He aquí, el penúltimo capitulo. Tenía planeado dividirlo, pero hubiera quedado muy corto el final. Así que aquí está.


Capitulo 12

Lo que importa

Se sentía un ambiente pesado, las hordas alrededor de ellas no emitían sonido alguno. Tan solo el viento impedía que existiera un silencio total. Aquella parte del valle que había sido reducida a polvo ahora lucía como una arena de batalla. El llano espacio en el centro se veía cercado por las antorchas de los soldados. Como si de tambores de guerra se tratara, varios relámpagos comenzaron a anunciar el enfrentamiento entre las felinas. Ellas se miraban fijamente. Mientras que el rostro de una reflejaba odio e ira, el de la otra no mostraba nada más que una helada expresión. Tigresa trataba de concentrarse y mantener la calma.

Sin esperar un segundo, la villana dio un enorme salto para aterrizar exactamente frente a su rival. Dando a entender que la cosa iba en serio Su no dudó en atacar del modo mas agresivo que pudo, haciendo uso de todo el poder que el guante le daba. El estilo de Tigresa se centraba en el ataque, pero aún cuando le resultaba complicado utilizar la técnica de esquivar los golpes esa era su única opción. Recibir uno de esos poderosos puñetazos podría acabarla. Por ahora solo podía resistir y esperar a encontrar un punto débil. No tenía idea de cuanto soportaría así, cada arremetida de su oponente iba encaminada a una parte débil de su cuerpo, puntos frágiles que podían dejarla fuera de combate. Ese era el estilo de lucha de las damas de las sombras. Sus potentes brazos eran la mejor defensa que tenía, de no ser por su resistencia los puños de Su ya habrían roto sus costillas o destrozado su rostro. Hacia todo lo que podía y conocía para intentar estar a la altura, pero ella la superaba por mucho. Aunque bloqueara sus patadas estas la hacían retroceder. Para Tigresa llegó una oportunidad cuando un golpe de Su se desvió de su trayectoria. Ella sin vacilar lo aprisionó con la parte interna de su brazo y su cuerpo. Sin darle tiempo a reaccionar y aprovechando tenerla tan cerca soltó los golpes mas fuertes que conocía en el abdomen de su enemiga con el otro brazo. Su reaccionó al sentirse herida por primera vez, tenía la mano con el guante libre aún, así que trató de impactarlo sobre el rostro de Tigresa. Por suerte ella lo vio venir e interpuso su mano, deteniendo al hierro del guante sagrado.

Sorprendentemente Su no era capaz de asestar su golpe, Tigresa era tremendamente fuerte y estaba deteniendo su puño. Aunque concentraba cada vez más fuerza en su brazo la maestra no se rendía, estaba frenando a su oponente con cada pizca de coraje dentro de sí. No entendía como era capaz de hacer eso, era un hecho que no peleaba con cualquier persona. Al verse amenazada por la impresionante energía de su rival, le propinó un cabezazo en seco, haciéndola bajar su guardia y casi caer inconsciente. Antes de que se pudiera reponer Su utilizó el guante para aplastar el estomago de la maestra y mandarla hacia atrás. Tigresa quedó a cuatro patas, siendo incapaz de ponerse de pie con el dolor tan profundo en su abdomen. Si alguien más hubiera recibido tal golpe su interior habría sido machacado. Con una mueca que tensaba las facciones de su rostro levantó la cabeza para ver a su oponente. Su gruñía con rabia dándose cuenta de que no la había acabado aún. Volviéndose una sombra delante de la luna dio un gran salto y juntó ambas manos sobre su cabeza para rematar a Tigresa, pensaba que esta vez no podría protegerse. La velocidad con la que la leoparda descendía era impresionante. A Tigresa no le daría tiempo suficiente de hacerse a un lado, ella ya estaba prácticamente encima. Afortunadamente todavía no estaba derrotada, le quedaban fuerzas. Impulsada por su voluntad, nuevamente contuvo el ataque. Cruzó sus antebrazos y con ellos detuvo el descenso de los de Su.

La malvada felina se veía sorprendida por la fuerza de la guerrera, se encontraban trabadas. Su apretaba cada musculo en su cuerpo intentando hacer ceder de una vez por todas a su oponente, pero ésta no se sometía. A Tigresa le parecía que en cualquier momento los huesos que alguna vez había endurecido tanto, haciéndolos chocar una y otra vez contra los arboles del palacio, terminarían rompiéndose como simples ramas de bambú. Sentía cada uno de los nervios de su cuerpo a punto de desgarrarse. Su ejercía mayor presión cada vez, lo que era devastador para la maestra. Terminaría siendo aplastada por el guante. "No se lo permitas, no la dejes ganar" se reprendía a sí misma, "Tienes que hacerlo". Obteniendo nuevos ánimos cambió la posición de sus piernas y empezó a empujar hacia arriba tanto como su cuerpo le permitía. Al mismo tiempo rugía y mostraba los colmillos, demostrando el verdadero poder de un tigre. Sorprendentemente lo estaba consiguiendo, estaba poniéndose de pie. La leoparda no lo creía, la estaban haciendo retroceder, Tigresa casi estaba a su altura.

