Inversión
.
.
.
Había una vez, un Erencito sentado en un pajar, cuando de pronto, apareció un Rivaille y se lo llevó para un prostíbulo.
Y este es el comienzo de una historia llena de angustia, aventura, romance y humor… ok, no, este relato no tenía nada de esos complementos de cuento de hadas, muy por el contrario, comienza con un tembloroso y asustado Eren.
- ¿Q-que a dónde vamos? – preguntó el castaño con voz aguda.
- A hacerte hombrecito – decretó tranquilamente el sargento.
- ¡¿Qué?! – no podía dar crédito a las palabras de su superior - ¡¿Está hablando en serio?!
- Claro – respondió el pelinegro sin aflojar el agarre en la muñeca de Eren y llevándolo casi a rastras hasta las caballerizas.
- P-pe-pero… - ni siquiera hallaba una manera coherente de expresar su desconcierto.
- Escucha, entiendo tu confusión, yo también pasé por esa etapa de querer experimentar, por eso me decidí y te haré el favor. Y tranquilo, no le diré a nadie.
- ¿Eh? – ahora se sentía más aturdido… ¿de qué carajos estaba hablando el heichou? ¿etapa? ¿confusión? ¿WTF?
- Vamos, no hay que ser un geniecillo para darse cuenta – le recriminó, la irritación escapando en cada sílaba –se nota como a tres kilómetros de distancia que tienes una fijación "muy peculiar" por mí – aclaró al tiempo que se detenía, justo en la entrada del establo.
Eren sólo pudo abrir la boca en forma de O y sentir como la sangre abandonaba su cuerpo y se aglutinaba en sus mejillas, a tal punto que en cualquier momento le saldría humo por las orejas.
- ¿O pensabas que quedárteme mirando fijamente, con la baba casi cayéndosete de la boca era muy disimulado? – dijo el pelinegro mientras le daba la espalda y ponía la montura a los caballos.
- N-no pensé que… - tartamudeó – Y-yo no…
- Está bien, como dije, es algo normal a tu edad… tiendes a confundir admiración con algo más, después de todo, son sentimientos muy similares.
- N-no, es que usted no entiende, yo si… - pero fue acallado con la turbia y potente mirada de Rivaille.
- Tranquilo – repitió con firmeza – ya dije que no lo divulgaré por ahí, así que guarda silencio y sólo sígueme.
- ¿Eh? ¡No, es en serio! – medio gritó sacudiendo la cabeza e ignorando la orden del sargento – y-yo si… quiero decir… – bajó su vista al suelo, armándose de valor y levantó la cabeza, mirando a los ojos del mayor – heichou, no estoy confundido, estoy seguro, yo lo a… - pero no fue capaz de acabar su oración ya que fue tomado del cuello de la camisa y halado con fuerza hasta quedar a tan solo diez centímetros del sargento.
- No – escupió aquella palabra con veneno – No te atrevas a decirlo. – había sido muy paciente hasta ahora y no iba a permitir que una frase tan vergonzosa escapara de manera tan despreocupada de los labios de un mocoso. ¿Quién se creía? ¡Qué sabía él de la vida! Esas eran sus hormonas hablando, no estaba dispuesto a escuchar las gilipolleces de un renacuajo sin experiencia.
- … - Eren se había quedado callado, con la mirada oscura y apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos quedaron blancos. Estaba totalmente indignado. El heichou le había privado de expresar sus sentimientos; es decir, si hubiera seguido, habría acabado confesándosele al mayor ahí mismo, y luego, más que seguro, habría querido meter su cabeza en un agujero en la tierra. Siempre era así de impulsivo y después no sabía qué hacer… pero ese era SU problema, porque eran SUS sentimientos, de SU corazón… el sargento lo estaba mirando a menos, como si se tratase de un niño encaprichado que no sabe qué quiere…
Aquel lapsus de incómoda nada acabó cuando Rivaille soltó la camisa de Eren y procedió a montar a su caballo.
- Apresúrate. – mandó.
El castaño, con rabia contenida y aguantando lo mejor posible las lágrimas, obedeció en total mudez y pronto emprendieron el camino al pueblo a trote suave.
Eren no entendía nada. Para empezar, nunca pensó ser tan obvio en cuanto a su enamoramiento por el sargento… ¡Vamos, él mismo se había dado cuenta de que era amor hace poco!
