Este es el último capítulo. Pido perdón por la tardanza, aunque imaginarán ya que se debe simplemente al hecho de las fechas en las que estamos. Un pequeño retraso debido a las fiestas, pero por el que quiero pedir perdón.
Además, durante estos días, he tenido visitas en casa por lo que quitando los pequeños momentos de redes sociales con el smartphone, he estado totalmente fuera de internet.
Añadir, que este es el último capítulo, pero que estoy a escasos párrafos de mandarle un epílogo de esta historia a mi beta, así que cuando lo tenga lo subiré y añadiré a la historia, así que no dejéis de estar atentos.
Gracias a todos por los reviews ^_^


Lo siguiente que ven es el despacho de Draco y a éste sentado tranquilamente sobre su escritorio. Parece concentrado en algo.

De repente, la puerta se abre y Harry aparece en ella. Al parecer, a los únicos a los que ha sorprendido ha sido a Albus y a Scorpius, pues Draco permanece sentado y simplemente mira al auror, como si hubiese estado esperándolo desde hace horas.

Despacio, deja la pluma que sostenía sobre la mesa y se levanta.

—Hola —dice sin denotarse para nada alterado.

Harry incluso parece algo molesto por su aparente tranquilidad.

—Draco —suelta directamente—, lo que sea que hayas hecho, desazlo inmediatamente.

—No sé de qué me estás hablando —se defiende poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.

—Por favor —suplica mientras se talla el puente de la nariz—, yo sé que has sido tú, tu sabes que lo sé, dejémonos de rodeos, deshaz el hechizo y todos contentos.

—¿Te refieres a lo que le ha pasado a tu novio? Lo he leído en El Profeta, al parecer lo atacaron anoche.

Harry deja escapar un suspiro demasiado largo. Uno que Albus reconoce de sus años como hermano de alguien que no es capaz de estarse quieto más de dos segundos.

—Draco, por favor —dice quedamente.

—¿Es que acaso ese imbécil dice que he sido yo? —pregunta por si las moscas, aunque sabe, como Albus y Scorpius, que es imposible que lo haya podido identificar.

—Claro que no, está demasiado asustado, ni siquiera nos ha permitido que veamos sus recuerdos. Pero cuando nos quedamos a solas, si me dijo algo, y por sus palabras pude deducir quién había sido el atacante.

—Si tan seguro estás, denúnciame. Eres auror, es tu deber...

—No voy a denunciarte, solo quiero que deshagas lo que demonios sea que le has hecho.

—¿Quieres a tu novio tal y como estaba? Creía que eras menos superficial, mmm esto no parece amor de verdad.

—¿Sabes? No acabarás con mi paciencia. Te conozco demasiado bien. Así que deja de intentar jugar conmigo y termina de una vez con esta estupidez.

—La culpa es tuya. Estabas tan obcecado buscando a alguien a quién lucir que no te preocupaste de que fuese por ahí aireando tus intimidades. ¿Es que no te diste cuenta? ¿O te daba igual arriesgarte y que tus compañeros y subordinados lo leyesen? ¿y tus hijos?

—¿¡Crees que no soy consciente!? ¿¡Crees que me gusta que cada vez que quiero acercarme a alguien, aunque solo sea a charlar, deba poner mi atención en todo lo que digo?! Jamás lo entenderás; he bajado la guardia ¡cruzifícame!

—No, querías saber lo que se siente teniendo una relación pública. Ahora ya lo sabes, ¿estás contento?

—Claro que no, el que debe estar contento eres tú. Adelante, dilo, llevo esperándolo desde que ese imbécil salió en la portada. ¡Dilo Draco!, son solo tres palabras "Te lo dije"

—¿Piensas que me alegro de que ese cabrón te haya hecho esto?

—Está claro que no, vista tu reacción.

—Y, bien, ¿te ha servido de escarmiento? ¿vas a seguir buscando otro con quien airear tus intimidades? ¿O vas a darte cuenta de una vez que tu sitio está conmigo? —pregunta por ultimo bajando mucho más el tono que se había tornado alto.

