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#08

Demasiado juntos

La cara de Ron Weasley resultaba de chiste. Tenía los ojos abiertos como platos, y la boca, que se encontraba medio abierta, continuaba abriéndose cada vez un poco más conforme más procesaba toda aquella información que estaba escuchando de la boca de Harry.

—¿Me estás diciendo que fuiste a cenar con Pansy Parkinson? —Preguntó incrédulo.

—Sí —afirmó Harry sentado en una silla, con los codos apoyados sobre sus rodillas y las palmas de sus manos juntas.

—¡¿Por qué?! —Sus preguntas eran cada vez más irritantes.

—Porque la vi sola, esperando varios minutos antes de que llegara, y me dio pena.

Ron se llevó una mano a la cabeza, cerró los ojos y suspiró. Acto seguido, volvió a mirar a su amigo, fijamente y a los ojos, manteniendo la serenidad.

—Harry, no puede darte pena Pansy Parkinson —dijo calmado—. Es una víbora.

El moreno sonrió.

—No, yo creo que no es una mala chica en realidad.

Al oír aquello, Ron volvió a suspirar con hastío.

—Tío, no tienes remedio. Entre Hermione y tú me vais a matar —comenzó a reír poco a poco—. Al menos has cenado con una chica guapa y que, además, está buena.

—Y luego soy yo el que no tiene remedio…

Al mismo tiempo que se daba la conversación entre Harry y Ron, se estaba dando otra entre Theodore y Draco, salvo que esta otra tenía lugar en el despacho de Malfoy en Magic Source. La sala estaba siendo inundada por las sonoras carcajadas de Theo.

—Lo cierto es que es toda una sorpresa que Granger tenga miedo de los fenómenos meteorológicos —comentó el castaño.

—No tiene ninguna gracia —respondió Draco haciéndose el mechón de pelo que rozaba sus ojos hacia atrás—. Como se nota que no fuiste tú el que estuvo siendo atacado por ella.

El Slytherin volvió a reír después de oír el comentario de su amigo. Le resultaba gracioso que continuara siendo el mismo chico que en Hogwarts. Aquellos comentarios narcisistas y carentes de sentido solo podía formularlos él. Desde su punto de vista, Draco Malfoy era el colmo de la vanidad. Se trataba del mago que representaba todos los ideales de la Casa Slytherin llevados al extremo. Y, precisamente, era aquella especie de defecto tan característico de Draco, lo que más le gustaba de él.

—No exageres, hombre —dijo Theodore levantando las manos, con sus palmas mirando hacia el mago—. Apuesto a que no fue tan malo. Un abrazo de Granger no debe suponer tanto espanto.

El rostro del rubio cambió al instante para dar paso a una expresión de seriedad exagerada.

—Nott —pronunció el nombre del joven muy pausadamente mientras enarcaba las cejas e inclinaba ligeramente su cabeza hacia delante—, creo que no lo has entendido… Estamos hablando de Granger. Hermione Granger.

—Sí, lo he entendido —enunció risueño—. Y por eso mismo. Se trata de una chica bastante guapa y tiene un físico bonito. Además de ser una bruja ejemplar y muy inteligente.

—Pero, ¿cómo puedes ser tan traidor a la sangre?

—Venga, Draco… Olvida ya las diferencias de sangre. Hace tiempo que se quedaron atrás. Voldemort está muerto y eso olvidado —razonó Theo sin borrar la sonrisa de su rostro.

El rubio agitó la cabeza con potencia y se levantó rápidamente de la silla. No me puedo creer lo que estás diciendo, repetía una y otra vez. Como si se trata de una especie de purga repetir esa frase constantemente sin dejar de dar vueltas alrededor de su escritorio, nervioso.

—Tío, relájate, no es para tanto —volvió a intentar razonar el castaño, en vano.

—¡Claro que lo es! Me siento ultrajado. Creía que tú y yo compartíamos el mismo pensamiento. Y Blaise también. ¿Cómo puedes ahora alagar a la sangresucia? —Cuestionaba sin encontrar explicación para tan absurdo problema—. ¿Acaso no defiendes la pureza de sangre?

Nott se puso en pie para ponerse a la altura de Malfoy. Bufó y le puso una mano sobre el hombro.

—Opino que la pureza de sangre es algo maravilloso que deberían valorar y admirar los magos mestizos y nacidos de muggles —explicó con tranquilidad—. Pero realmente nunca estuve de acuerdo con eliminar al resto de magos y brujas que no fueran como nosotros.

