Título: Lágrimas de un Príncipe *Traducción*

Autora: Tassy-Riddle

Traductora: LindenCorina15

Fandom: Harry Potter

Pairing: Harry Potter / Lord Voldemort (Tom M. Riddle)

Disclaimer: Nada en esto es mío y mucho menos "Harry Potter". Pertenece a J.K Rowling y a Tassy-Riddle.

Advertencias: Slash (Relación Chico x Chico) Lemon (sexo explícito entre los personajes) y Mpreg (embarazo masculino), por lo tanto, si no te gusta o te sientes incómodo con esto, es simple: No lo leas. UA

Summary: Harry Potter es el príncipe más bello del reino. Y al cumplir los 17 años, se ve obligado a contraer matrimonio con su insoportable primo, Draco Malfoy. ¿Encontrará la felicidad con su prometido, ó en los brazos de un imponente conde, Tom Riddle?


CHAPTER 1

Nota:

Cursiva: Escritos en cartas; Entre – "…" – Pensamientos; Entre –… – Diálogos y escenas.

IMPORTANTE: La palabra "doncel" en la lengua española, significa: joven. En esta historia, sin embargo, está relacionada con la palabra jovencita, y caracterizara a un hombre como "hombre fértil". O sea, doncel será atribuido a los personajes del sexo masculino capaces de quedar embarazados. RECUERDEN QUE ES UNA HISTORIA "UA"

Esta es una historia UA -Universo Alternativo- o sea, ocurre en una realidad paralela e inexistente en la cual TODO puede ocurrir.

Lágrimas de un Príncipe

Erase una vez, hace muchos y muchos años, en una tierra lejana al este de Gran Bretaña, un reino bonito y afortunado llamado Hogwarts. Éste era divido en cuatro sub-reinos muy prósperos que vivían en plena armonía: Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff. En el sub-reino de Gryffindor era donde vivía la familia real. Por años los Potter gobernaron aquel reino, pero cuando el rey Alan Potter y su esposa, la reina Helen Potter, murieron, no contaban con un heredero varón. De esa forma, el trono paso para el único hijo, el bellísimo doncel James Potter, que en aquella época pasó a llamarse: James Potter-Black, cuando se caso con su mejor amigo, Sirius Orion Black. En ese entonces, se tornó rey, con James a su lado como rey conyugue, y tuvieron cuatro hijos. El más bello –de diecisiete años– era el príncipe más bello de todos los reinos, Harry James Potter-Black, un doncel. En el medio –con doce años– estaban las gemelas Alice e Isabelle Potter-Black. Y por ultimo –con ocho años– el hijo varón y heredero legitimo del trono, Alexander Orion Potter-Black.

Con sus diecisiete años cumplidos hace pocos meses, el joven príncipe de Gryffindor ahora alcanzaba la mayoría de edad, y para su total desespero, llegaba la hora de desposar a un noble de excelente familia. La belleza del príncipe doncel de Gryffindor era legendaria y recorría todos los reinos. Centenas de nobles iban al palacio apenas para conocerlo y acababan maravillados delante de tamaño encanto. Harry era un joven de porte altivo y al mismo tiempo delicado. Sus facciones eran finas, labios carnosos y rosados, piel suave como melocotón, cabello negro como noche y revuelto de manera sensual, su cuerpo era increíblemente esbelto y modelado por la esgrima y equitación, poseía una estatura naturalmente pequeña, pero eso apenas evidenciaba su aire dulce y angelical. Con todo, lo que hacía a más de uno contener la respiración en su presencia, era el par de relucientes esmeraldas que poseía en lugar de ojos. Sí, porque jamás un verde fue tan brillante como los ojos del joven príncipe. Algo que heredara de su abuela paterna, la gran Duquesa Lilian Black, madre de Sirius.

En ese momento, la cuestión de "desposar un noble de excelente familia" era discutida en el Salón de Banquetes donde Harry y James aprovechaban para tomar el café de la mañana. Sirius se encontraba en una reunión diplomática con el Conde de Ravenclaw, las gemelas estaban con sus tutores aprendiendo, probablemente, latín, francés o alemán, y el pequeño Alex jugaba en el jardín bajo el atento mirar de sus niñeras.

―¡Él no! ¡Cualquiera, pa, menos él! – Un aterrado Harry gimió y James apenas balanceaba la cabeza negativamente. Entendía que su hijo no soportaba el pretendiente escogido, pero también tenía consciencia de que era la mejor cosa a hacer, alianzas políticas, infelizmente la nobleza era así.

―Harry…

―¡Nosotros nos odiamos!

