―Memoria de vuelta―
La habitación estaba a oscuras. Eso era lo único que podía percibir, además de vagas sombras que se paseaban burlonas por su vista, para después quitarle el interés por completo en el posible pánico que debería sentir. Lo único importante, es que estaba ahí, sólo ahí, en ningún otro lado incómodo. En su hogar, en dónde se sentía tranquilo. Dónde flotaba en una nube cómoda, suave, que le sostenía los brazos para no dejarlo caer. Un paraíso terrenal. Un lugar que apareció de la nada, sin él si quiera percatarse de que ya estaba completamente cómodo allí. Sin saber ni una pisca.
Unos labios suaves recorrían su cuello. Su cuerpo estaba tieso. Todo se sentía cómo si una caja lo estuviera presionando para que no se encontrara con la mujer que él ya creía. Simplemente aceptó el destino. Relajó los músculos, para dejar entrar el placer a sus fauces. Todo estaba tan lúcido, tangible para él, cómo en muchas veces se le fue prohibido. Sin embargo, eso ya estaba en segundo plano, desechado. Principalmente, por que el roce de una lengua le impidió continuar con las reflexiones.
Su piel era absorbida con violencia. Pero eso a él le generaba un placer inexplicable. Comenzaba a ceder a los placeres carnales, a esos que adoraba, porque la lujuria era algo imparable. Aunque a pesar de todo, no conocía a quién le brindaba tanto placer. ¿Podría él entonces retribuir las atenciones? Esbozó una sonrisa maliciosa. Sentía un movimiento circular intentar penetrar un pedazo de su garganta. Aunque el masaje era formidable. Él sólo podía retorcerse, jadear, sudar cómo un loco. Ni siquiera sabía en qué lugar estaban apoyados.
Entonces sintió unas uñas encajarse en la piel de su pecho. Enterrarse en lo más hondo de su ser, hasta el punto de querer tocar sus órganos internos. Quizá, llegar hasta el frío corazón que él ya sabía que poseía. Él sólo pudo responder con un pequeño brinco. Quería desviar la mirada hacia aquella persona, pero sus músculos estaban privados de ese derecho. Sólo podía disfrutar de la limitada vista a un vacío oscuro, sin saber con certeza qué era.
―Vas a volverme loco. No pretendo responder a los daños causados ―Murmuró él. Los jadeos se hacían intensos, su respiración se volvía turbia, haciendo inflar su pecho con rapidez. Quién estuviera acariciando su piel con tanta destreza, estaba logrando el cometido.
No hubo respuesta. Nuevamente, unos labios se apoderaron de su cuello, aunque comenzaba a ponerse más intensa la situación. Un pequeño recorrido de besos ascendente marcó la distancia hasta su lóbulo. Fue mordido, lamido, besado con cariño. Él volvió a retorcerse. Frunció el ceño con frustración. Sólo podía ver sombras, destellos que eran incapaces de devolverle la vista privilegiada. Era agonizante estar en aquella situación, en especial, porque la excitación comenzaba a herirle.
―Te amo ―Susurraron de forma coqueta en su oído. Su piel se erizó, el cartílago se extendió cómo si se tratara de la cabeza de una tortuga. Aquellas palabras llegaron a su alma extinta, para despertarla de un golpetazo. Era satisfactorio, aunque todavía muy dramático para su gusto.
Entonces un enloquecedor sabor a fresa invadió su boca. De pronto, entre una mecha de lucidez, sintió un cuerpo sobre el suyo, unos labios haciendo presión, devorando su boca con sensualidad. Él sólo centró la vista hacia el rostro que yacía pegado a él. La movilidad había regresado. Entonces comenzó a revolcarse con todo privilegio, con libertad, con la satisfacción de poder palpar el cuerpo contrario.
Entre el sudor que se desprendía en ambos cuerpos, deslizó su mano hacia la oscuridad. No duró mucho hasta que sintió el cuerpo contrario. Una piel suave, una figura delgada, bastante reconocida por él, a pesar de haber degustado por poco tiempo aquella sensación placentera. Enloqueció entonces, porque era lo que estaba deseando. Sus dedos palparon la espalda de aquella mujer que le robaba el sueño. Sus labios querían reclamar su propiedad, introduciendo entonces la lengua en el juego arrollador.