Harry cierra los ojos y frunce el ceño, un gesto que a Albus le duele profundamente. Un gesto de derrota que jamás ha visto nunca en el rostro de su padre.

—¿Piensas que jamás voy a poder tener una relación normal? ¿que no sirvo para ellas? ¿o que no me las merezco?

Draco hace un gesto con su mano y, Harry lentamente, como si sus pies estuviesen calzados por zapatos de pesado cemento, va acercándose a él. A sus brazos abiertos.

Cuando por fin están el uno junto al otro, se abrazan con desesperación, como dos personas que no se han visto en años y que quieren captar la esencia del otro en cada segundo que están unidos.

Harry apoya su cabeza en el hombro de Draco evitando así mirarle a los ojos.

—No sé si sirves o no para una relación normal —dice Draco quedamente cerca de su oído—, pero sí sé que nadie va a poder darte jamás más de lo que yo estoy dispuesto a darte. Siempre que tú estés dispuesto a quedarte conmigo.

El ex gryffindor separa la cabeza un momento, pero aun entre sus brazos lo mira.

—¿Me prometes que al menos seguirás queriéndome para siempre?

Scorpius ve a su padre acercarse lentamente hasta el señor Potter, apoyar su frente sobre la de este, y con los ojos cerrados, sonreir.

—Hasta el último de tus días —dice muy bajito—, pero eso no es una condición, Harry. Es algo que no voy a poder evitar.

Cuando ambos jovenes son conscientes de lo que acaba de pasar, Harry y Draco ya están besándose con una pasión asombrosa.

Saben que sobran allí y, sin siquiera mirarse, ambos deciden que tienen que irse ya, no solo por que es un momento demasiado íntimo, sino porque, la verdad, ninguno tiene muchos deseos de ver a sus padres en algo así.


Cuando están de vuelta en la habitación, Scorpius se deja caer en la cama pesadamente dejando sus pies apoyados en el suelo, cierra los ojos y resumen en su mente todo lo que ha visto en el pensadero. Sería estúpido si lo negase, pero ¡joder! Ha sido peor que una película romántica. Esos dos han nacido para estár juntos.

Siente un peso a su lado y abre un ojo para ver que Albus ha hecho exactamente lo mismo que él. Puede notar su hombro rozando el suyo. Pero no dicen nada. Se limitan a estar allí, durante un rato, cada uno pensando a su manera en lo que acaba de suceder. En la realidad que se les presenta.

Tiene que ver a su padre, contarle que no puede ser tan inhumano de dejar morir a Harry sin haberle visto por última vez. Siempre pensó que su padre era alguien insesible, o que no tenía un corazón más allá de él mismo y Scorpius. Pero ahora... ¡maldita sea! Hasta ha sentido un poco de envidia. Él también querría amar a alguien con toda su alma, hasta que duela.

Sin saber porqué abre los ojos y gira la cabeza. Albus está mirando el techo totalmente estático. Pero en cuanto siente la mirada del rubio, gira la cabeza y ambos se miran en silencio durante unos segundos.

Hasta que nota que los ojos de Albus están empañados de lágrimas.

—Lo siento —susurra.

—No lo sientas —corre a responder—, tendrías que ser un completo insensible para no estar así en un momento como este.

—Es que... es tan injusto.

Cierra sus ojos con fuerza y dos lágrimas resvalan por sus mejillas, rápidas. Sus pestañas están brillantes y húmedas, como unas cascadas negras por las que se dezlizan gotas de agua tan brillantes como un diamante. Cuando abre sus ojos, sus iris parecen un cesped recien regado. Resplandecen, profundos y claros a la vez.

Scorpius se gira y se apoya de lado, en una mano, apoya su cabeza, y con la otra, acaricia el brazo de Albus, que ha vuelto a quedarse callado.

—¿El qué es injusto? —pregunta tan solo para poder seguir escuchándole.

