Ninguno de los personajes conocidos que se mencionan son míos, sino de la autora J. K. Rowling.


Hermione despertó bien entrada la noche y cuando el recuerdo de la nota volvió a su mente lo hizo con la fuerza de una bofetada.

Se levantó sin preocuparse de protegerse contra el frío de las mazmorras y caminó hacia las otras habitaciones de las estancias de Severus con la tenue esperanza de encontrarlo en su despacho trasteando con las pociones o quizá en la biblioteca consultando algún libro, tal como lo había encontrado otras veces.

Nada. Severus no estaba por ningún lado.

Notó sus ojos llenarse de lágrimas de nuevo. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado para que fuese necesario que se largase de tal forma?

La idea de que tuviese a otra se estaba haciendo tan potente en su mente que se sintió enfermar, tanto que tuvo que correr hacia el baño a vomitar, aunque apenas echó algo más que bilis.

Se lavó la cara con agua fría y se sentó en el lavabo. ¿Y si él se había cansado? ¿Y si había encontrado a una mujer que estuviese a su altura? ¿Y si se había dado cuenta de que ella, por muy madura que fuese, para él sólo era una niña con la que no podría llevar una vida futura? ¿Qué iba a hacer ahora? Ella sabía que ya no podría vivir sin Severus.

¡Qué ironía! Ella, Hermione Granger, que siempre había dicho que ella no iba a dejar de ser ella ni de vivir su vida por ningún hombre… Ahora sentía como todo su interior se rompía en mil pedazos ante aquellas atroces ideas que ahora se arremolinaban en su mente.

Volvió a sentirse enfermar y cerró los ojos. Tenía que tranquilizarse, Severus siempre había sido sincero con ella, nunca había pillado una mentira suya, por pequeña que fuese. Seguro… Seguro que aquella salida tenía un fin de lo más normal. Sí, tenía que ser eso… Quizá había sido requerido por el Ministerio, o quizá había encontrado el escondite de algún mortífago que aún no hubiese sido encarcelado y había ido a por él…

Salió del baño dándose ánimos. ¡Vamos! Severus seguro que tenía una buena razón, y seguro que cuando volviese y le contase toda su mierda mental se iban a reír un buen rato.

Y así pasó el resto del tiempo, y del día.

Y pasó un día.

Y dos.

Y tres.

Y Severus sin volver.

Hermione estaba volviéndose loca. Los chicos intentaban entretenerla con la preparación de baile de graduación, pero ni con esas pudo animarse. Incluso cuando les dieron las notas y vio todos su Extraordinarios, ni una simple sonrisa acudió a su rostro.

Aquella tarde había decidido ir a la enfermería para que Madame Pomfrey la revisase y para que sus amigos se quedasen más tranquilos. Hacía días que tenía molestias diversas: dolor de abdomen, calambres, vómitos, dolores de cabeza, pesadez general, insomnio… Los chicos pensaban que era algo grave pero ella sabía que sería cualquier tontería. Un estúpido virus que mezclado con los nervios que estaba pasando aquellos días habría hecho un buen cóctel de malestares en su cuerpo.

La enfermera le pidió que se tumbase en una de las camas y empezó a pasarle la varita con diferentes hechizos de diagnosis. Examinó parte por parte el cuerpo de la chica, descartando las enfermedades que se le iban ocurriendo.

- Hermione, querida… ¿Podrías decirme cuándo fue tu último periodo? – Preguntó calmadamente la anciana.

Hermione la miró confundida. ¿Su último periodo? Fue yendo hacia atrás en su mente, buscando el momento más reciente en que esa maravillosa acompañante de la mujer acudió a ella por última vez.

Y su cara empezó a empalidecer.

- D-dos meses… - Balbuceó incapaz de continuar el pensamiento de la anciana – p-pero seguro que es normal – aseguró – tengo una menstruación muy irregular, a veces tarda hasta mes y medio en llegarme y otras tengo que tomar pociones para pararla – explicó.

La enfermera asintió y la hizo levantarse la camisa.

- Será mejor que nos aseguremos – indicó - ¿Has usado protección cuando has mantenido relaciones? – Preguntó vertiendo una poción transparente en el estómago de la castaña.

Hermione enrojeció.

- Hechizos y pociones – respondió algo cortada, sintiéndose avergonzada por hablar de aquel tema.

