Ni Frozen ni sus personajes me pertenecen, todos pertenecen a Disney.


XXXIV

Por primera vez en meses, Anna había podido dormir toda la noche. No supo en qué momento se había quedado profundamente dormida.

Sólo recordaba haber entrado corriendo a su camarote y haberse sacado la armadura.

Desde luego que también recordaba el motivo por el cual corrió como alma que lleva el diablo, pero prefirió ni siquiera pensar en mirar a Elsa a los ojos después de la estupidez que había cometido guiada por, sabrán los dioses, qué clase de impulso.

Tenía que tranquilizarse un momento y dejar de actuar como idiota. Elsa finalmente estaba ahí con ella, como tanto había ansiado durante meses. Todas las cosas estaban ahora tomando su lugar.

O al menos, eso es lo que Anna pensó.

Se había levantado a primera hora de la mañana. Probablemente el sol aún no había salido. Ahora ese hábito que forzosamente tuvo que adoptar al volverse Princesa Regente de Arendelle, se había vuelto una costumbre muy arraigada.

Un rato después de despertarse, vestida con ropa ligera, Anna finalmente salió de su camarote.

Se encontró con que el cielo estaba completamente nublado. Aquello la intranquilizó un poco. Sólo esperaba que ninguna tormenta se fuera a cruzar en su camino porque podrían perder tiempo valioso para salvar a Elsa.

A pesar de todo, se respiraba calma y tranquilidad.

Anna se dirigió hacia la proa y justo ahí se encontró a Kaira.

"Buenos días, Kaira."

Al escuchar a la princesa detrás de sí, se giró para saludarla.

"Buenos días, Princesa Anna. ¿Cómo durmió?"

"Por primera vez, en más noches de las que puedo contar. Muy bien…"

Kaira sonrió.

"Qué bueno, Princesa, porque entonces ya somos dos."

Para la Almirante también habían sido días muy tensos y por fin sentía que podía relajarse aunque fuera un poco.

"¿Alguna novedad?"

"Por el momento, ninguna, Princesa. Aunque me inquieta que el cielo esté tan nublado. Espero que no nos estemos dirigiendo hacia una tormenta…"

Por lo visto para Anna, también Kaira tenía la misma preocupación que ella.

"Lo mismo pienso, Kaira. Si bien el clima puede fallarnos, afortunadamente tenemos el tiempo a nuestro favor."

Y en efecto, aún falta aproximadamente un día de camino y un día más para que el plazo que había dado Gran Pabbie se cumpliera.

Llegarían a tiempo, Anna estaba segura de ello.

Las dos mujeres guardaron silencio unos minutos.

"Por cierto, Kaira… ¿Elsa ya de despertó?"

A Kaira le extrañó un poco aquella pregunta. Se le hizo raro que la princesa le preguntara a ella en vez de ir a constatarlo por sí misma.

"Al parecer no, Princesa. Poco tiempo antes de que la viera a usted, me topé con la doctora Bergman. Ella estaba a punto de dirigirse al camarote de la Reina para observar su mejoría."

"Oh, comprendo… Entonces será mejor que vea a Elsa un poco más tarde."

Kaira le informó a Anna que le había platicado a la doctora Bergman los detalles de su plática con Astrid. La doctora se mostró impresionada por todo cuanto escucho. Sobre todo en lo relacionado con la fisiología de Elsa y el efecto del brebaje y la forja oscura sobre ella. Después de tantos años de atender a la reina, la misma doctora ya se había dado cuenta de que Elsa tenía una capacidad de recuperación por encima de lo natural y de que particularmente no se llevaba muy bien con el calor. Anna no pudo estar más de acuerdo con aquella afirmación. Aún recordaba el terrible resfriado que Elsa había atrapado el día de su cumpleaños. Y sobre todo, el hecho de que Elsa le había permitido estar cerca de ella y cuidarla.

En ese momento, vieron a la doctora Bergman aproximarse hacia ellas.

