Los días transcurrieron. Hinata estaba atareada, afanada en los cambios al clan y consagrada a su desempeño. Sin embargo, Sasuke no se mantenía lejos de su cabeza y sus pensamientos. No había regresado a verla desde el inesperado beso de su última visita y había sobrevenido sobre ella una intensa melancolía. La dulce pelinegra opinaba que él no deseaba visitarla y que Sasuke nunca contemplaría tener algún tipo de relación con ella, la apocada Hyüga.

Ese día en particular tenía una cita con Naruto, el nuevo hokage de Konoha, que había sido elegido varios días atrás. La Hyüga había acudido a la celebración no solo para compartir el emocionante momento con el rubio, también esperaba poder ver a ese pelinegro que se había adueñado tanto de sus horas conscientes como de sus sueños. Sacudió la cabeza pretendiendo alejar esas tontas y alocadas ideas de su cabeza.

Cargaba varios pergaminos entre sus brazos para su cita. Naruto le había indicado que quería conocer los detalles del indigno sello para así poder hallar la manera de contrarrestarlo con la ayuda de Shikamaru, quien era su mano derecha. Se detuvo justo al frente de la puerta hacia su oficina para darle unos leves toques y anunciar su llegada cuando la abrieron abruptamente antes de lograr hacer la acción.

-¡Oi, Hinata!

Surgió frente de ella un agitado rubio. Ella lo miró preocupada, frunciendo delicadamente su frente, advirtiendo su aspecto cansado, su rubia cabellera más alborotada de lo acostumbrado. Él, a su vez la miraba algo desconcertado, intentando buscar el motivo de su imprevista aparición cuando inmediatamente recordó porque estaba allí y se golpeó la frente con su mano.

-¡Por supuesto la cita! ¡Dattebayo!

Hinata mordió su labio inferior, procurando contener la pequeña sonrisa.

-Puedo regresar otro día si estás muy ocupado.

-No. Claro que no. Entra y espérame. Trataré de regresar tan pronto como pueda.

Ella lo observó marcharse, pensativa. Luego entró a la oficina y se detuvo a mirar las pilas de papeles por todos lados. No logró frenar su reflejo impulsivo de comenzar a recoger a su alrededor. Colocó los pergaminos sobre una de las sillas cercanas al escritorio y comenzó la faena que la mantendría entretenida por un largo rato. Tomaba un papel entre sus manos, leía parte de su contenido y lo agrupaba de acuerdo al asunto de la misiva. Fue una tarea un poco ardua pero ayudó a despejar su cabeza y alejar a Sasuke de sus pensamientos por un considerable período del tiempo. Seguidamente de haber ordenado todo, comenzó a desempolvar el escritorio, agarró varios envases plásticos de ramen instantáneos desparramado en una esquina y los desechó en un cesto de la basura.

Al finalizar, dando unos pasos hacia atrás, examinó su labor con ojo crítico.

-No es el mejor que hecho. – se dijo a sí misma en voz baja, - pero para como estaba…

-Créeme, el dobe te lo agradecerá.

Hinata se petrificó. ¿En qué momento Sasuke había entrado a la oficina? Estaba contrariada por haber sido pillada sorpresivamente. Ella no lo sintió entrar. Pensó que el Uchiha no era humano y por esa razón tenía esas habilidades extraordinarias. Se volteó a mirarlo.

-Uchiha-san – murmuró ella a modo de saludo, haciendo una pequeña genuflexión de respeto ante su presencia.

Sasuke arqueó una ceja, -¿Qué le sucedió a Sasuke?

El pelinegro, por algún desconocido motivo, se había molestado ante la formalidad de la reservada Hyüga.

Ella se alzó de hombros, una timidez imprevista apoderándose de todo su ser. El Uchiha la observaba detenidamente, analizándola en silencio. Cohibida ante la insistente mirada negra, dirigió su mirada al suelo. Procuró a toda costa contener los alocados latidos de su corazón. Se sentía sofocada, sus pulmones necesitaban aire y sus piernas flaqueaban, casi no podía sostenerse sobre ellas.

Sasuke se aproximó a ella. La conducta femenina, lejos de enojarlo, estaba provocándole. Evidentemente ella no tenía idea alguna que su aire inocente y retraído alcanzaba a despertar sus instintos indecentes. Aspiró la delicada fragancia a violetas; la blanca piel parecía estar iluminada. Ella lo miró de soslayo, aparentemente alarmada y en ese breve instante él logró ver que sus ojos brillaban como piedras preciosas. El sol que entraba por las ventanas cubría su negra cabellera de luz haciéndolo parecer que brillaba como el más pulido azabache.

Él se había mantenido alejado de ella en la urgente necesidad de callar y extinguir lo que ella evocaba en su interior pero fue inútil. Si acaso el distanciamiento consiguió que su deseo por ella acrecentara. La llevaba en su sangre; era inútil batallar contra lo que su corazón proclamaba. Estaba enfurecido consigo mismo; no debía sentir nada por alguien que había entregado su corazón a otro. Era ilógico. Fastidiado, opinó que ilógico o no, era inevitable evitar lo que sentía por ella.

-El dobe te ordenó recoger su oficina.

-¡Oh, no! – respondió ella inmediatamente a la defensa del rubio, pues percibió el disgusto en la voz masculina.

La prontitud con que la pelinegra protegió al imbécil lo enfureció. Además, ¿por qué demonios aseó el lugar? No tenía motivo para continuar ayudando al cabeza hueca sabiendo que muy pronto contraería nupcias con Sakura. No demostró su ira, su innata arrogancia no se lo permitía. Simplemente la miró con displicencia.

Hinata, a su vez, ahogó la tristeza que le provocó esa mirada fría.

-¡Hinata!

Gracias a Kami que el rubio hizo su aparición. Hinata estaba al borde del llanto y escuchar su voz la ayudó a reprimir sus deseos.

Naruto había entrado a la oficina precipitadamente, se detuvo y observó todo a su alrededor. Sus azules ojos casi saltaban fuera de su rostro.

-¡Dattebayo! Todo está en orden…

Las mejillas de la pelinegra se arrebolaron. El gesto no pasó desapercibido por Sasuke y comentó con voz gélida, -Agradece a la abnegada Hyüga.

Ella sintió encogerse dentro de sí. Era incomprensible el comportamiento del Uchiha hacia ella.

-¿Es cierto lo que dice el teme?

Hinata asintió cuando Naruto la miró. Todo lo que deseaba en ese momento era cavar un agujero en el suelo y esconderse allí por el resto de sus días. El pelinegro la miraba con algo parecido al desdén y desprecio. El rubio, en su innato modo de ser, la alzó en sus brazos y la abrazó. Ella no pudo evitar mirar a Sasuke, quien observaba la demostración de Naruto. La ira que manifestaba su mirada obsidiana fue lo suficiente para ella angustiarse; no entendía que estaba haciendo ella que a él le desagradara… excepto que su simple presencia lo estuviese molestando. Era lo único que ella podía razonar.

-¡Arigato, Hinata!

El hokage la liberó y le replicó con una enorme sonrisa, -Debería ofrecerte una posición en mi oficina.

La delicada frente se arrugó en una expresión de desconcierto, -¿Posición?

