Estaba frente a su ordenador, mirando fijamente la pantalla mientras le bajaba un poco de volumen al vídeo que estaba viendo. No podía dejar los ojos fijados en un mismo punto mientras deslizaba su mano por debajo de los pantalones del pijama. Se escurrió por la silla para acomodarse y tener mejor acceso. Sentía el pulso acelerado en sus sienes a la vez que en su entrepierna, notaba cómo le pedía un mínimo contacto. Tenía las pecas de las mejillas ardiendo y al pasar su mano por encima de su ropa interior se mordió el labio inferior. Suspiró hondo y dejó colarse a sus dedos por debajo de la última tela, estaba impaciente.
Bueno, yo creo que así queda todo mejor, ¿no? La rubia había aprovechado la tarde que tenía libre para ordenar su habitación, la había descuidado un poco últimamente. Aunque fuera muy perfeccionista y le gustase tener sus cosas en su sitio, siempre terminaba dejando su dormitorio hecho un desastre. Sonrió satisfecha al ver que la colección de juegos que tenía quedaba mejor sobre una estantería que esparcidos por la mesa.
Cerró los ojos al notar la mano fría sobre su pubis. La bajó aún más y notó la humedad de la entrada al instante, cosa que hizo que se volviera a morder el labio de la vergüenza que le dio. Jugó un poco por la zona con sus dos dedos para humedecerlos bien e ir calentándose poco a poco. Cuando estuvo satisfecha subió hasta su clítoris y empezó a tocarlo con movimientos circulares, lo hizo muy despacio al tenerlo tan sensible por estar muy excitada. No tenía ni un vello, estaba recién depilada y tenía toda la zona muy suave.
Es aún temprano, ¿no? Miró la hora para comprobar que a sus padres aún les quedaba un buen rato para llegar a la casa. Se tumbó en la cama mientra cogía la consola de la mesita de noche y la encendía. Tenía varias tareas pendientes de la universidad pero la verdad es que no estaba muy por la labor de hacerlas, por una tarde que tenía sin clase no se iba a dedicar a estudiar. Inició el juego de su hermana pequeña y siguió con la partida que había empezado el otro día.
El vídeo iba avanzando y sus ojos alternaban entre las dos chicas que salían en él. Se relamió intentando humedecerse los labios, al estar respirando fuerte por la boca los tenía secos. Al cabo de unos minutos se introdujo dos de sus dedos en busca de más placer. Masajeó lentamente su punto G, agradeciendo el contacto, pasando después a movimientos más rápidos y bruscos. No se estaba haciendo daño, le ponía aún más el ser tan dura; estaba desesperada por intentar llegar más profundo pero la longitud de sus dedos no se lo permitía. Cuando se cansó volvió a centrarse en su clítoris, gracias al cual tenía mucha facilidad para llegar al orgasmo. Justo cuando una de las chicas del vídeo estaba haciéndole sexo oral a la otra, Anna cerró los ojos y aumentó la velocidad de los movimientos sobre su clítoris, imaginándose que ella también tenía a alguien entre las piernas jugando con su lengua. Sentía cómo iba acercándose al clímax, iba creciendo el placer en su clítoris y se expandía por toda la zona. No quería terminar tan rápido, así que frenó el ritmo. Le gustaba disfrutarlo y no tenía prisa, aunque no iba a poder aguantar mucho más.
Elsa se levantó de la cama después de un buen rato, no conseguía centrarse en el juego y se estaba aburriendo, no estaba acostumbrada a pasar las tardes en su casa. Salió de su habitación en busca de algún entretenimiento. Menudo silencio que hay, no se escucha ni un alma. ¿Estará Anna dormida? Es muy extraño que no de señales de vida, es demasiado ruidosa. Echó a andar por el pasillo, pasando el cuarto de baño que estaba justo al lado de su habitación. Cuando llegó a la puerta de Anna, que era la siguiente, siguió sin escuchar ni un ruido.
Decidió abrir la puerta lentamente en caso de que estuviera dormida, pero Anna tenía buen oído y pudo reaccionar a tiempo. Más o menos. Solamente le dio tiempo a sacar la mano de su entrepierna y a girarse para ver quién era cuando ya tenía los ojos de su hermana mayor fijados en ella. Y después en la pantalla de su portátil. Y de nuevo en ella.
"Joder Anna qué ha-" fue interrumpida por una pequeña pelirroja muerta de vergüenza. Bajó la tapa del portátil rápidamente y se presentó justo en frente de Elsa en un par de zancadas.
