-¿Estás seguro de querer llevarme?-Volvió a preguntar Bella, por tercera vez en el día.

Edward suspiró y se giró a mirarla, dio un par de pasos hacia ella y la tomó por los hombros.

-Sí. Isabella. Quiero. Que. Vengas.-Respondió, sacudiéndola con cada palabra que pronunciaba, y Bella le rodó los ojos.

-Bien, bien, no te estreses, jefe.-Edward bufó y se inclinó para depositar un beso en su coronilla antes de volver a girarse hacia la maleta a medio hacer.

Habían pasado seis días desde Navidad, seis días idílicos.

Isabella no recordaba haber sido tan feliz nunca antes, pero aquellos días que se había pasado haciendo el amor y manteniendo profundas conversaciones con Edward Cullen habían sido simplemente perfectos.

Habia sido el día de Navidad cuando Edward había decidido ir a pasar año nuevo con su familia, y tímidamente le había preguntado a Bella si le gustaría acompañarlo. Ella había aceptado, pero luego de unos días las dudas aumentaban.

Iba a conocer a la familia de aquel maravilloso hombre.

¿Y si no les agradaba? ¿Sería demasiado pronto?

Ella siempre había sido una chica más bien insegura, y era normal para ella dudar de cualquier cosa demasiado buena que sucediera en su vida. Y por mucho, Edward era la mejor de todas ellas.

Pero el cobrizo parecía decidido a llevarla con él, y se lo había repetido varias veces desde aquel día en que reservó los boletos de avión para ambos, tarea casi imposible en esas fechas.

Bella sonrió y se sentó en la cama apoyando su espalda contra el respaldo, estirando las piernas frente a ella y cruzándolas a la altura de los tobillos, mientras observaba a Edward burlonamente.

Aquella mañana él la había llevado hasta su departamento, en medio de bromas sobre si seguía sin recordar la dirección, y Bella había preparado su bolso en menos de una hora. No tenían idea de cuanto tiempo estarían en Europa, ya que debían volver a trabajar una semana luego del año nuevo, y Edward no había comprado un boleto de vuelta.

El cobrizo levantó la mirada de su valija y arqueó una ceja en su dirección.

Debían estar en el aeropuerto en una hora, tres horas antes del vuelo, y si Isabella no dejaba de ser tan malditamente tentadora no llegarían nunca.

-Deja de mirarme así.-Susurró la castaña, sintiendo como su estómago comenzaba a cosquillear mientras veía a Edward cerrar la maleta sin dejar de mirarla fijamente.

-¿Mirarte cómo?

-Como sí estuvieras a punto de comerme.

Edward sonrió lascivamente.

-Pero si eso es exactamente lo que estoy a punto de hacer.-Susurró, y se abalanzó sobre ella mientras Bella soltaba una mezcla de gritos y risas.

Una hora y un buen polvo más tarde, Edward y Bella caminaron dentro del aeropuerto internacional JFK, acarreando sus maletas mientras Bella sonreía como una estúpida y Edward pensaba en que nunca había visto una sonrisa más bonita en su vida.

Luego de llenar una gran cantidad de papeles y despachar sus maletas, ambos se dirigieron a los freeshops para pasar las dos horas y media que les quedaban antes de el vuelo.

-Adoro tu perfume.-Susurró la castaña mientras pasaba una mano con delicadeza sobre un bonito frasco de perfume y mantenía la otra entrelazada con la de Edward.-¿Cuál es?-Edward le dio el nombre del caro perfume importado y Bella lo localizó entre toda la pila.

-¿Cuál es el tuyo?

Bella sonrió.

-Shampoo de fresas.-Edward le devolvió la sonrisa y se inclinó para olfatear su cabello.-Pero dado que llevo bañándome en tu casa por tres días, ahora huelo a Shampoo de hombre. Aunque sí uso perfumes a veces, en ocasiones especiales. Este es el mío.-Respondió, tomando un pote violeta de entre el resto.

Edward lo tomó y sonrió.

-Amor, Amor.-Susurró el cobrizo con una sonrisita.

-El mejor perfume del mundo.-Respondió la castaña, mientras caminaba hacia la otra punta del lugar.

Edward observó su menuda y preciosa figura alejarse.

-Muy apropiado.

El vuelo hasta Europa fue tranquilo. Tranquilo y largo. Bella nunca había estado en un avión por tanto tiempo, y luego de un par de horas, ya estaba caminando por las paredes.

Edward la tranquilizaba haciéndola recostares sobre su pecho, acariciando sus cabellos con suavidad, intentando convencerla de dormir porque sino no se podría mantener despierta esa noche, durante la cena antes de año nuevo y sacando temas de conversación sin cesar cuando ella no le hacia caso.

-Que pareja más bonita.-Había susurrado una anciana que estaba sentada al otro lado del pasillo con su dormido marido, mientras veía a Isabella dormir plácidamente sobre el pecho del cobrizo, mientras él tomaba su mano y acariciaba su espalda de arriba abajo.