-Sí, necesito a alguien igual de ordenada y organizada como tú; eres la perfecta.

-Bueno… - murmuró ella, indecisa de que respuesta darle.

-Dobe. – intervino Sasuke, -Ella está ocupada dirigiendo su clan. No tiene tiempo para ser tu lacaya.

El rubio hizo una inspiración de total asombro. Él utilizó un matiz despreciativo al pronunciar la última palabra. En un gesto instintivo, Naruto abrió su boca para defenderla… nunca esperó que ella se manifestara en su autodefensa.

-No sabes si tengo o no tiempo para ser su lacaya, Uchiha-san. Puedo decidir por mí si deseo ayudarlo. Te agradecería que la próxima vez no metiera tus narices donde no te llamen.

Completamente anonadado, el hokage miraba a la Hyüga y luego miraba el pálido rostro del teme –un evidente indicio de ira- para volver a mirar a Hinata. Naruto admitía que no era muy perceptivo, pero, demonios, entre sus dos amigos estaba viajando una vigorosa e incorpórea energía. Advirtió que Sasuke se aproximaba a Hinata con una expresión colérica y su primer impulso fue colocarse entre el pelinegro y Hinata. Se detuvo cuando una mano femenina en su pecho no le permitió avanzar.

Los ojos lilas no esquivaban la mirada obsidiana, revelando que estaba igual de furiosa. Mientras tanto, a pesar de su furia, dentro de sí sentía que su corazón se desplomaba. ¿Por qué estaba comportándose de ese modo detestable con ella? ¿Acaso no eran amigos? Él había invadido el espacio personal de ella, pero no se amilanó.

-Pensé que eras distinta al resto de las atolondradas de Konoha pero ya veo que me equivoqué.

Esa fue la puñalada final a su adolorido corazón. Ella lo observó girar y abandonar la oficina. Ella sintió el escozor familiar en sus ojos que anticipaba el llanto. Con pasos apresurados, buscó los pergaminos y los levantó de la silla.

-¿Hinata?

El suave tono de Naruto solo estaba alcanzando a provocar con más rapidez su deseo de llorar. Sin atreverse a mirarlo –tenía la certeza de que sus ojos debían exhibir el distintivo brillo de las lágrimas no derramadas- pasó de largo al frente de él y murmuró, avergonzada, -Go… gomen, Naruto-kun. Tengo una cita a la que no puedo faltar. Volveré otro día.

-¡Hinata! – volvió a llamar él angustiado; quería hablar con ella para cerciorarse de que estaba bien o al menos intentar tranquilizarla.

Ella lo ignoró y Naruto ladeó su rostro, desconcertado. Usualmente, cuando él la llamaba, ella rápidamente regresaba. Por varios segundos, luego de ella desparecer por su puerta, se mantuvo de pie procurando hallar alguna razón lógica para todo lo que presenció.

Estaba enfurecido con Sasuke ante su conducta con Hinata… la que fue muy inhabitual para el carácter reservado y taciturno del Uchiha. El teme no era expresivo y mucho menos demostraba su ira. Naruto concedía que "algo" estaba sucediendo entre sus dos amigos pero no podía colocar su dedo con precisión ante lo que realmente estaba transpirando entre ambos.

Decidió abandonar la oficina e ir en busca del teme.

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Sasuke no se vio en la necesidad de esperar mucho por la llegada del dobe. Golpeaba la puerta de su apartamento sin misericordia alguna.

-¡Teme!

El pelinegro no quiso responderle. Luego de un breve momento de incesantes ataque a su puerta, escuchó el sonido que le indicaba que le había propinado una patada porque sintió el golpe de esta contra la pared.

Sasuke dejó escapar un bramido irritado. No había nada ni nadie que detuviera al dobe cuando este se emperraba con un propósito o un objetivo.

-Demonio, teme, ¿dónde estás?

El pelinegro lo escuchó exclamar desde el interior de su apartamento. No quiso darle el placer de contestarle. Estaba contrariado consigo y, aunque no deseaba admitirlo, estaba desconcertado ante su inaudita actuación frente a la Hyüga. Reclinado en su cama, miraba detenidamente el techo como si este pudiera contestar sus interrogantes.

Sin embargo, tenía la certeza de una irrevocable realidad. Lentamente y sin poder hacer nada contra ello, estaba al borde de caer a las profundidades de un abismo sin fin. Había resistido o al menos lo había intentado pero rápidamente descubrió que fue inútil. No entendía que tipo de embrujo tenía la pelinegra que lo mantenía en esa tambaleante orilla.

No creía en el amor. Mucho menos en un destino pre-ordenado. Sasuke solamente confiaba en sí mismo, en sus habilidades y en su innato sentido de percepción realista. El amor era para los tontos, los ingenuos... hasta que ella llegó a su vida.

La tímida y reservada Hyüga había colocado su mundo patas arriba desde que comenzó a visitarlo al hospital. Admitía que fue imprevisto y que se había irritado ante su presencia, no obstante, ella era un bálsamo para su fría y solitaria alma. ¿Cuántas veces no se reprendió mentalmente al percatarse que miraba fascinado toda esa larga cabellera reflejar la luz en varios tonos azules? Al igual que muchas veces reparó en sus ojos, que tenían el particular color de las nubes cuando anunciaban lluvia, y por varios segundos se perdía en esa mirada, olvidándose de todo, hasta de quien era. Y cuantas veces no se halló a si mismo preguntándose como seria la textura de esa blanca piel.

Cerró sus ojos. ¿Qué en el infierno le pasaba?

Él intentaba decirse que todo era una simple atracción física. Que sería pasajero.

Sin embargo, le fascinaba escucharla hablar. Admiraba su audacia y su inteligencia. Que de igual manera que era fuerte e intransigente, había logrado atisbar sus momentos de bondad y gentileza. Ella representaba todo lo puro, todo lo limpio en su incierta y hasta a veces oscura vida.

Y por las noches... ¡Ah, las noches era otro problema! Sus sueños eran asaltados por la presencia femenina. Donde toda la esencia de ella lo arropaba y despertaba ansias inesperadas; como querer abrazarla, esconder su rostro en esa dulce masa azabache o clamar esos deliciosos labios en un beso. Fundirse con ella, unir su alma a la femenina, para hallar sosiego, paz y absolución total de sus pecados.

Pero si nada de eso era amor, entonces, ¿que lo era?

-¡Teme!

Sasuke abrió sus ojos para rodarlos. Kami, ¿no podía captar que no quería hablar con él?

-¿Estás ahí, Sasuke?

Se vio tentado a no responderle, pero captando algo de intranquilidad en la voz del rubio, refunfuñó su usual "hn." No lo miró al entrar, manteniendo su mirada fija hacia arriba.

-¿Estás bien?

Sasuke simplemente se alzó de hombros, procurando crear una falsa impresión de indiferencia.

-Sasuke, fuiste un verdadero baka hace unos minutos con Hinata.

-¿Y?

-¡Teme!

-Todo lo que hice fue reiterar lo obvio; la Hyüga hará lo que sea por ti y nunca te va a negar nada.

