Estaba totalmente preparado para el reproche y la acusación que se le hiciera con especto a la muerte del imprudente muchacho. Sería normal si incluso le echaran del pueblo, revocando el contrato, y recurriendo a contratar los servicios de cualquier otra aldea.

No obstante, Sejong Do, simplemente cerró los ojos al ver el cuerpo y asintió cuando le solicitó permiso para exhumar los cadáveres de todas las víctimas de aquel jinete.

"Establecer la relación entre las víctimas para determinar un patrón", pensó.

"Buscar el propósito principal."

Serían cerca de las dos de la madrugada, con la renuente bendición del sacerdote, cuando Raidō desenterró los ataúdes con ayuda de un mozo de cuadras demasiado joven, pero una fuerte constitución que ya envidiarían varios genin.

Frente a él, estaban en orden según su muerte: el terrateniente y el hijo de este, una mujer, un anciano, el muchacho y otro hombre, entrando en sus treintas.

Faltaría el equipo chūnin, pero ya habían sido llevados a Konoha, el actual terrateniente, entrado en funciones a la mañana siguiente de muerto su predecesor, había decidido que su emisario para contratar la misión, se los llevara. No obstante, tenía un reporte preliminar con algunas fotografías hechas por el equipo médico.

Miró el expediente.

Los tres habían muerto por heridas punzantes, dos recibieron una puñalada directa al corazón, justamente como el joven que imprudentemente había salido al encuentro del jinete, mientras que el tercero tenía la herida en la garganta.

Además, tenían otra cosa en común, y era que la cabeza estaba en su sitio. Por el contrario, el resto de las víctimas habían sido decapitadas, de un solo golpe según pudo notar al revisar las heridas, y el arma en cuestión tendría que estar a una elevada temperatura, pues existía cierta cauterización.

Frunció el ceño. No podría tratarse de la influencia de chakra, había visto las heridas que causaban los cortes que provocaba Asuma, y no se parecían de nada.

Montó dos lámparas para mejorar la iluminación de la habitación y sacó la cámara fotográfica para empezar el registro y su reporte.

Volvió a mirarlos. Hasta un novato podría sacar la conclusión evidente: los únicos cuya muerte tenía un propósito, eran los que no tenían cabeza. La patrulla chūnin y el muchacho solo estaban muertos porque se pusieron en su camino.

Él mismo podía dar fe de esa teoría, pues en cuanto el caballo le dejó fuera de combate, no reparó en su presencia, con todo y que era claramente la mayor amenaza.

La víctima de esa noche, era el hombre del final, el que aún no había sido sepultado. Lo encontraron en medio del camino que conducía hacía la carretera principal al País de las Aguas Termales.

—¿Quién es? —preguntó al mozo de cuadras.

—El ayuda de cámara del anterior terrateniente —le respondió.

La relación entre las víctimas se volvía también evidente, salvo por la mujer que según la información que había recibido, no tenía absolutamente ningún vínculo con el terrateniente.

Levantó una ceja con cierta incredulidad.

Por fuerza tendría que tenerla.

Tomó un escalpelo de la mesa de material del embalsamador, dueño de aquella propiedad aledaña al cementerio, y fue hacia la mujer siguiendo la única línea lógica que la relacionaría con los demás.

—Quizás debas salir, si no tienes estómago para esto —dijo al mozo.

Sin embargo, el joven no se movió de su sitio.

Sin dedicarle demasiada atención, el ninja soltó la cinta del blanco atuendo funeral, descubriendo el cuerpo amoratado.

Era una verdadera fortuna que no acostumbraran cremar los cadáveres en esa zona, o toda la evidencia se hubiera perdido por completo.

Con la sangre negruzca manchando los guantes, pudo confirmar que la mujer estaba embarazada de tan solo unas semanas. Miró de soslayo a todos los varones dispuestos en fila, preguntándose quién sería el padre.

La edad de la mujer la volvía candidata para el hijo del terrateniente. Pero él conocía bastantes hombres entrados en años, que por tener cierto cargo de prestigio se sentían jóvenes de alma, y buscaban esposas que solo querían seguridad social o económica, por lo que estaban dispuestas a encontrarle el gusto a los achaques de la edad.

Habiéndose quitado los guantes, continuó mirándolos.

El Terrateniente.

Su hijo.

La amante de alguno de ellos.

El juez.

El ayuda de cámara del terrateniente.

—¿Cuál es la casa del terrateniente? El fallecido, me refiero.

