Declaración: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto
Advertencias: Adaptación de la película "Amor a segunda vista", con algunas escenas y momentos cambiados. Un poco de Ooc por parte de los personajes.
—Diálogos —
«Pensamientos»
Capítulo 6
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―En nombre de Uzumaki corp., quiero agradecer al comité de obras por darnos la oportunidad de trabajar en este proyecto de inmobiliaria. Nos comprometemos a que se lleve a cabo de la mejor manera posible, transformando a los extraños en vecinos y convirtiendo este lugar en uno que puede ser llamado hogar. Gracias.
Y los aplausos alrededor comenzaron con gran entusiasmo y al unísono, lleno de vítores y entusiasmo. Yo también aplaudí, embargada de aquel extraño sentimiento que rara vez y con mayor frecuencia me invadía cuando de Naruto se trataba, un sentimiento ligado al respeto y la admiración por ese hombre. Y ciertamente no era para menos. Dentro del poco tiempo que llevaba trabajando para el Uzumaki menor, había llegado a conocerlo tan bien y en facetas tan diferentes que la admiración propia que se tiene a un millonario y famoso empresario, poco a poco se fue extinguiendo con el diario vivir en la oficina y más al tener que soportar sus constantes rabietas y escapadas de aburrimiento. Muy pocas eran las ocasiones en las que lo veía brillar y ejercer su papel de figura pública de la empresa inmobiliaria Uzumaki, por lo que cada vez que lo hacía, me dejaba atónita, contrastando mentalmente las dos versiones que tenia de él y fusionándolas en una sola persona. A veces llegaba a sentirme como si de una madre orgullosa se tratase.
Dando saludos y otorgando su característica sonrisa de actor de cine, Naruto se dirigía fuera del podio, siendo fotografiado cual modelo de pasarela. Y viéndolo desde lejos, pude constatar una vez más por qué precisamente él era la figura pública de la empresa. La multitud y los reporteros parecían amarlo: su carisma, sus sonrisas, saludos y simpatía en general lo hacían brillar como un sol. Apenas toco el suelo, los reporteros —en especial las mujeres— parecieron abalanzarse sobre él, llenándolo de fotografías y preguntas muchas veces inadecuadas con el asunto actual —aun no llegaba a entender como el saber si era soltero u homosexual influenciaban en los proyectos de la empresa y posterior construcción. Todos allí querían su atención, y yo al final de aquella multitud de empresarios, trabajadores y reporteros, no quería ser la excepción, aunque claro, solo observaba de lejos, con algo de nostalgia. No pude evitar pensar que pronto mi contrato para con la empresa se acabaría y me marcharía una vez que haya encontrado un nuevo abogado para mi puesto vigente, y después… aun no acertaba a que haría después, más si de mi jefe se trataba.
Ciertamente al estudiar abogacía en un momento de mi carrera me vi a mi misma rodeada de reporteros que querían saber la resolución de un caso importante, intentando hablar y ser certera con ellos como hacia Naruto ahora. Pero lo que nunca me imagine es que estaría codo a codo trabajando con un magnate de la construcción, lidiando con su inusual carácter simpático, confianzudo e infantil, al mismo tiempo que con su prepotente hermano y demás socios. Aun no terminaba de convencerme y darme cuenta de que tan extrañas eran las circunstancias en las que trabajaba.
A la distancia pude apreciar que Naruto continuaba rodeado de reporteros e incómodo por la falta de espacio, contestando las preguntas entre directo y sarcástico.
Mi rechazo por él francamente había disminuido en demasía desde la primera vez que lo vi, creyendo que era el típico empresario egoísta y prepotente. Bien era cierto que resultaba ser como un niño mimado y aprovechado en algunas ocasiones, pero no le estaría haciendo justicia si esas eran las únicas cualidades que podía destacar del Uzumaki menor. Él era generoso, carismático, comprensivo y lleno de energía, tanto así que llegaba a contagiar a toda la oficina cuando se hallaba de buen humor, tanto así que al gritar por el pasillo "¡Hinata!, ¿Dónde estás?" antes siguiera de llegar a mi oficina, no me molestaba. Esa familiaridad que tenía con mi jefe sería algo que extrañaría del trabajo, que extrañaría de él…
Con un suspiro sin retenerlo más, me encamine en sentido contrario a la multitud, alejándome de todos esperaría en un lugar más tranquila a que Naruto se desocupase para marcharnos de ahí. Levanto mi vista más allá de la cerca y de pronto me fijo en dos personas fuera de la propiedad, una con los brazos extendidos, agitándolos y haciendo señas. Concentrándome en reconocer a aquellas dos personas, me sobresalto al sentir una mano sobre mi hombro.
