Advertencias: Los personajes de Naruto no me pertenecen. Para despistados es un GaaHina con leve NaruSaku, y como bien dice es hurt/confort y me encantan los toques melancólico-detallistas. Siempre es oscuro, aunque eso no logra apagar la esperanza.

Notas: Este fic surgió hace demasiado tiempo, y tiene a su espalda una historia negra y un gran error que no cometeré de nuevo. Recuerdo que la pequeña idea original por extraños motivos evolucionó bastante hasta llegar a convertirse casi en una historia diferente, pero de la que estoy muy orgullosa. Me he decidido a subirlo en cierto modo como disculpa a quienes esperan que continúe (lo antes posible, supongo) Hijos del desierto. De todas formas, ahora con la temporada de estudios y exámenes en el horizonte, suelo dedicarle menos más tiempo a la escritura.

Bien, está planteado como una serie de siete capítulos más un epílogo en la que juego con mis temas preferidos cuando se tratan de estos dos personajes. Iré subiendo dos capítulos a la semana, miércoles y domingos, espero que los disfrutéis tanto como a mi me absorbió la historia cuando la escribí. Gracias por la oportunidad.


Algún día, abrirás las alas al viento


1. Mientras estés aquí.


—Mientras estés aquí dentro de estas paredes, eres tan libre como tú desees —susurró su dulce voz sin despegar los ojos del suelo.

Torció la cabeza sin cambiar el recto semblante que le caracterizaba, observando a aquella mujer. Su piel nívea coquetamente escondida, sus largos cabellos negros y sedosos que caían en cascada enmarcando su delicado rostro, sus finas manos tan etéreas que parecían incapaz de sostener si quiera un grano de arroz; aquellos labios fuertemente marcados por un tono rojizo no natural y las ropas ricas que envolvían su cuerpo incapaces de esconder su voluptuosa silueta. Todo en ella apuntaba a poder y dinero, una posición acomodada en aquel país, y precisamente por ello no entendía por qué era ella la que adoptaba una posición sumisa frente a él, allí, sentada con su espalda recta y las manos en el regazo, la cabeza gacha y una voz que le tranquilizaba a la par que le vendía algún sucedáneo de libertad como si fuera la panacea que curaría su mundo. A él.

No lo sabía, no lo entendía y eso hacía que la rabia en su interior creciera. Maldita su actitud de todopoderosa caridad en el desconocimiento del mundo. Una mueca de satisfacción rompió su estoico rostro, una mueca que llegó hasta sus ojos claros. Una actitud que podía jugar a romper, una actitud que no pondría reparos en corregir hasta quedar satisfecho de que entendiera la realidad.

—Explícate. —Su voz ronca y poderosa, acostumbrada a mandar, hizo que ella se asustara levemente, eso le hizo sonreír. Su ama le tenía miedo.

A-Ano… —Sus manos se movían inquietas jugando con la tela del kimono antes de volver a susurrar—.Siento no haberme explicado bien. Eres libre para hacer lo que quieras dentro de esta casa; por favor, sólo dentro de esta casa.

Y otra vez sonrió, tenía los brazos cruzados y la mirada fija sobre la mujer, ya sabía qué tenía que hacer para atormentarla. Era una lección básica, no mostrar tus puntos débiles al enemigo; y ella ya había cometido dos errores imperdonables que estaba seguro le iba a costar caros en cuanto tuviera la más mínima oportunidad. No le gustaba que jugaran con él. El primero fue considerarlo un aliado, inconsciente de que la situación que los había llevado a estar en esa misma estancia juntos era la razón intrínseca para ver que jamás se aliarían, ella le habían forzado a estar ahí, a su lado, escondido y a sus pies. Notaba como su cuerpo se tensaba nada más pensar en aquel insulto hacia su persona, no pensaba dejarlo pasar. El segundo error de la mujer fueron sus últimas palabras, tanto darle libertad como descubrir su punto débil, algo había más allá de esas paredes que podrían causarle daño a ella. Y de lo que él podría valerse para vengar esa situación.

Nadie jugaba con Sabaku no Gaara.