Sus dedos subieron enérgicos hasta la parte superior. En medio de la confusión, rozó los cortos cabellos, que, supuso él, seguían siendo azules. Suaves, hidratados. Podía incluso percibir un dulce aroma a lavanda colarse por sus sentidos. Pero sólo reaccionó resoplando con tranquilidad. Era ella, no nadie más. Podía entonces tenerla con más confianza. Cómo en sus pensamientos más atrevidos lo hacía. Sin si quiera comentarlo a un cercano, porque principalmente, odiaba a las personas. Pero a ella, a ella no podía.
―Creí que ya no lo hacías… ―Dijo él en medio del ajetreo. Los dedos contrarios acariciaban su cuello, se deslizaban por su pecho. Podía sentir un cuerpo moviéndose de forma rítmica contra el suyo, haciéndolo perder la paciencia. Quería despertar sus hazañas más oscuras, violentas, placenteras.
―Estás equivocado…―Respondió ella. Podía sentir el aliento cálido rozar sus labios a una distancia prudente ―Siempre lo he hecho, Vegeta….Eres fantástico, lo que más he deseado en mi vida…―Agregó de forma sensual, para después besarle la mejilla.
Él se sintió en pleno éxtasis. De forma veloz, adquirió ahora el poder que merecía. Comenzó desde la mejilla, agarrándola del cabello, aplicando un poco de presión. Entonces, se desvió hacia el mentón, para plantar un beso allí. Ella se revolcó un poco, aunque siguió estática, además de estirar un poco el cuello para brindarle una bienvenida.
El cuello tenía un aroma a coco. Quizá alguna clase de aceite. Nunca le disgustó aquel olor, a pesar de haber sido quisquilloso con otros. En efecto, le importaba poco si se paralizaba ante la reacción de disgusto. Su misión era tenerla sólo para él, demostrarle cuánto la había extrañado. Cuán doloroso había sido aquel misterio en que la había metido. Quería explicarle la desgraciada razón, por la cual terminó abriendo su corazón a una mujer, después de demostrarse intolerable a cualquier persona que se le topara. Deseaba morder, lamer, arañar cada centímetro, abrir aquel rasgo oculto sólo con ella.
Mordió la clavícula, los dos huesos que se marcaban de forma llamativa, que hacían ver de forma más refinada su figura. De forma vergonzosa, lo había analizado con paciencia, todo de ella.
Sintió el cuerpo contrario arquearse, suponiendo la aproximación de un movimiento más atractivo. Él comenzó entonces a descender un poco, posando la mano libre sobre la espalda baja. Quería bajarla más, aunque todo era a su tiempo.
La boca se le hacía agua, podía sentir el cuerpo contrario temblar. La malicia se apoderó de él, quería causarle desde la más mínima sensación, hasta maximizarle los sentidos, hacerla rogar por su amor. Sin embargo, aquello comenzó a desvanecer. Sus labios ya no podían sentirla. La mano que poseía sobre la espalda había perdido fuerza, además de un punto de apoyo. Ella ya no estaba allí. Porque realmente, jamás lo hizo.
― ¡Despierta, Vegeta! ―Sintió entonces un llamado en medio de la oscuridad. Intentó voltear a cada lugar, sin embargo, todo era tremenda confusión. Él sólo quería encontrarla, sintiendo su alma completamente turbia ― ¡Despierta, quiero enseñarte algo! ―Volvieron a insistir, haciéndolo sentirse enojado.
Fue cuestión de dejarse llevar. La oscuridad fue reemplazada por una habitación completamente iluminada, aunque él aún no analizaba el espacio en dónde orbitaba. Al cabo de unos segundos, tuvo que revolcarse en la superficie, debido al cambio violento de situaciones.
― ¡Bulma! ―Gritó él en medio del trance. Su cuerpo cayó con fuerza al suelo, seguido de ser cubierto por una cobija bastante gruesa de color marrón. La superficie de madera fue lo que le chocó con la realidad. El frío que se colaba por sus huesos era la evidencia de que todo era real.
―No, Vegeta, yo soy Gokú…―Dijo el contrario con una sonrisa ―G-o-k-u ―Enfatizó después.
El pelinegro se paró a un lado de Vegeta. Detalló el bulto gigante que había en el suelo, para después soltar una sonrisa cargada de inocencia.
―Ven, Vegeta, tenemos muchas cosas que hacer….Si es que queremos que vuelvas a la normalidad ―Explicó el Saiyajin, acariciando con la punta de su bota, algún punto del bulto.