La mujer asintió y recitó unas palabras tocando el líquido transparente con su varita.

Hermione miró su estómago cuando empezó a sentir que aquel líquido subía de temperatura, casi hasta quemándole la piel.

Y de repente paró y empezó a colorearse con un tono verde moco muy brillante.

Hermione levantó la vista para mirar a la mujer. ¿Aquello era positivo o negativo? La mirada indulgente y algo lastimosa que le devolvió la enfermera fue suficiente respuesta.

Embarazada… Estaba embarazada.

De Severus.

- ¡No! N-no puede ser… ¡Los métodos anticonceptivos mágicos no fallan! – Exclamó aterrorizada – y no los hemos olvidado ni un día.

¡Ella no podía estar embarazada ahora! ¡No sin Severus al lado!

Las lágrimas acudieron a sus ojos y notó como la enfermera la abrazaba tras limpiar su estómago.

- Hermione, pequeña… - la llamó suavemente – los métodos anticonceptivos mágicos tienen una eficacia perfecta siempre y cuando quiénes los usen así lo deseen.

La castaña la miró confundida.

- ¿Qué… Qué quiere decir? – Inquirió en un murmullo.

- Quiero decir que si han fallado, y tú está segura de que no os habéis olvidado nunca de ellos, simplemente significa que tanto tú como el padre queríais que fallasen – explicó Pomfrey – la magia tiene formas muy curiosas de presentarse, puede hacer que un niño explote una ventana al tener una rabieta, puede hacer que vueles para ver las nubes por encima… Y puede hacer que ciertos hechizos o pociones fallen si las personas que los usan así lo desean, aunque sea de un modo subconsciente y ellos ni siquiera lo sepan.

Hermione se quedó callada mirando a la enfermera. ¿Los anticonceptivos habían fallado porqué AMBOS así lo querían? ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía ser que Severus quisiera un hijo y desapareciese de la forma en la que lo había hecho?

La cabeza empezó a dolerle y, gimiendo, se llevó la mano a ella.

- Tranquila Hermione – indicó enfermera – no te estreses y descansa. Seguro que ahora estás confundida pero está más que claro que Severus tendrá una buena explicación para todo.

La cabeza de la castaña se levantó de golpe hacia Pomfrey mientras sus ojos se abrían desorbitadamente.

- ¿Qu—Qui-Que…? – Balbuceó.

- ¿Qué quién me ha dicho que es Severus? ¿O que cómo lo sé? – Preguntó la mujer sonriente – Hermione, llevo demasiados años entre estas paredes y sé perfectamente cuando estoy ante una pareja, por mucho que se intente ocultar – bromeó – Severus se ha relajado desde hace un tiempo, aunque me da que soy la única que lo ha notado – rio.

Hermione bajó la vista y se mordió el labio.

- ¿No le molesta? ¿No cree que estamos infringiendo las normas y que no es adecuado? – Inquirió

La enfermera la miró con una dulce sonrisa.

- En otro caso podría haberlo hecho, pero realmente creo que lo que hay entre vosotros dos es algo que pocos pueden conseguir en toda su vida – explicó – y sobre la marcha de Severus, vuelvo a decirte que seguro que es por un buen motivo. No veo a Severus como un hombre infiel.

Hermione se permitió respirar con algo de calma. Una gran parte de ella quería creer a la trabajadora, pero no podía olvidar esa espinita con mala baba que la iba martirizando con pensamientos de lo más negativos.

Se pasó la mano por el estómago y una suave sonrisa apareció en su rostro. ¡Estaba embarazada! No negaría que el pequeñín venía demasiado pronto, después de todo ella siempre había pensado que la familia se establecía una vez el ambiente laboral estuviese asentado. ¿Qué sería? ¿Niño o niña? ¿Qué nombre podrían ponerle? ¿Sería muy grande? ¿O más bien pequeño? ¿Saldría todo bien? No iba a mentir si decía que no tenía miedo ya a un embarazado complicado, ella era más bien pequeña y aunque sabía que su cuerpo era resistente, tenía miedo a ese primer embarazo. Quizá los siguientes…

Enrojeció.

¿Siguientes? ¿Quería tener más hijos? ¿Querría Severus? Se mordió el labio pensativamente. Ella siempre se había imaginado con 2 hijos, a poder ser niño y niña. Su experiencia como hija única le había dado una vida más bien aburrida en ese ámbito.

