Hola :D , ¿Cómo están? , yo aquí trayéndoles este corto(?) cap xD , bueno este fic tendrá solo tres caps el próximo lo tendré listo el viernes , de antemano una enorme disculpa por la mala redacción y todos los defectos que encuentren, soy nueva escribiendo :'D es el segundo fic que escribo y la verdad recién estoy aprendiendo :C , también decir que esta basado en un doujin que leí en Facebook, aunque la historia es diferente, lo siento una idea me llevo a otra y así . Bueno ya no digo mas, espero desde el fondo de mi cocoro(L) que les guste.

DISCLAIMER: los personajes de Shingeki no kyojin no me pertenecen son obra de Hajime Isayama

Miró la mesa minuciosamente, examinando de lado a lado cada platillo que había colocado sobre esta. Leche, lista. Hot cakes, listo. Huevos con tocino, listo. El cesto con pan, listo. Se miró a sí mismo. Papá, listo. Sonrió al ver su perfecto desayuno preparado sobre la mesa, después de unos minutos miró el reloj y notó que era hora. Subió las escaleras despacito tratando de no hacer ruido, llegó a la segunda planta de la casa y de puntillas se dirigió a la puerta azul de un cuarto algo particular. Abrió la puerta lentamente intentando así que no rechine, caminó despacio y luego… ¡BUM!, saltó sobre la cama.

—¡Despierte, señor dormilón! —jaloneó la sábana haciendo el puchero de un niñito juguetón.

—¡Mami! —intentó jalar esta para volver a taparse—. Chibi aún tiene sueño —infló los cachetes.

—¿Eh? ¿No vas a comer el desayuno con mami? —intentó sonar dramático, se tapó el rostro con ambas manos y fingió llanto—. ¡Buah, Chibi no quiere comer conmigo! —aparentó sufrimiento extremo.

Tapadito debajo de la sábana, Chibi escuchó llorar a su mamá, sintió pena. Mamá estará sola, pensó. Apartando las mantas y gateando por la cama, se dirigió hacia donde estaba su mamá.

—Mamá, ya no llore, ¿si? Chibi ya no tene sueno, así que va a comer desayuno con mami —saltó sobre los brazos de su mami, quien se frotó los ojos.

—¿En serio? Que buen niño es mi Chibi —sonrió, levantándolo y dándole un abrazo a su hijo.

Bajaron las escaleras corriendo como un par de niños. Siempre era lo mismo todas las mañanas, lo llamaban "La Competencia", una pequeña maratón entre Eren y Chibi, en la cual el ganador se haría acreedor del postre del día. El premio de hoy consistía en un delicioso vaso de flan con crema encima, todo minuciosamente preparado por el chef Eren. El tramo de la carrera era desde la puerta del cuarto de Chibi hasta el comedor. Se miraron cara a cara, dándose a entender con una mirada que lo darían todo por el delicioso flan. Los últimos segundos fueron épicos, hubieron algunos obstáculos claro está: los juguetes, el portafolio de Eren, el caballito de madera y la pelota. ¡Oh, por dios! La pelota era la peor de todas las trampas mortales y en este día lo sería para nuestro competidor Eren Yeager. Fuiste un gran competidor, Eren. Corría y corría, ya estaba llegando a su destino hasta que pisó la pelota, zapateó unos segundos en círculos y luego cayó imponente como un árbol. Chibi pasó por un costado, saltó sobre su mamá y llegó a su asiento, siendo el ganador del día. Chibi, apodado "El lobo", nunca fallaba.

—Yum, yum… ¡Está delicioso, mami! —dijo Chibi entusiasmado. Los postres de su mamá siempre eran los mejores. Sonrió con su boquita llena de flan, comió y comió disfrutando el delicioso postre que su mamá había preparado.

Soltó una carcajada cuando notó el rostro de Chibi lleno de flan. Niño glotón, pensó. Cogió una servilleta y la dobló en un rombo chiquito, se acercó al rostro de Chibi y empezó a limpiar cada rastro del postre de esa carita tan chiquita que le gustaba.

—Mami, duele… —se quejó el pequeño.

—Lo siento, Chibi, pero tienes que estar limpio, recuerda que hoy es lunes y es comienzo de semana…

-Sí, Chibi sabe que tene que i a la guadería —resopló—. ¿Po qué Chibi no puede quedarse en casa? —cruzó sus brazos pequeñitos en señal de disgusto.

—Porque Chibi aún es pequeño y es el bebé de mamá —explicó dulcemente. Chibi era el precioso bebe de Eren, así que dejarlo solito jamás. ¡Nunca! Por las diosas murallas que jamás lo haría.

—¡Chibi ya es gande! Y puede cuidase solo —se paró en su silla, cogiendo el tenedor en su manito, tratando de dar una imagen de grandeza. En su intento de convencer a su mamá de que ya era un niño grande y fuerte, en un momento de debilidad tambaleó y resbaló, pero antes de que su cuerpecito cayera sobre el piso duro, unos brazos rápidamente lo cogieron y lo colocaron en su sitio.

—¿Decía usted, señor grandulón? —dijo Eren algo nervioso. Había sostenido a Chibi justo antes de que cayera, casi se le va el alma cuando vio que su bebe resbaló. Sin pensarlo dos veces en un rápido movimiento se movió al otro lado de la mesa y sostuvo a su bebé—. Chibi, ¿quieres matar a mamá de un susto? —le acarició la cabeza y lo volvió a sentar en su sillita.

—Lo sieto, mami —bajó la cabeza triste.

Se frotó la frente y se dio unas cuantas palmadas en el rostro, miró a Chibi y notó a su bebé cabizbajo. En serio que era débil con su pequeño—. Está bien, no importa. Mamá es joven y tiene mucho tiempo de vida, así que un susto no me matará, no pasa nada —le dio un beso a su hijo y volvió a su asiento.

Se alegró al notar que su mamá no se había molestado con él—. Mamá es la mejo, Chibi hoy día traerá una etrella pa mamá —exacto, Chibi sabía que su mamá amaba las estrellas que le daban en la guardería, solo tenía que ser el mejor en todo, ganar los juegos de habilidad, ser el más obediente, ayudar a la señorita y tomar toda su leche.

—Oh, entonces hoy día Chibi traerá una estrella para mamá —soltó una risita—. Mamá se siente muy feliz —levantó los brazos en señal de júbilo.

—Ya verá mama, será muy boita, la máááás brillate de toas —levantó los bracitos extendiéndolos de un lado a otro.

Eren soltó una risita al notar las hermosas expresiones de su bebé, parecía un muñequito. Miró su reloj y notó que ya estaban algo cortos de tiempo—. Bueno, es hora de irnos, Chibi —bajó a su pequeño de la silla, cogió su portafolios y sus llaves, puso los platos en el lavadero y salió corriendo con Chibi a su auto. Colocó al niño en su sillita en el asiento trasero, lo aseguró bien, ya todo listo, subió al auto, se puso el cinturón y arrancó.

