Hola, hola =D no me pude contener con esta historia asi que aqui se las dejo haberr si les gusta =D

Digimon no me pertenece, solo Airi, que es invento mio xD


Airi

Uno


Sus ojos azules miraron absortos el largo y triste pasillo de paredes blancas e incomodas sillas de color negro, como un día gris, sin vida, sin alegría anunciándote la tormenta que se avecina, la gente iba y venia desapareciendo por los demás pasillos, habían algunos médicos que caminaban con sus batas pulcramente blancas y alrededor de ella mucha gente estaba sentada en esas sillas negras y junto a ella, el hombre malo que le hizo daño a su mamá.

Sus pies danzaron en el aire, al ser de baja estatura y tener su espalda contra el respaldar de la silla le impedía tocar el suelo por lo que optó por moverlos para calmar un poco la agitación en su pecho y el revoltijo en su estomago.

Un doctor se acercó, el señor malo, con sus manos temblorosas y sus ojos llorosos, se levantó de la silla continua a la de ella y corrió hacia donde estaba el médico.

— ¿C-cómo está?—le escuchó decir con voz temblorosa.

El médico, un señor robusto de cabello blanco y bigote tipo santa Claus le ignoró, enfocando su mirada plateada en las pupilas azulinas de ella.

— ¿Es acaso usted familiar de ella?

El señor malo tragó saliva y como si fuera en cámara lenta, negó con la cabeza, ella al sentirse aludida, se levantó de la silla de un brinco y a pasos apresurados llegó hasta donde los dos hombres.

—Ella es mi mamá—dijo alzando su cabeza hacia ellos—. Quiero saber como está mi mami.

El médico la miró, pequeña, blanca como la nieve, de cabellos cortos por encima de los hombros, enrulados y de un bonito color café claro, sus ojos era lo que mas le llamaron la atención, eran de un color azul oscuro, como un mar enfurecido pero estos mostraban una calidez y a la vez el miedo que por su mente pasaba, eran tan puros, que él pudo ver a través de ella como un libro abierto.

El hombre suspiró con pesadez, no se sentía con el derecho de contar algo tan grave a una pequeña niña ni mucho menos cuando se trataba de su mamá.

—Dime, pequeña—dijo el hombre inclinándose hacia ella—. ¿Cómo te llamas?

—Airi Tachikawa—contestó, haciendo una reverencia—. Dice mi mami que estando aquí debo de saludar así.

El médico sonrió con dulzura—. Tu mamá tiene toda la razón.

Airi asintió satisfecha, su mamá siempre tendría la razón en todo, miró expectante al hombre esperando respuesta, sin embargo él apartó la mirada hacia una joven mujer que se acercaba a ellos, traía puesto un uniforme de un bonito color celeste así que la niña supuso que también era una doctora, la mujer llegó hasta donde el señor y en voz baja, lo suficientemente audible para ella, dijo:

—Los de servicios sociales están a punto de venir, al igual que una patrulla.

Airi frunció el ceño, ¿Quiénes eran los de servicio social? ¿A caso ella tendría que ver en esa platica? Vio al hombre malo palidecer, al parecer esa conversación tenia que ver con él y no con ella, seguramente los de servicios sociales lo castigarían por haber golpeado a su mamá con ese carro tan feo.

— ¿No han podido comunicarse con la familia?

La mujer negó con pesadez—. El último domicilio que tuvieron fue hace ocho años y se encontraba en Odaiba.

Algo hizo click en el cerebro de la niña al escuchar ese nombre, alzó sus brazos emocionada atrayendo la atención de los adultos.

— ¡Mi papá está en Odaiba!

— ¿Enserio?—preguntó la mujer, contagiada con el entusiasmo de la niña—. ¿Tienes el número?—la pequeña asintió, la mujer emocionada, alzó su mano hacia ella—. ¿Me acompañas a recepción? Para que llamemos a tu papá.

Airi asintió tomando la mano de la mujer, dejándose llevar por ella.

— ¿Cómo se llama tu papá?—preguntó ella, una vez que llegaron a recepción.

— ¡Mi papá se llama Yamato Ishida!—exclamó ella, en un chillido explosivo y alegre.