Escuchó la puerta de la enfermería abrirse y vio a su pequeño grupo de amigos acercándose a ella.

- ¿Hermione, estás bien? – Preguntó Draco mirándola de arriba abajo minuciosamente.

- Nos preocupamos al ver que no venías a cenar – indicó Ginny sentándose en su cama - ¿te pasa algo?

Hermione volvió a morderse el labio mientras observaba por el rabillo del ojo como Pomfrey se alejaba de ellos, quizá para darles intimidad. Abrió varias veces la boca para darles la noticia a los chicos, pero simplemente la voz no salía de su garganta. Así que se quedó en silencio, buscando el modo de indicárselo a ellos, sin éxito alguno.

- ¿Mione? – Preguntó, esta vez Blaise – déjate de tanto silencio, nos estás preocupando.

- Estoy embarazada – soltó de sopetón, obligando a sus cuerdas vocales a moverse.

La reacción fue instantánea con sus amigos. Ginny y Luna soltaron un pequeño gritito, Blaise y Theo una pequeña carcajada mientras que Draco sonrió perversamente.

- Vaya con Snape, y parecía tonto cuando lo compramos – bromeó Ginny - ¿pero cómo puede ser? ¿Usáis protección, cierto?

Hermione les relató a sus amigos la idea de Pomfrey, que hizo que todos quedasen francamente sorprendidos.

- ¿Ves? Entonces seguro que mi padrino tiene una muy muy buena razón para haber desaparecido así – aseguró Draco.

De repente Blaise soltó un teatral gemido cogiéndose la cabeza con las manos.

- ¡No puedo creérmelo! – Exclamó Blaise – siempre he evitado pensar en vosotros dos… así… ¡De verdad que hasta conseguí creerme que erais unos santos! – Lloriqueó - ¿ahora quién me quita a mí esa imagen de la cabeza? ¡Dos de los mayores empollones que han pisado Hogwarts teniendo sexo! ¡Sexo!

Los demás se miraron y empezaron a reír. Blaise y sus ideas…

- ¿Seguro que estás bien? – Preguntó Ginny, aprovechando que los demás estaban distraídos.

Hermione la miró agradecida y asintió.

- Pues entonces señorita, será mejor que te levantes y te vengas con nosotras a la habitación – indicó – mañana tenemos baile de graduación y vamos a aprovechar para tener una última noche de chicas – sonrió complacida.

- ¿Y por qué nosotros no podemos ir? – Preguntó Blaise poniendo morritos.

- Porque, a no ser que me esté equivocando, vosotros no tenéis nada de chicas, de modo que no podéis venir a una "noche de chicas". ¡La misma frase lo dice! – Explicó la pelirroja como si estuviese hablando con un niño pequeño – además, tendremos que prepararnos para ir bien potentes para el baile y no podéis vernos.

- Es un baile, no una boda… - suspiró Draco – aunque quizá va siendo hora de ir pensando en eso, ¿no, Hermione?

La castaña enrojeció y sus amigos estallaron en risas de nuevo.

- Vamos va, ya habrá tiempo para pensar en bodas y regalos otro día – dijo Ginny ayudando a su compañera – lo importante ahora es el baile.

Y así, como quién no quiere la cosa, Hermione acabó en su habitación con sus dos amigas.

- Pero Ginny… no tengo vestido – murmuró por quinta vez cuando la pelirroja empezó a hablar, pero la cara que puso su amiga la hizo tragar en seco – porque no lo tengo… ¿verdad?

- Ya lo verás – sonrió la chica – es una sorpresa.

- Si hubieses estado más atenta al entrar en vez de refunfuñar tanto… - canturreó Luna.

La castaña las miró a ambas. ¿Mirar al entrar en la habitación? ¡Ella siempre miraba! ¡Y estaba segura de no haber visto nada raro!

Miró alternativamente a sus compañeras, que parecían muy entretenidas burlándose a su costa, y bufó.

- ¿Puedo al menos saber de qué va la cosa? – Preguntó – no creo que podáis saber qué maquillaje queréis ponerme sin ver el vestido.

La pelirroja soltó otra carcajada mientras se levantaba e iba hacia un rincón de la habitación en dónde reposaban tres cajas.