Harta de aquella situación, Su asestó un rodillazo que, debido a la posición en que se encontraban, pegó en medio del pecho de Tigresa. Ella perdió la rigidez de su defensa e instantáneamente su rostro fue alcanzado por una demoledora patada. Ni siquiera le dio tiempo de sacudirse el aturdimiento cuando sintió como la tomaban de la ropa y la mandaban a volar por los aires sin mucho trabajo. Se estrelló contra la piedra de un muro haciendo que este se cuarteara por el impacto. Cada hueso de su espalda dolía y la piel que la protegía se sentía como si fuera a reventar, pero aun así no se doblegaba. Sin entender como era tan resistente, Su miraba a Tigresa volver a ponerse en pie y apretar los puños, respirando agitadamente la maestra cargó contra ella a gran velocidad.

Esta vez fue Tigresa la que acertó una y otra vez las combinaciones sobre la cara de su rival, a pesar que todo estaba en su contra nada la asustaba. Aquella no era cualquier adversaria, su fuerza era sobrenatural, de un momento a otro se había repuesto por completo. A Su los nudillos de Tigresa le parecían mas duros que el mismo guante, realmente la estaban lastimando, ahora era ella quien empezaba a cansarse y por más que luchaba por recuperar su ritmo ya no podía conectar ningún golpe. La furia con la que la maestra atacaba era de admirarse. Su no lo creía, el miedo a ser vencida la invadía lentamente, si no la terminaba de una vez por todas todo su plan corría el riesgo de venirse abajo, debía jugar sucio.

Sin esperar a que le ganaran, la leoparda utilizó la misma artimaña que había empleado para vencer a Song. Viendo un hueco en su defensa acertó una patada en la parte lateral de la rodilla de Tigresa. La oportunidad perfecta para ganar la pelea se presentó en ese momento, el apoyo de Tigresa se vio totalmente desecho y Su lo aprovechó. Giró sobre su cintura con fuerza y usó el impulso para estrellar violentamente su codo en la nariz de la maestra. Esta no contuvo un pequeño gemido de dolor al mismo tiempo que descuidaba su guardia. Queriendo dejarla fuera del juego la leoparda levantó una pierna en el aire y giró sobre su eje para ganar potencia en su ataque. El movimiento fue tan veloz que Tigresa no lo vio venir jamás. El ataque de Su se dirigió a la parte baja de la pierna de su oponente, la fuerza fue tal que la extremidad de la felina simplemente no lo resistió y su hueso se quebró. El dolor era insoportable, la fuerte maestra quedó arrodillada a merced del enemigo. La cruel felina ya había tenido suficiente de Tigresa y decidió rematarla. Utilizando la mano con el guante tomó el cuello de su víctima y la levantó en el aire, la estaba estrangulando con suma facilidad.

-No debiste haberme retado – dijo Su tratando de recuperar la calma.

Sin piedad alguna la villana arremetió una y otra vez contra el abdomen de Tigresa, tratando de causar el mayor daño posible. Esta vez ella no podía oponer ninguna resistencia, estaba siendo machacada por los golpes de Su. La intensidad de estos era cada vez mayor, estaba a punto de quedar inconsciente. Antes de que la leoparda terminara de descargar su ira, ambas escucharon como varias costillas de la felina presa se astillaban. Fue en ese punto cuando Su se relajó un poco, lastimada como Tigresa se encontraba en ese momento ya no representaba mayor amenaza. Así que la dejó caer indiferentemente, la herida felina aterrizó sobre la pierna lesionada y después su espalda golpeo bruscamente el suelo. Tigresa no pudo mas que retorcerse de dolor y enterrar las garras en el suelo.

La leoparda recuperaba el ritmo cardiaco, pese a haber vencido también estaba herida. Miraba a todos sus soldados, que habían quedado estupefactos con tal batalla. Después de que una de sus súbditas le entregara el martillo y ella lo colgara en su cinturón volvió a dirigir la vista hacia la guerrera caída. Por más increíble que pareciera la maestra estaba tratando de levantarse. El rostro maltratado de Tigresa yacía sobre el suelo de piedra, las heridas en su costado le dificultaban la respiración y, por si fuera poco, una de sus piernas había quedado inservible. Pese a todo eso ella ponía fuerza en sus brazos y apoyaba los puños en el suelo intentando ponerse en pie. Aún no se daba por vencida.

