Disclaimer: Estos personajes son míos y de nadie más... Okno, son de JK Rowling... y yo no soy ella :C

Perdónenme la vida por demorarme taaaaaaaaanto en subir (y más encima subirlo mal y tener que editarlo y blablabla), tuve problemas con mi computador y perdí todo y me fui de vacaciones y después la universidad... En fin, no me estoy excusando, pero tengan paciencia c:

Saludos especiales a todos lo que me dejan review porque me motivan a seguir la historia y me ayudan con detalles que se me pasan y son importaantes. Su comentario es mi sueldo ;)

Bueno, lo dejo con la historia. Pasteles de caldero!


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Ya de nuevo en su dormitorio, Draco daba vueltas y más vueltas arrastrando los pies frente a las paredes verdes y plateadas; definitivamente haber vuelto a su pieza lo hacía sentirse peor que antes. Las palabras de su padre, escritas en elegante tinta verde esmeralda resonaban en su cabeza "...Ha comenzado, Draco...". Cada vez que miraba hacia su cama con el dosel corrido, el estómago le daba vueltas. El trozo de papel se encontraba abierto y estirado, llamándolo al mecerse con cada soplo de viento helado que se colaba por entre las ventanas. Si había empezado, significaba que él también tendría que tomar partido en algún momento y presentía que ese momento estaba cerca.

Tomó la carta con furia y, arrugándola en su puño, la arrojó al piso, para así dejarse caer en su cama, taparse el rostro con un brazo y suspirar pesadamente. En momentos así necesitaba estar solo.

Unos murmullos y pasos en el pasillo, justo afuera de su puerta le indicaron que había hablado demasiado pronto.

- Hola, Draco – dijo sonriente una muchacha mientras entraba despreocupadamente a la habitación y cerraba la puerta tras ella – supuse que estarías acá.

- Y ahora que me encontraste Astoria, por favor déjame tranquilo – le respondió el rubio girándose en la cama para darle la espalda a la puerta.

- Y también supuse que no estarían tus amigos gorilas – continuó ella con un tono sedoso, como si no lo hubiese escuchado, mientras se acercaba lentamente a la cama – así que pensé venir a hacerte una visita, ya sabes, como antes.

Mientras decía todo esto, la joven deojos verdes y piel pálida se había ido desabotonando la delgada blusa blanca que cubría su sensual figura, dejando al descubierto un sujetador rosa con encajes. Se aproximó a la espalda del joven de ojos grises e intentó acurrucarse a su lado, pero al ver que no obtenía respuesta, se dio la vuelta y se plantó frente a él con una sonrisa ladeada, agachándose a su altura y desabotonándole la camisa.

- Greengrass, te dije que te largaras – le respondió él apartando sus manos en un gesto no tan delicado.

- Pero Draco...

- Por Merlín, ¿no entiendes? - dijo él, exasperado, parándose de la cama e irguiéndose frente a ella, agachando la cabeza para mirarla a los ojos – En este momento veo delante mío a una niña que no entiende que en este momento no me interesa y que se rebaja a andar en ropa interior para provocarme.

- Draco... pero tú... - balbuceó ella con el color subiendo a sus mejillas, abotonándose rápidamente la blusa, mientras el rubio se daba media vuelta y se apoyaba en uno de los postes de la cama, masajeándose la frente con los dedos.

- Definitivamente Daphne y tú no tienen nada en común. Ella no andaría rogando. Ahora sal de mi habitación, por favor.

- Malfoy, ¿qué te pasa? Aunque, ¿sabes? No me importa, no me importa nada que provenga de ti, y te aseguro que esto te va a pesar – amenazó la Slytherin con profundo odio acumulado en su mirada empañada – yo misma me encargaré de ello.

- Muy bien, ahora vete. Corre a llorar con quien quieras, pero no aquí conmigo, no tengo tiempo para niñerías – El estómago del rubio dio vueltas al escucharse ofender de esa manera a Astoria, después de todo, él era un Malfoy, con clase y elegancia. Bueno, él supuso que su malestar era por esa razón, ¿o era algo más?. Tampoco tenía el ánimo de averiguarlo.

Cuando la puerta se cerró con fuerza y escuchó alejarse el sonido seco de las pisadas de la muchacha, se dejó caer en el borde de su cama con los párpados apretados y ahogó sus emociones mordiéndose sus propios nudillos.

- ¿Draco? ¿Estás bien? - preguntó cautelosamente un joven alto y de llamativos ojos azules asomándose por la puerta.

