Ni Frozen ni sus personajes me pertenecen, todos pertenecen a Disney.
Prólogo
Hace mucho tiempo, los Dioses Nórdicos gobernaban sobre la tierra, sin embargo, al asombrarse de lo que su maravillosa creación, la raza humana, era capaz de hacer, decidieron dividir todos sus dominios entre aquellos que tuvieran las grandes virtudes necesarias para gobernar con sabiduría.
Aquellos elegidos se convirtieron en grandes soberanos y gobernaron con sabiduría, pero a pesar de su gran poder sobre la tierra, ningún ser viviente, ni siquiera los mismos dioses, podía escapar de la muerte, ya que así estaba escrito.
Todos los soberanos se aseguraron de tener descendencia para que sus reinos no murieran con ellos, sin embargo, el rey más sabio entre todos ellos, que había llevado no sólo prosperidad sino felicidad a su pueblo, no había podido tener algún hijo o hija que continuara con su gran obra.
Desesperado y sabiendo que la muerte no tardaría en visitarlo, suplicó a los dioses y éstos, apiadándose de él y recompensándolo por su enorme bondad, enviaron a un emisario que se presentó en sueños ante el rey prometiéndole que un día llegaría un heredero, bendecido desde su nacimiento por los mismos dioses con los poderes de las tierras nórdicas, un gran don hasta entonces jamás visto en la tierra, pero con un corazón cálido latiendo en su pecho, que otorgaba humanidad a aquella divinidad con la que había nacido. Sin embargo los dioses también hicieron una delicada advertencia. El hielo jamás debía tocar su cálido corazón, puesto que el día que aquello pasara, grandes desgracias caerían sobre las tierras del norte. El rey despertó y creyó firmemente en aquel mensaje.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y el heredero aún no nacía. Sin embargo el rey no perdía su esperanza. Hasta que una noche, en la puerta del palacio, un fuerte golpe despertó al rey y a su esposa, quienes asustados o más bien impulsados por una misteriosa fuerza, corrieron hasta la gran puerta de madera y al abrirla, se encontraron con una cesta cuidadosamente tejida y dentro de ella, algo que jamás esperarían, un bebé. No entendían quien podría haber abandonado a un ser indefenso en las puertas del palacio, pero entonces algo llamó la atención de los monarcas. Aquel bebé llevaba colgando de su cuello un pequeño dije en forma de copo de nieve. Y entonces el rey comprendió en ese mismo momento que la promesa había sido cumplida.
Elsa cerró lentamente el libro que sostenía en sus manos.
"Sigo sin entender por qué te gusta que te lea en voz alta esta antigua leyenda una y otra vez, Anna".
"Porque es interesante y antigua y dicen que en realidad se trata de una profecía que se cumple cada milenio... Y porque me gusta mucho oír tu voz... Es que tienes una voz tan linda. Bueno, tu eres linda. Bueno, supongo que eso ya lo sabes. Bueno, no quiere decir que no te lo diga porque ya lo sabes, pero..."
La reina Elsa rió ante la forma en que su hermana se apenaba. Nunca había entendido por qué pero Anna siempre había sido así. Resuelta para entablar una conversación pero algo distraída para expresa claramente sus pensamientos. Por lo que siempre terminaba diciendo algo que al apenara. Aunque era claro que ante Elsa no tenía por qué apenarse. Al fin y al cabo, no era nada más que su hermana.
Mientras que Anna siempre se molestaba cuando la gente se reía por lo bajo de su poca habilidad para hilar sus pensamientos. Pero cuando se trataba de Elsa, inclusive podría decirse que disfrutaba de su risa.
Y es que después de tantos años sin su presencia, y apenas un año después del incidente en el que por su poca capacidad de medir sus palabras todo Arendelle quedó sepultado bajo nieve, sentía esa imperiosa necesidad de recuperar todo el tiempo perdido con su hermana.