"Qué narices haces Elsa madre mía, ¿no sabes lo que es llamar a la puerta?" La mayor sólo podía contemplarla, incrédula mientras la escuchaba gritar, pero con una pequeña sonrisa burlona en la cara. Recibió un empujón de la pequeña para que espabilara de una vez. "Madre mía pero qué haces ahí parada, ¡vete de aquí!" Hablaba muy rápido, ni ella misma entendía lo que decía. Siguió empujándola hasta que estuvo fuera de su habitación y le cerró la puerta en sus narices.
Mierda mierda mierda mierda mierda. El corazón le latía rápidamente por culpa del terror y del excitamiento que tenía. Anna cálmate joder tu hermana te acaba de pillar masturbándote, ¿puedes ser una persona normal y dejar de estar cachonda durante cinco minutos? Intentó calmarse respirando hondo, apoyada en la puerta. Poco le duró la tranquilidad porque cuando abrió los ojos y vio el portátil volvió a entrar en pánico. No puede ser. Levantó la tapa de su ordenador e introdujo la contraseña, apareciendo la imagen en pausa del vídeo de las dos chicas. Se pasó la mano por detrás de la oreja, atrapando así un mechón de pelo. Lo ha visto.
Fuera de esa habitación estaba Elsa, mucho más tranquila que la pelirroja, pero aún así tenía el pulso algo acelerado. Tenía que procesar la información, así que se giró y bajó las escaleras hacia la planta baja de su casa. Se sentó en uno de los últimos escalones y sacó su móvil del bolsillo. Fingió abrir alguna red social pero en verdad le estaba dando vueltas a lo mismo. Mi hermana pequeña. Masturbándose. Tragó saliva y se sintió culpable por no haber llamado a la puerta. En cuestión de segundos se estaba riendo sola, llevándose su mano libre a la boca, no quería que su hermana la escuchara. Le parecía demasiado cómica la situación. Seguro que ha entrado en pánico y no sabe qué hacer. 20 euros a que me evita durante varios días.
Sacó su móvil y envió dos mensajes, uno a Rapunzel y otro a Mérida, aunque ambos decían lo mismo: He pillado a mi hermana masturbándose. Había cogido la costumbre de hablar diariamente con Mérida desde el día de la fiesta. También quedaban a menudo, ya fuese por los alrededores de la Universidad o en algún bar. Mérida le caía muy bien, también le atraía mucho pero no sentía nada sentimental hacia ella, al menos por ahora. No tuvo que esperar mucho para recibir varias respuestas a su confesión, ambas amigas riéndose a más no poder y preguntando por los detalles, cosa que Elsa prefirió guardarse.
Volvió a pensar en Anna, concretamente en el vídeo que estaba viendo. Dos opciones: le gustan las chicas o es una de esas heteros que saben apreciar el porno lésbico. Suspiró y decidió dejar que Anna diese el paso, si es que quería darlo. Llamó a sus padres para preguntarles lo que les quedaba para llegar a casa y decidió esperarlos en el sofá hablando con Mérida.
Por otra parte, en la planta de arriba, Anna estaba teniendo un orgasmo. Volvía a estar en su silla, con las piernas abiertas, pero esta vez tenía el portátil apagado y los pantalones bajados. Tenía la respiración entrecortada y le temblaba todo el cuerpo, le daban pequeños espasmos y no podía controlarlos. Cuando dejó de estar en tensión abrió los ojos y se quedó mirando a la nada mientras se recomponía. No había tardado nada en terminar porque antes se había quedado en el límite, y haber parado durante un rato había hecho que su orgasmo fuera más intenso. Le dio un escalofrío y cerró las piernas rápidamente. Fue al baño para limpiarse y lavarse las manos.
Mientras lo hacía, se miró en el espejo y se ruborizó, por lo que bajó los ojos para mirarse las manos llenas de jabón. Había pasado en cuestión de minutos de estar bajo un terror absoluto a otro estado completamente sexual. Y todo por culpa de su hermana. Cuando Anna se calmó después de ser pillada por Elsa e intentó pensar que esas cosas pasaban en las familias, su mente se desvió a otro tema más morboso. ¿Qué habría pasado si no hubiera escuchado a Elsa entrar y se hubiera quedado observándome? Fue lo que se le pasó por la cabeza. Antes de que pudiera sentir cualquier rechazo, su mano se movió sola gracias a ese pensamiento exhibicionista e hizo su trabajo.