Una ceja castaña se alzó con sorna en el pequeño y ovalado rostro de la enfermera, la niña sonreía segura de si misma, ella, en cambio, dudó, ¿Se refería a Yamato Ishida? ¿El famoso, endemoniadamente sexy cantante mas famoso de Japón? ¿Yamato Ishida? ¿Por quien ella, a sus veinticinco años vivía loca y estúpidamente, como toda una adolescente, enamorada de él? ¿El mismo, cuyo poster, descansaba en su casillero? ¿Ese Yamato Ishida?

— ¿Disculpa?—replicó a la pequeña niña como una respuesta involuntaria, pues bien, sabia, que la niña simplemente estaba inventando o que la madre lo inventó para ocultar al verdadero padre.

—Que mi papá se llama Yamato Ishida—repitió la niña—. Mi mami dice que es un gran músico, a mi me gusta mucho la música, mi abuela dice que en vacaciones me llevará a un curso para aprender a tocar un instrumento, ¡El que yo quiera!—canturreó, emocionada.

—haber, haber, corazón, ¿Sabes quien es Yamato Ishida?

La niña movió su cabeza hacia arriba y abajo—. Él es mi papá—contestó segura de si misma—. Dice mi mami que me parezco a él.

La joven mujer, tuvo que reprimir una risotada, una porque estaba en un Hospital y su ética profesional se lo impedía, dos, la mujer de la cual quería reírse, estaba en un estado muy grave, así que, solo le optaba por sacar a la pequeña de ese error sin lastimarla en el proceso.

Se colocó de cuclillas para quedar a la misma altura de la niña y fue ahí cuando se percató en algo que la paralizó, sus ojos eran exactamente iguales a los de su ídolo, eran como si se los hubieran arrancado y puesto a la niña, dudó, ¿A caso Yamato tenia una hija escondida? ¿Habrá rechazado su paternidad? ¿Dios que hacer?

— ¿Estas segura?—masculló sin ser capaz de pronunciar otra palabra.

—Mami me dijo que él es mi papá y yo le creo.

La mujer soltó un suspiro dubitativo, no estaba segura de creerle, pero sus ojos no la engañaban, la niña se parecía mucho a su ídolo, no sólo en sus pupilas, tenia varias facciones que ella reconocía en los tantos videos y fotografías que se dedicaba a mirar, así que, o era un hermano gemelo de Yamato el que era el papá de esa niña o es que ella era una de esas siete caras que uno tiene en el mundo.

—Y ¿Bien? ¿Va a llamarlo?

La mujer salió de su ensimismamiento, la niña ya tenia en sus manos un pedazo de papel arrugado, con su corazón palpitando desbordado, agarró el pequeño papel en donde rezaba el nombre de Yamato Ishida y un número telefónico.

Con sus piernas temblorosas y su estomago contraído, la enfermera fue hasta donde estaba el teléfono fijo, sus dedos, temblando, marcaron el número, se colocó el auricular en el oído, esperando, impaciente y esperanzada que contestaran la llamada, sin embargo, fue el buzón de voz el que contestó, desilusionada, cortó la llamada, era demasiado bueno para ser verdad, Yamato Ishida— de ser él— jamás contestaría una llamada de un número desconocido.

—No contesta, cariño—anunció con pesadez.

— ¿Puede volver a intentarlo?—pidió la pequeña—. ¿Puedo dejarle un mensaje de voz?

La enfermera aceptó, pues, no había nada más que podía hacer por ella y ciertamente le daba pesar que la pequeña niña no tuviera a nadie más a su lado y de no encontrar a un familiar y si la madre se muriera, la niña terminaría en un orfanato.

La cargó entre sus brazos, sentándola en mesa, agarró el teléfono y marcó el número, Airi tomó el auricular y se lo llevó al oído esperando impaciente una señal que le permitiera hablar, al escuchar la maquina contestadora y el "deje su mensaje después del tono" la niña se aclaró la garganta.

—Hola, señor Ishida—dijo con voz queda, tratando de sonar respetuosa—. Mi nombre es Airi, verá, estamos en Tokio, mi mami tuvo un accidente y se puede morir, no tengo más número que el suyo y si nadie viene por mí, me van a separar de mi mami y me dejaran en un orfanato, por favor señor Ishida, no me deje sola, usted es lo único que tengo—culminó, con su voz entrecortada y con un pequeño sollozo.

