Discaimer: Los personajes y parte del universo -pero no todo-, de esta historia no me pertencen, sino a J.K. Rowling. No obstante, la historia es mía.

Os traigo una nueva historia de Draco y Hermione, muy diferente a Subyugada, os ruego que le deis una oportunidad. Los personajes no se van a enamorar ni en el primer, ni en el segundo, ni quinto y dudo mucho que en el séptimo porque quiero hacer que su relación florezca de la forma más natural posible.

Sin mayor dilación, os dejo con mi fic, que espero que disfrutéis y dejéis reviews con vuestra opinión.


#01

Dichosa carta

Cuando abrió una carta de Albus Dumbledore a su nombre, después de que acabara la guerra y el gran mago para muchos hubiera muerto, Malfoy tenía la sensación de que no iba a leer nada agradable. Ya no solo por el hecho de que para él siempre se haya tratado de un viejo chiflado, sino porque era consciente de que Dumbledore siempre pensaba en todo.

Comenzó a leer la carta poco a poco y tratando de estar tranquilo. Pero conforme iba paseando los ojos por cada línea y cada palabra del folio, más los agrandaba y más nervioso se ponía.

Apartó el papel de él y profirió un gemido agónico acompañado de una mueca de incredulidad. No podía estar leyendo lo que estaba leyendo. Era imposible.

La guerra terminó exactamente un año atrás. El Ministerio estaba colapsado de trabajo desde entonces, por lo que los juicios se deliberaban con lentitud. Su padre fue condenado a ir a Azkaban y el juicio de Draco estaba cerca. Sabía perfectamente que correría la misma suerte que su progenitor pues casi todas las resoluciones eran las mismas salvo con la variedad de los años sentenciados en prisión o el beso de los dementores. Efectivamente, el sangrelimpia Draco Malfoy no iba a salvarse aquella vez.

O eso pensaba, porque aquella carta contenía el único modo de librarse de prisión y, sin embargo, no estaba contento con la solución. Era peor el remedio que la enfermedad.


Hermione se dejó caer sobre el sofá de su casa cuando leyó una carta a su nombre del fallecido Dumbledore. Respiró hondo a la par que cerraba los ojos. Debía relajarse.

—¿Qué sucede, hija? —Preguntó su madre, la Sra. Granger—. ¿No ha habido suerte con la entrevista?

—No es eso… —respondió la joven—. Pero me parece que tampoco.

Se puso en pie, cogió su chaqueta y fue en busca de Harry. Tenía que hablar con él.


—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! —Exclamó Ron, el cual también se había encontrado con Harry y Hermione.

—Baja la voz… —murmuró la chica.

—¿Qué piensas hacer? —Preguntó Harry intentando aparentar calma.

—Pues… no lo sé —confesó ella.

—A mí lo que me sorprende es que dudes. Obviamente no —se quejó el pelirrojo.

—Cállate, Ronald, soy libre de hacer lo que me dé la gana, ¿no? —dijo Hermione con un tono entre desafiante y de burla.

El aludido puso una mueca de desacuerdo, se cruzó de brazos y miró hacia otro lado mientras murmuraba cosas ininteligibles.

Su relación con Ron Weasly empezó… y acabó. Simplemente eran demasiado incompatibles. Él no se cortaba en mirar otras faldas y a Hermione ese aspecto de él siempre le enervó. Tenían discusiones continuas y finalmente decidieron romper. Estuvieron un breve tiempo sin dirigirse la palabra, pero pronto se dieron cuenta de que entre ellos había una amistad más profunda de lo que se pensaban, por eso decidieron volver a hablarse.

—Creo que voy a aceptar —decidió ella tras un par de minutos en silencio—. Estoy segura de que Dumbledore no se equivoca y tiene razón. Esto lo está haciendo por él, porque sabe que puede mejorar y confía en mí para que le ayude con ello.

Harry posó su mano en el hombro de ella en gesto de apoyo y asintió con la cabeza.

—Si eres tú, seguro que lo consigues —animó el moreno dedicándole una sonrisa que fue instantáneamente devuelta por Hermione.

—Necesito volver a leer esa carta —comentó Ron, cogiendo el papel de la mesa.

Hola, Sta. Granger.

Si está leyendo esta carta es seguramente porque yo no puedo comunicarle esto en persona y que, por fortuna, Potter consiguió frenar a Lord Voldemort.

Granger, usted siempre fue una alumna brillante y ejemplar, y eso siempre molestó mucho a gran parte de la Casa Slytherin. Usted bien sabe que muchos de ellos no estaban conformes con su origen, pues se trata de una nacida de muggles. Pero el origen no define al mago, puesto que usted es una bruja excepcional.

Si le estoy diciendo estas cosas, Granger, es porque tengo una misión para usted, que esperó que consiga. Posiblemente el Sr. Draco Malfoy sea condenado a largos años en Azkaban por haber honrado lealtad a los magos equivocados. Pero yo sé que Malfoy puede salvarse y deseo que lo haga, no solo de prisión sino de los ideales y prejuicios que posee. Y sé perfectamente que no hay nadie más adecuada que usted.

Por ello, Granger, quiero que se case con Malfoy y vivan juntos como una pareja, mínimo dos años. Quizá en estos momentos le parezca una completa locura, pero es necesario.