Todo inició de forma tan extraña, desde el auténtico pavor después de la paliza que recibió en el juicio, hasta la admiración cuando cayó en cuenta de que el pelinegro era un hombre amable y confiable a pesar de su aspecto más bien frío e insensible. Todas estas cosas, las fue descubriendo a medida que convivía con él y observaba esos pequeños detalles, analizándolos… y así la situación fue cambiando y esa fijación pasó a ser algo más… fuerte…
Empezó a percatarse de más pormenores de su superior, desde su aspecto físico, tan formidable, los abdominales marcados aún a través del uniforme… y también de sus manías, como la obsesión por la limpieza, la forma en la que su tono de voz cambiaba, tan mínimamente, de acuerdo a su humor, el brillo de sus ojos que expresaba lo que su rostro no, la forma en la que su cabello se mecía con el viento, todo. Y así durante bastante tiempo, hasta que una tarde peculiarmente calurosa, mientras vagaba, su único día de descanso, por el bosque, se encontró con el heichou, entrenando solo… sólo con pantalones. Y fue un deleite. Y fue adictivo. Y no pudo quitarle los ojos de encima, comiéndoselo con la mirada. Degustándolo, saboreando cada detalle, cada músculo tensarse y cada gota de sudor recorrer ese torso hasta perderse en aquel molesto pedazo de tela blanco que ocultaba el restante del cuerpo del sargento.
Y mientras se hallaba perdido en aquel pensar, su entrepierna latió. Y allí fue cuando todo cobró sentido y al fin tomó conciencia de lo que sentía y pensaba. Que aquello no era normal, no era simple. Y la prueba de aquel hecho se hallaba en medio de sus piernas, en forma de una potente erección ocasionada por una simple imagen: Rivaille ejercitándose.
Aquella noche fue la primera en la que "desahogó tensión" con Rivaille en mente. Y también fue la primera en la que lloró, de frustración, de felicidad, de tristeza, de desconcierto… porque estaba seguro que no iba a quedar allí, que no estaba confundido, que no se arrepentía. Porque a la corta edad de 15 años se dio cuenta de que se había enamorado de quien no debía.
Y por eso mismo volvió a la realidad y dejó toda su molestia, irritación y frustración fluir. Hervía de ira pura.
Afianzó más firmemente las correas de su caballo e irguió la cabeza. Podía ver la espalda del sargento, tan elegante cabalgando a un par de metros más adelante… y a él tan poco le importaba eso ahora, sólo deseaba poder tirarle una piedra y desquitarse… ¡Ah, si tan solo pudiera!
- Agh… – se le escapó un gruñido mientras se hallaba sumido en sus pensamientos.
- ¿Pasa algo? – cuestionó el mayor al tiempo que lo veía por el rabillo del ojo.
- Nada, señor… sólo estoy algo impaciente- bueno, pensó Eren, al menos si lo iban a obligar a verse enrollado con una de esas señoritas multifuncionales de profesión dudosa, él también podría avivarse y cuando ya estuvieran dentro del cuarto, amablemente decirle a la chica que no estaba interesado y que sólo dejaran pasar el tiempo… claro que ese plan no podía comentarlo en voz alta, porque sino el heichou era capaz de obligarlo a tener sexo en su presencia… si, mejor guardar las apariencias y hacerse el interesado.
Por su parte, el pelinegro alzó una ceja. Vaya que el mocoso era bipolar; hace tan poco se mostraba tan rehuso a hacerse hombrecito y ahora hasta impaciente estaba…
- Han de ser las hormonas… – murmuró para sí mismo.
Cabalgaron por alrededor de hora y media, hasta que bordeando las ocho de la noche, llegaron a las afueras del pueblo.
Es una especie de alojamiento, con un establo, dejaron los caballos. Al parecer, el camino hasta la zona roja debía hacerse a pie y ése era el único lugar que alquilaba espacios* para dejar a sus corceles.
Poco después el heichou se abría paso a través de las calles, con agilidad y un sentido de la orientación que hacían pensar a Eren que el hombre era un cliente asiduo del dichoso prostíbulo.
Cuando entraron en lo que vendría a ser el barrio rojo, el pelinegro alentó su andar hasta ir a la misma altura del menor.
- Eren – le llamó suavemente.
- ¿Sí? - respondió el castaño.
- No me hagas quedar mal.
- ¿Uh?
Pero no pudo llevar más allá sus dudas ya que se detuvieron frente a un extraño local rojo. Ni bien pararon, fueron rodeados por tres diferentes mujeres que pasaron olímpicamente de Eren y se concentraron más bien en coquetear y toquetear a Rivaille.
El castaño sintió su estómago arder y su boca sabor a bilis. Era realmente una patada metafórica en las bolas ver a esa panda de mujerzuelas (nunca antes tan literal el término) insinuársele a su superior.
¡¿Pero qué estoy pensado?! ¡Es su trabajo después de todo! Se percató y se dio con la palma de la mano en la frente.
Decidió mirar hacia otro lado, aunque entendía que ese era el oficio de las señoritas, los celos eran inevitables. Procuró entretenerse con su alrededor. Aquel lugar era por demás llamativo, las aceras eran amplias y la calle estrecha, los locales eran coloridos y se mostraban atractivos, había también varios puestos donde se servía, supuso, sake y otras bebidas alcohólicas. Gente de toda clase iba y venía. Pudo divisar varias féminas que paseaban de aquí por allá con provocativos yukatas, dejando entrever más piel de la que él jamás había visto en el cuartel. Hombres se escabullían en habitaciones con una o incluso dos mujeres al mismo tiempo. Todo era un espectáculo nuevo para él.
