Disclaimer: Ni Glee, ni sus personajes, ni esta historia me pertenecen.
—¿Andrew Southern? —preguntó Quinn al ver que ni Rachel ni el hombre reaccionaban.
—Sí —confirmó el artista con voz ahogada, sin dejar de mirar a Rachel.
Quinn sabía cómo se sentía el pintor. Ella tampoco querría dejar de mirar a Rachel. Pero la fascinación del hombre no era por el mismo motivo que la de Quinn.
La rubia había reconocido a Andrew Southern por las fotografías que había visto de él, aunque estaba más mayor, con el pelo canoso, su atractivo rostro surcado de arrugas y los ojos de un penetrante color gris.
El padre de Rachel. O no.
En ese momento daba igual. El hombre se había molestado en ir a Londres en persona tras recibir la carta de Rachel, en lugar de limitarse a escribirle o llamarla por teléfono.
Rachel también era consciente de la importancia de ese gesto.
Tragó saliva, incapaz de moverse ni dejar de mirar al hombre que podría ser su padre biológico. Ninguno de los dos dejaba de mirarse.
—Claro, no eres Shelby —Andrew Southern fue el primero en reaccionar— Eres demasiado joven para ser ella. Pero el parecido... el parecido —se le quebró la voz y no pudo continuar.
—Inquietante, ¿verdad? —dijo Quinn amargamente.
Rachel sabía que era ese parecido el que había llevado a Quinn a equivocarse con ella. Y a Quinn no le gustaba equivocarse.
—Me llamo Rachel —dijo, con voz ronca, al hombre— ¿Recibió mi carta?
—Sí —suspiró él. Tendría unos cincuenta años, era alto y atractivo, y tenía unos ojos grises muy penetrantes.
Los ojos de un artista, pensó Rachel. Ojos que veían más allá de la apariencia de una persona y llegaban hasta el corazón. Tal y como había visto más allá de la imprudencia adolescente de Shelby.
—¿Quiere pasar? —lo invitó tímidamente mientras abría por completo la puerta y Quinn se echaba a un lado para dejarle pasar, antes de seguirle ella misma con el retrato.
¡El retrato!
Quinn pareció interpretar los pensamientos de Rachel y colocó el retrato sobre la mesa para descubrirlo y apoyarlo contra la pared, antes de volverse hacia el artista.
Andrew Southern palideció aún más, al parecer poseído por el mismo estupor que había asaltado a Rachel y a sus padres cuando vieron el retrato por primera vez.
Pero ese hombre era el pintor del cuadro, y conocía cada una de las pinceladas cargadas de amor, y cada tonalidad del precioso cuerpo y rostro de Shelby.
—No creí que volviera a ver este cuadro —murmuró Andrew Southern mientras lo contemplaba maravillado— ¿Cómo lo conseguiste?
—Se lo compré al sobrino-nieto de Jacob Gardner tras la muerte de éste —contestó Quinn.
—¡Shelby! —la voz de Andrew se quebró— Yo mismo intenté recomprárselo a Jacob después... después de que Shelby se fuera. Pero siempre se negó.
—Nunca se llegó a casar —le informó Quinn.
—No —suspiró Andrew— ¿Cómo podría después de haber conocido a Shelby? ¡Mi querida Shelby! —se tapó el rostro con las manos y empezó a sollozar.
Quinn no tenía la menor duda de que el pintor había amado a Shelby con la misma intensidad y necesidad con la que ella amaba a Rachel. Pero por algún motivo sin explicar, Andrew había perdido a su Shelby.
¿Iba Quinn a permitir que le ocurriera lo mismo con Rachel?
—Lo siento muchísimo —murmuró la morena, dando un paso al frente para apoyar su mano en los temblorosos hombros de Andrew Southern.