―Libre al fin ―dice Naruto―. ¿Nos vamos?
―Sí, solo quiero… comprobar algo.
Sin tomarlo mucho en cuenta, me encamine al lugar, concentrada, distinguiendo cada vez más la familiaridad de esos rasgos. Rápidamente salude a mis padres con un gesto mientras me dirigía hacia ellos. Me agradaba que pasaran por aquí al ver el nuevo proyecto de la empresa. Estaba a punto de hablar, pero como si de una invocación se tratara siento una presencia que ya conocía muy bien justo a mi lado. Quise interferir, pero para mí mala suerte su boca era más veloz.
―¡Pero que agradable sorpresa! Por fin los conozco después de tanto tiempo, señor y señora Hyūga.
Yo solo pude voltear mi rostro hacia mis padres, petrificada ante tal intromisión por parte de, claro, mi jefe. Mis padres al igual que yo lo miraron de manera extraña en un principio. La primera en reponerse fue mi madre, la cual parecía sorprendida pero feliz, incluso con un pequeño rubor en sus mejillas, tal vez de la vergüenza o de encontrarse frente al guapo magnate Uzumaki ante ella. Ciertamente no me esperaba otra reacción, ya que no era ella sino mi padre el que me tenía preocupada en ese instante. Me fije en él y evite el tragar duro. Su semblante se encontraba comúnmente inmutable y serio, solo que con la pequeña diferencia de que su ceja izquierda se encontraba alzada, y claro está, todo esto pasando desapercibido ante la alegre y despreocupada persona que era mi jefe.
Por un instante pensé que las cosas no podrían empeorar… pero tal y como si Naruto leyera mis pensamientos, veo que extiende su mano hacia mi padre.
—Naruto Uzumaki —dijo con su habitual tono jovial—. Usted debe ser el señor Hyūga.
La brisa pasaba entre nosotros siendo el único sonido que podía escucharse en esos momentos de incomoda y tensa charla, en donde padre ni siquiera se movió un centímetro, aun con la mirada clavada en su rostro. Sin ánimos de intervenir, veo que Naruto a mi lado capta dicha hostilidad y retira su mano de inmediato. «Chico listo» pensé para mis adentros si deseaba que padre no le cortase la mano de una mordida. Sin embargo, antes de terminar felicitándolo mentalmente por su actuar, su palabrería interviene una vez más.
―Si... Ahora veo de donde saco Hinata su... postura tan firme ―intenta bromear, solo logrando que mi padre por poco más gruñera. El rostro de Naruto era un poema en esos momentos, su ojos se habían agrandado y su sonrisa congelado en sus labios. De haber sido una situación diferente, me hubiese reído de él sin pensarlo.
―Soy Hanna, madre de esta hermosa mujer. Un gusto en conocerle, señor Uzumaki ―escucho a mi madre reír después de esto, extendiendo su mano hacia Naruto, siendo correspondida como se podía a causa de la cerca.
―El gusto es mío ―dice Naruto, algo ansioso―. Pero, por favor, llámeme solo Naruto.
―Está bien, Naruto ―sonríe ella divertida y algo coqueta.
En esos momentos quise morir y que me tragara la tierra de inmediato, nunca había llegado a imaginar que mi madre y Naruto, mi jefe, llegaran a conocerse y mucho menos a coquetear, ¡frente a la presencia de padre además! Nerviosa voltee a ver a Naruto que sonriente hacia como si nada, para después ver a mi padre, algo más sereno, el cual aclarando su garganta, hace una secreta señal a mi madre.
―Ah, por cierto, gracias por dejar que mi hija renuncie al fin. Nos dio gusto saber eso.
Naruto guardo silencio antes de continuar.
―Sí, no hay de que… supongo ―termino diciendo esto último en una voz tan baja que solo yo pude escucharlo.