Hermione entrecerró los ojos. Las cajas eran del mismo color que la pared, casi como si las hubiesen hechizado para ello.

- Lo he encontrado hoy cuando hemos venido a buscarte, antes de saber que estabas en la enfermería – explicó Ginny acercándole una de las cajas – no hay nota ni nada. También hemos traído los nuestros.

Hermione frunció el ceño mientras habría la caja, que estaba sujeta por un simple lazó color pared también. Sus ojos se abrieron a más no poder cuando vio lo que había dentro.

Un precioso vestido rojo con escote corazón. La parte del pecho estaba cubierta por tela plisada en vertical, que acababa en un "cinturón" formado por tela plisada en horizontal. La falda era larga hasta los pies y a dos telas, la interior algo ceñida de satén, y la exterior más suelta de tul algo transparente. Lo que más le encanto fue que, del centro del escote, surgían dos tirantes anchos con piedrecitas brillantes que terminaban uniéndose en el mismo punto de la espalda. Junto a él, en una caja algo más pequeña, venían un par de sandalias, rojas también, sencillas pero preciosas. Y además, en otra cajita, había un precioso brazalete de oro blanco con diamantes rojizos y un collar con cadena de plata cuyo colgante, que llegaría hasta su clavícula, era la cabeza de un león de oro.

Las lágrimas acudieron a sus ojos. ¿Quién…?

- Parece que el señor Snape tiene muy buen gusto – sonrió Luna.

Hermione la miró. ¿Snape? ¿Eso lo habría comprado Snape? Tocó la tela del pecho y el cinturón y sonrió ante la suavidad que tenía.

- ¿Quieres ver los nuestros? – Preguntó Ginny emocionada.

Asintió limpiándose un par de lágrimas rebeldes que habían conseguido salir.

Primero fue Ginny, mostrando un tierno vestido rosa claro sin mangas. La parte de arriba, desde el final del escote hasta el cuello, era de un color transparente adornado con algunas piedrecitas brillantes. Piedras que se hacían más abundantes en la parte del pecho, en donde parecían ser las únicas que cubrirían esa parte de su amiga. Tras ello venía un cinturón rosado también, que se anudaba en la espalda haciendo una especie de flor. Y finalmente la falda, rosada también, caía en libertad hasta los pies de la chica. Todo iba conjuntado con unos pendientes de cadena largos y un brazalete de plata.

Hermione sonrió. Perfecto para Ginny, aunque nunca habría imaginado a su amiga llevando un vestido rosa.

Luna por el contrario parecía haberse decantado por un vestido más modesto y sencillo. Una bonita pieza azulada con un tirante único en el hombro derecho, que caía haciendo ondas hasta acabar en las rodillas. Unas sandalias plateadas y un collar esmeralda hacían del conjunto algo único.

Pasaron la noche hablando de mil y una cosas, aunque Ginny se las armó para acabar dándole mil y un consejos a Hermione sobre niños y demás, consejos que había obviamente heredado de su madre.

Finalmente la noche del gran baile llegó y encontró a una Hermione decaída y llorosa. Severus no daba aún señales de vida y estaba a empezando a preocuparse hasta puntos de locura. ¿Y si le habían atrapado? ¿Y si algún mortífago descarriado había conseguido tenderle una trampa?

Sólo de pensar que podrían estar torturándole se ponía histérica y tenían que incidir las chicas, recordándole que Snape era uno de los mejores magos que conocían y que seguro estaba en alguna otra misión. ¿Quizá buscando algún ingrediente extra raro para alguna poción?

****
Los chicos esperaban a las chicas en las escaleras que salían de la Torre Gryffindor.

- Chicos – les llamó alguien desde la escalera.

Se giraron y sus rostros no pudieron disimular la sorpresa. ¡Las chicas estaban fantásticas! Cada una de ellas cogió el brazo de su pareja y emprendieron el camino hacia el Gran Comedor.

- Estás preciosa – sonrió Draco a Hermione.

La castaña le miró agradecida.

- Tendré que aprovechar ahora… Porque dentro de unos meses tendré la tripa tan grande que dudo poder verme los pies – bromeó.

El rubio la abrazó contra sí.

- Pues yo creo que serás de esas mujeres que embarazadas están más preciosas de lo normal – aseguro.

La chica enrojeció y le dio un pequeño codazo. Draco y sus ideas.