La niña se despegó el auricular y se lo devolvió a la enfermera la cual tenía sus ojos llorosos y un enorme nudo en la garganta le impedía pronunciar palabra alguna, oprimiéndole incluso hasta el pecho, por pura inercia la mujer colgó el teléfono y como pudo, se aclaró la garganta.

—Tú mamá no se morirá—trató de reconfortarla.

—Lo sé—musitó la niña, encogiéndose de hombros—. Mi mami es fuerte y yo sé que ella no se irá al cielo.

—Pero…

—Pero mi papá no lo sabe—dijo la niña sonriendo triunfante—. Y así el sentirá la obligación de venir mas rápido para saber que es lo que pasa.

La mujer miró anonadada a la niña, lo que hizo había sido una gran jugada, era una pequeña manipuladora, pero muy inteligente, comenzaba a admirarla.

—Pero, no dijiste el nombre de tu mamá.

—Él tendrá que llamar y cuando lo haga usted tendrá que decirle el nombre de mi mami.

—Oh…estoy comenzando a entender…


Yamato Ishida resopló cuando escuchó por segunda vez el ridículo tono de llamada que su novia le dejó en su celular, a su lado, Takeru rió divertido, pues el tono era una molesta, melosa y cursi canción cantada por—al parecer—una niña de doce años.

— ¿No piensas contestar?

Yamato giró los ojos, lo único que deseaba era una buena y amena tarde junto con su familia, desde que sus padres, por un extraño milagro de un ser divino, regresaron, él no había tenido tiempo para compartir con su reconstruida familia debido a que siempre pasaba de gira, y si no, estaba encima de un escenario o al frente de una cámara, o en entrevistas, firmas de autógrafos, o en alfombras rojas, azules, moradas, etc.…. Por eso, cuando tenía un espacio libre en su apretada agenda lo atesoraba tanto, en especial cuando estaba con su familia y amigos.

— ¿Matt?

Sacó su celular de su bolsillo y como esperaba, era el mismo número desconocido que lo llamaba, él no confiaba en ese tipo de números, la última vez que contestó, escuchó por mas de cinco minutos un enorme y molesto chillido, tal vez de una niña de quince años que lo dejó con dolor de oído como por una semana entera.

—Número desconocido—contestó, mostrándole el celular a su hermano.

Takeru lo sostuvo entre sus manos, ambos estaban en la terraza del edificio en donde sus padres se habían mudado, ninguno de los dos quisieron seguir viviendo en los apartamentos que tenían cuando estaban separados, ya que según ellos, querían empezar un nuevo capitulo y un montón de babosadas que ni Yamato ni Takeru comprendían.

—Oh, mira, te dejaron un correo de voz—anunció el menor alzando el celular hacia su hermano.

—Seguramente un grito enloquecido—dijo, sin prestarle atención.

—Oh, vamos, la fama se te ha subido a la cabeza—murmuró soltando una risa sarcastica—. No todo gira alrededor de ti, ¿Qué tal si es algo importante?

— ¿Cómo qué?

—No sé, ¿Qué tal si te ganaste la lotería o algo así?

Una ceja rubia se arqueó, Takeru simplemente sonrió divertido.

—Si tanto te interesa, escúchalo tú.

—No es que me interese…—trató de defenderse—. ¡Nah! Si me interesa, de verdad que necesito ganarme la lotería—musitó sin dejar de reír, apretó con su dedo la opción para escuchar el mensaje de voz, se llevó el teléfono a su oído y escuchó el contenido del mensaje.

Yamato le miró de reojo, la sonrisa burlona quedó congelada en sus labios, sus pupilas se dilataron y su rostro se tornó a uno de consternación.

— ¿Qué sucede?

—Creo que tienes que escuchar esto.

