"Será divertido escribir un epílogo de 16000 palabras para que sea el doble de lo normal" pensó mi cerebro.
"Vamos a escribir hasta que parezcas un mapache por no dormir y estemos acalambradas de tanto teclear" pensaron mis manos.
"Yo me ca*o en el maldito 31 de agosto ¡No me da tiempo a escribir tanto en tan solo una semana!" grité yo el viernes a eso de las cinco de la mañana tras no dormir más de cuatro horas seguidas desde hacía tres días.
"He llegado hasta el final y estoy muy orgullosa" dije yo hará unas cinco horas.

Este fic se ha terminado.

..

*D : *-*
¡Tú sí que eres adorable!
¡Y gracias a ti por seguir mi historia hasta el final!
(Me prometí no llorar cuando acabara el fic. Me prometí no llorar cuando acabara el fic. Me pro- *llora desconsoladamente*)

*Nekita : Querida, ¿te importaría estar otra semana castigada? Lo digo para que le pegues otra trompada a tu compañero de mi parte ¿¡Por qué le pegó a tu pobre gatito!? D:
A mí no me da pena que se acabe el fic.
Estoy muy contenta.
Tan contenta que ahora mismo me voy a tener que ir al supermercado a comprar la quinta caja de pañuelos del fin de semana T_T
¡No quiero que acabe! Ale, me niego a subir este capi.
Pero si no lo subo tú nunca leerás esto y estoy haciendo el tonto escribiéndolo... mmm...
xD
¡Gracias por todo tu apoyo! *-*

*Anairafuji : La verdad es que te estoy super agradecida porque el capi de Jaery me resultó super divertido de escribir. No por contener tonterías imposibles, si no por el hecho de intentar pensar como un pato humanizado que está enamorado de su dueño xDD
A mí nunca se me hubiese ocurrido hacer un capi solo de ella. Muchas gracias *-*
¿Pretendías asesinarme? D:
¡Pero bueno! Yo no sé qué os pasa a todas últimamente ¡Con lo bien que me he portado! (?) xD
Espero que no quieras matarme después de leer esto O_O
Ya temo por mi vida...


Estoy agotada y necesito dormir pero ya. He estado contestando algunas cosas estos últimos días durante los momentos en los que me tomaba un descanso de escribir, pero la mayoría de reviews y mensajes los tengo sin contestar.
Después de días enteros sin dormir supongo que no me despertaré hasta mañana, pero en cuanto me despierte re
sponderé a todo como hago siempre
¡Perdonad!
Entre el sueño y mi maldito internet... X.X
También quiero decir que no voy a contestar nada nuevo hasta el miércoles de la semana que viene. No quiero leer nada sobre este capi ni sobre el final del fic en unos días. Tengo depresión T-T Mi bebéeeee D':


— ¿Quieres bailar?

Alexander desvió su vista, clavándola en sus brillantes zapatos. Ni siquiera sabía qué hacía con unos zapatos tan horribles e incómodos; y todo porque su hermana había decidido que ser el padrino en la boda de su hermano era motivo suficiente como para ir impoluto. No se sentía él mismo.

La mano que Magnus le había tendido comenzó a temblar de forma perceptible y Alec por fin se decidió a mirarle de nuevo a los ojos. ¿Debería bailar con él?

— Nunca he sabido bailar —Contestó de un modo que pareció más brusco de lo que en realidad él pretendía.

Magnus hizo un gesto dolido y apartó su mano a toda velocidad, dejando sus brazos colgando rígidos a sus costados. Ambos se quedaron mirándose durante lo que a Magnus le pareció una eternidad. Había albergado demasiadas esperanzas y era obvio que su nephilim seguía odiándole por lo que le dijo. Aunque, ¿cómo iba él a culparle? Había sido un cabrón y le había partido el corazón a aquel hermoso ángel. Era justo que ahora fuese Alexander quien rompiese el suyo.

Quería marcharse cuanto antes de aquel lugar, quería llamar a Ragnor para que lo sacase de allí. Pero claro, cuando lo que temes es precisamente aquello que más amas ¿cómo huir? Alexander seguía mirándole como si él fuese la cosa más bella del mundo, y sin embargo le había rechazado ¿Estaba tratando de confundirle? ¿O acaso ya no era capaz de leer aquellos zafiros con la misma precisión? Se sentía desfallecer. Sabía que no tardaría mucho en tener un ataque de pánico; su cuerpo estaba demasiado acostumbrado ya a percibir las señales como para no darse cuenta. Pero si apartaba la mirada de aquellos ojos… ¿Quién sabe si volvería a verlos? Escuchó un ruido espantoso seguido de varios gritos y muchas carcajadas.

Alec fue el primero en desviar la vista para ver qué había ocurrido. No le sorprendió demasiado ver a su hermano tirado en el suelo hecho un lío de piernas y brazos retorcidos con William Herondale. Cuando Jace se había enterado, en el sexto año de la escuela primaria, que Imogen Herondale era su abuela, su reacción había sido pasar de ella y alejarse todo lo posible de lo que el apellido Herondale pudiese conllevar. Sin embargo cuando conoció a Will todo fue diferente: esos dos eran tal para cual. Alec desvió la mirada hacia su exnovio, que parecía estar incluso peor que hacía unos segundos. No quería hablarle. Le odiaba por haberle negado la posibilidad de estar a su lado. Pero no podía verlo de aquel modo. No a él.

En cuanto se desenredaron Jace fue el primero en atacar. Le pegó un buen derechazo a William antes de que este reaccionara y le pegase un rodillazo que cerca estuvo de acertarle de lleno en sus partes nobles. A Magnus le podría haber hecho gracia si no estuviese demasiado concentrado en no caerse al suelo. Tenía que salir de allí cuanto antes.

— Aunque supongo que no puedo hacerlo peor que esos dos, ¿Verdad? —Sonrió el ojiazul con un leve rubor en el rostro.

Lo único en lo que Magnus pudo pensar en ese momento fue en que su nephilim seguía sonrojándose como antes, en que no había cambiado. Una sonrisa se extendió por su rostro mientras tomaba aire con fuerza y volvía a extender su mano, esta vez con más convicción. Alexander la tomó y Magnus lo ayudó a incorporarse de su silla antes de guiarlo a través de la pista de baile.

Alec sabía que era cosa de Isabelle. Sabía que su hermana llevaba más de un año planeando su regreso sólo porque trataba de volver a unirlo a Magnus. Ni siquiera trataba de disimular cuando Alec estaba en la misma habitación. Él no quiso desilusionarla en ningún momento, pero su relación amorosa con Magnus había finalizado cinco años atrás y no había retorno.

Magnus se alejó todo lo posible de la gran aglomeración de gente y se colocó frente a Alexander. Su mano derecha entrelazó los dedos con la izquierda de Alec, pero cuando llegó el momento de colocar su otra mano comenzó a dudar, y dudar no es bueno en su condición. Empezó a notar de nuevo el sudor bajando por su nuca y supo que debía tener un aspecto horrible y que debería irse de allí cuanto antes. Pero de nuevo, ¿Cómo soltar aquella cálida mano cuyos dedos estaban entrelazados con los suyos?

— Vas a tener que guiarme tú —Dijo Alexander con cierta vergüenza —Moverme con elegancia no es lo mío, ya lo sabes.

Guió su otra mano hacia la cintura de su acompañante y lo atrajo hacia él con toda la delicadeza de la que fue capaz. Y le costó, ¡Claro que le costó! Llevaba años soñando con volver a estrecharlo contra su cuerpo, a sentirlo entre sus brazos. Alexander le devolvió la mirada con esos magníficos ojos antes de colocar su mano libre en el hombro de Magnus.

Alec creyó estar viajando atrás en el tiempo. Específicamente creyó estar en aquella noche del día de San Valentín hacía tantos años, cuando Magnus había intentado enseñarle a bailar en el jardín de su casa. Ambos estaban todavía empapados de la piscina y Alec no hacía más que resbalarse, por lo que Magnus tenía que estar sosteniéndole cada dos por tres. Fue un buen día.

Alexander llevaba un buen rato sonriendo con nostalgia y con aire ausente cuando apoyó su cabeza en el hombro de Magnus. Todo era perfecto por primera vez en años; tenía a su nephilim con él y todo era como un sueño. Pero, como en todos los sueños, llegó la hora de despertar.

La música dejó de sonar y poco a poco Alec fue separándose del calor que desprendía el cuerpo de Magnus. Dios, cuánto lo echaba de menos… Alexander se obligó a recordarse a sí mismo que había sido Magnus el que acabó con todo; fue Magnus el que nunca lo amó.

— Buenas noches —Susurró el ojiazul contra la mejilla del más alto mientras depositaba un tímido beso.

Y esta vez fue él el que se marchó.

VI

Llevaba media hora delante de la casa en construcción. No se encontraba demasiado lejos de la mansión familiar de los Lightwood, pero sí lo suficientemente internada en el bosque como para gozar de una gran tranquilidad. Un buen sitio para vivir si querías estar cerca de los tuyos y al mismo tiempo tener privacidad. Típico de Alexander.

La casa parecía ir muy avanzada, demasiado para que Alexander llevase solo una semana en Idris ¿quizá la había mandado construir estando todavía en Londres? Todo el exterior parecía casi completamente acabado y solo asomándote a la ventana podías ver que las habitaciones estaban vacías e incluso sin la instalación eléctrica finalizada.

No había podido quitarme la sensación de sus labios sobre mi mejilla en toda la noche y, al hacerse las ocho de la mañana sin haber pegado ojo, no pude hacer otra cosa más que levantarme. Hoy tenía cita con Rebecca a las once, por lo que tenía tres horas para ir a dar una vuelta. Maldito mi subconsciente que me guió hasta la casa de los Lightwood. Y maldita sea Isabelle Lightwood por darme las coordenadas exactas de la casa que se estaba construyendo su hermano. Mi nephilim viviendo solo…


Cuarenta y tres minutos de reloj hacían ya desde que Magnus había bajado de su coche (al parecer ahora tenía un lamborghini color lila) y estaba plantado delante de la puerta de mi casa mirándola con indecisión ¿qué narices hace? Nada más verle aparecer desde la ventana de mi dormitorio, en la segunda planta, lo primero que me vino a la mente fue gritarle que se largara de aquí; ya bastante la había cagado cediendo ante él ayer por la noche. Pero al verle todo mi cuerpo se paralizó y no pude hacer otra cosa más que quedarme mirando como mi exnovio miraba fijamente la puerta de mi casa. No sé yo quién es más patético.

Cuando está a punto de hacer una hora bajo con cuidado a mi pequeña dormilona de mi regazo y me dispongo a descender a la planta inferior a plantarle cara. Intento no matarme mientras bajo por las escaleras llenas de escombros y materiales de obra maldiciendo entre dientes mi estúpida debilidad.


Estoy prácticamente seguro de que mi cara cuando Alexander abrió la puerta debía ser de todo menos presentable. Y mucho menos teniendo en cuenta que él está escasamente cubierto con un estúpido bañador negro que no hace más que realzar la exquisita palidez de su trabajado torso descubierto. Y ya cuando él se apoyó despreocupadamente sobre el marco de la puerta y su ingle quedó claramente marcada estuve seguro de que moriría allí mismo.

— ¿Puedo ayudarte en algo? —Me preguntó con la voz algo ronca y terriblemente varonil. Si no fuese porque es Alexander estaría seguro de que está tratando de seducirme.

— Eh… Yo… — Un pequeño revoltijo de plumas marrones y verdes pasó a toda prisa por el lado de mi dios griego y vino corriendo hacia mí — Oh Dios mío —Fue lo único que pude murmurar antes de agacharme para recoger al pequeño animalejo entre mis brazos —¡Jaery! Maldito bichejo plumífero y adorable.

El pato se retorció entre mis brazos. Pero no como solía hacerlo, tratando de liberarse, si no como se revolvía en brazos de Alexander cuando estaba feliz.

—Yo también me alegro mucho de verte, pequeño —Jaery me picoteó la mano un par de veces en plan juguetón antes de volver su vista hacia Alexander, que nos miraba con una expresión tan clara de dolor que me quedé sin aliento —¿Alexander? ¿Estás bien?

Rápidamente su expresión cambió y me miró con curiosidad antes de indicarme con la cabeza que lo siguiese y desaparecer hacia el interior de la casa.

Seguí acariciando a Jaery con mimo mientras él emitía pequeños ruiditos de felicidad. Alexander acabó guiándome a lo que en un futuro sería una cocina de estilo abierto bastante grande. Aunque por ahora la único que tenía de cocina era la encimera, un horno microondas y una cafetera eléctrica.

— ¿Un café? —Me preguntó con esa voz tan irresistible. Bendita madurez — No es que pueda ofrecerte mucho más.

— Un café será excelente. Perfecto, en realidad —Alexander asintió mientras encendía la cafetera y sacaba dos sillas de estilo moderno que no sé por qué pero tengo la sensación de que fueron elegidas por Isabelle.

— Son cosa de mi hermana —Me dijo mientras se sentaba. Lo sabía —En realidad prácticamente todos los muebles han sido cosa suya. A mí casi no me han dado la oportunidad de opinar.

Una cálida sonrisa se propagó por su rostro mientras hablaba de su familia, como siempre. Ojalá eso no sea lo único de mi antiguo nephilim que ha permanecido; ojalá en el fondo siga siendo él.

— ¿Y a qué has venido? —Preguntó sin rodeos. Jaery se apretujó más en mi regazo y miró a su dueño con enfado. Acaricié su pequeña cabeza verde con mi mano y su cuerpecito pareció relajarse mientras yo me sentaba en la silla libre.

— Quería verte —Decirte que no te he olvidado, que te quiero, que te necesito, que la esperanza de volver a verte es lo único que me ha mantenido con vida estos años.


— ¿Verme?

Esto ya rozaba el límite de lo absurdo. ¿Qué fue lo que me dijo cuando decidió que debíamos separarnos? Algo como "Alexander, no quiero volver a verte, me haces daño" o "Ya no te amo como al principio. Ni siquiera sé si llegué a amarte o fue solo una ilusión" o "Si no te alejas de mí no podré mejorar. Me haces daño, Alec". O no, espera: fueron todas esas juntas.

— Sí —Me levanté y fui hacia la máquina de café para intentar aclarar un poco mi mente. Isabelle me había contado lo de Rebecca y lo de sus repentinos e impredecibles ataques de histeria. Sé perfectamente que él no se encuentra bien, pero de ahí a intentar confundirme a mí cuando ya me dejó bien claro qué había significado lo nuestro para él… y eso si había significado algo, claro —Ayer casi no pudimos hablar y me hubiese gustado hacerlo.

Lo que me faltaba, vamos. Llevé las tres tazas de café hasta la encimera donde él estaba apoyado y le tendí un café con leche extradulce mientras dejaba la taza sobrante sobre la superficie. Jaery no tardó demasiado en meter el hocico en ella y beber rápidamente antes de volver a atrincherarse en los brazos de Magnus.

— ¿Hablar de qué, Magnus? ¿De qué tenemos que hablar tú y yo? —Él pareció amedrentarse un poco, e incluso Jaery me miró mal antes de volver a acurrucarse en su pecho. Tuve que convencerme a mí mismo de que no estaba sintiendo celos de mi pato.

— No lo sé. Hablar, simplemente —Parece que la mirada que le eché le dejó lo suficientemente clara mi postura, porque enseguida añadió —Quería pedirte perdón por todo lo que te dije aquel día, Alexander.

— ¿Ahora? ¿Después de cinco años quieres pedirme perdón? —No pude evitar que mi voz cargada de ironía sonase más cruel de lo que realmente debería haber sido. Han pasado cinco años, yo ya debería haber olvidado todo esto.

— Perdóname, nephilim.

¿Nephilim?

— Me llamo Alec.


"Alec". Claro.

— Siento mucho lo que te dije, Alec. Nunca fue mi intención hacerte daño.

En realidad sí lo fue, y lo sabes. Después de todo fue culpa suya.

— Si tu intención no hubiese sido hacerme daño nunca hubieses dicho lo que dijiste, Magnus.

— Lo sé, lo sé y-

— Con un simple "hemos terminado" hubiese bastado. No era necesario ser tan cruel.

Solo quería alejarte de mí para protegerte, mi nephilim.

— Escucha, Alexand-

—Alec —Interrumpió él.

— Alec. Escucha, Alec: sé que nada puede cambiar pasado. Lo que hice… lo de Jonathan y lo que sucedió entre nosotros… eso no tiene vuelta atrás —Ojalá sí se pudiese. Ojalá nunca te hubiese alejado de mi lado —Pero quiero que seamos amigos. Rebecca, mi psicóloga, dice que podría ser algo positivo para mí.

Alexander soltó una risita mientras se bebía un gran sorbo del café puro que se había servido en su taza.

— ¿Y qué hay de mí; de lo que es positivo para mí? — Alexander comenzó a retorcer un mechón de su cabello mientras desviaba la mirada hacia lo que seguramente serían los muebles de la cocina, amontonados en una de las esquinas —¿Crees que será bueno para mí tenerte tan cerca? Eso de ser amigo de tu ex nunca funciona, Magnus, solo crea más dolor innecesario.


No habíamos vuelto a decir una palabra desde entonces.

Cuando terminamos nuestros cafés, Jaery se bajó de mi regazo y comenzó a tironear de mi pantalón para que le siguiese. El pequeño bicharraco me guió por algunas de las estancias vacías mientras graznaba sin parar. Cuando llegamos a la quinta habitación y Jaery siguió parloteando a su manera comencé a pensar que realmente estaba intentado comunicarse conmigo y que lo más posible es que estuviese diciéndome qué era cada habitación. Dios mío, ¿Alexander le entendería?

Jaery parecía mucho más emocionada de lo normal mientras me guiaba por un pasillo más largo que los demás y llegábamos a una puerta cerrada que me hizo abrir. Oh, mierda


No es como si no supiese que Jaery echaba en falta a Magnus, porque eso me lo había dejado más que claro durante todo este tiempo. Pero de ahí a ignorarme completamente y marcharse con él había un trecho enorme. Les seguí desde una distancia prudencial mientras Jaery se dedicaba a indicarle a Magnus qué sería cada habitación y de qué color sería cada cosa. Sin embargo, cuando llegaron a la puerta de la piscina interior y la abrieron, Magnus se quedó de piedra.

— ¿Magnus? —Lo llamé temiendo lo que podría estar pasándole. Durante los primeros meses después de lo de Jonathan yo mismo tuve un enorme miedo a que viniera alguien a ahogarme cada vez que me sumergía. Incluso la ducha me daba pavor — Magnus.

Él pareció reaccionar mientras me acercaba hasta donde se encontraba, porque comenzó a caminar de nuevo, adentrándose en la habitación.

— ¿Por qué tienes algo así dentro de tu casa? —Murmuró mientras yo me paraba a su lado.

Jaery, por su parte, parecía muy entretenida chapoteando en la charcha algo separada que había mandado hacer para ella.

— Porque siempre me ha gustado la natación, ¿recuerdas? —Aunque no es como si tuvieses algún motivo para recordar mis gustos, ¿verdad? Yo no fui nada para ti.

— Supuse que después de aquello lo habrías dejado; que le tendrías miedo al agua o algo por el estilo.

— Siempre he amado nadar. Jonathan no iba a separarme de eso, Magnus —Él me miró durante unos segundos antes de agachar su cabeza, una sonrisa triste adornando su rostro.

— Yo ni siquiera puedo acercarme a un sitio con tanta agua —Lo que se me hacía evidente, teniendo en cuenta la tensión de su cuerpo mientras seguíamos aquí.

— ¿Y qué hay de la de tu casa? —Había pasado por allí cuando llegué a Idris. Clary, que me había recogido del aeropuerto, se había olvidado las llaves de su casa y tenía que pedirle a Jocelyn su copia. Ella tuvo que jurarme y rejurarme que Magnus estaba trabajando antes de que yo finalmente accediera a ir allí. Todo estaba muy cambiado. No había tanto color ni tanta vida. Ni siquiera parecía la misma casa — ¿Por qué no la destruiste, entonces? ¿Rebecca te prohibió que lo hicieras?

— No, qué va —Magnus parecía algo cohibido y no hacía más que desviar la mirada hacia el agua con preocupación. Ni siquiera le extrañó que yo supiese lo de su psicóloga— Durante el primer año ella insistió en que debería demolerla para no tener que recordarlo todo cuando estuviese a solas en mi casa.

—¿Y por qué no lo hiciste? —Debió ser horrible para él pasar por todo aquello en soledad. Si solo no me hubiese echado… si no me hubiese dejado…

Basta. Alec, basta.

— Porque no era mía —Por fin sus ojos se enfocaron en mi cara y yo contuve el aliento —Fue un regalo para ti. Yo… no podía deshacerme de ella.

Magnus comenzó a caminar siguiendo el contorno de la piscina (aunque siempre separado a una gran distancia del borde de la misma). Seguía siendo ese Magnus que entró por la puerta del Taki's y cambió por completo mi vida hace tantos años, pero al mismo tiempo nada en él era igual. Era una sensación extraña.

— ¿Y por qué no vendiste la casa? ¿Por qué no te marchaste de Idris? —Magnus siguió caminando, como si no hubiese escuchado mis preguntas —¿Magnus?

Por fin él se detuvo en la parte menos profunda, quedando justo frente a mí con la piscina de por medio.

— Porque si hubiese hecho cualquiera de esas dos cosas no me hubiese quedado nada de ti.

Aquello no tenía sentido. ¿Acaso me estaba tomando el pelo? Fue él el que me echó, el que me dijo que su amor por mí no era lo suficientemente fuerte como para seguir manteniendo una relación, ¿y ahora me decía que no se había movido de sitio solo por aferrarse a un recuerdo? Yo podría haber estado ahí si él hubiese querido. Ahora podríamos seguir juntos.

Borré las imágenes que estaban comenzando a formarse en mi cabeza y pensé en Sebastian y en cómo se terminó lo nuestro. Se podría decir que mi relación con Magnus se acabó por Jonathan, ¿No? Así que supongo que siempre habrá una tercera persona por medio si intento ser feliz.


Alexander se había quedado callado mientras miraba de forma ausente la superficie del agua. Yo por mi parte quería salir lo más rápido posible de este lugar, pero para ello tendría que volver a acercarme a un Alexander absolutamente arrebatador y, además, parecería una estúpida cría de cinco años que no sabe afrontar sus problemas y debe salir huyendo. No; me quedaré aquí hasta que él decida que quiere enseñarme otra parte de la casa o echarme de la misma. Ojalá no tarde demasiado.