—Todo. Para él. Ninguna persona merece el destino que está esperando, pero él menos que nadie. Siempre lo ha dado todo a los demás sin esperar nada a cambio. Cuando estaba en ese despacho, hace unos minutos. Cuando le ha preguntado a tu padre si iba a quererlo para siempre. Ha sido la primera vez que he oído a mi padre exigiendo algo. Pidiendo algo para sí mismo. Y ha elegido a tu padre para ello. Sé que esto pasó hace muchos años. Pero no es justo que ahora que tú y yo lo sabemos, que podrían tener la opción de ser libres, el tiempo se nos escape de las manos de esta forma. Que su vida se vaya ocultándo a otra persona igual o más rota que nosotros.

Scorpius va a acercar sus dedos hasta la mejilla de Albus para secar sus lágrimas, sus ojos verdes se dirigen a estos, aguantando la respiración, y justo cuando casi puede rozar las transparentes gotas, el sonido de su avisador de emergencias suena destrozando el momento.

El medimago coge el aparato y se sienta inmediatamente.

—Es tu padre —dice mirando con alarma a Albus—, se ha desestabilizado. Tengo que irme inmediatamente me requieren en el hospital.

—Voy contigo, espera.

—No, lo siento, pero este avisador me aparecerá justo en la sala.

Albus asiente, pero cuando unos segundos después Scorpius acciona el traslador, se agarra de él con fuerza sin que este se lo espere.

En cuanto aparecen en la sala, hay tres medimagos sobre Harry que intentan reanimarlo.

—¡No responde! —grita uno.

El caos está desatado en la habitación, todos van de un lado a otro y Albus se queda en shock.

—¡Haz algo! —grita mientras zarandea a Scorpius—, ¡eres medimago, es tu trabajo, tienes que hacer algo! ¡traelo de vuelta! ¡haz tu maldito trabajo de una vez, vamos!

Los gritos de Albus paralizan a Scorpius que lo mira con ojos desorbitados mientras chilla hasta quedarse sin voz.

—¡Malfoy! Maldita sea, sáquelo de aquí, no puede haber familiares aquí dentro, es una irregularidad.


Cuando Albus abre los ojos, no sabe ni donde está ni cuanto tiempo ha pasado. Solo sabe que está en una cama, metido entre unas cálidas sábanas y que alguien le está acariciando el pelo. Abre un ojo lo suficiente para ver que Scorpius está sentado leyendo un libro y que son sus dedos los que siente en su cabeza. Se mueve un poco y el rubio los aparta inmediatamente.

—¿Estás más tranquilo? —le pregunta—, estamos en la sala de descanso del personal, te pusiste muy nervioso y te traje aquí, ¿te sientes bien?

—¿Cómo está mi padre?

Scorpius frunce los labios y no responde. No sabe como reaccionará Albus cuando le diga la verdad.

—Han conseguido estabilizarlo, la mayoría de sus órganos funcionan ahora mismo gracias a la magia, pero sabes que eso terminará por fallar también.

—¿Cuánto tiempo...?

—Dos días, a lo sumo.

—¿Puedo...? ¿Puedo quedarme aquí un rato más?

—Claro.

Albus se recuesta a su lado y cierra los ojos, durante unos instantes cree que simplemente se ha quedado dormido, así que intenta no moverse mucho y no hacer ruido, pero a los pocos segundos, comienza a oirse un murmullo quedo, uno que poco a poco se va transformando en un llanto claro. Sobrecogido por el momento, no duda en apretar a Albus contra él, quien también encontrándose en una situación extrema, se abraza a Scorpius como si hubiese encontrado un salvavidas en mitad del océano.

—Lo siento —dice Albus, casi inentediblemente, mientras sorbe con la nariz—, es patético.

Scorpius sonríe y le acaricia un poco el pelo revuelto.

—No digas tonterías. Desahogate todo lo que necesites. Te avisaré si hay cambios.

Nota las manos del moreno estrechándole con más fuerza, también su llanto se intensifica.