―Harry…

―Él no pasa de ser un mimado, pedante, egocéntrico, vanidoso, insoportable…

―¡Harry! – Interrumpió bruscamente, pues sabía que si le dejase, Harry continuaría catalogando las innumerables "cualidades" de su pretendiente hasta ponerse el sol. – Yo se que ustedes no se dan muy bien, pero es una oportunidad de conocerse mejor. El padre de él ya ha pedido tu mano y Sirius se la concedió.

―¡¿QUÉ?! ¡Pero yo no me quiero casar con Draco Malfoy! ¡Primero me lanzo de un peñasco!

James apenas suspiro. Su hijo era tan dramático, con certeza heredo eso de la familia de Sirius.

―Piénsalo bien, hijo. Ese casamiento será muy importante para fortalecer las alianzas con nuestro reino.

―¡Pero yo no lo amo!

―Harry… – James entrecerró sus ojos y repitió las palabras que cierta vez oiría de su propia madre. – Amor es algo que tú encontraras solo en los libros que adoras, la vida real es completamente diferente. Jamás aparecerá un príncipe en un caballo blanco para salvar la doncella o doncel indefenso.

―¿Tú no amas a papá? – Preguntó sorprendido. Sus bellos ojos verdes brillaban intensamente.

El más mayor sonrió.

―Claro que le amo, pero ese amor surgió de la compañía y del pasar del tiempo. Ya éramos amigos, y eso también ayudo mucho.

―¿Nunca te habías enamorado de alguien, antes de conocerlo?

―Emm… – En aquel instante, el pensamiento de James lo llevó varios años atrás y el recuerdo de un par de relucientes ojos negro dio a su corazón un vuelco. – Yo era mucho más joven, Harry. No tuve tiempo para eso.

El joven pareció creerle, porque asintió y volvió a adoptar una expresión indignada:

―¡Eso no es justo, pa!

―Dale una oportunidad, quien sabe si las cosas entre ustedes comienzan a mejorar. Sabias que del odio al amor solo existe un paso?

―Linda filosofía, pero quiero verla en práctica.

La pesadilla de Harry no era nadie más, nadie menos, que su primo Draco Lucius Malfoy. A pesar de tener completo terror a la idea, Harry sabía que el insoportable chico era definitivamente la elección más indicada para pretender su mano. Al final, era el único hijo de los nobles más ricos e influyentes de la región: el Duque de Slytherin, Lucius Henrique Malfoy y su esposa Narcisa Black-Malfoy, la única hermana de Sirius.

―Harry, yo se que para ti será difícil, pero prométeme que harás lo posible para enorgullecernos a tu padre y a mí. – Pidió seriamente, encarando al chico con cariño y comprensión.

El joven príncipe sabía que jamás conseguiría negarle nada a su adorado Pa. –Era el hijo más apegado a James– Él apenas suspiro:

―Bien, ¡pero si él comienza a irritarme, te juro que le dispararé un poco!

―Hahahaha… Perfecto, ya eso es otra cosa.

Compartiendo la sonrisa de su Pa, Harry no pudo evitar acordarse de una infancia no muy distante, cuando Draco le atormento por la primera vez con una absurda idea de casamiento.

(Flashback)

Un majestuoso sol bañaba las tierras del reino de Hogwarts en cuanto la familia real se divertía en el jardín del palacio. El rey conyugue, en ese momento, estaba confortablemente sentado bajo la sombra de una especie de tienda de seda para proteger al pequeño bebé en sus brazos de los peligrosos rayos del Astro-rey, y observaba con una sonrisa en su rostro a su hijo más bello jugar con un conejo blanco, corriendo de un lado a otro, sin importarle su inmaculada túnica verde-agua que acentuaba el lindo brillo de sus ojos. El pequeño doncel de diez años irradiaba felicidad en cada sonrisa, ofreciendo una imagen digna de ser retratad, pues ninguna criatura podría ser tan dulce, bella y amada por los seres de la naturaleza como lo era Harry.

―Que Dios conserve esa inocencia. – James pensó en voz alta, mimando al pequeño Alex de dos años que finalmente dormía en sus brazos, sin despegar los ojos de su primogénito.

A algunos metros de allí, las traviesas gemelas de seis años hacían apuestas para ver quien subía más alto con equilibrio, llevando a sus pobres niñeras a la locura, pues no les importaba que sus bellos vestidos de color rosa se levantasen con el aire del viento. El rey Sirius, por su vez, se encontraba en el salón del trono con su cuñado, el Duque Lucius Malfoy, conversando –más precisamente, negociando– el futuro de Harry. Lucius estaba acompañado por su único hijo, un varón de trece años llamado Draco Malfoy, que escuchaba toda la negociación en silencio con una expresión indiferente, más sonriendo tontamente por dentro.

