Capítulo beteado por Sarai GN (Beta FFAD)

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PRÓLOGO

Unos fuertes pasos retumbaban en el pasillo, una hermosa pero misteriosa mujer se acercó a la puerta de madera que separa la habitación de aquel hombre. Nerviosa, esperaba su llegada.

El niño seguía a su lado, su expresión era preocupada. Ella se sentía cobarde como para mirarlo a los ojos. Sus opacas esmeraldas estaban abiertas de par en par, a la expectativa de cualquier suceso.

La pelinegra lo tomó fuerte del brazo y con expresión amenazante lo guio hacia la gran cama que predominaba en el lugar.

En ocasiones se le olvidaba quién era y lo trataba mal, con odio. Y eso la hacía sentir culpable, pero era inevitable, le estorbaba.

—Es él... Vamos, niño, escóndete ya —gritó, pero el pequeño no quiso hacer caso, se puso renuente a las órdenes de su madre, pero ella lo obligó a agacharse—. Vamos, mocoso... métete debajo de la cama —volvió a gritar.

Se resguardó debajo de las colchas que ya tenía en ese lugar. A sus siete años le costaba expresarse y sus pensamientos eran más desarrollados que un niño de su edad. Unas que otras personas lo calificaban como genio, pero la mayoría lo llamaba demente.

Había un secreto alrededor de Edward Masen, y él sabía que eso destruiría su vida para siempre.

Se recostó sobre el frío piso tomándose de sus rodillas como acto de protección, escuchaba cómo se abría la puerta lentamente, dejando pasar al hombre por el cual su madre lloraba constantemente.

—¿Qué tal preciosa? —La aterciopelada voz del sujeto dominó el lugar. Segundos después, escuchó los susurros de besos que su madre daba a ese hombre. Bajó la guardia con aquel sonido. Cerró sus ojos, demasiado concentrado.

De un momento a otro todo cambió, un gran estruendo chocó contra la cama.

—¡Maldita perra! —siseó el hombre sobre el rostro de la mujer, y comenzó a golpearla como poseído.

—¡No! —gritó la mujer desgarradamente.

Edward se sintió impotente ante la situación. Cerró sus ojos fuerte intentado no escuchar, solo quería oír sus pensamientos en el silencio de la habitación, y fue cuando su secreto salió a la luz.

De un momento a otro solo encontró silencio, haciendo que el pequeño Edward saliera de su escondite para admirar su obra.

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23 AÑOS DESPUÉS

Julio 24 del 2013

—No puedo aceptar esto, Isabella. ¿A esto le llamas trabajo final? —preguntó con burla el profesor.

Ella lo observó por encima del escritorio, sabía que no era su favorita, todo el último año de universidad se lo estaba jodiendo. Isabella se sentía como cucaracha, tan pequeña y para colmo... burra. Y la verdad era otra, si no fuera por esta materia sería la mejor de su generación, pero no por este maestro se dejaría caer, esto era un reto.

Se preparaba para ser una psicóloga de renombre, pero ahora estaba enfrentando al más grande obstáculo "Andrew Kohrs".

—Lo siento, es que no sé qué puedo hacer para que a usted le guste mi proyecto, me he esforzado en buscar un tema y, no solo uno, este es el tercero. ¿Qué otro quiere? —habló con la mayor paciencia posible.

El castaño pensó, viéndola, que el plan de hartar a Isabella tuvo resultados. Ahora ella se encargaría del problema de trabajo que le quitaba el sueño. Un caso famoso ocurrido hace años atrás.

Quizás la castaña frente a él estaba capacitada para el trabajo que le costaba tomar a él mismo –y si no, si iba a joder... No podía decirle que no al maestro–, pensó. Aunque no se lo decía, la admiraba: tenía agallas.

No sabía si hacía bien, pero si ella lograba tener avances con el paciente que le iba a imponer, sería la mejor psicóloga de su generación y sin lugar a dudas de Inglaterra. Y ambos saldrían beneficiados.

—Posiblemente puedas hacer algo como última oportunidad. De ti va a depender graduarte o no. Pero lo dejo a tu decisión... comprendería tu rechazo a mi oferta, ya que puede ser intimidante para una alumna tan poco inteligente como tú —contraatacó Andrew con sabiduría, si algo sabía de Isabella es que no se dejaba intimidar por comentarios de él.

—Por supuesto que podré, profesor. Por mi carrera haré lo que sea, pero me interesa saber de qué se trata para empezar a trabajar con el tema.

El castaño se tensó por un momento, se paró de su escritorio dando una pequeña caminata alrededor de la silla donde estaba su alumna, si ella decía que no, él perdería su trabajo.

—¿Recuerdas el caso de Edward Masen?— Bella abrió los ojos de golpe. No era posible lo que estaba escuchando. Era una prueba muy grande, pero más grande era su orgullo y no se dejaría caer por nada.

Imágenes se agolparon en su mente con escenas horrendas mientras que recordaba los titulares que atemorizaron a los habitantes de la cuidad varios años atrás.

Pero Edward Masen no podía ser tan malo, ¿o sí?

—Lo recuerdo. —Se limitó a contestar consternada.

—Ahora es prisionero del internado de San Lorenzo —le explicó, atento a sus reacciones—, lo declararon demente y no apto para estar cerca de la sociedad. Es altamente peligroso, está en el pasillo restringido del lugar, así que serás la primera que lo vea desde aquella vez que lo encarcelaron... ¿Crees poder con esto? —preguntó mirándola.

La notó dudosa y con mucho miedo, sabía que se rehusaría, estaba acabado.

Desvió su mirada de ella dando una negativa por su actitud.

—Lo haré —contestó ella a su espalda, haciendo que el castaño doctor sonriera.

—Perfecto, señorita Swan, usted cuidará al interno del pasillo tres.