—Sujétate, Chibi —soltó con un aire de detective bien malo—, sujétate bien —se colocó unos lentes oscuros tipo Hombres de Negro.

—Sí, mami —intentó imitar a su papá—, estoy listo —se colocó sus gafas de conejo.

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Después de haber estado cantando todo el camino finalmente llegaron a la guardería. Eren y Chibi bajaron del auto, el mayor sacó de la maletera algunos instrumentos y juguetes que Chibi necesitaría, los acomodó en una pequeña caja, sujetó a Chibi y entraron a la guardería.

—Buenos días, señorita Christa —saludó el castaño dándole una sonrisa a la rubia educadora.

—Buenos días, Señor Yeager —sonrió la pequeña rubia mostrando su perfecta dentadura. Notó a Chibi escondido detrás de las piernas de su mamá, Christa se agachó a la altura del pequeñito y sonrió—. Buenos días a ti también, Chibi —dijo dulcemente.

Miró a la señorita Christa y se sintió aliviado. No es que le tuviese miedo a la rubia, no, claro que no, ella era dulce como el flan que hacía su mami. A quien le tenía miedo era a la señorita Hanji, esa loca de lentes, parecía un animal feo y malo, saltando de un lado a otro y apretándole sus cachetes y dándole besos en toda su cara. A Chibi no le gustaba, le daba miedo, miró por todos lados asegurándose de que la castaña no estuviera por ahí rondando. Ya convencido salió de su escondite y abrazó a la de ojos azulados—. Buenos días, señorita Christa —le dio un besito en la mejilla.

—Qué lindo, Chibi —Christa acarició la cabeza del pequeñito—. Hoy día comenzaremos con algunos juegos, así que ve y siéntate en tu mesita con tus amigos, ¿de acuerdo?

—Sí, señorita Christa —sonrió muy animado.

—Adiós, Chibi, cuídate —dijo Eren, acercándose a su hijo y dándole un beso en su frente.

Aiós, mami —movió sus manitos y se adentró corriendo al salón.

Vio a Chibi correr animado y sentarse con sus amiguitos. Suspiró, se sintió algo melancólico, siempre era lo mismo, no le gustaba dejar a su bebé—. Cuídelo bien, por favor —dijo algo triste.

—No se preocupe, señor Yeager.

—Gracias —sonrió, miró su reloj y percatándose que se le hacía tarde para el trabajo, entregó la caja a Christa y salió del lugar.

Subió al auto, se acomodó algunos cabellos y partió rumbo al trabajo. Pasó algunas calles, pero de pronto se vio aturdido al encontrarse en un embotellamiento; consciente de que ya se le hacía tarde decidió tomar otro rumbo, un atajo por una calle extraña. Se le hizo algo conocida, pero no le dio mucha importancia y siguió conduciendo. Finalmente volvió a su ruta original, unas cuadras más y ya estaría en su oficina. Echó una mirada al calendario y se sorprendió un poco, luego de unos momentos sonrió y se sintió algo nostálgico, ya habían pasado tres años y medio desde que Chibi nació. No recordaba muy bien que fue lo que pasó, solo despertó en el hospital, con la mente en blanco, vio a Mikasa, vio a Armin, mas no los reconoció. No sabía porque estaba ahí. Se asustó y alteró un poco, tuvieron que tranquilizarlo. Luego de unos análisis y exámenes, dijeron que había perdido la memoria. Más tranquilo, Mikasa y Armin tuvieron que explicarle quién era, qué hacía ahí y presentarse de nuevo.

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—Tu nombre es Eren Yeager, tienes 22 años, estudiaste administración en la Universidad de Tokio, te graduaste hace 6 meses. Yo soy tu hermana adoptiva Mikasa Ackerman y él es Armin Arlert, tu amigo de la infancia —explicó la pelinegra sentada a un lado de la cama.

—¿En serio no nos recuerdas, Eren? —preguntó preocupado el pequeño rubio.

Se frotó los ojos algo confundido, levantó la vista e hizo todo el esfuerzo del mundo por tratar de recordar a aquellas dos personas, pero no pudo. Su mente era un vaso vacío, no había nada en sus memorias—. Lo lamento —dijo con un tono lastimero.

—Está bien, Eren, no te preocupes, lo mejor será que descanses por ahora —exclamó Mikasa, ayudando a su hermano a recostarse sobre la cama.

Se sintió algo aliviado por la compañía de Mikasa y Armin. Recostado intentó moverse, pero sintió un profundo dolor en el vientre, una punzada horrible—. Me duele —gimió algo adolorido.

—Los calmantes deben estar pasando, es por la operación —explicó la pelinegra.

—¿Operación? ¿De qué hablas? ¿Qué me pasó? —la miró confundido.

—Cálmate, Eren —Armin intentó tranquilizarlo—, no es bueno para tu salud.

—No quiero calmarme, quiero saber qué fue lo que me pasó —se dirigió al rubio—. Estoy calmado —quiso convencer a los que decían ser sus amigos.

Sabía que Eren no se rendiría hasta que le hablen con la verdad, Mikasa lo conocía a la perfección, así que decidió que lo mejor sería explicar la situación en la que estaba—. No lo sabemos con exactitud, Eren, estabas conduciendo muy alterado y nervioso. Chocaste… —titubeó nerviosa— y en tu estado, tuvieron que operarte de emergencia.

—¿Qué estado? ¿De qué hablas?

—Del bebé, Eren —vaciló un poco—. Estabas esperando un bebé.

—¿Bebé? —sintió una punzada en la cabeza—. Los hombres no pueden tener bebés.

—Tú eres especial, Eren, hay un determinado grupo de hombres que pueden embarazarse. Tú estás dentro de ese grupo… —esta vez trató de explicar Armin.

Se sujetó la cabeza con ambas manos, el dolor se hacía cada vez más fuerte—. No entiendo.

—Eres algo así como una mamá —dijo Mikasa.

No entendía lo que pasaba, pero había algo dentro de él que le decía, no, le gritaba que se parara de su cama, que buscara a su bebé—. ¿Dónde está?

—Eren, todavía no estás del todo bien —quiso detenerlo al ver que bajaba del lecho.

—No me importa, Mikasa, yo solo quiero ver a mi bebé —pisó el suelo, pero sus piernas le traicionaron y cayó.

—¡Eren! —gritó la pelinegra arrodillándose al lado de su hermano.

Estoy bien —intentó tranquilizarla—, solo dime dónde está —se levantó de nuevo.

