Bilbo levantó la vista del libro para coger una manzana de la cesta que tenía a su lado. No hacía mucho que la primavera había llegado y Bilbo penaba aprovechar cada minuto de ella, pues sin duda alguna era su época favorita del año. Le encantaba ver como las abejas volvían a recolectar polen, como las flores se abrían a la luz cálida del sol y como los días se hacían cálidos y agradables. No había nada mejor que tumbarse a la sombra de un cómodo árbol rodeado de naturaleza con un buen libro y una buena cesta llena de comida. Poco más se necesitaba en la vida. Bueno, si se hubiese traído su pipa hubiese estado mejor. Pero aún así era feliz.

Desde donde estaba podía escuchar el río Celduin en la distancia. Miró al sol y pensó que era hora de volver. Tenía un buen trayecto antes de llegar a casa. Guardó el libro en la cesta y se fue por el bosque de camino a la ciudad mordisqueando la manzana mientras tatareaba una vieja canción que le había enseñado su madre.

El último invierno había sido muy duro para Bilbo, demasiado frío para un hobbit. Él estaba acostumbrado al calor de la tierra y a los tímidos pero cálidos rayos del sol aún en los días más fríos. Había echado de menos pasear por el exterior de un modo que le había ensombrecido el alma y modificado su apacible espíritu. "Los hobbies no están hechos para vivir en montañas y soportar cambios de clima tan bruscos" le decía su voz interior; aún así sabía que no había nada que hacer, pues por mucho que añorase los verdes valles y los olores y placeres de su tierra natal, nunca sería capaz de dejar atrás lo que tenía dentro de la grande y majestuosa Montaña Solitaria. Quizás en otra vida había estado destinado a volver a tu tierra natal después de la aventura que había vivido hacía un par de años, pero no en esta vida. En esta vida tenía motivos para soportar el frío, la roca y las diferencias de costumbres y culturas. "Aunque un poco de buenos modales en la mesa no estaría mal, de vez en cuando".

Cuando se encontraba a mitad de camino escuchó un ruido que provenía de cerca. Bilbo se paró a escuchar. Sabía que aunque Dale estaba casi reconstruida y la tierra había empezado a recuperarse de la Desolación de Smaug todavía quedaban restos de maldad y oscuridad por aquellos lares. Oyó pasos y se escondió detrás de un árbol. Cuando se asomó para mirar se encontró con tres hombres que se acercaban a su posición. Por las ropas y la armas que portaban Bilbo supuso que eran cazadores. Sabía que no le harían nada, pues todos en Dale y el la Ciudad del Lago sabían quien era, aún así no se acababa de sentir cómodo con la Gente Grande. No es que le molestase estar con ellos, al fin y al cabo se había hecho bastante amigo de Bard y visitaba el mercado de la ciudad con bastante frecuencia, simplemente había algo en la Gente Grande que le recordaba lo pequeño que era y eso le inquietaba un poco.

Bilbo esperó a que los hombre se moviesen y pasó detrás de ellos sin ser visto. Se pasó el resto del camino comiendo un poco de queso mientras cantaba de camino a casa.

Uno podía pensar que Erebor era solo un montaña, y que dentro de ella uno solo podía esperar encontrar rocas y minas, pero nada estaba más cerca de la realidad. Antes de la llegada del dragón había sido el reino enano más rico y poderoso de la Tierra Media y los enanos que habían vuelto a ella, después de su recuperación, se habían asegurado en que no pasase mucho tiempo antes de que la Montaña recuperara su viejo esplendor. No habían pasado ni tres años de la Batalla de los Cinco Ejércitos y la montaña volvía a dar señales de su poderío, y eso era algo que tranquilizaba a Thorin, pues no había nada que quisiese más que devolver a su gente el hogar y el esplendor que les pertenecía.