Anna le iba a preguntar sobre cómo seguía Elsa, pero al ver la expresión de la doctora, de inmediato supo que las cosas no estaban nada bien.

"Princesa Anna, Almirante Mórrigan por favor vengan conmigo. Tienen que ver esto…"

Anna y Kaira se miraron a los ojos. No, definitivamente las cosas no estaban bien.

Las tres mujeres se dirigieron a paso veloz hacia el camarote. De inmediato entraron.

Al ingresar, Anna vio a Elsa, ahí recostada y respirando con algo de dificultad. El temor de inmediato se tradujo en un escalofrío que recorrió toda su espalda.

La princesa de inmediato se dirigió hacia la rubia para verla más de cerca y como ya se había acostumbrado a hacerlo cada vez que la veía, colocó su mano sobre la frente de la reina.

Estaba ardiendo.

Anna, con suma preocupación, se dirigió hacia la doctora.

"Está ardiendo en fiebre."

"Así es princesa. Y eso no es lo peor…"

La doctora se aproximó hacia Elsa con Kaira, y con sumo cuidado, Bergman retiró lo que había colocado para cubrir la herida de Elsa.

Anna, al ver aquello, lentamente se llevó una mano a la boca.

Le herida no sólo no había cerrado, sino que la marca de la quemadura se había extendido por su piel.

Con los ojos abiertos de par en par, Anna se dirigió hacia la doctora. No podía creer lo que estaba viendo.

"Pero… ¿Cómo?"

Ante tal pregunta, la doctora negó con la cabeza.

"Princesa, en verdad que no lo sé. En todos mis años de práctica, jamás he visto algo similar…"

En ese momento, la puerta se abrió intempestivamente.

Astrid había entrado a la habitación.

"¡Astrid! ¿Qué haces aquí?"

Anna se apresuró a preguntar, mientras veía a Astrid respirar con algo de dificultad. Aparentemente, había corrido hasta ahí.

"Me levanté hace unos minutos y escuché a un soldado que las vio a ustedes tres dirigirse hacia este camarote a toda prisa. Eso no podía significar nada bueno…"

Y en efecto, no lo significaba.

A paso veloz se aproximó hacia la cama de Elsa.

Y sus temores fueron confirmados…

"Por todos los dioses…"

Astrid, con los ojos muy abiertos, observaba incrédula la herida de Elsa. Definitivamente había empeorado y en unas pocas horas.

Anna intervino entonces.

"La doctora Bergman nos acaba de avisar. No sabemos por qué la herida ha empeorado…"

Astrid observó a Elsa de arriba abajo, tratando de encontrar algún elemento extraño que quizás pudiera brindarle una explicación. No tuvieron que pasar unos segundos para que Astrid fijara su vista en un elemento que había tenido frente a sus ojos todo el tiempo.

"¡Los brazaletes!"

Entonces para Anna, todo tuvo sentido.

Astrid ya sabía que los brazaletes no sólo bloqueaban los poderes de Elsa, sino que ahora entendía que inclusive podían ser nocivos para ella. Aunque jamás se imaginó que lo fueran tanto al punto de detener el proceso natural de recuperación de su organismo e inclusive, hacer que su condición empeore.

"¡Tenemos que quitárselos ya!"

La afirmación de Anna llegó intempestivamente.

Anna tomó las muñecas de Elsa y observó los brazaletes buscando algún tipo de cerradura.

Pero por increíble que pudiera parecer, no la encontró.

Astrid se dio cuenta de lo que trataba de hacer Anna.

"No creo que encuentre la cerradura de algo que haya creado mi propia hermana. Si hay una forma de abrirlos seguro ella, Helmut y quizás sus hombres de mayor confianza lo sepan. Yo jamás estuve autorizada para quitárselos."

La doctora Bergman también se aproximó para observarlos más de cerca.

"Ni siquiera funcionaría dislocándole los pulgares. Están demasiado apretados."

Para Anna solo había una opción visible.

"¡Entonces tenemos que romperlos!"