Por unos momentos se siente roto, y se pregunta como estará su padre en este momento, y donde. No puede creer lo idiota que está siendo. ¿Cómo puede no querer venir a ver a Harry al hospital? Por Merlín, han estado juntos por años, y no es solo eso. En esos recuerdos, Scorpius ha podido observar a su padre en estado puro. Sin máscaras, sin vergüenzas, sin tapujos. Siendo él mismo. No tenía miedo de pedir perdón, o suplicar, o de mostrar lo que sentía. Si esta relación se hubiese hecho pública, seguramente, el carácter de su padre habría mejorado mucho. Pero no, tuvo que ocultarla, y Scorpius sabe muy bien que es su culpa. Su dificil situaición económica la que preocupa a su padre, aunque a él no le parezca ni dificil ni le preocupe.

Jamas va a poder pagarle a su padre todo lo que ha sacrificado por él.


Ha pasado un rato desde que Albus dejó de llorar y se quedó profundamente dormido. Aun tiene los regueros de lágrimas sobre sus mejillas, pero los puños ya no aprietan su ropa. Siente su estómago rugir, hace siglos que no come. Hace siglos que no va a casa o duerme. Todo este asunto lo ha traido un poco de cabeza los últimos días, y ahora, que está sobre la cama, con el cuerpo caliente de Albus a su lado durmiendo plácidamente, no se le ocurre nada más placentero que dejarse caer sobre la almohada e imitarle

No sabe si es porque ya estaba medio dormido o simplemente que su cerebro está apunto de apagarse, pero no le cuesta más de unos segundos caer en los brazos de morfeo.


Siente una sensación agradable. Un olor dulce y cálido, que le inunda las fosas nasales y le hace aspirar con más fuerza. Abre un ojo y todo es blanco. No enfoca bien aun, pero todo lo que ve a su alrededor es de ese color, excepto la luz de sol que se filtra de no sabe donde y que cae cerca de él.

¿Ha sido todo un sueño? ¿está en su cama? No le suena, pero está muy cómodo. No quiere moverse, quiere seguir allí entre las sábanas, y con ese olor, y... Y esa mano que se desliza por su estómago.

Con los ojos de nuevo cerrados sonríe. Da igual donde esté porque está caliente y a gusto.

Gira la cabeza hacia un lado y parpadea un poco, lo suficiente para observar que muy cerca de la suya, hay otra cara. Una piel pálida y limpia. De labios entreabiertos y respiración profunda. Frunce el ceño, no recuerda haberse acostado con nadie.

¡Mierda!

Se incorpora de inmediato y el brazo de Scorpius cae de nuevo a la cama.

El medimago está dormido de lado, encogido sobre sí mismo, con una mano bajo la almohada, y la otra que antes descansaba sobre su vientre se ha recogido y ahora está bajo su cabeza.

—¿Qué hora es? —se pregunta a sí mismo.

Ve el chisme de Scorpius sobre la mesa y alarga el brazo hasta alcanzarlo, con el movimiento, el rubio ha gruñido y ha alargado el brazo buscando a tientas en la cama. Se aparta con cuidado de no ser muy brusco y se levanta intentando no despertarle.

Es tarde, sus hermanos, su madre, y probablemente todos los Weasley deben estar en la habitación y se preguntarán donde están. Su ropa está totalmente arrugada, y su pelo echo un auténtico asco. Por Circe, si hasta tiene las clásicas marcas de sábanas en su cara...

—¡Malfoy! —se oye de repente a través de la puerta—, ¡hora de guardia!

—¡Ya voy! —responde este con la voz tomada y sin cambiar si quiera un poco su postura en la cama.

Se queda quieto, debido un poco al susto y también porque Scorpius ha comenzado a moverse y a despertarse por fin.

Cuando se incorpora y lo mira directamente, se da cuenta de que parece un poco desorientado. Le lanza una mirada de comprensión y se levanta.

—¿Cuanto rato he dormido? —pregunta cogiendo el avisador de la mesita.

—No sé, nisiquiera sé a qué hora llegamos o cuándo nos quedamos dormidos.

La cara de Scorpius se queda roja al oír la expresión "nos quedamos dormidos" Ahora recuerda con algo más de claridad, que se calló dormido junto a Albus y que seguramente este habrá alucinado al despertarse y encontrarselo allí. Casi no puede mirarlo a la cara, ¿cuántos años tiene? ¿catorce? Intenta tranquilizarse y se abrocha la bata, mientras arregla la cama antes de irse.