El Gran Salón se presentó ante sus ojos con una decoración de lo más navideña. Decoraciones varias bailaban de allí para allá y el techo se había hechizado para mostrar una pequeña nevada, que no llegaba nunca a tocar a ningún asistente. Y pese a la visión tan invernal que daba todo, el ambiente era cálido a más no poder.

Los chicos se dirigieron hacia una de las mesas esquineras y se sentaron, procurando quitar de en medio las sillas sobrantes para que nadie les molestase.

- Que hambre tengo – gruñó Blaise – me han chivado que entre el menú vamos a tener carne en salsa de flores. ¡Es una delicia!

Tal como en otras ocasiones, la comida no se hizo de rogar. En cuanto la mayoría de asistentes estuvieron sentados ya en su sitio los platos empezaron a aparecer sin descanso en las mesas.

De entrantes hubo tostaditas diversas, junto con algunos embutidos, tartaletas y algunas cosas más que Hermione no sabía ni descifrar.

De primero se les apareció una saludable y apetecible crema de verduras, de un bonito color anaranjado por la calabaza seguramente, y con unas ondas en blanco realizadas con queso o nata. ¡Estaba riquísimo!

Hermione notaba su tripa gruñir y pedir más comida con cada plato nuevo que aparecía, pero cuando llegó el turno del segundo, la carne en sala de la que tanto hablaba Blaise, su estómago se cerró en banda y empezó a tener arcadas. Se apartó de su plato como repelida y lo miro con extremo asco.

- ¿Herms? ¿Ocurre algo? – Preguntó Ginny ante el pálido tono que empezaba a tener su amiga.

- El… olor… - atinó a decir la castaña antes de levantarse y salir disparada hacia los baños.

Los chicos se levantaron y fueron tras ella sin dudar, sólo para encontrársela en el lavabo echando todo lo que había comido.

- Debe de haber sido la salsa – indicó Ginny – mi madre siempre dice que las salsas fuertes no les gustan a las embarazadas.

- Vayamos a tomar un poco el aire – propuso Theo ayudando a Hermione a levantarse.

La castaña se lavó la cara y enjuagó la boca como pudo, ya que apenas podía sostenerse en pie, y se dejó llevar hacia los jardines por sus amigos. Sí, seguro que algo de aire fresco les sentaría de fábula.

Se sentaron en uno de los bancos más aislados y se quedaron en silencio unos minutos, esperando a que Hermione se recuperase.

- Siento haberos fastidiado la cena – lloriqueó la chica cuando se recompuso un poco, soltando alguna lágrima.

- No nos has fastidiado nada – aseguró Ginny – simplemente son cosas que pasan – sonrió.

- Ya pero… vosotros tendríais que estar ahí en vez de cuidándome – sollozó ella cubriéndose los ojos con las manos – soy una inútil.

Los chicos se miraron entre ellos y suspiraron. Las hormonas…

- No seas tonta Hermione – dijo Draco - ¿De verdad crees que nos divertiríamos sin ti allí? – Preguntó.

La castaña le miró haciendo un feo puchero y alzó los hombros.

- Si no estamos todos juntos no es divertido – añadió Luna abrazándola – le pediré a mi padre que me envíe agua de árbol dorado, dicen que va bien para controlar las emociones en los embarazos.

Hermione miró a la rubia y sonrió. Luna, solo Luna.

Estuvieron unos minutos más tomando el aire hasta que empezaron a escuchar melodías saliendo del Gran Salón, cosa que les hizo saber que el baile había empezado.

- ¿Vamos? – Preguntó Draco con cautela.

Hermione asintió y se agarró a él una vez estuvo en pie. Casi podría decirse que se alegraba de que Astoria y Draco hubiesen terminado, no podría estar aguantándola un segundo.

Charlaban de cosas triviales mientras se dirigían hacia el comedor hasta que tuvieron que parar al ver que unos obstáculos que tenían delante no se movían.

- Hola, chicas – saludó Harry en tono monocorde – parece que os lo estáis pasando muy bien– añadió fijando su mirada esmeralda en la forma en la que Blaise mantenía cogida a Ginny.

- No lo parece, nos lo estamos pasando de fábula – gruñó la pelirroja en respuesta.

Ron soltó una especie de bufido y miró a quién consideraba su ex-hermana.