―Estoy bien…Eh…Eh…―Vegeta entonces cayó en cuenta. Había olvidado el nombre de aquel hombre. Quizá por mísero desinterés, desde el principio él le había parecido patético.
―Tú solías decirme Kakaroto… ¿De verdad no te acuerdas de mí? ―Preguntó con algo de melancolía.
―Kakaroto, necesito irme de aquí, no necesito volver a ninguna realidad, comenzando por que es absurdo…―Explicó Vegeta de mal humor. Se revolcó entre la cobija, para después salir de allí con algo de esfuerzo. Luego, desvió la vista hacia arriba. El hombre de traje naranja le observaba con curiosidad desde las alturas. El príncipe se agobió. Odiaba verse en una posición tan humillante ― ¿Qué te he dicho? ¡Necesito salir de aquí! ―Ordenó entonces.
―Milk dice que tienes que desayunar, te va a gustar Vegeta.
― ¡Kakaroto! ¿Acaso eres idiota? ―Cuestionó él de mal humor. Arqueó la ceja, esperando quizá la respuesta.
―Empiezo a creer que si sabes quién soy ―Agregó algo indignado ―Levántate, entrenaremos un poco, para averiguar si aún posees los poderes Saiyajin.
― ¿Saiya…Qué?
―Será mucho por explicar ―Previno Gokú con algo de preocupación.
―
―
Condujo su auto a una velocidad casi que prohibida para aquella zona. Sin embargo, estaba completamente iracundo. Todo su día había comenzado de cabeza, para después rematar sus desgracias con el encuentro de Gokú en la escena. Aquel hombre chiflado le obligó a colocarse un pantalón de Yoga, para después sacarlo al jardín. Todo había sido tranquilo en ese instante, La Montaña Paoz le preveía un gran paisaje, rodeado de mesetas a lo lejos, árboles de tamaños impensables, incluso, si se concentraba un poco, podía oír el sonido del río. Aunque las cosas se tornaron salvajes, a la hora de la verdad. Unos nudillos fuertes se encajaron con fuerza en su rostro, para sentir que todos sus dientes se chocaban entre ellos, formando una coalición en su boca. Finalmente, sólo escupió algo de sangre. Indignado, decidió correr de allí con lo poco que poseía. Un pecho desnudo, la dignidad por el suelo.
¿Por qué encestarle un puño de todas formas? Él estaba seguro de querer romperles los dientes a todas las personas, en especial, para poder representar su frustración. La mujer del sueño, esa que sintió de forma tan real, le había hecho una confesión maravillosa la noche anterior. Aunque, para su pesar, todo había sido un trueque de realidades, no sabía si creer o no. Su vida estaba partida en dos, sin saber su pasado, ni su futuro.
El Bugatti le llevó a su departamento en pocas horas. Sorpresivamente, el día anterior, había olvidado calcular la distancia recorrida, debido a su increíble furia que acrecentaba. Esa tarde, con más calma, tuvo el privilegio de impresionarse con sus habilidades al volante. No cualquiera tenía tanta resistencia.
Aparcó en la calle, para después cerrar sin cuidado. Ingresó al edificio, enviándole una mirada hostil al portero. Aquel hombre no le ingresaba buena espina desde que lo había visto el primer día. Después, fue cuestión de esperar unos minutos en el ascensor, sacar sus llaves, escoger entre el millar que poseía. Equivocarse al ingresar la primera, forcejear con frustración con la segunda. Después, llenarse de calma con la quinta. Aquel procedimiento era el de toda su existencia. Eso se limitaba a unos cortos años de lucidez. Su pasado estaba en blanco, sin asegurarle nada por completo.
El apartamento poseía un olor a almendras. Natzuki poseía unos cuantos aromatizantes repartidos por todas las habitaciones. Él nunca objetó. Aunque, aquel día, el aroma le incomodó más que nunca. Se sentía completamente extraño.
― ¿Nat? ―Llamó él con precaución. Guardó silencio un instante, aunque verificó que no había respuesta. Entonces, cerró la puerta tras él y caminó con desconfianza los contados pasos hacia el sofá ― ¡Ya llegué! ―Llamó nuevamente, con un mal sabor en su boca ―Qué bueno que no está ―Murmuró entonces al asegurarse que no se encontraba realmente.