—¿Tú lo sientes? —el artista la miró con el rostro inundado de lágrimas— Dejé que se me escapara esta maravillosa criatura y ¿tú lo sientes? —sacudió la cabeza— Debería haber hecho algo. Nunca debí... —al fin estalló— He pasado los últimos veintidós años soñando con verla una vez más, con verla sonreír de esa manera, ¡con poder tenerla una vez más entre mis brazos!
¡No!, se dijo Quinn para sus adentros.
No estaba dispuesta a terminar su vida así, sin decirle a Rachel lo que sentía por ella. Y a lo mejor conseguiría... conseguiría convencerla para que le devolviera un poco del profundo amor que sentía por ella.
—¿Shelby es el motivo por el que dejó de aparecer en público? —preguntó Rachel con delicadeza— ¿Y el motivo por el que dejó de pintar retratos?
—Sí, la pérdida de Shelby provocó todo eso —confirmó Andrew Southern— Cambié por completo de vida después de lo que hice.
—¿Qué hizo? —Rachel lo miró con curiosidad.
—Shelby estaba prometida con Jacob Gardner —el pintor sacudió la cabeza— cuando éste me encargó que pintara su retrato, yo ya estaba casado, aunque no felizmente, pero aun así casado. En cuanto nos vimos por primera vez, Jacob y mi esposa dejaron de tener importancia.
Al fin Rachel había conseguido una posible explicación sobre por qué Shelby, tras romper su compromiso con Jacob Gardner, no había vuelto con Andrew Southern. El pintor estaba casado.
—Pero... ¿por qué, si estaban tan enamorados, permitió que ella se marchara sola para tener a su bebé? —Rachel frunció el ceño— ¿O es que no la amaba lo bastante como para dejar a su mujer?
La historia empezaba a sonarle familiar a Rachel. La historia se repetía. Bueno, no exactamente. En su caso, Quinn no la amaba, e iba a permitir que tuviera sola al bebé mientras ella volvía con su ex mujer.
—¡Por supuesto que la amaba lo bastante como para dejar a mi mujer! —sus ojos brillaban de emoción— Pero discutimos. Shelby no me creyó cuando le dije que me separaría para irme con ella. Y al final lo cumplí. Y ese mismo día fui a buscarla para decirle que lo había hecho y que sólo quería estar con ella, y que ella se viniese a vivir conmigo. ¡No sabía nada sobre el embarazo! —gruñó Andrew— La había visto el día anterior, pero cuando fui a buscarla al día siguiente para decirle que no podía vivir sin ella, que la amaba, ella... Shelby se había marchado. Nunca volví a verla —cerró los ojos como si intentara dejar fuera el dolor.
Pero Quinn sabía que era imposible, y para ella también. La imagen de Shelby, y la de Rachel, no se quedaban fuera. Quedaban grabadas en el cerebro eternamente.
Shelby y Rachel eran mujeres a las que las personas de sus vidas amaban eternamente.
Jacob Gardner había seguido enamorado de Shelby incluso después de que ella le traicionara y le abandonara. El retrato colgado en su dormitorio era la prueba. Y el dolor de Andrew Southern al perderla era incuestionable. Quinn estaba segura de que su amor por Rachel era igual.
—Yo —Rachel hizo una pausa y se humedeció los labios— ¿Se da cuenta de que soy el bebé de Shelby? —preguntó a Andrew Southern.
—No podría ser de otro modo —él ahogó una risa mientras extendía una mano para rozar la mejilla de Rachel— Te pareces tanto a ella —suspiró— Tanto, tanto...
—Sí —Rachel le lanzó una mirada llameante a Quinn.
La mirada le fue devuelta con un brillo de determinación que ella no logró entender. Pero claro, Rachel nunca había entendido a Quinn y no había motivo alguno para que eso cambiara en esos momentos que iba a salir de su vida para siempre.
—La pregunta es —se volvió de nuevo a Andrew Southern sin saber cómo decirlo— ¿Soy su hija o la de Jacob Gardner?