Se secó las manos en la toalla. Mientras salía del baño se empezó a sentir asqueada de sí misma al haberse masturbado pensando en Els-Anna, para de pensar en ello. No ha sido por ella, ha sido por la situación así que deja de torturarte. En vez de ir hacia su habitación fue hacia la de su hermana, en la que no había rastro alguno de la rubia, así que decidió volver de nuevo a su dormitorio por miedo a encontrársela y tener que darle explicaciones.
Al día siguiente, Anna se levantó tranquila sabiendo que su hermana iba a estar durmiendo y no iba a tener que lidiar con ella; suficiente había tenido la noche anterior. Se pasó la cena entera hablando con sus padres y evitando contacto visual con Elsa, aunque había sentido su mirada clavada en ella continuamente.
Durante el viaje al instituto pasó más frío de lo normal, era ya noviembre y el frío se notaba, sobretodo en la moto. Después de aparcarla se encontró con un par de amigos en la entrada, hablando, a los que saludó y dejó atrás. Estaba congelada y lo único que quería era llegar a clase.
Entrando por la puerta de su aula, vio una cara muy familiar y se fue directamente a abrazarle. "Kris por favor necesito que hagas de estufa, me muero de frío". El rubio, bastante más alto que ella, la abrazó fuerte y le frotó la espalda como pudo, intentando que su mejor amiga entrara en calor.
"Podrías... no sé... ¿abrigarte más?" Finalmente se soltaron y permitió a Anna dejar su mochila en su asiento correspondiente. "Que además, ni que fueras tan rápido, que tu moto es de 49cc." Intentó alborotarle el pelo un poco como burla pero la pelirroja se zafó y lo miró malamente.
"¡Claro que se pasa frío! Pero tú como eres un horno no lo entiendes." Llevó sus manos al cuello del rubio con la intención de robarle más calor pero el chico no se lo permitió, estaban demasiado frías. "Recuérdame mañana por mensaje que coja un abrigo, que hoy iba con prisas y me he olvidado."
Las clases estaban a punto de comenzar y se notaba porque ya estaban en el aula la mayoría de los alumnos. Anna y Kristoff hablaban de pie cerca de los radiadores, la pecosa había cambiado de fuente de calor. "Pero si has llegado pronto, ¿por qué tanta prisa?" Como respuesta a la pregunta, recibió una suspiro demasiado largo, cosa que hizo al rubio alzar una ceja como interrogante.
"Mi hermana, quería evitarla." Vio que su amigo no se conformaba con esa respuesta, así que intentó responderle con el menor número de detalles. "Básicamente, pasó algo vergonzoso y no puedo mirarle a la cara." No me preguntes qué paso, no me preguntes qué pasó, no me preguntes...
"¿Qué pasó?" Kristoff se sentó sobre su mesa, que la tenía detrás.
Las pecas de Anna se volvieron un poco más rojizas por culpa del rubor. Miró hacia un lado, evitando los ojos de su amigo. "No sé si quiero decírtelo. Te vas a reír de mí."
Esto le hizo cruzarse de brazos y mirarla sonriente. "Venga ya, no me dejes con la curiosidad. Te prometo no reírme." Al ver que no estaba muy convencida, decidió decir las palabras mágicas. "Somos mejores amigos, ¿no? Lo sabemos todo el uno del otro, ¿no?" Le puso ojos de cordero degollado para darle pena.
"¿Pero tú cuántos años te crees que tengo como para que eso funcione?" Ambos se rieron con la tontería, ayudando a la pelirroja a calmarse un poco y estar menos avergonzada. Anna estuvo unos segundos mirándolo con los ojos entrecerrados, juzgando si de verdad iba a tomarla en serio o simplemente reírse de ella. Probablemente lo segundo. "Elsa me pilló tocándome en mi habitación."
"Tocándote... ¿tocándote?" Preguntó, intentando afirmar lo que significaba aquella palabra. Anna simplemente asintió y se tapó la cara con las manos, preparada para recibir la burla de su amigo.
Se olvidaba de lo comprensivo que era aquel chico. Le puso una mano en el pelo pero sin alborotárselo, solamente la colocó por el contacto con la pequeña. Cuando abrió los ojos y lo miró, le respondió cálidamente. "Eres muy tonta."