Draco estaba enamorado de su primo desde los diez años de edad, cuando en unos de los bailes reales, el pequeño doncel de siete años le ayudara a levantarse del piso, pues se había tropezado por la punta levantada de un bello tapete, con una encantadora sonrisa en sus rosados labios. En aquel instante, Draco pensó haber visto un ángel, un lindo ángel de ojos esmeraldas y cabellos desordenados. Y como buen hijo único mimado, quiso aquel ángel para sí. Harry, sin embargo, se alejó como si nada hubiese pasado para ir a jugar con otros niños que lo llamaban, dejándolo perplejo e indignado por haber sido dejado de lado. Aquella noche, Draco intentó aproximarse al moreno de alguna forma que aprendiera, jactanciándose y burlándose de otros, disminuyendo los amigos de Harry. Obviamente, no le acertó. La única cosa que consiguió fue que el bello ángel lo repudiase.

Desde entonces, siempre que podía Draco intentar llamar la atención de Harry, hacía de todo, pero no conseguía nada con ser arrogante y antipático, solo acababa atormentando al niño solo para tener aquellos bellos ojos esmeraldas posados en sí. En esos tres años, el deseo de tener aquel pequeño ángel para él solo aumentó, así como la aversión de Harry para con su irritante presencia.

―¿Por qué no deseas ir al jardín a jugar con tu primo, Draco? – Sirius convidó amablemente.

El niño, por su parte, lanzó una rápida mirar a su padre viendo que éste asentía, hizo una sutil reverencia en acuerdo con las palabras del rey.

―Si me permite, Majestad.

―Adelante.

―Con permiso. – Pidió educadamente, ansiando el encuentro con el objeto de su deseo, pero manteniendo la característica mascara de frialdad que aprendió con su padre, imperturbable.

Llegando al jardín, saludó respetuosamente al rey conyugue y caminó hasta unos espaciados arboles, donde el lindo moreno de ojos verdes parecía buscar algo. El andar de Draco era naturalmente altivo, combinado con sus impecables vestimentas: camisa de seda azul marino levemente bordada y un pantalón negro con botas del mismo color, en piel legítima en la parte superior.

―¿Perdiste alguna cosa, principecito?

Harry inmediatamente detuvo la búsqueda por su pequeño conejito que huyó y reviró los ojos al oír la conocida, e irritante, voz de su primo.

―¿Qué quieres ahora, Draco? – Preguntó con impaciencia, volteándose hacia el mayor.

―Uy… estamos sensibles hoy. – Sonrió con burla. Adoraba ver aquellas brillantes esmeraldas centelleando de furia. – ¿Colocaron menos chocolate en tu leche de la mañana, mi Príncipe, para dejarlo en este mal humor?

―No, pero un insoportable proyecto de serpiente albina siempre acaba con mi día.

―Oh, estamos innovando la lista de insultos, felicidades. Pero si fuese tú, Harry querido, tendría más respeto con mi futuro marido.

―¿Qué? – La linda cara del moreno mostraba confusión y asco.

―Lo mismo que has oído. – Dijo con autosuficiencia, aproximándose sugestivamente al menor. – En algunos años, tú me pertenecerás y deberás obedecerme en todo. No aceptaré ningún tipo de rebeldía o insulto, así que debes irte acostumbrando.

―Te has quedado loco… Prefiero mucho más tirarme a los leones antes de casarme con un idiota como tú.

―Ya lo veremos, Harry. – Estrechó sus bellos ojos grises, tirándolo repentinamente por la cintura. – Solo algunos años más, y cuando nos casemos, tú aprenderás a hacer todo lo que yo digo.

―¡En tus sueños, idiota! – Dijo por entre los dientes apretados de odio.

―Oh, si… No aguanto la espera. – Tomándolo por sorpresa, Draco juntó sus labios en un casto beso, apenas un roce, que llevó un intenso color rosado a los cachetes de Harry.

Con un fuerte empujón, el moreno consiguió soltarse, e inmediatamente corrió hacia su Pa diciéndose a sí mismo que preferiría meter la mano en una cesta de cobras antes de ser forzado a casarse con aquel atrevido rubio. Éste, no en tanto, parecía en las nubes por saborear los dulces labios de su ángel, prometiéndose que no lo dejaría escapar jamás, pues aquellos labios con sabor a miel eran destinados a ser suyos.