Bueno, había una cosa que quería más. En el fondo de su corazón, aunque nunca se lo reconocería a nadie, había una cosa que quería más que ver a su pueblo en su hogar, algo que quería más que el oro, o las piedras preciosas. Más que cualquier perfecta obra de joyería o armería. Y eso era el Corazón de la Montaña. Le había costado mucho darse cuenta de la valía que tenía, y el recordar lo cerca que había estado de perderlo todavía le encogía el alma. Cada día al despertarse y ver su precioso tesoro daba gracias a Mahal por la suerte que había tenido. Y precisamente por eso Thorin, hijo de Train, hijo de Thror, Rey Bajo la Montaña, se encontraba inquieto.

No en el exterior, en el exterior era el rey sereno y poderoso que su pueblo tan bien conocía. No, era en el interior, debajo de esa máscara de tranquilidad que llevaba, donde estaba preocupado. Preocupado porque su valioso tesoro no se encontraba bajo sus dominios. No era la primera vez que sucedía ni sería la última, pero eso no quitaba ni atenuaba el sentimiento del pecho del enano. Si algo caracterizaba a Thorin era la ferocidad con la que protegía lo suyo: su gente, su reino, sus sobrinos y al Corazón de la Montaña lo protegía más que nada. Aunque este se empeñase en que no necesitaba protección, muchas gracias. No necesitaba un guardián que fuese con él todo el día, porque era un hobbit adulto y la mera idea de tener una niñera era ridícula, gracias pero no, gracias.

Pero a Thorin no le parecía ridícula en absoluto, al fin y al cabo era un ser muy pequeño en una montaña muy grande y temía que su preciado tesoro sufriese algún mal. Y era precisamente por eso por lo que Thorin se encontraba en la muralla de la montaña, mirando hacia el pequeño bosque que había crecido donde antes solo había cenizas y desolación, esperando a que su tesoro volviese a casa.

Bilbo miró hacia arriba asombrado. Nunca se acostumbraría a la majestuosidad de Erebor. La primera vez que vio el reino enano le pareció frío y demasiado grande para alguien como él. Pasados los años le seguía pareciendo demasiado grande para él, pero en absoluto frío o inerte. Ahora se respiraba el calor que solo se encuentra en los lugares donde la gente avita porque quiere, y no por necesidad. No sabía como, pero poco a poco esa montaña llena de gemas y oro y carente de cálida madera y hierba y rayos del sol, se había convertido en su hogar.

En lo alto, donde la puerta daba paso a una muralla que se usaba de mirador, donde se colocaba la guardia de Erebor para controlar que ningún mal sucedía en sus puertas, estaba el Rey Bajo la Montaña.

Bilbo sonrió. Sabía que Thorin no podía ver su sonrisa, por lo que levantó un brazo para saludarle. Toda respuesta que tuvo fue una leve inclinación de cabeza y su desaparición. No tardó mucho en volver a verle, pues le estaba esperando en la entrada de El Ala Real.

'Buenas tardes'. Dijo Bilbo al acercarse al rey. En seguida un guardia les abrió las puertas y se encontraron de camino a sus aposentos.

'Espero que hayas tenido un día próspero.' Dijo Thorin clavando sus ojos azules en el mediano.

'Ha estado muy bien. El bosque está precioso. Creo que las flores empezarán a abrirse en un par de semanas cuando haga un poco más de calor. Todavía es pronto.'

Thorin asintió. Su interés por la naturaleza era prácticamente nulo, pero lo complacía escuchar a su hobbit hablar tan apasionadamente. Si por el fuese trasladaría la Comarca a los aposentos del mediano para que este se encontrase como en casa.

'He recogido manzanas. ¿Quieres?'

'Gracias.' Dijo Thorin aceptando la pieza de fruta de las pequeñas manos del hobbit.

'¿Qué tal tu día?' Preguntó Bilbo. Se encontraban en la puerta de sus aposentos, los cuales estaban al lado de los de Thorin. Era costumbre que cada miembro de la familia real tuviese sus propios aposentos, aunque dichos miembros no los utilizasen, como era el caso de Fili y Kili, demasiado acostumbrados a dormir en la misma habitación en Eren Luin como para sentirse cómodos durmiendo en habitaciones separadas. Y, bueno, también estaba el caso de Thorin y Bilbo.