Anna le pegó en el brazo suavemente como respuesta al insulto. "Pero bueno, ¿qué clase de reacción es esa?" La profesora justo entró por la puerta y mientras preparaba sus cosas les dijo a los alumnos que se fueran colocando en sus asientos correspondientes.
Kristoff le respondió con rapidez mientras se sentaba. "Una reacción normal de una persona que también ha pillado a su hermano haciendo lo mismo y viceversa. Es muy normal, no te avergüences tonta. La que sí se tiene que estar riendo de ti es tu hermana." Le guiñó un ojo antes de empezar a sacar sus libros, dejando a Anna que se fuera hasta su asiento.
Diez minutos después de estar la profesora hablando, la pelirroja se giró para mirar a su amigo, que le respondió con un saludo con la mano. Fue entonces cuando Anna se volvió a poner colorada al caer en la cuenta de que le había dicho a su mejor amigo que se masturbaba.
Más adelante esa misma mañana, estaba Elsa sentada en la cocina tomándose un descafeinado. Estaba sola en la casa, sus padres se habían ido a trabajar. Se despertó antes de lo esperado, así que no tenía prisa. Estuvo limpiando un poco la casa, aunque no hizo mucho ya que la limpieza a fondo era los fines de semana. Se había propuesto empezar un trabajo de clase pero la procrastinación pudo con ella. Se le ocurrió una idea, aunque no sabía si debería hacerlo. Sacó el móvil y buscó a Mérida en sus contactos. Tras pensar durante unos segundos, se decidió por llamarla.
Al cabo de una hora llamaron a su puerta. "Hola, Elsa." La saludó cordialmente desde el rellano de su casa. Cuando entró y cerró la rubia la puerta, Mérida la acorraló contra la pared y comenzó a besarla suavemente.
Al cabo de unos minutos, Elsa cortó el beso con una sonrisa malvada y unas cejas arqueadas. "Hola a ti también, veo que vienes animada." Subieron las escaleras en dirección a la habitación de la mayor cuando pasaron por la habitación de Anna.
"¿Aquí es donde tu joven e inocente hermana se estaba masturbando ayer?" Dijo señalando la puerta cerrada. Elsa puso los ojos en blanco, se arrepentía de habérselo contado porque sabía lo mucho que le había afectado a la pequeña. Solamente le respondió con una risa sarcástica.
Mérida había traído su portátil, así que estuvieron jugando hasta que perdieron un par de veces seguidas y prefirieron parar. "Esto pasa porque eres malísima y perdemos por tu culpa." A lo que Mérida le respondió indignada. Se levantó de su silla y se sentó encima de la rubia, mirándole fijamente.
"Pues entonces deja de jugar conmigo, verás como así no te quejas." Le apartó la trenza del cuello y lo comenzó a besar lentamente. En cuanto empezó a succionar y a rozar la piel con su lengua, Elsa sintió un escalofrío y se apartó un poco.
"¿Quién está jugando contigo?" Le sonrió inocentemente mientras le daba un pequeño beso en la punta de la nariz.
La pelirroja agarró a Elsa por su barbilla y la miró fijamente. "Tú." Se inclinó para besarla con fuerza, para demostrarle que en verdad estaba molesta.
Rompió el beso por segunda vez con el ceño fruncido. "Yo no estoy jugando contigo Mérida, te he dicho ya..." Fue cortada por la otra chica a mitad de frase.
"Sí, sí, que no quieres nada serio conmigo blah blah blah, Elsa, me lo has dicho más de cinco veces durante las dos semanas que llevamos viéndonos, lo he pillado." Se bajó de encima de Elsa y se quedó de pie, su frustración no le permitía relajarse en la silla. "Pero no sé, es como que me has apartado sin ni siquiera conocernos."
Elsa se sintió mal al ver a la otra chica apenada por su culpa. Se levantó también y se puso enfrente suya, sostuvo su cara con las dos manos y le habló muy suavemente. "Perdona por haber sido tan fría. Solamente sé que contigo me lo paso bien y quiero seguir viéndote, pero no quiero tener nada serio ahora, Mérida."
"Tú lo has dicho, ahora. No sabes lo que va a querer la Elsa de dentro de un mes o de cinco. Déjate llevar, relájate y no intentes tener todo bajo control, no te preocupes." Mérida se había quedado satisfecha al ver la cara de reflexión de la rubia, así que le quitó las manos de su cara y la empujó hasta el armario, que estaba detrás suya. Elsa le esbozó una pequeña sonrisa malvada mientras notaba las manos de la pelirroja por debajo de su camiseta.