(Fin del Flashback)

~•~

Dos días habían pasado desde que James le contara a Harry sobre la elección de su pretendiente, ahora, cómodamente sentado en una de las carrozas reales, el joven Príncipe se dirigía al castillo del Archiduque Albus Dumbledore que aparte de ser su padrino, también asumía el cargo de consejero real. Era un poco más de una hora de viaje, en la cual Harry observaba el paisaje en cuanto sentía el atento mirar de su criada personal sobre él, ya que a pesar de bordar un bello mantel de mesa por el camino, ella no descuidaba de su príncipe. Minerva McGonagall estaba con el pequeño doncel desde que éste naciera, y a partir de entonces, lo cuidaba como si fuese su propio hijo. Después de todo, con alguien tan dulce como Harry era difícil no apegarse y encariñarse.

Pronto se detuvieron frente al simple pero hermoso castillo familiar Dumbledore. Albus vivía aislado del mundo, con solo sus pocos empleados y un exótico pájaro llamado Fawkes. Se sabía que era el único descendiente de esa noble familia, y nunca se había casado. Siendo solo un varón, no se preocupaba por el aspecto extraño, ofreciendo siempre sonrisas y gestos amables con todos.

Albus desde siempre fue amigo de los Potter y consejero real, por su gran sabiduría ayudó a crear y prosperar con ese bello reino, pero detrás de sus sonrisas cariñosas, si se miraba a sus sabios ojos turquesas, se podía leer claramente que vivió una gran decepción en el pasado. Sin embargo, el hombre bondadoso nunca comentó nada al respecto a nadie, y cuando se le preguntaba por qué no estaba casado, él se limitaba a sonreír y a decir que no tuvo mucha suerte en asuntos del corazón.

―El Príncipe Harry está aquí para ver al Archiduque Dumbledore. – Minerva anunció calmadamente a uno de los sirvientes del castillo, sin que descendieran de la carroza.

―Inmediatamente, señora. – Pronunció después de una profunda reverencia al príncipe. – Por favor, vengan conmigo.

El criado entonces los llevó al salón principal para que esperasen al Archiduque y siguió a la cocina para mandar a preparar un té. Luego, un amable noble apareció con una radiante sonrisa indicando su satisfacción por recibir visitas de su ahijado. Con un conjunto de pantalón de lino beige y una bella túnica bordada, azul marino, por encima, Dumbledore marcaba su elegante y jovial presencia.

―¡Mi joven Príncipe!

Harry logró sonreír, quebrando el protocolo y corrió para abrazarlo.

―¡Padrino!

―Imagino el motivo de tu visita. – Comentó, sin dejar de abrazar al chico. – La semana pasada estuve con tu padre y él me contó sobre el pedido de tu mano.

El pequeño apenas suspiro, sentándose nuevamente en el confortable sofá de caoba, con el Archiduque a su lado. Con una respetuosa reverencia, Minerva se había apartado para darles más privacidad.

―El señor sabe que no lo soporto.

―Lo sé.

―¿Por qué, en toda la inmensidad del reino de Hogwarts, mis padres lo escogieron? Parece que lo estuvieran haciendo para condenarme.

―No digas esas cosas, Harry. Tú sabes muy bien que la familia Malfoy es la más influyente de todo el reino. Sin contar el hecho de que él comparte la sangre real por ser tú primo.

―Pero Alex es quien heredara el trono.

―No obstante, la nobleza es así. Predica la "pureza de sangre", cuanto más noble, mejor.

―Eso es injusto… – Murmura con un gracioso puchero.

―Sin duda, pequeño, pero no siempre podemos vivir lo que soñamos.

Harry notó que los ojos del noble oscurecían ligeramente al pronunciar aquello, como si viajase a un pasado distante que comprobase la exactitud de sus palabras. Siempre quiso saber los detalles de la juventud de su padrino, pero cuando le preguntaba, éste esquivaba con una impresionante destreza que luego le hacía desistir. No obstante, él creía que un día descubriría la verdad, cuando el mayor estuviese listo para contarle.

―Lo peor es que no siento nada por él, ni siquiera cariño fraterno. Solamente antipatía y repulsión.

―Quien sabe como el tiempo… – Suspira. – Ambos tendrán la oportunidad de conocerse mejor, Harry, a veces esa arrogancia es toda apenas una máscara.

―Una máscara muy bien colocada, digo de pasada.

Albus no pudo evitar una pequeña sonrisa.

―Es muy difícil ver un casamiento hecho por amor hoy en día, principalmente en la tierra en que vivimos. Las alianzas políticas, infelizmente, son esenciales para la buena administración de un reino.

―Mi Pa me habló sobre eso, con menos delicadeza, pero lo dijo.

Los dos observaron en silencio a un criado servirles el delicioso té de jazmín, entonces el príncipe continuó:

―Él dijo que el amor es algo que solo encontraré en los libros y no aparecerá ese héroe idealizado para salvar al pobre personaje indefenso.