—Es donde vive ahora Sejong Do-sama.

—Podemos volverlos a enterrar.

Aún no amanecía cuando acabaron con su penosa tarea, y luego de mandarlo a dormir, Raidō volvió a la casa en donde le habían dado hospedaje, mirándola desde fuera. Era claro que, pese a la tragedia, todos dormían.

Era la casa más grande de todo el pueblo. Lo que no era de extrañar, así como tampoco resultaba difícil comprender que, a ciertas horas, también funcionaba como edificio administrativo, por lo mismo, cualquier información relevante, solo podía encontrarse ahí, o en la casa del juez. Quizás algún notario.

Se frotó el cuello con la mano derecha, moviendo la cabeza en círculos, sintiendo los músculos tensos. Pensó que faltarían algunas horas para el amanecer, por lo que pensó que le daba tiempo de hacer un par de cosas sin la insidiosa presencia de algún colaborador del asesino.

No estaba seguro de encontrar la casa del juez vacía, pese a la muerte del hombre, así que tomó las mismas precauciones que tomaría para introducirse en cualquier otro sitio.

Dejó escapar un suspiro al ver el desorden total en que se encontraba, muebles rotos, libros deshojados, cajones completamente vacíos.

Dio un salto, desvaneciéndose de la vista de cualquiera que pudiera observarle.

La casa del notario no era tan grande, pero no por ello se trataba de una vivienda modesta. Se deslizó al interior desde la ventana de la cocina, apenas tocando con las puntas, pasó por un par de salones antes de encontrar el despacho. Sin embargo, no entró.

Una luz naranja iluminaba el interior, acercarse definiría su silueta. Aguzó el oído y escuchó el crepitar del fuego y en él, algo más sutil: papel quemándose.

Profirió un gruñido decidiendo olvidarse de las sutilezas y entrando a la habitación.

Encontró a uno de los ancianos que se habían reunido con él a su llegada en la biblioteca de la casa principal. Rápidamente, se abalanzó sobre él, dejándole inconsciente antes de que pudiera proferir algún ruido delator y recuperando los papeles que pudo de las llamas. Afortunadamente, el papel no era vegetal, sino un tipo de pergamino tratado que no cedía fácilmente al fuego.

Con el hombre mal sentado en uno de los sillones, empezó a leer los documentos, no pudiendo fruncir el ceño a medida que se daba cuenta de que tenía en las manos una detallada y muy meticulosa planificación de un asesinato.

Faltaba una buena parte, y los papeles se mezclaban con títulos de propiedad, no solo de ese pueblo, sino de otros, además de algunas cartas, a primera vista, simples intercambios entre familiares y amigos, pero si estaban en ese grupo de papeles a desaparecer, tendrían que estar cifradas.

Se alejó de la chimenea, decidido a revisar el resto de la oficina, aunque le llegara el medio día en esa tarea. Bastaba solo lo que tenía en las manos para cambiar la misión, iniciando formalmente una investigación por cargos de traición y conspiración.

Se detuvo un momento.

Era ese el momento para llamar a Genma, y poner sobre aviso a Kakashi.

Tomó asiento en el imponente escritorio de madera oscura, tomando el material que necesitaba de ahí mismo, luego usó un jutsu de invocación, con lo que un ave emergió de entre la nubecilla de humo, le ató el mensaje y la liberó por la ventana.

Raidō se preguntó desde cuándo se estaba gestando esa conspiración, pero, sobre todo, ¿cuál era la relación del jinete con esas personas?

Si se tratase de una estratagema discreta de la propia aldea para desmantelar a los conspiradores, se le habría sido informado, de modo que su presencia se tratase de una simple cubierta para completar la misión de asesinatos sin dar a entender que habían sido descubiertos.

No obstante, no se le ocurría ningún motivo por el cual alguien ajeno a Konoha se tomara la molestia de prevenir un hecho que, de llevarse a cabo exitosamente, sin duda, provocaría una crisis para la cual no se sentía seguro de que pudiesen salir indemnes, luego de una guerra como la que acababan de pasar.

Miró con incredulidad al viejo.

¿Por qué un pueblo tan pequeño tendría la loca idea de matar al Hokage?


Comentarios y aclaraciones:

Después de una larga ausencia, este proyecto vuelve, lo que es peor, es ya tengo pensada la siguiente adaptación, por lo que necesito retomar esta primero.

En fin, solo me queda decir

¡Gracias por leer!