Ante el comentario de Anna, la doctora Bergman intervino.

"Con todo respeto, Princesa Anna, pero… ¿Está usted demente?"

La doctora tomó las cadenas que aún colgaban de las muñecas de Elsa.

"Esto es metal sólido."

Pero Anna respondió.

"Entonces llamemos al herrero"

Astrid intervino nuevamente.

"No será suficiente. Es mucho más que eso. La forja oscura es demasiado resistente. Ignoro exactamente el procedimiento que habrá usado mi hermana para crearla, pero dudo que un herrero, con herramientas comunes y corrientes, logre romperla."

Astrid tomó entre sus manos las cadenas que colgaban de los brazos de Elsa y las examinó…

"Alguna vez escuché a mi hermana jactarse de su creación, diciendo que la forja oscura es prácticamente indestructible… Aunque yo estoy casi segura que sí puede debilitarse, con frío o calor extremo. Y entonces sí, romperla desde las uniones. Pero aun así, necesitaríamos algo casi tan duro como para hacerlo..."

Kaira meditó un rato las palabras de Astrid... Entonces, repentinamente una idea cruzó por su cabeza.

"¡La daga!"

Astrid de inmediato se giró y vio la daga ahí asentada aun lado de la cama de Elsa.

"¡Oh, Kaira, pero por supuesto!"

Ya tenían el primer elemento del plan.

Y para el segundo elemento, el frío desde luego que estaba descartado, así que Astrid supo que sólo les quedaba una opción.

"Necesitaremos calentar los brazaletes, lo más que podamos, tanto como sea soportable para Elsa."

Bergman, asustada por todo lo que acababa de oír, habló dirigiéndose hacia Astrid.

"¿Sabe usted el dolor físico que eso le causaría a la reina? ¡Ella está muy débil, simplemente su cuerpo no lo resistiría!"

Entonces Astrid respondió.

"Sí… ¡Pero la quemadura causada por la daga avanza demasiado rápido! Cuando lleguemos a Arendelle, será ya demasiado tarde…"

Anna jamás creyó que la situación nuevamente pudiera complicarse de tal manera y en tan poco tiempo. Justo cuando creía que podrían navegar en completa calma hacia Arendelle, se presentaba esta terrible situación.

La joven princesa pasó una mano por su cabello, en un gesto de clara desesperación.

La pelirroja no sabía qué hacer.

Comprendía que tenía que tomar una decisión cuanto antes. Sólo rogaba a todos los dioses tomar la decisión correcta para Elsa.

¿Arriesgarse y esperar a llegar a Arendelle? ¿O arriesgarse y sacarle los brazaletes?

Astrid se encontraba en la misma disyuntiva que Anna. Esperaba poder aconsejarle pero ella tampoco sabía que resultaría mejor. Entonces pensó en voz alta.

"Si tan sólo tuviera algunas de las plantas medicinales de Hilda aquí conmigo, sería un procedimiento mucho más seguro para Elsa…"

En ese momento, Kaira recordó un detalle importante.

"Esperen, por favor, no tardo en volver."

Todas se miraron extrañadas mientras se preguntaban qué tendría en mente la Almirante, pero en pocos minutos, Kaira regresó con un pequeño saco, que contenía algo en su interior. Acto seguido, se lo entregó a Astrid en sus manos.

Y cuando Astrid lo abrió y vio su interior, sus ojos se abrieron de par en par mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.

"Pero… ¿Cómo?"

"Te dije que casi me mata en su cabaña. Lo que no te dije es que antes de que el lugar ardiera completamente en llamas, yo había tomado algunas cosas de sus estantes."

"¡Esto tiene que ser obra de los dioses! Si bien no tengo aquí dentro todo lo que podría necesitar, definitivamente cuento con lo más importante."

Con las plantas medicinales y otras cosas que tenía ahí mismo, Elsa tenía una oportunidad.

Anna no aún estaba completamente segura.

En ese momento Elsa abrió los ojos.

