Chapter 8
THE EPILOGUE OF OUR STORY
Best Day of My Life
Castiel despertó arropado por los brazos de Dean. La noche anterior habían hecho el amor en los asientos traseros del coche, y durmieron juntos en la habitación de Winchester. Dean no tardó en despertar. Ambos sonrieron al asegurarse de que no fue un mero sueño.
-Hola.-Castiel le saludó con un beso.
-Hola.-Susurró Dean medio dormido.
-Dean...-Se relamió-¿Estuvo bien?
-Estuvo muy bien.-Sonrió mordiéndose el labio inferior, recordando vagamente con los ojos entrecerrados-¿Lo aprendiste del de las pizzas?
-No.-Rió entre dientes-Eso fue mío.
Uno pequeño y pícaro beso hizo acto de presencia. A Castiel se le pasó una idea por la cabeza.
-Sam y Charlie no volverán hasta mañana.
-Oh, ¿de verdad?-Insinuó en tono sarcástico-Bueno, se me ocurren un par de cosas para pasar el tiempo...
Dean rodeó las caderas de su amante y Castiel atrajo hacia sí las piernas de Dean, dando cortos y repetidos besos en sus labios.
-¡Dean!-Sam llamó estando detrás de la puerta-¡¿Aún estás durmiendo?!
-¡Sam!-Gritó sobresaltado, apartándose de Castiel-¡¿Por qué has vuelto tan pronto?!
-¡Acabamos antes de tiempo!-Mintió una vez más.
La verdadera razón era Charlie, la hermana pequeña que nunca quisieron.
-¡Oye, has visto a Cas?!-Preguntó desde detrás de la puerta.
Dean notó cómo el ángel iba a responder por sí mismo, de modo que se lo impidió tapándole la boca con su mano izquierda.
-¡No! ¡Ni idea!-Contestó por él.
Después de escuchar cómo Sam se alejaba, suspiró aliviado. Pero no duró mucho, pues Castiel le miraba con cierta frustración escondida en sus ojos azules.
-¿Por qué has hecho eso?-Pensó el ángel, peo no le dio tiempo a expresarlo en voz alta.
-Lo siento.-Se disculpó el rubio-Todavía no. Quiero que Sam lo sepa por mí, no por...
-Lo entiendo.-Iterrumpió, devoviéndole la calma, y le besó dulcemente.
-No sabes cuánto te quiero-Dijo, acariciando su mano.
-Pero sienta muy bien oírlo.
Así lo hicieron, primero bajó Dean a la cocina para encontrarse con su hermano y Charlie. Luego, un par de minutos más tarde, evitando levantar sospechas, bajó Castiel. No acababa de saludar a los presentes con timidez cuando Charlie le apartó a la sala contigua.
-Bueno, ¿qué? ¿Ha pasado algo?-Interrogó, ansiosa.
Castiel miró a Dean por el rabillo del ojo. Había esperado mucho tiempo para estar junto a él, y no tenía la intención de estropearlo.
-Nada.-Mintió.
-¿Nada? ¿Y el estropicio en la bblioteca? He escondido la silla rota antes de que Sam pudiera verla, pero por pura suerte. Tienes que contarme lo que ha ocurrido.
-Charlie, por favor, hazme caso y no te preocupes.
Charlie suspiró, pero estuvo conforme. En aquella expresión disipó una chispa de felicidad que antes no estaba.
-¿Todo bien?-Preguntó Dean.
-Sí, ¿y tú? ¿Todo bien por aquí?-Sam se sintió reconfortado al ver que las cosas entre hermanos volvían despacio a su cauce.
-Todo normal.-Mintió y se sintió culpabe. Trató de consolarse a sí mismo, pero no funcionó.
-¿Quién tiene hambre?-Irrumpió Castiel, justo a tiempo.
Dean fue el único en responder sí. Sam y Charlie ya habían desayunado dos horas atrás, y pasarían el tiempo en la biblioteca hasta que el hambre regresase a sus estómagos. Eran las once según el reloj de la cocina. Cas observaba por segunda vez los movimientos del cazador mientras preparaba unas tortitas.
-¿Tengo monos en la cara?-Sonrió Dean, y se dio cuenta de que los músculos de su rostro se iban acostumbrando a hacerlo.
-Lo siento.-Castiel se calaró la garganta.
-No he dicho que me moleste.
Entonces Castiel se dirigió al otro lado de la cocina para sacar las tortias, al tiempo que Dean hacía lo mismo para coger la naranjada de la evera. En lugar de esquivarse, chocaron torpemente. Castiel le dio un beso, y la sola idea de que Sam les descubriese les atormentó a ambos. Mientras miraba a Cas, a Dean Winchester le atravesó un pensamiento.
No cometeré el mismo error dos veces.
-No quiero ocultare esto a Sam. Tengo que decírselo, pero... no sé cómo.
-Se lo diremoslos dos.
Quedaron dichas las palabras, Castiel le abrazó. Dean le retuvo y dejó caer sus párpados, y pensó que ni la calidez de sus sueños podía comparársele.
El hermano menor de los Winchester daba vueltas en su cabeza llegando a una conclusión. El solo día que pasó alejado del ambiente familiar le bastó para comprenderlo. Dean tenía miedo de todo. Sobre él siempre recayó toda la responsabilidad, desde que era niño. Sam no era consciente de su egoísmo hasta ese instante. A su hermano le cegaba su miedo, el estrés, la presión constante. Si algo tenían los dos hermanos en común era que nadie les odiaba más que elos mismos. Sam siempre había sido más fuerte, había conseguido superar su pasado. Sin embargo, Dean no había sido capaz. Por otra parte, odiar a su hermano mayor por ello era una injusticia. El hermano menor era el reflejo de su padre por su crueldad, y se preguntaba en qué momento se convirtió en lo que tanto detestó. Pero Sam no cometería el error de John, él nunca se antepondría a sí mismo por encima del resto.
-Sam.
La voz que puso de nuevo sus pies en la tierra era la de Dean. Echó un vistazo alrededor y se percató de que Charlie se agazapaba tras la puerta. Después miró a Dean, que estaba junto a Castiel.
-¿Qué ocurre?-Cuestionó ante las manos sudorosas y la mandíbula forzada de Dean.
Se levantó y se apoyó de espaldas a la mesa.
-Verás, Sam. Cuando te he dicho que todo ha ido normal... En fin, no ha ido normal.-Dean se rascó una ceja con el pulgar, desviando la mirada-Cas y yo...
Sam sonrió con orgullo escapando de las comisuras de sus labios, intuyendo lo que Dean confesaba a través de sus tartamudeos. Lanzó una fugaz mirada cómplice a Cas, tendió la mano a Dean y le cedió un tenue abrazo.
-Me alegro por vosotros, hermano.
Entonces, Dean estaba tan confundido que ni siquiera sabía que pensar o decir. Para colmo, Charlie salió de su escondite más risueña que el bebé que hacía de sol en los teletubbies.
-¡Al fin! ¡Lo sabía, lo sabía!-Se abalanzó a abrazar al hombre de ojos verdes.
-¡¿De qué estás hablando?! ¡¿Cómo lo sabías?!
-Por los libros.-Respondió sin apartarse de él-Me alegro mucho, Dean.
-Vale, vale.-Resopló, negándose a mostrar que en realidad le gustaba aquello-Déjame respirar.
Dean supo que su cuerpo se deshacía de uno de los pesos que cargaba. Charlie estaba feliz por no haberse rendido fácilmente. Sam vio que, por una vez, su vida llevaba un rumbo. Castiel pensó en lo alucinante que es no saber qué pasará de ahora en adelante.