-Bueno, gracias.-Había susurrado el cobrizo en respuesta, bajando su mirada hacia la durmiente Isabella, que giró el rostro y frotó su pequeña nariz contra el pecho de Edward antes de volver a acomodarse. Edward sonrió con ternura.

Había pocas cosas que adorara más que ver a su castaña dormir. Era demasiado adorable para su propio bien, y siempre murmuraba cosas que no tenía mucho sentido.

Edward no tenía idea de en qué momento se había enamorado tanto de ella. No sabía sí había sido la primera vez que la vio caminar dentro del hospital, toda nerviosa y expectante, o la primera vez que mantuvo una charla médica con ella, o la primera vez que la vio preocuparse tanto por un paciente, pero realmente, no le importaba.

Lo único que de verdad le interesaba en ese momento, era que ella estaba allí, entre sus brazos, y que no la dejaría ir.

En cuanto pisaron suelo europeo, Bella comenzó a ponerse histérica.

-Por favor, dime que tu madre no es una de esas madres sobre protectoras y celosas que detestan a cualquier mujer que se acerque a su niñito.

Edward soltó una carcajada mientras rodeaba los hombros de Isabella con un brazo.

-Mi familia va a adorarte, deja ya de sufrir, nena.-Susurró y depositó un sonoro beso en su cabeza, haciéndola reír.

Efectivamente, la familia de Edward adoró a la pequeñita castaña de ojos enormes y sonrisa sincera que no dejaba de mirar al cobrizo desbordando amor.

Edward la presentó como su novia, algo que la hizo sonreír como una estúpida y mirarlo con curiosidad, a lo que el respondió bajando la cabeza y susurrándole al oído.

-Porque eso es lo que eres.

-¿Ah, si?-Edward asintió y Bella le rodó los ojos.-Que romántico es usted, doctor Cullen.-Murmuró irónicamente, y Edward le sonrió de forma burlona.

Esme era una de las mujeres más dulces que Bella había llegado a conocer, y Carlisle, su esposo, era un hombre muy tranquilo, amable y que destilaba amor por su familia. Todos lo hacían, pensó la castaña.

Alice, la hermana pequeña de Edward, era una joven eléctrica y agradable, que podría llegar hasta parecer algo avasalladora de tan carismática que era, lo contrario a su novio, Jasper, un chico algo ensimismado sin dejar de ser agradable. La antítesis de la pequeña pelinegra.

Emmett, el hermano mayor de Edward, era la versión masculina de Alice, pero mucho, muchísimo más grande. Cuando abrazó a Bella, ella pensó ver la luz al final del túnel. Gracias al cielo fue rescatada por Edward, quien riñó a su hermano por ser tan "exageradamente afectuoso", a lo que su este respondió rodando los ojos y haciéndole un guiño a Bella, que no pudo evitar reír, a la vez que su esposa, Rosalie, sacudía la cabeza y sonreía mientras se presentaba.

También le presentaron al resto de los tíos, primos y abuelos, pero a la castaña le costó bastante retener los nombres.

Eran una familia enorme, unida, un tanto ruidosa y desastrosa, pero definitivamente, llena de amor.

-Y bien, ¿Quieren contarnos como se conocieron, chicos?-Preguntó Esme mientras cortaba un pedazo del bistec que había preparado para la cena.

-Bella es residente en el hospital.-Respondió Edward, dejando su copa de vino sobre la mesa.

-¡Oh, también eres doctora!-Comentó una de las tías de Edward, y Bella creyó recordar que se llamaba Gladis.

Bella asintió.

-Estoy intentando conseguir la especialidad en cardiología.

-La conseguirás.-Aseguró Edward, y Bella se giró a mirarlo con una sonrisita. Él se limitó a encogerse de hombros.-Eres buena.

-¡Que espantoso debe ser tener a Edward como jefe!-Exclamó Emmett, y Bella soltó una carcajada.

-Bueno, eso no puedo negarlo.-Bella lo miró, con la burla brillando en sus ojos.-Es el jefe más exigente que he tenido en mi vida.

-Ya dije que sólo es porque eres la mejor residente que he tenido.-Respondió el cobrizo en su defensa, y Bella le sonrió con dulzura.

-¿Y aún así lo quieres?-Volvió a preguntar Gladis, una chismosa y romántica por naturaleza.

Bella sonrió sin apartar los ojos del cobrizo.

-Muchísimo.

Edward suspiró, feliz, y se inclinó para besarla en la boca rápidamente.

Esme sonrió, feliz de ver que su hijo por fin lucía enamorado, de que había superado todas las barreras que le habian puesto en su vida y llegar allí, a ese momento en su vida en el que se sentía completo, por fin.

La cena transcurrió entre conversaciones animadas y muchísimas risas. Bella descubrió que en tan sólo unas horas ya había comenzado a adorar a aquella familia que la había aceptado con tanta facilidad y tanto cariño.

Luego del postre, la castaña se acercó al ventanal de la sala, para mirar la estrellada noche de Inglaterra.