-No entiende que ya perdió – susurró ella con desden, luego miró a uno de sus generales - acábenla – ordenó severamente. Dio media vuelta y empezó a andar hacia el palacio.

Tigresa la observaba alejarse. Resoplaba contra el frío suelo, quería gritarle que volviera y que siguiera luchando, pero no podía hablar. Poco a poco los soldados de armaduras negras iban cerrando todo espacio a su alrededor. Se acercaban y los más próximos levantaban sus armas. Veía su propia sangre en el piso. Al no poder moverse sabía que era una presa fácil, ya no podía seguir luchando. Todo había terminado, ni siquiera podría defenderse "¿Será éste mi final?, ¿Es así como va a terminar?" Aunque por algunos momentos sintió que la derrota por fin había llegado se rehusó a aceptarlo, no podía acabarse así, definitivamente no debía ser así. No podía dejarla salirse con la suya. "No te rindas, no la dejes ir" gritaba su propia voz en su cabeza, "¡Levántate!".

Tigresa llenó de aire sus mejillas y exhaló con fuerza. Como si golpeara a un oponente, uso sus puños para impulsarse y levantar la parte superior de su cuerpo. Antes de desplomarse de nuevo sacó la pierna que aun le respondía y se apoyó en ella. Sus manos temblaban y ya no controlaba las expresiones de su rostro. Ordenando a los músculos de su pierna despertar con un fuerte rugido, logró ponerse en pie. Se equilibraba cojeando en una sola pierna, para cuando hubo quedado estable en su posición se percató de que las puntas de varias lanzas ya estaban cerca de ella. Empeñada en no dejarse vencer sin antes dar todo de si misma se puso en su eterna posición de batalla. Su miró de reojo la escena, sorprendida de como la felina le hacía frente a todos sus soldados. Tigresa apuntaba con uno de sus puños a quien aparentara querer atacarla, daba pequeños saltos sobre su pie tratando de anticipar el primer golpe. Por fin un rinoceronte se atrevió a tratar de atravesarla con su arma, pero ella se la arrebató y lo golpeó en la mandíbula dejándolo inconsciente. Seguía haciendo el esfuerzo de encarar a cada uno de los soldados.

-¡¿Qué esperan?! - les gritaba.

Los ataques no se hicieron esperar, hachas y espadas se precipitaban contra ella, no fueron muchas las que logró detener antes de que las manos mismas de los rufianes la alcanzaran y la derribaran, mandándola de nueva cuenta al suelo. Al amontonarse tal cantidad de animales sobre ella pronto su llamativo color naranja se perdió por completo de la vista de Su.

-Se acabó – dijo la leoparda.

Su soltaba una discreta pero cruel risa, lo había conseguido. Sin embargo su victoria fue interrumpida en seguida. Un sonido parecido al de una ventisca muy fuerte se intensificaba detrás de ella, pero lo único que había ahí era una gran multitud de soldados unos encima de otros. La leoparda buscaba desconcertada el origen de aquel ruido. Al mirar hacia arriba pudo distinguir varios puntos cayendo de gran altura y a toda velocidad, se dirigían directamente hacia sus tropas. Sorprendentemente estos no se estrellaron contra el suelo, sino que aterrizaron utilizando a varios matones para amortiguar la caída. Antes de que alguien se diera cuenta de lo que pasaba, varios cocodrilos y bueyes comenzaron a ser lanzados por todos lados, otros tantos eran despojados de sus armas y puestos a dormir.

-¡¿Pero qué...?!

No pudo ni formular su pregunta, la piel se le erizó al reconocer a Song acompañada de los maestros Mono, Mantis y Víbora en medio de la multitud, repartiendo golpes a sus soldados, mientras formaban un circulo alrededor de su compañera abatida. Ante esto varios malandrines dudaban de lo que debían hacer, a pesar de ser cientos se sentían amenazados por la presencia de tres furiosos frente a ellos.

-¡¿Qué esperan?! ¡Ataquen! - ordenó Su.

Tigresa veía a sus amigos pelear con varios a la vez, la estaban protegiendo, no comprendía lo que pasaba.

-¿Víbora? - preguntó incrédula al ver a su amiga, esta solo la miró de reojo sonriendo.

-Tranquila, te tenemos cubierta – dijo Mono mientras se movía ágilmente sobre su cola, golpeando con su bastón a un enorme búfalo.

-Pero, ¿Cómo...? - cuestionó ella aun incrédula desde el suelo.

-¡Ahí viene! - gritó Mantis apuntando una tenaza hacia el cielo.

Todos bajaron el ritmo del combate casi instintivamente cuando una extraña figura descendía en picada directamente hacia el campo de batalla, se trataba del maestro Grulla. Planeaba casi al ras de las escaleras de piedra cortando el viento con sus alas, llamando la atención de todos. Antes de terminar su descenso soltó su lastre y adquirió mayor rapidez. Al aterrizar ejecutó un movimiento con sus alas que abrió un hueco entre el tumulto de rufianes debajo de él. Pero la atención de todos se centraba en lo que Grulla había dejado caer sobre las escaleras, o mejor dicho, a quien.