Al oír aquello, Malfoy se dejó caer en su acolchada silla de ruedas. Se había dado cuenta de su estupidez. Ya no eran tiempos oscuros. Ahora reinaba la paz y la igualdad. Y sin ir más lejos él había sido salvado de ir a la cárcel por una sangresucia. Pero, ¡por Merlín! ¿Por qué tenía que ser aquella sangresucia Hermione Granger? La persona que más había detestado en sus años en Hogwarts. Ya no era por el hecho de que se tratara de una mediocre impura, sino porque además se trataba de la persona más repelente y mojigata que había tenido el gusto de conocer.

—Supongo que tienes razón —dijo consternado.

Theodore cogió uno de los caramelos que había en una pequeña cesta de mimbre, sobre la mesa, y se llevó uno a la boca.

—Bueno, no importa —comentó con la boca llena—. Por cierto, ¿alguna idea para esta Navidad?

Draco puso los ojos en blanco.

—Por favor, estamos en Noviembre, aún queda un mes.

—Oh, ya lo sé. Pero por eso mismo, si este año no vas a cenar con tu familia, ¿por qué no hacemos una cena todos juntos? —Sugirió mientras cogía otro caramelo—. En tu casa, por ejemplo.

El rostro de Malfoy reflejó, paso a paso, los diversos estados por los que pasó al escuchar la sugerencia de Theodore. Primero, desconcierto. Segundo, interés. Tercero, rechazo -¿con Granger viviendo bajo el mismo techo? ¡Nunca! -. Cuarto, duda. Y por último, el quinto, aprobación.

—Me parece una idea estupenda. Celebraremos la cena de Navidad en mi casa. Me encargaré de invitar a todos —guiñó el ojo con complicidad.

Era una idea perfecta. Aun no le había perdonado a su dulce mujer la humillación de aquella espantosa cena familiar. Ahora él se lo haría pagar haciéndola partícipe de una cena navideña con varios miembros de la Casa Slytherin. Se relamía de pensarlo.

Theodore salió de Magic Source con una sonrisa en los labios. Lo primero que hizo fue redactar una carta urgente para Blaise Zabini, tenían que verse y hablar. Quería contarle una idea que le rondaba por la cabeza y que resultaba bastante divertida, al menos para él.

Se vieron dos horas después en una cafetería situada cerca de la empresa de Malfoy.

—Una duda, tío —habló Blaise—. ¿Por qué celebramos la Navidad? ¿Jesucristo era mago? ¿No es una festividad muggle al fin y al cabo?

—No sé, supongo que es una festividad divertida para todos —respondió el castaño.

—Bueno, al menos Jesucristo era negro —comentó—. Lo vi en una película de blancos muggles, son súper frikis, se llama Dogma, un pasote.

—¿Qué haces tú viendo cosas de muggles? —Preguntó frunciendo el ceño—. Y no, no te creas nada que sea de ficción.

—¿Qué pasa? Es que Jesucristo no puede ser negro, ¿no? —Cuestionó Blaise indignado.

Theodore se rascó la nuca.

—En primer lugar, Blaise, por lo que tengo entendido el cine es ficción en su extensa mayoría. En segundo lugar, no eres creyente, no sé qué más te da. Y en tercer lugar, tío, tú no eres negro.

—Tío, claro que lo soy, ¿no has visto el color de mi piel? Al lado de ti parezco un puto agujero negro. ¿No te ha dado el sol en la vida o qué? Soy mulato, tío.

Theodore agitó las manos con el ceño fruncido.

—Está bien, está bien —dijo—. No discutamos por esta tontería, no te he hecho venir para eso —hizo una breve pausa—. Verás, sé que para ti también es graciosa la situación de Draco… Me refiero a su falso matrimonio.

El moreno dejó escapar una risotada.

—Gracia es poca —respondió dando palmadas—. Ver a Malfoy con una sangresucia es como ver a un perro andar a dos pies.

—Pues al parecer, ella le obliga a que haga alguna que otra actividad con ella —comentó—. Como aquella cena o ver una película.

Blaise apretó los puños y le miró.

—¿Cuál?¿Dogma?

—No, no es Dogma —espetó entre risas—. La cuestión es que podríamos enseñarle a Draco que su problema no es tan grave como él cree.

