Okay, okay… ¿Qué decirles? No he muerto, ni me han secuestrado los unicornios. La cosa era que el colegio no me dejaba escribir, no por falta de tiempo, sino porque día a día las profesoras se encargaban de matar y rematar a mi querida inspiración. Peor estoy aquí, con el último capítulo de este fic. Aquí es donde todo llega a su fin, es donde todo termina.

Bueno, es temprano y no estoy muy inspirada. Además, luego de estar dos horas escribiendo esto, tengo una sensación extraña en el estómago. Creo que es remordimiento. Espero que el capítulo sea de su agrado.

Kung Fu panda no me pertenece… Bla, bla, bla…


Sacrificios

El amor es extraño. Vuelve locas a las personas. Te vuelve tierno, dulce, pero también violento y arisco. Pero el amor es locura, y la locura es felicidad.

—Te quedarás aquí —Ordena a Po, mientras deposita a Lía en mis brazos— Cuida de nuestra hija.

¿Qué?

—¡¿Qué?!

Le tomo de la muñeca con mi mano izquierda, sosteniendo a Lía con mi brazo derecho. Me cuesta un poco, bastante, detener a Po. Sigo algo débil y él no está en plan de atender mis inútiles forcejeos, que a comparación de él, parecen los de una niña. ¿Cuándo se ha vuelto tan fuerte? Es una pregunta que ronda mi cabeza, pero no tengo tiempo a atenderla.

Se voltea de mala gana. Sus ojos fijos en los míos. Duros, fríos, como hace tiempo no los veía. Está enfadado, por demás. Gira la muñeca, atrapando la mía en su mano, y me acerca a él. Me sujeta con fuerza y su rostro queda a centímetros del mío.

—Escucha bien, Tigresa; demasiado has hecho ya —Masculla— Te quedas. Irás con Lía al cuarto y ahí esperarás. ¿Entendido?

¿Pero qué se ha creído el muy hijo de cabra?

—No.

—Sí.

—¡No! —Jalo de mi brazo, soltándome— No te dejaré solo con Tai Lung… ¡Está loco!

Po gruñe. ¡Gruñe!

—¡¿Y te crees que no soy consciente de ello?! —Me grita, fuera de si— ¡Creí que tú no lo eras!

—¡Deja de gritarme, panda tonto, y escúchame!

—¡No! ¡Tú escúchame a mí!... Creo que yo ya he escuchado de ti bastante. ¿No crees?

—¡Te va a matar!

—¡¿Y acaso eso a vos te importa?!

Y puedo jurar que la manera en que lo dijo me dejó helada en mi lugar. No supe qué contestar, aunque si sabía la respuesta. Parpadeé. El silencio se hizo entre nosotros y Lía rompió en llanto. Pudo ver a los demás en la puerta, esperando una mínima señal para entrar Retrocedí un par de pasos, sin saber muy bien qué hacer, aguantando las lágrimas en mis ojos. Claro que me importaba. ¿Cómo podía pensar aquello? Me importaba y mucho lo que a él le pasara.

Me temblaba el cuerpo y estreché un a Lía en mis brazos para intentar contenerme. Ella no dejaba de llorar. Un llanto agudo y chirriante, dolido. Nunca le había oído tan histérica. La mecí, para calmarla, aunque sé que no funcionará. Estoy demasiado nerviosa como para siquiera hacer que pare de llorar.

Escucho ruido afuera. Demasiado lejos como para que Po alcance a oír, pero yo no tengo problemas. Es Tai Lung. Siento el corazón dolerme cada que late.

—Po… No vayas —Pido, desesperada. No, no puede salir ahora.

—¿Y qué sugieres? —Espeta con voz dura— ¿Qué me oculte? ¿Qué deje el valle a merced de él?

—No vayas solo —Le aclaro— Voy contigo.

Me observa, de pies a cabeza, casi evaluándome. El ruido se acerca. Están peleando afuera.

—Tienes que quedarte con Lía.

—No pasará nada. Estoy segura que Víbora no tiene problemas en verla un momento.

