Cenizas
N/A Hola, espero que disfruten el fic, este capítulo es más alegre.
Gracias a todos los que me siguen aun después de la tragedia principal, ya que no termina ahí, como esta parte demuestra.
Advertencia: No podré actualizar muy pronto. Además de eso les recuerdo que esta historia está en el género de Tragedia, y ya es clasificación M, la cosa se irá poniendo cada vez más fuerte, lo dejo bajo su responsabilidad.
Renuncia: Another ni sus personajes me pertenecen, sino a sus respectivos dueños, Ayatsuji Yukito y Kiyohara Hiro.
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V Vida
Ni siquiera pensé en un funeral, sin familia, sin cuerpo, sólo lloré… hasta no poder más, y entonces seguí como siempre, poco a poco, sin querer despertar, y aun así cada día lo hacía, despertaba, no debía, nunca debí, pero lo hacía. En aquel momento no me fijé en que no cambiaba mucho mi estado el haber dejado de comer durante semanas, no adelgace más, ni cambió el aspecto de mi piel, cabello o cuerpo, de hecho me veía perfecta, a excepción de los detalles de siempre.
Poco a poco dormía menos, y volvía a moverme como zombi, como después de la muerte de Mei y antes de la llegada de Koichi, opaca, casi inerte. Me fui dando cuenta que mamá; aunque no la llamaba así, de hecho ni si quiera le decía Mitsuyo, no nos hablábamos; ella se iba temprano y regresaba tarde, a veces no lo hacía, nadie compraba en nuestra tienda a estas alturas, de por sí siempre hubo pocos clientes, pero ella hacía más y más muñecas y a veces sólo lloraba en el sótano abrazada a un cuerpo vacío…
Llegó el primer día de escuela (todavía no se daban las medidas que se tomaron después) y pensé que sería un asco, iba arrastrando los pies y el sol me molestaba, muy refulgente y yo me sentía de la mierda, pero de cierta forma fue muy apropiado para lo que sucedió luego:
Mi vista borrosa, deslumbrada por el sol y los reflejos de sus rayos en el agua de una fuente cercana a la entrada de la escuela, de pronto una voz conocida retumba en mi oreja y uno de mis ojos se llena de lagrimas, acompañado de una sonrisa incontenible, un impulso eléctrico y mis piernas a punto de dejarme caer…
—Hola, Mei, me alegra verte.
—Koichi…
—Mei…— me abrazó, yo le correspondí enseguida mientras mis lagrimas se deslizaban por mis mejillas.
—Te extrañé tanto…
—Y yo a ti… pero…— apretó un poco más su cuerpo contra el mío, y aspiró en mi cuello, luego se separó del abrazo y me miró serio: —si me quedara… ¿sabes lo que significa, verdad?
—Sí, lo sé, pero quiero que te quedes— sentencié —Te necesito…
Lo entendió, él también lo quería, sentí su sonrisa y lo supe. A veces ahora, con todo el dolor, con tantos vacios, con tanta muerte, pienso que tal vez hubiera sido mejor no haberlo visto de nuevo, o mejor nunca conocerlo; pero al recordar lo feliz que me sentí sé que, de elegir, no lo hubiese cambiado:
No me importó el resto del mundo…., ni me importa ahora.
Fuimos alegremente de la mano hasta nuestra aula y ahí, cuando creí que el momento no me podría ser más grato, encuentro una figura parecida a la mía, y por si no lo creía, esa voz que extrañé tanto estaba ahí para confirmarlo.
— ¡Hola Mei!— no pude frenar una radiante sonrisa que parecía espejo de la suya, y, como nunca lo había hecho, abalanzarme a sus brazos.
— ¡Misaki!— sentí la calidez de sus brazos rodearme. El profesor llegó luego de que nos sentáramos juntos, yo en medio aun mareada y con la sensación del abrazo. Las clases fueron amenas y la sonrisa se me dibujaba sola en el rostro.
Salimos de la escuela y nos encaminamos a casa de Mitsuyo, pensé que ella no estaría, así que propuse pasar por un helado.
—Estoy muy feliz de volver—expresó Misaki comiendo de su helado. La curiosidad habló por mi boca:
—Puedo preguntar, cómo fue— mi gemela hizo un notorio esfuerzo para mantener su expresión, mas yo quise ignorarlo.
—No puedo decirte mucho de eso ahora, hermanita— hizo el tono juguetón de siempre, de alguna forma me hizo frenarme.
—Bueno— intervino Koichi—, yo creo que debo decir que fue Misaki quien me ayudó a venir.
No supe qué decir al respecto, seguimos comiendo nuestros gélidos bocadillos con expresiones más serias, pero poco a poco fuimos recuperando nuestras expresiones alegres, ignoramos los "ruidos" lejanos, y fuimos rumbo a casa.