Cuando Thorin confesó sus sentimientos por el mediano este no esperaba que fuesen recíprocos, y mucho menos esperaba que el hobbit acabase convirtiéndose en su consorte al año de recuperar la Montaña. Pero Bilbo le quería, Bilbo había dicho que sí a quedarse con él es su hogar y Bilbo aceptó su cortejo y su proposición. No todo el pueblo de Thorin estaba de acuerdo con la elección de su rey a la hora de elegir consorte, pero eso es otra historia que no nos incumbe ahora.

Bilbo abrió la puerta de sus aposentos para colocar el libro y la cesta en la mesa. Se fue a la pequeña cocina a preparar té. Thorin se sentó en el sofá lleno de cojines de vibrantes colores.

'Largo. He tenido que solucionar unos problemas que han surgido en la nueva mina que se ha abierto e inspeccionar la mercancía que sale para las Colinas de Hierro.' Bilbo se sentó en frente suyo en su sillón favorito, a esperar a que el té estuviese listo. 'También me han llegado nuevas de los avances de Dale. Me reuniré con el arquero en dos días para discutir los avances y ver que se necesita.'

'Me parece bien. Ya sabes que considero a Bard un amigo...'

'Yo no.'

'Thorin.' Dijo Bilbo irritado. 'Han pasado tres años. ¿No crees que es hora de olvidar el pasado?'

'Cuando vives tantos años como yo el tiempo es relativo, y desde luego tres años es muy poco tiempo para olvidar que ese hombre se ha apoderado de una catorceava parte del oro de mi compañía.'

'No se ha apoderado de nada. Yo se lo di gustoso.'

'Por favor, âzyungâl, no otra vez. No estoy de humor.'

'Esta bien.' Dijo Bilbo levantándose a por el té. Preparó dos tazas y se sentó al lado de Thorin, ofreciéndole una.

Estuvieron en buen rato en silencio, pues no tenían nada que decirse y la simple presencia del otro les reconfortaba. Bilbo apoyó su cabeza en el hombro de Thorin y este le rodeó con su brazo. En ese preciso momento Bilbo se sentía en casa.

La única razón por la que Bilbo tenía sus propios aposentos era para su paz mental. No era que todas sus cosas estuviesen allí, ni que necesitase estar solo y alejado de tanto enano de vez en cuando, aunque eso era cierto; era porque necesitaba un sitio familiar donde estar, un sitio que fuese suyo, que no le recordase que habitaba bajo una montaña rodeado de enanos tan lejos de sus amadas colinas y sus curiosos parientes. Sus aposentos eran únicos en Erebor. La roca de las pareces se había cubierto con madera tallada con finas hojas y flores. Los muebles eran de su talla y estaban adornados con telas y cojines de vivos colores como los que tenía en Bolsón Cerrado. Tenía su estudio donde escribía, su cocina, donde cocinaba sus propias recetas, y su propia librería, donde guardaba libros y mapas que hablaban de lugares ya pasados. Esa habitación había sido el regalo de compromiso de Thorin. Cada mueble, cada pieza de artesanía la había hecho él con sus manos en señal de su amor y devoción. Pero eso no quería decir que viviesen separados, ni mucho menos. Cada noche Bilbo abría la puerta privada que separaba su habitación con la de el rey para pasar la noche con él, pues sus aposentos, más que unas estancias particulares, eran el rincón privado del hobbit.

'Has recibido una carta.' Dijo Thorin sacando un sobre de su bolsillo.

Bilbo se enderezó, cogiendo la carta. 'Es letra élfica.'

Thorin hizo una mueca de asco. 'Lo sé.'

Bilbo abrió la carta con cuidado de no romper el sello. 'Es de Lord Elrond.'

Thorin se relajó un poco. De entre todos los elfos a los que detestaba se podía decir que el señor de Rivendel le caía casi bien. '¿Qué es lo que quiere?'

'Me pregunta que tal me encuentro y me invita a visitarle cuando quiera.' Thorin murmuró algo en su lengua que Bilbo no comprendió, pero imagino que no era algo agradable. 'Me ofrece enseñarme su librería, dado que la última vez no pude verla. Y espera que todo esté bien por aquí. Oh, mira. Te manda saludos.' Dijo Bilbo enseñándole la carta.