―Tú sabes que es verdad. – Sorbió, degustando el té.

―Lo sé, pero… No quiero un héroe. Soy feliz sin ser entregado al villano.

El Archiduque dejo escapar una risa divertida, balanceando la cabeza negativamente.

―Nadie se ha embarcado en un compromiso con un pensamiento así, Harry. Mientras tanto, el joven Malfoy es su prometido, pero las cosas pueden cambiar. Nunca se sabe lo que pasará mañana.

―Es lo que espero.

―Ten paciencia y fe de que las cosas tomarán su rumbo de una mejor manera posible.

―Que los ángeles te escuchen, padrino.

La conversación y los sabios consejos de Dumbledore tomaron el resto de la tarde, así que, cuando el sol ya se puso, Harry y Minerva regresaron de vuelta a la Corte. El joven príncipe se encontraba más sereno, pues las palabras del Archiduque habían suavizado un poco su indignación, ofreciéndole una esperanza de que el casamiento no ocurriese. Con todo, su repentino buen humor se esfumó cuando, al llegar al palacio, su Pa le avisara que en pocas horas los Malfoy llegarían para una cena.

~•~

Ahora Harry se encontraba en frente del espejo contemplando una falsa sonrisa que necesitaría llevar por toda la noche. La preciosa camisa perla que llevaba bajo su túnica de hombro verde esmeralda, acentuaba su aire angelical, porque las mangas eran anchas y de un pie de largo que pasa por sus suaves manos. Los pantalones de seda blanca marcaba perfectamente las piernas bien formadas y un hermoso juego de collar, anillos y pulseras de oro enriquecía la tierna imagen. La delicada corona que se posicionaba en el negro cabello sexy del joven príncipe, declaraba su condición real, y en opinión de Harry, representaba las tristes esposas que lo llevarían al matrimonio.

―¡Harry! – Dos voces exactamente iguales sacaron al joven príncipe de su estupor.

Dos sonrientes gemelas acababan de saltar en su cama, sin preocuparse por arrugar los bellísimos vestidos azules, llenos de pliegues, lazos y bordados. Las gemelas Potter-Black poseían, sin duda, la belleza de sus padres, con un par de ojos avellanas como los de James y cabellos negros hasta la cintura, sedosos, como el de Sirius. Y por supuesto, que adoraban a su hermano mayor, a quien le hacían la vida imposible. Como en aquel momento…

―¡Tu querido prometido llegó! – Isabelle sonreía.

Era simplemente imposible diferenciar una de la otra, apenas James lo conseguía.

―Él y nuestros queridos tíos… – Alice añadió con sarcasmo. – parecen locos por verte.

―Ustedes están adorando verme camino al purgatorio, ¿no es eso?

―Sí.

―¿Cómo lo adivinaste?

―Pero nosotros te queremos…

―…Eres nuestro hermano mayor.

―¡Y no llegues tarde, futuro señor Malfoy!

Al mismo tiempo, las dos salieron corriendo, antes de que tuviesen sus pequeños cuellos reales retorcidos por un irritadísimo Harry.

En ese exacto momento, una de las familias de mayor prestigio en el reino ingresaba en el castillo. Sus bellos ojos, fríos como verdaderas piedras de hielo, recorrían toda aquella majestuosa estructura. Porque, sin duda alguna, el castillo Potter-Black era un verdadero símbolo de magnificencia.

En la entrada, a un lado del patio, estaba el salón de actos del Pabellón del Reloj; una amplia escalera de mármol que conducía a la primera planta. Al norte, el Salón de los Vanos y a los tribunos de la capilla, que seguía a la Sala de Espectáculos y, para el sur del pabellón central, la Sala de los Guardias y la Galería de la Paz. Ésta ultima conducía al Salón de los Marshalés, que ocupaba toda la planta del Pabellón del Reloj: todo, era de dos plantas. Esta sala se iba al patio lateral, White Hall, después al Salón Louis Potter II, Salón del Trono, Sala Hermes Potter XIV y finalmente la galería Antonieta Potter, que a su vez conducía al Pabellón Floral.

El ala sur fue ocupada en el primer piso al lado del jardín, por los aposentos del Rey y de su conyugue, y los aposentos de los príncipes y princesas. Una pequeña escalera al vestíbulo vinculado a las habitaciones; la planta baja que daba al patio, entre el Pabellón del Reloj y el Pabellón Floral se conectaba al servicio del Rey y al palacio.