—Tigresa…

Pero sé que no me va a dejar. Solo me queda un último intento… Lo beso.

Rodeo su cuello con mi brazo libre y dejo mis labios presionando los suyos. El llanto de Lía no son más que sollozos. Po se congela, todo él se tensa, pero poco a poco sus parpados van cediendo y se entrega a la caricia. Tierno, cariñoso, delicado. Sus manos se posan en mi cintura, me acercan a él, cuidando de no aplastar a Lía entre nosotros. Y mientras lo beso, lloro. No puedo evitarlo. Pero no me detengo.

Lo quiero con vida. Si va, morirá, lo sé. No puedo permitirlo. Por su hija, por Lía. Ella lo ama y necesita crecer con su padre. Cuando me separo, apoyo la frente sobre la de él y cierro los ojos, evitando que vea mis lágrimas.

—Prometo que volveré —Susurra.

Voltea y se deshace de mi agarre. Echo un vistazo por encima de su hombro ¡No!... Demasiado tarde.

Tai Lung está en la puerta. Sus ojos, fríos y duros, se clavan en mí y luego pasan a Po. Tengo miedo. Aquel leopardo parado frente a nosotros no se parece ni un apiste a aquel leopardo de hace años, aquel que me asustó de pequeña. Este es mucho más aterrador… Y lo ha visto todo. Lo sé por la manera en que gruñe, lo sé por la manera en que me observa. Es como si pudiera echarse a mi yugular en ese preciso momento. El pensamiento me hace tragar fuerte.

Lía emite un bajo quejido. La estrecho contra mi pecho, fundiéndola conmigo, escondiendo su rostro en mí. Nadie dice nada. Po retrocede unos pasos, dejándonos detrás de él. Intenta protegernos, mejor dicho, proteger a Lía. Mi pequeña se queja con bajos maullidos, muy parecidos a sollozos. Susurro para que se calme. Debo mantener la calma.

—Hazte a un lado, panda —Gruñe Tai Lung.

—Haz venido por mi ¿No? —Desafía Po— Aquí me tienes.

Pero Tai Lung no parece escucharlo. Solo me mira a mí. Tiene su atención fija en mí.

Se agazapa. Corre. Puedo verle sacar las garras. No… No lo pienso, ni siquiera sé en qué momento o como lo hago. Empujo a Po, haciéndolo a un lado y lo siguiente que se, es que el golpe me sacude violentamente la cabeza. Cierro los ojos y escondo a Lía en mi pecho. Sé que ella no se ha hecho daño, pero un emite un estridente llanto por el susto. Me siento mareada y quiero vomitar. Me ha golpeado en el estómago.

Sus pasos me rodean, asechándome. Todo el cuerpo me duele, pero me enderezo lo mejor que puedo sobre mis rodillas. Quiero vomitar, el estómago me duele y cuando intento hablar, me ahogo en mi propia salida. El sabor metálico me inunda la boca y al toser, puedo ver la sangre en el suelo.

—¡Me traicionaste! —Vocifera Tai Lung.

Camina a cuatro patas a mi alrededor, agazapado. Levanto la mirada y la cabeza me duele tanto que forzadamente cierro los ojos. Me esfuerzo en ver a Lía. Está sana. No ha recibido ningún golpe. La abrazo, la beso y agradezco a todos los dioses. Lía, mi pequeña, mi nena… Espero algún día puedas perdonarme.

—¡Aléjate de ellas!

Po corre hacia nosotros… ¡¿Es que no entiende?! ¡No quiero que se meta! ¡No quiero que corra peligro! Me vale si es más fuerte o no que Tai Lung, si es el Guerrero Dragón o lo que sea. ¡Me vale todo! Para mí, siempre será aquel panda regordete y de mejillas rosadas, siempre será aquel niño que me sonreía cuando yo bajaba la mirada. No puedo arriesgarme a perderlo. No puedo dejar que Lía pierda a su padre. Es lo menos que puedo hacer.

