Los personajes son de SM. La historia es mía.


Summary: Cuando Edward Cullen vio morir a su prometida en sus brazos supo que nunca más volvería a amar, eso, hasta que una chica igual a su difunta novia se le cruza en el primer día de Universidad.

Capítulo 1

- ¡Vamos Bella!, ¡apúrate! – el joven volvió a mirar su reloj y movió insistentemente su pie derecho, era un tic que salía a flote cada vez que estaba nervioso.

La caja con el anillo que tenía en su bolsillo le quemaba, por eso, llevó su mano hasta él y comprobó que no se le había prendido fuego. Ridículo, pero a esas alturas ya ni siquiera estaba consciente de que era ridículo y que no.

- ¡Bella!

- ¡Ya voy! – la castaña gritó de vuelta mientras tomaba su chaqueta y su cartera. Estaba nerviosa, ese San Valentín era especial, lo sabía y su instinto nunca le fallaba -. Vamos, solo respira, todo está bien – se dijo mirándose al espejo.

Cuando bajó las escaleras, su novio se apresuró a ella - ¡Por fin! – aunque quería parecer enojado, era imposible que sus ojos la vieran con algo más que adoración.

- Pero dime si no valió la pena la espera – la castaña se dio una vuelta sin soltar la mano de su novio. Cuando volvió a su punto inicial, rodeó el cuello de su chico -. ¿Cómo me veo?

- Hermosa – murmuró él perdido en sus ojos café -, como siempre.

- Te amo, Edward.

- Y yo a ti, Bella.

Para el cobrizo hubiera sido lo ideal profundizar el beso pero sabía de sobra que estaba con el tiempo contado, por eso, se vio obligado a soltar las caderas de su chica y a poner distancia entre ellos.

- Odia dejar de besarte pero debemos irnos.

- Lo sé.

Con un último beso, la pareja se subió al Volvo del chico y así, con él al volante se dirigieron al restaurante en donde él había reservado mesa. No era fácil que en Le Font hubiera disponibilidad para reservas y menos en San Valentín, pero Edward había procurado reservar con meses de anticipación, ya que sabía que ese era el lugar ideal para su propuesta.

Pese a tener solo diecisiete años, se sentía más que listo para poner un anillo en el dedo de su novia, la conocía de toda la vida y en un año más irían a la Universidad, así que nada era mejor que un largo compromiso para que nadie dudara de que lo estaban haciendo por amor.

- Edward….

El joven miró a su chica y alzó una ceja – Lo sé… ahora me amas más.

- Pero ¿Cómo…? – la chica volvió a mirar la entrada del restaurant, hace mucho que quería cenar ahí pero era imposible conseguir reserva.

- Vamos.

Edward se bajó de su auto y lo rodeó para abrir la puerta de su novia.

- Espera – la castaña se detuvo y obligó a su novio a voltearse -, ¿recuerdas eso… que querías hacer?

El joven frunció el ceño hasta que una idea apareció en su cabeza - ¿Te refieres a… por atrás? – la chica asintió y las sonrisas en ambos crecieron -, ¿de verdad?

- Sí, te dije que había que esperar el momento correcto y ese llegó hoy.

Alzándose en puntillas, la chica rodeó el cuello de su novio y lo besó. Estaban juntos como pareja hace tres años pero se conocían desde siempre, y pese a sus diecisiete años, sabía que no quería a ningún hombre más, lo amaba, y si él en esos momentos le pedía que dejara a su familia y sus estudios para huir juntos, estaba segura de que lo haría.

- Sera mejor que entremos.

Como Edward tenía todo planeado, no tuvieron que esperar mucho por su mesa, la orden ya estaba hecha así que tampoco les tocó esperar por la comida. La charla fue amena como siempre, pero la rigidez del chico le dio a entender a la castaña que algo extraño estaba ocurriendo.

- ¿Qué pasa amor?, te noto tenso.

- Yo…

Edward suspiró hondo y se puso de pie, la castaña lo vio hacia arriba sin entender su movimiento, solo cuando él se hincó frente a ella conectó todo y se llevó una mano al corazón para evitar que se le saliera por el ritmo al que estaba latiendo.

- ¡Oh, dios mío!

- Amor… te amo más que a nada en el mundo… sé que es contigo con quien quiero estar siempre y por eso no tengo dudas… ¿quieres ser mi esposa?

La castaña cerró los ojos porque de todas formas sus lágrimas no la dejaban ver, así mismo asintió y permitió que Edward le pusiera el anillo que simbolizaba su propio por siempre.

- Es hermoso – murmuró ella antes de rodearle el cuello.

Ni bien sus labios se tocaron, un enorme estruendo resonó en el lugar. Los amantes se separaron y vieron como un hombre entraba enfurecido al restaurant y se acercaba a una pareja de enamorados. Era obvio que algún problema sentimental los aquejaba, pero nunca esperaron que el recién llegado sacara un arma y soltara un balazo.

