Nada del universo de Harry Potter me pertenece. Todo es propiedad de la gran J. K. Rowling

El Príncipe de Hogwarts

Capítulo 1. Comenzando un mal año

El Gran comedor se hundió en un profundo silencio. Su mirada se paseó por las mesas; desde Slytherin hasta Gryffindor, y no se sorprendió de ver ésta última casi vacía. Los estudiantes lo miraban con diversas expresiones; odio, temor, rencor, ira e incluso algo de orgullo en los ojos de ciertos jóvenes con túnicas decoradas de verde.

Él los ignoró a todos.

"Así que, antes de comenzar con la selección de los nuevos estudiantes a sus casas" – prosiguió su discurso con voz fría y monótona. – "Debo presentarles a los dos nuevos integrantes del profesorado" – Snape hizo un amplio movimiento con el brazo, dirigiéndolo a la pareja sentada a lado izquierdo de su silla de Director – "La Profesora Alecto Carrow, que impartirá Estudios Muggles y el Profesor Amycus Carrow, encargado de la nueva asignatura que el Ministerio ha cambiado en nuestro plan de estudios; Artes Oscuras"

La pareja de hermanos se levantó al ser mencionados y observaron al alumnado con altanería y sonrisas sarcásticas en sus pálidos rostros. Obviamente todos sabían que eran mortífagos, incluso los de primer año que temblaban parados en medio del comedor listos para ser elegidos a sus casas. Sólo esperaba que ninguno fuera lo suficientemente estúpido –dirigió inconscientemente una mirada a la mesa Gryffindor- como para retarlos.

"Los profesores Carrow también fungirán como Subdirectores de Hogwarts y están facultados para encargarse de la disciplina, la cual, sobra decir, ha mermado mucho en los últimos años"- esto lo dijo alzando ambas cejas, pero manteniendo siempre su fría expresión. Él esperaba que sus palabras fueran tomadas por los estudiantes no como amenaza, sino como una seria advertencia. No se podía jugar con los Carrow, ellos no se lo pensarían dos veces antes de lanzar un cruciatus a la más leve provocación. Y, por más que él estuviera dispuesto a esforzarse para proteger a los alumnos de Hogwarts, como había prometido a Dumbledore, estaba seguro de que con esos hermanos ahí, sería una misión bastante difícil.

"Ahora, sin más que decir, comencemos con la selección de casas, Minerva." – le dirigió una mirada a McGonagall que lo veía como si fuera la serpiente más vil y asquerosa que hubiera visto en su larga vida, antes de acercarse con un banco al frente del salón y colocar el sombrero seleccionador sobre él. La anciana bruja comenzó a leer los nombres de los nuevos alumnos, como cada año. No fue sorpresa para nadie que casi todos fueran elegidos en Slytherin; con las nuevas reglas de aceptar únicamente alumnos de sangre pura o mestiza, la mayoría de los padres dispuestos a mandar a Hogwarts a sus hijos eran simpatizantes de la causa del Señor Tenebroso.

Cuando la selección terminó, Snape podía decir de memoria cuántos estudiantes habían quedado en cada casa: ocho en Slytherin, cinco en Ravenclaw, tres en Hufflepuff y cuatro en Gryffindor. Veinte en total. Muy pocos.

Muy, muy pocos.

Cuando todos estuvieron sentados en sus respectivas mesas, el banquete dio inicio, y Snape pensó que el Gran Comedor nunca había estado tan callado.


"Vaya, no te ves muy bien Severus" – dijo el retrato de Dumbledore cuando entró ya noche a la oficina que el año pasado perteneciera al viejo Director, y que ahora era suya.

Snape lo ignoró mientras se servía un vaso de Whiskey de Fuego y se sentaba cansadamente a su nuevo escritorio, dispuesto a revisar algunos papeles mandados desde el Ministerio. Sin embargo, encontró que no podía concentrarse en ellos, la espalda le dolía, seguramente por tanto estrés y un molesto dolor de cabeza punzaba en su cráneo obligándolo a masajearse con sus largos dedos las sienes.