Se lanzó con violencia al sofá. Hundió su cabeza en el espaldar, además de relajar sus músculos en su totalidad. Podía sentir su mejilla palpitar, pero no le dolía. Era extraño, pero cierto. Ni las encías, ni los dientes. Ni siquiera una pequeña molestia, nada, parecía estar sedado.
Encendió el televisor. Colocó sus pies sobre la mesa, aprovechando estar vestido para la ocasión. Su pecho desnudo rozaba la tela suave del sofá.
Sin embargo, alguna señal extraña del destino le obligó a voltear a un lado. Allí, sobre la mesa que se encargaba de sostener la lámpara de excéntricos diseños de Natzuki, había un pequeño sobre de color crema. En la cara había una "V" dibujada. Era imposible no querer alarmarse.
Se estiró lo suficiente, sin desbaratar a fondo su posición inicial. Tomó el sobre entre sus manos, lo detalló por lado y lado, para después realizar una mueca de desapruebo. Con desespero, rasgó un borde. La ansiedad de saber qué había allí oculto le invadió. Estaba formando un torbellino de emociones juntas. Incluso se le hacía agua la boca.
El papel era rectangular. La letra estaba hecha por algún niño que apenas cursaba la primaria, aunque bien sabía que era producto de la prisa ¿Prisa por qué? Vegeta decidió entonces dejar de reparar en la caligrafía, para leer en sí, el corto mensaje que había para él.
"Acabaré con esto de una vez"
Vegeta leyó dos, tres, hasta cuatro veces, pero no comprendió el mensaje. Quizá era por el golpe, tal vez, por haber dormido mal en una cama ajena. No había versión clara de su confusión, pero lo que si sabía, era que, aquella nota, era claramente el detonante de algo importante. ¿Qué era? No lo sabía, quería hacerlo, sin embargo, Natzuki no dejó pista concreta.
Dejó la nota a un lado del sofá, imaginando que sería alguno de esos juegos que traía la mujer para él de vez en cuando. Tantas cuestiones juntas eran un suplicio, no quería más, no por ese día.
Decidió entonces centrarse en la televisión. Colocó nuevamente sus piernas sobre la mesa, jugueteando de vez en cuando con el control. Ciertamente, estaba aburrido.
Sin embargo, cómo actitud ridícula del destino, llegó a él algo increíble.
La pantalla se puso de color azul. Después, una imagen de la Corporación Cápsula se dibujó. Hubo un pequeño acercamiento, para darle paso a las palabras de un hombre con la voz potente y algo llamativa. Aunque no para Vegeta, a él le daba igual.
"En Capsule Corp. hacemos todo lo posible para traer sus sueños realidad. Contamos con infinidad de proyectos en borrador, que, próximamente serán traídos al público. ¡Si, usted! Podrá disfrutar de los mejores inventos fabricados. Seguridad, calidad, pero sobre todo, confianza. Esa que usted está dispuesto a brinda…"
Vegeta cambió la pantalla. Aquel comercial era aburrido, además de que las secuencias se hacían tortuosas. Lo último que quería ver en su día trágico, era un millar de Robots molestos pegados a su retina.
Lo último que quería era recordarla.
Recordarla.
― ¡Maldición! ―Exclamó Vegeta. Se levantó con prisa del sofá, para después correr a su habitación. Se le veía repleto de prisa, incluso podía verse su respiración agitada.
Cubrió su pecho con una camisa ancha de color blanco. Después, encontró unos zapatos deportivos que casi nunca usaba, sólo en situaciones de emergencia. Lógicamente, ese momento era uno.
― Maldita mujer, se saldrá con la suya…―Se dijo a sí mismo después de acomodar el pantalón de Yoga para que no se viera tan desordenado. Después, corrió a buscar las llaves de su auto. Si había suerte, la mujer loca de la corporación Cápsula seguiría sana y salva.
―
―
La Pelirroja ingresó al ascensor. Relamió sus labios con algo de malicia, velando que sus intenciones no fueran del todo obvias. Estaba usando un abrigo bastante amplio, el suficiente como para ocultar entre uno de los bolsillos un revólver cargado. No era que fuera una homicida, mucho menos poseía habilidad para aquellos juegos de tiro. Sin embargo, cierto día le fue cedido cómo regalo. Le era imposible creer que le daría el mejor uso posible en su vida. Era por eso, que acariciaba el objeto con recelo por sobre la tela. En su tiempo debido, ella reiría de último. Lógicamente, mucho mejor.