Lo vio una y mil veces. Sus manitos tan pequeñitas, sus piernitas, sus bracitos del tamaño de una mano, tan pequeñito e indefenso. Los doctores explicaron que pesaba muy poco, ya que era sietemesino, pero que en un mes se podía ir con su mamá a su casa. Era su bebé, ese pequeño pedacito de él, para Eren su bebé era lo más hermoso que podía existir; quiso cargarlo, arroparlo, pero no pudo, tuvo que limitarse a verlo de lejos. Y así transcurrió un mes. Con los cuidados de Mikasa y Armin se recuperó más rápido de lo que esperaba, en una semana ya podía caminar, los dolores de cabeza habían desaparecido y su herida ya había cicatrizado. En ese mes iba todos los días al hospital y se quedaba acompañando a su hijo. El castaño había recuperado la salud nuevamente, pero su memoria no. Mikasa le tuvo que contar toda su vida prácticamente. El último día del mes había llegado y ese día tenía que ir al médico a que le retirasen los puntos y también a recoger a Chibi, quien en realidad se llamaba Aldred; lo sacó de una película de acción, pero de cariño le decía Chibi, porque era pequeñito y era el dulce que alegraba su vida. Lo amaba aunque no recordase el proceso de su embarazo ni nada.

—Buenos días, Eren —saludó Sasha, la enfermera que cuidaba el área de neonatología.

—Buenos días —sonrió muy contento.

—¿Vienes a llevarte a Chibi? —preguntó la castaña muy animada.

—Sí, ya se cumplió el mes y los doctores le dieron de alta —se acercó a la cunita donde estaba el pequeño—. Ya podré llevarme a mi bebé —dijo emocionado.

—Felicidades, Eren —sonrió la castaña. Levantó con mucho cuidado al bebé, lo envolvió con una manta de ositos, le puso una gorrita y se lo entregó a su mama—. Es tan lindo.

—Pues claro, se parece a mí —sonrió mientras lo cargaba.

—Sí, pero tiene el cabello negro, seguro que eso lo sacó de su papá —lo último que dijo la castaña desconcertó un poco a Eren.

—Sí, por supuesto —sonrió algo nervioso—. Bueno, ya debemos irnos. Cuídate, Sasha —se despidió.

—Adiós, Eren —lo despidió con la mano.

Ya en su departamento, acomodó las cosas del bebé en su ropero, colocó a su niño en la cuna para luego acostarse el también. Vio a Chibi dormir tan plácidamente que él también empezó a cerrar los ojos lentamente, sin querer se quedó dormido. Una hora más tarde se despertó por el sonido del timbre, salió de su habitación y fue a abrir la puerta. Era Mikasa, había traído un pastel y unos regalos. La observó extrañado.

—¿Qué es todo esto, Mikasa?

—Es para celebrar la salida del hospital de Chibi —dijo alegre la joven, colocando el pastel y los regalos encima de la mesa—. Armin y algunos conocidos más te mandaron estos regalos —sonrió mostrándolos.

—Wow, se los agradezco —una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Dónde está Chibi? —preguntó emocionada.

—Arriba, en su cuna —señaló la segunda planta.

—Bien, subiré a verlo —giró hacia las escaleras, pero antes de que las alcanzara fue detenida por el castaño.

—¿Qué pasa? ¿Le pasa algo malo a Chibi? —se asustó un poco al ver el semblante de Eren.

—No, Chibi está bien —vaciló por un momento, pero no, él tenía que saberlo, la duda lo carcomía—. Mikasa —la vio directo a los ojos—, ¿quién es el papá de Chibi?

Apartó la mirada, no quería hablar de eso con Eren. Le jodía, le molestaba hablar de ese tema, pero ella sabía que tarde o temprano Eren se lo iba a preguntar, si no lo había hecho antes fue porque su hermano aún estaba aturdido. Carraspeó un poco, dio unos cuantos pasos y se sentó en el sillón—. Está bien —suspiró—, te lo contaré. Ven —dio unas palmaditas al sillón indicándole al ojiverde que se sentase junto a ella.

Eren sintió algo de miedo al ver la reacción de su hermana. Tal vez no debió preguntar, pensó por un momento, pero luego negó mentalmente, él tenía que saber quién era el papá de Chibi. ¿Por qué en todo este tiempo no fue a verlo? ¿Por qué no lo conoció? ¿Por qué Mikasa y Armin ni siquiera lo habían mencionado? Se sentó junto a su hermana, dispuesto a escuchar la verdad—. ¿Y bien?

—Lo conociste cuando entraste a la universidad, estudiaban lo mismo, creo que él estaba en tercer año de la carrera cuando tú ingresaste —comenzó la pelinegra con los brazos cruzados.

—Continua, por favor —cruzó los dedos algo nervioso.

Se acomodó en su lugar para disimular su fastidio. No quería contarle nada a Eren, pero no tenía otra opción—. Se conocieron, porque… te tocó compartir dormitorio con él. Yo… la verdad, no sé mucho —susurró—. Cuando ingresé a la universidad, ustedes ya tenían una relación. Prácticamente vivieron juntos todos los años que estuviste estudiando —suspiró resignada—. Tres meses antes de tu graduación quedaste embarazado y te fuiste a vivir con él a su departamento, luego…—se detuvo indecisa.

Eren estaba sorprendido al escuchar todo lo que su hermana le decía, pero quería saberlo todo—. ¿Luego…? —incitó a que continuara.

Mikasa no quería proseguir, segura que lo que iba a decirle al joven lo lastimaría mucho. Ese hombre hizo sufrir a su amado hermano. Pero ya no. Endureció su mirada, mientras tomaba una decisión; ella cuidaría a su hermano, nadie más que ella lo haría, así que mintió—. Murió —dijo sin ninguna expresión en su rostro.

—¿Qué? —se quedó en shock. ¿Había oído bien?

—Murió, al parecer estaba enfermo, lo estuviste cuidando mucho tiempo, pero no sanó detalló—. Es por eso que chocaste ese día, dio su último suspiro y luego saliste, cogiste el auto y como estabas alterado tuviste el choque… Lo lamento.

Soltó unas cuantas lágrimas. ¿Así que eso había pasado? Eso explicaba todo, debió ser un hombre maravilloso, pensó. La noticia que recibió le dolió en lo más profundo de su ser, su bebe no podría tener un papá y él se había quedado solo—. ¿Dónde está su tumba? —inquirió tratando de parar sus sollozos.

—Lo cremamos, Eren —habló bajo.

—¿Sus cenizas? —él quería tener algo, no pudo despedirse adecuadamente, así que por lo menos quería conservar algo.

—Te las traeré mañana —abrazó a su hermano intentado consolarlo—. Eren, ahora que lo sabes debes ser fuerte, yo te apoyaré en todo. Saldrás adelante, ya lo verás.

—Sí, por Chibi yo seré fuerte —trato de sonreír. Claro que lo haría, por Chibi haría lo que sea.