Me preparé mentalmente para volver a acercarme a él y alcé la vista. No está. ¿Pero qué?

Alexander había sido tan silencioso metiéndose en el agua y tan rápido recorriendo la enorme piscina que prácticamente no me percaté de ello hasta que llegó al bordillo más cercano a donde yo me encontraba.

— Ven aquí —Me dijo con su voz aterciopelada.

Parecía una maldita sirena de leyenda; con ese cuerpo delicioso completamente mojado y esa carita que te incita al pecado. Mirándome con esos enormes zafiros cuyas negras pestañas estaban repletas de pequeñas gotitas que las hacían brillar…

Ni siquiera me percaté de cómo o cuándo me había acercado y agachado junto a él. Alexander me tomó de la muñeca y con su otra mano se aferró a mi pierna mientras hacía presión para llevarme con él al agua. Igual que una sirena, sí; igual que una sirena que pretende ahogarte en el fondo del mar.

— Alec, no —Él hizo más fuerte su agarre y me miró fijamente —Por favor.

— Soy yo, Magnus. Yo cuidaré de ti.

Cuídame, Alexander.

Dejé que me guiase poco a poco dentro del agua templada. Sus ojos no se separaron de los míos y yo me aseguré de no perder el contacto visual mientras mi cuerpo se sumergía. Cuando estuve completamente dentro del agua no pude evitar lanzar un chillido nada masculino y aferrarme con fuerza a su cuerpo. Oh, Dios. Menos mal que en ese momento estaba demasiado ocupado teniendo un ataque de pánico, porque una erección no hubiese sido nada apropiada la segunda vez que lo veo en cinco años.

— Shhh —Susurró él abrazándome con fuerza contra su pecho. Esos estúpidos temblores involuntarios que azotaban mi cuerpo se comenzaron a detener cuando él empezó a acariciar mi espalda suavemente —Estoy contigo— Enterré mi cara en su cuello y lo apreté con incluso demasiada fuerza cuando él comenzó a caminar hacia la parte profunda conmigo en brazos — No pasa nada. Estoy aquí, estoy aquí.

Cuando solo la parte superior de nuestros hombros y nuestras cabezas sobresalían del agua, Alexander se detuvo. Yo todavía era incapaz de separarme de él y ¿para qué engañarme? De haber podido tampoco lo hubiese hecho. Mi hermoso niño seguía acariciándome dulcemente mientras me murmuraba palabras tranquilizadoras. Unos cinco minutos después fui capaz de dejar de sollozar. Diez minutos después mi cuerpo comenzó a responderme. Y pensar que Rebecca llevaba años tratando de quitarme el miedo al agua…

— Sé que parezco un crío, lo siento —Le dije mientras separaba al fin mi cabeza del hueco entre su cuello y su hombro.

Él me seguía mirando con seriedad. Alejó su mano izquierda de mi cadera y la subió hasta acariciar con ternura mi mejilla. Automáticamente guié ambas manos hacia la suya, haciendo presión contra mi piel para que él no deshiciese el contacto.

— Alec… —Susurré contra sus labios. Alexander gimió mientras acercaba su boca a la mía. Faltaba tan poco para poder volver a sentir sus dulces labios, tan poco…

Maldito rubito de mierda.

— ¡¿Qué coño es esto?! —Alexander separó lentamente su cabeza de la mía mientras miraba a su hermano con calma.

— Estoy tratando de ayudar a Magnus —Dijo sin flaquear. El antiguo Alexander seguramente se hubiese puesto a tartamudear y a decir incoherencias.

— ¡¿Comiéndole la boca?! —Chilló el recién casado mientras se acercaba hasta el borde mismo de la piscina.

—Cada uno tiene sus métodos—Alexander estuvo a punto de soltarme para ir hacia el bordillo, pero yo me aferré con firmeza a su cuerpo. Él pareció percatarse de mi mirada de terror, porque reafirmó su agarre en mis caderas y juntó más su cuerpo al mío — Perdona —Susurró contra mi pelo antes de volverse de nuevo a su hermano —De todas formas, ¿tú no te ibas de viaje de novios?

— ¿Después de ver esto? Ni hablar, no. ¡Te jodió la vida, Alec! —Gritó el mocoso. Algo se rompió en mi interior. ¿Joderle la vida? ¿A mi nephilim? — ¡Te pasaste meses hecho una mierda, joder! No hacías más que llorar, no comías, no dormías-

— Jace, basta —Siseó con furia Alexander.

— ¡Por no hablar de cuando intentaste suicidarte!

¿Suicidarse? No, mi Alexander no haría eso. Él nunca haría algo así.

— Vete —Le dijo Alexander con calma. Solo cuando juntó más su cuerpo al mío y volvieron las caricias fui capaz de percatarme de que estaba teniendo otro ataque. Mi hermoso niño… —Largo.

Jace se nos quedó mirando fijamente antes de darse la vuelta y caminar hacia la salida.

— Haz lo que te dé la gana, Alec; pero ten en cuenta que esta vez no tendrás a Sebastian para recogerte cuando él te rompa en pedazos.

No… yo nunca…

¿Qué esperabas? De una forma u otra no eres más que un asesino.


Saqué a Magnus de la piscina por las escaleras de obra que había en la zona menos profunda. Su cuerpo seguía temblando y él se empeñaba en esconder su cabeza en mi pecho, por lo que se me hizo difícil ver si iba mejorando o no. Jaery se había marchado graznándole enfurruñada a Jace, por lo que Magnus y yo subimos solos hasta mi habitación. Cerré la puerta de un pequeño puntapié y me acerqué hasta la cama para depositarlo sobre ella.

Magnus por fin pareció reaccionar, porque se quedó mirando hacia todos lados, desorientado.

— Voy a por unas toallas para secarte, ¿vale?

Estaba a punto de irme cuando una de sus manos se aferró a mi muñeca con fuerza.

— No te vayas —Susurró —Por favor, nephilim.

Nephilim.

Alejé los agradables recuerdos que aquel apodo me traía a la mente y me puse de cuclillas para igualar la altura de Magnus, que se había sentado al borde de la cama.

— Solo voy a por una toallas, en seguida estaré aquí —Esta vez ni siquiera pude levantarme antes de que volviera a tirar de mí.

— No me dejes solo, por favor.

Suspiré con resignación antes de tirar de las finísimas sábanas de verano hasta que pude sacarlas de la cama y usarlas para intentar secar a Magnus todo lo posible. Él se dejó hacer, cerrando los ojos y lanzando suspiros cada vez que mi piel rozaba la suya por accidente. Rescaté del suelo la camiseta y los pantalones viejos que usaba para dormir y le indiqué que se cambiase.

Cuando él se negó a moverse de mi cama y a dejar que me marchara a otro cuarto, tuve que ser yo el que se diese la vuelta avergonzado para tratar de no ver nada mientras intentaba secarme y cambiarme yo mismo. Aunque obviamente esa táctica solo funcionaba por mi parte; sentía sus ojos recorrer mi cuerpo mientras me deshacía todo lo rápido posible del bañador y me colocaba uno seco que había sobre la cómoda. Ni siquiera cuando me di la vuelta él apartó la vista tratando de disimular. Entonces Izzy tenía razón y es por eso por lo que ha venido a verme…

— Siento no poder dejarte otra cosa —Le dije para tratar de romper el silencio —Los muebles de la habitación me los trajeron ayer y no he tenido tiempo de ir a comprar ropa ni nada por el estilo. Iba a hacerlo hoy, en realidad.

Magnus siguió callado mientras observaba con curiosidad la simple y desgastada camiseta que le había prestado. Sus acciones me recordaban enormemente a la pequeña hija de mi vecina en Londres; aquella que tenía autismo. ¿Tan mal iba todo? Éste no era mi Magnus. No, para. Él no es mi Magnus.

— ¿Quieres que te lleve a casa? —Como toda respuesta él se acostó sobre mi deshecha cama y se acurrucó lo más pegado posible a la pared, como invitándome a unirme a él —Son las nueve de la mañana, Magnus.

— Acuéstate conmigo, nephilim. Si es lo que deseas: no volverás a verme después de esto. Pero ahora quédate conmigo.

Mierda. Sabía que nunca debería haber vuelto a Idris. Sabía que él volvería a atraerme. Pero, ¡joder! Ni de lejos esperaba que él pareciese tan interesado en mí como lo parecía. Según Isabelle él ahora tenía infinidad de amantes de una noche, ¿No? ¿Por qué no llamaba a algunos de ellos y me dejaba intentar reencauzar mi vida?

— Por favor, bebé —Suplicó.

Joder.

—Espera aquí un minuto.

Me acerqué a hasta mi mesilla y rebusqué en el cajón hasta encontrar mi teléfono móvil. Marqué el número del encargado de todo el proceso de construcción de la casa y le dije que él y los obreros se tomasen el día libre. Cuando colgué Magnus me sonreía desde la cama y yo me acerqué hasta él como una polilla atraída por la luz.

— Eso es, nephilim —Susurró a mi oído cuando me acosté junto a él. Todo mi cuerpo se estremeció y recé para que él no se hubiese percatado. Aunque por su sonrisa de satisfacción estoy seguro de que sí lo hizo.

— Cuando nos despertemos te irás —Le dije cuando él comenzó a acurrucarse junto a mí. Mi cuerpo actuó de forma instintiva y mi brazo lo rodeó, atrayéndole más hacia mí.

— Si cuando nos despertemos tú me dices que me vaya, me iré.


Me desperté sintiéndome envuelto en su calor. Su pecho estaba completamente pegado a mi espalda y yo incluso era capaz de sentir el rítmico latido de su corazón. Traté de quedarme quieto para no perder la magia del momento, pero mi necesidad de ver su cara para comprobar que realmente era él pudo conmigo. Me giré con la máxima lentitud posible para tratar de no despertarlo. Y mi esfuerzo valió la pena.

— Dios mío… —Susurré sin poder evitarlo.

Mi hermoso ángel dormía tranquilamente apoyando su cabeza sobre su brazo izquierdo. Su largas y espesas pestañas destacaban sobre su pálido rostro, pero no tanto como esos deliciosos labios sonrojados que mantenía entreabiertos para dormir. Solté un gemido cuando contemplé con exquisita lentitud su cuerpo solo cubierto por un estúpido bañador que, pese a no quedarle tan bien como el que llevaba antes, era bastante más corto y ajustado.

— Alec —Lo llamé inconscientemente.

Su respiración seguía siendo tranquila… Si solo él no se despertase…

Traté de acercarme más a su cuerpo, por lo que el brazo que me había estado rodeando la cintura se movió y su mano terminó apoyada sobre mi culo. Solté un gemidito mientras acercaba más mi cara a la suya. Si se despertaba me echaría de aquí. Él me lo había dicho. Me dijo que cuando nos despertáramos yo debería irme y no volver a molestarle. Entonces a la mierda.

Junté mi boca a la suya y todo mi cuerpo gritó de satisfacción al percatarme de que sus cálidos labios seguían siendo tan dulces como siempre. Alexander soltó un suspiro que yo me aseguré de atrapar entre mis labios y que aproveché para colar mi lengua en su boca. Disfruté de su sabor durante unos segundos antes de separarme para comprobar si seguía durmiendo. Y definitivamente la suerte estaba de mi parte, porque mi pequeño seguía en el reino de los sueños. Ojalá pudiese quedarme así para siempre.

Acaricié sus marcados pómulos con delicadeza. Su rostro no había perdido su belleza juvenil, pero sus rasgos se habían hecho mínimamente más afilados, confiriéndole un aspecto realmente seductor. Estiré de uno de sus mechones azabaches de forma juguetona, necesitado de ver esos zafiros aunque ello significase el final. Alexander, sin embargo, dio un manotazo adormilado a mi mano y siguió durmiendo. Aunque yo no creo que pueda volver a dormir nunca.


Que te despierten aferrándose con fuerza a tu cuerpo como si su vida dependiese de ello no es una experiencia muy agradable que digamos. Traté de sentarme en la cama, pero se me hizo terriblemente complicado teniendo a Magnus abrazándome con tanta fuerza.

— ¿Magnus? —Pregunté.

El cielo ya se había oscurecido y las estrellas habían comenzado a brillar con fuerza. Hacía años que no dormía tan plácidamente y durante tantas horas seguidas.

..

Magnus no se relajó del todo hasta dos horas más tarde.

Yo había acabado sentado con la espalda pegada a la pared mientras él se sentaba sobre mis piernas cruzadas y besaba con suavidad mis muñecas. Había odiado a Jace por decir aquello como si tal cosa. Era algo personal, algo que solo sabía la familia; Magnus había dejado de ser parte de mi vida hace años y no había querido saber más de mí, ¿por qué debería saberlo? Aun así no podía evitar sentir una siniestra satisfacción al ver su cara de dolor mientras seguía mimando mis muñecas mutiladas.

Ni siquiera recuerdo muy bien cómo fue. El día anterior a la nochevieja del tercer año en Londres. Sí, el treinta de diciembre. Yo llevaba días algo melancólico. Sebastian habían decidido que fuésemos a Nueva York en nuestras vacaciones porque sabía que yo siempre había querido vivir la nochevieja en Times Square. Pero en Nueva York todo se desbordó y se me echó encima: me encontré con Tessa, que se negó a dirigirme la palabra; a Sebastian le vino a la mente la inoportuna idea de ir al Pandemonium a tratar de divertirnos… no lo sé. Hacía meses que estaba tomando algunas pastillas antidepresivas, y según el médico al mezclar la medicación con alcohol mi mente se había ido de control. Yo solo recuerdo el hospital y el bofetón de mi hermano.

Sebastian me había dicho varias veces que sería buena idea tapar las cicatrices con tatuajes, pero a mí la idea de marcar permanentemente mi piel no me hacía demasiada gracia. En lugar de eso opté por usar la gran cantidad de pulseras de hilo que había acumulado cuando Max me mandaba una con cada carta. Las pulseras estaban lo suficientemente apretadas como para no dejar ver a través de ellas en un caso normal. Aunque supongo que, con lo inquieto que soy, es normal que se muevan mientras duermo.

— ¿Por qué te hiciste esto, bebé? —Por fin Magnus habló, pero siguió sin dejar ir mis muñecas.

— Por ti —Le dije con sinceridad. Magnus me miró con sorpresa —Creo que no fui lo suficientemente fuerte como para seguir luchando.

Magnus volvió a quedarse callado. Mis brazos cayeron laxos sobre el colchón cuando él los soltó y comenzó a incorporarse. Ni siquiera hizo un esfuerzo por ver si su ropa estaba ya seca antes de marcharse hacia la puerta.

— Alec —Me llamó desde el umbral —Sé que te lo prometí, pero no puedo alejarme de ti de nuevo.

Mi corazón latía rápido mientras mi mente trataba de organizar todo para saber cómo demonios reaccionar ante aquellas palabras. Antes de que pudiese hacerlo él ya se había ido.


—No le coges a nadie el teléfono durante todo el día, no acudes a la cita que teníamos acordada, no-… ¿Magnus, me estás escuchando?

Me apoyé con pesadez contra la cancela de su edificio.

—Rebecca, necesito ayuda, ¿me vas a ayudar tú o no? —Rebecca me miró durante unos angustiantemente largos segundos antes de apartarse de la puerta y dejarme entrar.

Nos dirigimos hacia su despacho y, como tantas otras veces, yo decidí sentarme con las piernas cruzadas en el suelo antes que subir a ese estúpido diván reservado a los chalados de verdad. Yo estoy aquí en busca de ayuda, no porque esté chiflado.

— ¿Qué ha pasado hoy?

El único motivo por el que había aceptado la terapia con Rebecca fue porque básicamente era hablar con una amiga cualquiera, no como esos otros psicólogos con los que lo había intentado antes de conocerla a ella.

— He sentido ganas de matarme — Rebecca, que se había sentado en su sillón y estaba a punto de pasarme la pelotita con la que yo solía juguetear en mis sesiones, se quedó paralizada.

— ¿Cómo? —Preguntó con incredulidad.

— Una muerte lo más dolorosa posible —Apuntillé — Había pensado en ahogarme. Hubiese sido la más irónico teniendo en cuenta la circunstancias.

— ¿Y por qué has llegado hasta ese punto?

— He estado con Alexander.

— Precisamente para eso era la citación de hoy. Teníamos que hablar sobre lo sucedido la noche de la boda y comentar tus reacciones. ¿Acaso dijo él algo inapropiado? Creí haberte preparado para el rechazo — Rebecca me lanzó la pelotita, que yo atrapé al aire —Ya habíamos hablado sobre la posibilidad de que él hubiese desarrollado cierta animadversión hacia ti por vuestra última conversación.

— Ayer todo fue bastante bien —Hice rebotar la pelotita contra la pared y ésta volvió hacia mí —Me acerqué a él y pude contenerme el tiempo suficiente como para no salir corriendo. Incluso le saqué a bailar.

— ¿Bailasteis? Eso es genial, Magnus. No entiendo por qué entonces has llegado a pensar en tu muerte si todo fue bien.

— Cuando acabó la canción, al despedirse, Alexander me dio un beso en la mejilla.

— Muchos amigos se besan en la mejilla, Magnus.

— Pero es que él no es un amigo. Es mi nephilim —La pelota volvió a rebotar y a llegar a mi mano.

— ¿Entonces él te besó en la mejilla y el sentimiento de añoranza te desbordó?

— Sí. No pude dormir durante toda la noche y, cuando por fin decidí levantarme-

— Se te ocurrió la brillante idea de ir a verle a su casa —La miré con cierto aire de culpabilidad mientras ella me devolvía la mirada con enfado —Te dije muy claramente que no hicieses nada fuera de lo normal sin consultármelo antes. Por lo menos no durante los primeros días.

— Necesitaba verle.

— Y yo necesito que me hagas caso y dejes de ir por tu cuenta —Me regañó ella — ¿Qué fue lo que te dijo, entonces?

— Nada malo. Fue sincero y educado, como siempre ha sido él. Incluso intentó ayudarme con mi miedo al agua.

— ¿Con tu miedo al agua? ¿Hablaste con él de lo de Jonathan?

— No, verás: es que Alexander tiene una piscina donde su pato me llevó, y él parecía una auténtica sirena y yo me sentí hipnotizado y-

— ¡Magnus! —Pegué un respingo y la pelotita fue a parar debajo del escritorio de la tarada —Céntrate y explícame los hechos con claridad.

— Alexander me estaba enseñando su piscina —Comencé mientras me agachaba a cuatro patas y trataba de alcanzar la dichosa pelotita —y yo le comenté lo de que no había podido volver a nadar.

— ¿Y…?

— Y él me metió al agua.

— ¿Al agua? Magnus, eso ha sido muy peligroso y completamente irresponsable. Eso requiere meses de terapia que ni siquiera hemos decidido comenzar.

— Él me sujetaba, Rebecca. Y ¿Sabes qué? No me había sentido tan seguro en mucho tiempo —Intenté sonreír. Era un recuerdo hermoso y una acción adorable por parte de mi Alexander; pero la imagen de sus muñecas no salía de mi mente.

— Estás haciendo lo mismo que siempre, Magnus ¿Por qué no me expones el problema principal antes de explicar qué ha llevado a él? Nada de lo que me has dicho me explica el porqué de ese repentino sentimiento autodestructivo.

— Alexander intentó suicidarse —Por primera vez desde que la conocí, Rebecca parecía realmente afectada.

— ¿Alec? ¿Suicidarse?

— Jace lo había dicho cuando nos vio juntos. Para intentar herirme, supongo. Y luego Alexander y yo estábamos pasando un tiempo…eh…a solas, cuando las pulseras de su muñeca se movieron y vi las cicatrices.

— ¿Y qué sentiste? —¿Esta mujer es tonta? ¿Pero no se lo acabo de decir?

— Deseé morirme.

— Puede que tú no tuvieses nada que ver con el motivo por el que él decidió quitarse la vida.

— Él me lo dijo.

Rebecca se quedó pensativa mientras yo me tendía completamente en el suelo para lograr alcanzar la bolita infernal.

— Entonces está claro que me equivoqué —Me levanté del suelo con mi objetivo en la mano y comencé a sacudirme la ropa —Vosotros dos no deberíais ser amigos; está claro que no os hace ningún bien estar juntos.

..

— Eres un maleducado y un grosero.

— Si, tía Tessa.

— Vas a ir ahora mismo a pedirle perdón.

— Ya le pediré disculpas en nuestra próxima consulta, no seas plasta.

— ¿Que no sea "plasta"? Magnus, como sigas con esa actitud voy a ordenar que den la vuelta al avión ahora mismo —Ya, claro, como si eso se pudiese hacer. Mi pobre tía Tessa debería aprender un poco sobre la normativa aérea.

— Está bien, está bien: le pediré perdón educadamente.

— Rebecca solo hace su trabajo, Magnus.

Sí, lo sé. Pero por mucho cariño que le haya tomado a Rebecca en estos últimos años, no pienso dejar que ni ella ni nadie vuelvan a alejarme de mi nephilim.


..


— No tengo ganas de ir. Quedémonos en casa, juntos. Te prometo que haremos cualquier cosa que tú desees.

Jaery me miró con enfado mientras seguía apoyándose contra la puerta de la entrada principal para mantenerla abierta.

— ¿Y si nos pasamos la mañana nadando y luego nos vamos a aquella cafetería de la ciudad que te gustó tanto?

Jaery pateó el suelo varias veces antes de agarrarme el dobladillo del pantalón con el pico y empujarme hacia adelante.

— Te odio.

— Cuac.

— Esta noche vas a tener de cenar cebolla. Una gran cebolla entera para ti solita.

Escuché la risa de mi pequeña mientras me dirigía al coche. Ella soltó un último graznido antes de cerrar la puerta de casa de un portazo. Sí, sí: yo también te echaré de menos.


— ¿Y desde cuándo dices que no le ves?

— Desde el día después de la boda de Clary y Jace —Contesté.

Ragnor se me quedó mirando fijamente unos segundos antes de volver a sus cosas. Mira que he intentado durante estos años encontrar amigos normales, pero es que no hay manera.

— Creía que querías reconquistarle o algo así.

En todo este tiempo ya debería haberme dado cuenta de que contarle cualquier cosa a Ragnor es una pérdida de tiempo y una metedura de pata monumental, pero no aprendo. Nunca aprendo.

— ¿Pretendías que lo siguiera a Londres?