Habiendo quedado plantado a un alto nivel del suelo, sobre las escaleras, todos podían distinguir perfectamente al guerrero. Un panda, vestido con una bata color arena que llevaba estampado un tazón de fideos en la espalda. El oso contemplaba inmóvil la destrucción y el caos desplegado sobre su hogar. Su cabeza era protegida por una sartén que ocultaba sus ojos. La amistosa luz de la Luna se asomaba por fin detrás de él, haciendo visible el mango de un arma que llevaba colgada en la espalda. Poniendo seriedad en su expresión el panda puso la espada frente a su rostro, colocando el filo de la hoja frente a la palma de su mano.

-Oye, ¿Ya viste lo que lleva ahí? - preguntó un búfalo entre el tumulto a su compañero – es la espada de los héroes.

-Dicen que es tan afilada que te corta con solo mirarla – le contestó el otro en voz baja.

-¡No veas! - dijo el primero tapando sus ojos con ambas manos.

Su apretaba los dientes con furia sin saber como ese maldito panda había sobrevivido, parecía no tener ni un rasguño. No era posible lo que sus ojos veían.

-¡Dispárenle! - gritó a los que estaban a cargo de las catapultas.

Enseguida estos prendieron fuego a sus proyectiles y apuntaron hacia el panda. Los furiosos estaban a punto de atacar las maquinas, pero el Guerrero Dragón les indicó que no actuaran con un ademán discreto. Aún dándose cuenta de que todos se preparaban para acabarlo, éste no se inmutó. Con un movimiento casi imperceptible hizo un corte circular en el aire frente a él, todos se preguntaban que era lo que hacía. Aunque en un principio nadie percibió nada, el barullo entre las tropas de Su se inició cuando las catapultas y los estandartes que transportaban se partieron inexplicablemente, todos exactamente a la misma altura, desplomándose sobre los confundidos soldados.

-Te lo dije – exclamó el búfalo asustado al tiempo que tiraba su arma a un lado y echaba a correr hacia atrás.

El miedo entre sus seguidores se hacía visible, deshacían sus formaciones y se dispersaban poco a poco al retroceder. Su miraba exaltada a todos lados, la situación se volvía en su contra. Al ver que el oso le dirigía una disimulada sonrisa la cólera se adueñó de ella. El panda le apuntó con la punta de su espada, "Te tengo" era lo que el gesto del oso decía. Lo que muchos no pudieron notar fue que aquel simple movimiento era una señal, pocos fueron los que percibieron la entrada de las damas de la sombra en escena. Ocultas entre los tejados agujerados y los escombros que había por doquier las leopardas emergieron para sumarse a la batalla. Su había sido capaz de verlo, miraba con desprecio al Guerrero Dragón, quién seguro e imponente seguía observándola fijamente.

-¡No se queden ahí! ¡Mantelo! - reprendía a los cobardes que tenía a su cargo - ¡Ahora! - exigió a un rinoceronte mientras lo tomaba por el cuello.

-Si, si mi señora.

Su lo empujó hacia el frente y discretamente trató de confundirse entre sus guardias. Mientras retrocedía más ordenaba de mal modo a sus tropas que reaccionaran.

El panda no tardó en actuar, se lanzó de frente al vacío como si creyera que podía volar. Aterrizó rodando para disminuir el impacto y quedó situado directamente entre el enemigo. A los soldados ni siquiera les dio tiempo de percibirlo, en el mismo momento que el Guerrero Dragón tocó el suelo los villanos fueron cayendo uno a uno. El panda era veloz y ágil, nadie podía alcanzarlo, ningún arma lograba acercársele. Gran cantidad de espadas largas y pesadas mazas de guerra eran reducidas a trozos de metal esparcidos por el suelo cuando se encontraban frente a frente con el filo de la legendaria espada de los héroes. El panda se abría paso hacia el centro del combate cuando un enorme gorila se interpuso en su camino. Rugiendo, el simio trató de aplastarlo con su enorme mazo, pero su contrincante era mucho más rápido. Evadiendo el arma solo tuvo que partir el mango de ésta para dejar al oponente indefenso. El oso se colgó el arma a la espalda y se anticipó a los golpes del gorila, cuando este quiso darle un puñetazo el guerrero se apartó y tomó su brazo. Al panda le bastó con darle un golpe con la mano abierta en la cara para dejarlo tendido en el piso. Cada enemigo que comprobaba que no era rival para el oso prefería abandonar el combate.

