Heeeeeeeeeeey.
Bueno aquí está el segundo capítulo del fic. No tengo mucho que decir la verdad, no es un capítulo muy animado pero espero que os guste. ¡Aaadiós!
CAPÍTULO 2
Lo primero que hice al llegar a casa fue ir a mi cuarto. Si a Jake le pareció extraño, lo disimuló bastante bien, pues no dijo nada. Seguramente estaría ocupado pensando en la cita que tenía con... ¿Dirk? Algo así. Bueno, no le culpaba, al fin y al cabo era importante para él.
Dejé mi mochila a un lado y me dejé caer a la cama, con la mirada fija en el techo. Pensé. No había sido un día fácil eso desde luego. Esperaba conocer mucha gente, cosa que en realidad se cumplió... pero no esperaba que todo el mundo fuera tan arisco conmigo. Sin embargo, quedarme allí tumbada no arreglaría nada, así que me levanté y corrí escaleras abajo con una sonrisa en la cara esperando encontrarme con mi yayo.
Llegué abajo sin dejar de sonreír.
―¡Yaaaaayoooo!
Dejé de gritar sin cerrar la boca cuando me encontré la figura de un hombre alto y rubio mirándome fijamente desde el salón de casa. Fui cerrando la boca a la vez que fruncía el ceño, confusa. ¿Quién era ese señor y que hacía en mi casa? Ya estaba concienciándome para coger el jarrón más cercano para defenderme (¿Un jarrón? Vaya, que arma tan genial) cuando vi a Jake salir de la cocina.
―¡Oh, Jade! Veo que ya has conocido oficialmente a Dirk.
Miré al hombre que, sin alterar su expresión, se inclinó un poco hacia delante como saludo.
―Hey.
―Oh... hey —murmuré mirando a un lado, algo avergonzada.
―Ella es Jade, mi hijast... —Le lanzé una mirada asesina a Jake con los ojos entrecerrados, quien frunció un poco los labios como disculpa —... nieta. Mi nieta.
―Es un placer, Jade. Soy...
―Sí, Dirk. —No quería sonar borde, pero no pude evitarlo. Necesitaba hablar tranquilamente con Jake, y no podía por culpa de ese hombre —. Mi yayo me ha hablado de ti. Me alegro de conocerte.
Ignoré la mirada que me lanzó Jake, pues seguía mirando al rubio que se limitó a asentir un poco con la cabeza. Luego, miró al otro.
―¿Nos vamos?
―¡Claro! ―Jake le sonrió ampliamente ―. Dame un momento.
Dirk salió por la puerta y vi como Jake se acercaba a mí con el ceño fruncido.
―¿Jade, qué pasa? ¿Se puede saber a que ha venido eso?
―¿A que ha venido qué? ―Hice una pequeña mueca, algo enfurruñada ―. No he hecho nada.
Tras lanzarme una mirada reprochadora y dar un suspiro, Jake me dio un beso en la frente y me alborotó el pelo, cosa que me hizo sonreír.
―Pórtate bien, ¿vale?
―Ya sabes que sí. ¡Tú también! ―Tuve que alzar la voz para asegurarme de que oyera esto último, pero al alzarme el pulgar me dio a entender que me había oído.
Tras echar un vistazo alrededor, me llevé las manos a las caderas y respiré hondo.
¿Y ahora qué?
Por alguna razón terminé en la habitación de Jake, tumbada en su cama leyendo uno de sus comics. Ugh, realmente eran terribles. No aguanté más de quince minutos leyendo hasta que me aburrí y los dejé todos sobre la cama, poniéndome de pie.
Intenté contenerme, pero hacía mucho tiempo que no me quedaba sola en casa, así que empecé a cotillear su cuarto. En uno de los cajones encontré un álbum de fotos. Volví a tumbarme en la cama tirando los comics a un lado y abrí el álbum.