El silencio se rompió cuando otra chica con la cabeza gacha deslizó la puerta. Su posición sentada le decía que era otra esclava de aquella casa.

—Gaara —murmuró ella, no incómoda; insegura, sí, insegura por llamarle por su nombre a secas—, Tenten-chan te enseñará tu habitación, por favor.

Pero parecía que no había terminado, entonces levantó la mirada del suelo por primera vez y la dirigió hacia la otra chica ignorándole por completo. Eso era la gota que colmaba el vaso.

—Por favor, Tenten-chan, ¿puedes decirle a Sakura-chan o a Ino-chan que me traigan el té?

—¿Hinata-chan…? —susurró la otra mujer, pero ella levantó una de sus finas manos hasta tocar delicadamente con la yema de los dedos su frente y negó con los ojos cerrados.

Algo… Algo subyacía tanta inquietud entre los presentes que se le escapaba.

—Sólo estoy un poco cansada por el paseo, no te preocupes tanto Tenten-chan.

La mirada que le dedicaba era de preocupación, notó como la última mujer en entrar a la habitación en un gesto inexistente se mordió el labio y volvió la mirada hacia él, le hizo una señal con la mano para que le siguiera. Antes de salir miró una última vez a su nueva ama y la sonrisa que le dedicaba le hizo bajar la guardia. Aquello no era un gesto que esperaba, ni la sonrisa en sí, ni su sonrisa concreta. ¿Dónde estaba?

Una fina línea triste que levantaba levemente sus pómulos, su mano todavía calmando su frente dejando a su vista una pequeña muñeca blanca y pura como nunca antes había visto una. No buscaba conseguir su lástima, ni siquiera preocupación o crear vínculo alguno que disimulara el hecho de que había pagado una suma de dinero por él, era otra tristeza más poderosa y profunda que reflejaba alguna lucha eterna e imposible; sin embargo, sus ojos, aquellas órbitas blancas, a pesar de lo que le estuviera pasando, a pesar de la imagen de fría nieve que daban, eran cálidos cuando le miraron…No conocía aquello, y algo en su interior le alertó. Había cierta esperanza pintada en sus irises. Eran unos ojos vacíos, pero llenos de sentimientos positivos que él nunca había visto.

Sus manos perdieron algo de fuerza, un segundo antes de que su rostro volviera a componerse y tras un leve movimiento de cabeza, nada propio de él, salió de la habitación para seguir a la otra mujer.

En el momento que la puerta se cerró, la compostura de la mujer que le dirigía por la casa cambió, ya no era tan cálido como cuando había estado hablando con la joven de ojos blancos, sino que notó como se tensaba y sus puños se apretaron. Gaara fue incapaz de reprimir la sonrisa, esa sí era la reacción que estaba acostumbrado a ver en los que le rodeaban. La que le hacía ver que todavía tenía el poder en sus manos de hacer lo que quisiera y que los demás le temieran por ello.

Observó el pasillo por el que le conducía, notaba como el suelo de madera, completamente pulido, se escurría bajo sus pies; las paredes, sin embargo, eran blancas, desnudas, desiertas, no había ni un adorno, ni ventanas, solo dos puertas, una por la que acababa de salir y otra en el lateral contrario cerca del final. Frunció el ceño, conocía ese tipo de arquitectura, era como si aquella casa hubiera sido construida imitando a un laberinto para encerrar algún peligro, algún monstruo que nunca debía abandonarlo. Sus puños volvieron a apretarse frustrados, conocía demasiado bien aquella sensación y no permitiría que le sometieran a ello. Ni la muñeca, ni nadie.

—Estas son las estancias de Hyuuga-sama —contestó a la pregunta no formulada—: la sala del té y su habitación, sólo entrarás en ellos cuando ella exprese su autorización.

Conocía ese apellido, de algún lado, estaba seguro… Un rayo de confusión detuvo su pensamiento por unos segundos, era cierto, esa casa no había sido construida para él; sino para ella. De nuevo algo no encajaba en lo poco que había observado.

¿Qué debían temer de una muñequita de porcelana que al más mínimo roce podía hacerse añicos que necesitara aquel nivel de seguridad?