Tigresa estaba arrodillada en medio del campo de batalla, cuando un enorme simio cayó desmayado unos metros frente a ella. Al desplomarse dejó ver la voluminosa figura del Guerrero Dragón. La sensación de alivio al ver a su amigo con vida era enorme y reconfortante, era claro que él se había encargado de liberar a los furiosos ayudado por Song. El guerrero se acercaba a ella rápidamente con preocupación en el rostro.

-Tigresa – le habló un poco angustiado – estás herida.

-No es nada – dijo aún presionando sus costillas – estoy bien.

Po sonrío, pasara lo que pasara seguía siendo la más ruda. Tigresa miraba los verdes ojos de su amigo, resaltaban bajo la sartén que este usaba para proteger su cabeza. Lo tenía una vez más frente a ella. Aunque le intrigaba saber como era posible que este se encontrara tan sano luego de haberlo dejado en su habitación a punto de perder la vida, no deseaba otra cosa mas que pedirle perdón, aunque dudaba de si era el momento correcto. No podía esperar más viendo el estado en que ella misma se hallaba, tal vez no habría mas oportunidades.

-Po, escúchame... – no podía hablar muy fuerte, así que se acercó a su oído. Po no comprendía por que quería ponerse a hablar ahora.

-¿Qué sucede?

-Yo... - las palabras se atascaban en su garganta – lo que pasó hace rato, en tu habitación... - no podía terminar por más que trataba – quiero que sepas que...

-Oye – la interrumpió él sutilmente – lo sé.

-¿En serio?

-Claro – contestó él un poco más serio – todo queda olvidado – dijo con seguridad mientras le ofrecía una mano para que se apoyase - ¿Qué dices? ¿Amigos? - preguntó feliz.

-Si, claro – respondió ella confundida, le parecía que Po no había entendido lo que trataba de decir.

-Vamos, debemos llevarte a un lugar seguro.

Po le dio la espalda y avanzó comenzando a patear soldados, antes de que pudiera continuar Tigresa lo tomó del hombro y lo hizo volverse hacia ella.

-Me alegro de que estés bien – dijo ella mostrando una fugaz alegría en sus ojos.

Po hizo esfuerzo por no ponerse sentimental ante aquella expresión, se limitó a asentir con una sonrisa y después recobró su actitud de Guerrero. Se dio media vuelta y avanzó protegiendo a Tigresa. Abriéndose paso cual enorme huracán el Guerrero Dragón arrasaba con los enemigos, en alguno que otro lugar por donde cruzaba se encargaba de ayudar a cualquier dama de la sombra que se hallara acorralada o en apuros. Los cinco furiosos por otra parte cada vez se separaban más y abarcaban mayor terreno, la pelea se volvía más y más fácil para los maestros, que se daban cuenta de que el enorme ejercito enemigo no era mayor reto para ellos. El ejercito de Su, aún cuando era cien veces mayor que ellos, estaba siendo derrotado. Tigresa cojeaba tras de Po, aunque estuviera herida eso no significaba que no pudiera pelear, le cubría la espalda a su amigo. Cada vez se iban aproximando más a la salida del Valle, la prioridad de Po era poner a su amiga a salvo.

Algunos metros les faltaban para poder abandonar la zona de combate, Po se detuvo y se volvió hacia su compañera.

-Tigresa, debes salir de aquí, no dejaré que te sigan. Necesito que te pongas a salvo.

-No Po, no te voy a dejar aquí – se negó ella.

-Por favor, no quiero que te suceda algo – le pidió tomándola de los hombros - Los chicos y yo nos encargaremos.

-Lo haremos juntos – le afirmó ella poniendo su mano en el brazo del panda.

Po se disponía a convencerla de marcharse, pero una intensa luz azul detrás de ellos los interrumpió. Bloqueando la salida del valle se hallaba Su, plantada firmemente con el martillo desenfundado. Este desprendía tanta o más luz que el guante, el modo tan iracundo en que la felina los miraba inquietaba al panda.

-Volviste para morir panda – se burlaba ella – No tienes idea del poder que poseo, ¡Estás acabado!

-Esto no tiene por que terminar mal Su – le dijo en voz alta – Detente ahora mismo, diles a tus soldados que paren y prometo tener compasión de ti.

-¿Aún no lo ves verdad? Ya perdiste la batalla, ahora los tengo a los dos. Nadie va a ser capaz de detenerme cuando los acabe.

La manera dispersa en que Su articulaba sus palabras delataba lo nerviosa que se encontraba. Vencerla en un combate no sería fácil, Po decidió darle un ultimátum.

-Su, date cuenta de lo que estás haciendo. Song me contó lo que quieres hacer. Sólo estás haciendo más daño del que podrías arreglar. Te lo voy a advertir una vez más – al mismo tiempo que usaba un brazo para poner a Tigresa detrás de él utilizaba el otro para desenfundar la espada y apuntar hacia la felina con su amenazador filo – Ríndete o prepárate para caer.