Voltee a verle preocupada por aquel repentino decaimiento. Le escudriñe el rostro durante un momento. Había bajado la vista y resguardaba sus manos en los bolsillos, me atrevia a decir que se encontraba preocupado por algo. Sentí ganas de preguntarle que ocurría, pero ¿ahí? ¿Frente a mis padres? Sin saber exactamente por qué, no quise que ellos vieran la familiaridad con la que nos tratábamos, para nada propia de un jefe y su abogada. En lugar de eso comencé a reír, nerviosa e incómoda, tomando la atención y la palabra para mí.
―Bien, creo que debemos regresar ―dije mirando fijamente a Naruto, haciendo señas con los ojos para encaminarnos en la dirección contraria, sin importarme mucho el que mis padres pensaran que era una mal educada.
―Ay hija, por favor. Vamos a comer algo todos.
Mi madre intervino, deteniendo nuestro andar, sin pensársela dos veces, ni en mí ni en mi padre obviamente incomodo por la presencia del Uzumaki.
―No mamá, mejor lo dejamos para otra vez.
Pero mi madre me interrumpió.
―Pero si estamos a dos calles del departamento ―persuadía mi madre―. Anda, di que sí.
Me quede en silencio sopesando la propuesta por unos segundos, ya que la argumentación de mi madre, como siempre, resultaba convincente. Ciertamente me resultaba irresistible pensar en la comida de mi madre, casera y caliente para un día nublado como aquel. Pero antes de que pudiese decidir por mí misma, soy nuevamente interrumpida por mi acompañante.
―¿Así que ustedes viven por aquí? Que agradable.
Ante la intromisión de Naruto, padre se le quedo mirando nuevamente molesto.
―Ya no será tan agradable cuando los condominios nos tapen el sol.
Padre se había mostrado distante e indiferente a lo largo de la conversación, hasta el momento. Lo conocía, por lo que rápidamente pude detectar como es que aquel agrio comentario mostraba su frustración y enojo expresado sin tapujos contra Naruto, el rostro de la compañía, y puede que hasta el responsable de que su vista se viese arruinada. Ante aquella contestación tan hostil, intente hacer un salvavidas, pero una vez más Naruto se me adelantaba con sus comentarios fuera de lugar. Él y su gran elocuencia y sarcasmo.
―Pues… así no se insolaran. Qué ventaja, ¿no?
Note como su mirada de odio se intensificaba cada vez más, viendo al Uzumaki directo a los ojos con aquel severo rostro. En otra circunstancia, yo en su lugar me hubiese disculpado con la miraba en el suelo… pero yo no era Naruto, y este apenas si estaba probando un resquicio de la severidad de padre, por lo que no se mostraba intimidado ni nervioso. Yo solo pude tragar hondo y dar gracias al cielo de que hubiese una cerca entre ambos que los separara, sino hace ya bastante tiempo padre se hubiese abalanzado sobre Naruto para estrangularle el pescuezo con sus propias manos.
Escuchaba como mi madre apaciguaba los ánimos de su esposo, hablaba despreocupada a Naruto y hacia el intento por convencerlo de ir a comer a casa. Naruto por su parte solo asentía con una sonrisa ante la posibilidad de tener comida casera de calidad y caliente. Lo mire divertida, solo le faltaba el babero para que la saliva le escurriera sin problema. Suspire hondo intentando formar una sonrisa. Mi madre no dejaba de alabarse a sí misma y a lo excelente chef que era ―cosa que no era del todo una mentira―. Naruto ya estaba más que convencido por ir a comer con ellos, y padre… bueno, este ya estaba resignado a que el rubio nos acompañaría. Yo no pude más que asentir ante la insistencia de mi madre y mi jefe. Solo podía pedir que la comida transcurriera con normalidad y que nadie resultase herido.
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La señora Hyūga no mentía, todos sus platillos desde la entrada al postre habían sido maravillosamente exquisitos. Al parecer no estaba alardeando ni mintiendo acerca de lo buena chef que era. La atención recibida y la buena acogida que tuve por parte de los padres de Hinata, había resultado amena y relajante tras una jornada pesada de matutino trabajo. El señor Hyūga no me asesino una vez que nos encontramos más cerca el uno del otro, solo me limito a escuchar e integrarse de vez en cuando a la conversación que manteníamos en su mayoría la señora Hyūga y yo. Por su parte Hinata se veía cómoda, hurtando con disimulo los vegetales que no me gustaban de mi plato, por lo que con una buena porción de certeza podia decir que el almuerzo había sido un éxito dejando una gran sensación de tranquilidad, potenciada por ahora estar disfrutando del aire fresco.