-¿Quieres salir a conocer la ciudad mañana?-Susurró el cobrizo mientras la rodeaba con sus brazos por detrás, y Bella sonrió mientras se reclinaba sobre él.

-Me parece una idea genial.

Edward asintió y se inclinó para besar su cuello sin soltarla, mientras Bella sonreía todavía más.

-¿Bells?

-¿Mm?

-Te amo, nena.

La castaña sonrió y giró el rostro para besarlo en los labios.

-Y yo te amo a tí, cariño.-Bella suspiró, pensativa.-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Lo que quieras.

-¿Porqué te fuiste de aquí?

Edward inspiró hondo antes de hablar.

-Tenía diecinueve años cuando mi novia de la adolescencia me rompió el corazón. Ese mismo mes, me ofrecieron una beca en la Universidad John Hopkins y no dudé en irme. Una decisión un tanto estúpida y dramática, pero no me arrepiento de haberlo echo.

-¿Porqué?

El cobrizo se encogió de hombros.

-Cnseguí un trabajo increíble. Y te conocí a ti.

La castaña sonrió más ampliamente, y estaba a punto de responder cuando los interrumpieron.

-¡Muy bien, tortolitos, será mejor que vengan aquí porque faltan cinco minutos para la medianoche y debemos brindar!-Exclamó Alice.

Edward llevó a la castaña hacia el centro de la sala, en donde Alice les entregó dos comas de Champagne, dando pequeños saltitos en su lugar.

-¿Emocionada, enana?-Le preguntó Edward a su hermana, quien le sonrió ampliamente.

-¡Este será el mejor año!

Edward se giró hacia Bella sonriendo.

-Estoy de acuerdo con eso.

-Estoy tan feliz de que por fin sentaras cabeza, Edward, ¡Ya no más enfermeras!-Comentó Alice alejandose y Edward se llevó una mano a la frente, sacudiendo la cabeza.

-Hay veces en que la odio, de veras lo hago.

Bella sonrió burlonamente.

-Enfermeras, ¿Eh?

Edward rodó los ojos.

-Nunca las traje aquí. Alice conoció a un par cuando fue a visitarme a Estados Unidos.

Bella arrugó la nariz.

-Parece que tendré que mantenerme alerta con mis amigas las enfermeras.-Susurró, y Edward negó con la cabeza mientras le acariciaba la mejilla con ternura.

-No, no tendrás que hacerlo. Soy tuyo, lo sabes.

Bella sonrió, mientras se inclinaba contra él, apoyando una mano sobre sus abdominales, sosteniendo la copa en la otra y Edward rodeaba su cintura con un brazo.

-¿Lo eres?-El cobrizo asintió solemnemente y Bella sonrió todavía más ampliamente.-¿Y yo soy tuya?

-Toda mía.-Susurró el cobrizo con la voz un poco más ronca, apretándola más contra él.

Para alguien que nunca había pertenecido a ningún lado, ese concepto era fascinante. A Bella le encantaba por fin sentirse parte de alguien, de algo.

-¡10 segundos para que se termine el año!

Edward sonrió más ampliamente.

-Nueve, ocho, siete...-Todos se unieron a la cuenta regresiva, sosteniendo sus copas.

-Seis, cinco, cuatro, tres...-Bella soltó una risita cuando Edward se inclinó sobre ella y comenzó a besarla apasionadamente, mientras el resto de su familia seguía con la cuenta a su lado.-Dos...¡Uno!

Edward no la soltó, sino que sigió besándola más profundamente, obligándola a arquear la espalda hacia atrás mientras temía dejar caer la copa que sostenía en su mano.

Bella comenzó ese nuevo año besando al amor de su vida, y compartiéndolo con la primera familia que tuvo en toda su vida.

Ese, definitivamente, iba a ser un buen año.

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¡Buenos días! O noches, eso depende. ¿Les gustó? Les comento que esta segunda parte la tenía escrita desde antes de publicar la primera. Es decir, las escribí juntas, con la idea de publicarlo todo junto como un one shoot, pero me quedó muy largo, así que se me ocurrió publicar uno por Navidad, y el otro por año nuevo, pues, aquí tienen el de año nuevo.

De verdad quería darles un enorme y especial GRACIAS por todo lo que hicieron por mi este año. Fanfiction es una parte importantísima de mi vida, es prácticamente uno de los lugares en donde realmente puedo hacer lo que me gusta, y que ustedes lo acepten y les guste es impagable. Además, reflexionando, me di cuenta de lo mucho que crecí acá. Quiero decir, si leemos alguna de mis primeras historias, daba pena, de verdad que sí, y después de Suya -Que lo admito, es una de las mejores cosas que escribí, y no creo poder escribir otra cosa parecida alguna vez- es como sí hubiese comenzado a hacer las cosas un poquito mejor -Me aplaudo a mi misma. Bueno, no.- Y creo que ustedes fueron una parte increíble de ese crecimiento, así que de nuevo, muchas gracias.

Les mando un enorme abrazo, y les deseo lo mejor para este año, un beso gigante!

Emma.