Todos los presentes se agacharon pero solo una persona no lo pudo hacer con la suficiente rapidez, solo cuando las manos de Edward se tiñeron de rojo, se dio cuenta de donde había caído esa bala perdida.

- ¿Bella?

- Ed…

La voz de la joven se apagó al mismo tiempo que sus piernas cedieron, se dejó caer pero su novio la tomó a tiempo entre sus brazos.

- Amor… no… yo… - por más que el chico trató de hacer presión en el pecho de la castaña, nada detenía la sangre que salía a borbotones -. ¡BELLA!, ¡BELLA, MIRAME!

Le tomó el rostro con su mano restante pero los ojos café de la chica ya estaban perdidos – Te amo… por siempre… por siempre estaré contigo Edward.

- No Bella, mírame… mírame… nosotros nos vamos a casar y…

- Por siempre.

Al mismo tiempo que los ojos de la castaña se apagaron, un gritó ensordecedor salió del pecho del chico, Edward gritó como nunca antes al ver morir a su novia, a su prometida, a su futura esposa. Trató de reanimarla y hacerla abrir los ojos pero el cuerpo lánguido de la chica demostraba que su vida ya se había esfumado… ese San Valentín.

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Dos años de dolor infinito aquejaron a Edward, y solo un año después de haber terminado el instituto se sintió lo suficientemente capacitado para salir del circulo seguro que le preveía su habitación y de volver a ver el mundo. Septiembre llegaba con el término del verano y el principio del otoño, pero para Edward era solo un paso más que debía dar, un paso más que lo llevaría a tener un poco de esa vida que perdió hace dos años y eso llegaba con una sola palabra, Universidad.

Lamentablemente, habían cosas que para el cobrizo aún no estaban superadas, y una de ellas era todo aquello que le recordara aquel San Valentín, y eso incluía al joven que camina en frente de él con un ramo de rosas rojas, sabía que en el campus tendría que ver a más de una pareja de enamorados pero eso no lo hacía más fácil. Se mudó a los dormitorios teniendo plena conciencia de todos los cambios que le veían así que respiró hondo y trató de no pensar en los hechos del pasado.

- ¡Oh!, lo siento mucho… pero te juro que no vi por donde iba.

El joven de las rosas había chocado de frente con una chica que al parecer no lo vio, Edward rodó los ojos, si tan solo ella no llevara una capucha y audífonos puestos, podría haber visto al chico.

- No, no importa.

El joven se agachó a recoger sus rosas mientras la chica pasaba por su lado. Al hacerlo, alzó su rostro dejando caer la capucha de su polo, su sonrisa maléfica le demostró a Edward que el accidente, no parecía haberlo sido. Quiso acercarse a ella y solidarizar con su causa, pero al acercarse, ella lo vio a los ojos.

¡Mierda!

Su corazón se paralizó.

Era ella.

Su Bella.

Su Bella, viva y respirando.

Su Bella, a un paso de él.

Quiso hacer algo pero su cuerpo no reaccionaba, solo cuando ella le guiñó un ojo, volvió en sí y se giró hacia ella.

La chica ya había avanzado un pasó lejos de él.

- ¡Bella! – gritó.

La chica se detuvo y se volteó hacia él. Se terminó de sacar la capucha dejando al viento sus hebras café, se quitó los audífonos y esperó hasta que el cobrizo se le acercara.

- ¡Oh, dios!, Bella…

- ¿Sí? – el ceño de la castaña se frunció tratando de entender a ese tan apuesto joven -, ¿nos conocemos?

- ¿Bella?

- No – negó ella -, me llamó Isabella… pensé que habías dicho Isabella.

¿Isabella?

Edward pestañeó y trató de poner en orden sus ideas, esa chica era igual a su Bella, pero no era su difunta novia.

- ¿Qué? – la castaña le sonrió y rodó los ojos -, no me digas que eres un loco más que cree en eso de las almas gemelas y bla, bla, bla… ¿te digo algo? – ella se acercó a él aunque parecía una estatua -. El amor apesta.

Bajándose las gafas que llevaba en la cabeza, se las puso junto a sus audífonos y emprendió su camino de vuelta.

Edward se quedó de pie mirando como una chica, exactamente igual a su Bella se iba… su Bella, Bella era como le gustaba decirle a Stephani Sanders por su incomparable belleza y como un homenaje a sus perdidas raíces italianas.


MUY IMPORTANTE: Es probable que en algún momento se encuentren con una historia muy parecida a esta que se llama "Atrévete", bueno, esto NO es un plagio, solo sigamos que me inspiro mejor con Bella y Edward ;)

Aclarando lo anterior... ahora sí... HOLA!

Ahora, como siempre, son todos bienvenidos a leerme, ya les expliqué en Facebook que dejé mi trabajo que me consumía hasta el tiempo que no tenía, así que vuelvo a ser libre.

Bueno, me avisan si les gustó :D

Besos, Joha!