—Tío, ¿qué hay peor que vivir aparentando ser un matrimonio feliz con la persona que más odias en la faz de la Tierra?

El castaño alzó las cejas y se rascó la nuca nuevamente.

—La cadena perpetua en Azkaban, ¿quizás?

Zabini levantó el dedo índice y le señaló, como si estuviera dándole la razón. Continuaron hablando y llegaron a una jocosa situación, y para ello necesitaban las dotes de Pansy Parkinson con la bola de cristal, una varita y malas intenciones. Y los tres las tenían.

No podían decirle a Pansy el plan que tenían en mente y que recurría su bola de cristal, pero sí le dijeron que la necesitaban para comprobar una cosa en la vivienda de su amigo. La insana curiosidad de ella provocó su acuerdo en aquel proceso de burla a la intimidad que mantenían Draco y Hermione.


Se encontraban en el piso de Pansy, situado a pocas manzanas de la empresa de Malfoy. Hacía pocos días que había decidido ir a vivir sola. ¿Trabajaba? Lo más mínimo. Sus padres le continuaban pasando dinero, como una niña mimada que tenía la vida fácil y resuelta. No obstante, algún día tendría que comenzar a trabajar.

Estaba Blaise esperando en la casa de ella mientras Theodore ponía en marcha su estrambótico plan. Todo se trataba de una excusa para reírse acosta de su amigo. Necesitaba divertirse, después de vivir una guerra y soportar las estupideces de medio Hogwarts, merecía un poco de compensación. Él, que nunca sentía verdaderamente interés por nada, después de años viendo los mismos sucesos acontecer uno tras otro, ahora, por fin, había encontrado un punto donde podía entretenerse, e incluso divertirse: y ese era el matrimonio por conveniencia de Draco Malfoy y Hermione Granger.

Estaba esperando en la puerta de la empresa. Draco no tardó en aparecer con cara de pocos amigos y Granger iba detrás de él. Parecía que ella se estaba acostumbrando a la actitud irracional del rubio, e incluso había aprendido a molestarle para entretenerse con ello. Y lo cierto es que Malfoy, aunque aparentara esa expresión fría, distante y molesta, no parecía estar pasándolo tan mal con la compañía de ella. Supuso que no era tan raro, puede que incluso el cabezota de Draco hubiera comprendido al fin que la convivencia era algo en lo que ambos debían poner de su parte, pero no estaba seguro de ello. Sacó su varita con sigilo y, procurando que nadie le viera, lanzó un hechizo en dirección a la pareja postiza.

"Que lo disfrutéis" Pensó y desapareció del lugar lo más rápido posible, antes de que se dieran cuenta de lo extraño que rondaba en el ambiente.


Entraron a casa con cierta expresión de hastío. A pesar de que aquellos últimos días no hubo excesivo trabajo en la empresa en comparación con días anteriores, para Draco, ser presidente de una compañía de tanto calibre y tan importante era algo terriblemente agotador.

—Granger, voy a entrar primero en la ducha —informó apresurándose a subir las escaleras.

La joven dio unos pasos tras él.

—Pues date prisa —exigió ella—. No entiendo cómo puedes tardar tanto siempre.

—Porque esta piel perfecta no se mantiene sola, y este pelo lacio y suave tampoco —respondió dándose aires—. Es más, me parece que me voy a dar un relajante baño laaaargo y tendido —le miró con cierto desafío, toda su intención era enfurecerla.

Subió unos pasos más por aquellos escalones de mármol cuando de repente frenó en seco, como si algo le estuviera sujetando y no le permitiera avanzar. Volvió a intentar trasladarse, pero esta vez con mucha más potencia que antes, lo cual provocó una especie de fuerte golpe que le llevó hacia atrás y que hizo que cayera por las escaleras con tan mala suerte de chocar contra Hermione. El choque hizo que ambos cayeran al suelo.

—Malfoy, pesas —dijo ella adolorida pues se había golpeado la cabeza—. Levanta.

Él se levantó apenas un metro, pero no pudo más. Sentía una fuerte presión encima. Parecía que la fuerza de la gravedad era mucho más potente y densa que antes. Ella se irguió un poco, pero sentía que su cuerpo era atraído hacia el de Draco, y viceversa.

—Esto es muy raro… —comentó.

—¿En serio, Granger? Esto es que alguien nos ha gastado una broma pesada —comentó él malhumorado—. Estamos pegados. No podemos separarnos a más de un metro.

