Es una continuación de "Mío". Serán dos o tres capítulos súper cortos, como lo fue el fic ya mencionado. Espero que los disfruten.

Obsesión

Había decidido hacer una excepción, para tu cumpleaños número cinco. Decidí llevarte a uno de los pueblos cercanos a la inmensa mansión. Recuerdo tu carita de felicidad cuando te subiste al carruaje y le ordene al cochero, el único sirviente que tenía, llevarnos al pueblo. Recuerdo la razón, por la que le mate esa noche. Te había mirado más de la cuenta. Recuerdo muy bien tu sonrisa mientras mirabas a través de las ventanas. Era la primera vez que abandonábamos la mansión, bueno la primera y ultima vez que la abandonabas o eso esperaba.


Llegamos al pueblo, recuerdo que te sujetaba con fuerza de la mano. Querías alejarte todo el tiempo, tu curiosidad infantil te metería en problemas. Apenas habíamos dado un par de pasos y ya me había comenzado arrepentirme. Vi cómo te detenías y mirabas unos juguetes de madera exhibidos en un aparador. Ya sabía, que utilizar, para complacerte los días siguientes. Pasamos frente al puesto de una vieja florista… Ese fue el momento de mayor rabia, vi como la anciana te sonreía y tú LE SONREIAS. Tu solo podías sonreírme a mí, a nadie más.

La mujer, aparte de atreverse a sonreírte, te regalo una flor. Recuerdo tu carita de felicidad cuando tomaste la flor, tú jamás me habías sonreído así. Te saque de ahí con un fuerte tirón del brazo, recuerdo que te quejaste por mi apurado andar. Te subí a la carreta y le ordene al cochero llevarnos de regreso. Nuevamente él, te había mirado más de la cuenta. Cuando estábamos en marcha te quite la flor de las manos y la estruje con una sola. Recuerdo tu cara de desilusión y las lágrimas, que querían salir te tus ojos, cuando lo hice.

-Si quieres flores, me las pides a mí… No debes aceptar, regalos, de nadie más.

El resto del viaje fue silencioso, tienes que reconocer que fui piadoso con vos. Eras mi pequeño y habías aceptado el regalo de otra persona. Luego de eso mande a colocar más flores en los jardines para complacerte, pero no sonreíste ante mi gesto. No me sonreíste como le sonreíste a la florista, que encontró la muerte junto con el cochero que te miro de más.


Fuiste creciendo, te convertiste en un joven guapo. Pero eras mío y nadie más podía tenerte. Tenía las mismas reglas… que había usado con tu abuelo Kardia.

No tocarte.

No morderte.

No golpearte.

Tres simples reglas que a cada momento, me estabas tentado a romper. Principalmente la tercera… No podía golpearte, no quería lastimarte. Pero tus intentos de escapar, me enojaban y mucho. No te permitiría alejarte de mí como lo había hecho tu abuelo. Tú eras Mío y no podrías alejarte nunca de mí.


Como lo hiciste, lo ignoro… Pero que escapaste, eso no lo tengo en duda. Supongo que venias planeándolo hace tiempo. Aprovechaste, que había salido a comer, para abandonar la seguridad de nuestra morada. Al principio, tu aroma en los establos no me sorprendió. Pasabas mucho tiempo con los caballos. Tú y yo solíamos salir a cabalgar seguido. Yo solo te acompañaba para asegúrame que nada malo te pasara. Además, para asegurarme, que no escaparas… Algo me decía que me lastimarías como tu abuelo… Lo tenías en la sangre, la traición circulaba por tus venas.

Te perseguí, los caballos no son tan rápidos como los vampiros. Te alcance cuando buscabas la forma de evadir un arroyo profundo. Pude ver que llevabas mochila y podía oler las provisiones que tenías.

-¿Sabes a dónde vas?-pregunte acercándome a ti y tomando las bridas del caballo.

-Aléjate de mí…-vi que intentaste hacer que el caballo se alejara, pero este me obedecía a mi…-déjame libre… ¿Qué te eh hecho?-vi como desmontabas de un salto y comenzabas a huir a pie.