Alcanzo a ver como Po se abalanza contra Tai Lung, con un movimiento casi perfecto. Ambos salen rodando del salón y poco a poco, los gritos y el sonido de los golpes se va alejando. Todo mi cuerpo me tiembla, pero me niego a quedarme aquí mientras ellos se lastiman. Me levanto y corro hacia las barracas. Alcanzo a ver que todos han quedado heridos, incluso Shifu. Un nudo se cierne en mi garganta. Aparto la mirada y continúo.

Lo primero que hago es ir al cuarto de Lía. Allí me detengo a respirar. Intento calmar mi corazón, acelerado por la carrera, así como intento calmar a Lía en mis brazos. Bajo la mirada hacia ella. Está asustada, nerviosa. Sabe que algo malo está pasando, pero no sabe qué.

—Te amo —Susurro— Solo a ti, ¿me entiendes, bonita?... Mamá te ama.

Ella ríe, divertida por mis palabras. Las lágrimas ruedan por mis mejillas. La abrazo, sonrío, aspiro aquel suave aroma a cachorro. Oh, mi pequeña hija, mi adoración. Mi único orgullo.

Cada centímetro que la separo de mi duele como mil dagas en el pecho. Sus manitos se aferran con fuerza al pelaje de mi cuello. Llora, patalea, niega con la cabeza. No, no puedo dejarla, no así. La estrecho nuevamente contra mí, enterrando mi nariz en su cuello, y me dejo caer en aquella silla mecedora. No la aparto de mí en ningún momento y durante unos minutos, tan solo permanezco ahí, meciéndome en la silla y tarareando una dulce nana que Po me ha enseñado hace algunos meses, antes de que Lía naciera.

Cierra los ojos, pequeña princesa… Duérmete, linda doncella… Cierra los ojos y a soñar, que cuando despiertes, aquí voy a estar…

Perdón, Lía… No tarda mucho en quedar dormida. La acuesto en la cuna y la observo una última vez. Memorizo todo su rostro, hasta el más pequeño rasgo. No lloro, no derramo ni una lágrima más, pero por dentro se me parte el alma. Nunca creí que mis actos me costaran tan caros, nunca creí terminar en esto. Me hinco frente a la cuna, apoyando la frente en el barandal.

—Lo siento mucho, mi pequeña. Lo siento… Te amo y en ti se queda mi vida.

Al salir del cuarto, no veo atrás, si lo hago sé que no me iré.

Una rápida visita al cuarto de Po y segundos más tarde, bajo corriendo a cuatro patas las escaleras del palacio, con aquel dichoso rollo de las narices en mi boca… Todo esto se acaba hoy y esta vez será definitivo. No me importa nada ya. No tengo nada que perder, mucho menos algo que ganar. Pero esto se acabará y me aseguraré de que no sea Tai Lung quien salga favorecido.


—¡Tai Lung! —He corrido varios kilómetros sin detenerme siquiera a respirar. Jadeo y mi voz apenas se escucha— ¡Tai Lung! ¡Po!

No, no me escuchan.

Los veo. Se encuentran en una especie de cráter, con varias casas destruidas a su alrededor. Pelean. Po sostiene a Tai Lung del rabo y lo gira en el aire, para luego aventarlo hacia uno de los muros, el cual colapsa de inmediato por el golpe. No quiero ver. Po lo matará, no tengo dudas de eso. Es mucho más fuerte y mejor guerrero. El peso en mi mano derecha me devuelve a la realidad, me recuerda a qué he ido hasta ahí.

Observo el Rollo del Dragón y lo aprieto con mi mano, aferrándome a él, intentando darme fuerzas. Toda yo tiemblo y el cuerpo me duele como nunca en la vida. Aún tengo el estómago revuelto por el golpe en el Salón de los Héroes. Maldigo a Tai Lung por ello. Ahora, más que nunca, sé que debo de dejar a un lado lo que siento por él o sino, la historia se volverá a repetir.

Tai Lung logra enderezarse, firme, imponenete, y por unos minutos, logro ver en él a aquel niño fanfarrón que siempre fue. Es demasiado seguro de sus fuerzas. Se cree invencible. Cuan equivocado está.