—¿Y qué vamos a hacer? —Quiso saber ella—. Como rompemos el hechizo.

Malfoy bufó sonoramente.

—Si no lo sabes tú, Granger…

Los hechizos de broma se compraban, o se aprendían en libros que no se daban en clase. Se trataba del negocio de las inocentadas mágicas. Y tenían contra-hechizos muy específicos, por lo que, de lo normal, era la persona responsable la que te liberaba de el conjuro. Pocas veces los hechizados encontraban el remedio.

Y allí estaban ellos, mirándose con cara de bobalicones, sin saber qué hacer ni qué decir ante aquella extravagante situación.

—Entonces, Malfoy, ¿cuánto tiempo vamos a estar así? —Preguntó con cierto pavor en su voz. Si la convivencia con Draco Malfoy era agotadora… No poder estar a más de un metro de distancia de él era un suicidio masivo.

Él no respondió, le agarró con ambas manos de los brazos y la guio para que ambos pudieran ponerse en pie sin volver a chocarse.

—Yo quiero ducharme —comentó Draco mirándola con atención—. Pero no me quedo tranquilo si estás a un metro de mí… ¿quién sabe lo que podrías hacerme?

—Me temo que vamos a tener que dejar la ducha para cuando nos hayan separado —respondió ella.

—¿Y eso cuándo va a ser? ¿Cuándo la roña devore nuestros cuerpos?

La joven puso los ojos en blanco.

—Te olvidas que soy amiga de la familia Weasley… Seguro que Fred y George pueden ayudarnos.

Hermione se dirigió a las escaleras, agarrándole de la manga y pegándole pequeños tirones para que subiera él también. Él solo emanaba bufidos y quejidos que más que ser un signo de molestia parecían estar provocados por inercia: si ella le rozaba o hacía lo más mínimo, él debía quejarse.

Entraron a su habitación y fue directa a su escritorio, abrió un cajón, sacó un sobre y un folio y con la pluma que tenía sobre la mesa, comenzó a escribir.

—¿Qué haces?

—Escribir una carta para los Weasley contándoles lo sucedido.

—Pero, ¿ellos saben que nuestro matrimonio es una farsa?

—No, únicamente Ron —respondió—. Cuantos menos lo sepan, mejor.

—Entonces, ¿tu brillante idea es esperar una respuesta de la familia Comadreja?

La joven le fulminó con la mirada, se levantó de la silla y le dedicó una desafiante mirada a los ojos.

—Creo que por historial, tú eres más comadreja que ellos, Malfoy —declaró con la cabeza bien alta.

No respondió, se limitó a comenzar a andar de un extremo del pasillo al otro. Como si la vida le fuera en ello. Una y otra vez, sin parar ni un momento. Hermione se veía obligada a ir tras él, siguiendo el ritmo de Malfoy, movida por una fuerza superior.

—¿Se puede saber qué haces? —Exclamó ella.

—Obligarte a hacer ejercicio. Te están saliendo buenas lorzas —respondió él con sorna. No era cierto lo que decía, pero se veía en la obligación de decir algo en contra de ella.

La joven se miró el cuerpo con cierta preocupación. Llevaba tiempo pensando que debería ejercitar más su físico y no tanto su mente, pero no se veía mal.

—Eres un idiota —dijo ella indignada.

—Un idiota sexy.

Hermione le pegó un tirón de oreja con fuerza.

—¡Já!

—Qué violenta eres, mojigata —comentó Draco burlándose de ella.

Repentinamente su rostro cambió reflejando puro terror, como si hubiera visto un fantasma. La castaña se percató de ello.

—¿Qué pasa?

—Tengo que ir al aseo…

Ella tardó un poco en comprender la importancia que tenía aquella frase. Abrió la boca para preguntar pero Draco se adelantó a aclarar su repentina necesidad.

—A mear —dijo irritado—. Tengo que mear.

—Pues aguántate —ordenó ella.

No dijo nada, simplemente se puso en marcha en dirección al baño. Hermione hizo presión con las manos en el pasillo, para intentar moverse lo menos posible. El temperamento de Malfoy comenzaba a exasperarse.

—No seas estúpida. ¿Qué prefieres? ¿Qué me orine encima y tengas que aguantar mi suciedad y mal olor pegado a ti? —Hermione puso una mueca de repulsión. Por Merlín, eso no—. Pues entonces.