- Rodeadas de serpientes es imposible – aseveró - ¿Dónde ha quedado vuestro orgullo Gryffindor?

- En el mismo sitio que tu cerebro – sentenció Hermione, notando como la sangre empezaba a hervirle.

Ellos… Después de todo lo que les habían hecho, se atrevían a plantarse de nuevo ante ellos y a seguir insultándoles.

El pelirrojo puso una mueca de asco.

- ¿Ahora te acuestas con Malfoy? – Soltó de sopetón – ya entiendo entonces por qué Astoria estaba con Hannigan. Supongo que estabas tardando en hacerlo…

La castaña se quedó sin habla ante lo que había dicho aquel que fuera su amigo hace tiempo y miró instintivamente a Harry, quién parecía estar totalmente de acuerdo con lo dicho por su compañero.

- Supongo entonces que vosotros también estabais tardando en mostraros tal cuál erais – bufó, recordando unas palabras que le dijo Severus hace tiempo y que ella se negaba a aceptar – cuando alguien no hace lo que vosotros queréis tratáis de obligarlo a cambiar de parecer de cualquier forma – explicó cuando los chicos la miraron sin comprender - ¿Qué nosotras queremos hacer lo que queramos y juntarnos con quién nos dé la gana? Seguro que un rato de encierro va bien. ¿Qué acabamos trabando amistar con unas serpientes? Un hechizo seguro. ¿Qué eso no funciona? Armamos escándalo… - enumeró – la verdad es que antes me dabais bastante pena, pero ahora más bien es asco.

- Tú lo que eres es una… - empezó a soltar Ron.

- ¿Una qué? – Preguntó ella con una voz que parecía más bien la de Bellatrix - ¿Una empollona que os ha estado salvando el culo desde que nos conocimos? ¿Una que logró que fueseis pasando de curso? ¿Una que se pasó noches en vela haciéndoos resúmenes para que estudiaseis? ¿Una sin la que seguramente hubieseis muerto en aquel bosque, si es que llegabais a él?

Los chicos se quedaron sin habla.

- ¡Vamos! ¡Decidlo! ¿¡Por qué no aceptáis de una puta vez que siempre he sido una enciclopedia con patas para vosotros y que mientras hiciera lo que vosotros, oh señores del Universo, dictaban todo estaba bien!? – Bramó la castaña encolerizada – sois unos malditos imbéciles controladores que no soportan que quiénes conocen hagan su puta y jodida vida a su manera.

- Vaya por dios… Yo no recordaba tener una hija tan malhablada… - se escuchó decir a una voz femenina.

El tiempo se congeló al tiempo que Hermione veía como los ojos de Ron y Harry se abrían extremadamente. Esa voz…

Se giró poco a poco, sólo para casi caer de bruces cuando vio a las dos personas que estaban delante de ella.

- La verdad es que no, pero no dirás que no es gratificante saber que sabe defenderse sola – acompañó la voz del hombre mientras sonreía hacia la chica.

Los ojos de Hermione de llenaron de lágrimas al tiempo que sus manos cubrían su boca para evitar un grito.

- ¿Mamá? ¿Papá? – Preguntó casi sin poder creérselo mientras caminaba lentamente hacia ellos – estáis…

No pudo seguir hablando. Se lanzó contra sus padres, quiénes la acogieron sonrientes en su pecho y la abrazaron como si nunca se hubiesen olvidado de ella.

La castaña no podía creerse lo que estaba pasando. ¡Sus padres! ¡Allí! Se alzó un poco para verlos y su corazón volvió a doler al verlos mirándola suavemente.

- Mi niña, estás preciosa – aseguró su madre – quién me iba a decir que te iban a quedar tan bien los vestidos, con lo que los has odiado siempre – bromeó.

Hermione aceptó el pañuelo que le tendía su padre y les miró de nuevo, intentando mantener la compostura.

- Pero… ¿Cómo? – Preguntó sin saber qué decir – yo os… yo os…

- Sí, eso – suspiró su padre – creo que voy a tener que castigarte… ¿De verdad pensaste que era buena idea borrarte de nuestra vida y mandarnos a Australia? – La regañó.

La chica bajó la mirada.

- Yo sólo… - sollozó.