—¡Mía, por supuesto! —aseguró el artista— Shelby, tu madre, no mantenía relaciones con Jacob Gardner. En realidad yo fui el primero —admitió bruscamente.
—Pero... —Rachel pestañeó.
—No hubo nadie antes que yo, Rachel —dijo él con seguridad— A Shelby le gustaba dar la impresión de ser salvaje y con experiencia en la vida. Pero en realidad era una jovencita dulce y encantadora que nunca antes había estado con un hombre. Me sentí un completo sinvergüenza cuando me di cuenta la primera vez que hicimos el amor —suspiró— Mi matrimonio no era feliz, ¡pero no era motivo para seducir a una chica tan inocente!
A Rachel no le importaba. Se sentía mejor sabiendo que el amor y la educación que sus padres habían dado a Shelby sirvieron de algo, y que no fue más que una adolescente rebelde.
—Intenté encontrarla —la mirada de Andrew Southern reflejaba dolor— De verdad, Rachel —la miró ansioso— Pero sencillamente desapareció.
—No creo que quisiera que la encontraras, ni tú ni nadie más —respiró hondo— No lo sabía el viernes pasado cuando escribí la carta, pero... los padres de Shelby averiguaron su paradero cuando los llamaron del hospital. Murió en el parto cuando yo nací —explicó lo más delicadamente que pudo— ellos me criaron, y son los únicos padres que he conocido.
—¡Todos estos años sin saber lo que le había sucedido! —Andrew gimió— Ni por qué se marchó de repente —dijo perplejo— Hasta que recibí tu carta esta mañana y vi tu foto, no supe que estaba embarazada de mi bebé. Y nunca... jamás se me ocurrió en todos estos años que pudiera estar muerta —negó incrédulo con la cabeza, como si fuera demasiado para él.
Quinn miraba al hombre con admiración, segura de que ella misma no lo soportaría tan bien si acabara de descubrir que Rachel había muerto.
—¿Y tampoco pensabas que pudieras tener una hija? —preguntó Rachel dulcemente.
—No sabía que se me había concedido el regalo de una hija —el rostro de Andrew Southern se iluminó, pero la tristeza no abandonó sus ojos ni sus labios— Una hija preciosa —añadió.
—Que en siete meses te convertirá en abuelo —añadió cariñosamente Quinn mientras rodeaba a Rachel con un brazo.
Rachel la miró perpleja, sin entender lo que estaba haciendo. Andrew Southern, su padre, no necesitaba saber lo del bebé. En ese momento no tenía sentido, y dificultaría aún más la despedida de Quinn.
—¿Voy a tener que cargar mi escopeta? —Andrew Southern taladró a Quinn con la mirada. El pintor sabía quién era Quinn Fabray y la fama de mujeriega que la perseguía desde que se divorció hacía unos años.
—No —contestó Quinn con firmeza — Rachel y yo vamos a casarnos, si ella me acepta —se volvió hacia Rachel y la miró insegura.
La morena tragó con dificultad mientras sacudía la cabeza, incrédula entrando en shock al oír aquella declaración.
—Parece que vas a tener que convencerla —dijo Andrew, malinterpretando la mirada perpleja de Rachel como una negativa— Llévatela a algún sitio tranquilo. Yo me quedaré aquí, feliz contemplando el retrato de Shelby durante una hora... o seis... o toda la vida —añadió, y se sentó en el sillón junto al cuadro, absorto y con los ojos nuevamente inundados de lágrimas que empezaban a caer por la mujer que había amado y nunca más volvería a ver.
Rachel se llevó a Quinn al dormitorio donde dormía antes y que en esos momentos estaba vacío.
—¿Crees que estará bien? —Rachel se mostró preocupada.
—Creo que ha tenido veintidós años para acostumbrarse a la idea de haber perdido a Shelby —contestó Quinn con delicadeza— Si te parece bien, me gustaría darle el retrato de Shelby. Le pertenece ¿no crees?