Volvieron a besarse pero está vez fue de manera más apasionada, las manos de Mérida acariciaban con suavidad la pálida piel de Elsa, haciéndole cosquillas. Mérida se aventuró a desabrocharle el sujetador, que no tenía tirantes, así que se lo saco por debajo de la camiseta y lo tiro al suelo. Justo en el momento en el que fue a rozarle uno de sus pechos, Elsa se apartó y empujó a Mérida contra el armario, de manera que se habían intercambiado las posiciones.
Intentó llevar el ritmo pero la pelirroja no se lo permitió, retomando la exploración por debajo de su camiseta. Al ver que Elsa no se apartaba decidió desabrochar el botón de su pantalón y meter la mano muy despacio.
Miró fijamente a la mayor mientras se relamía los labios. Al rozar su entrepierna sobre su ropa interior y notar la humedad, hizo presión con sus dedos, notando así cómo Elsa contenía la respiración.
Buscó de nuevo su cuello mientras seguía moviendo su mano. Su lengua subió hacia la oreja de la rubia y le dio un pequeño mordisco, a lo que Elsa respondió con una queja de dolor. Antes de que pudiera articular palabra alguna, sonó el timbre de la puerta, asustando a ambas.
"No puede ser verdad..." Merida miró hacia el techo mientras suspiraba y veía a Elsa entrar en pánico, abrochándose el pantalón. Bajaron rápidamente las escaleras para ver quién narices se había atrevido a interrumpirlas.
Nada más abrir la puerta, los ojos de las dos hermanas se encontraron, haciendo sonrojar a la pequeña. Los de Anna fueron los primeros en moverse para analizar a la otra persona que estaba al lado. "¿Mérida?"
Las chicas se apartaron de la entrada para dejar pasar a la pecosa, que volvía muerta de frío y necesitaba el calor de su casa. Antes de que ninguna abriera la boca, los ojos de Anna observaron los rizos despeinados de Mérida y el nerviosismo que estaba intentando ocultar su hermana junto a las marcas rojas de su cuello.
Anna se llevó una mano a la boca, medio escandalizada, volviéndose roja y alertando a su hermana de que había entendido lo que habían estado haciendo. El sonrojo se le contagió primero a la rubia y posteriormente a la tercera, que era la que más incómoda se encontraba. "Bueno chicas, yo me voy ya, que es la hora de comer y no quiero molestar." Mientras abría la puerta, se dirigió a Elsa. "Ahora hablamos por teléfono, ¿vale?" Y se despidió de ellas con un movimiento de mano.
Ninguna dijo nada, ambas estaban en silencio en la entrada de su casa. Anna fue la primera en dar el paso. "Voy a cambiarme de ropa." Se perdió tras la puerta de su habitación, dándole tiempo a Elsa para relajarse.
Decidió llamar a sus padres, se hacía tarde y no habían vuelto a casa. Primero marcó el número de su padre, que no tardó mucho en responder. La conversación fue corta y simple, iban a comer fuera de casa y se les había olvidado avisar.
Anna bajó en seguida, sólo había dejado la mochila, el casco y la chaqueta en su habitación. "¿Dónde están papá y mamá?" Wow de dónde he sacado el valor para mirarle y hacerle una pregunta de verdad, enhorabuena Anna.
Elsa se giró para mirarla desde la cocina y responderle. "Parece que no van a comer hoy aquí. ¿Tú sabías algo?" Justo se había dado cuenta de que no llevaba sujetador y se mordió el labio, rezando para que su hermana no se diera cuenta.
"No, pero a veces suelen irse a comer o cenar solos. Supongo que no lo habían hecho antes desde que estás aquí porque querían pasar tiempo contigo." Esto enterneció a Elsa, cambiando completamente su actitud.
Anna captó los ojos cálidos de su hermana y se relajó también. "Te quieren más de lo que piensas." A lo que la mayor respondió asintiendo y con una pequeña sonrisa.
Elsa se ofreció voluntaria para hacer la comida, dejando a su hermana algo de tiempo para descansar. No quería tardar mucho, así que salteó varias verduras, coció arroz y mezcló ambas cosas. No sabía cocinar mucho, así que tuvo que tener mucho cuidado para que no se le pasase nada. Quedó muy satisfecha con el resultado, sabía que su hermana iba a agradecérselo.