Las primeras páginas estaban llenas de fotos de Jake y mías. Yo todavía era muy pequeña cuando me acogió, por lo que en la primera de todas las fotos tenía 3 años.
Tras pasar unas cuantas páginas encontré la que decidí que sería mi favorita. Yo tendría unos 8 años y llevaba puesto el sombrero de explorador de Jake. Estaba sosteniendo un rifle más grande que yo misma entre mis pequeñas manos, luchando por qué no se me cayese, y sonreía. Detrás de mi estaba Jake acuclillado, sujetando mi (bueno, en realidad su) gorro para que no se me cayese. Llevaba una pistola en una mano y le guiñaba un ojo a la cámara. Se me escapó una sonrisa: Jake me enseñó a disparar cuando cumplí los 12. No me quedó otro remedio que compartir su afición, pues estaba tan obsesionado con ello que desde que cumplí los 14 no me permitía dar un paso fuera de casa sin llevar al menos una pistola encima.
Pasé unas cuantas páginas más. Poco a poco, nuestras fotos se alternaban con fotos de Jake con Dirk. Hasta que al final, estas últimas predominaban. Fruncí el ceño y cerré el álbum de golpe. Mis uñas, pintadas de verde, se clavaron en la portada. ¿Por qué me sentía tan mal? ¿Acaso estaba celosa? Es decir, siempre había tenido a Jake para mi sola, no tenía muy claro lo que eran los celos. Pero desde luego no me gustaba el hecho de tener que compartirlo con nadie más.
Oí la puerta y alcé mucho las cejas, guardándolo todo tan rápido como pude. Salí del cuarto corriendo y cerré detrás de mí.
―¿Jade?
―S-sí, sí, soy yo. ―Corrí hacia las escaleras para que Jake no me viera saliendo de su cuarto y me senté en la barandilla, deslizándome hasta abajo.
Jake estaba mirando alrededo confuso, y sonrió al verme bajando. Di un salto, seguido de un traspié, y no me caí al suelo de milagro; bueno, en realidad gracias a que Jake se acercó y me sujetó de los brazos.
―Vaya, tendré que irme más a menudo para que me recibas así de alegremente, moza.
Me reí y le di un abrazo, feliz de que hubiera vuelto por fin. Así podría preguntarle unas cuantas cosas sobre el instituto y... bueno, en realidad sobre la gente en general.
Vi como Jake se acercaba al sofá dejando su chaqueta a un lado. Tiró unas llaves sobre la mesa y, tras sentarse, se pasó una mano por la cara. Parecía cansado. Me dejé caer en el sofá a su lado y subí las piernas, sujetándome los tobillos con las manos.
―Oye, yayo.
―¿Hmh?
Le miré. Tenía la mano todavía en la cara mientras su otro brazo colgaba como un peso muerto a su lado. Realmente estaba cansado, y parecía que lo último que necesitaba en ese momento eran más preocupaciones. Hice una pequeña mueca y al final opté por acercarme a besarle la mejilla, para luego darle un rápido abrazo.
―Te quiero. Pero tengo sueño, ¡así que me voy a dormir!
Me levanté de un salto e hice un gesto con la mano. Jake sonrió bajo su mano e imitó el gesto, como si supiera lo que había hecho aunque no me hubiera visto.
―Te quiero Jade, que descanses.
Estaba subiendo las escaleras cuando me acordé de algo. Me giré hacia Jake.
―¡Oh, Jake! ¿Qué tal con Dirk?
Se rió y separó dos dedos de la mano que tenía sobre la cara, mirándome entre ellos.
―Vaya, te has acordado del nombre.
Recordé las fotos del álbum en que Jake aparecía con Dirk, sonriendo. Se le veía tan feliz. Me encogí de hombros para quitarle importancia.
―Parece majo, me cae bien.
Él se limitó a asentir un poco con la cabeza. Luego se encogió de hombros de forma tímida.
―Es... sí. A mí también.