La terraza del edificio no resultaba ser la gran cosa a decir verdad. A un lado de por dónde entramos se podía ver una vieja parrilla de barbacoa que a juzgar por su aspecto debía ser comunitaria. Un sofá roído de un rojo desgastado se posaba al otro extremo, dando una desconfianza enorme el tan solo pensar en sentarse en él. Había un par de plantas por aquí y por allá, algunas lindas y cuidadas y otras ya secas como el desierto, mientras que la escalera de emergencias bajo nosotros a un costado del edificio se encontraba oxidada y roñosa por decir poco, y para finalizar, frente a mí se encontraba la vista más hermosa que había tenido nunca de la pequeña plaza de Konoha,
Las aves sobrevolaban con ligereza, la brisa a pesar de fría, resultaba estimulante y la compañía amena y familiar. Aquella terraza en la que nos encontrábamos, desvaída y abandonada de una buena mano de pintura, resultaba tener su encanto escondido después de todo. Los arboles verdes que sobresaltaban ordenados uno al lado de otro, los caminos de graba dispuestos en orden aleatorio pero no desordenados, y el clima de tranquilidad que se sentía viendo aquel lugar desde la altura hicieron que me perdiera ante tal belleza, encontrándome inmóvil sosteniendo en una mano un plato de pastel y en la otra el cubierto. Estaba inmerso contemplando aquella vista y en mis propios pensamientos, tan abstraído que sin llegar a encontrar la razón del porque lo hice, comencé a hablar, calmado y pausado como pocas veces me encontraba, trasformando mis pensamientos en un monologo entendible para alguien más a mi lado.
―No logro entenderlo ―comencé―, pero este lugar me trasmite paz. Me hace permanecer quieto, de veras ―solté sin pensar, y sin voltear mí vista a mi acompañante, no hasta que la amena risa de Hinata me hizo atenderla. Pensé que se estaba riendo de mí, pero al notar su rostro sereno no pude molestarme con ella.
―Cuando llegue a Estados Unidos, me la pasaba aquí horas y horas observando este mismo paisaje —dijo sin apartar la vista del frente―. Este era algo así como mi lugar de escape.
Escuchaba el sonido metálico del tenedor chocar con el platillo de loza, siendo seguido por una voz apenas modulada por el pedazo de pastel en ella. Aun así sonó calmada.
―Todos necesitan uno, de veras. El mío era una piscina de plástico cuando era niño.
Hinata con el bocado de pastel aun en su boca, se reía intentando no ahogarse en el proceso. Yo solo sonreí, imitándola en no desperdiciar el postre de la señora Hyūga. Ya más calmada al cabo de un breve silencio ella agrego.
―Que limitado, en comparación con lo ostentoso que sueles ser con todo.
Asentí, alzándome de hombros.
―Eran tiempos difíciles, pero aun así era feliz... aunque no tenía una vista como esta.
―Estupenda, ¿no crees? Subía aquí a escuchar música y ver el vecindario que se transformaba. No ha cambiado mucho.
―¿Y siempre has venido aquí tu sola?
Aquella pregunta pareció incomodarla, pues dejo de mirarme para observar por las pestañas el paisaje.
―En Broklyn no hay lugares tranquilos para pensar ―hizo una pausa para luego añadir― o para analizar alguna discusión que había tenido con mi padre.
Ante la sola mención del padre de Hinata, los bellos de la nuca se pusieron de punta. No acertaba imaginar cómo sería tener un padre tan estricto y espeluznante como él.
―Sí, él se ve terrible. ¡Creí que me mataría y donaría a los pobres, con esa dura mirada que tiene, de veras!
Ella nuevamente rio, y esta vez sin pastel en su boca. Al cabo de unos segundos, volvió a recuperar su voz.
―Si... pero para bien o para mal, es la voz de mi conciencia. "Nunca te conformes con un 8 cuando puedes tener un 10" ―cita ella.
―¡¿Tu sacabas 8?! ―dije sorprendido. Yo tan solo había aspirado a 6 toda mi vida escolar. Ella volvió a reír.
―Estoy hablando hipotéticamente, Naruto.
―Claro... señorita intelectual ―dije por lo bajo y en broma, ganándome una dura mirada y sonrisa de su parte. Pero tan instantáneo como fue su sonrisa, su rostro serio y algo melancólico se hacen presentes.