Agarró el celular que su hermano le extendió, motivado mas que todo por la curiosidad apretó la opción de repetir el mensaje, lo primero que escuchó fue la suave voz de una pequeña niña, primero queda y seria para luego transformarse en un tono atormentado, lleno de sufrimiento, Yamato se consternó al escuchar las palabras, accidente, mamá y "usted es lo único que tengo", no entendía nada, de no haber sido que la niña mencionó su apellido, hubiera estado seguro que se trataba de una gran equivocación.

—Esto es una malísima broma—Manifestó mirando su celular como si fuera un enorme y raro bicho.

—Eso no sonaba a broma, Matt—Takeru le arrebató el móvil—. La niña no se escuchaba como que si estaba de broma.

—Entonces, se confundió.

—Te mencionó dos veces, deberías de devolver la llamada.

— ¿Y si es una mala broma?

—Bueno, solo hay una forma de salir de la duda, ¿no?


Sumire bostezó por segunda vez, ya estaba atardeciendo y dentro de unas cuantas horas terminaría su tedioso turno, miró a sus alrededores, por lo menos, ese día no habían llegado tantos pacientes como comúnmente solía suceder, era uno de esos días "tranquilos" claro que cuando estas en emergencia, jamás hay un día tranquilo.

Buscó con su mirada a la pequeña niña que no dejaba de hablarle recordando luego, que una agente de servicios sociales junto con un detective se la llevaron para interrogarla, un suspiro involuntario escapó de sus labios, en realidad sentía mucha empatía por la niña y no deseaba que quedara sola en un orfanato por pura negligencia de ellos, ya que no tenían como comunicarse con los familiares de la señorita Tachikawa.

El teléfono sonó, Sumire, desinteresada, lo descolgó y se lo llevó a su oreja.

—Buenas tardes—saludó.

Buenas tardes—escuchó la suave y aterciopelada voz de un hombre—. Disculpe, hace unos minutos recibí una llamada de este número.

Su corazón se congeló contra su pecho, ¿A caso ese era Yamato Ishida? ¿Yamato Ishida la había llamado a su celular? ¿Su ídolo? ¿El amor de su vida? ¿El futuro padre de sus hijos? ¿Ese Yamato Ishida?

—Ah...Ah...ah—balbuceó incapaz de decir algo coherente.

¿Señorita?

— ¿Señor Ishida?—articulo en un tono quedito e incrédulo.

Se equivoca, no soy Ishida, le repito, tengo una llamada suya, quiero saber por qué me llamaron a mí.

Y todos sus sueños e ilusiones se rompieron como un precioso cristal chocando contra el piso, en mil pedacitos imposibles de volver a reconstruir, pero ella bien que se lo tenia merecido, nadie le había dicho que confiara en una chiquilla que había sido engañada por su mamá, solo a ella se le ocurría semejante estupidez, ¿Qué Yamato Ishida llamaría por teléfono? ¡Ja! Ni siquiera en sus mejores sueños sucedían cosas así.


Takeru contó mentalmente hasta diez, ¿Qué le pasaba a esa mujer? ¿Qué le costaba contestar su pregunta? No era nada difícil, una simple pregunta que una persona con todas sus facultades contestaría sin siquiera dudar.

Oh, si, hemos llamado por parte del Hospital General de Tokio—se atrevió a contestar, después de una eternidad, la mujer.

Takeru frunció el ceño, ¿Hospital de Tokio? ¿Qué habría pasado? Definitivamente no se trataba de una broma, Yamato notó el cambio en el rostro de su hermano y la llamada le interesó.

No sé si la niña se confundió o no, pero ella asegura que este es el número del señor Ishida.

— ¿Qué niña?—demandó Takeru, sin comprender nada.

La verdad, es que no estoy siguiendo el protocolo, pero esto es una excepción a la regla, así que le preguntaré ¿Usted conoce a Mimi Tachikawa?

— ¿Mimi Tachikawa? No me diga que le pasó algo a su hija.

Yamato abrió los ojos desmesuradamente al escuchar esa declaración por parte de su hermano, hacia ya tanto tiempo que no sabia absolutamente nada de la Tachikawa, jamás imaginó que ella tendría una hija y ciertamente eso lo sintió como una reverenda patada en el trasero.

La niña está en perfectas condiciones—afirmó la mujer—. Es la señorita Tachikawa, que…tuvo un accidente horas atrás y no tenemos mas número que el suyo.