-¡No! ¡Tú no sabes nada! - Su empuñó el martillo con fuerza y se lanzó contra Po - ¡Ya estás muerto panda!

Al ver el impacto de la legendaria arma acercarse a el, el panda rápidamente se dio vuelta y se aparto del lugar, llevándose a su amiga con él. El impacto del martillo sobre el suelo liberó energía hacia todas direcciones, los dos maestros fueron alcanzados por ella y mandados al suelo con fuerza. Po miró a Tigresa, que estaba frente a él.

-¡Tienes que alejarte! ¡Yo la detendré!

Tigresa estaba tratando de decidir que hacer, no le sería muy útil para el combate si se quedaba, pero tampoco podía dejarlo solo.

-Yo no...

-Por favor, vete – le suplicaba Po.

Sabiendo que sería más un estorbo que una ayuda la felina se puso como pudo en pie y empezó a alejarse, regresó la vista varias veces para observar como el oso se plantaba firme con su espada en el campo de batalla antes de perderse de la vista entre los escombros de varias casas quemadas.

-Muy bien, enséñame lo que tienes Su – decía Po en voz baja mientras sujetaba con fuerza su arma.

El oso había notado que Tigresa ya se hallaba fuera de peligro, ahora ya no le daba miedo enfrentar a la leoparda, nadie iba a salir lastimado más que él. La felina gris no aparecía por ningún lado. Ocultarse antes de atacar, un truco típico de las damas de las sombras. Po respiraba hondo mientras cerraba los ojos. En esos momentos trataba de ponerse en armonía con el universo, intentaba alejar toda duda de su mente y concentrarse en ubicar a Su. "Paz interior" repetía en su cabeza. Cada sonido se iba haciendo claro para su oído, percibía un aleteo. Eran las llamas que ardían al otro lado del valle. Distinguía los impactos de las espadas y las hachas de los enemigos que enfrentaban a los furiosos. Por último las hojas que el viento movía alrededor de Su delataron su posición ante el oído del panda. Fue cuando sintió el aire cortarse cerca de él que abrió los ojos súbitamente e interpuso el filo de su espada entre su rostro y el hierro del martillo de Lei Lang. Como si de una esponja de energía se tratara la espada de los héroes absorbió el impacto de éste, adquiriendo momentáneamente sus grabados un tono azul eléctrico y rodeándose de una intensa luz verde después de eso. Estando los dos ejerciendo fuerza uno sobre el otro no lograban moverse. Po, ya hecho de más confianza, utilizó todo su peso para empujar a su rival y causar que cayera al piso.

-¡Genial!, No sabía que la espada podía hacer eso – exclamó Po admirando su arma.

-¿Cómo es posible? - preguntó Su intimidada debido al nulo efecto que había tenido su ataque.

-¿Qué dices ahora Su? ¿Vas a rendirte o no? - preguntó Po con gran presencia – La única ventaja que tenías no te sirvió de nada.

-Te equivocas – le advertía siniestramente - ¡Tengo esto!

En un parpadeo ella se levantó y atacó con el puño de hierro al estomago del guerrero, este reaccionó rápido e intentó utilizar su arma como escudo nuevamente, pero el efecto fue distinto. Debido a la enorme fuerza del golpe el panda no fue capaz de mantenerse en su sitio, toda esa carga sobre él fue mucha más de la que su postura pudo aguantar. Como una simple pelota fue mandado rodando hacia atrás incontrolablemente hasta que una pared derrumbada frenó su impulso. El Guerrero Dragón observó su espada mientras se levantaba, tenia varias abolladuras causadas por el impacto. Si eso era capaz de hacer el guante por si solo, entonces estaba en problemas.