"Anna…"

La atención de todos se dirigió hacia Elsa. La princesa de inmediato se inclinó y se puso de rodillas para aproximarse. Una vez más comenzó a acariciar el rostro de la rubia para tranquilizarla, mientras que sujetaba fuertemente su mano.

"¡Elsa! ¡Elsa! Escúchame… Todo estará bien… Encontraremos la forma de…"

Pero, aunque ahora le costara inclusive hablar, Elsa la interrumpió.

"Anna, lo sabes… Sólo hay una forma… Tienes que dar la orden."

La pelirroja se sorprendió porque se hizo evidente que la reina había escuchado la conversación. Anna era la Princesa Regente, quien debía dar la orden. Y en efecto, la joven sabía cuál era la decisión a tomar, pero la aterraba la idea de que al final del día, fuera la decisión equivocada.

"Pero Elsa… ¡A pesar de todo, sigue siendo demasiado peligroso! ¿Y si estoy equivocada? ¿Y sí…?"

Anna bajo su rostro, totalmente agobiada, sin saber qué decisión tomar.

Pero Elsa, suavemente soltó su mano de la de Anna y con mucho esfuerzo, colocó sus dedos bajo la barbilla de la pelirroja, para que la mirara fijamente a los ojos.

"Quizás aún no estés consciente de ello, pero fuiste tú quien me salvó. Es cierto que pude detener a Helmut unos segundos, gracias a mi plan de congelar el brebaje en mi interior para no dormirme, pero si no hubiera sido por ti, ese hombre sin duda alguna hubiera logrado su cometido…"

Astrid se sorprendió al escuchar aquello. Sin querer se había enterado del plan que había ejecutado Elsa y que se había negado a decirle.

Anna miraba fijamente a la rubia, con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos.

"Y quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti, Anna. Siempre supe que podrías ser la líder que nuestro pueblo necesitaba. Sólo que no bastaba con que yo lo supiera. Necesitabas saberlo tú también…"

Una dulce sonrisa se dibujó en el rostro de Elsa.

Anna no pudo contener sus lágrimas más.

"Así que… Confío en ti, Anna. Confío ciegamente en ti..."

De alguna forma, las palabras de la rubia lograban traer tranquilidad al agitado corazón de la pelirroja. Y no sólo eso, sino que la ayudaron a tomar una decisión.

Anna depositó un beso en el dorso de la mano de Elsa y se puso de pie. Se dirigió hacia Kaira y la doctora Bergman.

Todos los ahí presentes anticipan ya la decisión de Anna. Y aunque estaban seguros de los peligros que aquello implicaba, estaban conscientes de que esa era la mejor decisión.

"Preparen todo. Le quitaremos a la reina los brazaletes de forja oscura."

Kaira y la doctora Bergman salieron a toda prisa de la habitación. Al salir, la Almirante llamó a uno de sus hombres y dio la orden de que no dejará pasar a nadie a la habitación, más que a ellas cuatro.

Anna y Astrid se quedaron con Elsa, mientras preparaban el lugar para lo que planeaban hacer.

A los pocos minutos, las dos mujeres regresaron con todo lo que necesitarían para el procedimiento y lo colocaron en su lugar.

Estaban listas para comenzar.

De inmediato pusieron manos a la obra.

Decidieron que por su conocimiento sobre la forja oscura, Astrid se encargaría de quitar los brazaletes, siendo apoyada por la doctora Bergman, quien en todo momento estaría al pendiente de la condición de Elsa.

La reina observaba todo lo que sucedía a su alrededor en silencio. Desde luego que sentía miedo por lo que podría pasarle, pero el sólo hecho de saber que Anna estaría a su lado, fue un bálsamo para ella.

Entonces Anna se dirigió hacia Elsa. Con dulzura, acarició el rostro de la reina y la miró fijamente a los ojos.

"Elsa… Vamos a comenzar. Te quitaremos estos malditos brazaletes y verás que en poco tiempo estarás bien."

Elsa esbozó una sonrisa.

