Nota: Ni los personajes ni la historia me pertenecen. Los personajes, como ya saben son de S. M. La historia es una adaptación de la peli "Ester reina de persia"
CAPITULO BETEADO POR: DAY AGUILAR, (FFAD. groups/betasffaddiction)
Sinopsis: Cuando la reina Tanya desafía la autoridad del rey Edward, éste le despoja de su estatus social, declarando por medio de un edicto que ya no la reconoce como su reina debido a que ésta ha quebrantado la ley: "La autoridad del Rey jamás debe ser rebatida". Para remendar la insolencia de la mujer, se promulga otro edicto donde se pide que todas las jóvenes vírgenes sean llevadas al palacio real; la doncella que fuese de agrado a los ojos del Rey, tomaría el lugar de Tanya…
Había en el reino de Persia una joven judía llamada Isabella Swan; huérfana, hija adoptiva de su tío Charlie, de hermosa figura y buen parecer, justa y firme al tomar decisiones. Estaba comprometida con un militar: Jacob Black, su primer amor.
Hola guapuras! regrese con otro capitulo mas de esta historia de esta historia. Espero que sea de su agrado.
Mil disculpa por la tardanza se que prometí que publicaría el martes, pero se me hizo imposible actualizar.
…
Todas las chicas fueron llevadas a la casa de las mujeres a cargo de Sam (Eunuco del Rey) y Kate (Chaperona del palacio).
Bella, como el Rey había pedido, fue dejada en las manos de Sue. La chaperona fue de agrado ante los ojos de su majestad, pues era una de sus mejores servidoras: sumisa y eficiente, por lo que pidió que fuese ella quien estuviese a cargo de Bella junto a dos doncellas, escogidas también por él.
Así mismo los siete días de entrenamiento comenzaron.
Jacob se escapaba cada día y se paseaba por el patio de la casa de las mujeres para saber cómo le iba a Bella, y cómo la trataban. En ocasiones le pagaba a uno de los soldados de turno para tomar su lugar. Todo esto lo hacía sin ser descubierto.
En el primer día de entrenamiento, las jóvenes fueron sacadas al huerto del palacio donde el Rey a escondidas las observaba.
—Su majestad os dirá que os levantéis el velo. Observad —decía Sam, mientras otro eunuco hacia la demostración—. No os inclinéis con la cabeza, sino con el corazón. Caminad ligeras, como por el agua. Y cuando os inclinéis, sonreíd, pero manteniendo los ojos bajos.
» Bien, podéis retiraos eunucos —Estos se retiraron del huerto y entraron al palacio—. Ahora escuchad bien, está prohibido mirar al Rey a los ojos. Solo las princesas reales y los consejeros más íntimos pueden hacerlo; está prohibido levantarse sin el permiso del Rey o hablar si éste no lo pide; está prohibido vestirse con negligencia.
Las jóvenes empezaron a hablar entre sí.
—¡Y está prohibida la habladuría! —gritó, golpeando con su bastón el suelo—. Olvidad todo lo que habéis aprendido hasta ahora. Podéis descansar.
Esa tarde, Jacob pagó a unos de los soldados de turno para tomar su lugar y así hablar con Bella.
Ella estaba cansada de escuchar a las jóvenes murmurar entre sí sobre lo que pedirían si fuesen reinas. Decidió caminar por el hermoso jardín, alejándose un poco del grupo.
Jacob al percatarse de que se encontraba sola, no perdió la oportunidad de acercarse a la joven.
—Isabella, encontré la forma de sacarte de este lugar. Te estaré esperando en la capilla del palacio esta noche —dijo él en un susurro.
—Jacob, no creo que sea conveniente —respondió Bella, pero era tarde, ya Jacob había desaparecido dejándola sola.
Sabía que desafiar la ley podía costarle la vida. Quería a Jacob, pero no podía desobedecer la autoridad y ponerlo en peligro.
Esa misma noche como el joven había prometido, esperaba a Isabella en la capilla del palacio, pero la sorpresa que se llevó fue grande cuando un eunuco le entregó una carta, diciendo que venía de parte de Bella.
Al abrirla su corazón se entristeció.
Mi querido Jacob:
Gracias por ser tan bondadoso conmigo, eres el ser más hermoso que he conocido. Sé que me amas, pero no quiero que pongas tu vida en peligro. No sé si seré la escogida y tampoco me hago ilusiones, pero si lo soy debes entender que perteneceré a otro hombre.