— ¿A quién debías a seguir a Londres? —Preguntó Catarina mientras salía del despacho del director y cerraba la puerta con cuidado tras de sí.

— A su no-novio, que se fue de vacaciones.

— Fue a recoger todas sus pertenencias, según Isabelle.

— ¿Y ha tardado dos meses enteros en recogerlas? Está claro que se ha vuelto a liar con Sebastian.

Ignoré mis enormes ganas de partirle la cara y decidí centrarme en Catarina.

— ¿Me toca a mí? —Ella asintió mientras me miraba con curiosidad. ¿Y ahora a esta qué narices le pasa?

— Recuerda que estamos aquí si necesitas apoyo.

Vaaaaleeeee…

De todas formas no creo que el nuevo director sea peor que Hodge, ¿O sí?

..

— Cabrones. Sois unos cabrones.

— Tranquilízate, ¿quieres?

— ¿¡Cómo quieres que me tranquilice!? Me mandasteis ahí sabiendo lo que pasaría. Como guiando a una vaca al matadero.

— Deja de lloriquear, que no escucho la música —Ragnor subió el volumen y la voz de Madonna con Material Girl estuvo a punto de dejarme sordo.

— Lo que aquí el amigo retrasado pretende decir —Dijo Catarina desde el asiento del conductor mientras bajaba a un volumen normal la música y le dedicaba una rápida mirada feroz a Ragnor — es que Rebecca nos avisó de que necesitabas afrontar esa situación tú solo; como una persona normal.

— ¿Ahora Rebecca se piensa que no soy una persona normal?

— Hombre, pues normal lo que se dice normal… Para ser amigo de Catarina hay que ser muy raro.


..


— ¿Cómo va todo por allí?

— Bien, creo —Sujeté el teléfono contra mi oreja con ayuda del hombro mientras usaba ambas manos para agarrar una pila enorme de carpetas del maletero de mi coche —Esto es más pesado de lo que creí, pero al menos me mantiene ocupado.

La risa divertida de Sebastian resonó a través del aparato y yo no pude hacer otra cosa más que sonreír.

— ¿Y ahora qué te pasa?

— No he podido evitar imaginarte con los viejos trajes tweed de Hodge. Con sus coderas y todo —Oh, por el Ángel. Se me acaba de venir la imagen a la cabeza.

— Imbécil —Reí mientras subía los escalones del porche y hacía chocar las carpetas contra la puerta; imposible para mí tocar el timbre o sacar las llaves en este momento.

— Terriblemente sexy —Siguió riéndose él a mi costa —No, Alec, en serio: ¿quién se hace director de instituto a los veintitrés?

— Alguien lo suficientemente inteligente como para haberse sacado la carrera antes de tiempo y encima con honores.

— Y lo suficientemente idiota como para ponerse a trabajar en algo tan pesado siendo tan joven y además siendo millonario.

— Recuérdame por qué sigo hablando contigo —Le dije en broma.

Volví a chocar las carpetas contra la puerta, esta vez con más fuerza.

— Porque me amas —Me siguió él el juego.

Ambos nos quedamos callados. Es demasiado reciente. Todavía duele.

— ¿Cómo va con Magnus? —Tanteó el terreno.

— No va —Por fin Jaery abrió la puerta y me dejó pasar.

"Lenta" vocalicé para que me viese. Ella giró la cabeza, indignada, y se marchó en dirección a la cocina.

— ¿Qué ha pasado?

— Nada. Literalmente —Al fin pude llegar a mi estudio y dejé encima del escritorio todos los expedientes que tenía que actualizar —Me huye. Es como si yo tuviese la peste o algo.

— La última vez que estuviste aquí me dijiste que prácticamente se te echó encima.

Sí, pero eso fue allá por principios de julio. Quizá mientras yo estaba en Londres él terminó de llenar su cupo de amantes y yo ya no quepo en ningún sitio.

— No voy a seguir con eso, Sebastian.

— No me jodas, Alec.

— No, Seb, escucha —Él resopló y escuché un "plof" al otro lado del teléfono, señal inequívoca de que se había tirado al sofá desde una altura para nada recomendable para el pobre mueble — Él ya ha dejado claro que no quiere nada conmigo. No se me acerca, no me habla… al parecer se lo ha prohibido su psicóloga

— ¿Y si te acercas tú? —Preguntó. El sonido de una bolsa de patatas fritas al abrirse llegó a mis oídos. Típico viernes por la noche de Sebastian: comida basura, refrescos y maratón de películas y series de comedia —Pero es solo un consejo, ¿Eh? No vaya a ser que al pobre hijo de papá le dé un infarto por dar él el primer paso.

Vale, Seb: captado.


— Odio el final del trimestre.

— ¿Odias las vacaciones? —Aprobado. Aprobado. Sobresaliente. Apro- no, tú me caes mal. Insuficiente. Notable…

— Odio tener que suspender a la gran mayoría de mis alumnos por ser unos completos inútiles y unos vagos. Luego sus puñeteros padres, que han pasado de los estudios de sus hijos durante todo el trimestre, vienen a hablar conmigo indignados y acabo con la cabeza a punto de estallar.

— ¿Y has pensado en bajar el nivel de tu clase? Desde que te conozco solo los miembros de La Clave pasan sin problemas tu asignatura.

— No es mi culpa que el resto sean unos paletos de pueblo —Literalmente, además.

La puerta del despacho del director se abrió de golpe y, como siempre, mi corazón dio un brinco mientras mis ojos se desviaban hacia allí sin poder remediarlo. Dos Alexander se asomaron por la puerta; aunque solo uno de ellos tenía los ojos azules. El otro llevaba gafas y era ligeramente más bajo.

— ¿Ves? ¡Como él! —Dijo gritando como si estuviésemos solos en la habitación mientras señalaba a Maxwell Lightwood — No tenía a un alumno tan brillante desde James Carstairs. Sin ofender, director Lightwood.

Alexander hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto.

— Que mi hermano menor sea comparado con Jem es un honor para mí. Yo no siquiera pude llegarle nunca a la altura de los zapatos —Tú siempre fuiste el mejor en todos los aspectos, mi ángel.

Alexander acompañó a su hermano hasta la puerta y después se acercó a la mesa de Mark Blackthorn a comentarle algo. Sus carnosos labios esbozaron una sonrisa cuando Mark le dijo algo con su típico aire despreocupado. Maldito mocoso estúpido... Lo único bueno que tiene es su cara bonita de recién salido de la adolescencia. Y su heterocromía espectacular. Y su pelo ensortijado. Puto crío de-

— ¿Señor Bane? —Mierda, ¿Por qué tenía que tener una voz tan endiabladamente sexy? Hace unos años su voz era armoniosa y tierna, pero ahora parecía que me estuviese incitando al pecado con tan solo pronunciar mi nombre.

— ¿Sí?

— ¿Podría venir un momento a mi despacho, por favor?


..


Había creído que tratar de llevar la vida que había llevado hasta entonces sería lo adecuado para no estresarme y poder procesar con tranquilidad la proposición de Alexander.

Una relación de sexo sin compromiso, me dijo. ¡De sexo sin compromiso! ¿Desde cuándo Alexander era así? ¿Acaso su ruptura con Sebastian le había cambiado? ¿Dónde estaba mi inocente y tierno nephilim? No supe qué contestarle, por lo que le pedí que me diese tiempo para pensar.

— Como quieras —Me respondió con indiferencia.

"Como quieras"…

Así que decidí seguir con mis planes originales y pensar en ello solo cuando tuviese tiempo. Ya, claro: como si eso fuese posible. No puedo sacármelo de la cabeza.

Entre mis rutinas de vida estaba, por supuesto, el viaje que hacía siempre por vacaciones a Nueva York para poder ver a mis tíos. Normalmente no solemos ir a Times Square en nochevieja, pero mi tía decidió que sería bueno hacer cosas diferentes y estar rodeados de gente y, pese a las protestas que tanto Will como yo emitimos hasta el último segundo, al final se acabó haciendo lo que ella quería, como siempre.

Pero supongo que no entraba en sus planes que Alexander se encontrara allí entre un grupo de post-adolescentes la mar de variopinto. Encontrar a una persona específica en las calles de Nueva York el día de nochevieja es más complicado que encontrar una aguja en un estanque lleno de pirañas, pero el destino es cruel cuando se lo propone.

El grupo donde iba Alexander giró la esquina que se dirigía hacia la zona "fiestera" de la ciudad y yo no pude evitar ponerles una excusa ridícula a mis tíos y salir corriendo hacia allí. Y menos cuando vi que Sebastian estaba entre ellos.

Cuando entraron en el Pandemonium ya fue algo personal.


— Tómate una copa por lo menos y deja de hacerme sentir culpable por ser un joven borracho que desperdicia su futuro.

— Pues deja de beber.

Sebastian me sacó la lengua antes de pedirle dos copas al camarero. Dos copas que se acabaría bebiendo él, porque yo no pienso emborracharme esta noche.

— Eres muy soso, ¿sabes? Ni siquiera recuerdo por qué me fijé ti en primer lugar.

— Supongo que te fijaste en mi enorme sentido del humor —Le dije con retintín. De entre todos los bares de Nueva York…

— O en tu precioso culo —Habló alguien desde mi espalda.

— ¡Malcolm! —Gritó Sebastian con demasiada alegría. Mis pobres oídos… — Alec, ¿te acuerdas de Malcolm Fade?

— Cómo olvidarle —Sonreí intentando ser simpático. Es el tío más raro que he conocido en mi vida; y eso que conozco a Ragnor Fell desde que soy un crío.

— ¡Otra ronda en honor a nuestro amigo! —Se animó Sebastian. ¿Cuándo narices se había bebido los dos martini's? Y sobre todo, ¿De quién exactamente era amigo Malcolm?

Debería haberme quedado en casita ayudando a Clary a preparar la habitación del bebé. Con lo pasota que es Jace, seguro que la pobre está desbordada.

— Alexander —Escuché a mis espaldas. Por el Ángel… dime que no es Eric Hillchurch, por favor. Es justito lo que me faltaba ahora mismo.

— ¿Magnus Bane? —Preguntó Sebastian con incredulidad.

No fui lo suficientemente rápido como para girarme antes de que Magnus me agarrase del brazo con fuerza y tirase de mí.


Alexander se aferró a mi camiseta con fuerza, apretando la tela tan fuerte entre sus puños que escuché cómo se rajaba en la zona de mi espalda. Dejaría que rompiese todo mi fondo de armario si pudiese tenerlo así siempre.

— ¿Esto no te suena? —Me preguntó con una sonrisa ladeada cuando separamos nuestras bocas en busca de aire.

Yo simplemente gruñí mientras volvía a atacar sus labios y dejaba que él me guiase hacia el interior de uno de los cubículos. El mismo Alexander cerró la puerta de una patada y se recargó contra ella, permitiendo que yo lo apresara con mi cuerpo.

— ¿Qué coño hacías con él? —Mascullé contra su boca —¿Acaso no estás conmigo?

Alexander volvió a sonreír de forma pícara mientras guiaba sus manos hasta mis hombros y comenzaba a juguetear.

— ¿Estabas celoso? —Apreté aún más su cuerpo contra la puerta, haciendo que la madera emitiese un sonido lastimero mientras los jadeos que salían de la boca de Alexander comenzaban a hacerse más pesados —¿Pretendes que crea que tú no has estado viéndote con otros? —¿Viéndome con otros? ¿De qué demonios habla? —Ahora cállate y fóllame.

¿Follarle? Por un segundo estuve a punto de detenerme. Esto no era lo que yo quería. Creí que él… que nosotros…

Querías tenerlo y ahora lo tienes rogándote, ¿de qué te quejas?

Alexander enganchó una de sus piernas en mi cadera y yo apreté con fuerza su culo hasta que él se impulsó hacia arriba, convirtiéndome en su punto de apoyo mientras me abrazaba con sus piernas. Su cuerpo temblaba de excitación mientras tironeaba de mi pelo para unir nuestras bocas.

— ¿Quieres que te folle? —Alexander gimió con fuerza cuando comencé a mover mis caderas y su cuerpo subía y bajaba restregándose contra la puerta —¿Eso es lo que deseas?

— Sí, Magnus. Por favor — Susurró antes de que yo volviese a unir nuestros labios.

Sus brazos se aferraron a mi cuello mientras sus ojos se cerraban y todo su cuerpo se rendía a mis caricias. Justo cuando estaba desabrochando su camisa y teniendo al fin vía libre para acariciar su escultural cuerpo unas voces provenientes desde el exterior hicieron que yo levantase la cabeza.

— No pares —Me suplicó Alexander — Magnus, no pares.

Joder…

— Entonces contén tus gemidos. Eres demasiado escandaloso y me molesta —Le dije adrede para picarle. Su rostro se volvió escarlata mientras desviaba la mirada —Además: si nos descubren por tu culpa yo no pienso detenerme aunque nos pillen y tengamos observadores. Y ahora bájate de encima para que pueda quitarte la ropa.

Toda la excitación de su cuerpo había desaparecido, lo notaba. Pero si él quería guerra yo se la daría gustoso. Tengo muy claro que no voy a convertirme en su juguete sexual de fin de semana; él será el mío. Desabroché su ropa con rapidez y la dejé caer al suelo mientras guiaba la mano a mi bolsillo y sacaba un condón de mi cartera. Alexander me miró con los ojos abiertos mientras yo se lo tendía para que lo abriese mientras desabrochaba mis pantalones.

— ¿Creías que iba a arriesgarme a que me pegases algo? Vete a saber con cuántos te has acostado ya —Y ahí estaba esa mirada. Esa mirada que demostraba que he vuelto a romper algo dentro de él — Gírate y apóyate sobre la puerta con tus brazos.

Alexander cerró los ojos con fuerza, pero hizo lo que yo le pedía. Deslicé el maldito plastiquito por mi erección y miré con hambre su delicioso culo desnudo. Puede que ya no pudiese tener su amor, pero pensaba disfrutar de su glorioso cuerpo hasta cansarme.

La puerta del baño se abrió y me contuve para no lanzar un improperio. Maldita sea, ¿Desde cuándo entra la gente a los baños de discoteca? Todo el mundo sabe que aquí solo se viene a tener sexo, joder.

Una cosa es amenazar a mi nephilim y otra muy diferente es que me pillen de este modo y acabe metido en otro escándalo público. No, gracias.

Tapé la boca de Alexander con una mano mientras con la otra lo atraía conmigo hasta que yo estuve sentado sobre la taza cerrada del váter y él sobre mí. Alexander tendría que hacer todo el trabajo, pero tampoco es que me quejara.

— Inclínate para que pueda prepararte — Su cuerpo continuó rígido sobre el mío — ¿Alec?

Y entonces entró una segunda persona.

— ¿Tampoco está aquí?

— Estoy llamándole al móvil, pero no contesta — Alec intentó levantarse de mi regazo, pero yo lo sujeté con fuerza y la mantuve en su sitio.

Oh, dulces y benditas ironías de la vida. La primera vez que habíamos estado aquí casi nos pilló Jonathan, ¿Y ahora Sebastian? Dios debe amarme.

— ¿Era él? ¿Su exnovio?

— Sí —Contestó Sebastian mientras yo veía como sus pies iban de un lado para otro a través del hueco inferior de la puerta —Esto no me gusta.

— Pero creía que era precisamente lo que Alec quería —Mi ojiazul comenzó a debatirse con fuerza y consiguió girarse sobre mí y taparme los oídos con sus manos. Sus ojos estaban vidriosos mientras me miraban con terror ¿Alec?

— Alec, —musité para que solo él me escuchase mientras apartaba sus temblorosas manos de mis oídos — ¿qué te ocurre?

— … vuestra ruptura — Siguió hablando el acompañante de Sebastian. Aquel chico de los lentes de contacto lilas, supongo.

Alec cerró los ojos con fuerza.

— Volvió a Idris porque seguía enamorado de Magnus, pero hasta donde sé el amor no es reciproco.

Pequeñas lágrimas comenzaron a caer de sus hermosos ojos cerrados mientras se abrazaba con fuerza a sí mismo.

¿Qué?

— No sé por qué se lo ha llevado y… ¡joder! ¡Sigue sin cogerme el móvil! —Estalló Sebastian —Voy a llamar a la policía.

— A lo mejor solo están hablando, relájate — La otra figura se acercó hasta Sebastian y él pareció relajarse. O no.

Me importa una mierda.

— Alec —Susurré sin poder salir de mi asombro. Él comenzó a negar con su cabeza mientras apretaba todavía más sus ojos y las lágrimas caían rodando por sus mejillas —¿Tú me amas?

Sus ojos se abrieron desmesuradamente y yo apenas tuve tiempo de reaccionar cuando él se incorporó de un saltó y se subió la ropa a toda prisa antes de abrir la puerta y salir corriendo. ¿Cuándo narices se había ido Sebastian? Salí de mi estado de estupor y me levanté para correr tras él mientras me apresuraba a volver a abrochar mi ropa.

Volvió porque me ama. Mi nephilim me ama.

Supuse que él no habría vuelto a la pista de baile, por lo que giré a la derecha en el pasillo y salí por la puerta trasera. Alexander pegó un respingo cuando me vio e intentó volver a salir corriendo. Lo intentó.

— Hey —Susurré mientras lo tomaba suavemente de su muñeca. Él me miró durante un segundo antes de volver a desviar la mirada hacia el suelo —Mírame, nephilim.

Por fin volvió a mirarme con esos preciosos zafiros encharcados llenos de vergüenza. Acuné su preciosa carita entre mis manos antes de besarlo con dulzura por primera vez desde que nos reencontramos. Solté sus dulces labios antes incluso de que él pudiese corresponderme.

— Te amo —Susurré mientras besaba sus ojos con delicadeza. Alexander contuvo el aliento y más lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. — Te amo. Te amo.

— No, para —Dijo con la voz rota mientras me empujaba con escasa fuerza —No me mientas, por favor.

— Te amo —Volví a decirle mientras lo atraía hacia mí.

— No me mientas —Sollozó.

— Nunca he dejado de amarte.

..

Salí de la ducha completamente renovado y eufórico. Me miré en el espejo y pude ver una sonrisa radiante que hacía demasiado tiempo que no veía ¿Cómo he podido privar al mundo de tal belleza? No me apresuré demasiado en cambiarme y dediqué bastante tiempo a intentar estar todo lo decente posible. Y con eso quiero decir que estuve un buen rato maquillándome, porque no pensaba ponerme nada a parte del albornoz de ducha.

Abrí la puerta del cuarto de baño y una nube de vapor se expandió por la lujosa habitación del hotel. Una gran cantidad de pequeños charquitos fue dejando rastro por el suelo mientras me encaminaba a la cama. Sentí cómo la sonrisa de mi cara se hacía más amplia mientras mi perfecto ángel completamente desnudo se giraba hacia mí y me miraba.

— Has tardado demasiado —Bueno, no son las palabras románticas que esperaba, lo admito; pero a mí ahora mismo me suenan a cantos celestiales.

— Quería hacerme de rogar —Me senté en el borde de la cama y estiré la mano en su dirección para acariciar su mejilla.

Alexander me miró fijamente mientras yo me tumbaba a su lado.

— Tenemos que hablar, Magnus —Qué manera más cruel de fastidiarme la noche. Hablar es de esas cosas que se hace por la mañana, Alexander. Primero viene el sexo duro y desenfrenado, luego la ducha caliente (donde también se tiene sexo, obviamente), y después de la tercera y cuarta rondas… — Magnus —Alexander chasqueó sus dedos frente a mis ojos —Vuelve a la Tierra.

Malditas conversaciones a vida o muerte…

— Mira, Alexander, las cosas son claras: tú me amas y yo te amo. Punto.

Él se incorporó y me besó suavemente en el hombro.

— En serio.

— Vale, entendido. —Accedí son cierta reticencia —Pero antes vístete, por favor.

Alexander se miró a sí mismo e hizo un gesto de indiferencia antes de tirar de la manta y cubrirse con ella hasta poco más arriba de la cintura. No era una gran mejora, pero al menos haría algo para evitar que me abalanzase sobre él constantemente.

— ¿De qué quieres hablar? —Pregunté con una enorme sonrisa. Al parecer no fue una buena elección.

— Si no vas a tomártelo en serio quizá no deberíamos hablar de nada —Dijo mientras cogía el móvil de las mesita de noche y comenzaba a toquetearlo —Por mí puedes seguir considerando lo que te propuse antes de las vacaciones.


Miré al suelo con consternación.

— Has roto mi móvil.

— Tú me has provocado.

— Has. Roto. Mi. Móvil —Miré indignado a Magnus, que inspeccionaba sus uñas con indiferencia, ignorándome completamente — ¡Magnus!

Él se giró hacia mí y, por primera vez desde que habíamos llegado al hotel y nos habían dado la habitación, me miró con seriedad.

— Sal conmigo.

Mi corazón latió rápido en mi pecho mientras una infinidad de distintas emociones amenazaban con desbordarme.

—¿Q-Qué?

Él sonrió dulcemente mientras se acercaba a mí hasta tener su cara a pocos palmos de la mía. Sus ojos estaban fijos en los míos, hipnotizándome.

— Perdóname. Lo siento. Fui un maldito gilipollas —Recitó sin dejar de mirarme fijamente — Tenía miedo y estaba aterrado y tú… eras la único bueno que había en mi vida.

— ¿Y por eso me echaste?

No era fácil mirarle a la cara mientras hablábamos de esto. Nunca soporté verle sufrir, y eso era algo que no había cambiado en absoluto con el tiempo. Es más: ahora que está tan vulnerable es incluso peor. Sentí unas ganas enormes de abrazarle contra mi pecho y susurrarle que nada volvería a ir mal y que-… ¡No! Si quiero acabar de una vez por todas con esto tengo que mantenerme firme.

— Tenía miedo de destrozarte la vida.

— Mi vida se destrozó de todos modos —Los ojos de Magnus se desviaron hacia mis muñecas y yo traté de taparme con las mantas de forma instintiva. Odio que la gente haga eso.

— No ha habido un solo día en el que no me arrepintiese de lo que te dije.

— Entonces, ¿no era cierto?

—Alexander, no quiero volver a verte.

—Si no te alejas de mí no podré mejorar. Me haces daño, Alec. Todo esto ha sido tu culpa ¡Tú me has convertido en mi padre!

—Ya no te amo como al principio. Ni siquiera sé si llegué a amarte o fue solo una ilusión. Un sentimiento que yo ansiaba sentir y para el que tú te pusiste a tiro.