Al escuchar a Su aproximándose levantó el sagrado metal sobre su cabeza, apenas para que este recibiera otro impacto del martillo. Ágilmente el oso rodó sobre su estomago para evitar un tremendo golpe del puño de Su que logró agrietar el suelo. Desesperada por no poder acertar, Su empezó a soltar ataques veloces pero torpes que eran fácilmente evitados por Po. Cada vez que ella trataba de que su martillo impactara contra la piel desnuda del panda éste desviaba el curso de su arma utilizando la espada. Por otro lado, Po estaba tan ocupado bloqueando los incesantes ataques que no le daba tiempo suficiente para iniciar una ofensiva. Cualquier pequeño descuido podía costarle ser alcanzado por el martillo. Habiendo analizado los movimientos de la felina Po halló una debilidad en su técnica y no dudó en aprovecharla. Cuando Su quiso darle un golpe curvo en la cara con el martillo el oso avanzó rápidamente, quedando cara a cara con ella, seguidamente usó su codo para crear espacio entre él y el brazo que sujetaba el martillo, tenía la oportunidad perfecta para atacar hallándose entre la leoparda y su defensa. Pero el panda fue demasiado lento en su ataque, antes de poder ejecutar cualquier arremetida Su utilizó el puño de hierro que portaba su mano libre. Esta vez el impacto fue directamente en el estomago del Guerrero Dragón. El oso experimentó en carne propia la fuerza que poseía el guante, se sintió peor que cualquier golpe que hubiera recibido antes, apenas y conseguía mantenerse en pie. Hallando a su rival sin aire y desorientado la leoparda le dio un fuerte codazo en el rostro haciéndolo girar sobre si mismo. Después le propinó un rodillazo en el abdomen y lo envió al suelo. Enloquecida y cegada por el deseo de cumplir su objetivo ella levantó su martillo en el aire para dejarlo caer sobre la cara de Po. Afortunadamente el Guerrero Dragón aún estaba consciente y pudo protegerse con la espada. Luchaba por contener la fuerza que Su ponía sobre él con sus brazos cansados.

-Vamos Su, no quieres hacer esto – le decía casi sin aliento mientras su fuerza se iba y el arma de la felina bajaba más y más.

-Te dije que te mataría panda – Su rostro se desfiguraba por el esfuerzo que hacía – es tu fin.

El martillo irradiaba más luz, Po ya sentía el frió acero de su propia espada en su nariz. En cualquier momento su cabeza iba a ser aplastada. "¡¿Qué hago ahora?!" se preguntaba "¡Va a acabar conmigo!". Lo que Po más deseaba era un milagro en ese momento, solo se le ocurría que en algún momento Oogway aparecería y lo salvaría, pero nada pasaba. El Guerrero Dragón ya no podía resistir, Su se dio cuenta y para aniquilarlo de una vez por todas levantó el martillo lo más alto que pudo, gruñendo y disponiéndose a hacer añicos al oso. Po pudo sentir su fin, pero algo pasó.

En el preciso segundo antes de que el mazo iniciara su descenso a Su se le cortó repentinamente la respiración. El oso despejaba su visión, que había sido momentáneamente cegada debido al brillo de las armas, para averiguar por que Su se había detenido. Tigresa se hallaba colgada sobre la espalda de la leoparda, estrangulándola con un brazo y sujetando el mango del martillo con el otro. La villana se retorcía y giraba sobre sí misma intentando quitársela de encima. Po se esforzaba por levantarse, el golpe en su estomago había sido devastador, debido a lo aturdido que había quedado era incapaz de ir en auxilio de su amiga. Su golpeaba salvajemente con el codo que podía mover a Tigresa, pero ella no se soltaba. La leoparda ya estaba hecha una fiera, resoplaba y rugía con rabia por no poder acabar con esos dos. Conducida por su ira la felina halló la cola de Tigresa, que se encontraba a su alcance. La tomó fuertemente y lanzó a la maestra por los aires lejos de ella. Tigresa rodó al caer sintiendo dolor en todo el cuerpo. Su jadeaba y la miraba sin ocultar su deseo de matarla.

-¡Ya me hartaste! - gritó como una desquiciada al ver que ella lograba levantarse de nuevo – ¡Te asesinaré!

Pero antes de que pudiera intentar siquiera acercársele Po ya se había levantado y corría hacia ella. El pulso de Su se aceleraba viendo al guerrero moviéndose a toda velocidad en dirección suya. Llena de cólera y desesperada por vencer dejó que se acercara lo suficiente.

-¡Basta!

La leoparda de las nieves azotó con furia el martillo de guerra contra el suelo, justo frente a los dos maestros. La luz azul fue cegadora y, por un instante, todos los que se hallaban luchando en aquel lugar se detuvieron. El estruendo se hizo sentir por todo el valle. Cuando se recuperó la visibilidad se pudo distinguir a Su en medio de un enorme cráter que había agrietado todo el campo, a varios metros se hallaban los Guerreros, tumbados en el suelo. Pensaba que por fin había terminado con ellos, pero se percató de que todavía se movían. Su pequeña sonrisa se borró dejando su lugar a una mueca de enojo. Había usado toda la fuerza que el guante le daba para golpear el suelo con el martillo, había conseguido liberar toda la energía de éste, y aún así no había matado a los dos maestros. Sus piernas temblaban, se había debilitado bastante. Se recobraba gracias al guante mientras caminaba hacia Tigresa.

-Se acabó – decía entre dientes.

Po veía impotente como la desalmada felina se acercaba a su amiga sin ninguna intención más que matarla. "No la dejes Po, ¡Tienes que hacer algo!" se decía a sí mismo. La espada de los héroes no sería suficiente para vencer. Necesitaba algo más, una ventaja. "¿Pero qué?" , trataba de recordar "¿Qué era lo que había dicho el maestro Oogway?". Po cerró los ojos con fuerza, intentaba hacer memoria de lo que su maestro le había dicho. Había mencionado algo importante antes de dejarlo, algo que no había comprendido.