"Lo sé. Confío en ti…"

Anna tomó nuevamente una de las manos de Elsa entre la suya y entrelazó fuertemente sus dedos.

"Y yo en ti…"

Besó dulcemente el dorso de su mano, luego su frente y se puso de pie.

Era hora de comenzar.

Anna y Kaira se mantuvieron en un tenso silencio, observando todo.

Astrid tomó cada una de las manos y piernas de Elsa y colocó una base de plantas medicinales mezcladas con otras sustancias en el poco espacio existente entre la piel de Elsa y el metal. Con ello, Astrid esperaba generar un efecto capa que protegiera lo más posible la piel de Elsa del calor y que aminorara el dolor. No tenía tantos conocimientos como Hilda, pero después de haberla observado por años, había aprendido bastante. También se ocupó de proteger sus extremidades del calor con lo que tenía a la mano.

La misma Astrid se colocó esa sustancia en sus manos y encima un par de guantes.

Empezaría con su mano izquierda, así que la colocó debajo de ella un trozo de madera para contar con una base. Después, tomó carbón al rojo vivo de la fragua que habían improvisado y con unas tenazas lo depositó en las uniones de los brazaletes.

Anna se fijaba atentamente en la expresión de Elsa. La reina no se llevaba muy bien con el calor y ahora estaba llevando al límite de su resistencia esa intolerancia. Tenía los ojos fuertemente cerrados mientras respiraba profundamente. Para Anna fue evidente que estaba comenzando a sentir dolor pero que estaba conteniéndolo.

Sin embargo, llegó un punto en el que ya no pudo más.

Algunos quejidos comenzaban a salir de su boca.

Y en unos cuantos segundos, esos quejidos se convirtieron en gritos de dolor.

La tolerancia de Elsa al calor era extremadamente baja. Y peor aún, el metal no se había calentado siquiera lo suficiente como para intentar romperlo. A ese ritmo no lograrían sacarle ni un solo brazalete. Ya ni decir tres más.

Las cosas no estaban marchando bien...

Entonces la chica de cabellos plateados comprendió que la joven Princesa Regente no debería estar ahí, con la situación yendo tan mal.

"¡Kaira, por favor, tienes que llevarte a la Princesa!"

Al escuchar a Astrid, Anna se negó rotundamente a salir de ahí.

"¡No! ¡No pienso irme!"

Anna no deseaba por nada de este mundo separarse ni un sólo segundo de Elsa.

Kaira comprendía los sentimientos de Anna, pero también comprendió que no sería fácil continuar para Astrid si además tenía que preocuparse por Anna.

"Lo siento, Princesa, pero primera vez, desacataré una de sus órdenes."

Así que la Almirante la sujetó fuertemente y la sacó de ahí.

Una vez que Anna salió, no sin luchar para quedarse, Astrid regresó su atención hacia Elsa. La reina estaba pasando por mucho dolor.

"Astrid, esto no está funcionando. Si esto sigue así, Elsa no lo soportará."

La doctora Bergman le advirtió. Astrid ya estaba consciente de ello...

Y pensó que si tan sólo tuviera la forma de... Dormir nuevamente a Elsa...

Quizás entonces sí lo soportaría, aunque tuviera que ocuparse de curar sus quemaduras después.

Desgraciadamente, entre las cosas que había robado Kaira, no había más dosis del brebaje.

Quizás entre sus manos no... Pero...

"Elsa, escúchame muy bien. ¡Tienes que descongelar el brebaje que aún se encuentra en tu organismo! ¡Es la única forma de que puedas salir de esta situación!"

La joven rubia seguía tratando de contener sus propios gritos. Lo último que deseaba en este mundo era preocupar a Anna más de lo que llevaba preocupándola todos esos meses. Pero por desgracia, estaba fallando miserablemente.

Y aunque la reina sentía que el dolor nublaba todos sus sentidos, comprendía lo que Astrid le decía.