— Lo único cierto de todo lo que te dije aquel día fue que siempre te amaría.

— Fuiste bastante contradictorio respecto a eso.

— Mi cabeza no pensaba con demasiada claridad en ese momento.

— ¿Y ahora lo hace?

Magnus me tomó suavemente de los codos y tiró de mí hasta que quedé acostado sobre él.

— Mi cabeza es un auténtico caos. A veces me dan ataques de histeria y otras pierdo completamente la noción del espacio-tiempo —Su mano acarició lentamente mi torso, repasando infinidad de veces cada músculo con las yemas de sus dedos —Pero si hay algo de lo que estoy completamente seguro es de que tengo que tenerte en mi vida.

» Sé que no es justo pedirte que me aguantes; pero te juro que si aceptas estar conmigo triplicaré mis sesiones con la hermana de Shannon y pondré todo mi empeño en volver a ser el de antes.

Apoyé mi cabeza en su pecho y me acurruqué escuchando el latido de su corazón. ¿Podría hacerlo? ¿Podría volver a arriesgarme? Él podría volver a abandonarme en cualquier momento. Podría volver a aburrirse de mí y buscarse a otro para que-

— ¿Magnus?

— ¿Mmm? —Giré mi cabeza para poder mirarle a los ojos. Él me miraba con atención y con algo de ¿duda?

— Si te digo que sí —Una enorme sonrisa se expandió por su cara mientras guiaba su mano a mi cadera y comenzaba a trazar círculos sobre mi piel desnuda. Su simple tacto me hacía estremecer, pero… — ¿Será una relación exclusiva?

Su mano dejó de moverse mientras él parpadeaba, confundido.

— ¿Exclusiva?

— Sí, exclusiva. Ya sabes, solo tú y yo —Cuando al fin comprendió a lo que me refería su expresión se volvió dura.

— ¿Quieres acostarte con alguien más? —Noté mis mejillas arder mientras negaba repetidamente con la cabeza ¿Por qué me resulta tan complicado explicarme?

— Lo decía por ti. Isabelle me dijo que tú ya no estabas interesado en las relaciones monógamas y que cada fin de semana habías estado con una persona y yo no creo que pudiese soportar compartirte con alguien más y... Deja de mirarme así, me pones nervioso.


¿Una pareja cada fin de semana? ¿Qué yo no estaba interesado en…? ¡¿Pero se puede saber qué demonios le ha contado sobre mí?!

— ¡No!

Alexander pegó un bote sobre mi pecho, asustado.

— ¿Te encuentras bien? —Me preguntó mientras se sentaba a horcajadas sobre mí y comenzaba a inspeccionar mi rostro. Clavé mis ojos en los suyos y por fin lo que no había encajado en su personalidad durante todos estos meses comenzó a encajar.

— ¿Tú me ofreciste tener una relación de solo sexo porque creías que eso era lo que yo deseaba? —Su rostro se volvió carmesí mientras me miraba con inocencia.

— ¿No era lo que tú querías? Pero Isabelle me dijo que tú solo buscabas líos de una noche… —Maldita Isabelle. Creía que erea mi amiga y lo único que había hecho era complicar todavía más las cosas con mi ángel —Cuando me di cuenta de que no podría olvidarte pensé que ese sería el mejor modo de intentar volver a llegar a ti.

— ¿Estabas dispuesto a acostarte conmigo sabiendo que seguramente yo me acostaría con muchas más personas solo por una mínima posibilidad de volver a enamorarme? —Mi nephilim se mordió el labio y estaba a punto de decir algo cuando yo lo corté con un beso. Mi estúpido, estúpido nephilim —Todo eso era mentira, Alexander.

— ¿Mentira?

— Yo solo estuve con una persona cuando tú no estabas, lo juro. Y ni siquiera fue importante. Era solo sexo y más sexo, nada más —Él parecía estar devatiéndose entre creerme a mí o creer a su hermana —Mi amor, te lo juro.

"Mi amor". Mierda, se me había escapado ¿Sería demasiado pronto?

Alexander agachó la cabeza y su flequillo ocultó su cara.

— ¿De verdad? —Cuando alzó su rostro y una hermosa sonrisa se extendía por él creí hallarme en el cielo.

Alexander me besó suavemente antes de enterrar su cabeza en el hueco de mi hombro. Todavía era capaz de sentir la sonrisa en su rostro, por lo que me animé a preguntar una vez más. Si seguía dándome largas lo dejaría, lo juro. Por lo menos hasta mañana por la mañana.

— Las segundas veces nunca funcionan —Dijo él antes de que yo pudiese siquiera abrir la boca.

— Nosotros haremos que funcione —Le contesté mientras acariciaba su sedoso cabello. Alexander soltó una risita que hizo temblar su cuerpo sobre el mío. Cuánto lo había echado de menos…

— Qué cliché eres. Eso suena a película cursi y aburrida.

— Entonces nosotros seremos los protagonistas de una película cursi y aburrida.

El cuerpo de Alexander se fue relajando poco a poco mientras yo seguía acariciando su pelo.

— Vale —Me susurró antes de dormirse.

..

Alexander parpadeó unas cuantas veces sin lograr que la neblina del sueño desapareciese de sus espectaculares ojos.

— Buenos días —Murmuró mientras volvía a acurrucarse entre las sábanas y cerraba los ojos ¿Desde cuándo es tan dormilón?

Seguramente sea una costumbre de los últimos años. Se acurrucaba con Sebastian tras sus intensas noches de sexo salvaje y disfrutaban del día echados en la cama.

Me removí tratando de disipar la inquietud, lo que pareció desperezar de todo a mi novio. Mi novio.

Alexander alzó su carita y me miró.

— Tienes una cara rara —Me dijo mientras se desperezaba y hacía diversos estiramientos la mar de curiosos. Sobre todo porque aún seguía completamente desnudo.

— Estaba pensando —Le contesté mientras depositaba un suave beso en su frente y me levantaba de la cama.

— ¿En qué pensabas? —Alexander se movió hasta estirarse bocabajo a lo ancho de la cama. ¿Me estaba provocando? No lo parecía por su dulce expresión adormilada, pero todavía desconozco en cuántas cosas ha cambiado.

— En Sebastian —Alec me miró con curiosidad.

— ¿Nada más despertarte has pensado en Sebastian?

— En realidad no he dormido.

— ¿No has dormido pensando en Sebastian? —Preguntó con incredulidad. No pude hacer más que reírme ante su cómica expresión ¿Cómo podía ser alguien tan tierno?

— En realidad no he dormido porque estaba observándote. Y sí, —Me adelanté a su contestación —eso es muy típico de acosador, pero no he podido evitarlo —Alexander soltó una risita mientras cruzaba los brazos y reposaba su cabeza entre ellos —Joder, Alec ¡tápate un poco!

Alexander se sonrojó con violencia antes de mirar hacia su espalda y percatarse de que evidentemente estaba desnudo. Rápidamente cogió el lío de sábanas a los pies de la cama y se tapó con ellas.

— Lo siento —Murmuró antes de salir a toda prisa hacia el baño.

Mierda.


— ¿Alec? —Me llegó la voz de Magnus a través del ruido del agua —¿Puedo pasar?

Cerré el grifo y me tapé con uno de los albornoces que había colgados junto a la bañera.

— ¡Un momento! —Alcé la voz para que me escuchase a través de la puerta cerrada.

Recogí mi ropa, que ayer por la noche había acabado tirada en un rincón tras mi ducha, y traté de vestirme a toda prisa.

— Bebé, por favor.

Me abroché a toda prisa los últimos botones de la arrugada camisa y descorrí el cerrojo antes de abrir la puerta.

— ¿Pasa algo? ¿Estás bien? —Busqué cualquier signo en su cara o su cuerpo que pudiese decirme que estaba sufriendo algún tipo de ataque post-traumático de esos, pero no parecía ocurrir nada. Parecía abatido, eso sí —¿Qué ocurre?

Él simplemente me abrazó con fuerza y yo tuve que luchar para no perder el equilibrio.

— Me encanta verte desnudo —Susurró contra mi pelo. Ehhh…¿Eh? —Es solo que cuando te he visto antes me han venido a la cabeza imágenes de ti y Sebastian haciéndolo y no he podido evitar ponerme furioso.

Ah, vale. Así que era eso.

— Menos mal —Suspiré contra su pecho. Magnus se separó de mí y me miró con asombro.

— ¿No te molesta? —Negué con la cabeza mientras lo tomaba de la mano y lo hacía sentarse sobre la cama, sentándome yo a su lado.

— Cuando Isabelle me hablaba de ti y esas personas yo me volvía loco imaginándote con ellos —Le expliqué —Supongo que te entiendo.

Magnus estaba a punto de decir algo, pero pareció pensárselo mejor, porque cerró la boca y frunció el entrecejo. Acto seguido volvió a abrirla.

— Ya te dije ayer que solo había habido una persona a parte de ti.

— Sí, bueno. Pero eso yo no lo supe hasta ayer, ¿recuerdas? —Y tampoco es que eso ayude mucho para mitigar mis propios celos. Seguramente él sería una persona mucho más atractiva y más interesante que yo. O podría ser un ella, lo que sería incluso peor.

—De todas formas sigue sin ser lo mismo.

¿Mis celos son inferiores a los suyos?

— Yo nunca sentí nada por Woolsey, pero tú sí te enamoraste —Añadió cuando notó que yo no sabía a qué se refería.

Oh.

— Porque amabas a Sebastian, ¿Verdad?

Sebastian y su cálida sonrisa. Sebastian y sus comprensivas charlas, sus ideas descabelladas y sus repentinos ataques de sueño fulminantes. Sebastian dejándome porque sabía que yo no tendría el valor de dejarle a él y se había percatado de que yo no era del todo feliz y de que nunca lo sería si no volvía a Idris a intentar recuperar a Magnus.

— Sí —Sonreí sin poder evitarlo al recordar los buenos momentos a su lado. Magnus me miró con dolor mientras noté cómo la mano que yo seguía sujetando comenzaba a temblar.

— Claro, es lo normal —Dijo con amargura — ¿Por qué si no ibais a planear vuestra boda?

¿Eh?

— ¿Boda? ¿Qué boda?


..


— Así que… estáis juntos —Preguntó Rebecca mientras pasaba la mirada de Magnus a mí y viceversa.

— Sí —Contestó Magnus alegremente mientras alzaba nuestras manos entrelazadas a la altura de los ojos de la hermana de Simon y las balanceaba.

Rebecca nos miró a ambos con la ceja alzada, pero no dijo absolutamente nada. Eso es justo lo que hace mi madre cuando está tan enfadada conmigo o mis hermanos que tiene que contener sus ganas de estrangularnos.

— O sea —Dijo enfocándose en Magnus y haciendo que por fin yo pudiese soltar el aire que había estado conteniendo inconscientemente — que has hecho justamente lo contrario a lo que te dije.

— Exacto —Asintió Magnus con energía.

— ¿Y estás contento?

— Muchísimo —Le contestó él antes de plantarme un sonoro beso en la mejilla.

Rebecca suspiró con abatimiento mientras hacía chocar la punta de sus zapatos de tacón contra en suelo.

Plinc, plinc, plinc.

— No sé qué hacer contigo, Magnus.

— Felicitarme.

— No estoy contenta.

— Yo sí.

— Nunca había tenido ningún paciente como tú.

— Gracias.

— No era un cumplido.

Necesito irme a casa.

..

— Alexander Lightwood —Rompió el silencio mientras sus tacones volvían a golpear el suelo.

Plinc, plinc, plic.

No me hacía ninguna gracia tener que quedarme a solas con ella, pero al parecer era importante para la terapia de Magnus que nos conociésemos mejor si yo iba a ser una parte permanente de su vida. Y yo por lo menos esperaba serlo.

— ¿Magnus te ha hablado de por qué viene a verme?

— No —Desvié la vista hacia la ventana, que mostraba unas preciosas vistas de las montañas que rodeaban el pueblo —Pero supuse que sería por Jonathan.


— Magnus, ¿puedo darte un consejo?

— Creí que te pagaba para eso precisamente.

— He hablado con Alexander —Ya, supongo que por eso nos dijiste "quiero hablar con ambos por separado" — y quiero que seas sincero conmigo —Otra cosa no seré, pero sincero… —¿Tú de verdad le amas o simplemente echabas de menos la idea de amarle?

¿Qué?

— Por supuesto que le amo —Esto es absurdo. Ella más que nadie debería saber lo mucho que le he echado en falta.

— ¿Y entonces por qué no confías en él?

Loca. Está mujer está loca.

— Por supuesto que confío en él.

— Magnus, respira —Miré hacia mis manos y vi que estaban temblando. Era más fácil evitar un ataque de nervios si sabías que lo estabas teniendo.

— Por supuesto que confío en él —Repetí con más calma.

— ¿Y por qué no sabe nada de lo que has pasado durante estos años?

— Solo hace dos días desde que empezamos a salir de nuevo. No sé tú, pero a mí no me parece un tema de conversación adecuado para empezar una relación —Básicamente me he dedicado a observarle. No es un pasatiempo muy normal, pero al menos es barato.

— ¿Y no creíste conveniente que debería saber algo sobre tu padre? Eso ya había sucedido cuando salisteis la primera vez.

— ¿Se lo has contado? —Ella no respondió. Claro que se lo había contado —No tenías derecho a hacerlo. No es nada que interfiera con nuestra relación; yo mismo se lo hubiese dicho todo si hubiese surgido la situación.

— ¿De verdad crees que no es algo que él mereciese saber? Es gran parte del motivo por el que estás aquí, si no me equivoco.

—Puede que así sea, pero debería haber podido decírselo yo.

— Tuviste tu tiempo para hacerlo.

Ambos nos quedamos callados durante un buen rato. Rebecca tiene esa especie de don especial de los psicólogos de saber cuándo guardar silencio para dejar reflexionar a las personas.

— ¿Qué más le has contado?

— La periodicidad de tus terapias, cómo reaccionar y ayudarte cuando te pongas nervioso, la medicación…

— ¿En tu profesión no existe algo así como el juramento hipocrático?

— "Algo así" —Sonrió ella —Pero creo que recordar acertadamente que tú mismo me diste permiso cuando comenzamos a vernos para que avisase a tu círculo de personas más cercano si había algo importante que debieran saber, y creo que Alec necesita conocer si existen riesgos para él y decidir por sí mismo si continuar vuestra relación ¿No es por eso por lo que lo has traído, para que las cosas salgan bien?

Mi cuerpo se tensó por completo.

— ¿Se lo has contado? —Le pregunté por segunda vez. Maldita bocazas.

Una carcajada resonó en mi cabeza.

—De todas las cosas de las que hemos hablado es a lo único que ha reaccionado de forma evidente.

Obviamente.

— ¿Tenía miedo?

¿Quién no tendría miedo de algo así? Seguramente habrá salido corriendo y no volverás a verlo.

— Sí, —Respondió ella — tenía miedo de que él pudiese hacerte daño.

—¿Tenía miedo por mí y no de que yo pudiese hacerle daño a él? —Sentí una enorme y boba sonrisa expandirse por mi cara sin poder evitarlo. Mi estúpido nephilim.

Y entonces ella puso esa cara. Esa estúpida cara.

¿Qué bomba vas a soltar ahora, Rebecca?

— Ya había vivido algo similar en su propia piel, al fin y al cabo.

..

Cuando salí de la consulta y no lo vi esperándome en la sala de espera no me asusté. Por raro que parezca tenía muy claro que él no se hubiese ido así porque sí.

Y efectivamente mi nephilim me estaba esperando apoyado de manera casual sobre mi coche. El ruido de mis pisadas sobre el suelo helado debió advertirle de mi presencia, porque dejó de observar el cielo y clavó sus ojos en mí.

— ¿Qué haces aquí? —Le pregunté cuando llegué a su lado. Las temperaturas en Idris bajaban de forma drástica durante las navidades y el frío había hecho que su nariz se pusiese roja. Adorable.

— La calefacción estaba demasiado fuerte ahí dentro —Dijo haciendo una mueca. No pude evitar llevar mi mano a su nariz y pellizcar esa cosita juguetonamente. Ahora no solo su nariz estaba colorada —¿Qué tal ha ido?

— ¿Y si hablamos en el coche? Estoy empezando a perder la sensibilidad en los pies.

..

No sé por qué acabé conduciendo hasta su casa. Mi primera intención había sido llevarlo a la mía, pero por alguna razón pensé que sería demasiado pronto para eso. Además, no creo estar preparado para lo que supone quedarme a solas con él.

Durante el día y medio que habíamos pasado en Nueva York básicamente habíamos estado tirados en la cama del hotel mientras Alexander miraba la tele y yo le miraba a él. Tampoco habíamos hablado mucho durante el trayecto en mi avión. Más bien habíamos hecho poco.

— ¿Quieres pasar? —Tampoco esperaba esto, la verdad. Supuestamente él es el tímido que nunca se atreve a dar el primer paso, ¿O ya no es así?

— Alexander yo… No creo estar preparado todavía para eso —Él me miró con confusión antes de negar con la cabeza repetidamente.

— No, no. Yo quería decir entrar a hablar y eso. Pasar un rato juntos. No estaba pensando en-

Acallé sus labios con un beso rápido antes de desabrocharme el cinturón y salir del coche. Alexander me siguió segundos después.

— ¿Pequeña? Estoy en casa —Alzó la voz Alexander mientras ambos entrábamos al recibidor y comenzábamos a colgar nuestros abrigos en el perchero —Y traigo visita.

Que alguien se dedique a avisar a su mascota de su llegada es un bastante raro y perturbador. O a lo mejor el raro soy yo, lo que sería lógico teniendo en cuenta el nulo caso que me hace a mí mi gato. En cualquier caso, que Jaery acuda a toda velocidad hasta nosotros y se ponga a corretear con alegría a nuestros pies es encantador.

Alexander tomó a su pato en brazos y le besó en la cabeza antes de volver a dejarla en el suelo. Jaery me picoteó varias veces los pies antes de marcharse por el pasillo graznando felizmente.

— ¿Alexander?

— ¿Qué? —Mi nephilim me guió hasta una sala de estar de buen tamaño y me indicó por señas que me sentara en el sillón —¿Magnus?

Desperté del ensimismamiento en el que me había sumido al ver las fotografías enmarcadas que había colocadas sobre la mesita de café.

— El ala de Jaery… ¿Fue ese día?

Alexander me miró durante unos segundos antes de asentir.

— ¿Tuvo algún problema más por ello?

— No puede volar —Dijo mientras seguía paseándose por toda la sala abriendo ventanas y descorriendo las cortinas para que desapareciese el olor a cerrado después de las vacaciones.

— ¿Jaery volaba?

— Yo solo la vi volar una vez —Contestó de forma casual —Voy a darme una ducha y a cambiarme, ¿vale? No tardaré. Puedes curiosear la casa ahora que está terminada, si quieres.

..

Admitir que Isabelle Lightwood tiene mejor gusto en la decoración que yo es algo que negaré de por vida por mucho que sea verdad. Es una casa muy amplia pero que no llega a tener metros innecesarios; una cocina, dos baños de invitados y uno personal adjunto a la habitación principal, tres habitaciones de invitados que parecen estar decoradas conforme a los gustos de sus tres hermanos, la sala, una pequeña biblioteca y un estudio. Sin contar la piscina interior y una habitación casi completamente vacía que tenía pinta de ser del bicho. Me gusta.

Cuando termino de dar mi pequeño tour Alexander todavía no ha vuelto. Intento ignorar ese pequeño pinchazo en el corazón que me atosiga cada vez que encuentro una diferencia respecto a mi Alexander del pasado. Aquel tierno estudiante nunca hubiese tardado tanto en ducharse y ponerse algo de ropa; diez minutos, a lo sumo.

Vuelvo a sentarme en el sofá y me fijo de nuevo en las fotos. No me gustan. Quiero destruir todos y cada uno de sus recuerdos de los últimos años. Yo debería estar en esas fotos, y no Sebastian.

— Perdona por la espera —Alexander se ha puesto unos pantalones de chándal tan desgastados que cuelgan provocativamente de sus caderas y una camiseta de manga corta azul celeste. Estar sexy con ropa tan vulgar no es normal —Clary me ha llamado porque necesita guardar aquí las cosas del bebé mientras pintan su habitación.

El bebé. En la Luna de Miel, dicen. ¡Ja! Esos dos se casaron de penalti, William y yo lo tenemos muy claro.

— Tranquilo.

Un silencio incómodo se instaura entre ambos mientras Alexander se queda en pie a mi lado y yo sigo con la mirada fija en la fotografía que los muestra a él y a Sebastian frente al London Eye. Finalmente Alexander da el primer paso y se sienta a mi lado, doblándose hasta apoyar su cabeza en mi regazo.

— ¿En qué piensas? —Mis ojos se clavaron en sus hermosos zafiros. Tan hermoso…

— En Sebastian —Alexander no dijo nada, instándome a continuar —Tu hermana te dijo todas esas mentiras sobre mí para tratar de alejarte, y a mí me dijo que tú ibas a casarte con Sebastian justamente para eso mismo. Y sin embargo me contó lo de vuestra ruptura. No lo entiendo.

— Sigo sin entender que hiciese esas cosas. En cuanto la pille pienso raparla —Una Isabelle calva seguiría siendo hermosa, pero al menos es un castigo —Creo que sabía que acabaríamos así de todos modos.

Más le vale que fuera por eso.

— ¿Puedo preguntarte una cosa?

— Claro —Alexander alzó su mano y enredó sus pálidos dedos en un mechón de mi cabello.

— ¿Por qué cortasteis Sebastian y tú? —Él me miró con sorpresa.

— Creía que Isabelle te lo había contado.

— Isabelle me dijo que él te había sido infiel y por eso tú le habías dejado —Él me miró con sorpresa y estuvo a punto de desenredar su mano de mi cabello, pero yo lo impedí sujetándosela con la mía —Pero teniendo en cuenta los antecedentes de tu hermana no creo que eso fuera lo que pasara, ¿verdad?

— Sebastian nunca haría algo así. Esa historia es absurda a más no poder.

Isabelle va a tener mucho que explicar. Muchísimo.

— Cortamos porque yo no había conseguido olvidarte —Volví a mirarle, pero mi nephilim había girado la cabeza y tenía la vista enfocada en las fotografías que yo miraba minutos atrás — Yo le amaba. Juro que le amaba. Pero también te amaba a ti, y eso le hacía daño

Las lágrimas acudieron a sus ojos y yo me apresuré a tirar de él para incorporarlo y apretarlo contra mi cuerpo. Mi hermoso niño…

—No podía soportar seguir haciéndole daño, y sabía que no iba a olvidarte. Soy una persona horrible —Sollozó mientras sus lágrimas mojaban mi camisa.