Las puertas se abrieron al llegar al último piso. El pasillo estaba iluminado por una luz blanca, además de ser la única cubierta por esta. Todos se encontraban almorzando para esas horas. Cuándo disparara su revólver, correría lo más rápido posible. Cubrir su rostro estaba entre los planes, pero, el beneficio de no ser vista por los testigos, era incluso perfecto. Aquel plan no había sido pulido en totalidad, pero las cosas le estaban saliendo.
Llegó hasta el final del pasillo, a la derecha, se encontraba una puerta bastante ancha, con algunos detallados en la madera. Bulma Briefs era una mujer sencilla, aunque fue por insistencia del Vicepresidente Trunks, de que todo estuviera cuidadosamente fabricado para ellos.
Tocó dos veces, lastimando sus nudillos con la superficie realmente dura. Después, fue cuestión de esperar.
― ¡Un segundo! ―Avisó la mujer al otro lado de la puerta. Después, se escuchó el sonido de unos cuántos papeles revolcarse.
Natzuki formó una sonrisa maliciosa en su rostro. Sacó el revólver, verificando la presencia de sólo tres balas en el cargador. Giró la rueda, para después ocultarla en el pequeño compartimiento metálico. Luego, esperó a que la magia ocurriera.
No podía creer que aquel día enserio hubiera llegado.
La puerta se abrió. Una luz adicional se coló en el corredor, proveniente del gran ventanal que había en el interior de la oficina. Pudo ver cómo ambas puertas abrían paso a Natzuki. Dejando expuesta a la gran Bulma Briefs.
― ¿Qué haces aquí? ―Cuestionó Bulma con cierta indignación. Llevó ambas manos a su cintura, rozando con delicadeza el borde de su vestido de color azul.
La Pelirroja sonrió con arrogancia. Después desvió la mirada hacia su revólver. Lo sostenía con firmeza con la mano derecha, apuntando directamente a Bulma.
―Vine a despedirme. Es hora de que te alejes de nuestras vidas….Sólo que, para siempre ―Explicó ella con cierta satisfacción. Fue incluso en crecimiento, al ver el rostro incrédulo de Bulma. Natzuki sabía que ella actuaría de aquella forma. Sin embargo, quería saber en qué momento ella rompería la barrera de la arrogancia.
― ¿Enserio? ―Preguntó ella sin realizar expresión alguna. Aún no comprendía la situación del todo.
Natzuki apresuró la situación. Presionó el cañón del revólver en el abdomen de la científica, obligándola a retroceder en búsqueda de deshacerse de aquella sensación friolenta sobre su piel. La Pelirroja le siguió el paso. Ambas se encontraban en un momento bastante crítico, en los confines de la oficina de la Peliazul.
―Yamcha siempre será mío ―Explicó la mujer ―Pero sobre todo, Vegeta siempre será completamente mi confidente. Mi compañero, el hombre que decidió traicionar a su esposa para romperle completamente el corazón. ¿Has creído todos sus trucos? ¿Involucraste a un extraño formado por mí en tu vida amorosa de nuevo? Dime algo, ¿Se fue después de hacer el amor? ―Agregó entonces más confiada. Las palabras hirientes llegaban disparadas.
―Eso sería una completa locura. Aunque eso explica muchas cosas… ¿Algo más? ―Preguntó sin preocupación. Se le veía valiente, aunque ciertamente, no sabía cómo resultarían las cosas. ¿Las esferas del dragón la salvarían?
―Esa arrogancia te matará Bulma. Esperaba verte llorar, cómo en ciertas ocasiones Vegeta comentó que lo hacías.
― ¡Es estúpido! ―Reaccionó entonces la mujer ―Soy brillante, hermosa, por eso no puedes tolerar que hubiera triunfado. Podemos solucionar esto de alguna manera. Yamcha ya no es más de mi interés, en especial por el expediente que tuve años atrás. Tampoco Vegeta.
―Eso no interesa más ―Dijo ella. Presionó con más fuerza el revólver ― ¿Estás lista?
― ¡Alto! ―Dijo Bulma ahora un poco más dudosa ― ¿Qué se supone que le sucedió a Vegeta?