Cuando se pone junto a Albus en el espejo alza una ceja, ¿cómo demonios han dormido? Ambos tienen el aspecto de haber pasado bajo un huracán, y vale, el cabello de Albus siempre está un poco alborotado, ¿pero el suyo?

Su avisador vuelve a sonar.

—¡Ya voy! —grita mientras se vuelve a por él— que pesados... ¿estás listo? ¿o necesitas quedarte algo más? —le pregunta a Albus que en ese momento está intentando que su jersey no parezca un acordeón.

—No, estoy listo, seguramente mi madre y mis hermanos me estén esperando. ¿Necesitas un hechizo para alisar tu bata? —le pregunta asumiendo que el rubio no habrá hecho ese hechizo en su vida, acostumbrado a que se lo hagan todo.

Scorpius abre la puerta.

—No te preocupes, si es que es culpa de esa cama, es incómodisima y siempre me deja la bata hecha un asco. Tu ropa no está mucho mejor —dice sonriendo.

—No era tan incómoda, al menos a mi no me lo ha parecido.

Scorpius va a replicar cuando oye un carraspeo a su lado.

—¿Scorpius?

Se para en seco probocando que Albus, que salía de la habitación tras él, choque contra su espalda.

—¡Papá! —dice más que sorprendido.

Draco mira a uno y a otro y dentro de la habitación abierta, donde solo hay una cama y una mesa. No es la primera vez que visita a su hijo en el hospital, y la verdad, cuando le dijeron que estaba descansando, no se imaginaba...

Pero cuando se da cuenta de quién está tras él, sus ojos se abren aun más que los de su hijo.

—¡Qué demonios...!

Albus se cruza de brazos y le lanza una mirada amenazante, casi intimidatoria, si no fuese porque Draco ya no podría intimidarse ante nada, y sobre todo, porque esos ojos tan verdes, le recuerdan demasiado a otros y su respiración casi se detiene.

—Nosotros... estabamos...

Scorpius habla e intenta alisarse la bata a la vez, auque no consigue ninguna de las dos cosas.

—No creo que tengas que darle muchas explicaciones, visto las que él te ha dado a ti, ¿no es así?

Los ojos de Draco se entrecierran y Albus se endereza para intentar parecer más alto.

Scorpius se vuelve en ese instante y mira al moreno.

—Por favor, no es el momento ni el lugar. Estamos en un hospital, ¿recuerdas?

—Yo sé muy bien lo que estoy haciendo aquí —responde cargado del mismo tono de reproche—, lo que no sé, es qué está haciendo él.

Por las cosas que le está diciendo, está claro que Albus Potter también sabe sobre la existencia de la relación entre Harry y él.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunta directamente—, ¿Harry...?

Su nombre sale como una exalación por su boca, ese nombre que solo ha pronunciado delante de él, solo en su presencia. Ese nombre que besa sus labios al salir por su boca y que regala música a sus oídos. Que duele como un rayo que atraviesa su cabeza y que no sabe si va a poder volver a pronunciar.

—No, papá —dice Scorpius interviniendo—, Albus es el dueño de la casa de Harry ahora, él... —no termina la frase, se vuelve hacia el moreno que sigue mirando a su padre como si lo retase a decir una sola palabra.

—Necesito hablar contigo un momento, Scorpius —le corta Draco.

Ambos se alejan un segundo y, mientras, Albus espera cerca de la puerta. No sabe porqué se queda y no se va de allí, pero tiene la necesidad de hacerlo y además, también quiere una explicación de Scorpius después. Se pregunta cuando ha comenzado a tomar esas deferencias con el rubio, pero él se ha abierto aun más, asi que espera que no sea demasiado.

Ambos Malfoy parecen discutir, y él intenta pretender que escucha algo, aunque para su desgracia, ni una palabra llega hasta él.

Al cabo de un rato, ambos se acercan, pero solo Scorpius lo suficiente como para hablarle.

—Albus, necesito un favor.