— ¡¿Tuvo un accidente?!—vociferó, exaltado.

Yamato se arrepintió mil veces de no haber sido él el que llamó, su hermano caminaba de un lugar a otro y no le permitía acercarse a escuchar lo que decían a través de la línea, su hermano se detuvo, él hizo lo mismo, lo escuchó decir un "enseguida voy" para luego colgar el celular.

Yamato quiso preguntar algo, pero Takeru se llevó sus manos a su sien y las masajeó con una fuerza subnormal.

—T.k—le llamó quedito—. ¿Quién se accidentó?

El joven no contestó, continuó masajeando su frente sin importante en absoluto lo que su hermano decía.

—Takeru—insistió.

El menor alzó su cabeza, Yamato pudo ver la turbación en los ojos celestes de su hermano y pronto se sintió inquieto.

—Es Mimi—murmuró en un hilo de voz—. Tengo años de no saber de ella si en un caso me doy cuenta de ella es por Izzy o por Yolei, por eso, no comprendo porque te llamaron precisamente a ti.

— ¿Mimi tiene una hija?—fue lo que se atrevió a preguntar tras darle tantas vueltas al asunto.

—Tuvo un accidente—de su chaqueta sacó su propio teléfono celular—. Iré a Tokio, le avisaré a Kari, dile a papá felicidades por mi.

Takeru se dio la vuelta sin darle tiempo de replicar a su hermano, los pies de Yamato se movieron por si solos invadidos por el pánico que T.K le había transmitido segundos antes, bajó las gradas lo mas rápido que pudo, su hermano, al ser un deportista era mucho mas ágil y rápido de lo que Yamato seria en mil años, por mucho que le molestara reconocer eso.

—T.K, ¡Espera!

El aludido se detuvo justo antes de irse en dirección al estacionamiento, tenía su celular contra el oído y parecía esperar a que contestaran la llamada.

—Cuelga eso—ordenó.

Sus cejas se elevaron—. ¿Disculpa?

Yamato sacudió la cabeza, regañándose mentalmente, por haber sonado tan brusco.

—lo que quiero decir, es que, ¡Tu mismo lo dijiste!

Takeru frunció el ceño, sin entender absolutamente nada.

Yamato tomó aire—. Mira, si se de verdad se tratara de Mimi Tachikawa, hubieran llamado a cualquiera menos a mi.

T.k consideró esa idea, por su suerte, Hikari no contestó la llamada.

— ¿Sigues creyendo que es una broma?

—No, no sé—farfulló—. A lo que voy es que, ¿Qué tal si es una falsa alarma? Y tú vas y le dices a los demás chicos, solo los preocuparas para nada.

— ¿Crees que sea una falsa alarma?—preguntó en un tono de voz que a Matt le supo a desesperación y desosiego.

—Es Mimi de quien estamos hablando—Dijo él mostrando una genuina sonrisa—. Como dicen, Mala hierba nunca muere.

Takeru soltó el todo el aire que contenía en sus pulmones, guardó su celular en su bolsillo y se permitió respirar con tranquilidad.

—Tienes razón—se dijo para el mismo—. Sobre reaccioné, pero tienes que entender que es una amiga y que por cualquiera de ustedes me hubiera puesto así.

—Lo sé, T. K, pero nada ganaras con llamar a Kari y preocuparla por algo que no sabemos.

—Entonces, ¿Qué hacemos?

—Vamos a Tokio—le propuso—. Estando ahí y confirmemos lo de Mimi, hablaremos con los demás.

Takeru asintió, Matt se permitió relajarse un poco, seguía contrariado con esa llamada, jamás imaginó que después de unos siete años o más, volvería a escuchar de ella.

Siguió en silencio a su hermano, el cual se dirigía al parqueo, estando ahí abrió la puerta del carro, que su madre, le prestaba en ocasiones especiales, prácticamente el automóvil ya era mas de T.K que de Natsuko, pero la mujer se sentía bien, cuando su "pequeño" niño de veintiún años pedía permiso para usarlo.

—T.K—le llamó Yamato una vez que se abrochó el cinturón de seguridad, su hermano no le encaró pero supo que le prestaba atención al detenerse en sus acciones—. ¿Mimi tiene una hija?