—Tigresa, el rollo… —Hay dolor en su voz. No llora, pero sé que ganas no le faltan— Me has quitado todo, panda.

Po permanece en alerta, preparado para cualquier posible ataque.

—Yo no te quité nada. Tú solo lo perdiste —Le recrimina. Con voz dura y amarga— Tuviste a Tigresa, pero la preferiste perderla para ir a por un pergamino.

—¡Ella jamás me amó de verdad! Solo fui su capricho.

Y entonces, las palabras de Tai Lung flotan en mi mente. Siento mis piernas temblar y las náuseas me estrujan el estómago. El sabor metálico de mi propia sangre aún inunda mi boca. No puedo creer lo que dice. Simplemente no le hallo sentido.

Po ríe. Una risa amarga y llena de dolor que me deja aún más desconcertada.

—¿Es que acaso eres tonto? —Espeta— ¡Yo te creía más listo, Tai Lung!

—¡No te atrevas a…!

—¡Tigresa te amaba mucho más de lo que jamás pudo amarme a mí! —Vocifera. No es ira lo que veo en su rostro. Es dolor— ¡Veinte años! Te pudriste en prisión veinte años y aun así ella jamás perdió las esperanzas de que la amaras— Tai Lung permanece callado. No responde— Toda su vida ella esperó que le correspondieras de igual manera… ¡y mírate! ¡La has lastimado de todas las maneras en que pudiste hacerlo!

—Ella… No…

—Te miro, Tai Lung, y no entiendo —Entonces, su voz es baja, un murmullo— Ella siempre te amó, siempre confió en que le correspondías. Y si no me crees, solo analiza cinco segundos la situación… Ella dejó su hogar, engañó a su marido, engañó a su padre y traicionó a sus amigos. Todo por estar contigo. Todo por verte una vez más.

Po se calla, casi meditando lo que él mismo acaba de decir. Pero a Tai Lung jamás le gustó que le restregaran en la cara cuan equivocado está. Se enfurece, lo sé, y lo confirma cuando de su pecho brota un profundo y ensordecedor rugido.

Hay ira en sus ojos y sus garras están listas para atacar. Po está listo para atacar. Pero yo ni siquiera espero a que Tai Lung se abalance sobre él. Corro, tal como lo he hecho para llegar hasta aquí, con el rollo en mi boca, y me impulso con las patas traseras a los pocos metros del leopardo, cayendo sobre él segundos más tarde. Él no me ve venir, le agarro por sorpresa, y ambos rodamos por el suelo hasta dar con un muro ya destruido.

Tai Lung ha quedado sobre mí y me está aplastando. Intento quitármelo, pero me es imposible. Aturdido, se endereza, con una mano en la cabeza, y sus ojos adquieren un extraño matiz al verme. Debo admitir que tengo miedo. ¿Y si vuelve a atacarme? Él es mucho más fuerte que yo. Escucho a Po gritar mi nombre y Tai Lung también lo escucha, porque inmediatamente dirige su atención hacia él. No… Tomo al leopardo del cuello y lo empujo, rodando hasta quedar sobre él.

—¡Quítate, Tigresa! —Masculla.

Intenta agarrarme de las muñecas y empujarme. No le dejo. Bloqueo sus golpes y le arreo un puñetazo en la cara. Él se queda aturdido y yo aprovecho para escupir a un lado el dichoso rollo de las narices que encima sabe a rayos.

—¡Ni se te ocurra golpearme! —Le advierto.

Me empuja, sin contestar, pero cuando se encamina hacia Po, rápidamente me coloco delante de él, agazapada sobre mis cuatro patas, bloqueándole el paso. Tai Lung gruñe y yo le devuelvo el gesto. Sus ojos parecen arder en llamas de la ira. Debo admitir que me asusta un poco. Nunca me ha mirado de esa manera, nunca vi aquel rencor dirigido completamente hacia mí.

—Quítate —Ordena.

—Aléjate de Po.

—¿Lo defenderás a él, eh?