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Pasaron meses y Chibi era un niño sano, creció fuerte y saludable, no le faltó nada con su papá, Eren trabajó muy duro para que Chibi estuviese cómodo. En las mañanas lo cuidaba Mikasa y en las tardes él volvía de su trabajo lo más rápido posible para estar con su bebé. A los tres años Chibi preguntó por su papá; ese día Eren no supo qué hacer, llamó a Mikasa, no quería decirle a Chibi que su papá había muerto.

—Díselo —dijo Mikasa—. No harás nada bueno si le escondes la verdad.

—Pero es un niño, Mikasa —se agitó un poco, no quería hacerlo, no quería que su pequeño llorase y esté triste.

—Si entendió que su mamá es un hombre, no veo por qué no pueda entender que su papá murió —le dio unas palmaditas en la espalda a Eren, intentando tranquilizar a su hermano.

—Eso es diferente, sus amiguitos también tienen mamás que son hombres —se sentó exhausto en el sillón. Le dolía la cabeza de solo pensar en el asunto.

—Debes decirle, Eren —insistió Mikasa—, es lo mejor.

Subió la vista y la dirigió al cuarto de Chibi. Se revolvió los cabellos y tomó aire. Mikasa tenía razón, debía decirle la verdad. Se levantó del sillón y subió las escaleras a grandes pasos, abrió la puerta y ahí estaba su bebé, haciendo un dibujo en su mesita—. Chibi —le llamó.

—Mami, ¿qué pasa? —se acercó a su mami.

—Hace un momento me preguntaste por tu papá, y sabes, te quiero contar sobre él —cargó al bebe y lo llevó a su cunita—. Tu papi y yo nos conocimos cuando estudiábamos en la universidad, nos quisimos mucho, pero papi estaba enfermito y se puso mal —no quiso continuar, pero debía hacerlo, era lo correcto—, y sabes, Diosito llamó a tu papi para que esté con él arriba en el cielo, y desde ahí arriba tu papi te cuida y mira toooodo lo que haces —le dio un besito en su nariz—. ¿Si, bebé? Así que papi nos cuida a ti y a mami.

Entoces, ¿Chibi no podá ve a papi nunca? —miró a su mami con los ojos llorosos.

Se le partió el corazón cuando vio a su bebé con sus ojitos cristalinos—. Lo siento, Chibi, pero sabes, mami va a estar todo el tiempo contigo, ¿de acuerdo? —limpió las pequeñas lágrimas de su niño.

—Sí, mami, Chibi sabe que pa nos mia dede el cielo —abrazó al mayor.

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Contuvo sus lágrimas, no quería ponerse triste, pero cada vez que recordaba por todo lo que tuvo que pasar junto a Chibi no podía evitarlo. Se golpeó la frente e intentó botar la tristeza. Finalmente llegó a su trabajo y bajo rápidamente del auto. Se le hacía tarde y seguro que el jefe se lo cobraría con una montaña de papeleo, así que cogió su portafolios y corrió directo a la oficina, esperó por el ascensor y al notar que toda la gente estaba apachurrada dio un paso atrás, pero el papeleo volvió a su mente y no le quedo de otra que meterse como una sardina dentro del ascensor, subió hasta el piso indicado y se dirigió a la oficina. Se percató de que las secretarias corrían de un lado a otro, se escuchaban cuchicheos y conversaciones en todo el piso. Algo cansado se sentó en su escritorio.

—Buenos días, Jean —saludó a su compañero de al lado.

—Buen día —respondió el mencionado con un gesto con la mano.

Observó curioso como las secretarias hablaban con… ¿emoción? ¿Acaso se había perdido de algo?—. Hey, Jean, ¿sabes por qué tanto alboroto?

—Nada en especial. Recuerdas que la empresa tiene muchas sucursales en todo el país ¿verdad? —golpeó algunas teclas sin mucho ánimo.

—Sí, ¿por qué? —contempló extrañado a su compañero.

—Pues que los dueños de este imperio van a venir hoy a hacer una inspección a toda la oficina y… —bostezó—, parece que las mujeres se han enterado que uno de ellos está soltero y ya sabes, quieren atraparlo —hizo un gesto con sus manos.

—Oh, ya veo —cogió algunos papeles y empezó a revisarlos—. ¿Cómo se llamaban? —volvió a preguntar.

—Uhm… —se apoyó sobre un codo—. Creo que uno era… —se rascó la cabeza—, Erwin Smith y el otro era… —movió la cabeza de un lado a otro—, Lenni, creo que así era, no recuerdo muy bien su apellido.

Encendió su computadora y estiró los brazos desinteresado—. Como sea, ¿tienes listos los documentos sobre las estadísticas de la semana?

Abrió los ojos como huevos. Mierda. Lo había olvidado— Sí, ehh, solo faltan algunos detalles y los tendrás dentro de una hora —mintió. La verdad es que el día anterior había salido con Armin al cine y en plan de coqueteo había olvidado preparar los documentos.

—¿Jean? —lo miró con una aura amenazante—. Más te vale que esté listo dentro de una hora, no quiero ser gritoneado por el jefe —lo amenazó—. Estúpido cara de caballo.

Unas cuantas horas después estaba cansado. Tuvo que ayudar a Jean a terminar su trabajo para que él finalmente pueda unirlo con el análisis que había hecho. El jefe fue duro con los dos, les había gritado su vida. Maldito viejo cascarrabias, pensó Eren, tenía que aguantarse si no quería perder su empleo. Todavía recordaba el griterío que les había dado: "¿Qué se creen? ¿Los dueños de la empresa? Malditos inútiles" Ese viejo se creía la gran cosa, pero decidió no pensar más en ello. Bebió un poco de agua y se relajó un rato. Tenía algo de hambre, así que bajó a la cafetería a comprarse algún aperitivo que le ayude a llenar la tripa.

Con un sándwich y un refresco en las manos se sentó lejos de las demás mesas para estar un rato en silencio y relajarse. Estuvo mirando al vacío hasta que oyó los cuchicheos de algunas mujeres en la mesa de adelante.

—Oh, sí y oí que es muy guapo y tiene un hijo, pero al parecer la madre murió hace mucho tiempo y ahora está solo —chillaba una de las mujeres.

—¿En serio? Uhm… Será un poco difícil, pero he oído por ahí que a un hombre soltero y con hijo, se le puede conquistar a través del niño —dijo la otra mujer, que por cierto tenía toda la cara pintada escandalosamente.

Las escuchó algo curioso. ¿En serio era tan guapo e impresionante? Es decir, no es que esté interesado, no, claro que no. Él estaba entregado por completo a su hijo, así que no tenía tiempo para pensar en otros hombres, aunque tenía que admitir que bueno, sí, le llamaba la atención.

—He oído que es tan guapo, que con solo una mirada te derretirías al instante —mencionó la menos pintada.

—¿Ah si? —preguntó asombrada su compañera.