Sasuke sintió todo su interior contraerse ante el desconsuelo de esa afirmación, a pesar de que su voz fue fría y displicente. Aunque fuese su más grande anhelo, era inconcebible que Hinata se fijara en él -el oscuro Uchiha y bastardo designado de Konoha - cuando toda la vida de la pelinegra ha girado alrededor del Uzumaki.

Un peculiar instinto consiguió que Naruto lo observara detenidamente y acalló la protesta que apenas exclamaba. Aunque el exterior del Uchiha era la personificación impecable de la apatía, el rubio logró distinguir cierto grado de resquemor en su voz. Juraría que el irreverente y cabezota de su amigo estaba… Ojos azules se abrieron de par en par. ¡Oh, Kami! Era demasiado bueno para ser verdad. Era imposible dejar pasar esa oportunidad.

El rubio no pudo reprimir el impulso de fastidiarlo y con una enorme sonrisa le dijo, -Si no te conociera, me atrevería a decir que te estás enamorando de Hinata.

El Uchiha fue rápido y ágil al colocarse de pie y sin ningún tipo de aviso, le propinó una bofetada al rubio. Pero, al verlo retorciéndose en el suelo por la risa, descubrió que no alcanzó su propósito y lo miró con una leve mueca de desprecio.

Naruto se irguió al tiempo que frotaba su adolorida quijada. Valió la pena recibir el golpe. La expresión en el rostro de su amigo no tenía precio. Tenía una singular mezcla de disgusto y mortificación. Se acercó al Uchiha y colocó su brazo en los hombros de su amigo. Sasuke se tensó y miró a Naruto con el entrecejo fruncido.

-Teme, a todos nos sucede tarde o temprano. No eres el primero ni serás el último.

El teme lo alejó de su persona con un brusco codazo, -¿Qué se supone signifique eso?

-Oi, Sasuke, no lo niegues. Hinata te tiene de cabeza.

La respuesta del Uchiha fue largarse de la presencia del insolente Uzumaki.

-¡Eh, Sasuke! – exclamó él caminando detrás de su amigo, -Tengo un sake en mi oficina.

-¿Me estás proponiendo que nos embriaguemos? – preguntó el pelinegro mientras abandonaba el apartamento acompañado del dobe.

-No es mala idea. Al menos yo lo necesito.

Sasuke lo miró, apenas arqueando unas de sus cejas y comentó con humor seco, -¿Tan pronto están surgiendo los arrepentimiento?

-Por supuesto que no; quiero casarme con Sakura. Pero si hubiese sabido todo el embrollo que conlleva celebrar una boda, me hubiese fugado con ella a la próxima aldea para casarme en secreto.

El Uchiha movió su rosto de lado a lado y luego de un breve silencio, añadió, -No es saludable y mucho menos recomendable tomar sake hasta perder la consciencia.

-Ah, el sake tiene cualidades curativas.

-Por supuesto. –replicó Sasuke con algo de burla, -Por eso es que despiertas al otro día revolcándote por el suelo y devolviendo todo lo que te queda en tu estómago.

-Neh, está limpiando el sistema de impurezas.

El pelinegro no pudo contener la diminuta sonrisa la que fue correspondida por una sonrisa enorme del rubio, la que mostraba sus dos colmillos caninos.

-Hn. Busquemos ese sake.

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Hinata, acostada en su cama sobre su lado derecho, abrazaba sus piernas hasta su pecho intentando volverse en una pequeña y agarrotada bola. Lo único que quería hacer era encogerse dentro de sí misma para no tener que lidiar con todo lo que estaba sucediéndole. ¿Era acaso posible que ella estuviese enamorada de Sasuke? No podía hallar otro motivo a su súbito al igual que extraño proceder a la conducta malintencionada del pelinegro. Nunca visualizó la posibilidad de esa eventualidad.

Casi toda una vida centrándose en Naruto, siguiendo su ejemplo fielmente, respirando cada una de sus consignas, que se le dificultaba creerlo. Pero, entonces, ¿por qué llegó hasta su habitación cegada por el dolor y se arrojó a su cama a llorar desconsoladamente? Se negaba a aceptar que se había unido al grupo de las atolondradas –como le llamaba él- que vivían y respiraban vigilantes a cualquier gesto del soberbio Uchiha. No. Era indigno y humillante ser parte de esa turba. Por todo lo sagrado, ella era una Hyüga…

Y de nuevo volvía a reaparecer sus sentimientos contradictorios. ¿Por qué la inusual urgencia de querer ir a patearle el trasero? Esa no era su naturaleza. ¿Qué tenía el arrogante pelinegro que la irritaba a tal grado que perdía los estribos? Se cubrió sus enrojecidas mejillas al rememorar la escena de hace unas horas por enésima vez. Estaba tan avergonzada del espectáculo que hizo frente a Naruto. Actuó de un modo reprochable y fuera de su carácter. Luego, recordaba las palabras hirientes de Sasuke y retornaban las lágrimas a sus ojos y la congoja parecía morder su corazón con dientes fríos y tajantes.

Escondió el rostro en su almohada. No entendía que le sucedía…

-¿Hinata-sama? – llamaron a través de la cerrada puerta.

La dulce pelinegra se sentó abruptamente. ¿Neji-niisan? Había regresado de su última misión.

-¿Puedo pasar?

-Hai.

Caminó hacia él y lo abrazó, realmente sosegada de tenerlo de vuelta. Neji percibió el abrazo femenino fuera de lo acostumbrado. Decidió ignorarlo y se dispuso a interrogarle como se desarrollaban los cambios en el clan. Pero luego de unos minutos, se mantuvo en silencio por varios segundos viendo a su dulce prima que parecía estar en otro mundo, -¿Qué sucede?

Ella levantó su mirada, casi viéndose tentada de responderle que nada. Pero necesitaba hablar con alguien.

-Es posible, Neji-niisan, olvidar tan pronto lo que sientes por alguien a quien has amado por tanto tiempo.

Él cruzó los brazos frente suyo, -Si estamos hablando del imbécil rubio, ya era hora de que lo hicieras.

-¡Neji-niisan!

-Lo siento, Hinata-sama, pero opino que no es beneficioso para ti que continúes esta cruzada indefinida por alguien que no corresponde a tus sentimientos.

-Lo sé. – admitió ella con un suspiro, -Pero como puedo distinguir lo que siento por… otra persona. ¿Cómo puedo saber si es amor?

-¿Amor? – él arqueó una ceja, -¿A quién tengo que buscar para patearle el trasero?

Una visión súbita cruzó por la cabeza de la pelinegra, Neji y Sasuke enfrentándose. Esa sería una lucha que no se perdería por nada del mundo… y que intentaría evitar que sucediera a toda costa. Algo en su interior le indicaba que quería que esos dos seres que apreciaba mucho–sí, consideraba a Sasuke alguien importante en su vida- tuviesen una buena relación.

-Neji, necesito decirte algo pero primero tienes que prometerme que no harás nada al respecto.

-Es injusto que me pidas algo así.

-Te conozco, Nii-san. Eres capaz de buscarlo para darle una buena zurra.

Él cruzó sus brazos y acercó el rostro al de su prima, -¿Y tengo motivos para hacerlo?

-No…

-No me agrada esa negativa; carece de firmeza.