―No importa ―Su dedo jugueteó empujando un poco el gatillo, sin presionarlo del todo. Para sorpresa de nadie, su primera muerte iba a ser realizada sin sentimiento alguno. La frialdad, el odio, la ira se veía presente en su rostro. Quería acabar con todo lo que irritaba su preciosa vida. Acabarla a ella, porque había destruido sus sentimientos desde que era un poco más joven.
Entonces todo se nubló. Natzuki cerró sus ojos cargada de satisfacción. Mordió su labio inferior, para después apretar el gatillo. El tiempo se detuvo, se paralizó la contabilización de los segundos. Era ella, el sonido seco de una bala salir disparada por el cañón, intentando atrapar el cuerpo que había en frente.
Esbozó una sonrisa victoriosa. Sintió el sabor de la sangre recorrer su boca, a pesar de que aún no había visto la de Bulma. Sin embargo, podía sentir el completo silencio que invadía la habitación. Con su vista privada, podía imaginar a la Científica desplomada en el suelo.
―Al fin…Acabó…―Dijo ella orgullosa. Pero, tuvo la desgracia de abrir los ojos de nuevo.
Un cuerpo mediano se encontraba frente a ella, dando la espalda. Sin embargo, por los músculos marcados en la camiseta blanquecina, podía adivinar quién era el saboteador. La mujer frunció el ceño, para después sentir un sabor de ira recorrer su cuerpo. Ninguno estaba herido, pero la bala se encontraba desplomada en el suelo, incluso al borde de hacerse polvo.
―Vegeta… ¿Por qué? ―Dijo entonces la Pelirroja, algo destrozada.
El hombre de cabello en flama abrazaba a la científica. Un agarre seguro, unos brazos fuertes sujetando el cuerpo delgado de la mujer. Ambos estaban con los párpados cerrados, haciendo bastante presión en sus expresiones. No querían saber qué sucedía o qué terminó sucediendo.
―Estás a salvo ―Anunció Vegeta. Su cuerpo la abrazaba con fuerza, no quería soltarla ni por un segundo, porque aquella ocasión era la que mantenía en sus sueños despiertos. Oler aquella colonia de aromas variados. Sentir el cuerpo temblar por su presencia. Incluso por el miedo del momento, él sabía que se encontraba nerviosa por él.
Bulma no dijo nada. Se dejó caer en brazos del hombre. Ignorando por completo a Natzuki.
― ¡Eres un traicionero! ―Dijo la mujer indignada. Dio unos pasos hacia adelante, para después colocar su revólver sobre la cabeza del hombre ―Siempre supe qué harías las cosas mal. Te dejaste llevar por una mujer, por la lujuria. Dime ¿Eras incapaz de apreciar mis sentimientos? ―Cuestionó ella con melancolía.
―Retira esa cosa de mí cabeza ―Ordenó el hombre con hostilidad.
Natzuki disparó la segunda bala, bastante cargada de rabia. Sin embargo, el efecto fue adverso. El proyectil rebotó sobre la amplia frente del hombre, para después hacerse polvo. Sin embargo, ella continuó con la última. El mismo resultado, de forma frustrante. Entonces, lo golpeó con el revólver. Frenética, histérica, sin comprender la situación. El hombre no se inmutó, no hasta el último golpe. La resistencia falló y él desfalleció en el suelo.
Vegeta acarició su cabeza, con una expresión confundida en el rostro. Sin embargo, no dudó ni un instante al recibir cada bala. Tampoco comprendió la razón de que continuó ileso.
― ¿Estás bien? ―Bulma se arrodilló junto a Vegeta, quien acarició su cabeza con una expresión de incomodidad. El último golpe había sido bastante fuerte, incluso para aquel hombre, que, no poseía ni la mitad de la fuerza anterior. Quizá porque no había sido descubierta.
Natzuki frenó en seco. Estaba iracunda, confundida al igual que Vegeta. Pero Bulma, Bulma no se veía de esa forma. Incluso extraño para la situación del momento.
― ¿Qué demonios sucede aquí? ―Preguntó ella irritada. Aunque no obtuvo respuesta.
Bulma aplicó algo de fuerza sobre la frente de Vegeta. Estaba enrojecida, palpitante. El hombre por su parte, estaba paralizado en el dolor. Era una situación bastante curiosa.
Entonces todo llegó. Primero comenzó con un planeta árido, en quién sabe qué lugar del espacio exterior. Luego, un castillo. Un hombre castaño a su lado, muy similar a él, pero con un vello facial bastante extenso. Portaba un traje de batalla, un armamento cómo aquellas batallas de las películas. Curioso, porque él no recordaba ver algo así en su vida.