- Sabemos por qué lo hiciste – intervino su madre – pero ahora ya está. Volvemos a estar juntos y no hay peligros para nadie – sonrió abrazándola – parece que tienes a alguien que te quiere mucho – susurró en su oído.

Hermione levantó la cabeza como un resorte. ¿Alguien? Miró a sus amigos y por la cabeza de todos pasó lo mismo. ¡Severus! Empezó a buscarlo por los alrededores pero no había ni rastro.

- Quedó bastante cansado, nos dijo que le disculpásemos por no estar – indicó su padre – supongo que habrá ido a dormir un rato.

El corazón de Hermione revoloteaba a mil kilómetros por hora. Ella había hablado muchas veces del contrahechizo con Severus y siempre sacaban la misma conclusión: era algo super difícil y extremadamente mortal. ¡Y sin embargo él lo había hecho! ¡Por eso desapareció! ¡Había ido a buscar a sus padres!

- Ve con el Hermione – medio ordenó su madre – tenemos todo el tiempo del mundo para ponernos al día y para que conozcas a tu hermanito, pero ahora creo que es él quién te necesita.

La chica no dudó ni un segundo, salió escopeteada hacia las mazmorras mientras escuchaba como sus padres intervenían en una muy posible pelea entre sus amigos y Harry y Ron.

Los pasillos de las mazmorras nunca se le habían hecho tan largos como en aquel momento. Vio la puerta del despacho de Severus entreabierta y aumentó la velocidad, notándose casi flotar en el aire. Entró como un torbellino y sus ojos o encontraron automáticamente. Estaba sentado en su sillón, con los ojos cerrados y una expresión un tanto dolorida, además de mostrar una tez más pálida que de costumbre. Sin poder evitarlo se subió encima de él y lo abrazó cuan fuerte pudo.

- Tonto, idiota – lloró.

Escuchó la suave risa de Severus mientras correspondía a su abrazo.

- Sí, quizá, de hecho es lo más probable… - aseguró acariciándola.

Hermione no pudo evitar seguir con una retahíla de palabras que bailaban entre el agradecimiento y los insultos, todo aderezado con unas lágrimas como puños e hipidos ocasiones.

-No voy a tener vida para agradecértelo – aseguró una vez pudo calmarse más, mirándole seriamente – has arriesgado tu vida para devolverme a mis padres. ¿Cómo se supone que voy a pagártelo?

Severus la sacó de su regazó y la dejó de pie ante él, obligándola a cerrar los ojos con dos dedos. Hermione notó como él empezó a dar vueltas a su alrededor.

- Durante mucho tiempo pensé que mi destino era estar sólo. Solo hubo una persona en mis primeros años de vida y ella desapareció, dejando un dolor que pensé que jamás podría reparar. Y entonces... apareció en mi vida alguien... Una pequeña leona de ojos marrones y con un ansia de saber que sólo podía equipararse a la mía. La muy insufrible... ¡Toda una sabelotodo! ¿Y sabes que es lo peor? ¡La muy niñata estuvo desafiándome desde el primer día! ¡A mí! ¡A Severus Snape! Y por si fuera poco me quemó la ropa, robó en mi despacho, se colaba en sitios que no debía... Todo con ayuda de dos inútiles sin cerebro que no podrían haber aprobado el primer examen del primer curso sin ella... – sentenció, haciendo reír a Hermione - y debido a que uno de esos descerebrados era al que debía proteger, me vi protegiéndola a ella también. Y con eso tuve el honor de ver cómo iba creciendo, aunque debido a las circunstancias me fijaba poco en eso... ¿Y sabes qué pasó? La guerra terminó y la muy... tonta me salvó... Primero del veneno de una sucia serpiente y luego de mis demonios – suspiró - claro que al principio no lo sabía... pero empecé a fijarme inconscientemente en ella, comenzando todo por una maldita paliza que le dieron las ineptas de mis alumnas, y vi que ya no era la niña de siempre. Ahora era una mujer... seguía con su maraña de pelos y su insufrible sabelotodismo, pero una mujer al fin y al cabo.

Severus dio unas vueltas acariciando a Hermione hasta volver a ponerse detrás, cerca de su oído abrazándole la cintura.