Apenas llevaban dos semanas de clases y ese par de mortífagos ya tenían a toda la escuela en alerta permanente; obligaban a los alumnos a usar artes oscuras en otros alumnos, usaban maldiciones para castigar y en menos de cuatro días habían enviado a cinco estudiantes a la enfermería. Los demás profesores estaban molestos y él mismo había tenido que detener un par de discusiones entre algunos de ellos y los Carrow. Desgraciadamente no podía hacer mucho por impedir el maltrato a los estudiantes sin levantar sospechas de su lealtad –después de todo, los mortífagos no eran conocidos por su piedad o bondad, y los Carrow creían que él también estaba de acuerdo con ese tipo de enseñanza a base de dolor – pero, aun así, él había hablado con ellos, recordándoles que en el reglamento de Hogwarts estaba prohibido el castigo físico y trataba de intervenir siempre que le era posible para mantener a los estudiantes lejos de las varitas de los Carrow; con su estilo frío, casi desinteresado, pretendiendo siempre que lo hacía sólo por la obligación que sentía para con el puesto de Director del que estaba a cargo.

Pero era frustrante.

Los Carrow casi siempre terminaban haciendo lo que querían y Snape no podía ir a seguirlos por todo el castillo ni meterse a todas sus clases sólo para cuidar el delicado pellejo de los mocosos malcriados ¡Como si no tuviera muchas importantísimas cosas en qué pensar! Era curiosa la ambivalencia que de pronto lo asaltaba; a veces, cuando estaba sólo y lejos de lo que ocurría en el exterior de su despacho, pensaba que en realidad no estaba tan mal que los estudiantes aprendieran lecciones duras, como la vida misma. Que aprendieran a ser fuetes, a no quejarse por nimiedades, a enfrentarse a la realidad de la guerra. Sí, su parte sádica estaba de acuerdo con los métodos empleados por los Carrow. Métodos que el mismo Señor Tenebroso usaba al entrenar a sus mortífagos.

Y, sin embargo…sin embargo, cuando presenciaba alguno de esos actos, cuando veía a un niño tumbado en el suelo gritando de dolor, algo dentro de él se removía, tirando un poco de su pecho, tratando de impulsarlo a detener esa escena. Él siempre había sido considerado un profesor estricto, incluso cruel, pero nunca había hecho uso del castigo físico, ni siquiera ahora.

Quizás llevaba mucho tiempo acostumbrado a la cálida amabilidad de Hogwarts y a sus castigos "sencillos" cómo quitar puntos, hacerlos escribir cien veces alguna tonta frase, hacerlos lavar los calderos de pociones… Sí, seguramente se había acostumbrado demasiado a eso.

Por ejemplo, apenas un par de días atrás, había salido a hacer una ronda nocturna. No es que fuera su obligación hacerlo ahora que era director, pero necesitaba caminar y después de todo, el estrés y la culpa que sentía desde lo que había pasado con Dumbledore no lo dejaban dormir. Por supuesto, ahora que no estaban Potter y sus queridos amigos, y con la estricta política de castigos de los Carrow, no pensó que se encontraría algún estudiante vagando por los pasillos, pero al doblar una esquina y llegar a uno de los jardines traseros, divisó dos pequeñas figuras que corrían a esconderse detrás de una fuente. Estúpidos niños, pensó.

Poniendo cara de cansancio, sacó su varita y se acercó sigilosamente hasta el lugar. Cuando estuvo a unos pasos la encendió con un Lumus que iluminó los rostros de dos niños agazapados; eran de Ravenclaw, de segundo año. Seguramente habían salido a dar un paseo nocturno y ahora estaban tratando de volver a su sala común que no estaba muy lejos de ahí.

"¿Qué creen que hacen?" – preguntó siseando amenazadoramente.

"Nos…nosotros sólo…estábamos…" – uno de los niños tartamudeaba tratando de explicarse. Snape levantó una ceja en impaciencia, pero el niño fue interrumpido por otra persona.