Por eso había insistido en que las cosas regresaran a ser como antes. Y se refería a todo. No sólo al hecho de pasar todo el tiempo posible juntas, sino inclusive al hecho de dormir juntas, en la misma habitación, como cuando eran niñas. Pensó que su hermana se negaría, es decir, Elsa tiene ya 22 años y ella 19, ya no eran precisamente unas niñas, pero para su asombro la reina no opuso mucha resistencia. No la suficiente ante un par de ojos, los de Anna, mirando de manera suplicante. Aunque la princesa no sabía si el que su hermana aceptara se debía a tal súplica o al hecho de que Elsa desesperadamente también buscaba recuperar todo el tiempo perdido y a que después de tantos y tantos años de soledad, no quería experimentarla nunca más.
Anna no entendía porque a su hermana le costaba tanto expresar sus sentimientos inclusive ya habiendo aprendido a controlar casi por completo todos sus poderes. Quizás las costumbres y las ideas por años inculcadas, memorizadas, aprendidas y repetidas hasta el cansancio relativas a simplemente no sentir, no podían irse por completo en unos meses.
"Tranquila, sé lo que deseas decir. Al fin y al cabo, soy tu hermana mayor. ¿No?"
Y las dos se quedaron en silencio. Quizás el hecho de haber crecido prácticamente separadas por una puerta de madera durante trece años aún las hacía sentir ligeramente incómodas a la una con la otra. Un año no había sido suficiente para poner todos los sentimientos en orden, todas las ideas y todas las palabras no dichas. O al menos, eso es lo que creían.
"Así es Elsa, eres la mejor hermana mayor del mundo".
Anna sonrió y la reina no pudo hacer más que devolver esa cálida sonrisa.
"Creo que es hora de descansar, Anna".
Elsa se levantó de su cama, colocó el libro en un estante y caminó hasta la cama de su hermana.
"Buenas noches, pequeña".
Pequeña... Anna había comenzado a adorar ese sobrenombre. Y entonces la reina le dio un beso en la frente.
Anna cerró los ojos ante aquella muestra de afecto tan cálida por parte de su hermana. Y era tan irónico porque a pesar de ser la Reina de Hielo, sus labios no se sentían fríos.
"Buenas noches, Elsa"
Y Anna besó su mejilla, que tampoco se sentía fria.
La reina sólo atinó a sonreír, capturando su ojos por un momento, y mirándose ambas chicas fijamente por unos segundos, hasta que la mayor lentamente se incorporó, apegando la vela al lado de la cama de su hermana y haciendo su camino hacía su propio lecho y apagando su vela también.
Elsa se recostó, pero no se durmió. Curiosamente pasaron pocos minutos cuando se percató de pequeños ruiditos que le indicaban que Anna ya estaba en un profundo sueño. Y no es que Anna le molestara de forma alguna, para nada, más bien al contrario, la hacía inmensamente feliz tenerla ahí, sino que la reina sabía que mañana era un día muy importante. Se cumplía un año desde su asenso al trono. Un año que había sido muy complicado ya que el implacable invierno que enterró Arendelle ese mismo día había causado estragos de los cuales su reino ya estaba prácticamente recuperado, no sin arduo trabajo. Ello también había que celebrarlo. Pero lo que más le causaba inquietud y podría decirse, le quitaba el sueño, eran las palabras que el proveedor oficial de hielo de su reino, Kristoff, le había dicho ese mismo día.
"Reina Elsa, mañana tengo que hablar un asunto muy importante con usted...".
Continuará...
Hola a todos. Bueno, este es mi primer fic de Frozen. Si bien tengo fics en otra sección de Fanfiction, debo admitir que después de que mi novia y mis amigos me insistieran en ver la película, siendo que me negaba porque no me considero fan de Disney aunque sí me agrada, Frozen me enamoró, así de fácil. Y más aún los personajes de Anna y sobre todo, Elsa. Es increíble que en poco tiempo la sección de Frozen en Fanfiction haya crecido tanto, y quiero pensar que esto se debe a que está película tiene varios aspectos que encantaron a tantas personas alrededor del mundo.
Gracias por tomarse el tiempo de leer.
¡Saludos!