—En serio, y también dicen que es tan bueno en la cama que después de una noche le rogarás por mas —le guiñó a su amiga.

—No puede ser —se asombró—. ¡Ay, no sé! Si todos esos rumores resultan ciertos, te juro que me da un infarto apenas lo vea —exclamó la más voluminosa.

Estaba frio. ¿Bueno en la cama? Soltó una risa nerviosa. No, pensamientos impuros, aléjense de mi sana mente, se reprimió así mismo. Bueno, no era su culpa, él no había salido ni tenido alguna relación con un hombre después de que nació Chibi. Tres años sin sexo, pensó. No, volvió a negar mentalmente algo sonrojado, aunque… Cogió el pequeño espejo que tenía en su portafolio y observó su reflejo. No estaba tan mal, aún era joven. Pero no, sonrió algo nervioso, no es como si un hombre tan importante se vaya a fijar en un simple trabajador como él. Suspiró. Sí, él era tan insignificante y poca cosa. Volvió a suspirar y guardó el espejo, levantó la vista y se encontró con que todas las mujeres lo miraban de una forma extraña. Se sintió algo nervioso y se giró para ignorar sus miradas y siguió comiendo; sin embargo, sus miradas no fueron lo único que le lanzarían al pobre Eren.

—¿Te diste cuenta? —dijo una del grupito.

—Sí —respondió la rubia—, qué asco.

—Lo sé —habló la más robusta—. Entiendo que sea homosexual, pero debería saber comportarse —escupió sus palabras con veneno.

—Sí —comento la más baja—, creo que es uno de esos hombres que pueden tener hijos, ¿has escuchado de eso?

Mierda. De pronto toda la conversación que trataba del guapo jefe se fue a la basura y solo porque Eren había estado soñando y mirándose al espejo. Comenzaron hablar de él.

—Sí, ese tipo de hombres me causan repugnancia. Fenómenos de la naturaleza, el gobierno debió hacer algo con ellos —soltó con desprecio una de ellas—. Yo que sepa Dios hizo un hombre y una mujer —esa fue la gota que derramó el vaso.

No lo resistió más, sus críticas fueron como cuchillas que le clavaron una y otra vez. Cogió su portafolio, tiró sus desechos en el basurero y salió de la cafetería lo más rápido que pudo. Volvió a su oficina y se dejó caer en su asiento.

—Eren, ¿me trajiste el emparedado de pollo que te pedí? —enfocó su mirada en el recién llegado—. ¿Eren?

Y ahí estaba él, se sentía patético. Rabia, sintió rabia. Así que era un fenómeno, pensó; sintió pena de sí mismo y sin darse cuenta, una lágrima resbaló por su mejilla. Se limpió rápidamente con la manga de su camisa y trato de calmarse—. No, Jean, lo siento, lo olvidé —habló con un tono apagado.

—¿Ahora qué te hicieron o dijeron? —dejó a un lado sus documentos y se giró para el escritorio de Eren. Jean era un buen amigo y le preocupaba que lastimen a Eren.

—Nada —sonrió sarcástico—. Fenómeno, soy un fenómeno —apretó el papel que tenía en su mano.

El ojimiel se enfureció. Tenía ganas de ir donde esas idiotas y ponerlas en su lugar, pero tenía que contenerse. Eran tan odiosas que incluso podrían quejarse con el jefe, con un par de coqueteos y miradas podían hacer que los echen a la calle a ambos. Estúpidas locas. Le dio unas cuantas palmadas en la espalda a Eren—.Vamos, no les hagas caso, son unas idiotas —intentó animarlo.

—Sí, ¿verdad? —sonrió—. Gracias, ya estoy mejor —no lo estaba del todo, pero no quería verse patético y además, poco le importaba lo que piensen otras personas. Respiró y desechó malos pensamientos.

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Estaba bajo el agua. Los últimos dos minutos se los había pasado así. No quería salir, era tan relajante, silencioso, la única forma de desconectarse del mundo y tal vez… ¿Oírlo a él? Pensar en él, sentirlo. Sí, porque lo que más anhelaba en este momento, lo que más anheló y lo que más deseará en un futuro será tenerlo a él. La falta de oxígeno hizo que saliera, respiró, miró el ambiente y volvió a su cruda realidad. No podía, no podía tener a Eren, porque ya no estaba en este mundo con él. Se fue, pensó. Maldición, golpeó el agua. Mierda, maldijo. Siempre era lo mismo, estar bajo el agua para luego salir y esperar otra realidad, otra realidad donde Eren, su Eren estuviera ahí con él, no esta mierda. Volvió a mirar a su alrededor, salió de la piscina y se colocó su bata, cogió su celular y salió del lugar. Levi Rivaille, ese era su nombre. Exitoso empresario, padre soltero, hombre guapo y joven, con mucho dinero. Lo tenía todo, absolutamente todo. Él hacía sonar sus dedos y miles de sirvientes se ponían a su disposición; si él quería una mujer para pasar el rato, se ofrecían un montón; si deseaba un coche, una casa, un departamento, lo que sea, él solo chasqueaba los dedos y ya estaría al alcance de sus manos. Pero él lo quería a él, pero eso es justamente lo que el dinero no podía darle.

Entró a la suite del lujoso hotel en donde se hospedaba. Habían pasado tres años desde que se fue de esa ciudad y había vuelto por cosas de negocios. Estúpido Erwin, maldijo, él y sus jodidas inspecciones. Cogió su otro teléfono para revisarlo –sí, porque él tenía más de tres celulares-. Mierda. Doce llamadas perdidas, cinco mensajes de texto y doce mensajes de voz, todos de parte de la loca de Hanji, su mejor amiga, si se puede decir. Qué carajos, pensó luego de revisar algunos mensajes. Marcó al número de su amiga.

—¿Si? —se escuchó una voz chillona al otro lado del aparato.

—¿Qué mierdas quieres, Hanji? —gruñó enojado.

—¡Enano! —volvió a gritar su desquiciada amiga—. Te marqué mil veces y no contestabas.

—Fueron doce, idiota —habló enojado—. Habla de una vez. ¿Qué pasa con Junior?

—Ah, lo había olvidado —soltó una risita—. Lo que pasa es que mini Levi no quiere quedarse con su maestro de álgebra, y bueno, se vino con su tía Hanji al trabajo —dijo muy contenta.

—¿Qué mierda has dicho? —se exasperó—. Junior debe ir a estudiar.

—Sí, pero el pequeño tiene clases todos los días, a todas horas, déjalo respirar —intentó persuadir a Levi.

—Vete a la mierda. ¿Dónde estás?

—Enaaaano —comenzó a hacer un berrinche—, no seas así y deja a Junior tranquilo por hoy.

—Me niego —gruñó molesto.

—Bueno —suspiró—, está aquí conmigo, en mi trabajo.

—Voy para allá —quiso cortar.