"¿Quién demonios anda ahí?" – la aguda, molesta voz de Alecto Carrow venía desde uno de los pasillos y en cualquier momento aparecería en ese lugar.

Snape sintió un extraño vuelvo en su estómago al escucharla, y observó a los niños con sus fríos ojos negros. Si Alecto llegaba, seguramente propondría un castigo que implicara una maldición ¿Qué no se daban cuenta? ¿No entendían esos niños lo peligroso que era para su propio bien romper las reglas? ¿Eran idiotas?

Los dos Ravenclaw observaron como las cejas de Snape se juntaban de enojo y sus delgados labios formaban una mueca de asco.

"Diez puntos menos para Ravenclaw, por cada uno. Y mañana tendrán detención con Hagrid" – dijo molesto antes de añadir amenazadoramente – "Ahora, regresen inmediatamente a su sala común y no vuelvan a salir después del toque de queda o no seré tan amable la próxima vez, ¿está claro?"

Los dos niños asintieron antes de correr hacía el interior del castillo justo en el momento en que Alecto entraba al jardín para verlos desaparecer en las sombras de un pasillo. Ella se acercó a Snape.

"¿Qué sucede Severus? ¿Estudiantes fuera de sus dormitorios?" – preguntó deteniéndose a unos pasos de él. Su cabello castaño y lacio caía cubriendo sus hombros.

"Así es, Alecto. Parece que no tienen el cerebro suficiente para entender una simple regla. Tuvieron que ser sancionados, por supuesto" – dijo con desdén, dando a entender que él ya los había reprendido y, por tanto, no habría necesidad de que ella interviniera en esa ocasión.

"Por supuesto" – repitió ella de acuerdo.

Snape asintió.

"Ahora, si no te importa volveré a la cama" – dijo con una media sonrisa – "Te recomiendo hacer lo mismo. Mañana es inicio de semana" – dijo como quien no quiere la cosa, pero en realidad trataba de persuadirla discretamente de que se fuera a la cama para así, en caso de que hubiera más estudiantes merodeando en los pasillos de noche, no tuvieran el infortunio de encontrársela, sobre todo ahora que él mismo ya se retiraba a dormir.

"Sí, creo que te haré caso Severus" –dijo la bruja devolviendo la sonrisa – "Hay que madrugar y tener que aguantar tanto mocoso no hace bien a la salud ¿eh? Buenas noches"

"Buenas noches" – Snape la observó marcharse antes de dar media vuelta y regresar a su propio dormitorio.

Afortunadamente siempre había tenido buen trato con los Carrow. No eran los mejores amigos, pero ellos, a diferencia de otros como Bellatrix, confiaban en él, lo cual facilitaba el que pudiera persuadirlos a su voluntad y darles órdenes, aun cuando obviamente no todas eran cumplidas.

Snape se estiró en su asiento, su cabeza aún dolía y necesitaba servirse otro trago de Whiskey de Fuego. Las cosas no se veían muy prometedoras para la escuela y él no podía tener toda su mente dentro de los muros del castillo cuando tenía que preocuparse también por él niño elegido que andaba escondiéndose en alguna parte de Europa. Se levantó de mala gana y se sirvió otro poco de licor antes de darle un buen trago.

"Vamos Severus, sabes que nunca he sido partidario de ahogar los pesares en alcohol. ¿Por qué no comes mejor un caramelo de limón?" – habló de nuevo el retrato de Dumbledore detrás de él, y Snape sintió formarse un pesado nudo en su garganta al oír a su viejo amigo. Era tan nostálgico escucharlo, tan doloroso y maravilloso al mismo tiempo, que por un momento, Snape imaginó que él en verdad estaba detrás de él, hablándole, tratando de aconsejarlo como siempre había hecho. Dándole la seguridad que tanto necesitaba.

Entonces, lentamente se volvió, para ver hacía el retrato colgado en la pared frente a él. Dumbledore lo observaba suavemente, dulcemente, con una sonrisa reconfortante en los labios. Y Snape lo miraba de vuelta, como quien mira algo trascendental; como el hombre desgarrado que entra a la iglesia y suplica ante el crucifijo, como el niño que observa con gratitud a su madre curarle una herida. Como el amigo que pide silenciosamente ayuda. Justo ahora, Snape era todo eso.