El ala norte albergaba la capilla en el Pabellón de la Capilla, que se situaba en el primer piso, junto al Salón de los Vanos y las tribunas de la capilla. El ala entre este pabellón y el Pabellón de Marzan, en el extremo norte del palacio por un pasillo estrecho, conducía al Pabellón de Marzan, estaba las habitaciones ocupadas destinadas a los jefes de estado en visita oficial y nobles que se hospedaban en la corte. Todo el palacio fue decorado de la forma más hermosa, con pinturas, platería, cristalería, adornos de plata, oro y piedras preciosas, muy rico en caoba oscura para los muebles y roble real.

―El Duque Lucius Henrique Malfoy, su esposa, la Duquesa Narcisa Black-Malfoy y el heredero Draco Lucius Malfoy. – Un sirviente anuncio solemnemente la entrada de la familia al Salón de Marshalés, una especia de gigantesca y magnifica antesala, donde esperarían el inicio de la cena.

―Majestades.

Los Malfoy hicieron una respetuosa reverencia.

La familia Potter-Black ya se encontraba en la estancia, excepto por Harry, y asintieron educadamente a su cumplimiento. Las gemelas jugaban con sus muñecas, sentadas en el magnífico sofá de terciopelo. El pequeño Orion, a su vez, recibió los mimos de su niñera mientras se divertía con algunos soldados de juguetes, sentado en la hermosa alfombra persa sin importarle las hermosas ropas que lo caracterizaban como el príncipe heredero. Y James y Sirius les pedían a sus invitados que se sentasen para saborear un aperitivo, licor de manzana verde, en cuanto esperaban por Harry.

―Él ya debe de estar llegando. – Comentó James, intentando contener el nerviosismo de su voz, ya que sabía que su adorado hijo estaba aplazando al máximo el encuentro con su prometido.

―No es correcto que un doncel se atrase.

―Lo sabemos, Lady Malfoy, pero Harry se está arreglando con esmero para ver a su prometido.

Narcisa era una mujer bellísima, pero con un aire arrogante que llegaba a enojar. A veces ella dejaba la máscara Malfoy de lado y mostraba un aire cálido, principalmente con su hermano, pero generalmente era una dama impecable y orgullosa que miraba a todos por encima.

―Harry está emocionadísimo con el casamiento. – Sirius continúo.

―Nosotros también lo estamos. – El patriarca Malfoy sonrió con su arrogancia natural, acariciando de forma ausente la cabeza de serpiente, en oro blanco, que adornaba la parte superior de su bastón. – La expectativa de ver un niño corriendo por el Castillo Malfoy es enorme Un varón, para continuar el legado de la familia.

―Seguramente Harry no les defraudará.

―Tenemos la plena confianza en eso, mí querido hermano. – Narcisa sonrió fríamente.

Draco, mientras tanto, permanecía ajeno a la conversación a su alrededor. Sus pensamientos estaban centrados e ver a su amado Harry nuevamente. Hace meses que su primo y él no se encontraban, y cuando su padre le comunicó que el Rey Sirius le concedió la mano de su hijo, Draco quiso partir inmediatamente al palacio para raptar a su prometido, pues no veía la hora para tenerlo en sus brazos. Y no, no importaba que Harry le odiara, con el tiempo él aprendería a amarlo.

El heredero del nombre y fortuna Malfoy era un joven de 20 años, varón, y codiciado por cualquier mujer o doncel del reino. Sus hermosos ojos de color gris con el cabello rubio enmarcaban su rostro aristocrático, acentuando todo el orgullo que emanaba naturalmente. Su cuerpo era musculoso y bien elaborado, oculto por la ropa y arrancando varios jadeos por cualquier lugar donde pasase. Era un hombre encantador, pero no tenía la admiración y anhelo de la persona que él quería, la única persona que hizo brillar sus ojos con sentimiento a los diez años de edad. Porque Harry no dejo de absorber encanto por su tamaño, ya que la arrogancia, la presunción y el aire de niño-mimado-que-poseía-todo-lo-que-quisiese, a los ojos del moreno, aplacaban toda la belleza que Draco llegó a poseer.

―Harry… – Draco murmuro embelesado, observando al bello príncipe ingresar al salón.

Contando mentalmente hasta diez, Harry dejo la sonrisa forzada que tanto entreno delante el espejo adornar sus labios y se aproximó a la familia Malfoy y a sus padres.

―Buenas noches, lamento el retraso. – Hizo una pequeña reverencia, recibiendo otras tres de sus invitados. – Lord Malfoy, Lady Malfoy.

Sus ojos no se posaron en Draco en ningún momento.

Algo que exasperaba a su prometido.

―Creo que podemos pasar al Salón de Banquetes.