—Pero, enanito —insistió—, cuidaré a Junior; además, quiero pasar un tiempo con él. ¿Acaso no dejarás a esta pobre mujer con su sobrino unas cuantas horas? —dramatizó.

—Tch —lo pensó un rato. Era cierto, Junior tenía clases todos los días, tal vez… estaba estresado. Vio su reloj y se dio cuenta que no le alcanzaría el tiempo para ir a recoger a Junior, así que bueno, dejaría que Hanji cuide de Junior, solo por hoy—. Está bien —dijo resignado.

—Gracias, enano —sonrió triunfante.

—Adiós —colgó, solo esperaba que la cuatro ojos no hable cosas extrañas frente a Junior, pero bueno, ella no era tan idiota, ¿o sí? Volvió a coger el teléfono, pero antes de que pudiese marcar, sonó el otro. Chequeó el nombre del contacto e hizo una mueca de disgusto al instante.

—¿Bueno? —dijo molesto.

—¿Ya estás listo, Levi? —era Erwin, socio actual de Levi, también su mejor amigo.

—No, aún no.

—Date prisa —pidió el rubio.

—No me jodas, puedo demorarme el tiempo que se me pegue la regalada gana —colgó. ¿Quién mierda se cree Erwin? ¿Su papá?, pensó. Que vaya apurar a su esposa o a quién quiera, pero a él no. No soportaba órdenes de nadie, solo le permitió a una persona dárselas y también ser insolente con él, pero esa persona ya no estaba aquí, así que los demás se pueden largar al infierno.

Abrió su enorme armario y sacó un traje, se vistió lo más lento que pudo -sí, para joder a Erwin-, se colocó un reloj bañado en plata, se peinó para atrás, cogió su teléfono y salió de la suite. Caminó lento, tomó el ascensor y bajó al lobby del lujoso hotel. Vio a Erwin sentado en el enorme sillón de cuero con una cara de pocos amigos, se le había hecho un poco tarde, pero bueno, ¿qué son unos minutos de retraso? Cogió el periódico que estaba sobre la mesa de cristal en frente del sillón y se sentó.

—Llegas tarde —habló el rubio—, debes aprender a ser puntual —lo reprendió.

Levantó su mano frente a la cara de Erwin—. Habla con mi mano —dijo a secas.

—También deberías aprender a controlar tu genio —siguió leyendo el periódico ignorando el gesto de Levi.

—Ajá —lo ignoró totalmente—. ¿Nos vamos?

—Sí, ya me duele el trasero de tanto esperarte —se levantó y caminó a la salida.

Y después dice que yo soy el grosero, pensó. Siguió a Erwin algo aburrido, pasaron por el enorme campo de golf del hotel y vio una bonita fuente que le llamó la atención. Y así estuvo distrayéndose por un rato hasta que llegaron al estacionamiento y el chofer de su elegante limosina les abrió la puerta, subió al auto, se acomodó en el asiento y se colocó los audífonos para escuchar algo de música.

Estuvo mirando por la ventana durante todo el trayecto, haber vuelto después de tres años y medio hizo que estuviera algo curioso. Sí, definitivamente las cosas cambiaron, todo estaba diferente, todo era diferente a lo que él recordaba. ¿Cómo has estado Eren? Todo cambió ¿eh?, habló en su mente como si Eren le escuchase. Ya pasaron tres años y medio desde que partiste Eren.

-o-

Despertó con la cabeza adolorida, dio vueltas en la cama, después de unos segundos abrió los ojos con mucho pesar. Todo estaba bien. Bostezó e intentó volver a cerrar los ojos, pero sintió algo extraño en su cama, ojalá no fuese lo que estaba pensando. Maldijo por lo bajo. Volteó y lo que vio fue lo que más temía. Ahí, a un lado de él, estaba Petra, su ex novia, con la que anteriormente se iba a casar. Mierda, mierda, mierda. Se supone que ayer había hablado con ella, ya todo estaba terminado entre ellos, él se iba a casar con Eren dentro de 2 meses. Al principio Petra se negó a terminar la relación, molestaba a Eren, los hizo pelear, les puso un millón de obstáculos. Harto de la situación y aprovechando que Eren había salido a un viaje junto con su hermana, la citó en su departamento. Acabaría este jueguito de una vez por todas, no quería que Eren pasara por todo este problema y mucho menos en su estado, así que decidió que solo fueran él y su ex novia. La invitó a pasar a su departamento, Levi era un caballero. Le ofreció un refresco, pero ella no aceptó. Estuvo pensando unos momentos en lo que le debería decir a la pelirroja para que no saliera llorando o hiciera un escándalo. Ya decidido afrontó la situación, fue claro con ella, siempre tratando de ser sutil. Después de unos cuantos lloriqueos, Petra se tranquilizó, aparentemente se había dado por vencida. Estaba algo cansado, por lo que decidió salir al balcón por un momento. Regresó y viendo que Petra estaba más tranquila, él también pudo relajarse.

Cogió el vaso con agua que dejó en la mesa del living y bebió el líquido. Se sintió mareado de repente, la vista se le volvió borrosa. Volteó, miró a Petra y lo último que vio fue a ella pintándose los labios. Y ahí estaba él ahora con la cabeza hecha mierda y con Petra desnuda a un lado de su cama. Intentó despertarla—. Hey, Petra, despierta —la movió.

—Hmm —la pelirroja empezó a moverse—, todavía es temprano —habló entre sueños.

—Petra —la movió—. ¿Qué pasó aquí? —trató de preguntarle, pero no contó con que la pelirroja lo cogería del brazo y lo hiciera tumbarse de nuevo.

—Hey, ¿qué te pasa? —dijo molesto intentando levantarse otra vez—. Suéltame —exigió. De pronto, la puerta del dormitorio se abrió. Se supone que Eren llegaría hasta el día siguiente, aún era media noche.

—Levi, amor —entró lleno de bolsas y con una enorme sonrisa. Quería sorprenderlo, pero lo que vio lo dejó petrificado—. Levi —no creía lo que veía.

—¡Eren! —se levantó rápido—. Esto no es lo que estás pensando.

—Entonces, ¿qué es? —sus ojos empezaron a lagrimear y soltó los paquetes—. ¿Qué es todo esto Levi?

—Por favor, cálmate, lo que pasa es… —pero Eren no lo dejo terminar.

No se iban a burlar de él. Levi lo había engañado y esto no se lo iba a perdonar—. Me engañaste —soltó unas lágrimas—. Eres un maldito bastardo, no quiero volver a verte —salió corriendo de la habitación.

—No, Eren, yo te amo, por favor, escúchame —se envolvió con la sábanas y salió corriendo tras de él. Corrió lo más rápido que pudo y antes de llegar a la salida lo sujetó del brazo—. Eren, mi amor, esto es un malentendido, yo te puedo explicar.