―Sin embargo, a pesar de mis mayores esfuerzos jamás he podido satisfacerlo o lograr que me felicite en algo, ¿sabes?
El silencio se hace y ya no escucho más cubiertos ni bocados de pastel, solo el viento que sopla y hace ruido entre las rendijas del aire acondicionado de algún departamento cercano. No acertaba que decir en esos momentos, conocía a Hinata lo bastante bien como para saber que estaba triste, la melancolía era palpable en su voz después de todo. No acerté a decir nada más que la verdad que ocupaba mis pensamientos en aquel momento, dejando mi egocentrismo de lado.
―Hay peores cosas en la vida ―hice una pausa antes de continuar―, como el que nadie espere algo de ti, por ejemplo.
Un poco sorprendida volteo a verme. Le sonreí gentilmente y algo melancólico, sin llegar a creer del todo lo que acabada de decir, y tras un instante, ella me sonríe sincera y de la manera más abierta que había visto nunca. Ya no hacían falta las palabras en esos momentos, ambos ya nos entendíamos bien y habíamos compartido nuestros secretos.
Ella sin deshacer su sonrisa, mira fijamente mis labios. Hinata sin apartar su mirada de estos, comienza a acercarse. Yo solo me quede estático, viendo sorprendido sin llegar a adivinar qué es lo que haría. A continuación y ya más cerca de mi rostro, alza una mano y la dirige hacia la comisura izquierda de los labios, llevándose con aquella caricia de su dedo pulgar un poco de la crema del pastel.
Hecho esto sus ojos volvieron a posarse sobre los míos que la miraban sorprendidos, y en menos de un segundo, su rostro comienza a transformarse a uno tan o más atónito que el mío, a la vez que sus mejillas adquieran un tono rojo natural.
―Yo… lo siento, no quise…
Aguantándome la risa solo sonreí con algo de burla que ella bien noto. Con las mejillas aun encendidas, voltea su rostro observando nuevamente el paisaje, haciendo caso omiso a lo ocurrido. Yo no podia aguantarme por más tiempo, y aunque claro fingí como si nada hubiese pasado, mi voz me delata con la burla impresa.
―Gracias por eso pero puedo limpiarme solito Hinata.
Y fue con eso que junta aún más sus cejas ante aquella actitud infantil que le molestaba, que dio media vuelta y se encamina al pasillo de regreso al edificio.
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Hay pocas cosas que me hacen sentir mayor, por no decir vejete. Algunas cosas simples, como disfrutar de un baño caliente que relaje los huesos, un buen vino, el dormir mucho… y esta el jugar ajedrez con el aburrido de Sasuke. En serio, ¿qué edad teníamos? ¿75?
Doy un resoplido ante lo lento de este sujeto al actuar, analizando todas las piezas con su mano en el mentón, tomándose su debido tiempo para una jugada, es decir, una eternidad. Si estamos jugando ajedrez, no planeando el siguiente movimiento estratégico en una guerra, ¡por dios santo!
Aburrido volteo hacia mi copa de vino moviéndola circularmente, perdiéndome en aquel movimiento. Aquel vino lo tome por primera vez con Hinata, por querer demostrarle que soy un conocedor enólogo, aunque sea solo un aficionado, ya que si el vino era caro debía ser bueno, ¿no? Hinata odiaba que dijera aquellos comentarios, jactándome, según ella, de cuánto dinero tenía en el bolsillo, aunque bien no era esa mi intención final, así sonaba simplemente. Con eso, ¿Hinata me veía como un engreído? Eso no era para nada cortes, incluso viniendo de la siempre correcta señorita Hyūga. Hablando de ella… ¿que estaría haciendo un jueves por la noche? Seguramente viendo alguna película, trabajando como siempre o tal vez pasando a cenar en casa de sus padres. En fin, cualquier cosa era más divertida que jugar ajedrez y emborracharse con un vino caro. No me ha llamado en toda la noche, eso es raro… tal vez debía de estar ocupada con algo importante. Sea lo que sea, poco me faltaba para ser yo el que la buscase. Pensándolo bien, hace ya un tiempo que no me llama por las noches preguntando cláusulas de contratos que yo hace mucho ya había redactado. Ciertamente ya comenzaba a extrañar esas llamadas y preguntas algo tontas, junto a su inicial nerviosismo al hablar ante muchas personas y más aún su sonrojo natural que poco a poco iba cifrando como hacerlo aparecer… y pensar que faltaba poco para no verlo más. Aun no lograba hacerme del todo la idea de que Hinata se fuera de mi lado como mi abogada —y por qué no decirlo, como mi asistente también—. En muy poco tiempo me había acostumbrado a sus silencios, sus certeros y elocuentes comentarios, y más que nada a su compañía. ¿Qué haría yo sin ella?