—Sí —contestó la morena, casi sin aliento al comprender lo que Quinn quería decir— ¡Claro que sí! Pero... creía que íbamos a cancelar la boda —Rachel la miró perpleja— Ya te dije que no te crearé dificultades...
—Pero yo sí —la interrumpió Quinn con su mirada dorada fija en los ojos color chocolate de ella— Rachel no quiero terminar como Andrew, enamorada de una mujer el resto de mi vida, pero sin ella.
—Ya lo sé —reconoció Rachel— Y por eso acepté anular el compromiso y olvidar nuestro matrimonio. Sé que Marley y tú os vais a reconciliar...
—¿Marley? —preguntó Quinn bruscamente— ¿Qué demonios tiene Marley que ver en todo esto?
—No fue mi intención, pero escuché vuestra conversación telefónica anoche —Rachel tragó con dificultad— Y sé que ella es la razón por la que ya no te interesa un matrimonio de conveniencia conmigo. Las dos queréis estar juntas y vais a hablar cuando vuelvas a Nueva York.
Quinn la miraba perpleja. ¡Por eso, después de haber hecho el amor tan salvajemente, Rachel se había marchado al otro dormitorio a dormir aquella noche! Y era el motivo por el que estaba tan dispuesta a anular la boda.
¡Pensaba que ella seguía enamorada de Marley!
—Rachel —Quinn respiró hondo— Marley se volvió a casar hace un año y es muy feliz. Anoche me llamó para decirme que era tan feliz que quería compartir conmigo la noticia del nacimiento de su hija —observó la reacción de Rachel— Supongo que debería habértelo contado, pero cuando volví al dormitorio te habías marchado, y por la mañana... bueno, ya sabes cómo hemos estado esta mañana.
—¿Marley ha tenido una hija? —Rachel la miraba incrédula.
—Sí —asintió Quinn con un atisbo de esperanza— Rachel, sé que te costará creerme después de cómo me he comportado —sacudió la cabeza contrariada— pero la única mujer con la que quiero estar, la única mujer que amo, que amaré jamás, eres tú.
—¿Tú me...? —la incredulidad de Rachel se convirtió en asombro.
—Sí —aseguró— Creo que me enamoré de ti hace seis semanas. Durante los dos últimos años, cada vez que me relacionaba con una mujer, la olvidaba en cuanto me daba la vuelta —admitió con tristeza— Pero tú... tú eres diferente. No hice más que pensar en ti durante cinco semanas, seis si contamos la semana después de que trajera el retrato. Incluso entonces sabía que necesitaba verte nada más llegar a Londres. Porque, de algún modo, te habías metido dentro de mí.
—Pero el retrato lo cambió todo... —Rachel se humedeció los labios, incapaz de creerse lo que oía.
—Porque soy una idiota —admitió Quinn— Porque no te creí cuando me dijiste que no eras tú. ¡Era igual que tú! Era la persona con la que había pasado la noche, la que ardía en mis brazos, la que me obsesionaba de día e invadía mis noches —sacudió la cabeza— Al ver el cuadro e imaginarme al hombre que lo había pintado mirándote y viendo lo que yo había visto, tocándote como yo te había tocado... Estaba tan furiosa que me cegó la ira cuando te volví a ver —admitió.
¡Quinn se lo decía en serio!
—¿Y ahora? —insistió Rachel sin aliento— Ahora que sabes la verdad, me liberas de nuestro compromiso y accedes a cancelar la boda...
—Intentaba hacer lo correcto —Quinn sonrió con tristeza— Me di cuenta de que te había obligado a aceptar por culpa de mi error al pensar que intentabas atraparme quedándote embarazada a propósito. Y estaba equivocada, Rachel. Ahora sé que el embarazo te sorprendió tanto como a mí. Peor aún, seguramente estabas aterrorizada. ¡Y yo me he comportado como una imbécil contigo! —murmuró contrariada.
—Ya, pero ¿y ahora? —volvió a insistir Rachel.