Dio media vuelta y entró con éxito al baño, mientras Hermione caminaba a paso lento a escasos centímetros tras él. Estaba un poco nerviosa, aquella se trataba de una situación muy incómoda de extremo mal gusto. Quien quiera que sea el que les haya gastado la broma. No tenía ninguna gracia.


Blaise Zabini se tiró al suelo mientras se reía intensamente. Theodore se tapaba la boca con la manga de su túnica mientras trataba de aguantar la risa, para no mostrar el jolgorio que sentía ante aquella situación que les mostraba la bola de cristal de una Pansy Parkinson muy irritada.

—¿Dónde le veis la gracia? Esto es intolerable.

Pero ellos no podían responder. Simplemente no podían parar de reír.


El sonido de la bragueta bajando alertó a Hermione, que miraba la pared con absoluta concentración. Analizaba los azulejos como si fueran obras de arte. No quería pensar en que Malfoy fuera a hacer en apenas unos segundos una necesidad humana tan normal como para cualquier otra persona.

—Granger, debería ser yo el que debería estar alterado —comentó Malfoy—. Al contrario que yo, tú te has abalanzado sobre mí en diversas situaciones.

La chica bufó.

—Esto es ridículo —se limitó a decir.

Al instante comenzó a sonar el sonido vergonzoso, para los oídos de ella, de Malfoy orinando. En aquel momento, Hermione fue consciente de lo absurdo del asunto. Vivía con su enemigo, se habían quedado prácticamente pegados, y estaba escuchando como él hacía sus necesidades… Era increíble, ¿quién podría resistirlo? Cuando quiso darse cuenta se estaba riendo a carcajada limpia.

—¿Se puede saber ahora por qué te ríes? —Ahora era él el que comenzaba a ponerse nervioso. Odiaba que se rieran de él—. Infantil.

—Sí, Malfoy —dijo ella entre risas—. Ahora soy yo la infantil.

Bajaron a la cocina, pues era la hora de cenar. Hermione abrió su armario de la despensa para ver que podía hacer de cenar e hizo lo propio con la nevera. Malfoy la miraba atentamente.

—¿Qué haces? —Preguntó él.

—Voy a hacerme la cena —respondió manejando una sartén y una rasera en cada mano—. Y tú deberías hacer lo mismo.

—No sé cocinar.

—Pues aprende.

—No tengo ni comida suficiente para hacerme un bocadillo.

La joven suspiró cansada.

—Haré también para ti.

—Oh, no, eso sí que no —masculló Malfoy negando con la cabeza—. No pienso comer otra vez tu comida muggle de la plebe. Vamos a cenar fuera.

—¿A dónde?

—A un restaurante que hay a tres manzanas de aquí. Conozco al dueño —informó agarrando su chaqueta de traje y poniéndosela.

Hermione se cruzó de brazos.

—Muy bien —dijo dando un golpe con el pie en el suelo—. Yo no tengo dinero para gastarme en un restaurante de ricos.

El chico adoptó una posición pensativa hasta que finalmente dijo:

—Pago yo.

Fueron andando hasta el lugar. Era correcta la distancia que había dictado el joven: justo a tres manzanas. La fachada del restaurante era de madera de roble y tenía un letrero curvo y delicado donde se podía leer "Enchanted Oak". Al entrar al vestíbulo del recinto, había una mesa con un bello jarrón de cristal encima. Malfoy miró alrededor y con total discreción sacó su varita y golpeó tres puntos estratégicos del jarrón. La mesa comenzó a vibrar y sus patas comenzaron a estirarse, cada vez estaba más arriba y cuando paró de estirarlas, apareció una puerta entre ellas. Hermione abrió los ojos en señal de sorpresa y miró a su acompañante en busca de una respuesta.

—Tienen un salón para muggles y otro para magos, con comida de la cultura mágica —explicó él adivinando la curiosidad de la chica.

Entraron y ella se quedó abrumada por la belleza de aquel lugar. El gran tronco de un roble situado en el centro de la sala, atravesaba el techo y una enredadera lo decoraba. Se trataba de una sala circular. La iluminación la conseguían unas velas de colores que flotaban en el aire y la presencia de unas luciérnagas que bailoteaban alrededor del árbol.

—Qué bonito… —susurró.

Un camarero, vestido de uniforme y con una larga túnica se acercó a ellos para llevarles a una mesa para dos. Cuando ambos se encontraban sentados en sus respectivas sillas, el camarero les extendió la carta del restaurante.