-Bueno, me ha besado… - y al ver el rostro ceñudo de su primo, exclamó con rapidez, -¡Solo una vez!

-¿Quién es? – demandó él con una voz peligrosamente suave.

Ambos se miraron en silencio por lo que pareció un minuto eterno.

-Es Sasuke.

Si la situación no hubiese sido tan seria, la pelinegra habría soltado una suave carcajada al ver todas las expresiones que cruzaron por el rostro de su primo, desde la incredulidad, desprecio hasta de ofensa. Cuando al fin halló su voz, el farfulló enfurecido, -Desgraciado Uchiha. Lo voy a agarrar…

-¡Neji! Lo prometiste.

-No siempre hay que cumplir todas las promesas.

-¡Neji-niisan!

-¿Cómo pudiste Hinata-sama? Estar con ese… ese mal nacido.

-¡Oh, por Kami! – y ella se llevó una mano a su rostro, cubriéndose los ojos, -Por favor, dime que no estas perpetuando esta estúpida rivalidad que ha existido entre nuestro clan y los Uchihas.

El silencio de su primo fue toda la respuesta que necesito escuchar.

Ella suspiró, desalentada.

-Puedes decirme como en el infierno tú y él… - e hizo un gesto con su mano, como si pronunciar la frase están juntos fuera un improperio vergonzoso, -Desde ese momento que lo vi ayudándote con las tablas, he tenido la incógnita rondando por mi cabeza.

-Comencé a visitarlo en el hospital y luego a la cárcel.

-¿Por qué?

-Nunca tuve la certeza de mis motivos… simplemente quise hacerlo.

-Pero, Hinata-sama, él es un Uchiha y sobre todo, ex-convicto. Sabes muy bien que el clan no estará de acuerdo con esa unión.

Ella no corrigió la equivocada presunción de su primo, sencillamente se concentró en el comentario prejuicioso. En un impulso nacido de su estrecha relación con su primo, al que consideraba como su hermano mayor, alargó la mano para apretar la masculina, -Es difícil abandonar lo que se nos ha enseñado desde pequeños. Hemos sido adoctrinados a repudiar al resto y a creernos un regalo sobre la faz de la tierra pero eso no significa que sea un concepto correcto. Al igual que tampoco lo es odiar a otro miembro de un clan simplemente porque es distinto al nuestro o por ser igual de fuerte que el nuestro.

Los ojos masculinos se mantuvieron sobre esa menuda mano en la suya. De improviso dijo en voz baja.

-Odiaría ver que él te lastime.

Ella sonrió, pero el gesto no alcanzó sus ojos. Se sentía conmovida ante ese innato deseo de cuidarla, sin embargo, los pensamientos de Neji estaban tomando un camino erróneo, -Neji-niisan, él no tiene ningún interés en mí.

El Hyüga resopló, dudoso de esa aseveración.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Creo que ha estado eludiéndome… y hace un rato fue muy descortés conmigo.

Neji no comentó nada. Por ahora permitiría que su prima abrigara ese pensamiento. No obstante, conociendo el aire altanero del Uchiha, quizás conocía el verdadero motivo que lo empujaba a actuar de ese modo.

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Encerrados en la oficina del hokage y con todas las cortinas corridas, Naruto tomaba… Él frunció el ceño, vacilante. ¿Qué número de trago hacía ese? Se rascó la cabeza.

-¿Teme?

-Hn.

-¿Estamos borrachos?

-Tú lo estás.

Ojos azules buscaron los negros y advirtió el indicio del brillo aletargado, -Neh, Sasuke, no lo niegues.

El pelinegro no dijo nada.

-Espero que Sakura no nos encuentre… - murmuró un preocupado rubio.

-Yo también lo espero.

-Nunca hubiese pensado que el último descendiente de los Uchihas le tiene miedo a una simple mujer.

Sasuke bufó por lo bajo, -¿Qué no tiene ella que sea temible? Mis condolencias van a ti, que tendrás que lidiar con ella todos los días por el resto de tu vida.

El hokage permitió que su cabeza se desplomara sobre el escritorio, -Eres cruel teme, recordándome algo así.

El Uchiha observó a su amigo sin decir nada.

-Tú no correrás mi suerte… Hinata es muy dulce…

El pelinegro se tensó, no quería pensar en ella y mucho menos hablar de ella.

Luego de un breve momento de silencio, Naruto levantó su rostro y preguntó en voz baja, -Sasuke, ¿qué sientes por ella?

Ojos azabaches se clavaron en los azules, -Eso no te importa…

-Por supuesto que sí. Los dos son importantes para mí. Pienso que Hinata te haría muy feliz pero quiero asegurarme de que sientas lo mismo por ella.

-Ella todavía está enamorada de ti.

-Esa no fue la impresión que tuve hoy…

Sasuke no dijo nada.

-Sasuke. - le llamó Naruto con firmeza.

Él, presintiendo que pronto le exigiría una respuesta, lo atajó, -Quiero darte las gracias, Naruto. - y la mirada obsidiana no vaciló mientras mantenía la azul, -Eres más que un amigo... eres mi hermano.

Un sorprendido Naruto tragó hondo, procurando dominar sus erráticas emociones ante esa declaración de quien también consideraba como su hermano.

Sasuke continuó hablando, -Me gustaría poder decir que en la vida hay tiempo para todo. Para nacer, crecer, aprender de nuestros errores... y poder decir que las cosas suceden por algún buen motivo. Pero en ocasiones, no todo se nos presenta de tal manera que podamos distinguir el blanco del negro. - e hizo una breve pausa, -Estoy verdaderamente agradecido de que nunca desististe de hacerme entrar en razón... solo lamento no haberlo hecho antes.

El pelinegro, algo contrariado, sacudió la cabeza. Ahí estaba, sentado junto al dobe bebiendo sake. Una realidad que unos años atrás - y hasta tan cercano como unos meses atrás- nunca hubiese sido posible. Solo ahora abría sus ojos y reconocía que tan valiosa era su amistad con Naruto. Casi toda una vida colocando todos sus sentidos en un solo motivo, enajenándose completamente con el único propósito de vengarse y no pensar en nada más, en no detenerse a analizar su situación, ver lo que le rodeaba y apreciarlo por lo que simplemente era, breves momentos de compañerismo y lealtad de esa persona a tu lado que te sonríe y que lo hace en un gesto genuino, instantes perdidos que nunca podría recuperar.

Y sí, el mundo continuaría dando vueltas, el sol saldría cada mañana... Pero él no volvería a distinguirlo de la misma manera banal como lo hizo en el pasado.

Un poco pasmado -a pesar de estar embriagado- Naruto le replicó a modo de broma, -¿Eres tú o el sake hablando?

-Posiblemente, ambas cosas. – murmuró Sasuke.

Los dos saltaron sobresaltados cuando abrieron la puerta sorpresivamente. En el umbral estaba un imponente Hyüga.

-Tú. - Neji llamó a Sasuke con una peligrosa calma, ojos helados cayendo sobre la figura del Uchiha, -Vienes conmigo... ahora.

-Tú a mí no me das órdenes. - fue la réplica gélida del dueño de la mirada obsidiana.