De pronto, un abrumador grito lo sacó de sus cavilaciones y fue como si el tiempo comenzara a transcurrir de nuevo. Instintivamente su mano llegó hasta su varita y la sacó. ¿Pero qué demonios fue eso?, pensó, antes de llegar a grandes zancadas a la puerta, abrirla de golpe y salir corriendo hacía donde más gritos comenzaron a escucharse.

Era una chica.

Apenas dobló la primera esquina se encontró con una desagradable sorpresa. Amycus apuntaba con su varita hacía un bulto en el suelo que gritaba y gemía sonoramente. No lo había visto.

"Suficiente, Amycus" – dijo con el tono más controlado que pudo modular, acercándose a paso rápido – "No hay necesidad de despertar a todo el castillo por un solo infractor"

Entonces Snape lo alcanzó y ya de cerca, pudo discernir quién era la víctima. Era una de las chicas Patil. Estaba en un camisón de pijama, por lo que no pudo distinguir cuál de las gemelas era –como solía hacer por el color de túnica que llevaran. La muchacha estaba tumbada con los ojos cerrados y una mueca silenciosa de dolor. Snape la miró, luego miró a Amycus, que había dejado de maldecirla pero la veía con una sonrisa satisfecha en sus asquerosos labios. Finalmente, Severus miró a un lado de la chica, a las escaleras que conducían al siguiente piso y su mente comenzó a atar cabos. Seguramente, el mortífago la había atrapado fuera de su dormitorio a esas horas de la noche y le había lanzado una maldición que la hizo caer por las escaleras, y luego, ya en el suelo, siguió maldiciéndola.

Snape reprimió una mueca de asco ante tal acto. Él podía ser cruel, irritable, sarcástico; había hecho llorar a muchas niñas en sus años como profesor, pero nunca se le había ni ocurrido levantar la mano contra alguna de ellas; y no precisamente por el reglamento de Hogwarts. Era que golpear a una mujer le parecía algo muy bajo. Era de cobardes. Sí, él había tenido que batirse en duelo con varias mujeres auror en su época de mortífago leal, como con Alice Longbottom –la cicatriz que ella le había causado en el hombro había sido grande e imborrable – pero eso era algo muy diferente.

"Estaba fuera de la cama, Severus" – habló Amycus, sin quitar los ojos de la joven – "Tuve que darle una lección"

"Ya veo" – contestó calmadamente Snape – "Aun así, te recuerdo que las maldiciones están prohibidas como castigos… sobre todo a éstas horas de la noche"

"Si, disculpa, supongo que no pude evitarlo Severus" – Amycus volteó a verlo por primera vez, sus ojos no reflejaban ningún tipo de arrepentimiento. Era de esperarse.

"Te pediría que lo tengas presente la próxima vez. No quiero tener que levantarme sólo por algo así" – dijo como si se hubiera levantado por que lo llamaran a matar una abeja que se hubiera metido en el castillo. Sin embargo, dentro de él latía la urgencia de llevar a la chica a la enfermería, donde la atendieran y la mantuvieran brevemente a salvo de los castigos y las maldiciones. Así que, viendo a Patil sobre su hombro, como quien mira un desagradable bicho, volvió a hablar. – "Supongo que no es conveniente dejarla ahí"

"No creo. No te preocupes, la llevaré a la enfermería" – se apresuró a decir el mortífago, pero algo en él le lanzó una alarma a Snape. No creía que fuera común en Amycus llevar él mismo a la enfermería a los alumnos… aunque quizás fuera que ahora sólo estaban ellos dos, y Snape era el director, así que no podía mandarlo a él a llevarla. Pero había algo más, su intuición le decía que no lo dejara a solas con ella, y después de un segundo comprendió que era algo en su mirada, que recorría el cuerpo de la chica obscenamente. Así que, antes de que Amycus se hubiera agachado por completo para tratar de cargarla, Snape puso una mano en su hombro, deteniéndolo.