Te quiero y formas una parte muy importante en mi vida, al igual que Charlie, gracias por preocuparte por mí; si el Rey no me escoge como su reina, tú serás el hombre que quiero a mi lado, pero debemos confiar en la voluntad de Dios, él escogerá lo que nos conviene a nosotros. Por lo tanto te pido que te vayas de la entrada del palacio, me sentiría entristecida si el Rey se da cuenta y te envía a la horca.
Nuevamente gracias por estar conmigo y espero que entiendas mis razones para no aceptar tu propuesta de escaparnos.
Isabella Swan.
Cumplidos los siete días y cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para ir al encuentro con el rey Edward, éstas fueron preparadas con unos de los mejores perfumes del reino y afeites* de mujer. Solo entonces, la doncella era llevada ante el Rey. Todo lo que ésta pedía se le era concedido. Era llevada por la tarde y a la mañana siguiente se la llevaba a la segunda casa de mujeres, al cuidado de Esdras, eunuco del Rey, guarda de las concubinas; las cuales no ponían ser llevadas nuevamente con el Rey salvo si éste la quería y era llamada por su nombre.
—Cuando sea mi noche de ir ante el Rey, yo pediré un collar de perlas que me llegue hasta los pies —murmuró una de las chicas.
—Yo pediré un abanico de plumas. Quizás así el Rey no me aleje de él —bromeó otra chica.
—Sue, ¿por qué ninguna de las chicas ha vuelto de ver al Rey? —preguntó Bella ignorando la conversación vanidosa de las doncellas.
—El primer harén es solo para las vírgenes —explicó Sue.
—¿Y qué ocurre después de la primera noche?
—Por la mañana, Esdras las lleva al segundo herén. Es el eunuco encargado de las concubinas y permanecerás ahí a menos que hayas agradado al Rey y te llame por tu nombre —explicó.
— Sue. —La llamó Bella luego de unos minutos de silencio.
—Mi señora —respondió esta.
—¿Cómo es… Estar con un hombre? —preguntó sonrojada. Sue sonrió antes de responder.
—Eso depende del hombre —aclaró la duda de la chica.
Cuando llegó el mes séptimo, llegó también el momento de que Bella fuese llevada ante el Rey. Sue se acercó a ella para que eligiese la prenda que usaría al ir con su majestad.
Se sintió sorprendida y orgullosa cuando la chica con una hermosa sonrisa respondió:
—Te has encargado de mí todo este tiempo, decide tú.
—Pero es costumbre que pidáis algo para llevar contigo —respondió
—En ese caso confió en tu juicio. Llevaré lo que tú creas que necesito.
La chaperona no había conocido a una persona tan noble como Bella; desde que había llegado al palacio se había ganado el favor de todos, no le sorprendería si fuese ella la elegida.
…
—Es hoy. —Le dijo uno de los soldados a Jacob, quien le había pagado para conseguir la información. A pesar del mensaje que Bella envió, éste no obedeció. No se daría por vencido, él había prometido sacarla de ese lugar e iba a cumplir su palabra.
—Gracias.
Una vez preparada con las especias aromáticas y afeites de mujer, y vestida con un hermoso vestido de corset con falda ancha de tafetán* blanco, adornada con un collar de velas, fue llevada al encuentro del Rey.
Antes de entrar a la habitación, una hermosa rosa del jardín del Rey llamó su atención. Sorprendida y feliz se inclinó para coger la hermosa rosa a manos llenas y aspirar encantada su aroma. Feliz y a la vez temerosa, escondió la rosa entre su velo para luego entrar a la habitación, donde estaba sentado el Rey en su escritorio con su total atención presta a unos papeles.
—Dime tu nombre —demandó sin apartar su mirada de los documentos.
—Me llaman Bella —respondió sin levantar la mirada, siguiendo las enseñanzas de Sam el eunuco.
—Bella… Es un lindo nombre. —Levantó la mirada para ver a la doncella.
—Gracias. —Fue lo único que pudo responder, manteniendo la cabeza inclinada.
—¿Por qué te escondes tras el velo? ¿Tan fea eres? —preguntó presuntuoso—. Álzate, para que pueda verte.
Bella obedeció su orden y levantó la cabeza, dejando ver su rostro. El Rey quedó impresionado con tal belleza. La encontró conocida, pero… ¿Dónde la había visto?
Entonces recordó que era la misma joven que le había desafiado diciéndole cuál era su deber. Se levantó del escritorio y se acercó a ella.