El chico le miró incrédulo—. ¿No lo sabias?—Matt negó con la cabeza, él rió irónicamente—. Tú vives más tiempo en la luna que en la tierra.

Las mejillas del mayor se sonrojaron—. No es mi culpa que no me de cuenta de lo que ocurre a kilómetros de distancia.

—La verdad es que yo tampoco sé mucho, ni siquiera sé como se llama, me di cuenta hace algunos años por Kari, la verdad es que creo que ya todos lo saben, pero lo raro es que Mimi, siendo como es ella, no ha mandado ni una sola fotografía de la niña.

—Eso es muy subnormal.

—Ni que lo digas, pero –se abrochó su cinturón y encendió el automóvil—. Tal vez, hoy la podamos conocer.

Yamato no pronunció palabra alguna, sentía un extraño presentimiento, como que si algo malo estaba por pasar, sólo esperaba que Mimi estuviera bien y que no pasara de una falsa alarma, después de todo, ella fue su amiga y también estaba preocupado igual o incluso mas que su hermano.


Airi saboreó otra mordida de una de las galletas con chispas de chocolate que le habían dejado sobre aquella larga mesa en donde ella, una señora robusta y un hombre demasiado alto y delgado estaban sentados, ambos al lado de ella.

— ¿Cuándo dejaran a mi mami salir de aquí?—preguntó mientras remojaba otra galleta dentro de un vaso lleno de leche—. Tenemos que ir a buscar a mi papá y a los amigos de ellos.

Tanto el hombre como la mujer se quedaron viendo por largos segundos, ambos estaban enterados de la situación de la señorita Tachikawa, pero hablarle de eso a una pequeña niña a vísperas de cumplir sus siete años era la peor idea que se le podría ocurrir.

—Tu mamá saldrá cuando el doctor lo autorice—dijo la mujer, la agente que pertenecía a servicios sociales.

Airi dejó la galleta sobre el plato en donde las demás reposaban, sus ojos azules se oscurecieron y sus labios se fruncieron.

—Dígame la verdad, señora de servicios sociales, ¿Mi mamá se va a morir? ¿Es por eso que no me dejan ir a verla?

La mujer tragó saliva, el detective carraspeó con fuerza, Airi simplemente achicó los ojos, pretendiendo de esa manera querer intimidar a la rubia mujer, que parecía mas americana que japonesa, la niña, por un momento se sintió como en esas series que a su abuelo le encantaba ver, en donde salía mucha sangre y a los asesinos los encerraban en cuartos—mas pequeños que ese—y los interrogaban hasta que declara su culpabilidad y luego sale una musiquita triste al final, Airi esperaba que la canción que saliera fuera una alegre y no algo que hiciera que su mamá se pusiera peor de lo que ella imaginaba ya estaba.

—Tu mamá no se va a morir—contestó la mujer tras un largo silencio.

—Entonces, ¿Por qué me tienen encerrada aquí?

—Sólo te queremos hacer unas cuantas preguntas—intervino el detective.

— ¿Acerca del señor malo?

—Dime, lindura, ¿Tienes mas familiares aquí a demás de tu papá?—preguntó la mujer, adelantándose al detective.

La castaña negó con la cabeza—. Mis abuelos y algunos tíos, también mi padrino y madrina viven en Estados Unidos.—confirmó—. Mi mami y yo venimos aquí para conocer a mi papá y así celebrar juntos mi cumpleaños.

— ¿Eres de Estados Unidos?—interrogó un tanto incrédula—. Hablas muy bien el japonés.

—En casa, solo hablamos en japonés, en la escuela y en la calle hablamos en ingles—explicó ella, que desde bebé se acostumbró a los dos lenguajes.

— ¿Te sabes el número de tus abuelos?

Un sonrojo surcó las mejillas de la niña—. Soy mala para los números—admitió con vergüenza—. Mamá Satoe siempre dice que tengo que aprenderme los números por si hay una emergencia pero…—su voz se entrecortó al darse cuenta que falló a su familia—. No me los aprendí.

—No te agobies por eso—dijo el detective—. Has sido una niña muy valiente, Airi, ¿Te gustaría ayudarme con unas preguntas?