—¿Lo de siempre, ? —Preguntó el empleado.

—Sí.

Miró a la castaña.

—¿Y la señorita que desea tomar?

Hermione no dejaba de mirar la carta. Eran unos precios desorbitados, pero todos los platos tenían un aspecto muy apetecible. Cuanto más leía la carta, más hambre tenía, pero no tenía la menor idea de que pedir.

—Póngale lo mismo que a mí —se adelantó a decir Draco.

El camarero asintió con la cabeza, recogió las cartas y se marchó.

—¿Qué has pedido?

—Ya lo verás.

La joven no dejaba de observar a su alrededor.

—¿Te gusta? —Preguntó el rubio refiriéndose al lugar.

—Mmh, sí. Me gusta, es muy bonito.

—Apuesto a que nunca has estado en un lugar así —comentó enarcando una sonrisa.

Mientras hablaban, el camarero les sirvió en sus copas vino.

—Pues no, mis padres son dentistas —dijo ella con una sonrisa recíproca.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba teniendo una conversación tranquila con Malfoy, en un ambiente apacible, sin la necesidad de estar sacándose los ojos cada dos por tres o quitándose los cuchillos que se lanzan con palabras en cada discusión.

—Bueno, pues algo bueno hemos sacado de nuestra situación —habló él—: Vas a cenar gratis en el Enchanted Oak.

Los platos llegaron al poco tiempo. Un risotto de calabaza. Hermione cogió una cucharada y se la llevó a la boca con impaciencia. Lo saboreó con mucho placer.

—Delicioso —sentenció.

Malfoy rio y Hermione se sorprendió de aquel gesto. Pocas veces le había visto reír tan naturalmente, por no decir que nunca lo había hecho. Se quedó mirándole fijamente mientras comía, observaba sus manos estilosas, con aquellos dedos tan largos y delicados, coger los cubiertos como si fuera un arte, con elegancia y delicadeza. Y entonces pasó por su mente, fugazmente, una idea que pronto borró: no hacían mala pareja, en realidad.

Un hombre de pelo negro peinado hacia atrás, con unas cejas bastante pobladas y perilla, se acercó a su mesa.

—¡Buenas noches, Malfoy! —Saludó eufórico.

—Hola Vlad.

—¿Todo bien?

—Perfecto, como siempre —dijo Draco con una cortesía que sorprendió a la castaña.

Vlad miró a Hermione.

—¿Y esta preciosidad es…? —Quiso saber.

—Hermione Granger —informó el joven, sin dejarle responder a ella—. Es mi esposa.

La cara de Vlad se desencajó sin poderlo disimular.

—Así que tú eres… la nacida de muggles de la que Malfoy se enamoró —su voz sonaba amarga—. De algo me sonaba tu cara. Bueno, al menos eres guapa.

Tras decir aquello, dio una palmada en el hombro de Draco y se fue. Hermione tardó en darse cuenta de la razón de aquel comentario.

—¿Me has traído a cenar a un restaurante de "racistas de la sangre"? —Inquirió ella.

—No son racistas, Granger. Simplemente creen, al igual que yo, en la pureza de sangre —aclaró—. Nada malo.

—Yo me quiero ir de aquí.

—Pues nos iremos cuando hayamos terminado de cenar.

Hermione no dijo nada. Se limitó a comer en silencio. Se sentía tonta por haber pensado, aunque hubiera sido solo por un pequeño segundo, que Malfoy y ella hacían en realidad buena pareja. ¿Cómo iba a ser así? No tenían nada que ver. Eran la noche y el día.

No volvieron a dirigirse la palabra el resto de la velada. Draco apreció el descontento de ella, y se sentía ofendido porque, por una vez en su vida, había tenido un buen gesto con ella, con buena intención y, narices, como sentaba que te lo agradecieran de aquella manera: callada y de morros.

Cuando llegaron a casa, se enfrentaron a un problema mayor incluso que el de ir al baño juntos, y ese era, ¿cómo iban a pasar la noche? Ninguno dijo nada, pero ambos conocían la respuesta, tenían que dormir juntos. Subieron la escalera y el único sonido que se apreciaba era el de sus pasos.

—Dormiremos en mi habitación —rompió al fin el hielo Draco.

—¿Por qué?