Le haré llegar a Malfoy otra carta en el mismo momento que le llegue a usted ésta.

Espero que acepte. Les he comprado hasta la alianza.

Con mis cordiales saludos,

Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.

—Sigo sin dar crédito —suspiró Ron—. ¿Cómo puede Dumbledore hacer esto? ¿No es consciente de lo mucho que te ha despreciado y desprecia Malfoy? Sólo tienes dieciocho años.

Hermione recordó cada una de las vejaciones del rubio dedicadas a ella.

—Decidido —dijo ella apretando los puños—. Lo voy a hacer.


Draco Malfoy no podía darle la noticia a su padre. Si lo hacía estaba claro que le diría que era mejor pudrirse en Azkaban que ser un traidor a la sangre. De hecho, ni el mismo estaba seguro de ello. Le dio un escalofrío por la espalda al pensar en él casado con la sangresucia de Hermione Granger. Por favor, no.

Pero tampoco quería ir a Azkaban. Había cosas que quería hacer. Era demasiado joven y en parte se arrepentía de haber servido al Señor Tenebroso en lugar de ayudar a Potter. Pero es que Malfoy odiaba a Potter, era inevitable y parte de su naturaleza. Y también era parte de su naturaleza repeler a Granger hasta la saciedad, estaba a un nivel muy por debajo de él y se trataba de un insulto a la palabra mago.

Sus pensamientos y sus peleas mentales cesaron cuando el timbre de su mansión sonó. Draco hizo un amago de ordenarle a algún Elfo Doméstico que fuera a abrir, pero recordó a su pesar que ya ni un solo Elfo ejerce esa función. Había pasado un año y seguía confundiéndose.

Cuando abrió la puerta y vio a la persona que estaba parada frente a él, sintió como una enorme roca imaginaria caía sobre su cabeza hasta dejarle sin sentido.

—¿Qué haces tú aquí? —Preguntó algo exaltado.

—Lo sabes de sobra —respondió Hermione, entrando sin haber sido invitada a pasar e ignorando la expresión de Malfoy, que parecía que había visto a el-que-no-debe-ser-nombrado.

—Como mi madre vea a una sangresucia como tú en esta casa, te echará a patadas —dijo alterado.

—Pues se va a tener que acostumbrar a mí —informó Hermione sacando del bolsillo de su chaqueta la carta del viejo director de Hogwarts.

Draco tragó saliva.

—No me digas que a ti también te ha llegado.

—Sí —afirmó ella con un potente "sí" que a Malfoy se le antojó de repelente—. Estoy aquí para ayudarte, Malfoy.

—¿Para ayudarme? ¿Qué quieres decir? —Se estaba poniendo cada vez más nervioso.

—Voy a casarme contigo —declaró ella levantando la barbilla con orgullo.

Malfoy se echó las manos a la cabeza.

—Granger, ¡te has vuelto loca! —Exclamó—. ¡Igual que Dumbledore! El viejo chiflado te ha pegado la tontería.

—No me llames loca. ¿Prefieres morir en Azkaban? Sabes que no es un paseo.

Draco suspiró hastiado.

—No puedo insultar el nombre de un Malfoy casándome con una sangresucia y haciendo vida de matrimonio con ella —justificó él sus razones, que sin duda para su persona tenían mucho sentido.

Hermione puso los ojos en blanco.

—¿Te crees que yo estoy dando brincos de alegría pensando en tener que convivir contigo durante mínimo dos años? —Dijo ella—. Esto me da tanta rabia como a ti. No eres precisamente mi ideal de pareja perfecta.

Malfoy delineó una sonrisa torcida. Quizá podría ser divertido poder incordiar a Granger cada día de mil maneras diferentes. Se relamía al pensarlo.

—¿Y bien? —Preguntó Hermione—. Esto es sólo por ti. Tú decides.

—Está bien —cedió—. A mí madre le va a dar un infarto.

—Vale, toma —dijo ella extendiéndole un trocito de papel.

—¿Qué es esto?

—Mi número de teléfono.

—Tel- ¿qué? —Draco hizo una mueca de ignorancia.

—Nada. Olvídalo. Tu juicio es la semana que viene. Iré a declarar que nos vamos a casar —explicó. Se metió la mano en el bolsillo de su pantalón y se sacó un anillo plateado—. Tengo tu alianza.

—Y yo la tuya —la sacó del bolsillo de su polo verde con un pañuelo, como si estuviera envenenada.

—Hay que guardarlas bien —dijo la chica—. Nos ayudarán en tu juicio. Nos vemos la semana que viene.

Hermione salió de la mansión tal y como entró, con decisión.

Malfoy estaba embobado mirando el anillo que tenía en su mano, maldiciendo su destino. Lo que no sabía es que en ese mismo momento, Hermione estaba haciendo lo mismo en su casa.

Odiando aquella alianza.


Hola :)

Aquí otra historia nueva salida de mi mente. A ver si os gusta. No he abandonado las otras y seguiré actualizándolas.

Bueno, es un primer capítulo muy introductorio, los demás serán más largos. Espero que aun así os guste más o menos en primera impresión y que me dejéis reviews con vuestra opinión de este fic.

Muchas gracias por leerme.

Besos,

Vel-