La niña se encogió de hombros, se sentía como esos personajes que la interrogaban por un crimen no resuelto, estando ahí sentada, viendo a ese hombre, decidió que seria una hermosa detective como a esas que su abuelo siempre miraba, seria toda una Jennifer Jareau con su cabello castaño largo y un flequillo en la frente, resolviendo casos y ayudando a los policías a meter a los señores malos, como el que golpeó a su mamá, a la cárcel.


Yamato observó como las manos de su hermano temblaban contra el timón del automóvil, tenían por lo menos diez minutos estacionados en el parqueo subterráneo del Hospital General de Tokio y su hermano parecía empecinado de no querer salir del automóvil.

—T.K, tranquilo—trató de reconfortar—. No pasará nada, seguramente se rompió el brazo y está armando un escándalo, sabes como es ella.

—No te hubieran llamado—dijo en murmullo prácticamente inaudible—. Matt…—sus ojos celestes se tornaron en una caótica tormenta, dominada por el miedo—. ¿Y si está muerta?

—No digas idioteces, Takeru—bramó—. Si estuviera muerta ella no nos hubiera llamado.

—Tienes, razón—dijo llevando sus manos a su cabello rubio—. Tienes razón—una risa nerviosa escapó de sus labios—. Soy un paranoico, eso es todo.

Yamato apretó el hombro de su hermano tratando de transmitirle seguridad—. Nuestra princesita es una llorona, ya veras que no habrá necesidad alguna para preocuparnos.

—Si, nada pasará—se tranquilizó él mismo—. Deberíamos de ir, ¿No?

Yamato sonrió a medias, la presión en su pecho se hizo más sofocante advirtiéndole que algo malo pasaría si cruzaba esas puertas, sin embargo no podía poner más nervioso a T.k de lo que ya estaba.


Los formularios de los nuevos pacientes que habían llegado se deslizaron de sus manos estrellándose todos contra el suelo, sus manos se congelaron en el aire, sus ojos se desorbitaron y su boca se abrió sin medida alguna justo cuando la figura alta y maravillosamente hermosa del rubio al cual consideraba una de sus debilidades tanto por su preciosa voz como por su encantadora y hermosa sonrisa apareció.

Yamato Ishida junto con otro joven que ella de inmediato reconoció como el hermano de este—era su fan después de todo— se postraron frente a la recepción, Sumire quiso cerrar la boca y evitar que el hilo de saliva dejase de salir, sin embargo su cuerpo no quiso reaccionar mucho menos cuando tenia ese par de zafiros frente a ella, mismos que le recordaba a algo que en esos momentos su cerebro no le permitía vincular.

Takeru carraspeó un tanto divertido por la reacción de la enfermera, a Yamato le fastidiaba cuando las fans de él se ponían de esa manera, él simplemente se reía lo mas disimulado que podía cuando una de esas mujeres gritaba como loca cuando miraban un atisbo del Ishida, para su suerte, estaban en un hospital y la fan parecía estar sufriendo un terrible estado de shock emocional.

—Disculpe—llamó Yamato ya fastidiado con la estatua que los tenía que atender—. Venimos por Mimi Tachikawa, nos dijeron que se encuentra en este hospital.

Y con ese simple nombre, Sumire pareció regresar a la realidad, mas impresionada que antes, recordando a la pequeña niña que seguía junto con la agente de servicios sociales, estaba perpleja, simplemente no lo podía creer, Yamato Ishida estaba frente a ella y no sólo eso, Yamato Ishida conocía a Mimi Tachikawa, la madre de la niña que aseguraba que su ídolo era su padre, su corazón se detuvo ¿A caso ella había descubierto un jugoso chisme de su amado? ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Compartía un secreto con Yamato Ishida!

— ¿Señorita?—demandó conteniéndose las ganas de gritarle.

Sumire respingó, por mucho que quisiera gritar que Yamato Ishida le había dirigido la palabra, bien sabia que en horas de trabajo no podía hacer eso, así que con manos temblorosas y mejillas sonrosadas se dirigió a él.

—Si—contestó con timidez—. La señorita Tachikawa fue traída aquí en horas de la mañana.