—Porque mi cama es más grande —razonó—. No te creas que me hace gracia que duermas en mi cama, pero al menos estaré más cómodo.

Entraron a la habitación de Hermione para que ella cogiera el pijama. Se trataba de un camisón de seda.

—Date la vuelta —mandó ella.

Draco hizo lo dicho. Dio media vuelta y se quedaron espalda contra espalda, a unos centímetros. Hermione comenzó a desnudarse lentamente, con timidez. Miraba de reojo a Malfoy, y al comprobar que no la miraba se relajó un poco más y a su vez se entristeció en cierto modo. Eso quería decir que Draco Malfoy no sentía ningún tipo de atracción por ella, no la consideraba una mujer en absoluto.

Pero la curiosidad del joven era mayor de lo que ella creía, y muy despacio giró la cara para verla. No vio nada realmente comprometido, pero pudo ver su espalda desnuda y el contorno de esta, que le pareció de alguna manera bastante sensual, y su trasero, que lucía unas braguitas que le quedaban muy justas, le resultó perfecto. Volvió a girar su cara cuando se dio cuenta de que su corazón estaba bombeando a toda velocidad. ¿Qué le pasaba? Culpo de su reacción al vino que había bebido aquella noche.

—Ya —dijo Hermione.

Draco se dio media vuelta y vio a una Hermione ruborizada, que llevaba puesto un bonito camisón de seda de color salmón y que, accidentalmente, le marcaba los pezones. Él no pudo obviar ese detalle. "Maldito vino, maldito vino", pensaba.


—Theo, ¿cuándo narices acaba ese hechizo? —Preguntó Pansy histérica—. No soporto más verles así. Tengo ganas de acuchillar a esa sangresucia.

El castaño se dejó caer en el sofá de Pansy, con una sonrisa de oreja a oreja, como si estuviera celebrando una victoria.

—Ese hechizo solo dura una hora —dijo él—. Si están así es porque quieren. Mañana se darán cuenta.

Blaise silbó.

—Draco, menudo personaje —rio.


Se encontraban acostados en la cama, ambos mirando al techo. Sus brazos re rozaban. La incomodidad que sentían ambos se palpaba a distancia. Hermione se recostó de lado y Draco, casi sin darse cuenta hizo lo mismo. El pelo de ella le rozaba la punta de la nariz, y pudo notar un olor dulce, a vainilla. Sintió un calambre recorrer su cuerpo cuando notó el trasero de ella muy cerca de su miembro. Aquella posición era letal, pero ni ella ni él hicieron un amago de apartarse.

Poco a poco, Draco fue acercando más su cara a la nuca de ella, de modo que podía rozar su oreja con los labios. Algo crecía poco a poco en su entrepierna, y nuevamente maldijo al vino. Hermione se dio cuenta y se alteró aún más de lo que estaba, pero no juzgó a Malfoy, porque ella notaba como se humedecía su entrepierna y meneaba sus caderas instintivamente. Él comenzó a mordisquear el lóbulo de su oreja y la respiración de Hermione se fue alterando cada vez más.

—Para… —dijo Hermione. No quería dejarse llevar con alguien que la odiaba. Que humillante. Draco fue consciente de lo que estaba haciendo y se detuvo, atónito ante su propio comportamiento.

"¿Se puede saber qué estás haciendo? ¡Eres un estúpido!" Pensaba él. "Esta situación va a terminar contigo".

Aquella noche, Hermione no pudo dormir. Hubo un momento, en que estuvo observando la cara de Malfoy mientras dormía, que le pareció estar mirando a una persona demasiado hermosa. Su piel era tan suave, y estaba tan bien cuidada, y sus pestañas rubias eran bastante largas. Lucía un rostro tan calmado que no parecía aquella persona con la que discutía cinco veces al día. De hecho, se atrevería a decir que aquella noche se había comportado casi como un caballero con ella. Toda una sorpresa.

¿Qué está pasándole a Draco Malfoy?


¡Hola!

¿Qué tal? ¿Os ha gustado? Espero que sí. En fin, ya sabéis, contadme con un review qué os ha parecido este capítulo, lo que os ha gustado y lo que no ;D

Gracias por leerme y en especial, muchísimas gracias a quienes me dejaron un review en el capítulo anterior:

anguiiMalfoydark, Sam Wallflower, Chiaki Suzuki, .HR, Natalys, neah20, a956, PatriciaDaLuz

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

Besitos,

Vel-