- Y me enamoré. Perdida y locamente – anunció - y el miedo que empecé a sentir hizo que soltara cosas que no debía de haber soltado... Y pensé que la perdería como perdí a mi antiguo amor... pero eso no pasó, porque ella era la imagen de la pureza, la bondad y el perdón personificado. Ella me perdonó y volvió a tenderme la mano, como hacía cada vez que se me iba un poco la olla... Y como espero que lo siga haciendo – pidió caminando hasta ponerse ante la chica, abrazándola por la cintura - Hermione Jane Granger, no necesito ningún agradecimiento por lo que he hecho si respondes afirmativamente a la pregunta que voy a hacerte.

Severus soltó a la chica y le pidió que abriera los ojos. Hermione lo hizo sin dudar y cuando su vista se enfocó no pudo evitar soltar un ahogado grito: Severus estaba arrodillado ante ella con la mano alzada, en la cual había una caja con un precioso anillo dorado con diamantes.

- ¿Quieres hacerme el hombre más feliz del universo aceptando ser mi esposa y pasar el resto de nuestras vidas juntos? – Preguntó con voz temblorosa.

Hermione se quedó sin habla y en cuanto pudo recomponerse un serio "no" salió de boca, haciendo que la expresión de Severus se transformase en algo irreconocible. Pero antes de que él pudiese hacer algo más Hermione se dejó caer a su lado y lo abrazó.

- Quiero pasar el resto de mi vida y lo que venga tras la muerte contigo, Severus Snape – anunció, haciendo que Severus soltase el aire que estaba conteniendo y la abrazase, para posteriormente levantarse ambos y colocarle el anillo en el dedo – supongo que ahora debemos de pensar en las dos opciones que tenemos… - susurró Hermione, haciendo que el hombre la mirase extrañado - o nos casamos en menos de cuatro meses o tendremos que esperar varios meses más...

Los ojos de Severus se abrieron a más no poder mientras veía como la chica se acariciaba el vientre.

- ¿Estás…? – Empezó a preguntar – pero… ¿Cómo?

Hermione le explicó lo que había dicho Pompfrey.

- Entonces… ¿Vamos a ser papás? – Preguntó él de nuevo, dejando que una sonrisa se fuese asomando por su cara, tomada al mismo tiempo por el terror típico de domina a uno en una noticia así.

- Eso parece – sonrió ella.

Una serie de aplausos empezaron a escucharse en la puerta y ambos de giraron de sopetón, sorprendiéndose enormemente al ver a todo el grupo de amigos (con padres Malfoy, Weasley's…) todos atichonados en el marco de la puerta.

Los padres de Hermione fueron los primeros en acercarse a ellos, haciendo que Severus se tensase imperceptiblemente. Después de todo, los suegros son los suegros. Y más se tensó aun cuando el padre se le acercó a él directamente con una maliciosa sonrisa en la cara.

- Ya puedes ir preparándote, si sale como su madre vas a tener que aguantar una buena – rio de buena gana dándole unas palmadas en la espalda.

- Aun recuerdo la que me diste… - dijo la madre acariciando a Hermione - pasaba de estar feliz a llorar en un momento...

- ¡Y los antojos! - se quejó el padre - me hacía levantarme a las tres de la mañana para buscarle pasteles de melocotón y piña. ¡Melocotón y piña! Por no hablar de las veces en las que se cabreaba y decidía usar mi cabeza como diana...

- Creo que será niña... - dijo Luna - muchos hights te rondan la cabeza, y son rosas. El rosa indica niña - explico al ver la confusión de todos.

- Si es así... Eileen Snape Granger será un buen nombre - dijo de sopetón Hermione mirando a Snape, quien la estrechó entre sus brazos rápidamente.

- ¿Te he dicho alguna vez que eres lo mejor que me ha pasado en la vida? – Le preguntó a la castaña, diciéndole sin palabras lo que suponía aquel gesto que parecería tan fútil para muchos otros, pero que era tan importante para él.

- Sí, pero me encanta que me lo digas – sonrió Hermione.

FIN


¡Y se acabó!

Lamento haber tardado tanto en poner este capítulo final, pero la verdad es que estoy increíblemente ocupada y entre eso y que quería darle un buen toque ya ni os cuento.

Agradezco todos los comentarios que habéis colocado y los que colocaréis con este capítulo. Lamento no poder poner nada más, pero aún estoy dándole vueltas a como seguir con las otras tres historias (bueno, al menos ya tengo una menos).

¡OS QUIERO!