-Milo, no me hagas perseguirte y ven aquí-dije mientras comenzaba mi lento andar. No te iba dejar alejarte de mí, eras mío. Eras de mi propiedad, por lo tanto deberías estar a mi lado. Te di alcance al poco tiempo. Para ti fue una carrera extenuante, para mi… solo un par de ligeros pasos.

-DEJAME…-te revolvías en mis brazos, querías salir de mi abrazo.-DEGEL, MALDITO MONSTRUO, DEJAME…-Intentaste en vano por un buen rato, luego te diste por vencido.

-Hora de volver a casa mi pequeño…-le susurre al oído, mientras hacía que el caminara a mi par. No me atreví a soltarle el brazo, en ese momento no me importo dejarle mis dedos marcados en su delicada piel. Tampoco me importaron sus lágrimas, lo único que me importaba era mantenerle a mi lado. Milo me pertenecía, como una vez me había pertenecido Kardia… El solo recordar su nombre me enfurecía. ¿Cómo había osado a irse? KARDIA ERA MIO. Pero este se había ido con una chica del pueblo, ahí estaba mi error… El mismo error que cometí con Milo. Jamás tuve que haberles llevado a los pueblos.


Tenía a Milo desde era un bebe, yo solo había estropeado todo cuando lo lleve a ese pueblo. Ahora que lo pensaba mejor, era de ese pueblo donde provenía la joven que había enamorado a mi protegido. Era de ese maldito pueblo, de donde provenía la abuela de Milo. Pues, acabaría con el problema de raíz.

Cuando llegamos a la mansión, encerré a Milo en su habitación… La misma que había ocupado a Kardia, cuando era Mio... Tenía que deshacerme del origen de esos males. Recuerdo que escuche a Milo maldecirme mientras me alejaba.

-Es por tu bien Milo… Es por tu bien.-informo mientras me alejaba. Fui al pueblo y acabe con todos los que pudieran llegar a afectar mi lazo con Milo. Mate a todas, las jóvenes de la edad de Milo. Ninguna tenía que enamorar a mi pequeño, porque Milo era mío.


Regrese luego de terminado el trabajo de "limpieza". Tú estabas acostado en la cama, te observe por largo rato… Sabía que estabas despierto, pero no me dijiste nada.

Guardaste silencio durante muchos meses, hasta incluso me vi obligado a hacerte comer. Decidí dejarte ya sin llave, supuse que no escaparías. Error mío, tu si querías escapar. Tu silencio no era otra cosa más que parte de un elaborado plan para dejarme.

Lo reconozco, fue muy brusco, traerte de los cabellos de regreso fue muy cruel. Recuerdo que me maldecías, nuevamente, como siempre lo hacías cuando te atrapaba. Esta vez no te dejaría escapar nunca más. Recuerdo que me dijiste que estaba obsesionado con vos… ¿OBSECIONADO YO? JA. Yo no estaba obsesionado, con vos, solo quería cuidarte y la mejor forma era tenerte siempre a mi lado. Tuve que amarra tus manos a la cama, lo siento, pero fue la única forma que encontré para asegúrame (por el momento) de que no escaparas.


Siempre que entraba para darte de comer, te encontraba llorando en silencio. Verte así de triste fue lo que hizo que te desatara. No podía lastimarte, verte infeliz era lastimarte.

-¿Qué puedo hacer para que seas feliz?

-Dejarme ir…

-Eso me causaría infelicidad a mí-informe mientras te acariciaba tu sedoso cabello. Te habías vuelto tan guapo como tu abuelo. Dejarte libre, solo significarían problemas. Solo significaría que ya no serias mío… Y TU ERAS MIO.-No te iras, eres mío… eres mi compañía.

-DEJAME LIBRE…-Vi como tomabas el cuchillo, que traje para que pudieras cortar tu comida, eh intentabas atacarme. Sujete tu mano y por acto reflejo la doble. Tu aullido de dolor, fue lo que me trajo a la realidad. Te estaba lastimando, había roto una de mis tres reglas junto a tu muñeca. Atendí tu mano fracturada, creo que después de eso entendiste que eras mío y no te dejaría ir…

Solo que no contaba con que, él, volviera…

Continuara.