Aceptando la sugerencia de James, que hizo una simple inclinación de cabeza al criado que estaba esperando la orden, todos salieron de la magnífica sala que tenía una gran mesa rectangular en roble real, en el centro, varios tapices que decoraban las paredes y una enorme araña de cristal situada en el centro de la mesa. Acomodados los Reyes a cada extremo de la mesa, sus hijos a un lado junto a los otros huéspedes, observaron a los siervos entrar a la estancia y colocar centenares de bandejas en la mesa. El nombre de "Salón de Banquetes" definitivamente no fue en vano, porque pronto todo el mundo se encontraba disfrutando de una magnifica comida.

Obviamente, Harry encontró problemas para disfrutar de los deliciosos platos, pues los insistentes ojos de su primo no se quitaban de ninguno de sus movimientos. Y esa sonrisa exasperantemente autosuficiente en la comisura de los labios, no dejaban el bello rostro del heredero de la fortuna Malfoy. Harry estaba considerando seriamente si sería una falta de etiqueta, o rompería el protocolo, enterrar su cuchillo en la garganta de su querida prometido para borrar la sonrisa de victoria de su rosto. Bueno, probablemente su Pa no estaría muy feliz.

Así, la cena fue seguida por Sirius y Lucius que discutían asuntos oficiales, Narcissa comentando como las gemelas se veían adorables con esas ropas, James pendiente de Orion, que obviamente daba trabajo a sus niñeras para darle de comer, y Harry y Draco, intercambiando exitosas miradas asesinas el uno al otro.

―¿Por qué no se van al jardín para hablar un poco? – Sugirió Sirius a Harry y Draco cuando terminaron el postre, que consistió en una deliciosa tarta de chocolate con helado de caramelo rociados con salsa de frambuesa.

No noto el mirar mortal que su hijo le lanzó.

―Excelente idea. – Narcisa aprobó.

―Emm… No creo que sea correcto…

―Oh, tonterías, Harry. Tu dama te seguirá de lejos.

―Pero…

―Sí, Harry, muéstrame el jardín. Hace un tiempo que no lo visito.

Si los ojos matasen, Harry ya no se tendría que preocupar por aquel matrimonio.

―Como desee, Malfoy. – Respondió entre dientes.

Los adultos sonrieron al ver a esos dos dejar el salón, seguidos por la dama personal de Harry, McGonagall. Pero James suspiro internamente, sabiendo que su querido hijo no estaba ni un poco contento con eso. Por desgracia, era lo correcto. No podían pensar con el corazón… Su madre le dijo eso varias veces.

El jardín del palacio era un verdadero sueño, uno de los lugares en los que Harry le gustaba mucho estar, seguido de la inmensa biblioteca. Millares de flores rodeaban los gigantescos arboles, los bancos de mármol, los columpios de las gemelas y las bellísimas fuentes que rememoraban la cultura griega con estatuas de Cupido y ninfas. Era un lugar de inimaginable belleza y lleno de paz, habitados por algunos pequeños conejos, ardillas y pájaros que siempre rodeaban al joven príncipe en las mañanas de sol. Un lugar magnifico, pero que en aquel preciso instante, para Harry, perdió toda su belleza.

―¿Qué es lo que pretendes, Malfoy? – Pregunto fríamente, ahora que estaban cómodos en uno de los bancos de mármol.

―Ahora, solo dar un paseo con mi prometido.

―Yo no quiero ser tu prometido, y eso tú lo sabes muy bien.

La sonrisa arrogante en los labios del rubio apenas aumento:

―Es una pena que tú no tengas otra elección, ¿verdad?

―Tú nunca pasaras de ser un idiota. – Replicó con odio.

―Cuidado con lo que dices, mi querido Harry, no permitiré tales insultos cuando nos casemos.

―¡Nosotros NO nos vamos a casar!

―Es lo que veremos, primito.

Draco lanzó una mirada furtiva a la dama de Harry y vio que ésta se hallaba distraída con algunas rosas lilas que adornaban los acabados de las fuentes, y sin pensarlo dos veces, agarro con firmeza la cintura del moreno, acercando sus cuerpos peligrosamente. Los ojos grises, centelleando de malicia y altivez, se encontraron con los desconcertados ojos verdes del joven príncipe, y luego vagaron a los rosados labios que se hallaban entreabiertos debido a la sorpresa.

Si la tentación estuviese personalizada, su nombre seria Harry Potter-Black.

Y Draco Malfoy nunca fue un hombre con un gran autocontrol delante de los deliciosos pecados de la carne.

Para completo terror de Harry, sus labios fueron tomados bruscamente, y su boca invadida por la atrevida lengua de Draco, que se ocupaba en saborear cada pedacito de aquel delicioso manjar con sabor a chocolate y frambuesas. Harry se retorcía, intentando empujarlo, pero la fuerza del mayor era definitivamente incomparable de la suya.