Le miré durante unos segundos, apoyándome en la barandilla por la que me había deslizado hacía unos minutos.
―Sabes si... si a ti él te hace feliz, a mi también.
Por fin, se apartó la mano de la cara y me miró. Tenía las cejas ligeramente alzadas, como si no comprendiera lo que le estaba diciendo.
―O sea, ¡no que a mí me haga feliz él! ―Sacudí las manos frenéticamente, separándome de la barandilla. Jake se rió.
―Sí ―dijo, echándose hacia delante y reposando los codos sobre sus muslos ―, creo que he entendido lo que quieres decir. Pues la verdad es que me hace feliz, bastante. Ah, y te recuerdo que su hermano tiene tu edad y va a tu instituto. Puedo llevarte a su casa por las mañanas y...
―Yayo. ―Negué ligeramente con la cabeza cuando él me miró ―. De verdad que no hace falta. Me las apaño muy bien yo solita.
Lo último que quería era una niñera. Pero, en realidad, creo que rechacé la oferta más bien porque no quería preocupar más de lo justo a Jake, pues parecía más afectado que yo por mi reciente integración al "mundo exterior", por así decirlo.
―Como quieras.
Ambos nos quedamos en silencio. Jugueteé con la madera de la barandilla con la mirada perdida durante unos segundos antes de volver a hablar.
―Bueno, adiós.
―Adiós, Jade.
Terminé de subir las escaleras y fui hacia mi cuarto.
Tras llegar a mi cuarto lo primero que hice fue cerrar la puerta y conectar los auriculares a mi equipo de música. Pasé por unas cuantas canciones hasta por fin decidir la que quería escuchar y empecé a preparar todo lo que necesitaría al día siguiente.
Saqué ropa del armario para luego colocarla sobre mi escritorio. Preparé dinero en lugar de comida y lo metí en la mochila. También puse en ésta todos los libros de las asignaturas que tenía al día siguiente.
Solo me tomó unos minutos, así que decidí tumbarme en la cama un rato sin quitarme los auriculares, puesto que todavía era pronto para irme a dormir. Miré al techo mientras un brazo descansaba sobre mi frente y respiré hondo. ¿No era la música lo mejor del mundo? Si por mi fuera, me habría pasado toda la noche con los auriculares disfrutando de ella. Pero probablemente mi narcolepsia habría evitado que fuera posible. Muchas veces, soñaba con que alguien hiciera una de esas canciones para mí, aunque probablemente habría terminado aborreciéndola de tanto escucharla.
Rodé por la cama hasta estar bocabajo y saqué mi móvil: nada. Como siempre. Me encogí de hombros con indiferencia y fui a apagar la música. Dejé los auriculares junto al equipo, me puse el pijama y me metí bajo las sábanas.
Estaba a punto de dormirme cuando oí un ruido en las escaleras. Sonreí y me incorporé hasta sentarme con la vista fija en la puerta hasta que, como yo me esperaba, Bec entró en mi cuarto. Di un par de palmadas en la cama para que subiera y el perro, obedientemente, lo hizo.
—¡Buen chico!
Bec correteó un poco por la cama hasta ponerse a mi lado, lamiendo mi mejilla. Reí y le acaricié el lomo dándole unas palmaditas. Realmente adoraba a ese chucho. Había sido mi mejor amigo desde que Jake me acogió cuando era pequeña. Solíamos ir juntos a jugar fuera, sobre todo cuando Jake no estaba para reñirme por no llevar algún arma. No me sentía cómoda llevándolas a su alrededor, porque si alguna vez le hiriera por accidente, jamás me lo perdonaría.
—Es hora de dormir, ¿vale?
Bec pareció entenderme, porque se acurrucó a mi lado encima de las sábanas y apoyó el hocico sobre las patas delanteras. Aún sonriendo, me acomodé y cerré los ojos, colocándome las manos bajo la cabeza.
Tras un bostezo y prácticamente unos segundos, me dormí.