Salieron del pasillo atravesando una cortina de cuentas de madera que separaba la zona privada de la zona común. El suelo aquí era más rugoso, todavía bien cuidado pero maltratado por el uso. Las paredes empapeladas de un azul pálido y vacías recordaban a las blancas al tener las mismas dobleces, pero eran más anchas, eran pasillos más espaciosos, claramente la zona de servicio. Enfrente podía ver la puerta que daba al patio, abierta y una gran masa verde frondosa y un pozo. Cuidado pero no armónico. No era un jardín, tan sólo un patio, una única ventana al exterior pero no a cualquier exterior, sino a una naturaleza recreada y reducida para mal recrear la libertad. Nada en aquella casa parecía ser lo que en un principio dejaba ver.

Entraron por otro pasillo con papel verde y se paró frente a la tercera puerta. La abrió y esperó que entrara.

Se sorprendió cuando ella entró tras él y cerró con fuerza la puerta. Sus ojos brillaron con fuerza.

—Escúchame bien, no pienso repetirlo dos veces. —La chica mantenía las manos en su cintura, con una distancia considerable entre ambos—. En esta casa sólo hay dos normas: no salir de esta casa, de estos muros; y nunca, nunca jamás, hacer daño a Hyuuga-sama, ¿entendido?

—¿Sólo es Hyuuga-sama en privado? —Sonrió cuando Tenten dio un paso hacia atrás.

Cerró los ojos y vio como daba un largo suspiro, se estaba calmando, pero al abrirlos ese brillo de fuerza y amenaza seguía presente.

—¿Has entendido las dos normas?

—Eso no quiere decir que las cumpla —contestó tras meditarlo en un gruñido.

—Por tu propio bien —susurró ella antes de darse la vuelta y comenzar a abrir la puerta—. Aunque nadie te va a obligar a hacer nada, es de agradecer que ayudes en las tareas cotidianas de la casa.

Y con ello cerró la puerta dejándole en la habitación. Se giró y comprobó que en la habitación sólo había un futon, una lamparilla de aceite y un armario de dos hojas. Dentro un juego de toallas y otro cambio de sabanas del futon.


—¡Hinata-chan! —La voz de la joven de ojos verde esmeralda y cabellos de un suave rosa resonó con estridencia por la sala— ¡Oh por todos los Dioses, maldita cabezota! ¿Por qué no me has avisado antes?

—Lo siento, Sakura-chan. —La aludida dejó la bandeja de té sobre el suelo y con rapidez cogió la muñeca de ella tomándole el pulso.

Estaba tiritando y pálida, levantó la mirada hacia la chica que sólo miraba hacia el suelo avergonzada mientras que su cuerpo comenzaba a temblar con más fuerza.

—¡Hinata! —Se levantó con prontitud cogiendo a la chica pálida y levantándola dentro de su abrazo, mantuvo rígida su frente mientras un vómito de sangre violento manchaba sin cuidado su vestido y el suelo dejando a la joven más cansada.

—Tranquila, pequeña, tranquila, estoy aquí, estamos todos aquí —susurró con amor las palabras cerca de su oído mientras la ayudaba a sentarse de nuevo—. Hinata-chan tómate el té primero, luego te acostarás, necesitas descansar. Pero tienes que comer, ¿entendido Hinata-chan?

Ella sólo asintió con los ojos perdidos, notaba como la garganta le ardía, el sabor metálico presente en su boca, en su nariz y como no podía parar de temblar. Como odiaba aquello. Sus manos fallaron al intentar coger la tetera para repartir la bebida, pero la pelirrosa cogió sus manos bajo las suyas y la ayudó. Sakura miró hacia la puerta a la chica rubia que esperaba y negó con la cabeza, no era el momento adecuado de presionar a Hinata con tonterías del exterior. Aun así, Ino entró y se sentó al otro lado de Hinata, aquella negativa por parte de Sakura no solo hacía referencia a las noticias, también a que su estado de salud no mostraba las mejorías que esperaban. Parecía que todo se oscurecía a pasos agigantados.

Una vez hubo servido suficiente té, la ayudó a coger el vaso y tomar pequeños sorbos.