Este enarca una ceja.

—Dime —dice, sin evitar mirar recelosamente a Draco de vez en cuando.

—Deja que mi padre se despida, por favor.

Sabía que algo así pasaría, cuando vio todas esas imágenes en el pensadero, ya imaginaba que en algún momento el patriarca de la familia Malfoy aparecería para reclamar ver a su padre. Que se aprovechase de que después de todo lo que había pasado fuese incapaz de mirar a Scorpius a la cara y decirle que no, le parecía de lo más manipulador.

Pero, Merlín, en unas horas había vivido demasiadas cosas con él. Han discutido, han viajado, han visto el pensadero, ha estado cuidando de su padre, y ha llorado sobre sus brazos. Y dormido junto a él. Son demasiadas emociones para ahora decirle que no y que no le remuerda la conciencia.

—Sabes tan bien como yo que esa sala va a estar atestada de familiares y amigos. ¿Cómo se supone que los vamos a sacar de ahí y que él entre sin que nadie se de cuenta?

—Si lo consigo, ¿lo dejarías?

Draco observa a ambos chicos hablando.

Siempre se ha preguntado a qué rama de la familia Malfoy ha salido Scorpius. No se parece a ninguna persona que él haya conocido, ni a ningún cuadro que haya visitado. Y no podría estar más feliz de ello. Sus ojos claros y decididos, con un tinte inocente, que él perdió ya no puede recordar cuando, ese entusiasmo y positivismo que te transmite. Oh, Albus Potter está perdido. Él aprendió hace mucho esa expresión de Scorpius. Esa forma en que te mira y en la que le darías todo lo que esté a tu alcance.

—Sí, pero como alguien se entere...


Scorpius ha conseguido sacar a toda la familia Weasley y Potter de la sala con la excusa de unos papeles sobre Aurores heridos en accidentes laborales que ha utilizado en algúna ocasión, ahora tiene a casi diez personas encerradas con el abogado del departamento de Aurores reclamando no sé qué de la seguridad que se había establecido en la misión en la que Harry se encontraba.

Mientras, él y Albus permanecen fuera de la habitación en silencio, el uno al lado del otro apoyados en la pared. De vez en cuando se miran pero no dicen una palabra. Hasta que Scorpius siente que va a explotar.

—Cuando todo esto pase... —dice mirando al suelo—, ¿vas a seguir odiándome como hasta ahora?

Albus frunce el ceño.

—Yo nunca te he odiado.

—Pues menuda forma de demostrármelo —dice con un resoplido.

Para su sorpresa, el moreno se coloca justo delante de él.

—Nunca fuiste alguien a quien le tuve aprecio, pero eso no significa que te odiase, odio es una palabra muy fuerte.

—Pero tu hermano y tus primos...

—Yo no soy ellos. Dormimos en la misma habitación siete años, y jamás te toqué un pelo. Puede que en algunos momentos me cayeses peor... pero no tenía nada que ver con eso, si no con tus calificaciones en pociones —dijo con algo de sorna.

Scorpius le lanza una mirada asombrada. ¿Por sus notas? ¿Lo único que Albus tenía en su contra eran las notas? Es cierto que siempre eran ellos dos los que competían por las primeras posiciones en Slytherin. Ninguno de sus compañeros de habitación, o siquiera las chicas conseguían nunca ni la primera ni la segunda posición, ni siquiera se esforzaban en ello, a sabiendas que siempre se discutian entre él y Albus.

Para asombro del moreno, Scorpius comienza a reirse, anuque bajito.

—Siete años... estuve siete años creyendo que, como el resto, me odiabas por quien era. Tuve miedo de dormir en esa habitación y de lo que tú y tus primos pudieseis hacer. ¡Y todo por unas malditas notas! Merlín, eres un crío.

Las mejillas de Albus se tiñen de rojo enseguida y su mandibula se tensa.

—No es eso, solo quería poder tener las mejores calificaciones y que nadie pensase que era el mejor porque mi padre era Harry Potter.

—La gente es estúpida.

—¿Qué? —pregunta sin entender muy bien a que se refiere.

