Estaba cansada, el viaje desde Inglaterra a Japón duraba once horas, dos días antes había tomado otro avión desde Mexico. Nunca me había parecido un viaje tan aburrido como aquel, recuerdo que mi padre dormitaba a mi lado, lo movía para decirle cuanto faltaba y por último para avisarle que habíamos llegado a nuestro destino.

Cuando descendimos, mi padre-quien odia los aviones- corrió buscando nuestras maletas y buscó un taxi. No lo puedo culpar, desde el accidente de mamá a mí tampoco me gusta subirme a un avión. Durante el trayecto a nuestra nueva casa nos mantuvimos en silencio, apreciábamos los silencios entre nosotros pero, él sabía que algo iba mal y comenzó a preguntarme.

—Siento que desde que murió mamá ya no puedo ser yo, es decir, siempre me mantenía viajando y si no lo hacía con ella, estaba contigo en Londres junto a mis amigos. Con su muerte todo cambió, nos mudamos a Japón por ''tu trabajo'', tener que hablar otro idioma bastante extraño, y perder el poco contacto que tenía con mis amigos.

— Sabes que lo hago por nosotros. Todo en esa casa me recordaba a ella, a pesar que nos separamos hace mucho tiempo, aún la amaba-y aún la amo- y sé que ella también sentía algo por mí. Lamentablemente, sus decisiones te afectaron en tu forma de vida y yo no hice nada para evitarlo, pensé que cuando te ibas podías aprender algo sobre cultura e idiomas.

— Lo hice, y estoy agradecida por ello, las giras que hicimos con ella eran fantásticas. No sé porque no podemos seguir en Londres, ahí tengo familia y mis amigos, sé que ya he hablado mucho de esto, pero quiero mi vida de vuelta.

Mis intentos fallaban, sabía que no podía revelarme contra él porque era lo único que le quedaba y no podía hacerle más daño. Tenía que adaptarme a otra ciudad, a pesar que pasaba viajaba tenía un lugar donde llegar y ese era mi hogar, pero en ese momento no tenía un hogar donde llegar… o eso creía.

La casa nueva era más pequeña que la anterior, tenía cuatro cuartos contando el de visitas, un baño en cada piso, un patio en la parte trasera. El living no me gustaba, era demasiado pequeño, y la cocina a pesar de ser grande no sería ocupada mucho porque en se momento ninguno de los dos sabía cocinar más que recetas simples. Mis maletas fueron dejadas en mi cuarto, era el último del pasillo del segundo piso. Todo estaba en blanco, desde la colcha hasta la alfombra, la ventaba en forma hexagonal tenía un banco pegado a ella de líneas celestes con blanco.

No estaba mal la casa, era linda pero nuestra antigua casa era hermosa y no se podía comparar. Algo bueno que podía rescatar del nuevo cuarto eran sus paredes lisas. En Londres nunca pude decorar mi cuarto como yo quería, los ladrillos no me dejaban pintar como yo quería y el constante reclamo de mi abuela sobre mis vestimentas llenas de pintura me desanimaba, así que comencé a idear algún bosquejo para mi cuarto.

— Koneko, me llamaron del hospital y debo ir a dejar unas cosas pero, si quieres puedo quedarme y entregarlos mañana. No tengo problema si… — lo interrumpí, siempre quería hacer feliz a la gente y se olvidaba de lo importante— No debes olvidar que tu trabajo es importante sobre todo si recién estás llegando.

No tardó mucho en irse al hospital, en ese tiempo seguía sin usar su bata cuando trabajaba y eso le traía problemas.

Amarré mi cabello negro, a mi madre siempre le gustó que lo llevara suelto pero, era una molestia dejarlo así cuando lo tenía largo. No tenía muchas cosas que hacer más que desempacar entonces tocaron el timbre, cuando salí a ver habían unos niños- tal vez de tu edad- que miraban por la reja intentando buscar algo, otro niño tenía sus manos intentando sacar una pelota de Basquetball.

Shall i help you? Oh, your ball… — no sabía hablar muy bien japonés así que durante las primeras semanas estuve hablando inglés.

Ayude a los niños con su balón, ellos me lo agradecieron y salieron corriendo gritando Yankee. Lo deje estar porque debía hacer otras cosas más importantes que perseguir a unos niños para corregirles.

.

.

.

A los días después ingrese a una escuela que según mi padre era la mejor del sector, y por ello debía ir ahí y no a la que quedaba a tres cuadras. El uniforme es tal cual como lo muestran en la televisión, un uniforme de marinera negro con azul, debía usar un tipo de calzado dentro del establecimiento y otro fuera de este- me era bastante incomodo-.

Mi salón no era muy distinto a lo que imaginé, a excepción de algunos chicos que resaltaban a la vista.

— Tenemos a una nueva alumna. Puede presentarse por favor.

— Mi nombre es Koneko Leach, nací en Londres, Inglaterra but, he estado viajando por muchos lugares durante los últimos three years, so puedo hablar muchos idiomas… well, me gusta dibujar y la música. Un gusto conocerlos.

Tomé asiento en un lugar vacío, a mi lado estaba un chico alto con el cabello verde. La clase trataba sobre literatura japonesa, no entendía todo lo que decían porque hablaban muy rápido. Durante el receso muchos se me acercaron con la intención de preguntarme cosas.

You… like the music…— se complicaban mucho intentar preguntarme algo.

— No se preocupen, puedo hablar japonés con fluidez es solo que aún me cuesta un poco entender lo que me preguntan si hablan rápido.

—¿ Por qué tu nombre es japonés y tu apellido no? ¿Qué idiomas sabes hablar? ¿A qué lugares haz viajado? — esas eran las preguntas que más se repetían los chicos y chicas.

— Mi madre es inglesa, y mi padre japonés, cuando se separaron decidí usar el apellido de mi madre porque pasaba más tiempo con ella. Sé hablar español, inglés, japonés, francés y alemán aunque ese me cuesta. Por el trabajo de mi madre tuve que viajar a muchos países de Europa, America Latina y también estuve en Estados Unidos.

Me pasé el receso evadiendo a los chicos que seguían insistiendo, para los japoneses los extranjeros son ''raros'' ya que tienen un concepto errado de ellos. Un ejemplo es que creen que se saludan con un beso en la boca… me costó explicarle a mis compañeros sobre ello.

Cuando comenzaron las clases comencé a tomar el ritmo a ciertas cosas, para matemáticas tuve que usar el libro de aquel chico raro de cabello verde, su nombre era Midorima Shintaro y tenía una personalidad bastante fuerte, por lo poco que hablamos pude darme cuenta que era inteligente y que era creyente del horóscopo.

.

.

.

Me gustaría que me contarás más sobre tu vida en Japón.

Una niña estaba acostada en su cama, le estaban contando una historia. La joven de cabello negro con ojos azules miraba a la pequeña con ternura, sus manos acariciaban el cabello de la niña y le besó la frente. Era hora de dormir.

Mañana te sigo contando sobre ello, ahora descansa.