— ¿Qué fue lo que sucedió?—Preguntó Takeru—. ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo está? ¿Dónde está la hija de ella?

—Oh, yo, no puedo darles esa información, deberán esperar a que el señor Satou terminé su cirugía para que pueda brindarles esa información.

Yamato resopló fastidiado, no entendía porque tanto misterio, ¿Por qué no simplemente la mandaban en el cuarto donde estaba? Era mucho mejor que estar con esa horrible ansiedad, vio a su lado a T.K palidecer, estaba seguro que su hermano pensaba lo peor y ese miedo se lo transmitió, haciéndole temblar.

—La niña está con un agente de servicio social—anunció ella hablando atropelladamente—. Si un familiar de la niña no se llega a reportar, se la tendrán que llevar con ella.

— ¡¿Le quieren quitar la hija a Mimi?!—Chilló el menor fuera de sus cabales.

Los miedos de Yamato se vieron materializados con esa declaración, si Mimi Tachikawa se hubiera roto un brazo, no estarían considerando llevarse a la niña a un orfanato o un lugar así, ¡Diablos! Al parecer era mas grave de lo que imaginaba y Takeru parecía pensar lo mismo que él.

—Si no viene ningún familiar, tendrán que llevársela.

— ¿Qué sucede con Mimi?—preguntó una vez más Takeru, la enfermera, apenada apartó la mirada.

—Mientras esperan al doctor, los llevaré con la niña, ¿Esta bien?—por nada en el mundo se perdería el primer encuentro que Ishida tendría con su ilegitima niña.

Takeru fue el primero en asentir, seguido por Yamato, la enfermera dejó la recepción y se encaminó hacia los pasillos siendo seguida por los dos rubios, se detuvo frente al ascensor y tras llenarse de valor apretó un botón, las puertas de éste se abrieron permitiéndoles la entrada, Sumire se aseguró de colocarse al lado de Ishida, pues seguramente ese seria el único día que lo tendría cerca así que tendría que aprovechar cada oportunidad que se le presentara.

Se detuvieron en el piso indicado, una vez fuera, Sumire llegó hasta una puerta blanca, en donde tocó para luego abrirla, mostrando un amplio salón, con una mesa alargada y varias sillas alrededor de ella, en uno de los asientos estaba la robusta mujer junto con la niña.

Airi dejó a un lado su dibujo cuando la puerta abrió, sus ojos azules se dirigieron hacia las dos figuras que entraron junto con la enfermera, su corazón se hinchó dentro de su pecho y sus ojos se agrandaron, frente a ella, estaba un hombre, del cual ella estaba segura se trataba de su papá, sintió la mirada de los dos hombres sobre ella, ambos tenían sus orbes anclados en ella, conmocionados ante la imagen que tenían, las manos de la chiquilla se movieron solas hasta palpar la mochila en forma de oso polar que descansaba a unos cuantos centímetros de ella, la abrió y de ella sacó una vieja fotografía, que su mamá le había regalado, en esta salía un gran grupo de chicos sonriendo ante la cámara.

Se levantó de su asiento y motivada mas que todo por el impulso y la adrenalina corriendo por sus venas se postró frente al que era su papá, el cual la miraba como si ella fuese un horrible extraterrestre, ignoró eso, ya mas tarde le enseñaría a su papá los modales y también al otro hombre, el cual creía reconocer como su tío, si no se equivocaba.

—Hola, señor Ishida—saludó alzando la fotografía con sus dos manos—. No sabe cuantas ganas tenia de conocerlo, pero antes, me gustaría que me dijera que hacia usted abrazando a esa chica pelirroja y no a mi mamá…


Y Bien aqui está esta nueva locura, que la verdad me ha gustado mucho escribir, en el segundo capitulo veremos como va Mimi y mas sobre la pequeñita de Airi que em encantó.

Quiero agradecer a Criisi por ayudarme con el nombre y por siempre apoyarme, gracias amiga, te adoro, va para ti ^^

ojala que les guste esta historia, yo en lo personal siento que promete mucho, asi que ojala que si tenga la aceptacion del publico, disculpen los errores, editaré el capi en cuanto pueda!

Cuidense, un beso