"Perfecto, lo que me faltaba"

- Por supuesto. Déjame tranquilo.

- Es que me pareció oír... Y Greengrass salió hecha una furia... Supuse que...

- ¿¡Por qué todos hoy suponen cosas!? ¡Estoy bien, maldita sea!

- Claro, perdona, solo quería decirte que Dumbledore te necesita en su oficina – y dicho esto, Theodore Nott cerró la puerta y se alejó confundido.

Draco se sentía peor, ya no era ansiedad o lo que sea que esa carta le hubiese provocado. Había comenzado a sentir pequeños temblores y su frente de a poco se perlaba de sudor, además se sentía ahogado y que su alcoba se hacía cada vez más pequeña, encerrándolo dentro.

"Necesito salir de aquí". Tomó la carta y la arrugó en su puño, para meterla luego en uno de los bolsillos de su túnica y salió tras Nott en dirección al despacho de Dumbledore.

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Del otro lado del castillo, en una de sus torres más altas, una pelirroja daba vueltas soñadoramente en su alcoba al ritmo de una música inexistente, mientras dos muchachas estiradas en una cama la miraban con cierta curiosidad.

- Me rindo – dijo con un suspiro resignado una de estas muchachas al cabo de un rato - ¿se puede saber qué estás haciendo?

- ¿Qué no ves? Estoy bailando un vals.

- Ah, claro, un vals. ¿Me permites preguntar por qué?

- Estoy practicando el vals de mi boda – dijo sonriente Ginny Weasley deteniéndose un momento para mirar a su amiga y luego seguir girando con aún más brío.

- ¿Te vas a casar? - preguntó una rubiecita con los ojos grises abiertos como platos, incorporándose en la cama escarlata.

- Por supuesto que no, Luna.

- ¡Pero claro, Luni! No le hagas caso a esta pesada. ¡Me casaré con Harry! Después de los estupendos resultados de mi plan de hoy, casi se puede sentir en el aire nuestro amor. Si quieres puedes ser una de mis damas de honor. ¡Y puedes ir con Neville a la boda!

Mientras Ginny hablaba con los luminosos ojos mirando al cielo, Luna se había levantado de la cama, y con pequeñas y agudas risas, se había unido al peculiar baile de la pecosa.

Hermione no estaba de ánimos para tanta niñería, aunque por supuesto en el fondo de su corazón se alegraba por la felicidad de su amiga, pero tenía mucho en que pensar. Primero estaba Draco, el "maldito hurón, ser humano despreciable", que lamentablemente no podía apartar de sus pensamientos. Segundo, Ron, con esa extraña conversación que tuvieron en el comedor. Tercero, esa espeluznante fuga masiva de Azkaban que le ponía los pelos de punta. Estaba también Harry, el extrañísimo distanciamiento de Fred y George, Luna y Neville, Ginny, el Ejército de Dumbledore, Umbridge, los TIMO's a la vuelta de la esquina, el regreso del que-no-debe-ser-nombrado...

- Hooolaaaaaaaaaaa, tierra llamando a Hermione – la despertó de pronto Ginny agitando la mano frente a su rostro.

- Oh, lo siento, ¿qué me decías? - dijo ella, sentándose encima de la cama un poco confundida.

La pelirroja sonrió de lado en una casi perfecta imitación de cierto rubio – lo que provocó que a Hermione le temblara el estómago – y miró a Luna, para luego agregar, también en un tono altanero demasiado bien imitado:

- Parece que Granger anda en las nubes... Quién sabe quién será el afortunad...

No pudo seguir al recibir el impacto de un cojín justo en su rostro, acompañado de la risa aguda de Luna. Y tampoco pudo responder, ya que alguien golpeó tímidamente la puerta.

- ¡Pase! - dijo Luna cantarina, sujetándose el estómago en un esfuerzo por controlar la risa.

- Permiso – tímidamente una alumna de segundo asomó la cabeza por la pesada puerta de roble rojizo – ¿Hermione Granger?

- ¿Sí?

- El profesor Dumbledore te necesita en su oficina... Eeh... Algo de prefectos, creo.

- Muchas gracias – respondió la aludida, levantándose y dirigiéndose a la puerta. Se volteó a ver a sus amigas, esquivando justo un cojín volador. Sacó la lengua hacia la pelirroja y salió rápidamente por la puerta.

- ¡Me vengaré, Granger! - gritó ésta sonriendo, sentándose junto a Luna para pintarle las uñas.