"Quizás sea más conveniente no moverla. ¿Por qué no vas a despertar a Madam Pomfrey?, yo te esperaré aquí" – dijo sereno, pero con un tono que no dejaba lugar a replicas. Amycus sólo se encogió de hombros, observó una vez más a Patil y se dirigió a la enfermería.

Cuando estuvieron solos, Snape se agachó junto a ella y le habló en voz baja.

"¿Patil, puede oírme? Despierte" – trató, y para su alivio la chica abrió lentamente los ojos. Tenía moretones por todos lados pero no había pérdida de sangre además de unos cuantos rasguños en la cara y las manos. Ella lo miró con miedo. Él la miraba con frialdad – "Intente pararse" – ordenó.

Ella trató de levantarse inútilmente; el dolor la mantenía hecha un ovillo en el suelo. Snape dejó escapar aire por su nariz como en un bufido exasperado. Sacó su varita, ante lo cual la chica gimió asustada, seguramente pensando que él también la castigaría, pero únicamente la usó para hacer aparecer una camilla pequeña, una habilidad de magia avanzada que en serio dudaba Amycus hubiese sido capaz de realizar; las apariciones siempre eran difíciles.

Apuntó la varita a la chica –ella volvió a gemir y encogerse de miedo- e hizo que levitara suavemente hasta ponerla sobre la camilla. Patil se quejó sonoramente por esto, obviamente el más ligero movimiento le dolía.

"Cállese, tonta" – siseo él, antes de hacer levitar la camilla por el pasillo y llevarla en dirección a la enfermería él mismo.

Justo cuando alcanzaban la entrada de la enfermería, salía Madame Pomfrey seguida de Amycus.

"Me harté de esperar" – fue su única explicación para el mortífago ante su mirada interrogadora.

Madame Pomfrey se alarmó bastante al ver el estado de Patil, y mientras él depositaba la camilla en una cama, notó de pronto como los ojos de la enfermera pasaban de la chica a él y luego a Amycus. Entonces, sus ojos mostraron horror, mientras una idea comenzaba a formarse en su mente y Snape no tuvo que usar legeremancia para saber a qué conclusiones estaba llegando la enfermera; seguramente se le estaban ocurriendo explicaciones del por qué dos hombres, aún peor, dos mortífagos, traían a una jovencita a la enfermería, en medio de la noche, con sólo un camisón de dormir que dejaba ver más piel que el uniforma escolar y severamente lastimada… quizás habían…¿abusado de ella?

"Amycus la encontró vagando por el castillo, así que la castigó, a base de maldiciones, lo cual, espero, no vuelva a suceder, para no tener que hacernos trabajar a todos a estas horas de la noche" – Snape se apresuró a aclararle a la enfermera, con la voz más indiferente que encontró. De cierta forma, que pensara que él sería capaz de algo así, lo molestaba.

Ella no dijo nada y mientras él se daba la vuelta para salir de una vez por todas de ese lugar que se había vuelto extrañamente opresivo, la escuchó cerrar la cortina de la cama de la chica mientras decía algo así como "Hablaré con ella".

Ya en el pasillo, Snape pudo oír los pasos de Amycus siguiendo su ejemplo de abandonar la enfermería, pero no se detuvo ni se volvió a verlo. La chica Patil ya estaba a salvo bajo los cuidados de Madame Pomfrey, en el ala que hasta los mortífagos consideraban "zona de paz"; la enfermería.


No puedo creer que no tuviera un fic de uno de mis universos favoritos: Harry Potter, ni de uno de mis personajes favoritos: SNAPE! Espero que les esté gustando. Siempre quise saber cómo trataba de proteger a los estudiantes Snape mientras era Director y de ahí surgió éste fic.

Será clasificación M: Los mortífagos son capaces de torturar, secuestrar, matar y también de cosas más sexuales y degeneradas ¿no?, así que habiendo tantas chicas en Hogwarts, Snape va a tener que cuidarlas especialmente de Amycus, entre muchas otras cosas….

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