Vegeta se arrodillo. Mordió su labio inferior. La migraña le estaba devorando el cerebro. Sentía una sensación fría recorrer toda su corteza, hasta llegar a la nuca. Ahí, todo se desvanecía en un dolor peor. Bulma sólo siguió con la presión.
Un hombre calvo, con una sombra oscura sobre el labio superior. Él mismo le retiró la vida en una actitud descarada, pero no comprendía del todo. Planetas, varios viajes interestelares. La impresionante oscuridad. Pequeños puntos blanquecinos presenciando las lejanías por descubrir. ¿Qué era todo eso? La corriente de imágenes le saturaba la cabeza. Por la comisura de sus labios se deslizó una gota de saliva, producto de la presión forzada de sus dientes. Y todo continuaba, el dolor, las imágenes, una vida completamente diferente a la imaginada. ¿Dónde estaba la universidad? ¿Por qué veía a tantos hombres repletos de trajes? Sujetos de formas extrañas, lagartijas, hombres de color rosado. Monstruos con dientes más grandes que su vehículo. ¿Qué era eso?
Entonces una explosión se presentó en su cabeza. Más pensamientos.
Una lagartija de color blanco con morado se posó sobre él. Entonces una ira se formó en Vegeta. Comenzaba a comprender. Luego, recordó las muertes atroces que llevó a cabo. Sujetos rogando por su vida, algunos brazos rodear su pierna cómo última alternativa para generar lástima…Sangre por montones, miembros amputados, incluso algunos destinados para su nutrición. Más explosiones, fragmentos planetarios deslizarse en los confines del espacio. Él orbitando. Una luna llena, una cola rodear su cintura cuan animal callejero.
― ¡Qué sucede! ―Gritó con desespero ― ¡Qué pare, maldita sea!
Y llegó lo más importante. Gokú. Un sentimiento de rabia se formó en su interior. Por supuesto que recordaba al hombre de traje naranja, sin embargo, no lo veía capaz de soltar rayos de luz de forma normal de la palma de su mano. ¿Qué era eso? Un sentimiento de superarlo se originó en él. Quería derrotar a Kakaroto, demostrarle que él era el mejor.
―Maldito Kakaroto ―Murmuró Vegeta en medio de su agonizante situación ― ¡Soy el mejor! ―Gritó de nuevo.
Bulma sonrió. Un avance se había formado.
Luego, un estruendo, los niveles de gasolina bajos. Una nave caer a toda prisa a la superficie de la tierra. El compartimiento abrirse, luz, incómoda luz golpear su rostro. Variadas miradas centradas en él, sin embargo, una ya muy conocida. ¿Recordaba verla usando ese peinado? La juventud en el rostro de la científica, los ojos curiosos envolverse en los de él, para después encontrarse una expresión disgustada. Luego él en la ducha, pensando en derrotar a Kakaroto…Explosiones, Freezer. Entrenamiento, una explosión más violenta, todo su mundo se paralizó en ese momento. Luego abrió los ojos, allí estaba esa mujer dormir sobre una mesa.
―Bulma…―Comenzó a decir ―Qué peinado más ridículo…
Un beso en el techo de la corporación. La mujer presionar contra su espalda. Otro beso más íntimo entre las sábanas, su sensación de incomodidad al sentir que ella le abrazaba. Luego, recordó el llanto de un bebé. Un rostro femenino cargado de orgullo. Personas fastidiándole. Noches familiares, la primera transformación del menor. Nuevamente, un beso en el sofá, la caricia cálida sobre su mejilla. Sintió repulsión, pero luego, se dejó llevar de encantos. Llegó a su mente un cabello azulado, el llanto fuerte de una menor que le causaba cierta atracción paternal. Recordó cargarla con torpeza, viajes familiares. Peleas…Una discusión en la cocina, otra en la sala, después, una en la habitación. Todo se asimilaba a su sueño.
―Muchacha terrícola…―Pronunció con dificultad. Elevó la mirada a la mujer, quién se veía pasmada ―Bulma, Mujer…―Prosiguió. Traía los ojos brotados de la fuerza realizada ― ¿Qué demonios sucedió? ―Preguntó finalmente.
― ¡Maldita sea, has vuelto! ―Ella lo abrazó con fuerza. Estaba emocionada. No se sentía así, desde que Freezer fue derrotado.