De nuevo se preguntó por qué demonios tuvo que acabar en una situación así, en una zona como esa, contra su voluntad y por qué, tan siquiera, no puso una mínima resistencia.
- Ah, porque el heichou me habría sacado la mierda y me habría arrastrado inconsciente de todas formas – se autorespondió mientras soltaba una pequeña risa irónica.
- ¿Qué tanto dices, cariño? – le interrogó una de las mujeres que hace nada acosaba a Rivaille, al tiempo que posaba la mano en su hombro y sonreía picaronamente.
- E-eh… no, nada – no pudo evitar sentirse increíblemente incómodo y buscó con ansiedad mal disimulada la presencia del sargento.
- Vamos Jaeger, no tenemos toda la noche – dijo el pelinegro mientras con la cabeza, le hacía una seña al castaño para que entrara al local.
- S-sí… – pronunció incómodo Eren ya que la dama se le había pegado más, entrelazándose a su brazo.
Dentro, se podía sentir un ambiente relajado, casi agradable.
- Cof… - tosió el heichou.
- Oh, sargento – una voz algo ronca se escuchó detrás de unas cortinas.
Poco después salió una señora, algo mayor, ataviada de un hermoso yukata color rosa pálido con detalles de flores de cerezo.
- ¿En qué podemos servirle hoy? – cuestionó, algo coqueta.
En ese momento, Eren buscó deshacerse del agarre de la mujer que le acompañaba y esconderse detrás de su heichou. El terror comenzaba a invadirlo conforme se daba cuenta de que EN REALIDAD SI ESTABA DENTRO DE UN PRÓSTIBULO con el ÚNICO PROPÓSITO de ser desvirgado.
- Necesito que me hagas un favor – habló pausadamente Rivaille. En algún punto las chicas que se encontraban a su alrededor se dispersaron, dejándolos solos a los cuatro en aquel, supondremos, recibidor.
Sí, los cuatro. Porque Eren aún tenía a una desconocida con poco ropa totalmente aferrada a él.
De nuevo, mientras el heichou parecía explicarle la situación a aquella señora, trató, discretamente, de apartar a la damisela que le apresaba, pero sólo logró que ella reposara su cabeza en su hombro, acurrucándose como si se conocieran de toda la vida y llevaran un tipo de relación íntima.
Sintió un poco de asco… en serio no tenía nada en contra de todas esas féminas, lo más probable es que ni siquiera ellas mismas desearan estar allí, quizás tenían deudas o carecían de otro lugar al cual pertenecer, pero tampoco era su culpa y no se sentía nada cómodo estando allí o mucho menos pensar siquiera en perder su pureza con alguien que no amaba.
- Ya veo, es un caso especial entonces… déjelo en nuestras manos. – se escuchó la voz madura de aquella señora al tiempo que sonreía amablemente. – Ven jovencito, ¿cómo te llamas?
- … Eren – respondió algo reacio, pero más aliviado al comprobar que la mujer que lo tenía prisionero lo soltaba y se apartaba.
Pero poco le duró la felicidad al ver como ésta se había alejado sólo para posicionarse ahora al lado del heichou y susurrarle algo al oído.
- Curioso nombre… de todas formas, se me informó de tu caso, así que no te preocupes, hoy estarás al cuidado de una jovencita experta en estos temas, es su especialidad – soltó una risilla molesta – Ven, sígueme, ella sólo recibe visitas en su habitación privada.
Se quedó estático, ignorando casi por completo lo que decía aquella anciana. Su vista estaba única y completamente fija en el sargento, quien ahora se dejaba manosear por aquella dama y era guiado a través de un largo pasillo.
Antes de que la señora del yukata de cerezos lo tomara de la mano, para prácticamente arrastrarlo hacia el otro lado, pudo cruzar miradas con el heichou. Y vio claramente como este le articulaba, en silencio. Entendió perfectamente aquellos labios mudos:
"Haz que mi inversión valga la pena."
.
.
.
Me costó una vida escribir esto D: tardé toda la fucking semana… aunque fue más que nada porque me frustran las otras actividades que tengo e_e like el colegio… esa mierda es mierda.
Buano, juro que este SI será un twoshot… lleno de sexo salvaje :D
No sexo hetero con personajes que ni siquiera tengo la puta idea de cómo o quiénes son ._. , no, el más puro y sexo gay entre Rivaille y Eren muajajajajaja :D… peeeero eso en el próximo capítulo xD… que llegará algún día :D
Si se preguntan "Porqué esta tía está haciendo otra historia en vez de continuar Leche condensada?!" Pues sepan que no he tenido inspireichon pa la otra historia y esta surgió como afgdasfasfgadshadshgaedsraesrta y simplemente TUVE que escribirla :D. Fue toda una revelación que vino a mí en forma de oneshot sepsoso pero acabó como twoshot incompleto. Por ahora. Fin.
Pd. No se me ocurría nada para el fucking título ._.U
* No tengo la menor idea de cómo se llaman los cuadrados donde meten a cada caballo xD y google no me dijo nada... sorry.