquí, nena. Tengo una sorpresa para ti le escuché llamar desde arriba. Había tenido un mal día y cuando lo llamé para quejarme sobre ello, él había escuchado pacientemente, como siempre hacia incluso si estaba ocupado, y me dijo que tenía una sorpresa para mí cuando llegara a casa.

En un minuto, Elmer. Voy por una copa de vino le grité.

Lo tengo cubierto respondió.

Me reí ante nuestros estúpidos apodos para le otro, pero él comenzó a llamarme Bugs poco después de conocerlo porque siempre lo saludaba con un "¿Qué tal, Doc?". Me dijo que era una de las cosas que amaba de mí.

Subí las escaleras y caminé por el largo pasillo a nuestro baño principal, viendo velas por todas partes, junto con flores y un gran cubo de plata que habíamos recibido como regalo de bodas. Este contenía una gran botella de Veuve Clicquot. Su sonrisa era increíble, y mi día horrible se desvaneció por completo.

¿Cómo está mi esposa? Ya se encontraba en su bata y no desperdició tiempo en quitar mi traje.

A los otros niños no les gusta jugar bien me quejé mientras él besaba mi cuello, llevando su mano para desabrochar mi sujetador después de quitar mi blusa de seda.

¿Quién fue? Voy a darles una paliza mañana ofreció, haciendo que soltara una sonrisa.

Eso suena mucho mejor que lo que escuché por teléfono. Así que, dime qué pasa presionó mientras que me ayudaba a quitarme mis bragas y a meterme en la bañera. Me alcanzó una banda para el pelo y abrió una botella de champán, sirviendo dos copas, y me las dio mientras que el se metía conmigo.

Una vez que estuvo instalado, tomó una copa y brindó.

Por la mujer más hermosa y paciente del mundo. Trabajas con mi madre… ¡Tienes que serlo! Ambos reímos.

No era que su madre era la difícil. Todo lo contrario. Ella era una mujer encantadora. Era nuestros clientes que no confiaban en mi juicio y determinaban que la única razón por la que ella me tenía como socia era porque me casé con su hijo.

¿Quién fue hoy? preguntó mientras rellenaba nuestras copas.

Victoria James. Teníamos todo preparado para ser entregado la próxima semana a tiempo para Acción de Gracias. Tu madre está haciendo ese trabajo por los Newton, así que Esme le dijo a Victoria que yo estaría para la entrega y puesta en escena, ella hizo un quilombo. Dijo cosas feas sobre mis habilidades y como yo solo trabajaba para tu madre porque estaba follando a su hijo. Y conoces a Esme, se puso loca. Rompió el contrato y se lo tiró a la mujer. Pasé toda la tarde cancelando las entregas. ¿Puedes ir a darle una paliza a Victoria James por mí? me quejé mientras tomaba mi champán.

Puso mis pies en su regazo y comenzó el maravilloso masaje que sabia dar para olvidarme de mi día y excitarme tanto que lo follaría en cualquier superficie que encontrara. El hombre era muy bueno en tácticas de distracción.

Mañana de camino al hospital, iré a patearle el trasero. Así que, creo que guardado la semana de Navidad y Año Nuevo. Papá dijo que cubrirá por mí ya que Alice y Jasper no van a estar en ese tiempo. Podemos irnos el veintiséis y volver a casa el treinta, cosa que nos permite estar en casa para la fiesta de Año Nuevo de mamá y papá, y al mismo tiempo tener unas vacaciones para nosotros. Estaba pensando en Hawaii. Es cerca, así que podemos reducir el tiempo de viaje, y luego por mi cumpleaños, podemos ir a una luna de miel apropiada en Italia. Vancouver en agosto no es exactamente una luna de miel. Fueron tres días, amor explicó.

Hey, tú eres el que quiso casarse rápido bromeé.

Puedes apostar tu hermoso trasero que sí. Cuando apareciste en la sala de emergencias después que tu padre resultó herido, me hechizaste, y ese idiota, Taylor… Trevor… como sea, iba tras mi chica. Llevarte al juzgado y casarme contigo tres días después que te propuse fue mucho más higiénico que hacer pis sobre ti cada día antes de ir a trabajar. Lo mejor que pudo pasar fue cuando mamá te rogó ser su socia después que nos casáramos. Eres una diseñadora de primera clase, y si ese idiota no podía verlo, al menos mi madre sí. Ahora, sigamos, Sra. Cullen…

Y si que continuamos, bastante bien. Me hizo el amor en la bañera, en el mostrador del baño y en nuestra cama esa noche, arrastrando todo lo malo que había pasado ese día. Esa noche fue la noche que concebimos nuestro hijo. Nuestro hijo que él nunca sabrá que existió y que yo nunca conoceré.