..

Alexander durmió entre mis brazos aquella noche. El sillón era lo suficientemente grande como para caber los dos cómodamente y sin problemas, por lo que ambos caímos rendidos hasta que el amanecer comenzó a llenar de luz la sala a través de las ventanas abiertas. Cuando me desperté, Alexander me miraba con una sonrisa en el rostro y Jaery seguía durmiendo acurrucada junto a nuestras cabezas.

..

— ¿Cómo fueron las cosas ayer? —Lancé la pelotita con fuerza contra la pared, enfadado.

— Lo único malo ha sido tener que salir temprano de su casa para tener que venir a verte a ti.

— ¿Entonces habéis pasado la noche juntos? —¿No es lo que acabo de decir? Esta mujer ya ni siquiera finge escucharme —¿Habéis mantenido relaciones?

La pelotita se me escapó de entre las manos y tuve que levantarme a recogerla.

— Nada de sexo, entonces. Eso es muy raro en ti —Y lo raro en ti es no tocarme las narices. Deberías probar a hacerlo —¿Hay algún motivo en especial? ¿Ya no te atrae físicamente, quizá?

Solté una risa estridente completamente falsa solo para que entendiese la tremenda idiotez que acababa de soltar ¿Acaso ella misma no le había visto ayer? ¿Cómo demonios se puede no desear tener ese cuerpo desnudo gimoteando de placer mientras…?

— Necesito tu ayuda —Cosa que negaré rotundamente si alguien más me pregunta —Le deseo. Le deseo de una manera demencial.

— ¿Pero?

— Pero no puedo tocarle. Cada vez que se me pasa la idea por la cabeza me lo imagino desnudo junto a Sebastian y me pongo enfermo.

— Y eso elimina tu excitación.

— No, Rebecca —Le dije con toda la ironía que fui capaz de reunir —Me pone muchísimo imaginar cómo otro hombre toquetea a mi ángel.

Rebecca se quedó callada y se dedicó a mirarme.

Suspiré con resignación mientras comenzaba a jugar de nuevo con mi pelotita.

— "Mi ángel" —La miré, intrigado — "mi nephilim". No haces más que ensalzar su figura, y en tu cabeza él ha acabado asentándose como una especie de ser divino.

Porque lo es.

— ¿Te das cuenta de que Alec también es humano, verdad? Él también tenía derecho a tratar de rehacer su vida tal y como tú lo hiciste. Te crees que tú estás roto, que eres sucio y que por eso no importa lo que tú hiciste ni con quién estuviste; pero Alec es tan perfecto y tan puro que no debería haber sido tocado por otro que no seas tú —Deja de leer mi mente, tarada —. Y, ¿Sabes qué? Si sigues negándote a tocarle simplemente porque crees que ahora está "manchado" lo único que harás es perderlo. Es enfermizo, Magnus

Lo peor de todo es que sé que lleva razón.

..

— Ya te he dicho que es por tu bien, así que estate quieto de una vez —Presidente Miau me soltó otro bufido antes de lanzarme un zarpazo a la cara. Duele —Pienso castrarte.

..

— ¿Por qué has tardado tanto?

Alexander me miraba desde el umbral de la puerta de su casa. Para variar, iba vestido con ropa ancha y desgastada de tonos oscuros y tenía todo el pelo alborotado, otorgándole ese aspecto de vagabundo adorable y sexy tan característico suyo.

— Tenía que intentar arreglar mis relaciones familiares.

Alexander me miró con curiosidad mientras yo me dirigía a una de las puertas traseras del coche y me metía dentro para intentar sacar a mi bolita de pelo sin que a él le diese por destrozarme toda la tapicería de mi maravilloso coche con sus uñas. Cuando al fin dejó de retorcerse en mis brazos, ambos salimos.

Presidente Miau —Afirmó en lugar de preguntar. Presidente se quedó completamente quieto al escuchar la voz de Alexander y ahora lo miraba fijamente — ¿Cómo estás, pequeñajo?

Estuve a punto de apartar la mano que Alexander había tendido con intención de acariciar a mi mascota, pero, por primera vez en cinco años, Presidente dejó que le tocasen sin ponerse a bufar y sacar las uñas. Es más: en cuanto Alexander comenzó a acariciarle la cabeza, él estiro sus pequeñas zarpas y se aferró al brazo de mi nephilim hasta que consiguió que Alec lo cogiese en brazos.

— A mí me lleva ignorando durante años —Le comenté a Alec mientras entrabamos en su casa. La calefacción no estaba demasiado alta, apenas lo suficiente como para poder sentirte cómodo. Había olvidado que a él no le gusta abusar en exceso del aire acondicionado o la calefacción. Parece una vieja, con tantas manías.

— Siempre fue muy independiente —Rió él mientras mi estúpido gato se restregaba mimosamente contra su pecho. Entre su pato y mi gato…

El sonido de algo de cristal rompiéndose nos hizo girar la cabeza a los tres.

Oh, por Dios. Imposible. Dime que el pato no está llorando.

..

— Estoy empezando a sentirme incómodo.

Alexander siguió mirando con cariño cómo nuestros respectivos pequeñuelos jugueteaban cariñosamente. Estoy seguro de que si fueran de la misma especie esos dos ya estarían emparejados.

— No, en serio: deberíamos dejarles a solas.

Mi nephilim me dirigió una mirada que pretendía ser de enfado, pero que falló miserablemente y le proporcionó un gesto extremadamente tierno.

— No seas pervertido —Dijo mientras volvía su mirada hacia ellos. Presidente estaba ahora dándole pequeños lametazos a la cicatriz del ala de Jaery. Como hice yo cuando vi las muñecas de Alexander —Solo están jugando.

Él también tenía algo en su cabeza. Él también había tenido que ir a profesionales para que lo ayudasen. Pero la maldita voz en la cabeza de Alexander lo había llevado a intentar suicidarse, la mía solo parecía empeñada en joderme la vida metiéndome inseguridades y malos pensamientos en la cabeza.

— Ouch —Exclamó Alexander con ternura cuando Jaery tironeó de la oreja de presidente y ambos cayeron al suelo hechos una bola.

Fue Sebastian quien le ayudó. Sebastian había ayudado a Alexander a volver a ser él mismo y a poder seguir con su vida normal ¿Cómo podía yo competir con eso?

— ¿Magnus? —Alexander me miraba con la preocupación plasmada en su rostro —¿Te encuentras bien?

— Te amo —Dije sin poder evitarlo. Su expresión se relajó y pronto sus labios estaban unidos a los míos.

— Y yo a ti.

..

Fue un buen día. El mejor que recuerdo en mucho tiempo.

Al finalizar la tarde nuestras mascotas se habían dormido acurrucadas la una junto a la otra y yo estaba en el sofá prácticamente tumbado sobre Alexander. Quería tocarle. Quería tenerle. Pero…

— No pienses en ello — Giré mi cabeza para mirar a Alexander, que seguía con sus ojos clavados en la televisión.

— ¿En qué?

— En lo que sea que estuvieses pensando —Por fin su mirada se centró en mí y me dedicó una sonrisa antes de besar mi frente —Parecías triste.

— Rebecca me ha dicho algo esta mañana, y tengo miedo de que se haga realidad.

— ¿Qué te ha dicho? —Susurró contra mi pelo, su cálido aliento haciéndome estremecer.

— Le he comentado algo que me aterraba y ella me ha dicho que si no lo supero te perderé.

Alexander me hizo girar entre sus brazos hasta que quedamos cara a cara.

— ¿De qué tienes miedo?

— De tocarte.

Un rastro de inseguridad se instauró en su rostro. Sus ojos, hace unos segundos brillantes y cariñosos, ahora estaban llenos de incertidumbre.

¿Por qué? ¿Por qué siempre te estoy haciendo daño?

— Tengo miedo de no poder compararme con Sebastian en la cama y de que tú estés decepcionado conmigo. —Su expresivo rostro volvió a cambiar y ahora me miraba con estupor —O de que pienses en él mientras tú y yo… Dios, no podría soportar que pensases en él mientras estamos juntos.

Su pálida mano tomó la mía y entrelazó nuestros dedos.

Siempre me había gustado el contraste entre la tonalidad de nuestras pieles. Es hermoso.

— Dime qué puedo hacer para ayudarte a superar ese temor.

..

Su cuerpo desnudo se arqueó contra el mío cuando comencé a acariciar superficialmente su erección.

Tres de mis dedos ya estaban en su interior y él no cesaba de gimotear y rogarme por más.
— Magnus —Repetía constantemente entre gemidos de placer. Ya no sé si lo hace instintivamente o por complacerme, para que yo sepa que es en mí en quien piensa. Pero a estas alturas no es que importe mucho; ya no podría parar aunque quisiese.

— ¿Estás preparado, bebé? —Mis dedos salieron de su interior y pude ver con absoluta perfección cómo su entrada se contraía en busca de algo que la llenase —Alec, eres tan perfecto…

Mi pequeño se incorporó entre mis brazos y me besó con pasión mientras su mano tanteaba algo en el cajón ¿Qué haces, Alec? Nuestras lenguas se entrelazaron y Alexander abrió más su boca cuando un gemido amenazó con escapar de ella al comenzar yo a masturbarle.

Por fin Alexander encontró lo que buscaba y separó nuestras bocas para abrir con sus dientes el paquete del preservativo. Sus manos se estaban dirigiendo a mi erección cuando yo lo detuve.

— ¿Qué haces? —Su carita se sonrojó más de lo que ya estaba mientras me miraba avergonzado.

— ¿Quieres hacerlo tú? —Preguntó inseguro. Cuando seguí mirándolo con expectación él se limitó a añadir —Creía que tú no querías que yo te pegase algo.

¿Qué?

—¿Creías que iba a arriesgarme a que me pegases algo? Vete a saber con cuántos te has acostado ya.

Oh, mierda.

Tomé su carita entre mis manos y besé sus labios con toda la dulzura que fui capaz.

— Bebé, perdóname. No fue en serio —Sus ojos me miraron con timidez mientras él volvía a buscar mi boca — Sé que solo has estado con Sebastian, amor. Y sé que él no te pegó nada.

Lancé el maldito plastiquito al suelo mientras volvía a recostarlo bajo mi cuerpo.

— Déjame hacerte mío.

Alexander gimió ante mis palabras y abrió más sus piernas. Es tan receptivo…

Imagínate lo que gozaría Sebastian penetrando ese cuerpo una y otra vez durante cinco años.

No. Basta.

Ahora él está conmigo.

— Ve lento, por favor —Miré sus ojos suplicantes mientras me dedicaba a agarrar sus piernas y a colocarlas sobre mis hombros — Hace demasiado tiempo.

Sonreí con prepotencia mientras comenzaba a enterrarme poco a poco. Oh, Dios. Había olvidado lo placentero que es estar en su interior.

— ¿Sebastian no era muy aficionado al sexo? —Porque yo pienso tenerte bajo mi cuerpo todos los días y a todas horas, bebé.

Alexander soltó un gritito de dolor cuando la punta estuvo al completo dentro suyo.

— Él nunca fue el activo —Consiguió decir entre jadeos.

¿Qué?

Toda mi concentración se fue a la mierda y acabé enterrándome en él con una fuerza y una rapidez bestial.

¡No!

Alexander abrió la boca enormemente, pero no fue capaz de articular ningún sonido. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras todo su cuerpo se tensaba por completo y comenzaba a temblar.

— Bebé, bebé —Susurré contra sus labios. Alexander comenzó a revolverse bajo mi cuerpo, intentando alejarse de mí — Perdóname, bebé. Ha sido sin querer.

— Duele —gimoteó mientras seguía intentado sacarme de su interior — ¡Sácala! Duele mucho.

— Lo sé, lo sé —Agarré sus caderas con fuerza para que no pudiese seguir moviéndose —Pero si haces eso será peor, mi amor. Quédate quieto.

— Me está partiendo en dos —Sollozó contra mi boca.

¿Así se había sentido la primera vez que se lo hice en el Pandemonium?

Monstruo.

—Bésame, por favor…

Bebí de sus labios con ansia mientras con mis manos comenzaba a masajear su cuerpo. Una de ellas se centró en su erección mientras la otra comenzaba a acariciar uno de sus sensibles pezones. Su cuerpo comenzó a relajarse y él mismo guió sus manos a mi cuello para profundizar nuestro beso.

Al cabo de unos minutos su cuerpo se balanceaba contra el mío, intentando forzarme a moverme.

— Magnus —Suplicó Alexander —Ahora. Por favor.

Salí lentamente de su interior. Alexander soltó un quejido lastimero, pero mordió sus labios para evitar continuar. Apenas dejé la cabeza dentro y volví a entrar en él. No quise ser brusco, no hoy. Ya tendría tiempo de hacérselo de forma salvaje otro día, ahora solo quiero que él se sienta bien.

El cuerpo de Alexander comenzó a reaccionar al mío y pronto sus caderas se acompasaron con mis movimientos para hacer las penetraciones más profundas. Pero falta algo. Hay algo que no va bien.

Abrí mis ojos, que había cerrado a causa del enorme placer que estaba sintiendo al volver a encontrarme en su interior, y fijé mi mirada él. Su carita sonrojada mostraba el placer que estaba sintiendo, pero sus labios estaban apretados y casi no me dejaban escuchar ningún sonido.

— Entonces contén tus gemidos. Eres demasiado escandaloso y me molesta.

No…

Alexander se corrió en ese momento. Sus ojos se cerraron con fuerza mientras él guiaba una de sus manos a su boca para hacer presión sobre ella. La exquisita contracción de su interior hizo que mi propio cuerpo no aguantase más y llegase al orgasmo.

Pero no era esto lo que yo quería.

Yo quería disfrutar con él. Quería que él disfrutara.

Monstruo.


El teléfono dio tres tonos antes de que al fin contestasen al otro lado.

— ¿Diga?

— ¿¡Rebecca!?

— ¿Alec? ¿Qué ocurre?

— Es Magnus. Por favor, Rebecca. No sé lo que le pasa y no consigo calmarle.

Magnus volvió a lanzar un grito de agonía mientras yo lo abrazaba con más fuerza contra mi pecho.

— Por favor —Gimoteé mientras acariciaba la cabeza de mi novio intentando trasmitirle todo mi amor. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas mientras sentía cómo el cuerpo de Magnus cada vez temblaba más —Por favor.

VII

— ¿Qué tal ha ido todo? Un viaje agotador, por lo que parece —Dijo Rebecca mientras miraba a un dormido Ragnor tirado en el diván de cualquier manera mientras roncaba sonoramente.

— Ha sido desconcertante, más bien.

— ¿Debo preguntar qué habéis hecho allí?

— Es mejor que la historia no salga a la luz.

— Creía que ya había una historia sobre Perú que no debía salir a la luz.

— Bueno, pues ahora hay dos.

Pese a pequeños problemillas con mucha importancia pero absolutamente irrelevantes, el viaje con Ragnor había sido una gran fuente de diversión. Llevábamos años planeándolo y finalmente pudimos hacerlo durante estas vacaciones de verano. Todo hubiese sido perfecto de no haber sido por una cosa. O una persona, mejor dicho.

— ¿Y cómo va tu relación con Alec? —Maldita comecocos leementes… —Antes de marcharte me dijiste que él no estaba de acuerdo con el viaje.

— No, no lo estaba— El temita me tenía muy enfadado — No confía en mí lo suficiente como para dejarme ir de viaje con mi amigo ¿Sabes lo humillante que fue eso? Ni que yo fuese a serle infiel con el primer ser viviente que se me pusiese a tiro.

Rebecca se quedó callada mientras miraba a Ragnor con atención.

— Hacía cinco días que no me cogía el teléfono —Añadí cuando vi que ella no iba a decir nada —Y de repente ayer por la noche cuando llamé para avisarle de que volvería hoy ¡me lo cogió y parecía ausente! Apenas me prestó atención ¿Qué clase de novio no va a recibirte al aeropuerto?

— ¿Habías estado hablando con él diariamente?

— Sí, claro. Se notaba muchísimo en su voz que seguía enfadado conmigo, pero no íbamos a pasar dos meses sin comunicarnos ¡Eso hubiese sido el final de nuestra relación!

Rebecca por fin me miró, clavando en mí sus enormes ojos de psicóloga loca.

— Porque que tú te fueses de viaje sin él no ponía en peligro vuestra relación, ¿no?

— Era solo un viaje.

— Sin él. Todo el verano.

— ¿Estás intentado hacerme sentir culpable? —Un ronquido especialmente alto de Ragnor nos sobresaltó a ambos.

— Intento que comprendas por qué estaba tu novio enfadado contigo, porque parece que no eres capaz de comprenderlo sin ayuda—Quise replicar, pero ella no me lo permitió —Ni siquiera hace un año desde que empezasteis a salir de nuevo y, en vuestras primeras vacaciones, vas tú y te marchas con tu amigo a recorrer el mundo ¿Y si hubiese sido al contrario y eso lo hubiese hecho él?

— Él y yo también podríamos haber ido de viaje en las vacaciones del segundo trimestre, pero no quiso.

— Clary estaba de parto, Magnus. ¿Su primer sobrino iba a nacer y tú le culpas por no haber ido de viaje una semana?

— Pues que no me culpe él a mí.

Rebecca se acercó al diván y comenzó a zarandear delicadamente a Ragnor, que abrió los ojos y comenzó a desperezarse.

— Me reafirmo en lo que te digo siempre, Magnus: —No. No lo digas —vas a perderle. Y esta vez Alec no volverá.

..

Ragnor no había vuelto a dormirse de camino a la casa de Alexander. "La casa de Alexander". Rebecca dice que si sigo llamándola así es porque quizá no me siento a gusto viviendo allí. Según ella, que yo me hubiese mudado a vivir con él hace más de seis meses debería ser motivo suficiente para comenzar a llamarla "nuestra casa". No lo sé. Sigo sin hacerme a la idea.

Paramos el coche en la entrada, justo detrás del de Alexander. Bueno, al menos sabía que él estaba en casa y podríamos hablar tranquilamente. Aunque quizá debería haber dejado a Ragnor en su casa primero. Mierda. Y todo por las prisas de ver a mi nephilim.

Me importa una mierda lo que diga Rebecca; le he echado mortalmente de menos.

..

— Magnus, no.

— A la mierda. Voy a matar al hijo de puta que esté ahí arriba —La adrenalina corría por mis venas de una manera demencial y amenazaba con volverme loco.

— Déjame subir a mí. No te expongas a esto; no ahora que tu terapia va tan bien.

— ¡A la mierda la terapia! —Le grité. Los gemidos de mi nephilim resonaban por toda la casa como amplificados por un maldito micrófono. "Más. Más por favor" pedía sin cesar. ¿Cómo ha podido hacerme esto? —Quédate aquí —Volví a rugirle a mi amigo pese a que en algún lugar mi cerebro sabía que él solo trataba de protegerme —O mejor: lárgate.

Ragnor se quedó en pie en medio del recibidor mientras yo me dirigía a las escaleras y subía silenciosamente al piso de arriba. ¿Cómo ha podido? Una imagen de Sebastian se me pasó por la cabeza y tuve que contener las arcadas. Alexander es mi tierno y dulce ángel, ¿Cómo ha-?

—Oh Dios mío —gemí cuando empujé la puerta entreabierta del dormitorio y pude ver el interior.

Mi nephilim estaba desnudo sobre nuestra cama. Su torso estaba pegado al colchón, con la cabeza ladeada en dirección contraria a la puerta, mientras que sus rodillas estaban hincadas sobre la superficie, elevando su precioso trasero. Sus pálidas manos se cerraban fuertemente en puños mientras aferraba las sábanas, algo que siempre hacía cuando estaba disfrutando del sexo y por un motivo u otro no podía aferrarse a mi pelo para hacer eso mismo.

— Alec —Gemí mientras me acercaba a él.

Alexander alzó su carita sonrojada y me miró mientras sus gemidos se hacían más fuertes. Las lágrimas caían libremente por sus mejillas mientras abría la boca y sonidos completamente indecentes salían de entre sus labios.

— Mags —gimió mientras yo me acercaba a él. Cuando estuve más cerca pude apreciar cómo su hermoso culo estaba completamente lleno con un vibrador. Joder… — Mags —Volvió a llamarme entre lloriqueos — Mags, por favor.

Deslicé lo justo mi ropa hacia abajo hasta que sentí mi palpitante erección libre de mis ceñidos vaqueros. Alexander centró su vista en mi miembro mientras seguía gimiendo sin cesar.

Intenté ser delicado, pero la escena ante mí me desquiciaba y acabé agarrándole rudamente del cabello para que se alzara. A mi sexy novio no pareció importarle en absoluto, ya que en cuanto estuvo en cuatro ni siquiera tuve que decir nada para que él me engullese por completo.

— Jodeeeeeeer —Gemí al sentir su cálida boca después de dos meses. Masturbarse no tenía ni punto de comparación a tenerlo gimiendo bajo mi cuerpo.

Alexander siguió metiéndome y sacándome de esa hermosa boca mientras tomaba una de mis muñecas y hacía que yo extendiese mi mano hasta su trasero. Sonreí con prepotencia mientras comenzaba a sacar y meter el vibrador de su interior y Alexander tuvo que dejar lo que estaba chupando porque se estaba deshaciendo en fuertes gemidos. A saber cuánto llevaba ese maldito aparato estimulándole la próstata. Tendría que tirarlo después de esto; no permitiré que nada que no sea parte de mi propio cuerpo lo haga gemir así. Pero ya si eso lo tiraré por la mañana.

Saqué del todo el dichoso aparato de su cuerpo y volví a enterrarlo con toda la fuerza de la que fui capaz en mi posición. Los brazos de Alexander volvieron a ceder mientras él gritaba tan alto que no me hubiese extrañado si a la mañana siguiente era incapaz de hablar.

¿Ragnor no estaba esperando abajo?

Tiré el vibrador con fuerza contra el suelo, deseando romperlo, y rodeé la cama hasta quedar a su espalda.

— Tu cuerpo es un pecado —Susurré a sabiendas de que él no podría escucharme entre sus fuerte gemidos, que no hicieron más que triplicarse cuando fui yo quien lo penetré.

..

— ¿A qué se ha debido este magnífico regalo? —Susurré contra su pelo. Él gimió y se acurrucó más entre mis brazos, agotado.