―¡Señor Malfoy! – Una severa voz finalmente obligo al rubio romper el beso.

―¿Ahora qué? – Miro con verdadero odio a la criada. Pero ésta no se intimidó.

―No es correcto que el señor se tome ese tipo de libertades antes del casamiento.

―Claro… Pero comprenda, para dos jóvenes es difícil resistirse a la pasión.

―Entiendo. Pero pienso que el señor debe contenerse, por favor, y suelte al joven príncipe.

Draco acepto a regañadientes la petición de la estricta dama y dejo a un sorprendido Harry finalmente escapar de sus brazos. Por ahora se contentaría, pero pronto ese hermoso moreno estaría en sus brazos y nadie le impediría hacer lo que quisiera con él. Esa simple idea le hizo que un excitante calor le recorriera por la parte baja del abdomen.

―Es hora de regresar, joven príncipe.

Al oír la cálida voz de su dama, Harry finalmente salió de su estupor, sintiendo sus mejillas colorearse.

¡¿Cómo aquel animal se atrevió a tocarlo?!

¡¿Qué pensaba él que era?!

―Duerma bien, y sueña conmigo, mi querido Harry.

Aquella cínica voz hizo a Harry estrechar sus bellos ojos verdes y gruñir por impulso, como deseando borrar esa sonrisa irritante de los labios del otro. Su mano directa impactó dolorosamente en la pálida cara del rubio, que agrando los ojos, igual a McGonagall, completamente sorprendidos.

―Mantente alejado de mí, Malfoy.

Con una última mirada fría a su primo, Harry se volteo y regresó al palacio, con su dama detrás. Ésta lo miro con reproche, pero él solo sonrió satisfecho interiormente, porque sabía que el insoportable chico Malfoy mereció aquella dolorosa bofetada y muchas otras más. En cuanto al príncipe y su dama se alejaron, unos ojos grises brillando de odio les seguían. Un único pensamiento dominaba la mente de Draco Malfoy:

Harry se arrepentiría.

Oh, sí, nadie golpeaba a Draco Malfoy y salía impune.

Él mismo se aseguraría de que el moreno se arrepintiese amargamente y que nunca más volviese a insultarlo. Pronto, Harry no pasaría de un dócil corcel, pues él domaría de la forma más agradable posible, no para Harry, claro está.

―Espera y veras, primito.

Continuará…


Próximo Capítulo: Una fiesta en el reino de Durmstrang era algo mágico, algo que Harry no quería experimentar, pero que nuevamente no tenía elección. El rey de las tierras vecinas, Grindelwald, esperaba con ansias la llegada de la familia real de Hogwarts.

(…)

Los ojos rojos recorrían el salón con desinterés, no había un doncel o doncella que no suspirase por verlo. Pero ninguno le interesaba. Ninguno era lo suficientemente bueno para él. Hasta que lo vio… Hasta que sus ojos se perdieron en una inmensidad esmeralda.

Por primera vez Tom Riddle se sintió interesado en alguien.

Por primera vez quiso estar con alguien.

Por primera vez…

…Alguien era digno de estar con él.

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Aclaraciones:

-Originalmente, Narcisa es prima de Sirius, en esta historia ellos son hermanos, para que el parentesco entre Draco y Harry sea de primos. El matrimonio entre primos era muy normal en la Era Medieval.

-Casarse con un doncel genera mucho prestigio al hombre, porque los donceles son muchos más raros que las mujeres. Éstos, cuando se quedan embarazados, siempre dan más de un hijo capacitados y en perfectas condiciones. Las mujeres, por lo general, solo pueden dar un niño sano (ejemplo, Narcisa Malfoy, con Draco como hijo único) y rara vez quedan embarazadas de nuevo. Ser "propietario" de un doncel, después de todo, es un signo de grandeza, poder y prestigio. (Una vez más, recordándoles que es una historia UA).

-El castillo Potter es básicamente la imagen del Palacio de las Tullerías. Quien desea verlo, solo deben colocar en Google: Palacio de las Tullerías.

N.T: Bueno, aquí comienzo como traductora. Comenzando del portugués al español. Emm, no sé que decir... Esta historia me había llamado la atención cuando comenzaba a buscar fics de esta pareja (Tom Riddle x Harry Potter) y como no habían hecho una traducción, siendo la historia muy buena, me decidí a traducirla. Agradezco mucho a Tassy-Riddle, quien es la autora original del fic, por permitirme la traducción. En mi perfil colocaré el enlace a su cuenta. Tiene fics muy buenos e interesantes, y que se los recomiendo mucho. Este fic ya está terminado, así que me apresuraré a subir los capítulos en cuanto los termine de traducir.
¡Gracias Tassy-Riddle!