Nunca llegamos a hacer ninguna de esas cosas que él prometió. Él iba de camino a casa en la víspera de Navidad porque íbamos tarde a lo de mi padre, y esa noche era la que cambió nuestras vidas para siempre.

Después de mi ducha, fui a la cocina para calentar un poco de la sopa que Katie me había obligado a traer dos días antes. El día anterior… el cumpleaños número treinta y tres de Edward cuando demandó que no me aparezca… lo había pasado en cama con un pequeño álbum de fotos que habíamos acumulado durante nuestro breve noviazgo y tres meses de matrimonio antes del accidente. Lo cerré antes de llegar a la imagen del ultrasonido.

Llamé a mi padre porque se encontraba preocupado, y sabía que se aparecería la mañana siguiente a las cinco de la mañana si no lo hacía.

—Jefe Swan —contestó estoicamente. Él nunca miraba al identificador de llamadas. Dios, lo amaba.

—Bella Cullen —respondí secamente.

—Oh, Bells. ¿Cómo estás, cariño? —preguntó, animándose un poco. Era mala al no regresar sus llamados porque no tenía nada bueno que decirle. Desafortunadamente, su agenda siempre era la misma.

—Hola, papá. ¿Cómo va el aspecto criminal? ¿Debería mantener mi espray de pimienta a mano cuando salga por la mañana? —bromeé.

—Basado en una conversación que tuve con Katie, diría que deberías usarlo con tu esposo —espetó papá. Él y Katie había desarrollado una "amistad" después que comencé a salir con Edward.

Carlisle y Esme lo habían invitado a las cenas de los domingos y papá comenzó a ir cada vez más temprano para sentarse en a cocina y mantener "compañía" a Katie mientras que ella cocinaba. Sabía que estaba interesado en ella, y estaba feliz de presenciarlo. Lamentablemente desde el accidente, él no pasaba tiempo en la casa de los Cullen porque era muy difícil de explicar a Edward. Katie tenía libre los sábados, así que mi padre trabajaba alrededor de su horario para pasar tiempo con ella.

—Papá, no puede evitarlo. Él no es el Edward que enseñaste a pescar. Él no es el doctor que reubicó tu brazo cuando te lo quebraste en junio pasado. Él no es el tipo que se presento en la estación a las tres de la mañana para rogar tu bendición para pedirme casamiento. Piensa por lo que ha pasado. Él intenta lo mejor que puede —defendí.

—Bella, ¿por qué te niegas a considerar divorciarte de él? Incluso Esme y Carlisle creen que es en tu mejor interés. Puedes tener una mejor vida, ¿sabes? —presionó papá. Esa era la agenda de la que hablaba.

—¡Papá! Han pasado solo seis meses. Él está mejorando cada día. Lo amo, y él lo verá, con el tiempo —respondí, sonando como la tonta desilusionada que me había convertido. Simplemente seguía esperando que saliera de la niebla, mirara a mis ojos y me viera por lo que soy… la mujer que él amaba demasiado que me convenció de acostarme con él en la primera cita… que me convenció a irme a vivir con él un mes después… que convenció para casarnos después de tres cortos meses de haberlo conocido.

Justo entonces, sonó el teléfono.

—Papá, necesito irme. Tengo otra llamada. Trataré de ir el domingo a cenar, ¿de acuerdo? —pregunté.

—Está bien. Te amo, Bells —respondió. Contesté lo mismo y colgué, atendiendo la llamada entrante.

Escuché sollozar del otro lado de la línea, así que miré la pantalla para ver que era del celular de Esme.

—Esme, ¿qué pasa? —pregunté nerviosamente.

—Bella, ven aquí, por favor. Él trató… trató… —balbuceó.

—¿Trató de qué? —presioné.

—Trató de suicidarse —respondió Carlisle. Solté el teléfono y caí de rodillas. Después de todo… no podía perderlo así. ¿Qué mierda íbamos a hacer?