— Quería pedirte perdón —Dijo con total sinceridad mientras sus ojos empezaban a cerrarse. Acaricié su cálida mejilla con mi mano y lo apreté más contra mí — Fui muy egoísta.

Tú no eres el egoísta, mi ángel. Seguí acariciando su piel mientras todo su cuerpo se relajaba y su respiración se volvía acompasada por el sueño. Rebecca tiene razón: es demasiado bueno para mí.

..

Me puse un simple batín de seda que había sobre el perchero y volví a la sala de estar, donde Ragnor estaba echado sobre el sofá leyendo sin mucho interés alguna de mis revistas antiguas mientras acariciaba a Jaery con su mano libre. Cuando me vio aparecer levantó la vista.

— Me va a quedar un trauma de por vida. Si no fuera por este pequeñín —Dijo mientras acariciaba con más efusividad el plumaje del bichejo — hubiese tenido que escuchar todo con detalle.

Ragnor alzó su puño y me mostró unos tapones para los oídos. Vete tú a saber de dónde ha sacado eso el endemoniado pato de las narices.

— Te dije que te marcharas —Le contesté sin mucho ánimo —Ragnor, ¿Crees que soy egoísta con Alexander?

— Sí.

Vale, eso no me lo esperaba. Le miré fijamente esperando una respuesta, pero él había vuelto su vista a las fotos de las modelos en lencería.

— Y eso lo piensas porque… —Lo animé a continuar.

— Porque eres un celoso posesivo pero te enfadas muchísimo cuando Alec es del mismo modo contigo —¿Qué? —¿Recuerdas cuando Sebastian vino de vacaciones y él y Alec quedaron para hablar? Estuviste semanas sin hablarle y negándote a verle.

— Es su exnovio, es normal que yo desconfiase.

— Sí. Bueno, vale. Pero Alec incluso te había ofrecido ir con ellos para que no te sintieses inseguro y vieses que ahora solo eran amigos.

— ¿Qué pintaba yo allí?

— ¿Y entonces por qué te enfadaste? —Finalmente mi amigo se incorporó y dejó la revista de lado, centrando en mí su atención —Todos los que somos cercanos a ti sabemos cómo fue tu vida antes de llegar a Idris. Sexo, sexo, alcohol, fiestas, sexo…

— Eso fue antes de conocerle a él, no puede simplemente culparme por mi pasado.

— No; pero tú tampoco deberías culparle por el suyo. Cada vez que el tema de Sebastian sale a relucir te pones borde con él, hiriente.

— Son celos, es algo natural e instintivo.

— Y tú te has ido de vacaciones con otro tío durante dos meses, Magnus ¿Él no puede sentir celos? —Sí, pero… —Es algo relativamente nuevo para ti, lo comprendo. Estás acostumbrado a ser el centro del universo y de las personas, pero piensa en que Alec es ahora también parte de tu vida y no un simple invitado que está de paso ¿O es eso lo que quieres?

¿Qué Alexander se vaya? Él no se irá. No me hará eso, ¿verdad?

— ¿Sabes? —No. No quiero saber vuestra opinión. No quiero saber nada más — A veces creo que Alexander solo sigue contigo porque no quiere hacerte daño.

¿Qué?

— Y otras se me ocurre que quizás esté contigo porque es muy masoquista y le gusta sufrir. No lo sé, en realidad —Ragnor se incorporó y estiró las piernas con pereza —Al igual que tú: las relaciones serias tampoco son lo mío.

..

— ¿Dónde estabas? —Escuché su adormilada voz mientras me echaba a su lado. Mierda.

— No quería despertarte, lo siento.

— No importa —Dijo mientras se giraba y quedaba con su cara mirando hacia mi lado. Sus ojos seguían adormilados y una hermosa sonrisa se dibujaba en su rostro.

Rebecca y Ragnor se equivocan. Él me ama. Alexander me ama y no me abandonará. No lo hará, ¿verdad?

— He ido a dejar a Ragnor en su casa —Respondí a su pregunta anterior —él ya había cerrado los ojos, por lo que ni siquiera sé si me había escuchado —Te he echado mortalmente de menos.

Alexander emitió un pequeño ronquido adorable.

Mañana comenzaban las clases, así que no estaríamos juntos hasta por la tarde.

Podría haberme ido un único mes de vacaciones para despejarme y pasar el otro mes con él. Ellos tenían razón: no sé pensar en lo que él necesita.

Acaricié su perfecto rostro intentando grabarme todos y cada uno de los detalles en la memoria. Quizá sí me abandone, pero esta vez me aseguraré de grabar a fuego su imagen en mi mente. Incluida esta cicatriz que no estaba antes de que yo me fuese.

..

Alexander ya se había ido para cuando yo me desperté. Era algo normal en nuestra relación, pero después de tanto tiempo sin verle me hubiese gustado estar con él un poco más. Además: él normalmente me besa antes de marcharse y me da los buenos días. Y si a eso le añadimos las conversaciones con los dos aguafiestas de ayer…

Me levanté y me dispuse a prepararme para la vuelta a las clases.

No fue hasta que estuve peleándome con Jaery por robarme el café de mi taza y vi su ala mutilada que recordé la herida en el cuello de Alexander.


—Pareces cansado, Alec —Me dijo Catarina a modo de saludo cuando entró en mi despacho— ¿La medicación te está dando problemas?

— Solo me mantiene en un estado de somnolencia continuo. Es algo pesado.

— ¿Cuánto tiempo tienes que seguir con ella?

— Solo dos días más, gracias al Ángel —Le tendí a Catarina los expedientes médicos de los nuevos alumnos de este curso mientras ella me inspeccionaba con lentitud. A veces creo que se olvida de que ya no soy un niño —Estoy bien, gracias.

— Quizá debería sustituirte yo. Solo esta semana, por si acaso.

— No seas exagerada, anda —Una imagen de Catarina debería aparecer en la enciclopedia junto a la palabra "preocupación".

Catarina asintió, no muy convencida, y se dirigió hacia la puerta con los expedientes bajo el brazo.

— Y Catarina —Ella se volvió para mirarme —Gracias de nuevo por ayudarme.

— ¿Por ayudarte en qué? —Preguntó Magnus desde la puerta.

..

Sus largos dedos acariciaron de nuevo la pequeña cicatriz de arriba abajo.

— Nunca más… —Murmuraba constantemente mientras repartía pequeños besos a lo largo de mi mandíbula —Nunca más… Nunca más… Nunca más te dejaré solo…

Sabía que algo así ocurriría.

— Magnus —Dije con firmeza mientras lo separaba de mí —Fue un golpe. Me pego golpes constantemente.

— Pero yo no estaba allí para socorrerte.

— No había nada que socorrer, ¿vale? —Besé su frente con dulzura antes de comenzar a empujarlo hacia la puerta. El timbre sonaría dentro de cinco minutos y él llegaría tarde si seguía así —Soy torpe, me caí y me hice una herida. Fin de la historia.

Pero él no parecía estar satisfecho.

— ¿Cómo?

— ¿Qué?

— ¿Cómo te caíste? —Sentí mi maldita piel enrojecer mientras recordaba lo ocurrido.

— Me tropecé —Él me miró con la ceja levantada —Con el patito de goma de Presidente.

Magnus se rió mientras me abrazaba.

— ¿Y te pegaste contra el filo de una mesa o algo así?

— Con el de las escaleras, después de caer rodando por ellas —Su risa se hizo más fuerte y yo sentí mi cara enrojecer todavía más ¡Maldita sea mi piel por ser extremadamente pálida!

— ¿Y con qué te ayudó Catarina? —Dijo mientras me soltaba y comenzaba a pasar sus dedos entre los mechones de mi cabello, peinándolos pese a saber que pronto volverían a estar fuera de lugar.

— Cuando me desperté y vi la sangre no sabía si había sido algo grave —Dije de carrerilla lo más rápido posible para ahorrarme vergüenza —Así que la llamé al móvil.

Su rostro se volvió serio de repente mientras su mano se quedaba inmóvil.

— ¿Te desmayaste? —Yo asentí con la cabeza, cohibido por su intensa mirada — ¿Qué hizo Catarina?

— Llevarme al hospital para que me examinaran —Su mirada se hizo más penetrante si cabe mientras su mano se aferraba con fuerza a mi cadera —No fue nada, Magnus. Me mantuvieron una noche en observación por si había un posible traumatismo, pero a la mañana siguiente me recetaron unas pastillas para evitar una posible infección y me mandaron a casa.

— ¿Cuándo fue eso? —Esa pregunta es la única que no quería que me hiciera.

— Hace unos días.

— ¿Cuándo?

— El martes pasado, cuando discutimos por teléfono —Su mano apretó todavía más mi piel. Mierda —No fue culpa tuya, Magnus. Estaba distraído y-

— Distraído porque habías estado peleando conmigo.

— ¡No! Magnus, me conoces. Sabes perfectamente que siempre me estoy tropezando porque sí.

Magnus se quedó callado.

El timbre sonó y el instituto se llenó de los ruidos y gritos de los alumnos dirigiéndose a sus respectivas aulas para comenzar un nuevo curso.

— Magnus, tienes que ir a clase.

— ¿Quedará cicatriz? —Me ignoró completamente mientras ladeaba mi cabeza con delicadeza y apartaba mi pelo para poder acariciar de nuevo la zona.

— Sí —Sus ojos se cerraron y comenzó a respirar pesadamente — ¡Pero es muy pequeña! Y está tapada por el pelo, así que no se notará.

Magnus siguió sin mirarme.

— Hey —Levanté su rostro con mi mano —¿Ahora vas a echarte la culpa también cada vez que me caiga? Porque entonces tengo que avisarte de que esta mañana casi me ha aplastado una librería cuando he tratado de alcanzar un estante demasiado alto.

Magnus sonrió y unió nuestros labios con dulzura. Yo seguí los movimientos lentos que su maravillosa boca me dictaba mientras guiaba mi mano a su pecho y comenzaba a desabrochar su camisa.

— Voy a llegar tarde —Susurró mientras su boca dejaba un rastro de besos por mi mandíbula hasta llegar a mi cuello y comenzar a lamerlo.

— Magnus —Jadeé cuando mordió con fuerza el lóbulo de mi oreja como él sabía que me gustaba.

— Tengo que ir a dar clase —Siguió jugueteando mientras empezaba a tirar de la hebilla de mi cinturón para desabrocharla.

— No puedes irrumpir en una clase cuando ha sonado el tercer timbre, son las normas —Magnus sonrió cuando desabrochó del todo mi pantalón y tiró de él con fuerza hacia abajo.

— ¿Entonces crees que mi jefe tomará represalias conmigo? —Bromeó —¿Me pondrá algún castigo?

Si hay algo que he aprendido de Magnus es que, por lo menos en mi caso, las palabras le excitan más que cualquier cosa que yo pudiera hacer por parecer sexy.

— A lo mejor tu jefe quiere que seas tú quien le castigue —Gemí contra su oído. Todo su cuerpo se estremeció mientras yo aprovechaba para terminar de desabrochar su ropa — Quizá tu jefe quiere que le castigues. Muy fuerte. Muy duro.

Magnus gimió sonoramente mientras agarraba mis nalgas entre sus manos y comenzaba a masajearlas con fuerza.

— Bebé… —Gruñó con su voz cargada de deseo —No sigas por ahí.

Me deshice de su agarre y me alejé de él. Magnus miró mi cuerpo con deseo mientras yo apoyaba mi pecho sobe el enorme escritorio y dejaba mis caderas alzadas sobre el borde del mismo.

— Castígame —Le supliqué cuando él llegó hasta mí y abrió mis glúteos con dureza para tener acceso a mi entrada —Duro.

Magnus gruñó antes de enterrarse de una sola vez en mi cuerpo. Sentí cómo todas y cada una de las partículas de mi cuerpo gritaban de dolor al no haber recibido preparación alguna, pero mi mente solo podía querer más y más de ese doloroso placer.

— Más fuerte —Gimoteé como pude.

Magnus comenzó a penetrarme con fuerza mientras la madera del escritorio temblaba bajo mi cuerpo. Por un segundo temí que cediese por mi peso y sus brutales acometidas, pero entonces Magnus me embistió otra vez y todo perdió sentido para mí.

Solo está él

— ¡Magnus!

Escuché su suave risa cerca de mi oreja ¿Cuándo se había apoyado sobre mi cuerpo? Su miembro entraba y salía con tanta fuerza que creí que me partiría. Deseaba que me partiese.

Él comenzó a lamer delicadamente cierta zona de mi cuello. La nueva cicatriz, recordé en algún momento.

— ¿Quieres que te masturbe, bebé?

Demasiado tarde. La mezcla entre la bestialidad de sus embestidas y la dulzura de sus actos me hizo volver loco y me corrí con fuerza.

Magnus se incorporó y agarró mis caderas mientras me embestía unas cuantas veces más y acababa en mi interior.

— ¿… yo…? — Creí escucharle decir algo.

— ¿Qué? —Logré articular.

Cada orgasmo con Magnus era diferente e intenso, pero hacía demasiado que no le tenía a mi lado y mi cuerpo se había desacostumbrado al placer demasiado rápidamente. Ayer no cuenta. Estaba tan hasta arriba de pastillas para mitigar el terrible dolor de cabeza que incluso ahora me cuesta recordar lo que pasó.

— ¿Te has corrido incluso sin que yo te toque?

Intenté apoyarme sobre mi codo para levantarme y poder encararle y así cerrarle su estúpida bocaza engreída, pero mi brazo cedió y me golpeé contra la madera.

— Creía que estabas de broma cuando decías que estabas más torpe de lo normal —Se carcajeó.

Mis ojos comenzaron a cerrarse. No quiero dormir ahora, tengo que trabajar. Debo darle los informes de las becas a Mark y los presupuestos de nuevos libros a Jules y…


El tono de llamada de mi móvil comenzó a sonar. La música se prolongó durante al menos un minuto antes de que cesase y comenzase a sonar otra vez. Seguramente sería Rebecca. Habíamos quedado en que iría hoy a las cuatro y ya eran las cinco y media. Seguro que en cuanto hablase con ella me caería una buena bronca.

El teléfono fijo comenzó a sonar ahora. Estaba encima de la cómoda y su pantallita se iluminaba con el nombre de quien estuviese llamando, por lo que no pude más que confirmar que era Rebecca. Pero lo siento, no pienso moverme de la cama ni siquiera dos pasos.

Catarina dice que la dosis quizás era demasiado alta para él, pero que no podía saberlo a ciencia cierta porque en el expediente de Alexander no constaba que se hubiese medicado nunca. Mi nephilim tenía una salud de hierro y yo ni siquiera le había visto resfriado pese a su irritante manía de no abrigarse e ir en maga corta incluso en los días más fríos.

— Magnus… —Murmuró entre sueños mientras movía levemente su cabeza, que estaba apoyada en mi regazo.

Acaricié su frente perlada de sudor mientras le susurraba palabras cariñosas en mi idioma natal. No suelo hacerlo. Nunca. Pero tampoco nunca había tenido a Alexander entre mis brazos en un estado tan débil. Aquella vez que estuvo de resaca no es ni comparable, y yo nunca estuve presente durante su recuperación después de… lo que ocurrió con Jonathan. Tampoco estuve con él cuando trató de quitarse la vida años atrás.

— Debiste decirme que no te encontrabas bien —Le susurré pese a saber que él no me podía escuchar —Pero no querías preocuparme, ¿verdad?

Una risita salió de sus labios y me di cuenta de que sus ojos estaban mínimamente entreabiertos; apenas dos rendijas de luz entre sus oscuras y espesas pestañas.

— Eres una reina del drama. Me habrías mandado a la UCI solo porque tenía sueño —Creo que hubiese llamado incluso a la policía nacional para que nos escoltase hasta el hospital.

— ¿Cuánto llevas despierto? —Alexander se acurrucó más en la cama, quedando en una postura fetal pero sin quitar su cabeza de mi regazo. Debe de ser incomodísimo.

— No lo sé.

— ¿Y por qué no me has dicho nada? —Volví a acariciar su frente hirviendo. Normalmente tocar el sudor de otra persona me resultaría asqueroso, pero nada en mi nephilim podría ser asqueroso.

— Me gusta oírte respirar —Murmuró.

A veces creía que conocía todo de él. Creía que era transparente y que todo lo que tenía que decir ya me lo había dicho. En momentos como este me alegro de estar equivocado.

— ¿Cómo te encuentras?

Él no me respondió. Se había vuelto a dormir.

..

La fiebre comenzó a bajarle sobre las cinco de la mañana. Yo ya había avisado a Catarina de que ninguno iría a trabajar en lo que quedaba de semana y el médico vendría a las once, por lo que estaba muchísimo más tranquilo.

Me levanté de la cama intentando no hacer mucho ruido y me fui a duchar al baño más alejado para no despertarle. Incluso el pato diabólico parecía entender que su amo necesitaba tranquilidad, porque no había hecho ni una de las suyas.

O eso creía hasta que bajé a la cocina y me encontré la cafetera llena de café caliente recién hecho. Habría que extirparle el cerebro y ver cómo narices hace lo que hace. Si lo vendiese a la ciencia me haría millonario. Más, quiero decir.

— Pronto estará bien, bichejo —Jaery se acarició contra mi pierna y después desapareció en dirección a la habitación de invitados reservada a Jace, que había convertido en su nido pese a tener una habitación para ella solita. Lo hace por joder, estoy seguro.

..

A la mañana del día siguiente Alexander parecía estar mucho mejor. La fiebre ya había remitido del todo y solo parecía estar sumido en un sueño reparador.

Cuando, sobre el mediodía, él bajó y me abrazó por la espalda, yo había encontrado los billetes de avión en el cajón de la cocina.


— ¿Qué es esto? —Preguntó con un tono de voz que trataba de ser tranquilo pero que se notaba a leguas de distancia que no lo era.

— Eso ya no tiene importancia —Besé su nuca con delicadeza e intenté arrebatarle los billetes, pero él se zafó.

— ¿Eran para nosotros?

—Bueno, ¿para quién si no?

Tomé otro de los taburetes y me senté junto a él en la mesada, apoyando mi cabeza en su hombro.

— Eran para el día 22 de agosto, y tú sabías que no regresaría hasta el día 5 de septiembre.

— Mmm… —Besé su cuello con delicadeza.

— Alec. —Él arrastró mi asiento hasta que estuvo a bastante distancia del suyo. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no perder el equilibrio y desnucarme.

— Estaban reservados hace tiempo, ¿vale? —Cedí al fin mientras me levantaba a prepararme un café bien cargado —Quería ir contigo unos días fuera. Me pareció una buena idea, no sé.

— ¿Y por qué el 22 de agosto?

— Porque el 22 de agosto fue cuando decidí que quería volver a intentar estar contigo. Una especie de celebración de aniversario. —Sentí su mirada clavada en mi espalda, quemándome —Cuando vine para la boda de mi hermano sabía que todavía te amaba, pero me negaba siquiera a intentarlo. Cuando volví a Londres ese verano yo… No lo sé. Simplemente me di cuenta de que merecía la pena hacer lo que fuese con tal de estar a tu lado.

Magnus se quedó callado durante unos angustiosos y largos minutos.

— Los billetes son a Disneyland —Me encogí de hombros y me dirigí hacia el salón con mi café en la mano.

— Te prometí que algún día te compensaría porque mi familia interrumpiera ese viaje.


Volví a girar los billetes entre mis dedos.

El 22 de agosto fue el día que yo discutí con él por teléfono. Él estaba más irritable de lo normal y a mí me puso furioso porque creí que estaba siendo muy egoísta. Le dije que solo pensaba en él y su felicidad.

Miré las fechas de los billetes.

Ese día fue cuando él se cayó por las escaleras. Los días siguientes no me cogió el teléfono en ninguna ocasión y yo estaba cabreadísimo con él. Seguramente la medicación lo mantenía en un sueño tan profundo que ni se enteraba del teléfono. Y luego cuando volví a hablar con él el día anterior a mi regreso pensé que estaba raro. Y me había preparado una "bienvenida" porque creía haberse portado mal conmigo y quería compensarme.

— Alec —Lo llamé mientras me acercaba hasta el sillón donde él se había sentado a beber café con el pato en su regazo.

Él me miró atentamente mientras yo acortaba la distancia.

— Alec —Volví a llamarle.

Su mirada se tornó curiosa mientras me acercaba hasta él.

— Alec —Tomé a Jaery de entre sus brazos y lo dejé en el suelo.

La hermosa carita de mi precioso ángel parecía preocupada mientras yo la tomaba entre mis manos y besaba cada milímetro de piel a mi alcance.

— Alec —Susurré contra sus labios cuando al fin llegué hasta ellos —No me dejes.

Intenté unir nuestras bocas, pero él echó la cabeza hacia atrás mientras me miraba alarmado.

— ¿Qué te pasa, Magnus? —Sus fuertes brazos me atrajeron hacia él hasta que quedé sentado en su regazo. Hacia menos de cuarenta y ocho horas estábamos justo en la posición contraria —¿Han vuelto?

— No. —Esto no tiene nada que ver con esos ataques de histeria que me daban antes y que gracias al cielo habían remitido hacía unos meses. Esto es distinto. Es como si alguien estuviese intentando arrancarme el alma para llevársela lejos; y lo peor es que está a punto de lograrlo porque yo le estoy ayudando — No me dejes.

— No voy a dejarte, ¿De dónde has sacado esa idiotez?

— De que te dejé solo todo el verano, de que ni siquiera presto atención a las cosas que a ti te importan. Nunca recuerdo las promesas que te hago y siempre te arrastro a los sitios que yo quiero sin tener en cuenta tu opinión. Siempre me estoy metiendo con tu odioso pato y-

— Y siempre dejas el baño hecho un desastre —Me interrumpió. Lo miré esperando que él comprendiese mis temores, aunque su extremadamente dulce sonrisa me decía lo contrario —Tampoco te acuerdas de darle de comer a tu gato la mayoría de las veces. Por no hablar de tus regalos. En serio, Magnus, ¿Quién te dijo que quería que remodelases toda la casa como regalo de navidad? Me gustaban mis muebles. O me había acostumbrado a ellos, que viene a ser lo mismo.

— ¿Y entonces por qué sigues conmigo? —¿Por qué demonios no me ha echado a patadas de su casa?

— Porque te amo —Dijo una sinceridad desbordante.