—¡Suéltame! —forcejeó—. No quiero oír tus mentiras —no quiso escucharlo. Enfurecido, le propinó una bofetada y salió del departamento lo más rápido que sus piernas pudieron llevarlo.

Esto no podía estar pasando. ¡Maldición! Pero esto no se iba a quedar así, no, claro que no. Petra le explicaría todo a Eren. Subió las escaleras colérico, tiró la puerta del dormitorio y la levantó del brazo.

—Me lastimas —chilló la pelirroja.

—En este momento vamos a buscar a Eren y le explicarás todo —dijo furioso—. No sé qué mierda me hiciste, pero todo esto es tu culpa —la lanzó a la cama.

Soltó una risotada—. ¡Ha! ¿Crees, tú querido, que te ayudaré a que te reconcilies con ese? —se levantó —. Primero muerta.

—Desgraciada —gruñó— ¡Lárgate ahora mismo de mi casa!

—Ajá, de todas maneras ya me iba —cogió su bolso—. Por cierto, querido, la próxima vez no dejes tus bebidas a solas —le guiñó un ojo y salió de la habitación.

Se sintió derrotado, había perdido a Eren. Carajo. El amor de Eren, el bebé, lo había perdido todo. Agarró el retrato de la cómoda y estuvo mirándolo. Era una foto suya junto con Eren en su primera cita. La observó detenidamente. Ahí estaba él con una mueca de disgusto y Eren sacando la lengua y haciendo el signo de amor y paz. Sonrió. Qué lindo era Eren. Delineó su hermosa sonrisa con sus dedos. Estuvo así en silencio unos minutos, puso el retrato en su lugar, se levantó y se vistió. No perdería a Eren, no se rendiría tan fácilmente. Cogió el celular y se dirigió a la salida.

Caminó sin rumbo por la calle. Buscó por todos lados: los cafés donde solía invitar a Eren, la pastelería preferida de Eren, todos los lugares donde posiblemente lo encontraría. Al cabo de unashoras se sintió agotado. Estaba cerca de un parque, así que decidió sentarse en una de las bancas y darse un respiro. Miró unas cuantas palomas y se sintió nostálgico. Los recuerdos empezaron a atiborrar su mente, en ese momento todo era Eren. Suspiró. Lo encontraría. Se levantó y emprendió camino de nuevo, buscó y buscó, pero nada, no lo encontraba.

El sol salió y el cielo ya estaba claro. Chequeó su reloj, ocho de la mañana y ni rastro de Eren. De repente su celular sonó y vio el nombre del contacto esperanzado de que sea Eren, pero en lugar de "Mi mocoso" salió un número desconocido.

—¿Bueno? —contestó.

—Buenos días —la voz se le hizo conocida—. ¿Señor Levi?

—Sí, ¿con quién hablo?

—Soy Armin, amigo de Eren —habló algo nervioso—. Le llamo para decirle que Eren tuvo un accidente.

—¡¿Qué?! —gritó alterado—. ¿En qué hospital está?

Eso fue todo. Se culpó una y mil veces de lo que había pasado. Si tan solo hubiese seguido a Eren hasta el final, si no lo hubiese dejado ir, todo, todo esto no habría pasado. Estaba sentado en la sala de espera, afuera de cirugía, al parecer Eren no sobreviviría y el bebé tampoco. Lágrimas fluyeron despacio de sus ojos. No, él no quería perder a su familia, porque Eren era su familia ahora, él lo era todo.

—Ehh, señor Levi, debería calmarse —le aconsejó Armin.

—Eren morirá por mi culpa —murmuró. Estaba en un estado de shock—. Yo maté al bebe, maté a Eren —empezó a lamentarse.

—No diga eso, por favor —quiso reconfortarlo—. No es su culpa.

—Claro que es su culpa —dijo de pronto Mikasa quien recién llegaba—. Este maldito tiene la culpa de todo.

—Mikasa, por favor, cálmate —dijo Armin.

—¡No! —gritó—. Es por culpa de este bastardo que mi hermano esté ahora debatiéndose entre la vida y la muerte, este maldito lo engañó —gritó furiosa.

—Mikasa, por favor, guarda silencio —se desesperó el rubio—. Estamos en un hospital.

—No me importa, que todos se enteren —se acercó a Levi—. Este desgraciado lo engañó con su ex novia, Eren me lo contó todo. Llamó a mi celular llorando y dijo que lo encontró desnudo en la cama con esa mujer —Levi solo la escuchaba, estaba tan dolido. Tal vez sí, la hermana de Eren tenía razón, engañó a Eren y por su culpa ahora iba a morir—. No respetó su hogar, no le importó nada.

Una enfermera que estaba cerca al oír tanto escándalo se acercó y pidió por favor que guarden silencio, de lo contrario tendrían que retirarse del hospital. No se inmutó en nada, solo escuchaba lo que decía la enfermera, lo que decía Mikasa, solo escuchaba. La verdad es que si Eren moría, él también lo haría. Se paró del lugar y se dirigió a la salida, no quería escuchar que salieran de la sala de operación y le dijeran que su amado Eren había muerto.

Estuvo en su departamento toda la mañana, bebió todo el alcohol que tenía. Estaba ebrio, solo quería dormir y luego despertar y fingir que todo había sido una pesadilla. Se tapó la vista con el antebrazo e intentó dormir, pero no podía, y las lágrimas comenzaron a caer de nuevo. Por favor, Eren, perdóname, sollozó. Lloraba, gritaba, estaba dolido. Su teléfono sonó, temió contestar. Ignoró la primera y segunda llamada, pero después de tanta insistencia no le quedó de otra.

—¿Qué? —dijo a secas. Esperaba lo peor. Por favor, no, no quería escuchar esas dos palabras tan horribles.

—Eren murió —dijo la otra voz—. Por favor, desaparece y lárgate, no quiero que te acerques al hospital y tampoco vuelvas a contactarme, bastardo —dijeron lo último y colgaron.

No lloró, sus ojos no botaban lágrimas, parecía que se habían agotado. No tuvo fuerzas para gritar, solo estaba ahí con los ojos abiertos, tirado en el suelo y con la botella de alcohol en la mano. Pasaron días y días, el celular sonó más de mil veces, seguro eran del trabajo. Sonrió. Ya no le importaba; es más, si Eren murió, esta vida ya no tenía sentido. Se dirigió a la cocina y tomó un cuchillo. Ya no quería vivir, sus ganas se habían esfumado. Estaba listo para apuñalarse, pero se detuvo; no lo haría ahí, no, claro que no, ese era el lugar donde iba a formar una familia con Eren, no mancharía este lugar con su asquerosa muerte. Cogió dinero y se fue.