Y sé que espera que le responda. Por unos segundos, mi mente se queda en blanco. Le prometí a Tai Lung estar siempre a su lado, pero a Po también le prometí lo mismo. En las buenas y en las malas. Las palabras rebotan como eco en mi mente. A ambos le hice la misma promesa, sin ser consciente de ello en aquel momento, pero no puedo cumplirles a ambos.

Volteo por encima en mi hombro. Po me mira con terror, preocupado, sin atreverse a acercarse. En sus ojos, brilla el mismo cariño que el día en que él me prometió lo mismo. En las buenas y las malas. La única diferencia entre una promesa y la otra, es que solo una a cumplido.

Nuevamente volteo a Tai Lung, que espera paciente una respuesta.

—Si —Mi voz es firme.

—Defenderás al panda —No es una pregunta. Es un murmullo, como si quisiera creérselo.

—Defenderé a mi marido.

Y esta vez, Tai Lung ni siquiera ruge antes de abalanzarse sobre mí.

Siento las lágrimas inundar mis ojos cuando sus garras me cortan la piel. El hombro, el pecho, el abdomen. Veo mi brazo derecho y allí, donde ya solo quedaba una cicatriz, otra vez hay cuatro profundas cortadas. Lloro, sin importarme que me vea, y con las pocas fuerzas que me quedan, le empujo para quitármelo de encima. El cae agazapado al frente y vuelve a abalanzarse. Lo esquivo, pero igualmente me jala consigo.

Eres una traidora. Una sucia. Una maldita gata.

Sus palabras me duelen, pero el dolor solo me ayuda a defenderme. Me está lastimando, por eso no siento ningún remordimiento cuando le clavo los dientes en el hombro, masticando con saña la carne. Tai Lung grita, ruge, y se quita de encima. Me coloco de pie. Las heridas sangran y escosen como los mil diablos. Me contengo de quejarme.

Tai Lung ha caído a unos metros de mí y con el hombro herido, le cuesta levantarse. Po corre hacia mí, llamándome repetidas veces, pero apenas si logro oírle. Un zumbido ha invadido mi cabeza. Algo caliente corre por entre mis piernas. Sangre. Mi pantalón se oscurece con el viscoso líquido y me siento mareada al comprobar que no tengo ninguna herida en la pierna. No, eso es imposible, yo no… Me siento enferma, mareada.

Un golpe seco me trae de vuelta a la realidad. Tai Lung está sobre Po, pero al estar herido, el panda rápidamente se lo quita de encima. Intento no verlos y cojeando, camino hacia donde he dejado el rollo. Me inclino a levantarlo y por unos segundos, tan solo lo observo. Hace muchos años, me hubiera parecido todo un tesoro, ahora me causa repulsión el solo sujetarlo.

—Tai Lung… —Mi voz tiembla— Toma, es tuyo.

A unos metros, tanto Po como Tai Lung dejan de pelear. Apenas si puedo mantenerme parada. Las heridas me han lastimado el pecho, el abdomen, el brazo y quiero llorar al ser consciente que si no me ha cortado la yugular, ha sido por no tener buena puntería, porque el zarpazo en mi cuello y hombro está demasiado cerca. Lloro. Porque me duele que haya sido capaz de eso.

Po me mira, incrédulo, y Tai Lung con desconfianza. Levanto la mirada hacia él, aquella mirada de cuando tenía quince años, aquella mirada llena de adulación y cariño, y extiendo el pergamino con un brazo tembloroso.

Cegado por su codicia, impulsado por sus instintos, Tai Lung se acerca a mí. Po va a atacar, pero solo me basta una mirada para que se detenga. El leopardo está demasiado en su tesoro próximo a conseguir como para notar que articulo con los labios. Po me entiende y preocupado, se mantiene a un lado. Confiará en mi por última vez, lo sé, y me aseguraré de que así sea.

—Dámelo —Ordena Tai Lung.

—¿Lo quieres?... Pues ven por él.