— Pero-

— Soy celoso. MUY celoso. También soy controlador y muy sobreprotector. Estoy demasiado obsesionado con saber qué pasa en todo momento; soy muy obsesivo. Mmm… qué más…

— Alec-

— ¡Mi ropa! Tú odias mi ropa y mi manera de vestir. Tampoco te gusta mi pelo; intentas apartármelo de la cara cada dos por tres y-

— En realidad me encanta tu pelo —Lo interrumpí yo por primera vez —Me encanta cómo contrasta con tu piel pálida. Y cómo tú escondes tu rostro tras él cuando estás avergonzado. También me encanta acariciarlo y sentir su tacto contra mi piel cuando estás durmiendo a mi lado.

Alexander acercó su rostro al mío e hizo frotar su nariz contra la mía repetidas veces.

— Hace años me preguntaste que qué era lo que más me gustaba de ti ¿qué te respondí?

— ¿Que amabas mi espectacular cuerpo? —Su cuerpo entero vibró con su risa. Hermoso… —Me dijiste que yo te hacia feliz pese a ser tan diferentes.

— Y sigues haciéndome feliz.

— Pero nuestras diferencias-

— Son idioteces que nosotros superaremos ¿O no quieres intentarlo?

No, no quiero intentarlo: quiero lograrlo.

— Por supuesto —Le sonreí.

— Menos mal —Resopló él —porque no pensaba dejarte marchar.

VIII

Estábamos en la casa del lago, como todos los años en vacaciones.

Mi madre estaba haciendo la cena mientras yo dibujaba patos diabólicos junto a gatos diminutos como roedores sobre la mesa de la cocina. Mi madre decía que era bueno fomentar la creatividad y que ya compraríamos otra mesa. Yo les dibujé bocadillos de cómic a los patos porque sabía que solo les faltaba hablar para ser humanos. Mi madre se reía de algo tan ridículo.

"Se llama Jaery" le dije a mi madre "y está enamorado de Alec"

"¿Quién es Alec?" preguntaba mi madre.

Pues Alec es mi Alexander, está claro.

Mi padre entró en ese momento en la cocina. A veces venía enfadado a casa y tenía peleas muy fuertes con mi madre, pero últimamente pasaba cada vez más a menudo.

Papá llamaba puta a mamá. Decía que yo no era hijo suyo.

Mamá siempre me mandaba lejos cuando mi padre estaba así, y aquel día no fue una excepción. Me dijo que saliese a jugar al lago, porque había muchos patos.

"A lo mejor Jaery está ahí" le dije a mi madre antes de salir corriendo. "Y si está Jaery estará mi nephilim" pensé para mí mismo.

Pero algo no iba bien. El lago estaba rojo como la sangre y había un chico flotando en el agua.

Jonathan.

¿Por qué Jonathan no se movía?

Mi padre vino hacia mí entonces. Tenía las manos rojas como el lago y llevaba una pistola en la mano. Parecía contento. Hacía años que mi padre no estaba contento.

"Siempre estuve equivocado. Sí eres hijo mío" Eso me gustaba. Papá nunca estaba orgulloso de mí. Tenía la vista clavada en el lago y sonreía.

Miré el cuerpo sin vida de Jonathan con felicidad porque papá también estaba contento.

Las tranquilas aguas del lago comenzaron a ondularse de la nada mientras se volvían negras y arrastraban el cuerpo hasta la orilla en la que estábamos nosotros.

Siempre pensé que el negro le quedaba bien, que era perfecto en él. Pero no me gustaba cómo el agua negra lo rodeaba. No me gustaba que sus ojos se estuviesen volviendo azules y su cabello se oscureciese hasta mezclarse con el agua.

¿Por qué Alec no respira?

"Eres igual que yo, hijo mío"

Y entonces grité.

..

Lo primero que vi al abrir mis ojos fueron los enormes zafiros de mi novio mirándome con preocupación. Alexander se había sentado sobre la almohada y había colocado cada una de sus piernas a un lado de mi cabeza mientras me sujetaba por los hombros sin demasiada fuerza, pero preparado por si se me ocurría escapar otra vez. Hacía más de un año que no tenía terrores nocturnos, pero la última vez que me pasó salí corriendo de casa en plena noche mientras Alexander me perseguía a poca distancia porque no sabía qué procedimiento seguir. Rebecca le dijo que lo apropiado sería esperar a que yo despertase y no hacerlo él, pero que en un futuro debía evitar que saliese de la cama por mi propia seguridad.

Una tenue luz entraba ya por las ventanas, por lo que debía de ser ya una hora cercana a las siete.

— ¿He gritado mucho?

— No tanto como otras veces —Me contestó mientras acariciaba mi pelo. —¿Qué ha pasado?

Hace unos años me hubiese incomodado hablar de esto con él. Me hubiese aterrado lo que él pensase de mi pasado o de lo que ocurría en mi cabeza. Hubiese odiado que él conociese mi mayor temor.

— Creo que he vuelto a matarte —Le dije mientras lo tomaba de las muñecas y comenzaba a besar sus heridas hace años cicatrizadas.

Alexander fingió una mueca de disgusto mientras pasaba su pierna derecha por encima de mi cabeza y se sentaba a mi lado en una posición normal.

— Voy a empezar a tomármelo como algo personal, ¿sabes?

Me coloqué de lado mientras él se acostaba y hacía lo mismo, encarándome.

— Te había ahogado.

La primera vez que se vieron siendo ella mi psicóloga, Rebecca le contó a Alexander que mi padre había intentado acabar con mi vida ahogándome en el lago de nuestra casa de veraneo, pero que al no conseguirlo él había vuelto a la casa y se acostó junto al cadáver de mi madre antes de meterse la pistola en la boca y apretar el gatillo ¿La reacción de mi novio cuando ella se lo contó? Decir que se imaginaba algo así. Ni siquiera se extrañó.

Tampoco se había extrañado ahora.

— ¿Estaba tu padre?

— Sí. Y tu pato.

— ¿Jaery? —Sonrió él mientras se acurrucaba en mi pecho. Lo abracé con fuerza contra mí y enterré mi nariz en su pelo para oler su fragancia y cerciorarme de que de verdad estaba vivo.

— Últimamente está más raro que de costumbre y empieza a darme miedo —El pato de las narices ahora estaba arisco hasta con Alexander y no dejaba que ni siquiera él entrase en su cuarto —Es la primera vez que veo tus ojos sin vida —Mi cuerpo se estremeció involuntariamente al recordarlo—Nunca te había mirado a los ojos cuando estabas muerto.

Alexander levantó su cabeza y me miró.

— ¿Quieres quedarte en casa a descansar? Puedo darte el día libre si quieres —Bromeó —Ventajas de acostarte con tu jefe.

Sonreí antes de tomarlo de la nuca y empujarlo hasta que subió a mi altura y pude besarle.

— Necesito tenerte a la vista para estar más tranquilo —Decliné su oferta —Aunque creo que luego pediré cita con Rebecca.

— ¿Estás loco? ¿Ahora que ya hacen casi seis meses que te dijo que no hacía falta que volvieras? —Alexander se escabulló de entre mis brazos y comenzó a incorporarse —De eso nada. Si tú vuelves me tocará volver a acudir a esas citas semanales para saber cómo vas, y es algo por lo que no pienso volver a pasar. Me pone muy nervioso.

Mi nephilim completamente desnudo se levantó de la cama mientras yo lo miraba con el ceño fruncido.

— Ella te dijo que podía volver a suceder de forma esporádica, no es tan raro.

— No seas ridículo —Le contesté mientras me sentaba sobre la cama y me apoyaba sobre los brazos —Ya no recuerdo ni lo que he soñado; lo que me molesta es que te levantes de la cama temprano y no me ofrezcas ni un mísero polvo mañanero.

— ¿"Polvo mañanero"? ¿"Temprano"?—Sonrió él mientras apoyaba una rodilla en la cama y se inclinaba sobre mí hasta quedar su boca a ras de la mía —Ya es hora de prepararse para ir a trabajar, amor.

En ese momento el estúpido bicho picó con toda su mala leche la puerta de la habitación.

— ¿Ves? —Sonrió antes de levantarse y dirigirse hacia el baño.

¿Y mi beso de buenos días?

Escuché a Jaery graznando de manera alocada sin motivo aparente. Nada raro últimamente.

— ¿Te duchas conmigo? —Me llegó la voz de Alexander desde la puerta entreabierta.

— ¡Voy! —Le grité mientras pegaba un salto de la cama y corría a toda prisa hacia el baño.


..


Magnus y yo llevábamos todo el camino desde el discutiendo por una razón tan completamente absurda que me estaba dando color de cabeza.

— Solo dime por qué, Magnus —Intenté razonas con él por undécima vez —Supuestamente son mías, ¿qué problema hay?

— No son tuyas —Volvió a decir él —Las escribí para ti.

Y así todo el viaje.

— Quiero leer esas cartas.

— No.

¿Qué demonios me está ocultando ahora? O Quizá soy yo el que está demasiado paranoico. Pero es que hay tantas posibilidades de que todo salga mal…


Sacar la caja con sus cosas del fondo del ropero de mi antigua casa no había sido una buena idea. Pero claro, ¿qué otra cosa podía hacer si ahora iba a alquilársela al señor y la señora Herondale junto a su pequeño mocoso babeante?

Definitivamente lo que fue mala idea fue mostrársela a Alexander sin revisarla antes en la intimidad. Desenterrar nuestras viejas fotografías y ver a mi nephilim con ese gorrito de Stitch tan gracioso había sido muy divertido. Por no hablar del momento en el que habíamos tenido una salvaje sesión de sexo viendo el video casero que hicimos en mi avión en nuestro segundo viaje a Nueva York. Y pensar que Alexander se excitaría tanto viéndose a sí mismo penetrándose por mí… Delicioso…

— Catarina, háblame de tus cosas.

— ¿Qué?

— Que me hables de tus rollos aburridos, que necesito distraerme para no tener una erección.

— Oh, Dios mío —Se quejó ella mientras enterraba la cara entre sus manos —¡Estamos en mitad del instituto!

— Pues por eso mismo no veo muy correcto ponerme a "hacer mis cosas por aquí".

— Como si no supiésemos todos lo que haces con Alexander cuando os encerráis en su despacho.

— Cállate, Ragnor —Dijimos Catarina y yo al mismo tiempo.

El aludido alzó las manos en señal de rendición antes de ponerse de nuevo a jugar a encestar bolitas de papel en el café de Raphael. Al parecer andaban enfadados por no sé qué de un lio suyo con una tal Lily. Nunca me entero de sus cosas. Dios, qué mal amigo soy.

— ¿Todavía no has arreglado las cosas con Alec?

Evidentemente, Catarina.

— Lleva una semana durmiendo en el sofá.

— ¿Y por qué no dejas que lea las malditas cartas de una vez?

¿Y por qué no existe la magia? ¿Y por qué de entre todos los patos de Central Park tuve que elegir al único con complejo de humano? ¿Y por qué Ragnor no es normal?

— Es complicado, ¿sabes?

— Creía que vuestra política ahora era "nada de ocultar la verdad aunque duela".

— Y lo es. Alexander conoce todo lo que está escrito en esas cartas.

— Pero no quieres que las lea.

— Exacto.

Nunca he podido preguntarle a Alexander directamente sobre el tiempo que pasó con Sebastian. Por raro que parezca, lo poco que sé sobre esos días me lo contó Maryse; pero es que es superior a mí oír a mi nephilim hablar sobre otra persona de la que estuvo enamorado. Si él leyera esas cartas yo me sentiría demasiado expuesto. Sé que es injusto, pero no puedo evitarlo.

Mi teléfono empezó a vibrar dentro de mi bolsillo y tuve que esforzarme para poder sacarlo de mis ajustados pantalones.

— ¿Diga? —Sabía que era Alexander por el tono de llamada, pero aun así queda bien decir cosas así cuando estás enfadado con tu pareja. Algo así como: "me importas tan poco que no me acuerdo ni de tu número móvil", aunque en realidad te estás muriendo por arreglar las cosas.

Orgullo masculino y esas idioteces del siglo veintiuno.

— ¿Magnus? — Raphael eligió ese preciso momento para darse cuenta de lo que Ragnor había estado haciendo y comenzar una pelea campal en medio de la sala de profesores —¿Puedes venir a casa?

Cuelgo el teléfono y recojo lo más rápido que puedo mis cosas bajo la atenta mirada de Catarina.

— ¿Ha pasado algo?

— No lo sé —Le digo antes de salir corriendo hacia el aparcamiento.

Pero conozco perfectamente el tono de su voz cuando está llorando.

..

— ¿Alexander? —Lo llamo cuando entro en nuestra casa. No escucho ruido alguno en la planta inferior, por lo que pruebo de nuevo mientras subo las escaleras —¿Nephilim?

— ¡Aquí! —Escucho su voz claramente llorosa.

La habitación de Jaery.

No es como si no supiese que esto pasaría tarde o temprano ¿cuántos años vive un pato? ¿10? ¿15? Vete a saber cuántos años tenía Jaery antes de que la trajésemos con nosotros.

Presidente estaba frente a la puerta entreabierta y me sacó las zarpas en cuanto me acerqué. Siento tu pérdida, amigo.

O tu ganancia.

— ¿¡Pero qué cojones!? —Exclamé cuando abrí la puerta.

Alexander estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo con el maldito bicharraco en brazos mientras las lágrimas caían de sus mejillas por la emoción.

— No pienso quedarme con ninguno más, te lo advierto —Le dije mientras me acercaba con cuidado de no chafar a ningún diminuto bicho por el camino.

— ¿No son preciosos?

..

— Sabía que tarde o temprano volverías a llamarme. Esperaba que hubiese sido antes, pero bueno.

— Corta el rollo, Woolsey. Necesito tu ayuda profesional.

— Yo siempre soy profesional en todo lo que hago, ya lo sabes.

Miré a Alexander por encima de mi hombro y vi cómo cogía un diminuto polluelo en su mano y lo acercaba hasta su cara mientras el bicho hacía ruiditos estridentes la mar de feliz. Mierda, mierda y más mierda ¿Por qué demonios tenía que ser él el veterinario más cercano con kilómetros de diferencia?

— Apunta una dirección. Es urgente.

— ¿Tan desesperado estás?

..

— Bonita casa —Dijo él con su eterna falsa sonrisa mientras subía las escaleras del porche.

— Te he llamado por nuestra mascota —Dije recalcando el "nuestra".

Nuestra. Nuestra. Nuestra.

— Oh —Sonrió él.

En lo único en lo que yo no había pensado es en que mi novio no es idiota y conoce el nombre "Woolsey" perfectamente. Quizá debería haberle preparado antes de que él llegase.


— ¿Me estás diciendo que ha tenido los patos él solito? —Me preguntó el muy imbécil.

— Ella —Le rectifiqué —Jaery es hembra.

— Siento desilusionarte, pero ese plumaje en un ánade real significa claramente que es un macho.

— Siento desilusionarte yo a ti, pero hace unos años fui a un veterinario de prestigio y me confirmó que Jaery es hembra. Me importa una mierda lo que tú opines de sus plumas.

Jaery soltó una risita divertida y la mirada del rubio cara de perro se dirigió inmediatamente hacia ella.

— ¿Se acaba de reír?

— Lo hace bastante a menudo —Dijo Magnus mientras miraba a una preciosa cría más de cerca.

Son tan adorables…

— Dejando de lado el hecho de las plumas… debe de haber tenido contacto con algún otro pato para haber podido puesto huevos —Me dijo como quien le dice a un niño de cinco años que no debe comerse los mocos —Es biología básica.

— Soy profesor.

— Entonces ya deberías saberlo.

Yo me lo cargo.

— Jaery no ha salido de casa desde hace meses. No le gusta el exterior.

— A lo mejor son del gato —Dijo Magnus mientras levantaba a un patito que se había caído de bruces. Ambos le miramos y él se encogió de hombros —A mí me cuadra.


— Entonces, ¿están bien?

Prácticamente había tenido que echar a Alexander de la habitación para que no le saltase encima a Woolsey, pero en cuanto él hubo examinado a las crías y me dijo que no parecía haber ningún problema me apresuré a guiarlo hacia la puerta.

— Ya te he dicho que sí —Dijo pensativo. Eso no me gusta —Pero en cuanto al pato adulto… ¿habéis pensado en venderlo? —Luego soltó una risita —Venderla, perdón.

Ya… Ni siquiera yo tenía muy claro su sexo hasta hace unos meses.

— No está en venta.

— Podría pagarte bastante por ella.

— ¿Crees que necesito dinero?

— Tú no, pero quizás él sí —Dijo señalando con la cabeza hacia Alexander, que nos miraba desde el pie de la escalera.

— ¿Ves este pueblo? Pues es suyo —Casi todo, al menos. Comparte una parte con los idiotas de sus hermanos —No nos interesa vender a nuestro diabólico bicho con plumas.

— Una lástima —Susurró mientras me acariciaba lentamente la mejilla ¿Qué cojones? — Te llamaré pronto.

Acto seguido Woolsey me dio un corto beso en los labios y se marchó. Tardé pocos segundos en reaccionar, pero cuando lo hice Alexander ya se había encerrado en la habitación de Jaery y no volvió a salir en todo el día.

..

Llevaba toda la semana llamando sin parar.

Alexander llevaba toda la semana prácticamente ignorándome mientras dedicaba todo su tiempo a los patos.

No es justo.


No creo que pueda hacerlo.

Es demasiado pronto.

No puedo.

No puedo.

Sí puedo.


Acabé cogiéndole el móvil el sábado por la mañana y quedamos en un bar a las afueras de la ciudad para ese mismo día por la noche. Me libraría de él y Alexander no se enteraría de nada.

Solo quiero recuperar a mi tierno nephilim.

..

— ¿Creías que llamaba por ti? —Sonrió con diversión cuando le dejé claro que no me acostaría con él.

— No pienso venderte al pato, ya te lo dije —Lo que me faltaba ya para que Alexander me retirase el habla por completo, vamos. Además: se le acaba cogiendo cariño. Y los bichitos son monísimos.

— ¿Y quién quiere al pato? Lo que quiero es tirarme a esa fierecilla que tienes viviendo contigo.

¿Perdón? Mi mente era incapaz de reaccionar a aquello. No. De eso nada. No ha dicho eso.

— Oh, vamos ¡No pongas esa cara! —Prosiguió él —¡Podemos compartirlo! Yo gozaré de su parte trasera mientras tú te follas su maleducada boquita.

¿¡De quién coño se cree que está hablando!?

— ¿No? Al revés, entonces. No me importa, ¿Sabes? Con esa lengua tan afilada que tiene seguro que la chupa estupendamente.

Fíjate por dónde.

Hacía unos meses que estaba un tanto inseguro la diferencia de edad con mi novio. Bueno, no tanto como inseguro; pero sí un poco mosqueado con eso de que yo tenga treinta y cuatro y él sea un yogurín de veinticinco… Pero mira tú: me acaba de volver la llama de la juventud.

— Y además yo te conozco y sé lo que te gusta en la cama —Prosiguió él —Tiene que ser una auténtica putita si te satisface lo suficiente como para que hayas decidido sentar la cabeza.

Aish… Hacía años que no usaba los puños.

..

— Dime que no he tenido que ir a sacarte de prisión como si fueses un quinceañero borracho que se mete en peleas, por favor — Lo que yo no entiendo es qué diablos hace aquí Catarina cuando a quien he llamado es a Ragnor. La próxima vez que él necesite ayuda yo también pienso escaquearme.

— Has ido a recogerme de comisaría, no a sacarme de ella.

— Tecnicismos.

Ambos nos quedamos callados mientras recorríamos en largo camino de vuelta a Idris. No había podido avisar a Alexander y ahora estaría preocupado. O enfadadísimo. Ya me veo durmiendo en una cuneta.

— ¿Qué ha pasado?

— El perro de Scott —Catarina sonrió ante el apodo que ella misma había creado para él — ha estado insultando a Alexander.

Y diciendo que se quiere acostar con él.

Como lo vea a menos de veinte kilómetros de mi nephilim pienso mat-… hacerle más daño.

— ¿Entonces estabas en aquel bar porque habías quedado con Woolsey y no porque estabas deprimido?

— ¿Por qué debería estar deprimido?

Catarina me miró durante un breve milisegundo antes de volver su vista al frente. No había muchos peligros en una carretera completamente recta y lisa, pero de vez en cuando salía algún animalejo del bosque.

— ¿No has hablado con Alec? —Lo sabe.

— ¿Qué es lo que sabes? Tú sabes por qué lleva toda la semana evitándome, ¿No es así? — Mierda, ¿Cómo no lo pensé antes? Catarina siempre se entera de todo —Creía que eras mi amiga.

— Y lo soy, Magnus.

— Pues dímelo antes de que lo pierda del todo.

— No es algo que se pueda decir.

— Dímelo.

..

Abrí el cajón de su mesilla con cierto miedo. Quizá Catarina me había mentido. Una especie de broma cruel. Muy, muy cruel.

Conocía tan bien a Alexander que nunca me había hecho falta abrir ninguno de sus cajones o tocar ninguna de sus cosas para saber qué objeto tiene y cómo está colocado. Él era transparente, sin secretos. Yo confiaba en él y nunca tocaba sus cosas. Él sabía que yo no abriría su cajón, por lo que no había necesidad de esconder nada.


Jaery se acurrucó en mi regazo y me miró con ojitos tristes.

— No lo he conseguido, pequeña.

Los pequeños polluelos se habían dormido todos juntos formando un pequeño revoltijo en el suelo. Creía que su especie era muy independiente desde que nacían, pero de nuevo la genética de Jaery tenía que destacar.

Hacía veinte minutos había escuchado cómo él había entrado en casa. A las dos y treinta y tres de la mañana.

— Perdóname, Jaery.

Supongo que sí que era demasiado pronto.

— Alec —Pegué un respingo. De tan sumido que estaba en mis pensamientos no le había escuchado entrar a la habitación —¿Qué haces ahí?

— Se está bien aquí.

El cuarto de Jaery es bastante amplio, como ella lo quería. La esquina que yo había tomado como mi lugar de reflexión durante los últimos días me daba una vista perfecta del resto de lugares. Me gustaba observar a los pequeños.

Tengo que ponerles nombre.

— Perdona por no avisarte de que iba a llegar tarde.

— No pasa nada.

"Izzy ya me ha avisado de dónde estabas. Te ha visto con él" quise gritarle. Sería alzar la voz en vano.

— ¿Podemos hablar?

— Claro.

"Me lo he estado pensando mucho y me he dado cuenta de que esto no funciona. No eres tú, soy yo…".