Ignoramos los plañideros lastimeros; el líquido carmín que llevaban las calles y las marcas pardas y viscosas que quedaban a su paso, y que luego de su metamorfosis terminaban como pequeñas rocas obscuras; los tres cadáveres húmedos, que desprendían el aroma entre fresco y putrefacto de un recién muerto de enfermedad; ignoramos a la gente tirada o arrastrándose en las banquetas cercanas a nuestro hogar.
Para nosotros todo eso no tenía relevancia, de alguna forma era igual que una pradera donde cantan los pájaros. Entramos a casa y escuché el sonido de la porcelana que se rompía, aquello me descolocó. Lo siguiente que vi fue a mi madre que venía hacia nosotros, luego nos abrazó. Sonreía, todos sonreíamos, tanta felicidad me mareaba, me deslumbraba, tal vez por eso no vi la muerte allá afuera como una amenaza en lo absoluto.
Estaba toda atontada, mamá lo debió estar también, nos hizo una comida abundante y deliciosa, la pasamos muy bien, ella no preguntó nada sobre Misaki o Koichi, tal vez se le modificó la memoria, o tal vez, simplemente no quiso hacerlo…
Comenzamos a ocupar la misma casa, a divertirnos ahí, Mitsuyo comenzó a atendernos más, a estar más alegre y más presente, yo la empecé a llamar "mamá", esperando que Yukiyo (Kirika), no se enojara, aunque realmente no temía que lo hiciera. Pero en verdad creo que por primera vez lo decía sinceramente, por primera vez sentía que tenía una madre, aunque sus cuidados se limitaran a cuando estaba dentro de casa.
En aquel tiempo vivía día a día alegremente, sin que me importara lo que pasó o pasaría, la relación que tenía con Koichi se había vuelto más apasionada, a veces nos besábamos en la calle, y para devolvernos al camino Misaki nos hacía cosquillas, esto, sin embargo, no resultaba molesto, sino divertido. Creo que es la única etapa en la que puedo decir que fui plenamente feliz.
Nunca me pude sentir mejor, tenía a mi madre, a mi novio, y a mi otra mitad. Me sentía completa y viva ahora. Y esa sensación se reafirmó el lunes de la tercera semana de clases, cuando supimos de un compañero que "murió en un accidente", cuando calentaba el agua para bañarse le explotó el boiler. Era la primera vida que se pagaba a cambio de mi felicidad, eso fue lo que pensé.
Mientras tanto las calles alrededor de nuestra casa y de "Los ojos azules huecos de Yomi en el crepúsculo" se llenaban de lamentos, cadáveres y sangre contaminada, yo jugueteaba con Misaki y con Koichi por las calles sin preocuparme de nada, a veces llegábamos manchados de sangre y mamá nos trataba como si fuéramos niños que se han manchado de lodo. Las medidas que se tomaron fueron un día después de que mamá limpiara las mejillas medio encostradas, medio viscosas, que nos cubrían de otro color a nosotros tres.
En un par de pueblos aledaños hubo brotes de una enfermedad que después de un tiempo se identificó como ébola, y se determinó que los brotes iníciales se encontraban en nuestra población y cerca del aeropuerto de la región, el más cercano, donde el padre de Koichi murió, donde un ave y casi todo el avión murió, al único sobreviviente de ese vuelo, que era un empleado se le dejó unos días libres, para que descansara en su casa, en Yomiyama, y superara el impacto.
Mas presentó fiebres y pidió más tiempo por su condición de enfermo, sin embargo al mes de ello se estaba haciendo su funeral. Luego murió su familia, los vecinos, el tendero, la colonia… se extendió terriblemente, todos comenzaban de la misma forma:
Tocaban alguna secreción corporal, ya fuera totalmente en líquido o en un estado viscoso, mas de dos semanas no pasaba nada y unos días más les atacaban tremendas fiebres que ascendían más allá de los cuarenta grados, con sus respectivas consecuencias, delirios, convulsiones… y el otro síntoma hemorragias por todo el cuerpo, sacaban sangre por la boca como si les hubiesen perforado la arteria principal, la nariz, las vías urinarias, las orejas, los ojos, se desangraban en grandes cantidades, al final cada poro de su piel expiraba sangre, bañándolos del brillante carmesí, que iluminaba sus alaridos de dolor y los lamentos de sus seres cercanos.
Mamá no tuvo lo último…
Triste… ¿es como debería ser mi semblante?, sin embargo es frío, veo a mi madre y no siento nada, creí que ya le tenía cariño, pero por qué no hay lagrimas en mis ojos, por qué no tengo la más mínima señal de dolor, ¿será que creo que regresará como lo hizo Koichi y mi hermana? Misaki dejaba notar una expresión melancólica, pero yo no lograba mover mi rostro, como si de pronto no fuera de carne, sino de porcelana…
Oí, mas no escuché, el susurro de mi hermana:
—No lograste completarlo, ¿cierto madre?
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Este capitulito es más grande, creo que los voy a comenzar a extender, también que eso compense un poquito la espera.
Qué dicen, les gusta cómo se pone?
Gracias por leer a pesar de todo, espero sus comentarios, cualquier observación o concejo es bienvenido.