―Nunca me fui ―Dijo él con simplicidad. Dejó que el gesto se llevara a cabo, pero no respondió de forma cálida.
―Ya no eres el estúpido ―Le posó un beso en la frente, justo en el centro de la herida ―Gracias a Natzuki.
La Pelirroja había abandonado minutos atrás, llevada del pánico.
― ¡Ya, mujer! No es que hubiera muerto ―Repudió él. Se retiró del suelo, para limpiar su ropa ― ¿Qué demonios es esto? No comprendo por qué esta elección tan inútil.
―Oh, sigues siendo gruñón…―Bulma sonrió ―Todos se van a enloquecer al verte.
―No quiero que nadie me vea.
― ¿Por qué?
―Me comporté cómo un maldito humano…Es un completo No, prefiero esconderme.
―Un príncipe jamás huye.
Vegeta gruñó.
―No sé si perdonarte, pero estoy aliviada de poder tenerte nuevamente. ¡Oh, Vegeta! ―Se levantó enérgica y lo abrazó. Rodeó la nuca del hombre fortachón con sus brazos, para sentirlo más cerca. Entonces, encestó un beso en los labios de este.
Era imposible repudiar algo así. Vegeta observó en la corta vista que poseía, si había presencia alguna. Para su alivio, aquel afecto de amor estaba reservada sólo para ellos dos.
―Jamás contaremos esto a nadie ―Sentenció él. Para después volver a besarla.
―Cada detalle, amor mío ―Dijo ella con una sonrisa maliciosa. Presionó gustosa los labios del hombre, olvidando la pequeña aventura que poseía con aquel desconocido. Quién pensaría que, aquella situación de peligro, terminara de esa forma.
―Mataré a esa mujer.
―Déjala libre un rato, lo merece ―Ordenó ella con suavidad. Encestó un beso en la mejilla del hombre.
Ambos se observaron, aunque Vegeta fue el primero en apartar la vista. No estaba muy seguro de seguir manteniendo tanto contacto con aquella mujer. Aunque en ese trance, tenía certeza de que no se habían conectado de aquella forma por un buen rato.
Mejor disfrutar, para después arrepentirse de ser tan débil por aquella mujer. Después de todo, incluso en el trance más poderoso del mundo, iba a enamorarse de cualquier forma.
Fin.
Ha pasado una cantidad de meses. Debo decir que años, dónde cambié ciertos aspectos. Un error haber descontinuado el último capítulo cómo prueba de maldad. Supongo que todos hemos madurado, al igual que mi forma de escribir, además de ver las cosas. No tenía pensado terminar, aunque encontré mis historias viejas, la releí, disfruté con algunos pedazos de mi imaginación infantil, para después darme a la idea de terminar una de variadas historias.
Lamento la demora, bueno, algunos fics no se actualizan desde 2008 así que tengo la ventaja (¿?) Terminé para darle un final apropiado. Sin embargo, la idea, con el tiempo, se deterioró. Luego habrá un epílogo, para demostrar ciertos aspectos cambiantes en la actitud de los personajes. Espero alguien recuerde esta historia. Muchas gracias a todos esos comentarios, releí uno por uno, negativos, positivos y déjenme decirles, que, aquello ayudo a pulirme. Aún no es perfecto, pero ahora me siento un poco más orgullosa del avance. Llevo estas historias en el alma, marcaron lo que sería mi inicio en la escritura, es algo que simplemente no puede desaparecerse de la noche a la mañana. Un final decente, contando con los dramas que incluí. Incluso, me gustaría hacer una adaptación, cambiando ciertos eventos, aunque manteniendo la esencia. Es increíble que pude darle fin. Va siendo buena hora para comenzar otro fic, ayudándome de las nuevas ideas. Es increíble que, hubiera salido un nuevo DBZ y yo apenas actualice. Gracias a todos, ha sido un honor compartir con ustedes un pedazo de mi alocada imaginación. Nos volveremos a leer y aunque tenga un millar de palabras. Va a ser con su debido tiempo. Es también sensacional volver a retomar Fanfiction, a pesar de que había adoptado un nuevo sitio. Wattpad es mi nuevo hogar, la cuenta sigue siendo la misma. Nos vemos pronto, espero les hubiera gustado.
Espero que actualicen las historias que sigo desde 2012 :v