Llamó a su hermana mientras servía los platos, todas las puertas estaban abiertas y estaba segura de que la había escuchado. Llegó a tiempo para poner la mesa rápidamente y sentarse a comer.
Elsa veía la cara de placer de Anna al probar una cucharada de la comida. "De pequeña no te gustaban nada las verduras, se me hace muy raro verte comiéndolas."
Anna le respondió metiéndose una cucharada muy grande de varias verduras. "No sé si lo sabes, pero ya no tengo cinco años, Elsa." Intentó hacerse la seria.
"A veces lo parece." Tenía la cuchara apoyada en su boca, escondiendo un poco la pícara sonrisa que tenía detrás. La pelirroja alzó una ceja mientras tragaba la comida; no quiso ni responderle, solamente le hizo un corte de manga y siguió comiendo. "¿Ves?" Elsa seguía riéndose sola, mientras hacía enfadar a la pequeña de broma.
"¿Qué quieres, guerra?" La pecosa se cansó de estar seria y dejó escapar esa carcajada que se estaba guardando. Elsa alzó las manos en señal de rendición, y ambas dejaron de picarse mutuamente.
Estuvieron un rato calladas, apenas hablando y lo que se decían eran trivialidades. Estaban esperando al momento justo para hablar, pero les daba demasiada vergüenza. Elsa, siendo la más responsable de las dos en cuanto a estos temas, decidió dar el paso.
"Te debo 20 euros." Le dijo tranquilamente, a lo que Anna le respondió que no le debía nada. "Sí, ayer me aposté conmigo misma 20 euros a que me evitarías durante un par de días por haberte pillado, y no lo has hecho." Elsa sabía que decirle eso iba a hacer que se muriera de vergüenza, pero no quería hablar del tema seriamente. Además, sí, quería guerra; se le hacía demasiado fácil meterse con su hermana.
Anna se cruzó de brazos sobre la mesa y se tumbó sobre ellos, escondiendo su cara. Dejó escapar un largo suspiro, dejando a la rubia impaciente por una respuesta. Igual he sacado el tema demasiado pronto? Pero no, después de unos segundos que parecieron eternos para ambas, Anna levantó la cabeza y miró fijamente a Elsa.
"Primero, olvida lo de ayer, como si no hubiera pasado, ¿vale? Y yo olvido que ha estado aquí Mérida y lo demás." Elsa asintió, recolocándose su trenza al recordar las marcas de su cuello mientras insultaba mentalmente a Mérida. "Segundo, me debes ir al cine o a algún otro sitio y luego invitarme a cenar, que me he ganado ese dinero." Elsa se rió un poco al ver el esfuerzo de la pequeña, podía ver la vergüenza que le estaba dando pensar siquiera en el tema porque tenía las mejillas coloradas.
La mayor asintió con la cabeza mientras recogía los platos. Se puso de espaldas a su hermana mientras los metía en el lavavajillas. "¿No quieres hablar de nada más?" Elsa dejó caer el tema, refiriéndose al vídeo. Sabía que Anna había entendido a lo que se refería. Anna, por su parte, sabía a lo que se refería Elsa.
"Nope." Le respondió rápidamente, mientras terminaba de limpiar la mesa y la dejaba igual que si no hubieran comido allí.
Elsa decidió no insistir, no quería hacer sentir incómoda a su hermana. "Por cierto, ¿tienes frío?" Elsa cerró el lavavajillas al haber terminado de colocar las cosas y se giró para mirar a su hermana, sin saber a qué venía esa pregunta. Le negó con la cabeza, a lo que Anna respondió señalándole el pecho con la mirada y las cejas arqueadas. Elsa notó que, al no llevar sujetador, se le notaba todo; se cruzó de brazos para taparse y le echó una mirada asesina a su hermana.
Fue rápidamente hacia ella con intención de vengarse, pero Anna se adelantó. "Pues tampoco tienes las tetas mucho más grandes que yo, y eso que me sacas cuatro años, eh." Elsa le agarró con una mano de los mofletes, de manera que ahora Anna no podía hablar con mucha facilidad.
"Mis tetas son perfectas." Iba a hacerle cosquillas con su mano libre pero la pelirroja la agarró de la muñeca y no podía moverla.
"Lo siento pero las mías tienen pecas así que son más bonitas que las tuyas." Intentó zafarse del agarre de su hermana, y en cuanto lo consiguió Elsa llevó la mano al borde de su camiseta para quitársela.