—Que la gente es estúpida, da igual lo que hagas, como te comportes, siempre van a tener algo que criticar. Tú padre es un héroe, valiente, y todo eso que todo el mundo mágico conoce; el mío, de él se dice todo lo contrario... y míranos. Ambos intentando que no se nos juzgue por ellos. Ambos haciendo exactamente lo mismo, temiendo lo mismo, porque da igual lo que hayan hecho o lo que digan, sea bueno o sea malo, la gente siempre va a buscar algo por lo que juzgarte.

—Scorpius, yo...

En ese momento, se oye un ruido muy fuerte dentro de la habitación y ambos se miran. Sin pensarlo ni un segundo, Albus abre la puerta y entra seguido por Scorpius.

Lo primero que oyen es un pitido muy fuerte, seguramente de los numerosos hechizos que hay sobre Harry, lo segundo, es a Draco tumbado en el suelo, con los ojos hacia arriba.

—¡Papá! —grita Scorpius agachándose a su lado.

—¡Malfoy! Llama a alguien, rápido.

Scorpius se levanta y observa como Harry ha empezado a convulsionar, acciona todas las alarmas, aunque sabe que no va a tardar ni un segundo en aparecer alguien

—Lo siento —dice mirando a Albus.

Este le mira sin entender nada, aunque al segundo, cuando la puerta se abre y ambos Malfoy han desaparecido lo entiende todo.


—¿Qué ha pasado?

Albus sale de su ensimismamiento al oír la voz de su abuela Molly hablando con el medimago.

—Aun no lo sabemos. No hay una buena explicación, o al menos una creíble —dice mientras observa al menos a diez pares de ojos expectantes.

—Pero, ¿está bien?

—Sí, está bien —dice sorprendido—, esta mañana todo estaba mal, pasó mala noche y cuando tuvo ese shock ayer por la noche, todos pensabamos que no lo lograría. Pero hoy, todos sus órganos funcionan por sí mismos, su respiración y su corazón se han normalizado, las heridas y huesos rotos por fin han podido ser sanados sin riesgo a crear mayores riesgos con las pociones y hechizos. Es... bueno, todos en el equipo médico estamos alucinando. Solo podemos decir que es Harry Potter y que una vez más, ha burlado a la muerte.

Albus solloza, de su pecho sale algo que suena como a roto, y hace que su cuerpo se desmadeje, siente unos brazos recogerle y ve a Rose llorar a su lado. Ve a su tía Hermione de rodillas abrazada a su marido y después ya no oye nada, se apoya en el hombro de su prima y sonríe.


Cuando despierta, lo hace porque James le zarandea sin demasiado cuidado.

—Ha llegado esto para ti —dice alargándole un sobre.

Su cabeza está totalmente embotada, siente nauseas y los ojos hinchados. No sabe cuanto tiempo ha estado durmiendo en ese incómodo sillón del hospital, qué hora es, que día es... todo está totalmente confuso y le da vueltas.

Abre el sobre y de él sale un pergamino con una letra que no conoce.

"Albus, soy yo. Sé que sabrás quien soy aunque no diga mi nombre. ¿Cómo está tu padre? Si todo ha ido bien, supongo que debería estar recuperándose. Siento haberme desaparecido de esa forma sin darte explicaciones, pero mi padre no debía estar allí y si lo encontraban tendríamos que haber dado muchas explicaciones. Lo siento, de verdad.

En cuanto al mío, también se está recuperando. El muy idiota. Te preguntarás que ha sucedido, bien, pues mi padre buscó un hechizo de un libro que hay en mi casa, de esos que mi abuelo guardaba de la época de la guerra. Buscó durante dos días hasta que encontró un hechizo y un ritual que sirivó para que tu padre se curase de todas sus heridas.