Pero Elsa no deseaba que ese brebaje volviera a entrar en su organismo. Uno de sus temores al ejecutar el plan de congelarlo en su interior era precisamente pasar por crisis de abstinencia. Y no se equivocó al respecto. En algunos momentos había sufrido mareos, náuseas y escalofríos. No había sido tan grave como anticipo pero verdaderamente era molesto. Ahora que finalmente ya no tenía que beber el brebaje, Elsa podría superar todas esas molestias. Pero Astrid prácticamente le estaba pidiendo que comenzara otra vez de cero.

Sin embargo, era padecer esas molestias unos días... O seguir pasando semejante calvario.

Definitivamente no había mucho que pensar, así que Elsa accedió.

Los guardias que estaban custodiando la entrada se sorprendieron al ver a la Princesa Regente fuera de la habitación. Imaginaron que las cosas tendrían que ser muy graves como para que inclusive ella tuviera que permanecer fuera.

Al poco tiempo de que Anna saliera del camarote, los gritos de dolor de Elsa continuaban torturándola.

Entonces, se aferró a Kaira mientras cerraba fuertemente los ojos, tratando de encontrar en su interior la fortaleza y la fe necesarias para superar esa situación. Justo como la fortaleza y la fe tan grande que Elsa estaba demostrando en tan terrible momento.

Sin embargo, al poco tiempo, y repentinamente, los gritos cesaron por completo.

Y Anna temió lo peor...

Se soltó de los brazos de Kaira y a punto estuvo de entrar a la habitación...

Pero la doctora Bergman salió antes de que Anna siquiera tocara la puerta.

Anna la miró fijamente, esperando lo que tuviera que decir... Aunque no estuviera preparada para oír lo peor.

"Tranquila Princesa. A Astrid se le ocurrió que la Reina descongelara el brebaje en su interior... Eso hará las cosas mucho más fáciles... Evitará que Elsa sufra por tanto dolor... Y entonces ella podrá lograrlo. Eso es seguro."

Anna suspiró aliviada. Elsa seguía ahí, luchando. Aunque lo peor no había pasado, el procedimiento estaba marchando bien, dentro de lo que cabía.

"Sólo salí para decirles y que no se preocuparan. Debo volver para apoyar a Astrid en lo que pueda necesitar. Nuestro objetivo es lastimar lo menos posible a la Reina, así que las cosas tomarán cierto tiempo. Por favor, ustedes quédense aquí. Volveré tan pronto tenga noticias."

Dicho lo anterior, la doctora Bergman entró nuevamente al camarote, cerrando la puerta detrás de sí.

El tiempo fue pasando. Pero la doctora Bergman no salía aún.

Kaira no dejaba sola a la princesa ni un segundo. Sabía que si la perdía de vista, era capaz de entrar intempestivamente al camarote. Así que la Almirante se colocó de espalda a la puerta mientras observaba a la Princesa Regente dar vueltas por todos lados como león enjaulado.

Anna estaba muy ansiosa. Aunque la doctora Bergman hubiera salido para asegurarle que todo iba a bien, conociendo a la princesa como Kaira la conocía, seguramente la única forma en la que ella se tranquilizaría sería viendo a Elsa sana y salva, con sus propios ojos.

Así que la Princesa Regente de Arendelle, no pudo hacer otra cosa más que esperar, otra vez, detrás de una puerta... Lo que le parecieron las horas más largas de toda su existencia...

Continuará...


Bueno, mil disculpas por la tardanza, de verdad que estos meses han sido trágicos para mí. Este capítulo lo tenía casi terminado desde hace tiempo, pero tuve que hacerle algunos cambios de último momento para poder subirlo cuanto antes. Espero poder traer pronto la siguiente entrega, ya que tenga un poco más de tiempo, porque últimamente he estado algo ocupada, pero ya poco a poco las cosas se van normalizando.

De nuevo, gracias por leer y por comentar, ya sea por review o por mensaje privado, y gracias por seguir la historia a pesar de esta tardanza.

¡Saludos!