-Oi, Neji. ¿Cómo sabías que estábamos aquí? –Naruto había hecho todo lo posible para esconder la presencia de ambos.

Tanto Sasuke como Neji lo miraron con una expresión de total incredulidad.

-De acuerdo, pregunta estúpida. – y se alzó de hombros, despreocupado.

Volviendo a ignorarlo, Neji se dirigió al pelinegro, -Estoy esperando, Uchiha.

-Neji. – intervino el rubio, de improviso hablando con sobriedad, -Lo prudente es que hables con él aquí en mi presencia.

-Siento tener que disentir, hokage-sama.

-Es una orden.

El orgulloso Hyüga apretó sus dientes, airado, pero consintió al pedido de su hokage.

-¿Qué demonios haces con Hinata-sama?

Sasuke le lanzó una mirada desafiante, -No son negocios tuyo, Hyüga -y con toda insidia continuó, -si estoy con ella y lo que haga con ella.

-Vuelves a hacer una insinuación de ese tipo y me veré tentado a romper mi promesa.

-Teme, ese no es modo de responderle a Neji. Todo lo que desea saber cuáles son tus intenciones con Hinata como haría cualquier hermano mayor.

Neji dijo enojado, -Si en alguna ocasión la lastimas, aunque sea un solo cabello de su cabeza...

Sasuke lo interrumpió fastidiado para decirle con voz monótona, -Ya conozco el procedimiento; me buscarás y me matarás lentamente y sin misericordia alguna.

Los ojos lilas lo miraron con intensidad y dureza, -¿Por qué estás con ella?

El Uchiha suspiró, concediendo derrotado, -Yo no estoy con ella. Así que no tienes nada de qué preocuparte. Su corazón está intacto porque le pertenece al imbécil aquí.

Naruto hizo una suave inspiración ante la inadvertida admisión de Sasuke. Definitivamente, estaba interesado en Hinata. Luego dirigió sus ojos a Neji. El rubio había reparado en lo que él dijo; "me veré tentado a romper mi promesa". ¿La promesa de quién? ¿De Hinata? No podía de ser nadie más. Además, ¿por qué otro motivo estaba allí confrontando al teme? Solo cabía la posibilidad de que Hinata se había confesado con Neji.

Neji, mientras tanto miraba a Sasuke. Así que el idiota no tenía ni la más leve sospecha de que su prima estaba enamorada de él. El anhelo de martirizarlo se apoderó de él. ¡Oh, por supuesto que lo dejaría angustiado en el suplicio de no creer que su amor era correspondido! Que lo descubriera por su cuenta. Y si no lo hacía, realmente no se merecía estar con Hinata-sama.

Levantó su mirada y se halló con una turquesa inquisitiva. Neji le envió una suya retadora.

-Sasuke… - el hokage inició la conversación pero Neji lo interrumpió.

-Es cierto, Hinata todavía está enamorada de ti.

El rubio reprimió el impulso de brincar por encima del escritorio y propinarle una buena bofetada a Neji. Demonio, nunca imaginó que fuese vengativo. Posó su mirada sobre la figura del teme, que aunque se mantenía rígidamente erecta, advirtió el aire sombrío que había recaído sobre él. Sacudió la cabeza, opinando que no lograría nada si intentaba refutar la afirmación de Neji.

-Hokage-sama. – Neji hizo una breve inclinación en señal de respeto y abandonó la oficina.

-Remilgado Hyüga. – farfulló Sasuke y se colocó de pie abruptamente. Perdió el balance y apenas cae al suelo si no es porque se sujeta del escritorio. Con pasos algo tambaleante, el pelinegro se dirigió a la puerta.

-Sasuke… - le llamó Naruto.

-Buenas noches, dobe. – es todo lo que dice él antes de desaparecer a través de la puerta.

Naruto permaneció pensativo, sentado detrás del escritorio, entre las penumbras que anunciaban la llegada de la noche y olvidó por completo la botella de sake. Era imperante buscar el modo que Sasuke y Hinata descubrieran lo que sentían el uno por el otro.

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El espejo devolvió el reflejo de una hermosa joven vestida con un delicado kimono. Hinata volvió a retocarse el cabello recogido hasta estar satisfecha de que se mantendría sujeto en su lugar. Una inesperada pregunta surgió en su cabeza. ¿Acaso Sasuke la vería y pensaría que se veía linda? Suspiró abatida y procuró ignorar la vocecita que clamaba en su interior que se había esmerado en vestirse pensando en Sasuke.

Esa noche se presentaría a la despedida de solteros de Naruto y Sakura. Los dos habían concordado en celebrarla juntos con todos sus amigos. La pelinegra no dudaba que Sasuke haría su acto de presencia. No comprendía lo que motivó a Naruto repetirle a ella en varias ocasiones que "el teme iría a la fiesta". Era imposible que el rubio tuviese alguna idea de lo que ella sentía por el oscuro Uchiha.

Hinata había accedido a venir por unas horas a ordenar la oficina de su hokage-sama. Apenas ella asomaba su rostro por la puerta del desordenado lugar que Naruto saltaba fuera de su silla entusiasmado y le agradecía que ella decidiese aparecer de nuevo en su oficina. En muchas ocasiones halló a Shikamaru, quien aconsejaba a Naruto cual decisión tomar con respecto a alguna situación o conflicto, impartiéndole al rubio sugerencia y advertencia del modo correcto para dirigirse con los líderes de los clanes. Ella quería mucho a Naruto pero no era ciega a sus defectos, a veces su lengua funcionaba antes que su cerebro.

Solo en una ocasión se encontró con Sasuke. El Uchiha se despidió rápidamente del rubio sin darle oportunidad a que este le hablara y pasó por su lado sin tan siquiera mirarla. La tristeza se adueñó de su corazón.

-Es un cabezota arrogante y un verdadero teme, pero en el fondo tiene un buen corazón. – le había dicho Naruto suavemente.

Fue entonces que Hinata se percató de que él la miraba detenidamente. Ella miró hacia el lado, sintiéndose cohibida.

-¿Por qué me dices eso?

-Porque en un principio a mí también me irritaba su modo de ser y opinaba que era un bastardo mal nacido sin ningún tipo de sentimientos. Hasta que un día descubrí que las apariencias engañan y el teme me demostró ser un verdadero amigo.

-Oh. – atinó ella a decir sin tener idea que comentarle.

-Hinata.

Ella lo miró.

-Tú le importas.

La dulce Hyüga tampoco volvió a comentar nada. Era difícil creer esa afirmación.

Y todavía no lo creía. Desde ese último encuentro, Sasuke evitó ver a Naruto a esas horas que ella entraba a su oficina. Si él abrigaba algún interés, el más mínimo en ella, no la estaría eludiendo como un tipo de plaga contagiosa.

El ánimo femenino descendió más, hundiéndose en la angustia que la había embargado en las últimas semanas. Era una tonta ilusa si creía que él se fijaría en ella. Unos suaves golpes a su puerta la despertaron de sus desmoralizadoras reflexiones.

-¿Estás lista Hinata-sama?

Ella no le contestó, simplemente se dirigió a la puerta y abriéndola, apareció ante la presencia masculina.

-Hai. – dijo ella en voz baja.