—Está bien, sigue así —susurró Ino mientras acariciaba sus largos cabellos.

—Ino-chan —y bajó la mirada con tristeza—, lo siento.

—Oh, no Hinata-chan, no tienes que disculparte por nada. —Levantó su cabeza y le sonrió—. Para eso están las amigas, para ayudarse en todo.

Asintió con la cabeza repitiendo la palabra en su cabeza, amiga.

—Muy bien, ahora, te acompañaré hasta la cama y a descansar. —Las dos chicas la ayudaron a levantarse—. No quiero verte levantada hasta la cena, ¿entendido?

—De acuerdo, Sakura-chan.

En su habitación, dejó que las dos la desvistieran y la acostaran. Estaba más agotada d elo que podía dejar ver, había sido una mañana demasiado ajetreada.

—Descansa, Hinata-chan.

—Lo intentaré, gracias.

Salieron de la habitación y cerró los ojos apretando con toda la fuerza que tenía las mantas en sus puños. Giró la cabeza hacia la única ventana de la estancia y maldijo su débil cuerpo. Pronto se sumergió en un profundo sueño, nunca reparador porque temía que una de esas noches ya nunca volviera a despertarse.


—Qué opinas. —Parecía una pregunta innecesaria, pero que necesitan decir.

—Las crisis han ido a peor, y las heridas no terminan de curar. —Golpeó con toda su fuerza en suelo rompiendo uno de los listones de madera.

Tanto Ino como Tenten se sorprendieron ante el exabrupto, y no tardaron en detenerla antes de que siguiera exteriorizando su rabia, por su propio bien. Kiba y Naruto se acercaron ante el ruido, y al verlas se sentaron en la conversación.

—¿Otra crisis? —susurró el rubio mientras abrazaba a la chica de cabellos rosa por los hombros—. He olido la sangre…

Su frase se quedó en el aire mientras todos bajaban la mirada.

—¡No lo soporto más!

—¡Kiba, tranquilízate! —Le contestó la chica rubia—. Bastante jodidos estamos ya como para querer hacerlo peor, ¿de acuerdo?

—¿Está bien?

—Sí, pero… —No quería decir las palabras porque dolían, y parecía que solo serían real cuando se pronunciaran—. Su tiempo se agota.

El susurro cayó pesando entre ellos, Tenten se mordió el labio aguantando una sarta de palabras que siempre tenía preparada para los que estaban detrás de toda aquella farsa; Naruto apretó el abrazo sobre Sakura, quien simplemente dejó que sus lágrimas cayeran sobre el hombro de él. Ino sintió como su mirada de perdía y el corazón se le hundía, Kiba apretó los puños sobre sus rodillas hasta clavarse las uñas, sin hacer ruido, sin sentarse, sin mirar a nadie.

Eso era todo lo que podían hacer.


El olor a sangre inundó todos sus poros contaminándole, el dulce olor a sangre que tanto le atormentaba y le perseguía incluso más allá de su tierra, de sus acciones, de su mundo. Adoraba aquel tono metálico en el que se embutía la atmósfera, cerró los ojos y dejó que lo envolviera descubriendo matices únicos y llamativos. Curioso como su propia ser le había perseguido y despertado después de tanto tiempo a ese nuevo infierno en el que había caído. Sonrió, no lo negaría, la princesita era un buen aliciente para seguir ahí el tiempo necesario para poner todo en orden. ¡Cómo había querido apresarla y matarla lentamente cuando la vio la primera vez! Suave como la seda, frágil como la perfecta señorita de alta clase que debía ser, hermosa… Sí, se vería hermosa cubierta de sangre y aterrorizada por atreverse a rebajarle al estatus de esclavo. Sí, pagaría por ello. Nadie se burlaba de Sabaku no Gaara y vivía para contarlo.


Si os apetece, no os olvidéis que podéis comentar, poner en favoritos/alert y todas esas cosas que me hacen sonrojar y que agradeceré hasta la eternidad ^^

También acepto amenazas, pero sólo si están recubiertas de chocolate :3

¡Muchísimas gracias por leer!

Aquí no hay excusas, hasta el miércoles próximo :)

PL.