Thorin no se inmutó. No había vuelto a ver al elfo desde que dejó Rivendel hacía tres años y no tenía ninguna intención de tener relaciones con él. Ya tenía bastante con tener que mantener relaciones con Thranduil.

'¿Qué vas a hacer?' preguntó el enano al cabo de unos minutos.

'Me gustaría ir, la verdad. Me gustaría volver a ver Rivendel y visitar la biblioteca. Me pareció tan hermosa cuando la vi. No me mires así, Thorin, Erebor es hermosa, pero distinta. Además siempre he querido saber más de los elfos, desde que era pequeño.'

'No son tan interesantes como crees.' Lo dijo con un tono oscuro, con ese tono que usaba siempre que hablaba sobre elfos.

'Pues a mi me lo parecen. Además, Lord Elrond nos dio la bienvenida y fue muy amable conmigo.' Bilbo notó como Thorin se tensaba a su lado. Quería ir. Quería ir y visitar Rivendel con todo su corazón. Quería perderse en esa biblioteca y saber más de elfos, pero sabía que su sitio estaba al lado de Thorin. El día que se hizo su consorte le prometió que siempre estaría a su lado, y aunque podía ir a donde quisiese, pues no era prisionero de nadie, no quería dejar a Thorin tan pronto. Todavía Erebor se estaba reconstruyendo y las relaciones entre los hombres, elfos y enanos no eran sólida. Todavía el papel de mediador de Bilbo era necesario. No podía dejar la Montaña, no por el momento. Quizá en un par de años.

'Creo que deberíamos invitarle.'

La mirada del rey era dura, pero Bilbo no la temía, le conocía demasiado bien. '¿Cómo?'

'Si.' Dijo Bilbo dejando la carta a un lado y cogiendo las manos del enano. 'Yo no voy a ir a Rivendel, no es un buen momento y tampoco me quiero separar de ti por tanto tiempo, pero eso no quiere decir que no quiera ver a Lord Elrond. Podrías invitarle aquí. A visitar la restaurada Erebor. Como una visita oficial. Y así le podría ver.'

'¿Por qué he de hacer algo así? No tengo trato con él, ni quiero tenerlo. No sé que motivo tengo para invitarle.'

'Thorin. Por favor.'

'No. No me niego a que tengas correspondencia con él, si tanto te interesa, pero no voy a invitar a ningún elfo a mi montaña.'

'Tu y tu montaña.' Saltó Bilbo. Pues aunque la mayor parte del tiempo se comportaba como un Bolsón, no había que olvidar que era también un Took, y todo el mundo sabe que la rama Took tiende a salir en los peores momentos. 'Él nos ayudó cuando más lo necesitábamos. Gracias a él y a sus conocimientos estamos aquí. Él no es tu enemigo.' Bilbo estaba de pie, irritado y apunto de enfadarse seriamente con Thorin. 'Comprendo tu odio irracional hacia Thranduil…'

'¿Irracional?' Dijo Thorin con voz peligrosa. Pero Bilbo le paró con un dedo. Era su turno de hablar y pensaba hacerlo.

'Si, irracional. Vale que no le soportes, lo comprendo. Pero tu más que nadie deberías saber que no todo el mundo es igual y no todos los elfos son iguales. Elrond es un ser agradable y sabio y me gusta considerarle un amigo. Y tu deberías hacer lo mismo. Tienes motivos para invitarle a tu montaña, oh poderoso rey, dado que sin él todavía seguiríamos perdidos sin saber como diantres entrar a esta montaña que tanto adoras.'

Thorin le miró severamente. Bilbo no apartó la mirada. Estuvieron así durante un par de minutos que a Bilbo se le hicieron horas. Al final el rey enano se levantó muy despacio sin dejar de mirar a su consorte.

'Se va a celebrar una fiesta oficial por el cumpleaños de Kili. Le está permitido asistir si así lo desea.'

Y dicho esto se fue. Bilbo tardó unos segundos en recomponerse de lo que había sucedido.

'Estúpido Took.' Se dijo a si mismo mientras se dejaba caer en la silla.