Caminaba, callada, al lado de su primo. Neji le envió una fugaz mirada de reojo, advirtiendo el aire melancólico en su prima. Había sido testigo de como a la dulce pelinegra poco a poco se le quebrantaba el carisma femenino de manera alarmante durante las últimas semanas. El Hyüga estaba realmente preocupado por ella. Nunca antes exhibió ese comportamiento con Naruto. A pesar de que ella conocía que sus sentimientos no eran correspondidos por el rubio, ella insistía en ser positiva y no dejarse vencer.

A todo lo contrario de la joven que caminaba a su lado en ese instante. Aunque su orgullo no le permitía aceptar que no actuó de la manera correcta con el imbécil Uchiha, en rara veces como esas, cuando la observaba decaída y apesadumbrada, pensaba que quizás debió haber confrontado al pelinegro de una manera distinta. En su afán de protegerla de lo que él pensaba era alguien sin sentimientos, que tarde o temprano terminaría haciéndole daño a su prima, creó un abismo insalvable entre Hinata y el Uchiha.

Fueron de los primeros en llegar al salón del establecimiento reconocido por sus carnes preparadas en barbacoa. Tenten y Lee habían arribado ante que ellos y los novios todavía no llegaban. La experta en armas estudió minuciosamente la apariencia de Hinata, advirtiendo lo impecablemente vestida que lucía la Hyüga –admitía que proyectaba un dulce encanto cautivador- sin embargo, no pasó por alto como sus enormes ojos lilas no tenían su usual brillo y portaba un evidente aspecto de desconsuelo.

-Hinata.

Dirigió su mirada lila hacia el rostro de la peli castaña.

-Te ves hermosa.

Una diminuta sonrisa surgió en los delicados labios femeninos, -Arigato, Tenten. Al igual que tú.

Y era cierto, viéndola con el femenino kimono, un vestido inhabitual en su compañera. Tenten se acercó a ella y enlazó su brazo con la dulce chica. Con su acostumbrada efusividad, ella anunció, -Si nos disculpan chicos, quiero hablar a solas con Hinata.

Picada por la curiosidad, se permitió guiar por Tenten. Cuál no sería su sorpresa cuando ella comenzó a hablarle suavemente sobre filosofías que contenían temas sobre las distintas posibilidades que ofrecía la vida, que solo tenía dieciocho años –los había cumplido unas semanas atrás- y que tenía toda una vida delante. Hinata no tenía idea que hacer, reírse o llorar; Tenten asumió que su estado se debía a Naruto y su inminente matrimonio a Sakura. Estaba tan lejos de la verdad…

El comportamiento de la experta en armas fue una señal aciaga de lo que sucedería para ella esa noche. Todos se acercaron, saludándola con bondad e impartiendo sus consejos, al tiempo que llegaban a sus conclusiones de lo que estimaban era lo que a ella le sucedía. Hinata, en su diplomacia y gentileza, no los disuadió de sus desacertadas nociones. Además, ¿qué podría decirles? ¿Qué estaba irremediablemente enamorada de Sasuke? Ese sí que sería un concepto difícil de tragar para todos ellos.

Ella lo vio entrar junto a Naruto. El corazón femenino dio un brinco en su pecho, se veía verdaderamente apuesto en su yukata. La mirada obsidiana pareció sentir su presencia y temerosa de lo que hallaría en esos fríos ojos, los esquivó inmediatamente.

Sasuke sintió que el aire abandonaba sus pulmones cuando sus ojos hallaron la hermosa visión de Hinata. El exterior masculino era el paradigma de la frialdad y desinterés, no obstante, en su interior se desarrollaba otra historia. Reparó en lo delgada que estaba la figura femenina, que lejos de desmejorarla, acentuaba sus curvas y la palidez fuera de lo normal le otorgaba una belleza etérea, asemejándose a un ángel. Furioso con sus traidores sentidos, concluyó que su aspecto era causa de lo que sufría por el cabeza hueca de Naruto.

Infortunadamente, los rumores que murmuraban sus compañeros entre sí ayudaban a reafirmar sus sospechas. Sasuke no habló con nadie, permaneciendo alejados de todo y sustentando su rabia con el trago de sake que constantemente residía en su mano.

Hinata no tenía el valor de mirarlo pero estaba consciente de que el Uchiha no paraba de beber y se preocupó. Al igual que le angustiaba que nadie se acercara a él. Todavía no era visto con buenos ojos y considerado persōna nōn grāta entre sus compañeros. En algún momento impreciso de la noche, Naruto se acercó a Sasuke. Ella los observó, intentando discernir que transpiraba entre los dos. Distinguió a Naruto mirarlo enojado y decirle algo. El pelinegro, en su habitual actitud arrogante, lo ignoró y levantó el trago para llevarlo a su boca. Sin embargo, Naruto fue rápido y le arrebató la bebida. Sasuke le envió una mirada asesina. Seguidamente, le dio la espalda y caminó hacia el exterior del salón. El rubio lo siguió.

Hinata, lanzando una ojeada alrededor de ella para asegurarse de que nadie la miraba, se fue tras ellos. Emergió a un pasillo que conectaba a la salida y en el otro extremo, a unos baños. El lugar no estaba bien iluminado pero los divisó a pesar de la escasa luz. Se cubrió la boca con su mano; Naruto sujetaba a Sasuke por las solapas de la yukata y lo sostenía contra la pared. No deseando ser una fisgona, volvió a entrar y aguardó pacientemente a que regresaran. Únicamente lo hizo Naruto varios minutos más tarde.

-Naruto-kun. – llamó ella al tiempo que posaba su mano en el brazo masculino.

-Hinata.

Esos ojos turquesas la miraron inquietos, con el brillo de una emoción semejante a la angustia. Fue inevitable para Hinata sentir ira. Sasuke era un egoísta que pisoteaba a todos a su alrededor; como había actuado con ella.

-Hablaré con él. – dijo ella sin incertidumbre alguna.

El rubio la miró desaparecer por la salida, todo su delicada figura erguida, manifestando la firmeza de su decisión. Una sonrisa a medias apareció en sus labios. Quizás, al fin los dos decidirían apartar a un lado sus terquedades y se abrirían al otro. Al menos así lo esperaba.

Hinata lo halló de pie casi al final del pasillo, justo al lado de la salida. Tenía los hombros caídos y miraba el suelo, esa mirada obsidiana perdida en algún pensamiento. Por un momento ella desistió de reprenderlo, pero, recordando a Naruto y del modo como se comportó con ella, reanudó su camino hacia él.

-¿Por qué te empeñas en tratar a Naruto-kun de esa manera? ¿Acaso no ves que está sufriendo por tu causa?

Él se giró lentamente a mirarla, esos negros ojos brillaron por la ira y dijo con aspereza, -Me importa un bledo si le hago sangrar el corazón al dobe con mi actitud.

-Eres un baka, Uchiha Sasuke. ¿Tienes idea de todo lo que hizo para traerte de regreso a Konoha? ¿De todo lo que hace por ti para que no seas castigado por todos tus crímenes como te mereces?

-Yo no le he pedido que haga algo por mí. Sí lo hace, es porque quiere.