Me coloco el rollo en la boca y echo a correr camino a las afueras del valle. Tai Lung me sigue, furioso, gritando que me detenga. Po viene detrás de él. Sé que en estos momentos el panda no ha de confiar demasiado en mi juicio, de hecho ni yo misma lo hago, pero no tendrá tiempo a detenerme. Incluso herida, soy más rápida que él.

Las heridas sangran demasiado y no pasa mucho antes de que me sienta débil y cansada. Me mareo, pero no por eso me detengo. Sigo adelante, con Tai Lung pisándome los talones.

Dejando atrás el bosque de bambú, veo un acantilado, un poco estrecho de hecho, pero bastante profundo. El puente de soga y tablas que lo atraviesa parece a punto de romperse. Perfecto. Acelero el paso. Son las últimas fuerzas que me quedan. No sé en qué momento he cerrado los ojos, pero cuando lo hago, me encuentro en medio de aquel destartalado puente, que se balancea peligrosamente con mi peso. Escucho algo crujir; una tabla.

Ya Tai Lung, que tan cegado está, ni siquiera parece notar el desvencijado puente. Corre a toda velocidad hacia mí, sin percatarse del peligro, sacudiendo bruscamente el puente a cada paso. Cierro los ojos. En la mano izquierda el rollo. La mano derecha sobre una de las sogas que sostiene el puente. No quiero ver. Tengo miedo.

Un día, me contaron que cuando se está en situaciones de extremo peligro, se debe de confesar todo aquello que nuestros corazones guarda, que aquellos minutos son para ordenar nuestras prioridades y así estar en paz.

Otro día, me dijeron que cuanto vaya a morir, simplemente no sentiría culpas. Estaría en paz conmigo misma por el mero hecho de saber que ya nada tenía por qué preocuparme.

Me dijeron que cuando muera, ni siquiera sería consciente de ello. Que yo simplemente me apagaría y ya no sería nada.

Todo parece cámara lenta, como si la vida quisiera demorarme, como si el universo quisiera darme la oportunidad de arrepentirme. Pero ya no hay vuelta atrás, ya me he despedido de mi pequeña, he cumplido con Po y he saldado mis propios errores. Ya no hay manera de arrepentirme.

El cuerpo de Tai Lung cae con pesadez contra el mío.

El puente se sacude.

Las tablas crujen, demasiado viejas y débiles para nuestro peso.

El corazón se me acelera.

Me cuesta respirar.

Jalo con las garras aquella única soga que nos sostiene en medio del vacío.

Tai Lung grita y yo me abrazo a él, le rodeo el cuello con los brazos, aprisionándolo, asegurándome de que no escapará, de que me acompañará hasta el final de la caída.

Yo me voy y él se va conmigo.

El frío viento nos rodea, llenando nuestros oídos de un bajo zumbido, y al fondo, puedo oír el violento chocar de las aguas contra las rocas.

Abro los ojos, no sé por qué realmente, no sé con qué propósito.

Pero sonrío, porque lo último que veo son los ojos verde jade de la única persona que verdaderamente me ha amado.

Gracias, Po… Te quiero, amigo.

Fin.


Muy bien, yo… Realmente no sé si tendría que haberlo terminado así, tampoco era el único final que tenía planeado, pero sí el que se me vino a la cabeza luego de horas de imaginar cualquier solución posible. Sea como sea, dejo dicho que no me arrepiento de nada xD Aunque creo que me he traumado.

Ahora, si, pido su opinión… ¿Les gustaría un epilogo? O les dejo ahí a su imaginación; ¿Qué pasó con Lía? ¿Qué sucederá con Po? Todo puede ser. Sería un one-shot, aparte de esta historia, narrado por Po. ¿Que les parece? (Lo sé, debería dedicarme a terminar mis historias antes de proponer mas)

Okay, lo cierto es que no puedo terminar de escribir. No quiero. No me gustan las despedidas y un final es como una despedida. Sin embargo, debo dejarlo. Gracias por leer esta pequeña historia, gracias por comentarla, criticarla y por todos aquellos comentarios que me han sacado más de una carcajada.