-Debo utilizar... ¿La razón? - recordaba las palabras de la anciana tortuga – La razón – susurró mirando a Su y a Tigresa.

Su amiga estaba abatida, no podía levantarse. Su ya estaba prácticamente sobre ella, el corazón le estallaba al ver aquello. Po contemplaba como su compañera respiraba con bastante dificultad, su cuerpo delataba la pelea que habían tenido. Nunca había visto antes a Tigresa demostrar que algo le doliera, pero ahora su expresión denotaba la magnitud del sufrimiento por el que estaba pasando. Sabía que Su no iba a detenerse, los quería muertos, y estaba a punto de conseguirlo. No lo permitiría, ya había sido suficiente de aquella locura. Su se había atrevido a herir a su mejor amiga. Po se llenaba de coraje al mirar como la guerrera más ruda que hubiera conocido jamás se hallaba ahora incapaz de defenderse.

-Tigresa...

Decidió que no importaba cuantas armas tuviera la leoparda, ya no le permitiría volver a ponerle las manos encima a la persona que más quería, la protegería costara lo que costara. Con el interior ardiendo, Po recobraba poco a poco la energía, de nuevo sentía fuerzas para pelear. Al tomar su arma esta se encendía con una intensa luz verde, al igual que sus ojos. Reparando en el sentimiento tan fuerte que albergaba en su pecho por fin comprendió lo que el maestro Oogway había querido decirle. Descubrió la forma en que ganaría la pelea.

-¿Qué? ¿Ya no te quedan ganas de pelear? - preguntaba Su burlonamente – Quiero ver como escapan de esto ahora.

Sin ningún cuidado tomó a la felina caída por el cuello y la levantó en el aire con una mano. Tigresa luchaba inútilmente con la poca energía que le quedaba por deshacer el agarre sobre su cuello y pataleaba inconscientemente al irse quedando sin aire. La leoparda aproximaba la otra mano con el guante al rostro de Tigresa. Tenía la intención de hacerlo añicos.

-¡Todo acabó! - le gritaba exageradamente a su víctima con voz triunfal - ¡Yo gané!

-No es verdad - dijo Po desde el suelo.

Su, al ser interrumpida en su momento de Gloria por la cínica voz del oso, se contrajo por la rabia y volvió la vista.

-¿Qué no has tenido suficiente panda? - preguntó ella.

-Tú eres la que aún no ha visto todo – respondió Po burlonamente – ya perdiste.

-¿No? - exclamó con fastidio Su, redirigiendo su atención al panda - ¿Cómo que no?

-Tu no puedes ganar – le decía Po esforzándose por pararse – no puedes.

La leoparda dejó caer a Tigresa al suelo, comenzando a avanzar hacia Po, deseaba aplastarlo contra el piso para que se callara de un vez por todas.

-Yo gané... – respondía ella enfadada – tu perdiste panda.

-No – insistía el oso.

Su gruñía llena de ira ante la negativa del guerrero.

-Mírame, soy mas fuerte que todos, ¡Nadie puede vencerme! - dijo comenzando a perder el control de sí misma.

-No importa que seas mas fuerte o que tengas ese martillo – decía Po señalando el arma con voz tranquila. Su ardía en rabia – solo quieres venganza, por eso no puedes ganar.

La felina apretaba el mango del mazo. Po parecía muy sereno y eso sólo la alteraba más.

-Lo que cuenta es el motivo por el que peleas, que pelees por algo justo...

Como si se olvidara de que la villana estaba ahí, a punto de atacar, dirigió su mirada hacia Tigresa mostrándole una sincera sonrisa. Pese a su cuerpo herido y a la situación en que se hallaban, la maestra le correspondió con un gesto igual de cálido, aún sin saber por qué el panda la miraba de aquella forma en medio del desastre.

–... que pelees por lo que amas.

Tigresa no podía sentir ya el dolor en sus huesos, solo el pecho a punto de estallar. Po detuvo el contacto visual e inclinó la cabeza, dejando ver una sonrisa debajo del sartén. Su, sin comprender en que momento había perdido su superioridad, miraba confusa y enojada a Po, quien parecía tener todo bajo control con su firme postura y su confiada expresión.

-Simplemente no podrás ganar, yo te detendré – la amenazó levantando su arma – pagarás por haberla lastimado – sentenció...


Estoy muy corto de tiempo, pero el final vendrá muy pronto. Solo espero no decepcionar a los que leen la historia. Recuerden que era lo único que no tenía planeado. Espero sus opiniones y sus criticas.

Gracias por leer - se despide nrobert921.