El sonido del mediador ―si, a Sasuke le gusta jugar con esa cosa que suena al terminar cada turno― me hacen volver al tablero blanco y negro. Pero que juego más complicado, ni siquiera sé lo que hizo Sasuke, ¡no veo ningún cambio en las piezas! Sin importarme mucho, tomo a uno de los peones que me quedaban, y lo hago avanzar algunas posiciones, casi podría decirse que al azar. Después de todo, para que molestarme si Sasuke se demorara media hora más en hacer la próxima jugada.
―No estas concentrado ―acuso―. Me estas dejando las cosas muy fáciles. Me siento ofendido, dobe.
―Lo siento ―digo, mientras me rasco la nuca―. Es solo que... perdí a Hinata ―me atrevo a decir, algo apenado.
El minutero del reloj de pared y los leños puestos en el fuego a un lado de nosotros era lo único que se escuchaba. Sasuke se me queda viendo en silencio por un momento que me pareció eterno, antes de suspirar cansado y reclinar su cuerpo en el asiento. Ante su aparente hastió, me atrevo a continuar, tal y como si tuviese que defenderme o justificar mis pensamientos con él.
―Y, bueno, es una verdadera pena porque yo confiaba en ella para todo. Estaba en sus manos y... me divertía. No deliberadamente, pero...
―Tal vez sea lo mejor.
Corto él de pronto. Extrañado, decidí preguntar.
―¿Por qué lo dices? Hinata es buena compañera, de veras. ¿Por qué quisiera yo perderla?
Sasuke cierra sus ojos soltando un suspiro, como si estuviera a punto de explicarle algo sumamente complejo a un niño. Su cuerpo se enderezo y tras un momento comenzó a hablar.
―Te pongo un ejemplo. En el ajedrez tienes reglas y movimientos, ganas o pierdes, y es simple ―asiento, dándole la razón―. En cambio con las mujeres, no hay reglas. Nadie pierde ni gana, los hombres son peones tratándose de mujeres, ¿entiendes?
Lo miro más confuso que antes, sin llegar a captar del todo donde está la relación de lo que decía con Hinata. ¿Sasuke desde cuando se colocaba borracho con dos copas de vino como para hablar tonterías como aquellas?
—El punto es —continuo él— que te estas acostumbrando a ella, y eso es lo peor ya que ahora que no la tendrás, sentirás su ausencia, que la necesitas y todo ese tipo de cosas que no van en una relación con un colega. Créeme dobe, es mejor así.
Su comentario no me dejo satisfecho, de hecho me enfureció un poco, pero nada sacaba con alterarme con Sasuke, si él solo decía las cosas según como las veía.
―Sigamos jugando ―dije tras una pausa. Ya no tenía sentido hablar de aquello con él. No me quedaba más que resignarme y guardar mis pensamientos para otra ocasión.
Y aunque con el aburrido juego de ajedrez interminable los pensamientos se esfumaron, el malestar en mi estómago permaneció ahí hasta que me fui a la cama, con el ánimo por los suelos y apestando en más de un sentido.
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Perdón por el capítulo corto y por ya dos años sin actualizar, no sé cómo pudo pasar tanto tiempo sin escribir (y con eso me refiero a que no escribí ninguna de mis otras historias, sin contar la leyenda de los Senin, ya que esa se escribe por si sola)
Quiero darle las gracias de todo corazón a hinata-sama 198 sin su reciente comentario y llamado de atención (por qué no), esta historia hubiese seguido en el olvido, y tambien a Usagi quien comento a inicios del semestre pasado, tuve muy en cuenta tu comentario, pero con la practica profesional, de verdad no tuve tiempo para nada.
Me tomaría el tiempo para responder personalmente cada uno de sus reviews, pero sinceramente no le veo el caso responder comentarios de hace ya poco menos que dos años. Sinceramente chicos, gracias por dejarlos y nuevamente lo siento por no responderlos.
Espero les haya gustado el capítulo e intentare no tardarme tanto con el próximo.