—Ahora, tras escuchar a Andrew, tras oírle describir su amor por Shelby y el infierno que vive desde que la perdió, he decidido que, para no volverme loca, tengo que olvidarme de hacer lo correcto —dijo con determinación— No quiero convertirme en alguien como Jacob o como Andrew, con una vida vacía y sin amor porque he dejado marchar a la mujer que amo sin siquiera intentar demostrarle lo que la quiero y anhelo estar con ella. Aunque me lleve meses, o incluso años, voy a conquistarte, Rachel Berry —la atrajo hacia sí— Te conquistaré, te enamoraré. Te amo tanto, te necesito tanto, que no puedo dejar que te marches. ¿Me dejarás intentarlo, Rachel? —la apretó con fuerza— ¿Me darás una oportunidad para conquistarte, para cuidarte, para amarte?
Rachel casi se echó a reír ante lo ridículo de la pregunta. Ella la amaba tanto que separarse de Quinn había sido como una pesadilla de la que nunca podría despertar.
—No, creo que no, Quinn —dijo Rachel emocionada— No, te equivocas —aclaró al ver la palidez que asomaba al rostro de Quinn— Quiero decir que ya te amo —sonrió— Te he amado durante meses, antes de que me dirigieras la palabra por primera vez —admitió— Y si a ti te parece bien, me gustaría seguir adelante con la boda.
—¿Rachel…? —Quinn la miraba incrédula.
—¡Te amo, Quinn! —por fin podía decirlo en voz alta y permitir que su amor se reflejara en su mirada y su rostro— Te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo.
—Eternamente —Quinn la miró y habló con voz entrecortada— No estoy dispuesta a aceptar menos que eso.
—Eternamente —repitió ella con una gran sonrisa— Yo tampoco estoy dispuesta a aceptar menos
—Prometo que te haré la mujer más feliz del mundo —le aseguró Quinn— y a nuestro bebé también. Te quiero —dijo sellando su promesa con un beso que fue escalando en intensidad.
Y en ese momento, Rachel supo que jamás la dejaría ir.
Dos semanas después, Quinn y Rachel se casaron, en una ceremonia bastante discreta a la que sólo acudieron sus familiares y amigos más directos.
Quinn insistió en celebrar una gran boda, con medios de comunicación incluidos. Quería que todo el mundo supiera que se iba a casar con Rachel Berry, la mujer de su vida y futura madre su hijo. Pero la morena se las arregló para convencerla de que no era necesario todo eso.
La celebración tuvo lugar en uno de los jardines de la mansión que Quinn, finalmente, había comprado a las afueras de Londres y que sería la nueva residencia Fabray-Berry.
Siete meses después, Quinn y Rachel dieron la bienvenida al mundo a sus dos pequeños, Sophie y Luca. Dos niños sanos, de cabellos oscuros como Rachel, y ojos dorados como Quinn. Rachel no tuvo ninguna complicación durante el parto, hecho que Quinn agradeció. La rubia estuvo de los nervios durante los últimos meses de gestación.
Tres meses después, la morena se encontraba en el gran sillón de la habitación de los pequeños, mirándoles dormir, sin poder creer cómo había cambiado su vida en el último año.
Agradeció haber confiado en Quinn después de todo lo sucedido, porque después de todo ese tiempo, su amor no hizo más que aumentar cada día que pasaron juntas.
Y lo seguiría haciendo eternamente.
~ FIN ~
¡Hola! ¿Qué tal?
Sí, ya sé que muchas queríais que esto fuera más largo. Ahora mismo no tengo mucho tiempo para escribir una prolongación de esta historia, así que prefiero dejarla así a teneros a la espera indefinida de algún otro capítulo... Pero bueno, tranquilas porque tengo más historias para compartir :p
De nuevo, MUCHAS GRACIAS por leer, comentar, seguir y marcar como favorita esta historia :)
Esta semana estaré subiendo un nuevo fic, así que... ¡nos leemos pronto! ;)