No pienses que es algo fácil, ni que se hace a la ligera. He discutido con mi padre y casi termino desheredado de nuevo. Tienes que ser consciente de que lo que ha hecho es muy peligroso y que podría haberlos matado a ambos si no se llega ha hacer con la mayor sinceridad y la mejor de las intenciones. Y no solo eso, tu padre vivirá, aunque no el tiempo que le hubiese estado estipulado de no haber sufrido este accidente. Mi padre tampoco, ha sacrificiado bastantes años de su vida. Los ha dado por el tuyo, ¿entiendes? Tu padre va a vivir los años que mi padre esté dispuesto a no hacerlo. Él muy testarudo dice que como son de la misma edad, probablemente ambos mueran juntos dentro de quizás cincuenta o sesenta años... Los sangrepuras, raramente morimos de muerte natural antes de los cientocincuenta años, así que tendremos a nuestros padres durante muchos, muchos años más.

Aun no sé que van a hacer, si van a contarlo o van a seguir escondiéndose, aunque ahora que tú y yo lo sabemos supongo que tendrán que pensarselo mejor. Así que espero que esto les haya servido de lección y por fin puedan vivir a su aire sin preocuparse de nada más, se lo merecen.

Supongo que esto es una despedida.

Ha sido raro descubrir todo esto contigo, y más duro para ti supongo, teniendo en cuenta la condición de tu padre. Espero que se recupere pronto.

Un saludo.

S.M."


Scorpius suspira de nuevo mientras observa las dichosas facturas. ¡Gracias a Merlín que estudió medimagia! Solo han pasado dos días desde que su padre está en cama recuperándose del dichoso ritual, y ya está harto de tener que ayudarle con su trabajo. Maldita la hora en que se ofreció a hacerlo.

—Amo Scorpius, señor —lo interrumpe un elfo—, hay un caballero en la puerta que quiere verlo.

Scorpius cierra los ojos con pesadumbre. "No, por favor, otro socio de no sé donde, no"

se levanta arrastrando la silla, se alisa sus pantalones claros y se abrocha el primer botón de su chaleco. Se echa hacia atrás el pelo y mueve el cuello hacia ambos lados.

"A discutir con otro" se dice para sí dándose fuerzas.

Baja con solemnidad los escalones hasta la entrada, y cuando está casi llegando a la puerta, siente como alguien se tira sobre su cuello.

Debido a la fuerza, y sobre todo, a la sorpresa, ambos caen de rodillas sobre el suelo. Sus manos, casi al instante, se posan en la cintura de Albus que tiene enterrada la cabeza en su cuello y llora recordándole a aquel día en la habitación de descanso.

—Albus... ¿tu padre?

El llanto se intensificia haciendo que Scorpius piense lo peor, con una mano sobre el pelo rebelde y moreno, intenta apartar la cabeza para poder preguntar que demonios está pasando.

Pero entonces, Albus se separa de él y Scorpius siente como atrapa su cara con ambas manos, que parecen enormes y cálidas en ese momento. Se siente atrapado, con esos ojos verdes mirándolo tan cerca, indescifrables, invitándolo a conocer más.

—Él está bien —dice con una sonrisa enorme—. Gracias, gracias, Scorpius. Gracias.

Scorpius sonríe también, y antes de que se de cuenta, Albus lo está besando.

De rodillas, sobre el frío suelo de mármol de la mansión, Albus Potter lo abraza con fuerza, se lo bebe despacio, lo atrapa y él se deja vencer. Se cae hacia atrás, sentándose sobre sus piernas y aferrándose con ambas manos al cuello de Albus. Sintiéndo que nada malo va a pasar a partir de ahora, porque él está ahí enterrado y lo demás está demasiado lejos ahora para que pueda alcanzarle.

Siente como las manos de Albus tiemblan sobre su piel, siente su nariz, chocando contra la suya, nerviosa y sus labios abriéndose y cerrándose, para luego volver a abrirse de nuevo reclamando más.

Pero entonces, se separa de él. Se tapa al cara con ambas manos, pero aun así, puede ver sus ojos regados de lágrimas. Se ríe, pero es una risa nerviosa.

—Lo siento —dice despacio—, esta no es la forma, ni el lugar, ni el momento...

—Albus —responde Scorpius agarrándolo de ambos hombros—, la forma, el lugar y el momento son perfectos, porque son ahora.