Este fic participa en el reto "Pesadilla en Camelot Street" del foro "En una tierra mítica, en una época mágica".

Disclaimer: Nada de la serie Merlín me pertenece.


MONSTRUO


Cuando el velo cae sobre el escenario y se hace la oscuridad, no puedes evitar que tu consciencia vaya siendo, cada vez más, relegada por la bestia. No puedes evitar que uno a uno todos tus pensamientos giren en torno a un mismo tema; la sangre.

Solo sangre, porque ni siquiera te impulsaba a matar indiscriminadamente el hecho de alimentarte, solo torturar, matar, sentir la sangre caliente.

Perseguías a tus presas en la noche, llevándolos a la paranoia.

Clap. Clap. Clap. Resonaban tus pisadas y era algo que te gustaba, querías que te escucharan llegar, querías que empezaran a temer, inconscientemente, sin verte. Porque nunca dejabas que te vieran hasta que no estabas lo suficientemente cerca.

Clap. Clap. Clap. Se gira y te escondes detrás del muro, viéndolo de reojo con tus ojos brillantes. Mira a todos lados, puedes notar la sangre bombear más deprisa por culpa de su corazón acelerado.

Clap. Clap. Clap. Cada vez camina más deprisa, intentando huir de ti, pero aparentando calma. Mira a todos lados y agacha la cabeza, como si así pudiera esconderse. Casi ríes de lo ridículo que parecía en aquel momento.

Clap. Clap. Clap. Logra mirarte a los ojos, pero sabes que ni siquiera ha reparado en ti, te mimetizas demasiado bien con el muro, pero, sin embargo, también sabe que hay algo ahí que le está siguiendo. ¿Qué podría ser?

Clap. Clap. Clap. Puedes oír como sus pensamientos son cada vez más confusos y caóticos conforme la alarma de peligro salta en su cuerpo. Echa a correr y, entonces, es tu momento.

Abres tus alas, sintiendo el aire rozarlas, y echas a volar, por encima de su cabeza, con tranquilidad, saboreando el horror que se plasma en su rostro cuando te ve. Te atreves a volar más lejos, para asustarle, y lo logras pues echa a correr todavía más rápido.

Corre. Pero no sirve de nada. Deseas jugar un rato más con tu presa, así que haces como que cambias de sentido y la observas desde el tejado cuando se esconde. Ves que se relaja, que te da por perdido. Qué equivocado estaba.

Silenciosamente, logras bajar del tejado y acercarte por su espalda, haciendo que sintiera tu respiración en su nuca. Caliente, provocándole escalofríos.

Sonríes, mostrando todos los colmillos mientras se gira lentamente y te mira a los ojos, esos ojos de loco que solo buscan divertirse. Un grito queda ahogado en su garganta y, entonces, atacas.

No tardas demasiado en despedazarle y cortar su carne en trocitos. Embadurnas el morro en la sangre, para sentirla caliente. Y, una vez lo has conseguido, dejas el cuerpo desmembrado ahí, no te interesa ya. Ahora solo necesitas otra presa.

Alzas los ojos al cielo, sintiendo el aire rozar tus escamas y emites un profundo gruñido de satisfacción: has olido sangre.

Sangre fresca. De una niña.


FIN.