Típico.

— Te amo, Alec.

"Aku cinta kamu" otra vez no, por favor.

— Alec, mírame —Alcé los ojos y los clavé en los suyos.

Él siempre hablaba de lo hermosos que eran mis corrientes ojos azules. Los suyos sí eran únicos y magníficos.

Magnus suspiró y se sentó a mi lado, pegando su cuerpo al mío.

Duele.

— Te amo.

— Ya lo has dicho.

— Esperaba a que tú me dijeras que también lo haces.

¿Para qué?

— Hoy he estado en la ciudad, ¿sabes? Por eso he llegado tan tarde.

Izzy y Simon ya te han visto. No sigas.

— Woolsey llevaba toda la semana llamándome sin cesar. Yo no se lo cogía, pero llegó un punto en que me cansó y lo hice —Al ver mi falta de cooperación, él siguió —Quedamos para vernos esta tarde en un bar.

Ya lo sabía.

Magnus apoyó su cabeza en mi hombro, ignorando las miradas asesinas de Jaery.

— Él quería acostarse contigo —Un momento ¿Qué? Intenté mirarle para comprobar si se estaba burlando de mí, pero él seguía apoyando todo su cuerpo sobre mi costado y su cara estaba escondida en mi hombro —He tenido que pegarle. Me ponía enfermo cómo hablaba de ti.

— Magnus-

— Me han metido en comisaría y solo me dejaban salir bajo fianza. Indignante —Farfulló — A él es al que tendrían que encerrar por lo que dijo ¡Y encima Catarina ha tenido que venir a por mí! Me lo va a recordar toda la vida.

— Podrías haberme llamado a mí.

Al fin alzó su rostro y me encaró.

— ¿Después de que no me dirigieses la palabra durante toda la semana? No quería que te enfadases más conmigo.

Eso es ridículo.

— Yo no estaba enfadado contigo.

— ¿Y lo de no hablarme más de lo necesario y dormir en el sofá? Puede entender que estuvieses aquí el resto del tiempo, porque esas cosas —Dijo señalando al montón de plumas — son adorables. Sobre todo Madonna.

Sonreí ante su ocurrencia.

— Yo no he aceptado que ninguno se llame "Madonna".

— Bueno, pero no son solo tuyos. Somos una pareja, Alec — Su mano se dirigió a mi rostro, acariciándolo con dulzura. Cerré los ojos para disfrutar del contacto mientras Jaery me picoteaba el brazo intentando que no cediese—Las parejas comparten las cosas y no se quedan callados y se aíslan sin siquiera decir por qué lo hacen.

— Vale, lo entiendo —Una enorme sonrisa se extendió por su rostro.

— Entonces dilo —Idiota egocéntrico y narcisista…

— Te amo —Magnus frunció el entrecejo.

— Eso no, cielo —¿Eh? —Oh, vamos como si no supiese ya que me amas.

— Idiota.

— Dime lo otro.

Ehh…

— ¿Dejaré que el patito que te gusta se llame como esa cantante?

— Madonna ya se llama "Madonna", lo quieras tú o no —Magnus se metió una mano en el bolsillo y sacó una cajita de terciopelo. Oh, por el Ángel —Pídemelo.

— ¿De dónde has sacado eso? —Intenté arrebatárselo de las manos, pero él me esquivó con agilidad y aprovechó mi propio impulso para guiarme a su regazo.

— Siéntate bien, bebé.

— Dame eso primero.

Él me miró con la ceja alzada mientras agitaba la cajita frente a mis ojos.

Maniático de las narices…

Apoyé mis brazos en sus hombros y pasé una de mis piernas al otro lado de su cintura.

— Mmmm… —Su mano libre se aferró a mi trasero cuando terminé de colocarme y me senté a horcajadas sobre él —Cuánto echaba de menos tu cuerpo… —Susurró entre dientes mientras aprovechaba su mano para apretarme con fuerza contra él.

— Magnus… —Gemí contra su boca.

Él me separó bruscamente y negó con la cabeza, divertido.

— No, no, nephilim: primero pídemelo. No voy a dejar que me distraigas.

— ¿Distraerte? —¿Distraerle con qué?

— Dios… eres tan sexy… — Magnus tomó mi mano derecha entre las suyas y depositó en ella la cajita abierta —Vamos. Hazlo.

Su cara estaba iluminada con una enorme sonrisa mientras yo abría la cajita. El simple anillo ni siquiera destacaría en la mano de Magnus; no entre todos sus otros complementos. Por eso me había gustado.

Por eso y por el color de las piedras.

— No puedo —Su sonrisa se deshizo lentamente mientras yo volvía a cerrar la caja —No puedo —Repetí.

— Pero hace una semana le dijiste a Catarina que-

Es su culpa.

— Todo iba a ser perfecto —Le recriminé. Magnus me miró con asombro mientras yo despotricaba contra él, liberando todo lo que me había estado carcomiendo la cabeza los últimos días —Todo estaba planeado para que fuese algo a lo grande, y no así —Las lágrimas acudieron a mis ojos sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Mierda —Tenía que ser perfecto para ti.


Lo miré sin poder comprender lo que me decía.

Él, la persona a la que más amaba en el mundo, iba a pedirme que… y él creía que… y yo…

No entiendo nada.

— ¿Qué podría ser más perfecto que esto?

Él me miró con incredulidad e incluso las lágrimas dejaron de caer de sus ojos.

— ¡Todo! Tenía que ser ayer, y en Viena, y tú no sabrías nada y-

— Y tú eres idiota —Le dije antes de besarle.

Alexander tardó en corresponderme, pero finalmente sus labios se movieron en sincronía con los míos y su cuerpo se relajó.

— Pídemelo.

— No.

— Vale —Le arrebaté la caja de las manos y yo mismo saqué la joya — ¿Quieres casarte conmigo?

Sus ojos se hicieron todavía más grandes debido a la impresión. Después me dio un manotazo y alejó el anillo de él.

— No así.

— ¿Así cómo, Alec? Estamos aquí, en nuestra casa, rodeados de nuestra familia.

Alexander miró a su espalda y pegó un respingo al ver tantos pares de ojos clavados en nosotros. Incluso Presidente se afilaba las zarpas mientras nos miraba de reojo.

— Cásate conmigo.

— No.

— Cásate conmigo.

— No.

— Alexander.

— Te odio.

Atraje su rostro al mío y volví a besarle.

—Cásate conmigo —Susurró él contra mis labios.

Sonreí con felicidad pura mientras volvía a besarle una y otra vez.

— Sí —Le besé— Sí —Le besé —Sí.

Sus dedos tomaron el anillo de mi mano y por un segundo creí que lo deslizaría por fin en mi dedo.

— ¿Qué haces? —Le pregunté mientras él jugueteaba con la joya.

Un clic apenas perceptible sonó y el anillo se dividió en dos finas y delicadas sortijas; cada una con una de las piedras en ella.

— Por algún motivo en las parejas heterosexuales se presupone que debe ser el hombre el que le pida matrimonio a lo mujer y le regale lo del anillo y todo eso, —Alexander tomó mi mano y deslizó el anillo con el zafiro en mi dedo — pero pese a lo que la gente piensa, en una relación gay no hay "hombre" y "mujer". Pensé que sería adecuado.

Él mismo se colocó la otra mitad, con la esmeralda, en su mano y lo puso junto al mío para que yo pudiese verlos juntos. Discretos y hermosos.

Son como él.

— Cielo —Dije mientras seguía admirando nuestras manos.

— ¿Mmm?

No quería arruinar un momento tan hermoso, pero era superior a mí.

Maldito instinto.

— Para haber estado pensando tanto sobre esto podrías haberte preparado mejor, ¿No? —Él me miró sin comprender — Se pone en el dedo anular, amor.

Alexander tardó unos segundos en percatarse de su error y ponerse completamente colorado.

— Dame el anillo.

— No.

— ¡Devuélvemelo! ¡Ya no quiero casarme contigo! — Peleó conmigo mientras trataba de quitarme el anillo del dedo.

— Tendrás que arrancármelo, nephilim.

— Te odio

A veces creo que soy idiota.

Alexander me besó con dulzura y yo gemí contra su boca mientras entrelazaba nuestras manos. Abrí los ojos dentro del beso y miré de reojo nuestros dedos con anillos a juego.

Un idiota muy afortunado.

IX

— Están atrofiados.

— ¿Quieres dormir en el sofá?

— ¡Míralos! No es normal. Tienen un trastorno del crecimiento o algo.

Los patitos de Jaery no habían crecido prácticamente nada desde su nacimiento y seguían pareciendo polluelos, lo que según Magnus era motivo suficiente como para decir que mis pequeños son inmortales. Chalado.

Jaery miró a Magnus con ojos asesinos antes de ir hacia él a toda velocidad y comenzar a picotearle las pantorrillas.

— Son preciosos. Maia dijo que no tenían ningún problema de salud, por lo que déjalos que crezcan a su ritmo — Viento Gris , que últimamente había tomado mi hombro derecho como lugar de descanso favorito, lanzó un pequeño graznido de conformidad —Al final lo único que vas a conseguir es que te odien de por vida.

— Ya me odian —Se quejó él mientras cogía a Jaery de las patas, colgándola bocabajo como si fuera un conejo, y la llevaba hasta su habitación. Lo raro es que mi pequeña no le haya sacado un ojo ya —La única que se salva es la preciosa Madonna.

— Solo se salva porque tú le pusiste el nombre y es tu favorita. La tienes mimada.

— ¿Que yo la tengo mimada? —Magnus lanzó a Jaery en dirección al sillón que habíamos colocado allí recientemente y que todos los pequeños patitos usaban para dormir —¿Tienes uno de tus pollos encima todo el día y yo soy quien mima a Madonna? Mete a Zachariah dentro para que pueda cerrar antes de que vengan los invitados, anda.

— Es Viento Gris —Dije mientras dejaba al susodicho patito junto a sus diez hermanos y su mamá — Zachariah es el que tiene esas marquitas debajo de los ojos ¿Cómo puedes no haberte aprendido sus nombres todavía?

— No es mi culpa que dejases que los raros de nuestros amigos decidieran los nombres, ¿sabes? Son todos muy raros.


— ¡Señora Lightwood! —Me llamó el rubito de las narices con recochineo.

Mira que han pasado años ¿eh? Pues nada, que el chaval no madura.

A ver, que yo tampoco he madurado mucho ¡pero al menos lo disimulo de cara al público!

— No llames así a mi sobrino, mocoso.

William, que había estado tan tranquilo hablando con James Carstairs y su novia, volvió a ponerse en modo idiota cuando ambos se tuvieron que marchar para poder llegar a tiempo al aeropuerto y tomar su vuelo de vuelta a Londres.

— Además —Añadió mi tío. Y el tío segundo de mi cuñado. Todo muy divertido —En todo caso tu hermano tendría que ser la "señora Bivane"

— Bane —Rectifiqué inmediatamente.

Para algo me había cambiado el apellido legalmente, después de todo. No podía permitir que el apellido de mi padre constara en los documentos legales de mi boda con Alexander.

— Ni de coña —Dijo indignado Jace.

Decidí marcharme de allí, sabiendo el rumbo que tomaría la conversación. Lamentablemente mi recién estrenado marido pasaba por allí cuando la bomba de la conversación cayó.

— ¡Alec! —Chilló Jace indignadísimo —¡Dime que no es cierto!

Alexander se quedó mirando a ambos con cara de póker y yo casi pude vislumbrar cómo aparecían signos de interrogación sobre su cabeza. Tengo que dejar de ver tantos maratones de anime con Max y Simon.

Ah, Simon…Desde que el rarito y la magnífica Isabelle habían vuelto a salir juntos por algún motivo yo me acordaba de su verdadero nombre. O a lo mejor tenía algo que ver con la psicópata de su hermana y el miedo que me daba. No sé. Traumas, supongo.

— ¡Dime que no es a ti a quien dan por cu-!

Estaba prácticamente seguro de que sería yo quien soltaría a los patos para que atacasen a los Herondale, pero al parecer algo de mí se iba pegando en Alexander con los años y cada vez tenía menos paciencia con ellos.

Adorable.


— ¿Dónde están Jace y Will? —Preguntó Jocelyn mientras me ayudaba a recoger los platos de la mesa donde habíamos comido todos juntos.

— ¿Ahora mismo? Estarán a unos veinte kilómetros bosque adentro.

— ¿Magnus ha vuelto a sacar a los patos?

— En realidad ha sido cosa mía —Por una vez.

Jocelyn sonrió con simpatía y me pasó la ensaladera.

Durante el tiempo que pasé en Londres pensé que Jocelyn me guardaría rencor por lo sucedido con Jonathan, pero al regresar ella y yo habíamos tenido una larga conversación sobre el tema y me alivió saber que todo estaba bien entre nosotros. Me dijo que Jonathan nunca fue un hijo para ella por mucho que intentó amarlo.

Una parte de mí la comprendía, ya que yo sabía lo que es no sentir ningún apego hacia un familiar después de que mi padre nos ignorara a todos tras su divorcio. No sabía nada de él desde hacía por lo menos seis años. Se había vuelto a casar, creo.

— ¿Cuándo os marcháis al final de Luna de Miel? —Preguntó mi madre, que entraba en ese momento con la pequeña Cecily en brazos y James tirando de su falda.

Dejé los platos sucios apilados sobre el fregadero y me agaché para coger a mi pequeño sobrino en brazos.

— Mañana a mediodía.

— ¿Y dónde vais?

— A cualquier país no asiático que Alexander quiera visitar —Magnus entró a la cocina y dejó las últimas copas que quedan en el salón sobre la encimera —Tenemos todo el verano para ir donde queramos. Menos Asia —Volvió a recalcar.

Idiota…


— ¿Y por qué no podéis ir a Asia? —Preguntó mi suegra.

— ¿También te han prohibido la entrada allí? —Añadió Jocey.

Y dale. Lo de tener la entrada prohibida a Perú es una caso excepcional, no algo que me pase cada día.

— No —Vi cómo Alexander rodaba los ojos a sabiendas de que yo estaba pensando en su fijación con los asiáticos —Por si acaso.

Cecily comenzó entonces a llorar, haciendo que todos fijásemos nuestra a tención en ella.

— ¿Cuándo ha comido por última vez?

— Hace dos horas, creo ¿Dónde está Clary?

— Buscando a los dos panolis junto con mi tía Tessa —Contesté yo al recordar cómo las había visto salir por la puerta del jardín tras sus subnormales maridos.

Alexander lanzó una mirada culpable al bebé mientras dejaba a James en el suelo y tendía los brazos a su madre para que le diese a su sobrina. Nuestra, quiero decir. Ahora también es mía, políticamente hablando.

— Yo me encargo —Dijo.

Algo dentro de mí se estremeció al ver a mi nephilim dándole el biberón a la pequeña.

Anhelo.

Pero es demasiado pronto como para proponer algo así… Por Dios ¡No llevamos ni veinticuatro horas casados!

Alexander alzó sus hermosos ojos y los clavó en mí, dedicándome una hermosa y radiante sonrisa.

Pero algún día…

X

—Me gustan las graduaciones. Bebida y comida gratis, alumnos a los que no volveré a ver en la vida, llantos de los críos insoportables a los que les toca repetir curso… Aish…

— Ha bebido, ¿Verdad? Le has dejado beber —Me apuntó con dedo acusatorio Catarina.

— Sí ha bebido. Y no, —La interrumpí antes de que pudiese seguir echándome un sermón —yo no tengo nada que ver. No soy ni su padre ni su niñera.

— Sois unos irresponsables. Ambos —Acto seguido mi azulada amiga se dio media vuelta y desapareció en la marea de personas que se acostumbra a reunir en los jardines del St. Raziel en estas fechas.

Ragnor miró con cara de pérdida irreparable el fondo vacío de su copa.

Hacía más de veinte minutos que Alexander había pronunciado su discurso y había dado paso al resto de eventos ¿Dónde diablos estaba? Tenía bien localizada a Clarissa junto al resto de profesores, y Jace estaba un poco más allá con James y Cecily. Había visto a Simon e Isabelle marcharse en dirección al gimnasio, seguramente a "hacer manitas". Maryse estaba en primera fila observando a Max y… Espera, ¿James y Cecily? ¿Dónde está Ella? El rubito es muy capaz de haber perdido a su propia hija.

Le tendí mi copa todavía llena a mi amigo y me interné entre la gente para tratar de localizar o bien a Ella o bien a mi marido. O a los dos.

Alexander salió en ese momento del edificio con la pequeña en brazos. Su mirada me localizó de inmediato mientras yo me dirigía a él y una radiante sonrisa se extendió por su rostro.

— Hey —Me saludó cuando nos encontramos. Besé levemente sus labios mientras tomaba la manita del bebé y ella comenzaba a reírse.

— Hey —Le dije de vuelta —¿Dónde te habías metido? He tenido que soportar a Ragnor yo solo.

Ambos nos encaminamos de nuevo a la zona más despejada donde yo había estado minutos atrás con Ragnor mientras la pequeña comenzaba a hacer burbujitas con la boca y se reía de ello. Adorable.

— He tenido que ir a cambiar a Ella porque se había vomitado encima y Jace no quería perderse el discurso de Clary —Ah, Clarissa… La dulce y encantadora joven había comenzado a trabajar como profesora de Arte este curso. Pobre criatura, no sabe en qué infierno se ha metido —¿Ragnor no está con Raphael?

— Raphael siempre huye del sol. Ragnor asegura que es medio vampiro.

En ese momento le tocó a Max subir a dar su discurso como el mejor alumno de la promoción de último curso. Vi de reojo cómo la expresión de mi nephilim se iluminaba y su pecho se hinchaba de orgullo. Ella había comenzado a balbucear esas típicas palabrejas de bebé a las que todo el mundo suele atribuirles un significado pero que, evidentemente, no significaban nada.

— Magnus.

— Alexander. —Dijimos al mismo tiempo. Ambos sonreímos mientras seguíamos mirando a la copia de ojos defectuosos de Alexander sobre el escenario —Tú primero.

— Tenía miedo de decirte esto porque no sé cómo vas a reaccionar, pero lo he estado pensando durante mucho tiempo y es lo que quiero hacer.

— ¿Vamos a regalar a tu maldito pato? —Le dije medio en broma. Medio. Por cierto, ¿Dónde se había metido? El maldito pato extraterrestre y dos de sus bicharracos inmortales se habían empeñado en subir al coche con nosotros y no hubo manera de hacerles entrar en razón. Mi nephilim les tiene muy mimados.

— Estoy hablando en serio.

— Vale, perdona —Podía sentir la tensión en su cuerpo y la indecisión por no saber si decírmelo o callarse.

Unos años atrás él se hubiese callado y yo hubiese tenido que insistirle para averiguar qué le ronda por la cabeza, pero ahora mi nephilim ha madurado y ha aprendido a confiar en mí. Dios, cuanto lo amo…

— Magnus, quiero un niño.

Me quedé sin habla y mi cerebro desconectó durante unos segundos.

— Sé que parece un poco precipitado y un poco absurdo, pero te repito que lo he pensado mucho y sé que podemos hacerlo bien —No es que no lo hubiese pensado yo. ¡Por supuesto que lo había pensado! Pero… — No te quedes callado ¿Qué piensas?

Las dudas sobre la herencia genética de mi padre desaparecieron en cuanto fijé mi vista en sus preciosos zafiros. Bueno, en eso tenía razón; yo seguramente sería un desastre como padre, pero el prácticamente ha criado a sus hermanos.

— ¿Quieres quedarte embarazado? —Dije en broma. Alexander infló los mofletes de forma muy graciosa —Lo veo muy complicado actualmente. Pero la ciencia avanza tanto… Quizás en cuatro o cinco años…

— Magnus.

Adoptar un niño, ¿eh?

Atraje su rostro hacia el mío y lo besé con dulzura. La pequeña Ella enredó sus manitas en mi pelo y tironeó con fuerza, lo que me obligó a soltar los labios de mi marido a causa del gemido de dolor que se me escapó. Mi hija no sería tan malcriada.

— Claro que quiero tener un hijo contigo, nephilim estúpido.


Mis pequeños no paran de corretear de un lado para otro persiguiendo a esos estúpidos y miedicas Herondale. Son patéticos. Incluso la pequeña cría macho del cabeza de pollo nos tiene miedo. La nuestra será una nueva raza que dominará el mundo.

Alexander y Magnus están discutiendo un poco más allá. Puedo ver en la cara de mi amo que la conversación es muy importante, pero el humano brillante de las narices parece estar tomándoselo a broma. Mi amo ahora parece cabreado.

La mayoría de las veces creo que su felicidad no va a durar. Son demasiado diferentes y no es normal que dos personas así estén juntas. Los seres humanos no se complican en sus relaciones por norma general. Es lo lógico, supongo.

Magnus acaba de besar a mi amo y le ha dicho algo. Alguna estupidez, seguramente.

Ahora mi amo también sonríe y le ha besado de vuelta.

O puede que sí puedan ser felices juntos. Puede que superen todos los obstáculos que los separan. No lo sé.

Después de todo yo solo soy un pato.


He de confesar y confieso que este fic ha tenido este final por Jaery
¡No podía despedir a mi adorado pato con un final triste!

Sé que, si yo hubiese querido, el fic podría haber sido mucho más largo. Pero, sinceramente, ¿para qué?
La mayoría de las historias se centran en un periodo de tiempo corto, donde los personajes están en un entorno definido y ahí se desarrolla la acción hasta el final.
Yo quería hacer algo diferente, un fic que se desarrollara durante varios años y que no se centrara en pequeños aspectos pero que al mismo tiempo fueran los pequeños detalles del día a día los que marcasen el ritmo. Los sucesos transcurren de forma rápida y hay pocos detalles, pero ¿acaso no es así la vida? ¿O alguna de vosotras sería capaz de decirme con exactitud qué pasó durante cada día del mes de marzo de 2004 en su vida?
Podría mejorar muchísimo como escritora, lo sé; pero estoy muy contenta con el resultado final porque creo que he logrado lo que quería en un principio.

Ahora mismo solo puedo daros las gracias a todas las personas que me habéis leído hasta el final, porque si he terminado este fic ha sido porque sabía que estabais ahí.
Os estoy muy agradecida y espero poder volver a escribir algo que podáis leer como habéis leído esta estúpida y loca historia.

¡Os adoro!

Que el Ángel os proteja, la Fuerza os acompañe y la suerte esté siempre de vuestra parte.