-Estoy de acuerdo contigo, Naruto-kun siempre hace lo correcto... De veras que no entiendo que ve en ti.

-Pues somos dos.

Hinata nunca supo porque dijo lo próximo, quizás la furia la cegó y tal vez quería dar de vuelta lo mismo que recibió, -Nunca le llegarás ni a los tobillos, Sasuke.

El dueño de la mirada obsidiana controló la urgencia de asirla por los brazos y agitarla.

-¿Sabes? – replicó él con voz monótona y vacía de toda emoción, -Tienes toda la razón. ¿Y quieres saber algo más? Maldigo el día que decidiste visitarme al hospital.

Hinata retrocedió sintiendo que él la había abofeteado físicamente. Girando el rostro a un lado para evitar que divisara su expresión de vergüenza, ella murmuró, -Yo también, Uchiha-san. – y ella se volteó, -Eres un petulante e ingrato. Deseo no tener que volver a dirigirte la palabra.

-Me agrada saber que estemos de acuerdo.

Sin mirar hacia atrás, se volvió de espaldas a ella, caminando lejos de ella para abandonar el lugar. Cuando llegó a mitad de su camino, escuchó un sollozo. Su corazón se detuvo en seco. Ella no estaba... No podía ser...

¿Ella estaba llorando por su culpa?

La boca de Sasuke se secó, y volvió a mirar hacia la luz que provenía del salón que iluminaba el desierto y semi-oscuro pasillo. Sabía lo que iba a hacer. Lo que tenía que hacer. Dirigió sus pasos de regreso y entró con cautela antes de que sus ojos se tropezaran con ella. Sintió como si acabaran de golpearlo al estómago y lo dejaban sin aliento.

Que le proporcionaran un centenar de Orochimaru o mil Madara, cualquier cosa, pero nunca a una Hinata con el corazón roto, llorando en el suelo...

Y encima, él era responsable de ese llanto.

Finalmente, encontró su voz. -¿Hinata?

La cabeza de Hinata se alzó, de pronto consciente de que ella no estaba sola. No, no, no y no... él había regresado y la había sorprendido llorando por él. Las últimas palabras de Sasuke habían rasgado su alma. Ella se había girado e inmovilizada por el dolor, lo observaba mientras se marchaba. Sus pies no le obedecían y sus piernas flaquearon, derrumbándose al suelo. Nunca antes había experimentado un dolor similar. No le sintió regresar, vino a reparar en la presencia masculina cuando la llamó. Su orgullo pudo más que ella, haciéndola levantarse y correr a la puerta del baño para no dejar que la viera en ese estado humillante. Aunque, en su prisa y desesperación, buscó con torpeza el pestillo en la parte delantera, su mano resbalando en el proceso de hacerlo girar y se dobló en un sollozo doloroso. No, él no se suponía que la viera así.

Sasuke se acercó a ella con torpeza, rodeando un fuerte brazo alrededor de su cintura y la ayudó a colocarse en una posición vertical. Él la atrajo hacia él, la espalda de Hinata presionada firmemente contra su pecho.

-No llores, Hinata. – murmuró cerca del oído femenino, - No te permito que llores por mí, de todas las personas. Tienes razón, ¿de acuerdo? Lo admito, soy un ingrato y petulante que no respeto los sentimientos del dobe. Pero, por favor… -volvió a repetir angustiado- por favor, no llores.

-Yo no… - un diminuto hipo se escapó de su interior, -Yo no lloro por Naruto. – sintiéndose humillada, añadió en un hilillo de voz, -Me dolió lo que dijiste…

Sasuke tenía miedo de creer lo que escuchaba, -¿Qué dije?

-Maldijiste el… el día que… -y terminó en voz baja, -fui a verte al hospital.

Él cerró los ojos y escondió su rostro en el cuello femenino, -Kami, Hinata, lo siento.

La volteó en sus brazos y sus negros ojos observaron el pálido rostro cubierto de lágrimas. Largos dedos enjugaron con ternura cada una de esas lágrimas. En esta ocasión, ella cerró sus ojos conmovida por su gesto.

-Yo siento mucho haberte dicho que no le llegabas a los tobillos de Naruto.

-No. Tienes razón.

Hinata abrió sus ojos; esa sí que había sido una revelación enviada del cielo. Ella lo miró en silencio, distinguiendo la línea rígida de la quijada masculina. ¿Cómo no lo vio antes?

Oh, seguro que era un imbécil arrogante, siempre demostrando este aire de auto-importancia. Era capaz de pisotear a todo el mundo, sólo pensando en satisfacer sus egoístas necesidades. A pesar de todo, tenía una percepción de sí mismo algo denigrante. En el fondo sentía que nunca podría alcanzar a ser como Naruto.

Intentó colocarse en su lugar. ¿Cómo se sentiría si hubiese abandonado la villa para tomar un camino de horrendos crímenes y luego regresar para rehacer su vida? Estaba segura de que su conciencia jugaría un papel muy importante en la difícil situación, haciéndole revivir sus acciones del pasado y realizar lo equivocada que estuvo.

Ella colocó una mano en su rostro y le dijo con toda la certeza de lo que llevaba en su corazón, -Yo no quiero que seas Naruto. Quiero que seas Sasuke.

Sasuke la miró, esos ojos lilas que parecían ver hasta lo más profundo de su alma y se sintió perderse en esa mirada, su pecho se hinchó con muchas palabras que no hallaba la manera de decirlas. Casi toda una vida llena de crueldad, rencor y dolor; había estado a punto de perder toda su humanidad. Su única esperanza era ella. Que ella lo ayudara a encontrar esa parte esencial escondida en su interior. Ella era su camino a la redención.

-Haces hasta lo imposible para ser un bastardo y tal vez eres uno, Sasuke. - y una diminuta sonrisa dulce apareció en los labios femeninos, recordando las palabras de Naruto, -Y aun así, creo que en el fondo eres bondadoso.

Hinata sintió la singular conexión, un tipo de vínculo surgiendo entre ellos. Ella guardó silencio con el temor de romperlo.

Sasuke simplemente hizo lo que podía hacer. Bajó la cabeza para clamar sus labios, titubeante al principio, como si anticipara el rechazo femenino. Pero al no escuchar alguna protesta provenir de ella, rápidamente profundizó el beso, separando los labios femeninos. Sintió como las menudas manos se enredaban en su pelo. Era una tortura deliciosa poder explorar todo el interior de esa boca cálida y exquisita. Se retiró en un intento para ambos respirar.

-¿Por qué me siento vivo cuando estoy contigo? -su voz profunda hizo que ella se estremeciera y las lágrimas aparecieran en sus ojos. No podía hablar, enmudecida por la emoción.

La besó de nuevo.

Al tiempo que esa boca la hechizaba, nuevos sentimientos surgieron en su interior, casi aterrándola por su intensidad. Y no fue sólo el beso, sino que también fue como los brazos la estrechaban acercándola más a ese cuerpo duro. Ella quería que no se detuviera; él tampoco quería hacerlo.

Pero, tarde o temprano tendría que hacerlo.

-Hinata… - murmuró él con voz enronquecida, -¿Quédate conmigo… por siempre?