—Eres la misma mujer insolente que me dijo frente a mis súbditos lo que debía hacer. —Le reprochó.
—Lo siento, su alteza, no fue mi intención ofenderle —Se disculpó cabizbaja.
—Mírame —ordenó. Quería saber si sus disculpas eran ciertas. Su duda fue aclarada cuando Bella levantó el rostro—. ¿Eres Mena, babilónica, Asiria, judía?—preguntó.
—Mi pueblo es muy leal al Rey de Persia, mi señor —respondió sin mirarlo a los ojos.
— Yo no te pregunté eso —habló petulante.
Bella solo guardó silencio, con la cabeza inclinada.
—El silencio es un don raro en una mujer —Hizo una pausa, esperando la respuesta de la joven, pero al ver que Bella guardaba silencio volvió a hablar—. Te ordeno mírame.
Bella levantó el rostro.
El Rey miró a la joven a los ojos.
—Ahora, ¿qué ves en mis ojos? —preguntó a centímetros del rostro de la chica.
—Mi Rey, veo a un hombre con valor y belleza en sus ojos —respondió sin titubeos.
El Rey se separó de ella enfurecido. La creía diferente, pero solo era una fachada, le mentía y eso le enfurecía.
—Todas sois iguales… Mientes, me mientes como te enseñaron a hacerlo —habló firme, sin alzar la voz.
Bella agachó la cabeza, apenada y a su vez asustada. Ella no mentía y lo que el Rey le había dicho la hacía sentir mal.
—Bien, hagamos lo que se tiene que hacer, estoy cansado —habló quitando el velo que la cubría. Al retirarlo por completo, la rosa que Bella había cogido del jardín cayó al suelo.
El Rey se inclinó para cogerla.
—¿Cogiste una rosa de mi jardín? —preguntó. Isabella tragó en seco, nerviosa—. ¿Es un regalo para tu Rey? —cuestionó arqueando una ceja, prepotente.
—Mi señor, la he cogido para mí, perdóneme por cortarla. —Se disculpó.
El Rey vio la sinceridad en los ojos de la joven y se dio cuenta de que no era igual a las mujeres con la que había estado.
—Eres diferente… Valiente. No eres como las otras —dijo mirándola a los ojos.
—Tal vez, pero siempre me ha dado miedo lo desconocido y nunca he estado con un hombre. —Se sinceró. El Rey sonrió a medio lado y acarició la mejilla de la joven con ternura.
—No tienes por qué temer, Bella. Nadie te hará daño. —Aseguró quitando el corset. Una vez deshecho, acarició los hombros de la chica, haciéndole estremecer. Comenzó besar su cuello para luego ponerse frente a ella y acunar las mejillas de la joven con sus manos—. No temas, no seré brusco contigo. Eres tan frágil, tan hermosa —dijo en susurro antes de besarla.
Esa noche, el Rey amó a Bella más que a las otras mujeres, y halló gracia y generosidad de ella ante él, más que las otras vírgenes. Sin titubeo, tomó una decisión.
—He encontrado a la nueva reina —anunció al consejo real.
—Pero mi señor, os falta ver más doncellas —dijo uno de los chapelan.
—He dicho que ya la he encontrado, preparad y traed ante mí a Bella.
—Pero…
—He dicho que sea traída ante mí —demandó indignado.
Isabella fue preparada para ser proclamada reina. Todo el reino admiraba la belleza y gracia de la escogida.
—Yo, Edward Anthony Cullen II, te nombro reina de Persia a ti: Bella Swan.
Y fue así como el Rey puso la corona real en la cabeza de Bella y la tomó como reina, dándole el lugar de Tanya.
Luego de eso, el rey Edward hizo un gran banquete con todo el reino presente.
—¡Larga vida a la reina Bella! —proclamó uno de los chapelan.
"¡Larga vida!" Respondieron todos los presentes.
Mientras tanto, al fondo del palacio, Jacob se encontraba furioso.
—Alégrate muchacho, Isabella ha sido escogida como vuestra reina —dijo Charlie.
—¿Cómo quieres que me alegre? Me han quitado a la única mujer que amo —respondió indignado.
—Cálmate, el Rey de Persia la ha escogido. No es cualquier hombre, con él estará segura.
—No, puede ser el Rey de Persia, pero eso no le quita que me haya quitado lo único que he amado —habló enfurecido, para luego salir del lugar.
Su corazón estaba herido y airado. Su temor se había cumplido. Pero no se daría por vencido, pelearía por el amor de Bella.