Salió de la ciudad, tomó un vuelo a Kioto, tenía una casa en aquella ciudad. Lo primero que hizo cuando piso tierra fue comprar un arma. Caminó hasta la casa, llegó a su destino y abrió la puerta. Todo estaba vacío, entró y se sentó en la sala. Cogió la pistola y la colocó en su boca. Ya no aguantaba esta mierda. Ya estaba dispuesto a disparar, pero se detuvo cuando empezó a escuchar disparos y gritos en la casa de al lado. Los gritos desgarradores lo molestaron, se sentía molesto. Salió de la casa y se dirigió a la casa de donde provenían los disparos. La puerta estaba abierta, así que entró fácilmente. Lo que vio hizo que le dieran ganas de vomitar. Toda una familia, papá, mamá, dos niños, todos estaban muertos. Había sangre por todos lados, en las paredes, en el piso, en los muebles. Llamó a la policía para informar del delito. Ya se iba a retirar de tal casa, pero escucho un llanto algo leve. Se guió por aquel ruido, subió a la segunda planta y entró a la habitación. El llanto se hizo más fuerte. Miró debajo de la cama. Ahí había un niño, estaba llorando.

—¿Quién es usted? —lloriqueó el niño.

—El vecino —dijo a secas—. ¿Qué ocurrió? —preguntó.

—Mi papá vino ebrio y empezó a golpear e insultar a mi mami. Mis hermanos quisieron detenerlo, pero también les pegó —gimoteó más fuerte—. Y yo… yo… —habló nervioso—, tuve miedo y corrí. Me escondí aquí para que mi pa-papi no me pegue —siguió llorando—. Después escuché gritos y, y… —tartamudeó exaltado y comenzó a hipar más fuerte.

—Comprendo, cálmate —intentó tranquilizar al niño—. Ven —lo llamó. El niño salió de su escondite y abrazó a Levi. Sintió pena, lo cargó y lo arropó con la manta que estaba en su cama. No supo lo que pasaba, su cuerpo se movía solo. Vio su carita llorosa y un sentimiento le llenó el alma, era una fuerza que le decía que debía hacerse cargo de ese niño indefenso. Así que todo intento de suicidio se vio desmoronado, una luz de esperanza iluminó la vida de Levi.

—¿Cómo te llamas? —preguntó.

—Levi —dijo el pequeño. Al oír la respuesta sonrió, otra vez el destino hizo de las suyas.

Ya habían pasado dos meses desde el asesinato de los padres de Junior. Le llamaba así, porque decirle Levi al niño y él llamarse igual causaría confusión. Se había hecho cargo del niño, al parecer no tenía parientes, así que no hubo problemas para adoptarlo. Se convirtió en un padre responsable; en los días trabajaba y mandaba a la escuela a Junior y en las tardes se quedaba en su casa para hacerle hacer la tarea o llevarle al parque. Todo marchaba bien. Al principio fue necesario un tratamiento psicológico para el niño, pero con todo el apoyo que Levi le daba, el pequeño fue superando su trauma y reconoció a Levi como su papá.

—¿Terminaste?

—Sí, papá —respondió el pequeño—. Eran unos problemas sencillos.

—Muy bien —lo felicitó—. Vamos al parque entonces —era un trato, si Junior terminaba sus deberes temprano, Levi lo llevaba al parque.

—No, prefiero quedarme aquí —rechazó la oferta.

Lo miró extrañado, era raro que Junior no quiera ir al parque—. ¿Pasa algo?

—No —se sentó junto a Levi—, no es nada.

Observó a su hijo unos instantes, sabía que pasaba algo, solo que Junior era muy tímido para contarlo—. Junior —le llamó.

—¿Si? —volteó a verlo.

—Cuéntame, soy tu papá y todo lo que te pase me preocupa —dijo el mayor.

Sabía que su papá se preocupaba por él, pero no quería molestarlo con sus problemas—. En serio, no es nada, papá —se giró de nuevo.

Sujetó la cabeza de su hijo con una mano y lo hizo voltear graciosamente—. Anda, cuéntame.

Miró al mayor y suspiró derrotado—. Está bien —desvió la vista—. Lo que pasa es que los niños del parque me molestan.

—¿Y eso por qué?

—Porque…—titubeó un poco—, no tengo mamá —bajó la vista.

Esas palabras fueron como una flecha en el pecho. Le dolió ver a su hijo de esa manera. Pensó un momento y luego cargó al niño—. ¿Y eso qué? —dijo Levi.

—¿Eh? —se extrañó.

—Solo por no tener mamá no tienen derecho a molestarte —le explicó—. No te dejes intimidar, ¿de acuerdo? —le miró con una sonrisa.

Sus ojos se cristalizaron, quiso llorar en ese momento. Él tenía el mejor papá del mundo—. Sí, papá —sonrió.

—Ese es mi hijo —le dio un abrazo.

—Sí —contuvo sus ganas de llorar.

—Sabes, Junior, quiero comentarte algo —sentó al niño en el sillón.

—Dime —puso atención.

Se sentó al lado de su hijo—. Hace unos días un amigo mío me llamó para comentarme sobre ser socios y formar una pequeña empresa. He estado pensando en aceptar, pero si yo aceptase, tú y yo tendríamos que estar en viajes constantes y no podrás ir a la escuela, tendrás que estudiar solo con profesores particulares.

—¿Y? —preguntó el niño.

Suspiró—. Que no tendrás amigos y estarás cambiando de ambiente a cada rato.

En realidad, los amigos no le importaban, pero si a su papá le preocupaban…—. Podré tener muchos entonces, como iremos a muchas ciudades conoceré a muchos niños, así que no te preocupes, papá —le sonrió.

—¿En serio, hijo? —lo miró dudoso—. Pido tu opinión, porque esta decisión te afectará tanto a ti como a mí —explicó.

—No te preocupes, papá —sonrió mostrando la mejor sonrisa Colgate que pudiese enseñar—. Estaré bien.

Soltó una risa al notar la sonrisa de Junior, no tenía algunos dientes—. De acuerdo, hijo.

-o-

Llegaron a su destino y bajó del coche algo desanimado. Qué aburrido. Accedieron al enorme edificio, tomaron el ascensor mientras sus guardaespaldas no permitieron que nadie se acerque, y llegaron al piso indicado. Primero empezarían por la oficina de estadísticas. En ese momento no lo supo, pero el destino le volvería a jugar rudo de nuevo.

—Hey, Eren —comentó Jean—, parece que los jefes llegaron —levantó la cabeza de su escritorio.

—¿En serio? —se paró para ver como dos hombres y sus guardaespaldas se acercaban a la oficina—. Hey, Jean, creo que lo conozco —movió la cabeza para ver con más claridad.

Continuará…

Bueno espero que les haya gustado, cualquier queja u opinión o sino entendieron nada por favor háganmelo saber por un review, intentare mejorar el próximo cap, como decía no soy muy buena escribiendo pero hago lo que puedo uvu. Eso es todo, tengan un hermoso día, cuídense : D