"¿Ah sí? Vamos a comprobarlo entonces." Mientras intentaba subirle la camiseta a su hermana, Anna no paraba de reírse y de intentar evitarlo, dándose la vuelta. "Venga Anna que últimamente estás muy exhibicionista, no seas tímida."
La pecosa se giró en shock por las palabras de su hermana y la miró sonrojada a más no poder. "Pero de qué vas, vete a la mierda." Ahora era Elsa la que se estaba riendo en su cara. "Si tan perfectas son tus tetas vamos a comprobarlo entonces." Llevó sus dos manos al pecho de su hermana para palparlo por encima de la camiseta.
Notó rápidamente uno de los pezones de su hermana bajo sus dedos, estaba duro por el roce constante con la camiseta. Con la otra mano notó el peso del pecho y su suavidad, apretándolo un poco. Al intentar mover sus dedos inconscientemente sobre el pezón, Elsa le apartó las manos, apenas habían pasado dos segundos.
"Lo siento, pero no tienes el privilegio de tocarlas." Parecía inafectada, seguía con la broma, mientras que Anna se había estancado en la sensación.
Le respondió rápidamente, no quería que su hermana se pensase cosas extrañas, ni ella misma sentirlas. "Tranquila, que me sacaré un pase VIP." Le guiñó un ojo y subió rápidamente las escaleras hacia su habitación, en la que se encerró.
Necesitaba darse prisa, tenía que ir al conservatorio y no quería llegar tarde; agradeció tener solamente un par de clases, por lo que iba a volver pronto a casa. Al quitarse su camiseta y mirar las pecas que efectivamente adornaban su pecho, no pudo hacer otra cosa que compararlas mentalmente con las de su hermana. Las suyas son más grandes. Seguía teniendo la sensación del roce en la palma de su mano. Volvió la misma sensación del día anterior, donde se sintió asqueada de sí misma por haber pensado en su hermana. Se dio unas palmadas en la cara con sus manos para centrarse y desechar esa emoción tan extraña que tenía en el estómago.
Cuando estuvo lista, salió de su habitación y se despidió de Elsa, que estaba también preparándose para irse a la Universidad. "¡Ánimo con las clases!" Le gritó la mayor desde su habitación, cosa que le hizo irse mucho más animada.
Esta vez se había abrigado más, así que no había pasado frío en el viaje en moto. La mayoría de las personas habían entrado ya al edificio, así que se dio prisa en llegar a su clase. La primera asignatura era teórica, por lo que había alumnos de diferentes instrumentos. La profesora ya estaba en la clase, así que se disculpó por tardar y se sentó en un asiento cerca del final del aula, uno de los pocos que quedaban libres. Mientras sacaba folios para tomar apuntes, escuchó una voz familiar.
"Hey, Andersen." Ni siquiera se molestó en hablar susurrando para que no les llamaran la atención. Anna puso los ojos en blanco, pensándose si responderle o no, pero al final decidió no ser maleducada.
"Hola, Hans." Volvió su atención a la profesora, ignorando al otro chico, el cual no tardó mucho en volver a hablarle.
"¿Por qué me odias tanto?" Le hizo un falso puchero, que terminó en una sonrisa pícara en cuanto la chica le miró de nuevo. Anna se llevó el dedo índice a los labios, en señal de silencio, para intentar que se callara. No funcionó. "Es porque soy pelirrojo, verdad?"
Anna lo miró con el ceño fruncido, pensando que qué narices le ocurría a ese chico en la cabeza. Cogió una de sus trenzas pelirrojas, se la enseñó y de nuevo intentó prestarle atención a su profesora. Otra vez sin éxito.
"¿Si me tiño de rubio como ese chico con el que siempre estás conseguiré que me hables?" Esta vez otro compañero fue el que le mandó a callar con un «shhh».
La pecosa agachó la cabeza un poco para que no le viera la profesora y le respondió al fin en un susurro al chico que tenía al lado. "Tiene nombre, es Kristoff."
Entonces, Hans fue la primera vez que le habló también en un susurro y no a plena voz. "Al fin me has hablado."
Me he divertido mucho con la escena de Anna en su habitación, espero que os haya gustado leerlo tanto como a mí escribirlo. Muchísimas gracias por seguir leyendo el fanfic y comentando, de verdad. Espero volver por aquí pronto y con más elsanna, que ya va avanzando la cosa.