Ella lo amaba con cada gramo de su ser, su corazón y su alma... No albergaba ninguna duda. Sabía que Sasuke la amaba. No era indispensable escuchar las palabras.

-Sí, Sasuke. –ella añadió con dulzura, -Te amo.

Los oscuros ojos brillaron como el más puro azabache. Transcurrieron varios segundos de silencio y pronunció enronquecido, -Lo sé.

Ella sonrió; no podía pedir más de su Uchiha.

-Jum. –replicó ella simulando estar molesta, -Solo recuerda una cosa.

-¿Qué?

-Fui yo quien lo dije primero.

Al pelinegro se le escapó una sonora carcajada. Luego la miró con seriedad, - De acuerdo.

Ella se rió en voz baja y advirtió por la sonrisa en el rostro masculino que le gustaba escucharla. La sonrisa era tierna, haciéndolo ver más apuesto. Contuvo el aliento. Era un apuesto demonio y era suyo.

-Sasuke… ¿por qué si sentías todo esto por mí te comportaste tan grosero conmigo?

-Porque pensé que solo estabas interesada en Naruto. – expresó él contrito, - Reconozco que he sido un bastardo insufrible contigo.

-Y un tonto. – aseveró ella con ternura.

Sujetó la mano masculina con una de las suyas y lo haló consigo en dirección al salón.

-¿No te preocupa que nos vean juntos? – preguntó él vacilante.

-Eso es lo que quiero. Que nos vean juntos y descubran lo mucho que te amo.

Tomados de las manos, entraron al salón. Hinata se sintió tímida por todas las miradas curiosas que recibieron de todos los presentes y únicamente el hokage corrió –literalmente corrió- hacia ellos para abrazarlos. Luego besó la mejilla de Hinata y dijo para sus oídos solamente, -Arigato, Hinata.

Sasuke iba a ser difícil de tratar, esto no lo dudaba, pero estaba segura de que podría manejarlo. Él era imprevisible, custodiaba cuidadosamente sus sentimientos y era un idiota, por eso nunca hubiese adivinado sus sentimientos hacia ella y la razón de todas sus conductas desagradables. Sin embargo, él la amaba.

Ella sabía que en poco tiempo serían el chisme de Konoha. Tampoco le importaba tener que lidiar, de igual modo, con el clan, no obstante estaba dispuesta a hacerlo por él. Tenerlo a su lado, sentir su mano en la de ella y ver cómo le sonreía a ella, solo a ella, era todo lo que le bastaba.

. . .

N/A: Al fin tienen el último capítulo. Me tomó algo de tiempo porque: 1. estaba ocupada con labores de mi trabajo y 2. quería asegurarme de escribir con calma este capítulo para que se diese de una manera que yo me sintiera satisfecha.

No sé si realizaron que utilicé un dialogo de los capítulos anteriores. Cuando Hinata recordó cómo fue que comenzó su relación con Sasuke, solo que le di otra perspectiva distinta a como sucedió en la visión del izanami. Quería de una manera crear un tipo de vínculo entre lo que Itachi le enseñó a Hinata y lo que ella realmente obtendría en su vida.

No creo que escriba un epílogo… escuchen antes de protestar. No lo haré, pero cuando originalmente subí esta historia aquí, hay otra historia, Destellos de Amatistas y Rubíes Fulgurantes, que sería una compilación de distintos one shot de la vida de los dos juntos. Ahí continuaré hasta que crea haber finalizado con este punto de vista de Hinata y Sasuke juntos.

Ya he comenzado otra historia de estos dos juntos, una muy distinta a ésta. Me tomaré un tiempo en subirla aquí. Quiero adelantarla lo más posible y asegurarme de que esté tomando el curso correcto. Estoy pensando seriamente en clasificarla bajo M por los temas que desarrollaré. La he titulado A la Orilla de las Penumbras. He aquí un pequeño "hint":

"La desmoralización los arropaba como una entidad viva, ahogándolos en su desmedida angustia. El alto hokage rubio, erguido en su rigidez, dirigía su mirada azul hacia la distancia. Manos agarrotadas a su lado, buscaba dentro de sí algún indicio de entereza para afrontar la apabullante derrota. El viento aullaba a su alrededor, augurando el angustioso final y arrastraba consigo las cenizas de lo que una vez fue Konoha. Naruto Uzumaki, hijo del cuarto hokage de la Aldea Escondida Entre las Hojas, nunca vaticinó ese desenlace desgarrador.

El suave llanto a sus espaldas contribuía a su estado de desaliento que se integraba a la rabia e ira ante su ineficaz acción de detener los sucesos que poco a poco fue acabando con su gente, a la que juró siempre cuidar y proteger. Cerró sus ojos, intentando hallar en su interior alguna respuesta a toda la infortunada situación, no aceptaría haber sido derrotado.

La pelinegra miraba hacia la misma dirección de su hokage. Las lágrimas bajaban sin detenerse por sus sucias mejillas. Shikamaru yacía en su regazo inmóvil, su aspecto pálido y mortecino apuntando que él se había marchado para no regresar. Estaba exhausta y abatida. Ansiaba su muerte –una segura e ineludible- para dejar atrás tanto dolor y reunirse con sus seres queridos. Se sobresaltó, dando un diminuto brinco, al ver que Naruto se acuclillaba y comenzaba a formar una serie de sellos con sus manos.

-Dobe.

El arrogante pelinegro lo llamó. El rubio lo ignoró, totalmente sumido en la sucesión de los movimientos que creaba con sus manos. Ojos negros lo miraron detenidamente, tratando de identificar el jutsu que el Uzumaki hacía. Inspiró violentamente al reconocer varias de las impresiones que hacía con sus manos.

-Detente, Naruto.

Hinata miró a Sasuke; pudo advertir la urgencia en la voz del Uchiha. Aprehensiva, se colocó de pie, dejando tras de sí el inerte cuerpo del Nara. Su mirada perlada observó a Sasuke correr hacia Naruto pero el rubio, percibiendo lo que haría, se rodeó con su chakra. El brillante fulgor dorado no le permitió el paso al pelinegro.

-¡Esa no es la solución!

Con pasos apresurados, Hinata se acercó a Sasuke y le preguntó asustada, -¿Qué hace?

-No estoy muy seguro, pero creo que hace el Sello de la Parca o algo parecido.

Todo color abandonó el semblante de Hinata y no pudo contener el pequeño gemido de protesta que brotó de su interior, -No."

Creo que esto es todo por ahora. Espero que Encontrando el Camino haya sido de su agrado. Muchas gracias a todos los que leyeron, la colocaron en sus favoritos y los que me dejaron sus comentarios: Hanako-chan95, asuna-1992, Itachi Akihiko, drinea, AntoniaCifer, Montse Lockheart, MitcheLove, misaki uzumaki –fue un placer volver a encontrarnos, querida amiga- akirafullbuster, tenshihinata, MarthaIP, xxXkmiXxx, miey-chan, Lia Du Black, anime love, Amanda-Hyuuga, Naomi Hozuki, Break Blade, saashi samy, Abisag Uchiha-san, yue yuna, alex, Bee Hyuga, LaCrazyWriter, majito y varios anónimos. Muchas, muchas gracias por dejarme saber que opinaban de mi historia.